
La economía de Dios con su blanco fue dada al principio de este libro, pero después de leer todos estos capítulos, es posible que todavía no lo entendamos. Dicho de manera sencilla, la economía de Dios es que El mismo se forje en nosotros, y a fin de llevar a cabo esto, El debe hacerlo en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Desde el comienzo de este libro hemos dedicado muchas páginas hablando acerca de esta economía del Dios Triuno. Dios nunca tuvo la intención de darnos la doctrina acerca de la Trinidad, en las Escrituras. La doctrina solamente nos envuelve en muchos diferentes conceptos. Sin embargo, las Escrituras sí revelan la manera en que Dios realizó Su economía divina en tres diferentes Personas.
Ya hemos señalado que la palabra “economía” en griego, significa administración, mayordomía, gobierno, arreglo, dispensación. La palabra dispensación no se usa tomando en cuenta períodos de tiempo, sino en el sentido del dispensarse de Dios dentro de nosotros. De nuevo repetimos que la intención de Dios es dispensarse a Sí mismo dentro de nosotros. Este plan es el centro de Su creación y de Su redención. Dios creó y redimió al hombre con este propósito, que el hombre fuera el recipiente en el cual Dios pudiera dispensarse a Sí mismo. En todo el universo —tiempo, espacio y eternidad— el centro de la economía de Dios es dispensarse a Sí mismo dentro de la humanidad.
Finalmente, la máxima consumación de toda la obra de Dios de creación, redención y transformación, es el mezclar universal de Dios con el hombre. Así que la Nueva Jerusalén llega a existir como el resultado máximo de toda la obra de Dios, como aparece en los sesenta y seis libros de las Escrituras. Este resultado no es otra cosa que el mezclar universal de Dios con el hombre. La Nueva Jerusalén es una mezcla de Dios mismo con un cuerpo corporativo de personas. En aquel día ya no serán naturales, sino que cada parte y cada aspecto habrán sido regenerados, transformados y conformados por Dios y con Dios como vida. Ellos habrán sido transformados en naturaleza y conformados en apariencia a Dios mismo. Si hemos de servir al Señor de una manera apropiada, necesitamos tener esta visión. Esta visión no es nueva; es la visión original desde el principio de la era de la Iglesia. Sin embargo, necesita ser nueva y necesita ser renovada día tras día en nosotros. Esta debe ser la visión que controle toda nuestra obra, vida y actividad.
¿Cuál es el blanco de esta economía? Primeramente el Padre, quien es la fuente, ha sido puesto en el Hijo. El Padre con toda Su plenitud se ha manifestado en la Persona del Hijo. El Hijo es la incorporación y la expresión del Padre, nadie excepto el Hijo ha visto a Dios el Padre. En el Hijo, Dios ha llevado a cabo todo lo que El planeó, por medio de cuatro pasos principales: la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Estos cuatro pasos han cumplido todo lo que Dios planeó en la eternidad.
Por medio de la encarnación, Dios fue introducido en el hombre. Dios fue introducido en la naturaleza humana y vivió ahí por treinta y tres años y medio sobre la tierra. Cualquier sufrimiento humano que haya habido en esta tierra, Dios lo sufrió. No solamente fue un hombre de nombre Jesús quien sufrió, sino que fue Dios dentro de El quien estaba sufriendo.
El siguiente paso fue la crucifixión. Las doce cosas negativas, tales como Satanás, el hombre caído, el pecado, el mundo, la muerte, etc., han sido llevados a la cruz y se les ha dado fin. Todas las cosas negativas fueron terminadas en la cruz.
La resurrección siguió a la crucifixión. La resurrección recobró y elevó el nivel de la humanidad creada por Dios y llevó la naturaleza humana a Dios, introduciéndola en El. Por medio de la encarnación la naturaleza divina fue traída al hombre e impartida en él; por medio de la resurrección la naturaleza humana fue introducida en Dios. Ahora el hombre puede tener más que una naturaleza humana creada, puesto que su naturaleza ha sido regenerada, elevada e introducida en Dios. Después de la resurrección, Cristo fue exhibido a todo el universo como un “modelo”. En este modelo Dios está en el hombre, y el hombre está en Dios. Puesto que todas las cosas negativas han sido tratadas y terminadas por la cruz, no hay nada negativo en este modelo.
Después este modelo ascendió a los cielos y fue entronizado con gloria y autoridad. La mente humana no puede comprender este cuadro. En este momento todo fue completado, no quedó nada incompleto. Este modelo, el cual es Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios, ascendió por encima de todas las cosas, en tiempo y en espacio. El trascendió al lugar más alto del universo y fue entronizado con gloria y autoridad.
Luego, del Glorificado el Espíritu Santo vino como el derramamiento de un líquido compuesto de muchos elementos. La naturaleza divina, la naturaleza humana, la vida humana, los sufrimientos humanos, la muerte de la cruz, la resurrección, la ascensión y la entronización, son todos elementos que están incluidos en el Espíritu Santo. Como ya hemos visto, este derramamiento maravilloso es la “dosis todo-inclusiva”; cualquier cosa que necesitamos se encuentra en esta “dosis”. Como este derramamiento, el Espíritu Santo ha sido vertido en nosotros. En el día de resurrección y en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo de Jesús, el Espíritu que incluye todos los elementos, vino dentro de los cristianos primitivos y sobre ellos. Por una parte, El entra en nosotros, y por otra, El viene sobre nosotros. Dios en Sus tres Personas se mezcla a Sí mismo con nosotros.
El blanco de la economía de Dios, el cual no debemos errar, es éste: Dios en tres Personas ha entrado en nosotros. El Nuevo Testamento trata más acerca del hecho de que Dios en el Espíritu ha entrado en nosotros, que con el hecho de que El ha venido sobre nosotros. Esta pequeña palabra “en”, ocurre muchas veces en el Nuevo Testamento: Cristo “en mí”, Cristo “vive en mí”, Cristo “formado en mí”, Cristo “hace Su hogar en mí”, “permaneced en mí, y Yo en vosotros”, etc. Si usted tiene tiempo, cuente cuántas veces ha sido usada esta pequeña palabra en el Nuevo Testamento. Dios hizo al hombre a propósito con tres partes, a fin de que El pudiera entrar en el hombre, y de que el hombre sirviera a Su propósito. El hombre, como hemos visto, es un ser tripartito —cuerpo, alma y espíritu— lo cual corresponde al Tabernáculo con sus tres partes: el atrio, el lugar santo y el Lugar Santísimo. Solamente la parte más profunda es el lugar donde mora la gloria shekiná de Dios, y donde permanece el arca, la cual tipifica a Cristo. Esto claramente nos muestra que Dios y Cristo han venido a morar en nuestro espíritu. Nuestro espíritu, el Lugar Santísimo, es la parte más profunda.
Podemos encontrar esto en las Escrituras de manera muy clara, especialmente en 2 Timoteo 4:22: “El Señor esté con tu espíritu”. También en Efesios 4:6, Dios el Padre está en nosotros; en 2 Corintios 13:5, Dios el Hijo está en nosotros; y en Romanos 8:11, Dios el Espíritu está en nosotros. El Dios Triuno, en las Personas del Padre, el Hijo, y el Espíritu, ahora está en nuestro espíritu. Este es el blanco de la economía de Dios: el Dios Triuno está en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestro todo. ¡Oh, cuánto han descuidado los hijos de Dios en los siglos pasados la economía de Dios! Debemos recobrar en nuestro espíritu y no errar este blanco de Dios.
Dios se forja a Sí mismo a través de nosotros, usando nuestro espíritu como Su centro. El Dios Triuno está en el centro de nuestro ser. ¡Esto es lo más maravilloso! Dios entró en la naturaleza humana, llevó a la naturaleza humana y la introdujo en la naturaleza divina, y le dio fin a todas las cosas negativas; ahora el Dios Triuno y todo lo que El ha realizado, están en nuestro espíritu como nuestra vida y como nuestro todo. Desde este punto central el Dios Triuno se dispersa desde adentro hacia afuera y satura las partes profundas de nuestro ser consigo mismo. El espíritu humano es el punto central del blanco de la economía de Dios. Si perdemos éste, simplemente erramos el blanco de la economía de Dios. Yo no digo que esta es la meta de la economía de Dios, sino el mismo blanco. Este blanco ha sido pasado por alto por la mayoría de los cristianos hoy en día. ¡Podemos hablar de muchas cosas bíblicas y no acertarle al blanco! De hecho debemos darnos cuenta que todas las enseñanzas de los sesenta y seis libros de la Biblia tienen como fin este blanco. Todos los diferentes dones y las diferentes funciones son para este blanco, y deben ser enfocados en este blanco.
¿Cómo podemos experimentar al Dios Triuno morando en nuestro espíritu? ¿Cómo podemos experimentar a este Espíritu que mora en nuestro espíritu? Debemos darnos cuenta de que el Dios Triuno siempre está obrando dentro de nosotros (Fil. 2:13). El está operando dentro de nosotros, no fuera de nosotros; incluso El está operando más dentro de nosotros, que sobre nosotros. La palabra griega que se traduce “operar” equivale a la palabra “energizar” en español. El Dios que mora en nosotros está energizando en nuestro interior todo el tiempo . El también vive dentro de nosotros mediante Cristo quien “vive en mí”. En otras palabras, el Dios Triuno está en nosotros hoy en día como nuestra vida. En esta vida también se encuentra la ley interna, la ley viviente; no la ley de letras, sino la ley de vida. Esta ley divina de vida, siempre está regulándonos desde nuestro interior (He. 8:10). Además, de regularnos interiormente el Dios Triuno, quien mora en nosotros, también está ungiéndonos por dentro todo el tiempo (1 Jn. 2:27).
Consideremos estas cuatro palabras un poco más: obrar, vivir, regular y ungir. ¡Cuánto necesita la Iglesia la revelación interior y las experiencias de estas cuatro cosas! No debemos considerarlas como enseñanzas, sino que debemos experimentar cada día al Dios Triuno operando en nosotros, viviendo en nosotros, regulándonos y ungiéndonos. Debemos permitir que este Dios Triuno maravilloso nos regule continuamente, en nuestros pensamientos, en nuestros motivos, en nuestras palabras, en nuestra actitud, y en nuestras relaciones con otros. Incluso lo que comamos y lo que vistamos debe ser regulado por El. Debemos experimentarlo a ese grado y en una manera muy práctica. Esto no debe degradarse y llegar a ser una doctrina; la doctrina no sirve de nada. Cuando se practique esto, será algo revolucionario. Debemos darnos cuenta de que este Cristo maravilloso mora en nuestro espíritu con el propósito de operar y vivir en nosotros y con el propósito de regularnos y ungirnos.
Si no experimentamos al Señor de esta manera práctica, es absolutamente imposible que la Iglesia sea edificada. Esto se muestra en el tipo de Eva, quien llegó a existir al salir de Adán (Gn. 2:21-24; Ef. 5:30-32). Eva era parte de Adán, algo que procedió de Adán. Solamente lo que procedió de Adán podía ser la esposa de Adán. Cada parte y cada aspecto de Eva, era algo de Adán. Esto confirma que la Iglesia solamente puede ser edificada con aquello que procede de Cristo. Las doctrinas y los dones no edifican a la Iglesia. Cristo mismo en los santos, es el único material con el cual se edifica el Cuerpo de Cristo. Si no tenemos las experiencias de vivir prácticamente por Cristo, solamente seremos cierta clase de “iglesia religiosa”.
Además, debemos aprender a experimentar a Cristo, no solamente como nuestra vida, sino también como nuestro alimento, el Pan de Vida. El es el suministro de alimento dentro de nosotros. Día tras día debemos alimentarnos de Cristo y debemos ser nutridos por El. Esto no debe ser solamente una enseñanza para nosotros, sino nuestra experiencia de cada día y de cada hora. En Juan 6:57 el Señor dice que el que come de El, vivirá por El. Si hemos de vivir por Cristo, debemos comer de El; de esta manera El será muy real para nosotros. Es triste que muchos cristianos no comen a Cristo diariamente.
Permítame mostrarlo con este ejemplo. Cuando usted nació, probablemente pesaba entre tres y cuatro kilos, sin embargo, ahora usted pesa más de 50 kilos. Su cuerpo ha sido edificado; pero por favor dígame, ¿por qué medio? ¿Por medio de ir al restaurante y mirar el menú? Por supuesto que no. Su cuerpo ha sido edificado por medio de las cosas que usted ha comido, por el pollo, los huevos, las papas, las manzanas, los plátanos y lo demás. Entonces, ¿cómo puede ser edificado el Cuerpo de Cristo? No por medio de enseñanza, porque cuanto más se le enseñe cómo comer, más adelgazará usted. De hecho, si usted solamente aprende el arte de comer, muy pronto celebraremos su funeral. ¡Tal vez usted aprenda muchas cosas e incluso tal vez usted llegue a ser el mejor dietista, sin embargo usted morirá muy pronto! Del mismo modo, usted puede conocer todas las enseñanzas buenas, bíblicas e incluso espirituales, y sin embargo, estar muriendo por falta de alimento. Hoy en día las iglesias necesitan las “madres” que nutran a los jóvenes para que les den de comer y beber de Cristo y no para que les den enseñanzas.
Si me preguntan qué es lo que me preocupa en estos días, les diría que solamente dos cosas me preocupan: Una es que aunque muchos hermanos y hermanas realmente han visto las cosas negativas del cristianismo y algo del camino del Señor con respecto a Su iglesia, temo que ellos practiquen la vida de la iglesia por medio de métodos externos. Usted dice: “Anteriormente pastoreaba una iglesia de cierta manera, pero ahora veo que es incorrecto. Así que dejaré esa manera y usaré otra”. Esto todavía es una actividad religiosa, no la edificación del Cuerpo de Cristo. La edificación del Cuerpo de Cristo es algo que procede de lo interior. Usted debe alimentarse de Cristo, comer a Cristo y beber a Cristo a fin de ser nutrido de Cristo. Cuando usted esté lleno de Cristo, usted ministrará algo de El como alimento a otros. Entonces, el Cuerpo de Cristo será edificado.
No es un asunto de métodos. Si usted lee todo el Nuevo Testamento, no podrá encontrar ningún método. Si es que acaso tengo algún método, sería éste: en primer lugar, usted debe ser puesto en la cruz; en segundo lugar, usted debe alimentarse de Cristo en el espíritu día tras día; en tercer lugar, cuando usted está nutrido y lleno de Cristo, necesita nutrir a otros con Cristo. Entonces surgirá la iglesia. El único método es ir a la cruz, alimentarse de Cristo, y nutrir a otros de Cristo.
La otra cosa que me preocupa es ésta: Aunque hemos hablado mucho acerca de Cristo como nuestra vida, me temo que solamente conocemos esto como un mensaje, como un término, como un tema; no tenemos las experiencias a cada día y a cada hora. Necesitamos ser regulados y ungidos continuamente por El. Cada día y a cada hora necesitamos alimentarnos de El y tener comunión íntima con El. Necesitamos olvidarnos de nosotros mismos y tener contacto con El, disfrutarlo, ser regulados y ungidos por El todo el tiempo. Esta es la vida interior, la experiencia interna del Cristo morador. Yo le recomendaría que leyera el libro de Andrew Murray titulado The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo]. Será de mucha ayuda, no para que usted obtenga más conocimiento, sino para que experimente en su vida diaria al Cristo morador. Al permitir usted que Cristo sea su alimento diario, puede testificar a todo el universo: “Estoy gustando a Cristo día tras día. Estoy disfrutando una comunión íntima y viva con El hora tras hora. Estoy bajo Su regulación y bajo Su unción todo el tiempo”. Todos necesitamos poner plena atención a este asunto. Este es el blanco de la economía de Dios. Si erramos el blanco de la economía de Dios en nuestro espíritu, ¿cómo puede llevarse a cabo la economía de Dios en la Iglesia? Cuando usted maneja su automóvil, usted sabe dónde ponerle la gasolina, y dónde introducir la llave para arrancarlo; ése es el blanco para echar a andar su carro. Si usted pierde ese blanco, aunque usted tenga un carro muy hermoso, éste no se moverá.
Esta es la razón por la cual el libro de Hebreos nos presenta semejante versículo en el capítulo cuatro versículo doce. La Palabra de Dios es tan viva y penetrante que divide nuestro espíritu del alma. Todas las experiencias enseñadas en el libro de Hebreos deben ser comprendidas por medio de discernir el espíritu. El Cristo todo-inclusivo como la buena tierra está en nuestro espíritu y Su morada en el Lugar Santísimo también está en nuestro espíritu. Si usted no sabe cómo discernir el espíritu del alma, usted errará el blanco y no podrá disfrutar a Cristo. Cada día usted debe tratar con el Cristo viviente, quien es tan aplicable a usted. Cristo está en usted, y El es tan viviente, tan real y tan práctico. Cuando usted lo coma, lo beba y festeje en El como su nutrimiento diario, vivirá por El y con El, y estará constantemente bajo Su regulación y Su unción. Esto es lo que necesitamos experimentar todo el tiempo, si es que vamos a impartir a Cristo como alimento a otros. Si la gente se alimenta de Cristo, El llegará a ser el material en ellos, y de esta manera el Cuerpo de Cristo poco a poco crecerá y será edificado. Pido la ayuda del Señor para que nuestros ojos sean abiertos a fin de que veamos la visión celestial y la revelación interior de este Cristo viviente y subjetivo, que mora en nuestro espíritu como el blanco de la economía de Dios.