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Mensajes del libro «Economía de Dios, La»
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CAPITULO TRES

EL LUGAR DONDE RESIDE EL ESPIRITU DIVINO

  Leemos en Juan 3:6: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Este versículo habla de dos “espíritus” diferentes: uno está escrito con mayúscula y el otro, no. En la primera mención esta palabra se refiere al Espíritu Santo de Dios y en la segunda se refiere al espíritu del hombre. Lo que es nacido del Espíritu Santo es el espíritu humano. Otro versículo que muestra estos dos “espíritus” es Juan 4:24: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. De nuevo, el primer “Espíritu” está escrito con mayúscula, y el segundo, no. A Dios, quien es Espíritu, lo debemos adorar en nuestro espíritu humano. Romanos 8:16 confirma aún más la existencia de dos espíritus: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. El pronombre “nuestro” designa de manera definitiva al espíritu humano y no deja lugar a dudas en cuanto a la realidad del Espíritu divino y del espíritu humano.

  Leemos en Romanos 8:9, 10: “...el Espíritu de Dios mora en vosotros ... Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto ... mas el espíritu vive”. En el versículo 10, la versión Reina Valera y casi todas las demás versiones traducen “espíritu” con “e” minúscula. ¿Por qué hacemos ver esto? Porque los cristianos saben muy poco acerca del espíritu del hombre. Se le da mucha atención al Espíritu Santo, pero se descuida casi totalmente al espíritu humano, el lugar donde reside y habita el Espíritu Santo. Supongamos que alguien quisiera visitarme. Primero tendría que averiguar dónde vivo. Si no puede encontrar mi hogar, tendría que cancelar su visita. Aunque se habla mucho acerca del Espíritu Santo, no obstante, no sabemos dónde habita. Romanos 8:9 sin duda se refiere al Espíritu Santo, pero el versículo 10 habla del espíritu humano. “...El cuerpo en verdad está muerto ... mas el espíritu vive”. Por supuesto el Espíritu Santo no puede ser comparado con nuestro cuerpo. La comparación debe ser entre el cuerpo humano y el espíritu humano, no entre el cuerpo humano y el Espíritu Santo.

  El apóstol Pablo dijo: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo” (Ro. 1:9). Nuestro pensamiento habitual es que a Dios se le sirve en el Espíritu Santo, pero aquí tenemos un versículo que dice que a Dios se le sirve en nuestro espíritu humano. En Gálatas 5:16, en la frase “andad en el Espíritu” se encuentra el artículo definido “el” y “Espíritu” está escrito con mayúscula, pero el texto griego interlinear omite tanto el artículo como la mayúscula. Debido a la traducción de la versión King James [así como también la versión Reina-Valera], muchos cristianos creen que este versículo quiere decir andar en el Espíritu Santo, pero según el texto griego, quiere decir andar en nuestro espíritu. Nos sería de provecho comparar traducciones a fin de encontrar el significado correcto. En muchos versículos la palabra “espíritu” no debería escribirse con mayúscula.

  Los traductores de la Biblia han encontrado muy difícil decidir en algunos pasajes si la palabra “espíritu” se refiera al Espíritu Santo o al espíritu humano. ¡La razón de esta dificultad consiste en que en los creyentes el Espíritu Santo y el espíritu humano están mezclados como un solo espíritu! “El que se une al Señor, un espíritu es con El” (1 Co. 6:17). Somos un espíritu con el Señor, pero somos un espíritu que está claramente mezclado con el Espíritu Santo. Este espíritu mezclado le dificulta a cualquiera el decidir si se trata del Espíritu Santo o del espíritu humano. Los dos están mezclados en uno. Podemos decir que es el Espíritu Santo y también decir que es el espíritu humano de los santos. A veces hacemos refrescos por medio de mezclar dos clases de jugos, por ejemplo piña y toronja. Después de mezclarlo es difícil decir qué clase de jugo es. ¿Es piña o es toronja? Debemos llamarlo piñatoronja. En el Nuevo Testamento es maravilloso ver que estos dos espíritus, el Espíritu Santo y nuestro espíritu mezclados, son un espíritu.

LOCALIZANDO EL ESPIRITU HUMANO

  En el primer capítulo vimos que Dios el Padre está en nosotros (Ef. 4:6), que Cristo está en nosotros (2 Co. 13:5) y que el Espíritu Santo está en nosotros (Ro. 8:11). Las tres Personas del Dios Triuno están en nosotros. Pero, dentro de nosotros, ¿dónde está el Dios Triuno? ¿en qué parte? Está muy claro, más allá de todo argumento, que hoy día Cristo está en nuestro espíritu, y tenemos las Escrituras que confirman este hecho. No debemos ser tan imprecisos como muchos que dicen: “Oh, el Señor está en usted y también está en mí”. El último versículo de 2 Timoteo establece claramente que Cristo está en nuestro espíritu. “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu” (2 Ti. 4:22). A fin de que Cristo esté en nuestro espíritu, primero, El debe ser Espíritu y, en segundo lugar, nosotros debemos tener un espíritu; por último, estos dos espíritus deben estar mezclados como un espíritu. Si el Señor no fuera el Espíritu, ¿cómo podría El estar en nuestro espíritu y cómo podríamos nosotros ser un espíritu con El?

  A fin de localizar el espíritu humano, debemos separar alma y espíritu. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12). La palabra de Dios es cortante y penetra nuestro ser hasta separar nuestra alma y nuestro espíritu.

  Por ejemplo, en 1 Corintios 3 vemos que somos el templo de Dios. Conforme al Antiguo Testamento, el templo de Dios es descrito en tres partes: la primera de ellas es el atrio, la segunda es el lugar santo y la tercera es lo más santo, el Lugar Santísimo.

 

  Sabemos que Dios estaba en Su templo, pero, ¿en qué parte? ¿Estaba El en el atrio o en el lugar santo? No. El estaba en el Lugar Santísimo. En el Lugar Santísimo habitaba la presencia Shekiná de Dios. En el atrio estaba el altar, el cual tipifica la cruz, y exactamente detrás del altar estaba el lavacro, el cual representa la obra del Espíritu Santo. En el lugar santo se encontraban la mesa del pan de la proposición, el candelero y el altar del incienso. Pero, ¿qué había en el Lugar Santísimo? ¡Estaba el arca, la cual tipifica a Cristo! Por lo tanto, Cristo estaba en el Lugar Santísimo y la presencia de Dios, la gloria Shekiná de Dios también estaba ahí.

  Las Escrituras señalan que nosotros también somos el templo (1 Co. 3:16). Como seres tripartitos nosotros también estamos compuestos de tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu. Pero, ¿en qué parte de nuestro ser habita el Dios Triuno? Segunda Timoteo 4:22 claramente establece que el Señor está en nuestro espíritu. Nuestro espíritu es el Lugar Santísimo mismo. La tipología del templo del Antiguo Testamento presenta un cuadro muy claro. Cristo y la presencia de Dios están en el Lugar Santísimo. Hoy en día esta figura del templo de Dios se cumple en nosotros. Estamos compuestos de tres partes: nuestro cuerpo corresponde al atrio, nuestra alma al lugar santo y nuestro espíritu humano al Lugar Santísimo, el cual es el lugar en donde Cristo y la presencia de Dios residen. Esto se ilustra en el siguiente diagrama:

 

  “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (He. 10:19). ¿Cuál es el “Lugar Santísimo” en el que debemos entrar hoy día mientras estamos en la tierra? Veamos el diagrama anterior. Nuestro espíritu humano es el Lugar Santísimo que es el lugar donde Dios reside, la cámara misma en la cual Dios y Cristo habitan. Si deseamos hallar a Dios y a Cristo no hay necesidad de ir al cielo. Dios en Cristo está muy disponible, porque El está en nuestro espíritu.

SEPARANDO ALMA Y ESPIRITU

  Por esta razón debemos separar nuestra alma y nuestro espíritu (He. 4:12). Si no somos capaces de separar alma y espíritu, simplemente no podemos tener contacto con el Señor. Veamos el cuadro. Si el sumo sacerdote fuera incapaz de localizar el Lugar Santísimo, sus esfuerzos por tener contacto con Dios sólo habrían terminado en fracaso. Primero, él tenía que entrar en el atrio, desde el atrio tenía que entrar en el lugar santo, y finalmente, desde el lugar santo tenía que entrar en el Lugar Santísimo. Ahí él podría encontrar a Dios y ver la gloria Shekiná de la presencia de Dios.

  Debemos aprender a discernir nuestro espíritu de nuestra alma. El alma oculta y cubre al espíritu tal como los huesos ocultan la médula. Es fácil ver los huesos pero no es fácil ver la médula que está escondida en ellos. Si queremos la médula debemos romper los huesos. A veces la médula tiene que ser raspada de los huesos. ¡Cuánto se pega nuestro espíritu a nuestra alma! Nuestro espíritu está escondido y oculto en ella. El alma es fácilmente reconocida pero el espíritu es difícil de conocer. Sabemos un poco acerca del Espíritu Santo, pero no conocemos el espíritu humano. ¿Por qué? Porque el espíritu humano está oculto en el alma. Es por esto que nuestra alma necesita ser quebrantada, y tal como las coyunturas son la parte más fuerte de los huesos, así también nuestra alma es muy fuerte. Tenemos un espíritu, pero nuestra alma lo cubre. La Palabra de Dios, como una aguda espada, debe penetrar nuestra alma a fin de quebrantarla y separarla de nuestro espíritu.

  “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (He. 4:9, 11). ¿Qué significa este reposo? Para averiguar su significado debemos ver otro tipo en el Antiguo Testamento. Después de que los israelitas fueron liberados y salvados de la tierra de Egipto, fueron llevados al desierto con la intención de que entraran luego en la tierra de Canaán. La tierra de Canaán era su tierra de descanso, y tipificaba el Cristo todo-inclusivo. Cristo es la buena tierra de Canaán y El es nuestro Reposo. Si hemos de entrar en el reposo debemos entrar en Cristo. Pero, ¿dónde está Cristo ahora? Respondemos que está en nuestro espíritu. Los israelitas, quienes habían sido libertados de Egipto, en vez de entrar en Canaán, vagaron en el desierto durante muchos años. ¿Qué representa esto? Significa que muchos cristianos, después de ser salvos, simplemente permanecen vagando en el alma. El libro de Hebreos fue escrito debido a que muchos cristianos hebreos habían sido salvos, pero permanecieron vagando en su alma. No prosiguieron hasta salir del desierto y entrar en la buena tierra, es decir, en Cristo, quien habitaba en el espíritu de ellos. No debemos seguir vagando en nuestra alma, sino proseguir hasta entrar en nuestro espíritu, donde Cristo es nuestro reposo.

  Demos una ilustración adicional en el siguiente diagrama:

 

  En los tiempos antiguos todo el pueblo de Israel tenía acceso al atrio, pero sólo los sacerdotes podían entrar en el lugar santo. Además, en el Lugar Santísimo solamente uno, el Sumo Sacerdote, podía entrar, y eso sólo una vez al año. Más aún, de todos los israelitas que fueron salvados y sacados de Egipto hacia el desierto, muy pocos prosiguieron hasta entrar en la buena tierra de Canaán.

  Aunque es posible que hayamos sido salvos durante muchos años, debemos preguntarnos si actualmente somos cristianos que viven en el cuerpo, en el alma o en el espíritu. ¿Estamos ahora en Egipto, en el desierto o en la buena tierra de Canaán? Pregúntele al Señor y busque usted mismo para que esté claro en dónde se encuentra usted. Hablando con franqueza, muchos cristianos están todo el día vagando en el alma, es decir, en el desierto. Por las mañanas tienen caras sonrientes, pero por las tardes están tristes y ponen mala cara. El día de ayer parecía que estaban en los cielos pero hoy están deprimidos. Están vagando en el alma, en el desierto, sin descanso, circulando en la misma ruta día tras día. Es posible que hayan estado siguiendo al Señor durante veinte años, pero todavía están andando en círculos, tal como el pueblo de Israel que durante treinta y ocho años vagó sin mejoría ni progreso. ¿Por qué? Porque están en el alma. Cuando estamos en el alma, estamos en el desierto.

  A esto se debe que el escritor de Hebreos haya enfatizado la necesidad de hacer una separación entre el alma y el espíritu. La Palabra de Dios debe penetrarnos para que sepamos cómo proseguir desde nuestra alma hasta entrar en la buena tierra y en el Lugar Santísimo de nuestro espíritu humano. Un creyente que vive en su alma es uno que vaga en el desierto del alma, en donde no hay descanso.

  El Sumo Sacerdote tenía que pasar a través del velo a fin de entrar en el Lugar Santísimo; así que el velo, el cual tipifica la carne (He. 10:20), debía ser rasgado. Además, el pueblo de Israel tuvo que cruzar el río Jordán a fin de entrar en la buena tierra. En las aguas del Jordán sepultaron doce piedras, que representan a las doce tribus de Israel, y otras doce piedras, que representan a los israelitas resucitados, fueron introducidas en la buena tierra. La vieja generación de Israel fue sepultada en las aguas de muerte del río Jordán. Todo esto significa que el hombre natural, la vida del alma o la vieja naturaleza deben ser quebrantadas como el velo y sepultadas como el viejo hombre. Entonces podemos entrar en el Lugar Santísimo y en la buena tierra para disfrutar a Cristo como nuestro reposo.

LO QUE NOS DISTRAE DEL ESPIRITU HUMANO

  Estos cuadros nos servirán de ayuda para que nos demos cuenta de que la economía de Dios es el Dios Triuno en nuestro espíritu humano. Este Dios Triuno en el único Espíritu ha tomado nuestro espíritu humano como Su morada y lugar de residencia. Así que debemos aprender a discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma. El problema es que nosotros los cristianos estamos llenos de muchos pensamientos de nuestra naturaleza. Después de haber sido salvos pensamos que debemos ser buenos y hacer el bien. Pero Dios, en Su economía, intenta forjarse a Sí mismo en nosotros como nuestra vida y nuestro todo. Debemos olvidar todo lo demás y centrarnos en el Cristo que mora en nuestro espíritu. No debemos distraernos del blanco y centro, este Cristo que mora por dentro. Olvídese de ser bueno y de hacer buenas obras. Abandone esas buenas cosas y entre en el Lugar Santísimo. Muchos cristianos están laborando afanosamente en el atrio. No saben que la intención que Dios tiene para ellos es que entren en el Lugar Santísimo donde pueden tener contacto con Dios, ser llenos de Dios, ser ocupados con Dios, ser uno con Dios en todo y tener a Dios como su todo. Discierna su espíritu y tenga comunión con este Residente. Permítale que lo tome y lo posea a usted.

  Otra distracción religiosa es que después de ser salvos, sentimos que somos débiles y que necesitamos fuerza y poder. En consecuencia, pedimos en oración que el Espíritu sea derramado sobre nosotros para ser fortalecidos y llenos de poder. Aunque hay cierta base para que hagamos esto, no obstante la línea principal de la economía de Dios es que le sigamos, no en Su fortalecimiento exterior, sino en nuestro espíritu, donde el Dios Triuno habita. Por lo tanto, lo más crucial es que conozcamos nuestro espíritu y neguemos nuestra alma. Debemos rechazar nuestra alma y andar según nuestro espíritu, debido a que el Dios Triuno está en nuestro espíritu. Muchos cristianos se han desviado de éste, el centro de la economía de Dios, ¡hasta los que lo buscan diligentemente!

  Una vez más preguntamos, ¿dónde está el Dios Triuno hoy? ¡Alabado sea el Señor, esta Persona maravillosa, el Dios Triuno, está hoy en nuestro espíritu! ¡Lo tenemos! ¡Sí, lo tenemos en nuestro espíritu! ¡Este Espíritu maravilloso y todo-inclusivo está en nosotros! Si somos creyentes, tenemos al Dios Triuno en nuestro espíritu humano. Lo que hoy día necesitamos es discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma. Cuando sepamos la manera adecuada de discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma, daremos en el blanco de tener contacto con este Dios Triuno.

  En el mecanismo de un radio hay un receptor, un órgano para recibir. Cuando sintonizamos el radio con precisión, las ondas eléctricas que se encuentran en el aire llegarán a ese receptor. Hoy día el Dios Triuno es la electricidad espiritual. El es una onda eléctrica que recorre todo el universo y nosotros somos el radio. ¿Cuál es el receptor que está dentro de nosotros? ¡Es nuestro espíritu humano! Sintonizamos apropiadamente nuestro espíritu humano cuando tenemos un espíritu quebrantado y contrito, y cuando nos arrepentimos delante de Dios y abrimos nuestro ser a El. Si tenemos un espíritu así, el Dios Triuno, quien es el maravilloso Espíritu y quien es la electricidad espiritual, ¡inmediatamente llegará a nuestro espíritu! Todo lo que necesitamos saber es cómo sintonizar el receptor, cómo sintonizar nuestro espíritu humano discerniendo entre el espíritu y todas las otras cosas, tales como nuestro pensamiento, nuestras emociones y nuestros gustos. Cuando discernamos entre nuestro espíritu y todas estas cosas relacionadas con el alma, entonces sabremos cómo tener contacto con el Espíritu divino, quien es el maravilloso y todo-inclusivo Espíritu del Dios Triuno. Entonces conoceremos la Palabra de Dios como la espada aguda que penetra para separar nuestra alma de nuestro espíritu, y comprenderemos cómo experimentar, disfrutar y participar del Cristo residente todo el tiempo.

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