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Mensajes del libro «Economía de Dios, La»
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CAPITULO DIECISEIS

LAS RIQUEZAS DE LA RESURRECCION

  “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (He. 8:10-11).

  “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:27).

  Tanto Hebreos 8 como 1 Juan 2 declaran que hoy, bajo el Nuevo Testamento, no hay necesidad de ninguna enseñanza humana exterior. Hebreos 8:10 dice que la ley está escrita dentro de nosotros; así que no hay necesidad de que ningún hermano nos enseñe a conocer al Señor. 1 Juan 2:27 dice que la unción permanece en nosotros, así que no existe la necesidad de ninguna enseñanza humana. Un pasaje dice que la “ley” está escrita en nosotros, y el otro dice que la “unción” permanece en nosotros. ¿Qué son estas dos cosas? Es muy posible que seamos cristianos por muchos años y que aún así no sepamos que tenemos estas dos maravillas dentro de nosotros. Tenemos una ley maravillosa escrita en nosotros y una misteriosa unción que permanece en nosotros. ¡Cuán maravilloso; pero qué lástima si no nos damos cuenta de esto! Es por causa de que tenemos la ley interior y la unción interior que no necesitamos ninguna enseñanza humana, es decir, enseñanza externa.

LA CRUZ Y LA RESURRECCION

  La ley interna y la unción interna pertenecen a la resurrección. Ya hemos visto el principio de la cruz—esto es, la terminación todo-inclusiva de las cosas negativas del universo— y también hemos visto el principio y la realidad de la resurrección. La cruz da fin a la vieja creación, en tanto que la resurrección produce las riquezas de la nueva creación. A la vieja creación se le da fin por medio de la cruz. Por la muerte del Señor, los doce elementos que forman la vieja creación han sido llevados a la cruz y han sido completamente borrados. Pero allí no termina la historia, porque después de la muerte vino la resurrección. ¿Qué fue resucitado? ¿Satanás? ¿El reino de Satanás? ¿El pecado? ¿La carne? Mil veces ¡No! El Espíritu eterno resucitó solamente la esencia de lo que Dios originalmente había creado para Su propósito.

  La naturaleza humana era parte de la creación original de Dios. Dios creó la naturaleza humana para Su propósito, pero Satanás la dañó. Por lo tanto, por medio de Su muerte, el Señor dio muerte a la naturaleza que había sido dañada por Satanás; pero por medio de Su resurrección, el Señor introdujo en la resurrección la naturaleza que había sido creada por Dios. El Señor no solamente redimió la naturaleza humana, sino que la elevó a un nivel más alto. Así que la nueva creación consta de Cristo en el Espíritu eterno y de la naturaleza humana elevada y recobrada, en resurrección.

  ¿Cuáles son los componentes de las riquezas de la resurrección? Primeramente tenemos al Dios Triuno, no en el sentido del Antiguo Testamento, sino en el sentido del Nuevo Testamento. Luego tenemos la vida eterna y divina, la cual es Dios mismo como nuestra vida. (La diferencia entre Dios y la vida divina es la misma diferencia que hay entre la electricidad y la luz. Hablando con propiedad, la electricidad es la luz, y la luz es la electricidad, pero, con todo, hay una diferencia. Por ejemplo, la electricidad no solamente se usa como luz, sino también como energía y calor, etc. De la misma manera, Dios mismo es nuestra vida y también es muchas otras cosas). El tercer elemento es la naturaleza divina (2 P. 1:4). El cuarto es la ley de vida (Ro. 8:2; He. 8:10). El quinto es la unción (1 Jn. 2:27). Estos cinco elementos son las riquezas todo-inclusivas de la resurrección; todas las demás cosas que mencionemos están incluidas en éstas. La nueva creación hereda todos estos elementos en la resurrección.

  Podemos decir que todas las riquezas de la resurrección son simplemente Dios mismo. La naturaleza divina es ciertamente Dios mismo, y la ley de vida y la unción son también algo de Dios mismo y de Su mover. Sin embargo, el hombre no es una de las riquezas de la resurrección, sino uno que ha sido recobrado y elevado por estas riquezas. Estamos en cierta medida familiarizados con el Dios Triuno, la vida divina, y la naturaleza divina, pero la mayoría de los cristianos no están familiarizados con la ley de vida ni con la unción interior. Estas han sido descuidadas en el cristianismo de hoy. Pero la ley interior y la unción interior son las riquezas prácticas de la resurrección; si no las conocemos, no podemos conocer la resurrección de una manera práctica. La resurrección solamente será conocida objetivamente, a menos que conozcamos la ley de vida y la unción interior; solamente así podemos experimentar la resurrección de una manera subjetiva.

LA LEY Y LOS PROFETAS

  Consideremos ahora el Antiguo Testamento junto con la ley y los profetas (Mt. 7:12; 22:40). ¿Cuál es la diferencia entre los dos? La ley es un conjunto de reglas fijas que no pueden ser cambiadas. Por ejemplo, un punto de la ley demanda que cada uno debe honrar a sus padres. Esta es una regla inmutable, y todos deben guardarla. No es necesario buscar guía acerca de honrar a nuestros padres; esta ley es fija. Otra regla es: “No robarás”. También ésta es una regla establecida y fija. No hay necesidad de orar: “Señor dime si Tu voluntad es que yo robe o no. Guíame con respecto al asunto de robar”. No hay necesidad de buscar tal guía. Este mismo principio se aplica al resto de los diez mandamientos. Así que la ley es un conjunto de reglas fijas, que todos deben guardar. No varía con cada individuo. No importa si la persona es hombre o mujer, viejo o joven, rico o pobre, está obligada a guardar el reglamento.

  Ahora, ¿qué de los profetas? Los profetas hablan según la situación particular. Supongamos que alguien vino a Jeremías y le preguntó: “¿Está bien que yo vaya a Jerusalén?” Esta vez el profeta diría: “Sí, puedes ir”. Pero en otra ocasión tal vez él diría: “No te permito ir”. Los profetas brindan la dirección viviente del Señor según las diferentes situaciones individuales. La ley no tiene variantes, pero los profetas varían mucho, dependiendo de la situación de las personas involucradas. Una vez que tenemos la ley, la tenemos para siempre, porque los mandamientos son permanentes; mientras que la guía de los profetas solamente es para una ocasión determinada. Por lo tanto, el profeta es alguien con quien se tiene que tener contacto continuamente. Aquel que acudió a Jeremías no podía decir: “Hace un mes el profeta dijo que estaba bien que yo fuera a Jerusalén; por lo tanto ahora mismo puedo ir sin consultarlo”. Si él deseaba ir a Jerusalén de nuevo, debía buscar la guía del profeta una vez más. Honrar o no honrar a los padres no requiere guía, ya que esto es un principio fijo de la ley; pero cómo honrar a sus padres es definitivamente un asunto que necesita guía. ¿Debe uno honrar a sus padres, en cierta ocasión, de esta manera o de aquélla? Se necesita la guía; por lo tanto, se debe tener contacto con el profeta.

  El Antiguo Testamento prohíbe que la mujer vista ropa de hombre, y que el hombre vista ropa de mujer. Esto fue claramente establecido por el Señor como una regla establecida y como una ley inmutable. Pero cuando estamos comprando un artículo de vestir, tal vez una cosa cueste $200 y otra $20. Esto llega a ser un asunto en el cual debemos buscar la guía del Señor, no Su ley. Esta es la diferencia entre la ley y los profetas. El principio fijo de la ley no varia con nadie, pero la guía de los profetas varía con todos. A veces incluso con la misma persona esto puede variar de una ocasión a otra.

LA LEY INTERIOR Y LA UNCION INTERIOR

  ¿Hay entonces una ley en el Nuevo Testamento? Sí hay, pero no es la ley de letras. En el Nuevo Testamento solamente existe la ley de vida. Esta no es una ley externa, sino interna; no la ley escrita en tablas de piedra, sino la ley escrita en el corazón. ¿Qué de los profetas en el Nuevo Testamento? Así como la ley de vida reemplaza la ley de letras, así mismo la unción interna toma el lugar de los profetas. Por ejemplo, si yo fuera a cortarme el pelo, buscaría la guía del Señor por medio de orar: “Señor, muéstrame si debo cortarme el pelo al estilo vaquero o como una estrella de cine”. No es necesario que busque la guía en asuntos tales como éstos, debido a que hay una ley dentro de mí que me prohíbe cortarme el pelo como un vaquero o como una estrella de cine. La ley interior de vida me regula en tales asuntos. Supongamos que usted es una hermana en el Señor, y que quiere tener el pelo como una estrella de cine. Algo en lo profundo de usted le regulará y le examinará. Esta es la regulación interior de la ley de vida. En más de mil capítulos que tienen las Escrituras, no hay ninguna palabra que prohíba estilos de peinados como los de las estrellas de cine. ¡Las estrellas de cine ni siquiera se mencionan en las Escrituras! Pero hay una ley interior que le regula, guardándole de seguir el modelo de las estrellas de cine.

  Supongamos que un hermano está a punto de ministrar la Palabra del Señor. No es necesario que él pregunte: “Señor, ¿debo ponerme pantalones al estilo vaquero? Si él se viste de esta manera la ley interior que le regula, le examinará y le prohibirá que lo haga. Este es un principio fijo de la ley que está dentro de él. Tampoco es necesario que él busque la guía para saber si debe cortarse el pelo como un vaquero. Pero cuándo y dónde cortarse el pelo es un asunto que requiere la guía del Señor. Por lo tanto, él tiene que orar y decir: “Señor, ¿deseas que me corte el pelo hoy? ¿Debo cortarme el pelo en la peluquería o en casa de un hermano? Este no es un asunto de la ley interior, sino de la unción interior. La unción que está en él es el “Profeta” que mora en su interior, quien le da la guía. Si él se vuelve descuidado y no busca la guía del “Profeta” que está en su interior, tal vez él vaya apresuradamente a la casa de un hermano para que le corte el pelo y tenga algún problema. Debido a que él ha sido descuidado en cuanto a la unción interior, él debe sufrir. ¿Ve usted el punto?

  ¡A la mayoría de las señoras les encanta comprar cosas! Una vez que ellas entran en la tienda, no tienen ninguna limitación ni regulación excepto la de su cuenta corriente. Pero las queridas hermanas que aman al Señor y que han aprendido a vivir y a andar por el Señor, tienen una experiencia diferente. Cuando ellas entran a la tienda y toman algún artículo, hay algo dentro de ellas que las regula y que les dice: “Déjelo”. Y ellas lo dejan. Cuando toman otro artículo, una vez más oyen: “No lo toques, déjalo donde está”. ¿Qué es esta objeción interior? Es la ley interna, la ley de vida. En el mundo, las señoras pueden tomar cualquier cosa que deseen, sin importar el color, ni el diseño, ni la forma. Si les gusta, lo compran. Pero las hermanas que aman al Señor, tienen un sentimiento interior negativo cuando toman este artículo o aquél. Esta es la regulación de la ley interior.

  Por el otro lado, si usted necesita comprar cierto artículo, tiene que buscar la guía de la unción interior, para saber cuánto debe usted gastar. Usted necesita tener comunión con el Señor, buscando Su guía por medio de la unción interior. No hay nadie más que pueda decirle a usted. Si usted me preguntara a mí, yo le diría: “No me pregunte a mí; pregúntele al que está dentro de usted. Usted sabe, por la unción que está dentro de usted, cuánto debe gastar”. Simplemente diga: “Señor, ¿debo gastar $150?” Tal vez la unción interna le diga: “No”. “¿Qué tal $95”? “No”. “¿$65?” “Tal vez”. “¿$50?” “Está bien”. Algo dentro de usted sentirá que está bien.

  Ni siquiera el esposo puede decirle a la esposa lo que ella debe hacer. Si la esposa le pregunta al esposo acerca de un sombrero de $30, es mejor que él diga: “Querida, tú debes acudir al Señor y buscar Su guía por medio de la unción interior”. La unción interior se lo dirá, pero ella necesita tiempo para orar y tener contacto con el Señor. “Señor, te adoro. ¡Tú eres mi vida! ¡Tú eres mi Señor! Y Tú estás morando en mí. Señor, dame el sentimiento correcto acerca de cuánto debo gastar en un sombrero”. Luego ella sentirá al Señor interiormente. Si ella pregunta: “¿Qué tal $30?”, la respuesta tal vez sea: “No”. “¿Qué tal $25?” “No”. “¿Qué tal $20?” “No” “¿Qué tal $15” “No”. “¿Qué tal $12” “Está bien”. Finalmente la unción interna le dará a ella el sentimiento interior apropiado.

  Si usted no tiene esta clase de experiencia, me temo que usted no sea un hijo de Dios. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Ro. 8:14). ¿Cómo nos guía el Espíritu de Dios? Por medio de la unción interior. Alabado sea el Señor, somos la nueva creación en la resurrección. En la resurrección tenemos al Dios Triuno mismo; lo tenemos a El como nuestra vida y como nuestra naturaleza, y además tenemos la ley interior de vida y Su Espíritu obrando dentro de nosotros como la unción, moviéndose continuamente dentro de nosotros y ungiéndonos con Dios mismo. Cuanto más seamos ungidos de esta manera práctica, más tendremos la propia esencia de Dios dentro de nosotros. Esto es simplemente como un pintor pintando una mesa. Cuanto más pinta la mesa, más pintura añade a ella. Cuanto más tengamos la unción del Espíritu Santo dentro de nosotros, más tendremos de la substancia de Dios mismo. Si estamos dispuestos a ser ungidos continuamente por el Espíritu Santo en nuestro interior, después de cierto periodo de tiempo tendremos más de la esencia o substancia de Dios. Dios mismo es la pintura, el Espíritu Santo es el pintor, y la unción es la acción de pintar. El Espíritu Santo está pintándonos interiormente con Dios mismo como la pintura. Este pintar nos dará el sentir interior de la voluntad del Señor.

  Debemos tener la regulación interior y la unción interior. Somos regulados por la ley interior para ser mantenidos en el camino del Señor, y somos ungidos por la unción interior para conocer la voluntad del Señor en todas las cosas. Por medio de esta manera la propia esencia de Dios mismo aumenta dentro de nosotros todo el tiempo. Cuanto más somos pintados por el Espíritu Santo con Dios como la pintura, más será añadida a nosotros la substancia de Dios mismo. Estas son las riquezas de la resurrección como nuestra experiencia práctica interna.

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