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Mensajes del libro «Economía de Dios, La»
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CAPITULO VEINTITRES

LA IGLESIA: DIOS MANIFESTADO EN LA CARNE

  “Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Ti. 3:15, 16).

  Hay tres aspectos de la Iglesia mencionados en el versículo 15: la “casa de Dios”, “la iglesia del Dios viviente”, y “columna y baluarte de la verdad”. El versículo 16 continúa con el gran misterio de la piedad, el cual es Dios manifestado en la carne. ¿Cómo se relacionan estos dos versículos? Con toda razón, muchos insisten en que un punto y coma al final del versículo 15 es mejor que un punto, el cual indica una separación total: “Columna y baluarte de la verdad; e indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne...”

LA IGLESIA: LA CASA DE DIOS

  ¿Por qué se menciona a la iglesia juntamente con la manifestación de Dios en la carne? Esto se debe a que la Iglesia es la casa de Dios. ¿Qué significa la expresión “la casa de Dios”? Cuando usted se refiere a “su casa” usted quiere decir con eso el lugar donde usted mora, donde usted vive, donde su vida se desarrolla; eso es precisamente lo que significa la casa de Dios. No es un término usado a la ligera o sueltamente. “La casa de Dios” es el lugar donde Dios mora, donde El vive y donde la vida de El se desarrolla.

  Esta casa no es otra cosa que la Iglesia del Dios viviente. Debemos notar que el término aquí usado no es meramente “Dios”, sino “el Dios viviente”. El es en gran manera viviente y ahora El mora en la Iglesia, se mueve en la Iglesia, vive en la Iglesia y toda Su vida se desarrolla en la Iglesia. Cuando decimos que la Iglesia es la casa de Dios, debemos comprender profundamente que Dios mora y vive en esta casa y que Su vida se desarrolla ahí. ¿Tenemos nosotros un entendimiento tan profundo en cuanto a la casa de Dios?

LA IGLESIA: COLUMNA Y BALUARTE DE LA VERDAD

  Esta iglesia no es tan sólo la casa de Dios, en la cual Dios mora y vive y donde Su vida se desarrolla, sino que también es columna y baluarte de la verdad. ¿Qué es la verdad? No crea que la verdad significa doctrina. La palabra “verdad” en este pasaje significa realidad. Nada es real, nada es verdad en todo el universo; todo tan sólo es una sombra. Todo lo que puede ser visto, todo lo que puede ser tocado, todo lo que puede ser poseído y disfrutado no es real sino, en el mejor de los casos, una sombra. Todo lo que en este universo existe no es sino una sombra, no es lo verdadero.

  ¿Qué es lo verdadero? Lo verdadero es Cristo como la realidad de todo. Lo que usted come no es el verdadero alimento, sino sólo una sombra del verdadero alimento. El verdadero alimento es Cristo. Si usted no tiene a Cristo, no tiene la realidad del alimento. Tal vez crea usted que la vida humana que posee es realidad, pero no lo es; también es sólo una sombra. La verdadera vida es Cristo. Si tiene al Hijo de Dios, tiene la vida; si no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida (1 Jn. 5:12).

  Si algún hermano le enviase a usted una fotografía de sí mismo, quizá usted diga: “Este hermano es fulano”. Pero en verdad, ése no es el hermano fulano; sólo se trata de una fotografía y, por cierto, falsa. De hecho, todas las fotografías son falsas, porque lo que es verdadero no se encuentra en las fotografías. Todo el universo no es otra cosa que una fotografía. Todos los tipos, figuras y sombras del Antiguo Testamento eran sombras de la realidad que estaba por venir, la cual es Cristo mismo. Cristo es la verdad, Cristo es la realidad de todo el universo, Cristo es la realidad del Antiguo Testamento y también lo es del Nuevo Testamento. Si usted sólo tiene la enseñanza acerca de Cristo, no tiene la realidad de Cristo. Cristo mismo es la verdad, y Su Espíritu es el Espíritu de verdad (Jn. 14:17; 15:26; 16:13; 1 Jn. 5:7). El mismo es la realidad y Su Espíritu es el Espíritu de realidad.

  La Iglesia, en la cual este Dios viviente mora, vive y se mueve, es la columna y el baluarte sobre los cuales descansa la realidad. La iglesia porta la realidad. Dentrode esta Iglesia mora el Dios viviente y sobre esta Iglesia la verdad, la realidad, descansa. No estamos en pos de doctrinas, sino en pos de Cristo, la realidad, la verdad. Debemos poder decir: “Amigos, vengan y vean; vengan a la Iglesia y vean la realidad del universo. Vengan y vean la realidad de la vida, la realidad del amor, la realidad de la paciencia y la realidad de muchas otras cosas”.

  En 1933, una tarde mientras visitaba al hermano Watchman Nee, de repente él preguntó: “Hermano, ¿qué es la paciencia? Al principio pensé que era una pregunta infantil. Cuando era niño se me enseñó qué era la paciencia. Pero en vista de que la pregunta había salido de su boca, no debía yo tomarla a la ligera; por lo tanto, lo pensé más: “¿Qué quiere él decir con la pregunta ‘qué es paciencia’?” No me atreví a contestar. El estaba sentado en una mecedora, meciéndose una y otra vez. Finalmente, me aventuré a decir: “La paciencia es algo por lo cual uno sufre y resiste el maltrato de otros. Eso es paciencia”. El entonces dijo: “¡No!” Yo pregunté: “Bueno, hermano, si la paciencia no es longanimidad, entonces dígame, ¿qué es?” Mientras continuaba meciéndose en la mecedora, siguió preguntando: “Bueno, ¿qué es la paciencia? ¿Qué es la paciencia?”

  Después de un largo rato, contestó súbitamente: “Lapaciencia es Cristo”. Era muy corto y muy simple. “La paciencia es Cristo”. Simplemente no podía yo entender esta clase de lenguaje desconocido. Le dije: “Hermano, eso me parece extraño. No entiendo. Dígame por favor qué es lo quiere usted decir”. No dijo nada más, sino que siguió repitiendo: “La paciencia es Cristo, la paciencia es Cristo”. Durante toda la tarde no hablamos de ninguna otra cosa. Yo quedé muy confundido.

  Después de tres o cuatro horas me fui, estando yo muy desanimado. Al regresar a mi cuarto, me arrodillé y oré: “Señor, dime lo que significa ‘la paciencia es Cristo’. No puedo entenderlo”. Finalmente el Señor me mostró que nuestra paciencia tiene que ser Cristo mismo. La paciencia es Cristo viviendo dentro de mí y a través de mí. Cuando vi esto, esto fue una verdadera revelación. ¡Estaba yo muy contento!

  Debemos darnos cuenta de que la paciencia humana, la cual podemos obtener por nosotros mismos, no es la verdadera paciencia. La paciencia humana es solamente una forma y una sombra; la verdadera paciencia es Cristo. Todo lo que necesitamos —paciencia, humildad, bondad, amor para con otros y hasta amor para con Dios— debe ser hallado en Cristo mismo. Incluso los diez mandamientos son solamente una sombra; Cristo es la realidad. Si tenemos a Cristo expresándose por medio de nosotros, tenemos la realidad y el cumplimiento de todos los requisitos de los diez mandamientos.

  La Iglesia debe ser portadora de la verdad, la realidad. La Iglesia debe ser la columna y el baluarte de esta realidad universal, la cual es Cristo mismo. Debemos poder decirles a otros: “Vengan a la Iglesia y vean la verdadera paciencia y la verdadera humildad. Vengan a nosotros y vean la verdadera fidelidad y la realidad de ser honesto”.

  Dios mora en la Iglesia porque la Iglesia es la casa de Dios. Dios vive y se mueve en la Iglesia y Su vida se desarrolla ahí; el testimonio y la realidad descansan sobre la iglesia. Debemos tener en cuenta estos dos aspectos: interiormente, Dios mora en la Iglesia; exteriormente, la iglesia lleva el testimonio y la realidad. Estos dos aspectos muestran la verdadera mezcla de Dios con el hombre. Dios mora dentro de la Iglesia —este grupo de personas redimidas, regeneradas y transformadas—; y sobre este grupo de personas descansa la realidad del universo. Toda la realidad del universo está centrada en este grupo. Si alguien quiere saber qué es la vida, debe venir a la Iglesia y ver. Si alguien quiere saber qué es el amor, también debe venir y ver. Si la realidad de la humildad y la bondad han de ser conocidas, el lugar para ver esto es la Iglesia. Sobre este grupo de gente se puede ver la realidad del Cristo todo-inclusivo. El testimonio de la Iglesia no consiste en doctrinas, sino en expresar a Cristo como realidad. Cuanto más exclamamos “Cristo” sin tener la realidad interna, más se aleja Cristo. En tal caso sólo tenemos a Cristo al gritar, al hablar y al enseñar. No lo tenemos en nuestra vida interior y tampoco lo experimentamos en nuestra vida exterior, nuestro andar diario. La Iglesia debe ser la columna y el baluarte que expresa a Cristo como la única realidad de todo. Si no conocemos el verdadero significado de la vida, debemos venir a la Iglesia y encontrarlo.

LA IGLESIA: LA MANIFESTACION DE DIOS EN LA CARNE

  Este es el significado correcto de “la casa de Dios” y de “columna y baluarte de la verdad”. La Iglesia es la continuación y la multiplicación de “Dios manifestado en la carne”. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo puso juntos estos dos versículos. La manifestación de Dios en la carne tiene mucho que ver con el hecho de que la Iglesia es la casa de Dios y la columna y el baluarte de la verdad. Cuando en algún lugar somos el Cuerpo viviente de Cristo, somos realmente la casa de Dios y la columna y el baluarte de la realidad. Entonces, nosotros somos el crecimiento, el agrandamiento, de la manifestación de Dios en la carne. Dios se manifiesta una vez más en la carne, pero de una manera más amplia. El principio del Nuevo Testamento es el principio de la encarnación, el cual es simplemente Dios mismo manifestado en la carne. En otras palabras, Dios se ha mezclado con los seres humanos, no de una manera externa, sino de una manera interna. La Iglesia es la manifestación de Dios, no la manifestación de dones o doctrinas. La Iglesia debe manifestar a Dios en Cristo por medio del Espíritu, en vez de demostrar las doctrinas o los dones.

EDIFICADA NO MEDIANTE UN CAMBIO EXTERIOR

  Estamos preocupados por el temor de que muchos hermanos y hermanas, de manera inconsciente, piensen que vamos a formar un nuevo movimiento o a entrenar a la gente para formar un nuevo modelo para la iglesia. Esta es nuestra verdadera preocupación. Todos debemos esperar en el Señor que esta clase de pensamiento, este concepto, sea totalmente abandonado. Tiene que estar cien por ciento fuera de nuestras venas. No estamos aquí con la intención de formar un nuevo movimiento. ¡No y cien veces no! Hacer eso simplemente prueba que no conocemos la economía de Dios. Debo enfatizar una y otra vez que la Iglesia no es algo que sea formado conforme a cierto modelo. Que el Dios vivo more en nosotros no es un asunto de doctrina. Según el diario andar de muchos cristianos, podemos ver que ellos no conocen el camino de la vida interior ni a Cristo como vida. Esto verdaderamente nos preocupa y nos agobia. Cuando la gente obtiene cierta comprensión o aprende ciertos métodos, tratan de comenzar algo nuevo donde ellos viven. Esto no es la manera del Señor.

  Lo que hoy en día necesitamos no es simplemente un cambio de ropa, sino un cambio de sangre. La sangre natural debe ser cambiada. Es menester que cambiemos la vida interior, no meramente la manera externa. Supongamos que una persona fuera previamente un pastor y hubiera tenido el título de “reverendo”. Quizás hasta se vestía con la túnica clerical y usaba el cuello de la camisa levantado. Luego él recibe luz y comprende que todo esto es incorrecto, que usar los títulos de “pastor” y “reverendo” es incorrecto, que usar el cuello de la camisa levantado es incorrecto, y que usar la negra sotana es incorrecto. Así que se deshace de todas estas cosas; desecha su título de clérigo y comienza a usar ropas ordinarias. Después de hacer esto, se va a laborar para el Señor a otro lugar y de otra manera, sin el título y sin las túnicas.

  No quiero decir si lo anterior es correcto o incorrecto, pero sí quiero decir una cosa: debemos determinar si dentro de tal persona se ha operado un verdadero cambio. No hay duda de que él ha dejado todas las cosas anteriores, pero su cambio es muy externo. Previamente esta persona ministraba por sí misma, por su vida natural. Ahora él ha sufrido un cambio en las cosas exteriores, pero, ¿hay algún cambio en su vida interior? Es muy probable que él todavía esté laborando y ministrando para el Señor por la misma vida que tenía cuando usaba el título. Aunque exteriormente ha sufrido un verdadero cambio, interiormente todavía es el mismo. Un cambio como ése simplemente llega a ser un movimiento exterior. Anteriormente él practicaba la “iglesia” por medio de votar y formar un comité ejecutivo; ahora abandona eso y reúne a un grupo de ancianos. Aunque esto es un verdadero cambio, en la vida interior nada ha cambiado. El cambio exterior no obedece a un cambio interior en vida, así que llega a ser otro nuevo movimiento religioso.

  Más aún, debemos ir más allá del cambio en la vida interior y hacer real la Iglesia. La Iglesia es una mezcla de Dios con el hombre. La razón de que hayamos hablado tanto acerca del alma, el espíritu y el corazón es que esto nos ayuda a comprender que Dios es nuestro contenido y que nosotros somos Sus recipientes. Debemos saber cómo ajustar nuestro corazón para así poder abrir nuestro corazón y permitirle a El que entre; debemos saber cómo ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con El, contenerle y aun digerirle. Por ejemplo, supongamos que usted cena un filete. Cuando ya ha tenido por cuatro horas en su estómago el filete, éste será digerido y llegará a ser el mismo constituyente de su cuerpo. Este es el verdadero cuadro de la Iglesia. Sin embargo, el cristianismo actual es más una religión que la realidad de la vida. El problema de hoy es no sólo un cambio de forma exteriormente, sino un cambio de vida interiormente.

EDIFICADA NO POR MERAS ENSEÑANZAS

  Además, no debemos dar atención sólo a las enseñanzas. Para que nos sirva de ayuda, permítame usar un ejemplo sencillo. Cuando era muchacho, yo estudiaba en una escuela cristiana junto con muchos otros, y allí nosotros recibimos educación cristiana. Se nos enseñó las historias de la Biblia. Aunque no éramos salvos, la mayoría de nosotros fuimos introducidos en el cristianismo y aprendimos las doctrinas. Muchas veces discutíamos con la gente que el cristianismo era la religión correcta. Los misioneros nos ministraron todas las doctrinas y las enseñanzas. Aprendimos que Dios es un Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Aprendimos que Cristo nació de una virgen y que vivió, anduvo y trabajó en esta tierra; hasta se nos enseñó también que El había resucitado. Pero si se nos hubiera preguntado: “¿Son ustedes salvos?” no habríamos sabido qué decir. Para nosotros Dios y Cristo eran únicamente palabras. Tengo que testificar que por ese tiempo difícilmente alguno de los varios centenares de miembros de aquella iglesia tenía claridad en cuanto a la salvación. Sin embargo, eran conocidos como “cristianos”. Algunas veces los miembros de la iglesia desfilaban por las calles llevando cruces y cantando: “Firmes y adelantes huestes de la fe”. Les digo esto sólo para mostrar cuan vacías son las enseñanzas solas.

  Hoy en día algunos insisten en ministrar una serie de enseñanzas, como por ejemplo la predestinación, el libre albedrío, la gracia absoluta y la seguridad eterna. Usted puede ministrar todas estas enseñanzas, pero es posible que la vida y el espíritu dentro de la gente permanezcan intactos. Para seguir con mi testimonio, un día un miembro de nuestra familia fue salvo y después yo también fui salvo. Finalmente tuvimos un verdadero encuentro con Dios, y la vida nos tocó muy profundamente y operó un verdadero cambio. Hasta la conducta y el andar exteriores fueron cambiados. El genuino cambio operado en nuestras vidas influyó en otros para que también fueran salvos. Después supimos que debemos tener algo más que simples enseñanzas. Todas las enseñanzas de las Escrituras deben simplemente ser vehículos que trasmitan Cristo a nuestro interior. Si las enseñanzas no cumplen este propósito, carecemos desesperadamente de algo.

EDIFICADA NO MERAMENTE POR DONES

  El mismo principio se aplica al asunto de los dones. Hoy en día muchos cristianos piensan que debido a que tienen dones son muy espirituales. Pero en realidad no es así. Si lee usted 1 Corintios, puede ver el estado de los creyentes corintios. Ellos ejercitaban los dones aún más que el apóstol (1 Co. 14:18-20) pero, ¿tenían ellos un verdadero crecimiento en vida? No; ellos eran carnales e infantiles (1 Co. 3:1-3). Así como las enseñanzas deben ser medios para trasmitir Cristo a otros, así también los dones sólo deben ser medios para trasmitir a Cristo. La intención actual de Dios no es darnos muchas enseñanzas y muchos dones, sino ministrar e impartir a Cristo en nosotros.

  Lo siguiente es un hecho verdadero. Conocí a una persona que tenía mucho conocimiento de la Biblia; pero mientras hablaba de la Biblia, estaba fumando. Después de hablar durante media hora acerca del libro de Mateo y de las diez vírgenes, dijo: “Discúlpeme, tengo que fumar un poco. Sé que esto está mal, pero soy débil”. Después se introdujo en el libro de Apocalipsis y habló acerca de los diez cuernos, de las siete cabezas y de los cuarenta y dos meses. Tenía fortaleza para enseñar, pero finalmente tuvo que decir: “Discúlpeme, tengo que fumar otro poco”. Aunque él era muy fuerte en la enseñanza bíblica, era muy débil en la vida espiritual.

  También he visto a muchas personas hablar en lenguas. Después de la demostración llevaban una vida diaria muy descuidada. Algunos eran aún más descuidados que los incrédulos. Les resultaba muy fácil perder la paciencia en el hogar. Todo esto simplemente nos prueba una cosa: que Dios no tiene la intención de darnos enseñanzas ni dones, sino de darnos a Cristo, Aquel que es viviente. Cuando las enseñanzas son dadas en una manera apropiada, El las usa para trasmitir Cristo a nosotros; y algunas veces El usa ciertos dones como medio para ministrarnos a Cristo y para despertar a la gente a fin de que reciban a Cristo. Pero todos debemos comprender que la intención de Dios es que nosotros conozcamos a Aquel que vive, al Dios Triuno, y que experimentemos a Cristo en el Espíritu Santo.

  ¿Recuerda usted la historia en el Antiguo Testamento en la cual un asno habló un idioma humano? ¡Eso fue un genuino hablar en lenguas! Me pregunto si todas las lenguas son tan genuinas hoy en día. Recientemente leí un artículo cuyo autor reportaba que él se había puesto en contacto con más de cien personas que hablaban en lenguas. Dijo que cada uno, sin excepción, dudaba que la lengua hablada por ellos fuera genuina. Aún así, el autor animaba a la gente que no dudara, sino a que continuara la experiencia. Después de leer eso, me dije: “En el día de Pentecostés, ¿dudó acaso Pedro que la lengua que él había hablado fuera genuina? ¿Hubo acaso alguno en aquel tiempo que hubiera tenido semejante duda?” ¿Por qué hoy en día mucha gente se pregunta si la lengua por ellos hablada es genuina? La respuesta es simplemente que hoy en día muchas lenguas no son genuinas.

  Sin embargo, aunque usted hable una lengua genuina, debo decirle que eso no es la vida. Aun el rey Saúl recibió el derramamiento del Espíritu Santo (1 S. 19:22-24), pero no crea que él experimentó vida. Por el contrario, eso simplemente lo expuso. Después de haber recibido el derramamiento se desnudó. Esto muestra que el derramamiento del Espíritu Santo es diferente a la vida. La vida no es el derramamiento; la vida es solamente Cristo mismo en el Espíritu.

  Hermanos y hermanas, les ruego que hagan todo lo posible por entender que no estoy tratando de criticar, sino que estoy en verdad ansioso por causa de mi carga. Cuando veo la desesperada situación del pueblo del Señor, no sé qué decir ni qué hacer. Cuando las enseñanzas son impartidas, la gente responde muy bien. Cuando los dones son mencionados, muchos se entusiasman. Pero cuando la vida interior y el Cristo que mora interiormente son ministrados, cuán grande es la necesidad de una revelación interior. Las doctrinas y los dones son exteriores, pero Cristo está escondido en lo interior. Cuánto necesita el pueblo del Señor conocer a este Cristo que mora interiormente, quien es tan viviente y poderoso, y quien nos convierte, nos regula, nos fortalece, nos refresca y siempre está transformándonos y saturándonos.

EDIFICADA NO POR UNA POSICION

  También debemos ver que la edificación de la iglesia no es un asunto de posición o responsabilidad, sino un asunto de vida en el ser interior. No es un asunto de poner a alguien en una posición, sino que es el crecimiento de la vida interior hasta alcanzar madurez. El ser interior debe ser forjado por Dios mediante Su obrar interior. Cuanto más pongamos a las personas en cierta posición, más vacío tendremos. Pero cuanto más ayudemos a la gente a comprender el crecimiento en vida, más la vida se multiplicará. El crecimiento de la vida interior es la manera segura de edificar la Iglesia. Entonces, por medio de la vida en madurez, espontáneamente estaremos capacitados para actuar con responsabilidad.

  Debemos repetir una vez más: la intención de Dios es impartir a Cristo en nosotros y hacer que Cristo sea todo en nuestro interior. Dios usa las enseñanzas para ayudar a algunos, y usa los dones para ayudar a otros; pero estas dos cosas no son lo principal. Se necesita una revelación interior para ver la meta del Cristo viviente que mora dentro de nosotros. Entonces, dondequiera que nos reunamos, seremos la casa viviente del viviente Dios. El Dios viviente mora, vive y obra en nosotros, y nosotros somos el testimonio de Jesús, quien es la realidad de todo el universo. Entonces tendremos una verdadera manifestación del Dios viviente en la carne. Este es el camino del recobro de Dios hoy en día. Acudamos al Señor para recibir gracia interior a fin de que obtengamos la realidad de la Iglesia.

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