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Mensajes del libro «Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO CUATRO

LA VERDAD DEL MISTERIO EN EL EVANGELIO DE JUAN

(1)

UNA VISTA PANORÁMICA DEL EVANGELIO DE JUAN

  De todos los bosquejos de la Versión Recobro del Nuevo Testamento, el bosquejo del Evangelio de Juan puede ser considerado el mejor. Si queremos conocer a fondo determinado libro, debemos empezar estudiando su bosquejo. El bosquejo del libro nos ayudará a tener una visión panorámica de dicho libro.

Las dos secciones principales del Evangelio de Juan

  En el bosquejo del Evangelio de Juan, vemos que todo el libro puede dividirse en dos secciones principales. La primera sección, los capítulos del 1 al 13, trata acerca de “La Palabra eterna encarnada que viene para introducir a Dios en el hombre”. La segunda sección principal, del capítulo 14 al 21, trata sobre “El Jesús crucificado y el Cristo resucitado que va a preparar el camino para introducir al hombre en Dios y que, como Espíritu, viene a permanecer y vivir en los creyentes a fin de edificar la morada de Dios”. Aquel que fue crucificado es Jesús, mientras que Aquel que resucitó es Cristo. Mediante la crucifixión de Jesús y la resurrección de Cristo el camino ha sido preparado para que el hombre sea introducido en Dios. En resumen, la primera sección del Evangelio de Juan habla acerca de introducir a Dios en el hombre, mientras que la segunda nos habla acerca de introducir al hombre en Dios. ¿Cómo pudo Dios ser introducido en el hombre? Dios fue introducido en el hombre al venir la Palabra eterna en Su encarnación. ¿Y cómo pudo el hombre ser introducido en Dios? El hombre fue introducido en Dios al irse Jesucristo en Su muerte y resurrección. Por consiguiente, Su venida se cumplió en Su encarnación, y Su ida se cumplió en Su muerte y Su resurrección.

  Además, después de Su resurrección Él viene a nosotros nuevamente como Espíritu. Él vino la primera vez en Su encarnación. Después se fue en Su muerte y Su resurrección, y posteriormente viene nuevamente como Espíritu. Él vino en la encarnación para introducir a Dios en el hombre y se fue en Su muerte y resurrección para introducir al hombre en Dios. Sin embargo, Él no pudo llevar a cabo Su propósito simplemente por medio de Su venida y Su ida. Por lo tanto, Él viene nuevamente como Espíritu a fin de permanecer y vivir en los creyentes con miras a la edificación de la morada de Dios.

  La obra de Dios no estará completa sino hasta que Su morada sea edificada. Aunque Dios se introdujo en el hombre, y el hombre fue introducido en Dios, Dios aún necesita obtener una morada. A fin de producir esta morada, es necesario que el Espíritu venga a morar y a vivir en los creyentes. Ésta es la visión panorámica de todo el Evangelio de Juan.

  Las dos principales secciones del Evangelio de Juan son tan distintas como las dos cejas de una persona. Ambas secciones contienen puntos secundarios, y cada punto incluye muchos otros puntos que proveen más explicación. Por ejemplo, la primera sección principal, que se compone de trece capítulos, trata sobre “La Palabra eterna encarnada que viene para introducir a Dios en el hombre”. El primer punto debajo de éste, que se halla en el capítulo 1 es: “Introducción a la vida y la edificación”. El primer punto debajo de éste es: “La Palabra en la eternidad pasada, quien era Dios, mediante la creación viene como vida y luz para generar a los hijos de Dios”. Esto se abarca en los versículos del 1 al 13, en cuanto a la Palabra eterna, quien era Dios (v. 1), en quien estaba la vida, que era la luz de los hombres (v. 4), y en quien también estaban todas las cosas, por cuanto todas las cosas por medio de Él llegaron a existir (v. 3). Por lo tanto, la vida, la luz y la creación están incluidas en este punto. Aquel que vino en la encarnación era esta persona.

Los puntos principales del Evangelio de Juan

  La primera sección del Evangelio de Juan se divide en cinco secciones: la primera de ellas es: “Introducción a la vida y la edificación” (cap. 1); la segunda: “El principio básico de la vida y su propósito” (2:1-22); la tercera: “La vida satisface la necesidad del hombre en todos los casos” (2:23—11:57); la cuarta: “El resultado y la multiplicación de la vida” (cap. 12); y la quinta: “La vida lava en amor para mantener la comunión” (cap. 13).

  La segunda sección principal, que consta de ocho capítulos, es “El Jesús crucificado y el Cristo resucitado va a preparar el camino que introduce al hombre en Dios y, como Espíritu, viene a permanecer y vivir en los creyentes a fin de edificar la morada de Dios”. Esta sección principal se divide en cuatro secciones: la primera es: “La vida mora interiormente para la edificación de la morada de Dios” (14:1—16:33); la segunda: “La oración por parte de la vida” (cap. 17); la tercera: “La vida, mediante la muerte y la resurrección, pasa por un proceso a fin de multiplicarse” (18:1—20:13, 17); y la cuarta: “La vida en la resurrección” (20:14—21:25).

  Los puntos secundarios en el bosquejo son explicaciones concisas, mientras que los puntos debajo de éstos son descripciones detalladas. Por ejemplo, la tercera sección secundaria de la segunda sección principal es: “La vida, mediante la muerte y la resurrección, pasa por un proceso a fin de multiplicarse”, lo cual se abarca en 18:1—20:13, 17. Estos dos capítulos y medio, de forma resumida, tratan acerca de la muerte y resurrección del Señor. También pueden dividirse de manera más detallada en los siguientes puntos: primero, Él fue traicionado; segundo, fue arrestado; tercero, fue juzgado; cuarto, fue crucificado; quinto, fue sepultado; y sexto, resucitó. Éste es el proceso por el cual pasó desde que fue traicionado hasta que resucitó. Él pasó por este proceso a fin de multiplicarse.

EL MISTERIO DE LA TRINIDAD DIVINA EN JUAN 14

  Entre estos tres capítulos —Juan 14, 15 y 16— el pasaje más importante es 14:7-20. Sin embargo, antes de presentar los puntos principales de esta sección, necesitamos tener primero un conocimiento general acerca de su posición en este libro. El capítulo 14 se incluye bajo la primera sección secundaria de la segunda sección principal. Además, esta sección secundaria se subdivide a su vez en tres secciones más pequeñas. La primera sección pequeña, que comprende todo el capítulo 14, trata acerca de cómo “El Dios Triuno se imparte al hombre para producir Su morada”. Esta sección pequeña se divide en cuatro puntos secundarios. El segundo de ellos es: “El Dios Triuno se imparte en los creyentes”, y comprende los versículos del 7 al 20. Éste es el punto que abarcaremos. Este punto se divide a su vez en dos puntos más pequeños, y el primero de ellos es: “El Padre corporificado en el Hijo y visto entre los creyentes” (vs. 7-14); y el segundo es: “El Hijo es hecho real como Espíritu para los creyentes a fin de permanecer en ellos” (vs. 15-20).

  En 14:7 el Señor les dijo a los discípulos: “Si me conocieseis, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. Después de escuchar estas palabras, Felipe dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8). Felipe estaba un tanto desconcertado por las palabras del Señor. Aunque probablemente pensó que dichas palabras eran muy significativas cuando las oyó por primera vez, no entendió su verdadero significado; así que respondió equivocadamente al pedirle al Señor que les mostrara al Padre. Lo que el Señor quiso decir cuando les dijo esto a los discípulos era que ellos habían visto al Padre puesto que ya habían visto al Hijo. Sin embargo, a Felipe le parecía que habían visto al Señor por tanto tiempo, pero aún no habían visto al Padre. Ellos escucharon que el Señor les decía que vieran, pero en realidad no veían nada. Por lo tanto, por ignorancia él dijo que si el Señor les mostraba al Padre, ello les bastaría.

  Felipe en realidad nos representa a nosotros y cada uno de nosotros es un Felipe. No sólo los hermanos son Felipe, sino que las hermanas también lo son. Todos los que hablan de manera disparatada, todos los que hablan sin ninguna revelación, son un Felipe. Hoy en día, casi todos los que están en el cristianismo son un Felipe: los que están en la Iglesia Católica son un Felipe, y los que están en las iglesias protestantes también son Felipe. Los que son llamados fundamentalistas son Felipe, los pentecostales son Felipe y, más aún, los modernistas son Felipe (de hecho, éstos son Felipes malignos). Todos los que predican la palabra sin conocer el misterio de la Trinidad Divina hablan disparates y, por ende, son un Felipe. Hoy en día casi todo lo que se predica en el cristianismo está completamente desviado y se halla lejos del tema central: la Trinidad Divina. Todo el que no basa su hablar en la revelación de la Trinidad Divina habla disparates y es un Felipe. Incluso cuando prediquemos la verdad en cuanto a la justificación por la fe o en cuanto a la redención efectuada por medio de la preciosa sangre, no debemos predicar tales verdades aparte del misterio de la Trinidad Divina.

  Todos los maestros de la Biblia saben que el Nuevo Testamento contiene los cuatro Evangelios, los cuales hablan acerca de cuatro aspectos del Señor Jesús. Esto es con el propósito de poder presentar un cuadro exacto. De manera semejante, si usted desea hacer una estatua de bronce de una persona, tiene que tomar cuatro fotos de ella para usarlas como base a fin de crear una estatua que sea exactamente igual a la persona, pues de lo contrario no se verá muy real. Al comienzo del Nuevo Testamento tenemos los cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La mayoría de las personas está de acuerdo en que Mateo nos habla del Señor Jesús como Rey, que Marcos nos lo presenta como esclavo y que Lucas lo muestra como hombre. Sin embargo, con respecto a Juan, no muchos se atreven a decir que nos habla del Señor Jesús como Dios. Si no tenemos suficiente revelación ni conocimiento acerca del misterio de la Trinidad Divina revelada en el Evangelio de Juan, ciertamente no tendremos ningún denuedo ni confianza para afirmar esto. Necesitamos tener un conocimiento particular en cuanto al misterioso Dios Triuno.

  Permítame usar el idioma como ejemplo. En chino algunas palabras tienen casi la misma pronunciación y, por eso, deben ser pronunciadas cuidadosamente para no ser mal entendidos. Yo he estado hablando mandarín de Shantung desde mi juventud, y por eso mi pronunciación del mandarín estándar por lo general no es muy precisa. Por ejemplo, mi apellido es “Lee”, y el apellido de soltera de la hermana Lee es “Li”. Cuando pronuncio estos dos apellidos, los demás no pueden escuchar claramente la distinción entre “Lee” y “Li”, porque la pronunciación de estas dos palabras es muy parecida. Debido a esto, siempre que alguien me pregunta: “¿Cuál es el apellido de soltera de su esposa?”, siempre titubeo y no me atrevo a decirlo porque no me siento seguro si voy a pronunciarlo correctamente. Del mismo modo, si nosotros no tenemos un entendimiento profundo y detallado de las palabras de misterio halladas en el Evangelio de Juan en cuanto al Dios Triuno, definitivamente no tendremos el denuedo para hablar de ellas.

  En realidad, el misterio hallado en los cuatro Evangelios es el mismo que el del Evangelio de Juan, y el misterio hallado en Juan es el Dios Triuno.

La Palabra era en el principio, y la Palabra era Dios

  Con respecto a la relación del Señor para con nosotros, el primer aspecto del misterio hallado en el Evangelio de Juan, como se muestra en el bosquejo, es que el Señor Jesús es la Palabra. Cuando el Señor vino, Él empezó a relacionarse con nosotros como la Palabra. Juan no empieza diciendo: “En el principio era Dios”, sino que empieza diciendo: “En el principio era la Palabra”. El hecho de que Dios sea llamado la Palabra indica que Él tiene una relación con el hombre. Supongamos que yo viniera a usted y simplemente lo mirara y le permitiera mirarme a mí. Si simplemente nos miráramos sin decir nada, nada sucedería. Pero una vez que abro la boca para hablar, empezamos a tener una relación. Cuando hablo, entonces usted responde. Cuando vuelvo a hablarle, usted responde nuevamente. Así, con tal comunicación de hablar y responder, va desarrollándose una relación. Esta relación inicia y se forma por medio de las palabras. ¿Qué es esto? Es la historia de la palabra. Las palabras son el medio por el cual dos personas desarrollan una relación. Cada día ocurren cosas nuevas en todo el mundo. Nosotros desarrollamos una relación con las noticias porque éstas nos son comunicadas por medio de las palabras de los medios de comunicación, como la radio, la televisión, las revistas y los periódicos.

  A fin de tener una relación con el hombre, el Dios Triuno debe ser la Palabra. Si Él no fuera la Palabra, no tendría ninguna posibilidad de tener una relación con el hombre creado. Por lo tanto, la Palabra es muy crucial en toda la Biblia. Incluso cuando Dios creó todas las cosas, Él lo hizo por medio de Su palabra, que es Él mismo. Por ejemplo, yo les estoy hablando ahora, y las palabras que les hablo son nada menos que mi misma persona. Si les digo cosas equivocadas, no sólo mis palabras serán condenadas, sino que yo mismo seré condenado, pues soy uno con mis palabras. Ambos —mis palabras y yo— somos inseparables. Si usted fuera acusado en un tribunal por decir palabras equivocadas y fuera hallado culpable por el juez, no podría decir: “Su Señoría, yo no estoy equivocado; fueron mis palabras las que estaban equivocadas. Usted puede condenar mis palabras, pero no puede condenarme a mí”. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. La Palabra es Dios mismo.

LOS CUATRO PASOS QUE DIO LA PALABRA AL RELACIONARSE CON EL HOMBRE

  Al comienzo del Evangelio de Juan, Juan habla de la Palabra. Esto demuestra que Dios desea tener una relación con el hombre. ¿Cómo puede Dios tener una relación con el hombre? El primer paso consiste en que Él se encarnó para introducir a Dios en el hombre; el segundo paso es que vivió una vida humana en la tierra por treinta y tres años y medio; el tercer paso consiste en que por medio de Su muerte y Su resurrección Él introdujo al hombre en Dios; y el cuarto paso radica en que Él llegó a ser el Espíritu para morar y vivir en aquellos que han creído en Él.

Acerca de que Cristo es el Espíritu

El postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante

  En cuanto a la verdad fundamental de que Cristo es el Espíritu, hay dos versículos cruciales. El primero es 1 Corintios 15:45, que dice: “El postrer Adán [llegó a ser] Espíritu vivificante”. Algunos argumentan diciendo que el Espíritu vivificante mencionado aquí no es el Espíritu Santo, sino el Espíritu de Cristo como una persona. Dicen que así como nosotros los seres humanos tenemos un espíritu, Cristo también tenía un espíritu. También dicen que cuando este Jesucristo murió, llegó a ser un Espíritu vivificante. Este versículo no dice que el postrer Adán simplemente llegó a ser “Espíritu”, sin ningún modificador; en vez de ello, dice que llegó a ser “Espíritu vivificante”, es decir, tiene “vivificante” como modificador. Esto indica que el Espíritu puede dar vida. Quisiera preguntarles: ¿Qué clase de espíritu puede dar vida? ¿Puede el espíritu humano dar vida? Si Jesucristo no hubiera llegado a ser el Espíritu, y si el Espíritu en 1 Corintios 15:45 se refiriera únicamente al espíritu que Él tenía como hombre, ¿podría ese espíritu humano dar vida? Puesto que 1 Corintios 15:45 dice explícitamente que Él llegó a ser Espíritu “vivificante”, entonces eso simplemente significa que llegó a ser Espíritu vivificante. El hecho de que el postrer Adán llegó a ser Espíritu vivificante es una revelación muy crucial, y no podemos borrar a nuestro antojo la palabra vivificante. Además, 2 Corintios 3:6 dice: “Mas el Espíritu vivifica”. Únicamente Dios puede dar vida y vivificar al hombre. Aparte de Dios, nadie en este universo puede dar vida ni vivificar al hombre.

El Señor es el Espíritu

  El segundo versículo crucial en cuanto a que Cristo es el Espíritu es 2 Corintios 3:17, que dice: “El Señor es el Espíritu”. Aquí “el Señor”, por supuesto, se refiere a Jesús, y “el Espíritu” es el Espíritu que da vida, mencionado en el versículo 6, quien también es el Espíritu vivificante. Muchos escritores cristianos, incluyendo a Dean Alford y a Andrew Murray, han reconocido este hecho. Alabado sea el Señor, pues el Cristo en quien creemos es el Espíritu hoy.

La carencia que hay en la teología del cristianismo

  En nuestro himnario en inglés, tenemos de veinte a treinta himnos que hablan acerca de que Cristo es el Espíritu. En la compilación del himnario, hicimos todo lo posible por reunir todas las verdades expresadas en los himnos de diferentes antecedentes cristianos. Por lo tanto, nuestro himnario puede ser considerado una colección de los himnos teológicos. Si usted quiere estudiar la verdadera teología, tiene que estudiar primero nuestro himnario.

  Una gran falta en la teología cristiana es que ésta no dice nada respecto a que Cristo es el Espíritu. Debido al hecho de que esta verdad está ausente, es imposible establecer un vínculo que una todas las demás verdades. Sin esta verdad, el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y el Espíritu es el Espíritu, y los tres están totalmente separados. En otras palabras, si Cristo no es el Espíritu, los tres de la Trinidad Divina estarían completamente separados. Desde este punto de vista, debemos considerar que es nuestra responsabilidad explicar y predicar la verdad divina en cuanto a que Cristo es el Espíritu a la luz de la revelación de la Biblia.

  En particular, los jóvenes que deseen servir al Señor deben conocer esta verdad a fondo. Ustedes no deben ser Felipes que hablan incoherencias; en vez de ello, deben dedicar tiempo a estudiar a fin de ver este misterio en el Evangelio de Juan, de modo que esta verdad esté incluida en lo que prediquen.

EL QUE HA VISTO AL HIJO HA VISTO AL PADRE

  En Juan 14 Felipe le pidió al Señor que les mostrara al Padre, y el Señor contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?” (v. 9a). Después de oír esto, Felipe quedó aún más confundido. Quizás pensó: “Por supuesto que te conozco. ¿Cómo podría no conocerte? Tú creciste en Nazaret, y fuiste un carpintero antes de salir a predicar la palabra. Tu madre es María, cuyo esposo es José. También tienes varios hermanos, a los cuales también conozco”. De hecho, si éste era el pensamiento de Felipe en cuanto a lo que significaba conocer a Jesús, entonces esto muestra que no conocía a Jesús en absoluto. Por ello, el Señor añadió: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (v. 9b). Algunos maestros de la Biblia creen que esto significa que el Señor es el representante del Padre. Ellos comparan esto a cuando el presidente de los Estados Unidos envía un representante a las Filipinas: cuando las personas allí contactan a este representante, eso equivale a contactar al presidente de los Estados Unidos. En realidad, este versículo no quiere decir que el Señor Jesús representa a Dios o que el Hijo de Dios representa al Padre celestial. Lo que significa es que el Señor Jesús, el Hijo, es el Padre. Él no simplemente representa al Padre, sino que Él mismo es el Padre.

  Cuando el Señor dijo: ¿Cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”, quería decir que Él es el Padre; por tanto, cuando los hombres le ven, ven al Padre. El hecho de que los discípulos le pidieran al Señor que les mostrara al Padre es como si el presidente de los Estados Unidos viniera a verlo y usted le dijera: “Por favor, muéstrenos al presidente de los Estados Unidos”. Él ciertamente estaría muy sorprendido y diría: “Los que me han visto a mí, han visto al presidente de los Estados Unidos; ¿cómo es que usted dice: ‘Muéstrenos al presidente de los Estados Unidos?’”. El Señor había estado con los discípulos por tres años y medio, y ellos lo habían visto durante todo ese tiempo; pero por increíble que parezca, aún no sabían que Él era el Padre y hasta le pidieron que les mostrara al Padre. Ellos realmente le causaban dificultades al Señor.

EL HIJO ESTÁ EN EL PADRE Y EL PADRE ESTÁ EN EL HIJO

  En el versículo 10 el Señor añadió: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?”. En los pasados mil ochocientos años, esta verdad ha sido gradualmente descuidada. Sin embargo, los teólogos de los primeros siglos consideraban este asunto muy importante. Ellos incluso crearon el término coinherencia, que significa que usted está en mí, y yo estoy en usted, y estamos el uno en el otro en mutualidad. En la teología actual del cristianismo, muchos enseñan la doctrina de la Trinidad, y algunos defienden el uso del término coexistencia, pero no muchos tienen el denuedo de usar el término coinherencia. Sin embargo, en la teología cristiana de los primeros días se usaban ambas expresiones, coexistencia y coinherencia. Éste es un asunto de gran trascendencia: el Hijo está en el Padre, el Padre está en el Hijo, y el Hijo y el Padre son uno solo. Es por ello que el Señor le preguntó a Felipe cómo era que él había visto al Hijo, pero no había visto al Padre.

EL HIJO HABLA MIENTRAS EL PADRE OBRA

  Además, el Señor dijo: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (v. 10b). Esto simplemente significa que el Hijo habla mientras el Padre opera. Quizás algunos digan: “¿No es esto igual a lo que los chinos llamamos jugar shuang-huang?”. El shuang-huang* *El shuang-huang es un espectáculo de variedades en el que participan dos actores, uno de los cuales habla, mientras el otro actúa—Trans. requiere dos personas, mientras que aquí sólo hay una sola persona: esta persona es “Él” y al mismo tiempo “Yo”. “Yo” habla mientras que “Él” obra. El Hijo habla, lo cual equivale a expresar algo externamente. Sin embargo, el Hijo no habla por Su propia cuenta, sino que el Padre que permanece en el Hijo hace Sus obras. Esto indica que el Hijo habla externamente mientras que el Padre opera interiormente. Aquel que está afuera habla, mientras que Aquel que está adentro opera. Por lo tanto, ¿son Ellos dos personas? Podemos afirmar que Ellos son dos y a la vez uno, y uno y a la vez dos. Más aún, no es que uno habla externamente y otro obra internamente, sino que Aquel que obra interiormente está en Aquel que habla externamente, es decir, el Padre está en el Hijo. Al mismo tiempo, Aquel que habla externamente está dentro de Aquel que opera internamente, es decir, el Hijo está en el Padre. Por lo tanto, los dos en realidad son uno solo. Su coinherencia es un misterio insondable.

EL PADRE Y EL HIJO SON COINHERENTES EL UNO EN EL OTRO CON MIRAS A LA IMPARTICIÓN DIVINA

  En última instancia, todos tenemos que reconocer que en realidad no sabemos todo lo que pensamos que sabemos. Sin embargo, sí es un verdadero hecho que el Hijo está en el Padre, que el Padre está en el Hijo, y que los dos son uno solo. Esto se muestra en la Biblia con toda claridad. Aunque son uno, todavía está el aspecto de que son dos; además, aunque tenemos el aspecto de que son dos, Ellos son uno. Éste es el misterio de la Trinidad Divina.

  ¿Por qué razón el Padre y el Hijo son coinherentes el uno en el otro? Porque Su coinherencia tiene por finalidad efectuar la impartición divina. Si Dios no fuera triuno, si el Hijo no hablara externamente mientras el Padre obrara interiormente, entonces no sería posible que Dios se impartiera en nuestro ser. Más aún, la impartición de Dios es un asunto que está completamente relacionado con la Palabra. Por ejemplo, las palabras que les hablo a ustedes son una especie de impartición. Yo estoy lleno de conocimiento interiormente; ¿qué debo hacer si mi deseo es infundirles todo mi conocimiento? Si fuera en busca de un doctor, él no podría inyectarles mi conocimiento. La manera más sencilla y eficaz es que les hable directamente. Cuanto más hablo, más les transmito todo el conocimiento que está en mí. Por lo tanto, hablar es impartir. De la misma manera, cuando uno labora para el Señor, tiene que aprender a hablar por el Señor a fin de poder impartirlo a Él en los demás.

  En la antigüedad, cuando los hombres iban a la guerra, dependían principalmente de las armas que tenían en sus manos. Por esta razón, los chinos dicen que un soldado que es diestro en el uso de las armas puede defender una posición clave por su propia mano, o sea a solas, y que ni siquiera diez mil soldados se comparan a él. Si un soldado no es diestro en el uso de sus armas, no puede pelear la batalla. Si queremos pelear la batalla, debemos tener un arma en nuestras manos. Nuestra “arma” es la palabra, y todos debemos ser expertos al usar esta arma. Como expertos, debemos poder golpear más que el aire. Por lo tanto, todos necesitamos ser adiestrados. ¿Qué clase de adiestramiento necesitamos? Necesitamos ser adiestrados en la infusión, es decir, necesitamos que se infunda en nosotros la economía de Dios, y cuanto más se infunda, mejor. Entonces, un día todos podremos realizar la misma obra de infundir la economía de Dios en otros. En esto consiste la impartición. Juan 14, 15 y 16 son capítulos que tratan de la impartición divina de la Trinidad Divina, y esta impartición depende de nuestro hablar.

LOS QUE CREEN EN EL HIJO HACEN OBRAS MAYORES, PUES IMPARTEN A CRISTO MEDIANTE SU HABLAR

  En Juan 14:11-12 el Señor dice: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí; y si no, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre”. Con base en el contexto de estos versículos, entendemos que hacer mayores obras no se refiere a hacer milagros más grandes, sino a hablar, porque anteriormente el Señor había dicho que el Hijo hablaba mientras que el Padre, que permanecía en Él, hacía Sus obras. De la misma manera, el hecho de hacer “obras mayores” se refiere a nuestro hablar mediante el cual el Señor, quien permanece en nosotros, hace Sus obras. Siempre que nosotros hablamos por el Señor, el Señor obra en nosotros. Esto no se hace con el propósito de realizar un milagro más grande, sino con el fin de impartir. Tanto en el libro de Hechos como en la historia de la iglesia vemos que después de la partida del Señor, los apóstoles, tales como Pedro y Pablo, hicieron obras mayores que las que el Señor hizo en los tres años y medio cuando estuvo en la tierra. En el día de Pentecostés, Pedro, quien anteriormente había hablado de manera disparatada, se puso en pie y dio un largo mensaje, y tres mil personas fueron salvas. ¿Qué significa ser salvo? Significa ser infundido y lleno de la palabra. El mensaje de Pedro logró que tres mil personas fueran infundidas. Es a esto que se refería el Señor cuando dijo que “aún mayores hará”.

  Después de leer Juan 14 algunos quizás pregunten: “El Señor dijo claramente que haríamos obras mayores que las que Él hizo. Sin embargo, Él resucitó personas de los muertos, pero nosotros ni siquiera podemos resucitar un perro muerto. Él sanó a los enfermos y echó fuera demonios muchísimas veces, pero nosotros no podemos hacer esas cosas ni siquiera una sola vez. ¿Qué es lo que sucede?”. A fin de entender el verdadero significado de la Biblia, no podemos interpretar las cosas fuera de su contexto; tenemos que leer todo dentro de su contexto. Según el contexto de Juan 14:11-12, la palabra “mayores” no se refiere a realizar señales ni milagros mayores, sino a las palabras que son habladas para impartir. Mientras usted sirve como portavoz para liberar el hablar del Señor, Él está en usted realizando Su obra. Esto equivale a una transmisión, a una impartición.

  El Evangelio de Juan nos muestra la Palabra desde el inicio: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios”. Después de hacerse carne, la Palabra empezó a hablar, y hoy continúa hablando. Mientras Él habla, el Padre es impartido. Hoy en la obra que hacemos para el Señor, también lo impartimos a Él por medio de nuestro hablar. Ésta es la impartición divina de la Trinidad Divina según se revela en el Evangelio de Juan.

  No debemos simplemente conocer la Biblia de modo superficial, sino ahondar más para conocer la verdad misteriosa hallada en la Biblia. Únicamente esta verdad puede cambiar nuestra constitución y hacer de nosotros personas diferentes, capacitándonos para que hablemos por Dios y lo impartamos en los demás. Éste es el verdadero propósito de conocer la verdad acerca del misterio contenido en el Evangelio de Juan.

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