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Mensajes del libro «Economía divina, La»
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CAPITULO DOS

LA ECONOMIA DIVINA EN LA CREACION DE DIOS

(1)

  Lectura bíblica: Gn. 1:1, 26-27; 2:7-9, 10-14, 18-24

  La economía de Dios es el tema principal de toda la Biblia, y sin embargo, es muy misteriosa. Estaba escondida en Dios en la eternidad pasada y continuó escondida en Dios por los primeros cuatro mil años de la historia de la humanidad. Desde los tiempos de Adán hasta los tiempos de los apóstoles, la economía de Dios no había sido revelada al hombre. Un día el Señor llamó a un hombre que tenía por nombre Saulo (más tarde, Pablo). El Señor lo regeneró y le mostró la economía de Dios. El apóstol Pablo nos dijo que la economía de Dios había estado escondida en Dios desde los siglos (esto es, desde la eternidad) y durante los siglos pasados (Ef. 3:9). Fue Pablo el que empezó a ver algo escondido en Dios, algo en el corazón de Dios que nunca había sido revelado a los hijos de los hombres. Pablo recibió una revelación de este misterio, y en sus catorce Epístolas, la economía de Dios es recalcada, enfatizada y desarrollada al máximo.

  En 1 Timoteo 1:3-4 Pablo nos dice que los ministros y los maestros neotestamentarios sólo deben enseñar una cosa, la economía de Dios. Enseñar cualquier otra cosa es enseñar diferente doctrina. El cristianismo ha sido dividido principalmente por causa de diferentes enseñanzas, sin embargo, en la Biblia no hay más que una enseñanza principal: la enseñanza de la economía de Dios. En este capítulo queremos ver la economía divina en la creación de Dios.

DIOS CREA AL HOMBRE A SU IMAGEN, COMO VASO Y CON ESPIRITU HUMANO

  Génesis 1 y 2 nos narra la creación de Dios. Estos capítulos revelan al Dios eterno y todopoderoso como nuestro Creador. Dios creó el universo y creó al hombre. Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. El hombre era una copia de Dios. Génesis 2:7 nos da una narración particular de cómo creó Dios al hombre: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente” (heb.). Dios creó un cuerpo para el hombre, y este cuerpo fue creado del polvo. Nuestro cuerpo es terrenal. Los estudiantes de medicina pueden dar fe de que los elementos del cuerpo humano son los mismos elementos del polvo de la tierra. Lo que consta en el polvo también consta en nuestro cuerpo, debido a que nuestro cuerpo está constituido de polvo. Luego Dios sopló el aliento de vida dentro de ese cuerpo de polvo. Esto quiere decir que Dios creó al hombre con dos elementos. El primer elemento fue el polvo de la tierra y el segundo fue el aliento de vida. Un elemento era físico y el otro era espiritual. El cuerpo físico puede ser tocado y puede ser visto, pero el aliento de vida es invisible e intangible. Cuando Dios sopló el aliento de vida dentro de ese cuerpo de polvo, algo se produjo: un alma viviente. El aliento de vida, al entrar en el cuerpo de polvo, produjo un hombre como alma viviente. Este aliento de vida es el espíritu humano. Proverbios 20:27 nos dice que el espíritu del hombre es la lámpara del Señor. La palabra hebrea traducida “espíritu” en este versículo es la misma que en Génesis 2:7 se traduce “aliento”. Esto nos indica que el aliento que fue soplado en nuestro cuerpo es nuestro espíritu humano. Así pues, en los primeros dos capítulos de Génesis tenemos un cuadro claro de que el hombre fue hecho conforme a Dios, de que él era una copia de Dios, y de que el hombre fue creado con un espíritu humano.

  Ahora debemos preguntarnos por qué Dios creó al hombre a Su propia imagen, haciéndolo una copia de Sí mismo, y por qué Dios creó al hombre con un espíritu. La respuesta a esas preguntas es la economía de Dios. Juan 4:24 nos dice que Dios es Espíritu y que nosotros debemos adorarlo en espíritu. Solamente el espíritu puede adorar al Espíritu. Fue debido a Su economía divina que Dios creó al hombre a Su propia imagen, conforme a Su propia semejanza, con un espíritu para que el hombre le adorase y tuviese contacto con El. La economía divina es llevar a cabo el divino dispensar de Dios en el hombre. Dios creó al hombre a Su propia imagen para poder dispensarse a Sí mismo en el hombre, y Dios creó al hombre con un espíritu para poder dispensarse a Sí mismo en el hombre.

  Un recipiente siempre es hecho en correspondencia con su contenido. Una caja redonda se hace para que contenga algo redondo, mientras que una caja cuadrada se hace para que contenga algo cuadrado. Dios hizo al hombre como una copia de Sí mismo con la intención de que el hombre fuera Su recipiente. En Romanos 9 Pablo nos dijo que Dios creó al hombre como vaso (vs. 21, 23), como recipiente para contener a Dios. Durante siete años y medio, desde que yo tenía veinte años, estuve con unos maestros de la Biblia que tenían mucho conocimiento. Ellos me enseñaron acerca de las dispensaciones, las profecías y las tipologías. Todo esto era muy bueno. Pero ellos nunca me dijeron que Dios hizo al hombre como Su recipiente. Todos necesitamos ver que fuimos hechos para contener a Dios. Cuando yo era niño, asistía a la escuela dominical. Se me habló de la historia de la creación de Dios y de muchos relatos acerca de Jesús, pero nunca se me dijo que yo había sido hecho para contener a Dios. Los maestros cristianos enseñan muchas cosas. Ellos tal vez nos enseñen que debemos amar a nuestro prójimo, que las esposas deben someterse a sus esposos, que los esposos deben amar a sus esposas, que los hijos deben honrar a sus padres, que los padres no deben provocar a sus hijos, que los siervos deben ser fieles y que los amos deben ser bondadosos. A muchos de nosotros se nos enseñó esto en el pasado, pero nunca se nos dijo que fuimos hechos para contener a Dios. ¡Esto es maravilloso! Todos necesitamos tener una verdadera comprensión para poder declarar: “¡Yo soy un recipiente de Dios!” Dios quiere ser nuestro contenido. ¡El Dios que es amor, luz, santidad y justicia es nuestro contenido! Tenemos que ser llenos de El.

  Debemos comprender que Dios es Espíritu. Dios es invisible tal como lo es la electricidad. Edison inventó la bombilla eléctrica para que ésta expresara la electricidad. De la misma manera, las ondas de radio son invisibles, y en esas ondas es posible que haya música japonesa o algún canto en italiano. Dentro de un radio hay un receptor para captar estas ondas que contienen la música o el canto. El hombre es exactamente como un radio con un receptor para recibir al Dios invisible. Un día Dios “sintonizó nuestro espíritu” para que nosotros le recibiéramos a El, quien es el Espíritu invisible. Nuestro espíritu humano es el receptor con el cual podemos recibir “la música celestial”, el Dios invisible. Podemos ejercitar nuestro espíritu, nuestro receptor interior, para captar la transmisión divina celestial del Dios Triuno maravilloso. Cuando cantamos al Señor, cuando oramos e invocamos el nombre del Señor, la “electricidad celestial” entra en nosotros para “enloquecernos” con el disfrute de Cristo. Fuimos hechos como copias de Dios para contenerle a El, y fuimos creados con un espíritu, el cual es el receptor para que podamos recibir a Dios el Espíritu como las “ondas celestiales de radio”.

UN DIOS-HOMBRE, NO UN BUEN HOMBRE

  Cuando yo era joven, hacía todo rápidamente. Hablaba con prontitud, y caminaba de prisa. Cuando uno es una persona rápida, es muy fácil enojarse. Cuando yo quería hacer algo con rapidez y otra persona se demoraba, yo me irritaba. Más tarde, cuando tenía diecinueve años de edad, fui salvo. Luego, mi hermana regresó del seminario donde estaba estudiando. Ella amaba al Señor y quería seguir adelante con el Señor. Me contó que en el seminario había visto muchos cristianos “espirituales”. Me dijo que estos cristianos hacían todo lentamente. Andaban sin prisa, abrían la Biblia despacio, y hablaban pausadamente. Después de oír ese testimonio, yo deseaba ser una persona lenta, y empecé a aborrecer mi rapidez. Luego empecé a imitar a las personas que eran muy lentas. Trataba de tomar mi Biblia lentamente, de andar despacio, y trataba de leer la Biblia lentamente. Pero finalmente mi rapidez surgió de nuevo. Me di cuenta de que yo no era una persona lenta. Que yo tratara de ser una persona lenta, era como si un mono tratara de imitar a un hombre. Tarde o temprano el mono volverá a ser mono.

  Luego, muchos maestros cristianos me enseñaron que yo debía ser paciente, humilde y bondadoso. Se me enseñó que debía ser muy virtuoso. Más tarde, descubrí que yo no podía amar, que no podía ser humilde, y que tampoco podía ser paciente, bondadoso, santo ni justo. Quedé muy decepcionado y luché por un largo tiempo. Un día vi que el hombre nunca podría ser santo. Sólo Dios puede ser santo. No existe la posibilidad de que un pedazo de hierro negro sea oro. Me di cuenta de que lo que Dios quería era entrar en mí para ser mi contenido, para ser mi santidad, para ser mi “oro”. Cuando vi esto y lo comprendí, fue grande mi emoción. Les quería decir a todos que yo tenía a Dios en mí, que Dios era mi contenido. Dios es mi vida, mi santidad, mi amor, mi lentitud y mi todo. Soy un vaso, un recipiente, para contener a Dios y para ser lleno de Dios.

  Yo acostumbraba decir a la gente que mi deseo era ser un buen hombre; pero no pude llegar a serlo. Sin embargo, hoy puedo testificar que no soy un hombre bueno. No sea usted un buen hombre, sino un Dios-hombre. Si quiere usted ser un buen hombre, le aseguro que será un mal hombre. No trate en usted mismo de amar a otros. Cuanto más trate de amar a otros, más terminará por odiarlos. Si trata de ser humilde, terminará por ser orgulloso. Incluso es posible que usted tenga una actitud interior como ésta: “¿Acaso no saben que yo soy muy humilde?” Eso es orgullo e indica que usted está orgulloso de su humildad. Usted tiene que olvidarse de ser un buen hombre.

  En el huerto del Edén había dos árboles, el árbol de vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 2:9). El mal siempre acompaña al bien; el odio, al amor; y el orgullo, a la humildad. Esto no es lo que Dios quiere. Dios quiere vida. Dios no quiere que usted sea un buen hombre; Dios quiere que usted sea un Dios-hombre. Es posible que usted sea un “buen hombre”, pero usted nunca puede ser una expresión de Dios si usted es meramente un buen hombre. Dios hizo al hombre a Su propia imagen con el propósito de que expresara a Dios. Cuando llegamos a ser un Dios-hombre que está lleno de Dios, expresamos a Dios. Un Dios-hombre es una expresión de Dios.

  Tal Dios-hombre, que expresa a Dios, es el representante de Dios. El representa a Dios y tiene la autoridad de Dios sobre todas las cosas. Dios creó al hombre a Su propia imagen para que lo expresara a El, y dio Su dominio al hombre para que el hombre reinara de parte de El (Gn. 1:26). Se requiere un Dios-hombre, no un buen hombre para expresar y representar a Dios. La imagen de Dios es para que lo expresemos, y el dominio de Dios es para que lo representemos. Tenemos a Dios mismo en nuestro espíritu, y podemos llenarnos con Dios y estar llenos de Dios para expresarlo y representarlo a El en nuestra calidad de Dios-hombres. Este es el dispensar de Dios mismo en nosotros conforme a la economía divina.

COMER EL ARBOL DE LA VIDA

  Después de que Dios creó al hombre a Su imagen, con un espíritu para contenerle, puso a este hombre frente al árbol de vida y le ordenó que se guardara de comer del árbol equivocado, es decir, del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 2:16-17). Dios quería que el hombre comiera del árbol de la vida. En el Evangelio de Juan vemos que el Señor es la vid (Jn. 15:1) y que El es la vida (Jn. 14:6). Al acoplar estos dos asuntos, vemos que Jesús es el árbol de la vida. El es el árbol y El es la vida, así que El es el árbol de la vida. Tenemos que recibirlo con nuestro espíritu, y podemos recibirlo por medio de comerle y beberle. Nos dijo que El es el pan de vida que nosotros hemos de comer. Comiéndolo a El podemos vivir por El (Jn. 6:57). Además, El es el agua viva que podemos beber (Jn. 4:14; 7:37-38).

  ¿Qué significa comer a Jesús y beber de El? Es precisamente que Dios se dispense a Sí mismo en nuestro ser. Dios creó al hombre a Su propia imagen y con un espíritu, para que el hombre le recibiera. Cuando el hombre fue creado, no tenía a Dios dentro de sí. El hombre era simplemente un recipiente vacío. Adán estaba vacío sin tener a Dios en él, así que Dios lo puso frente al árbol de vida. Adán era un recipiente vacío, hecho para contener a Dios como vida. El necesitaba recibir a Dios dentro de sí para que Dios fuera su vida, su suministro de vida y su contenido. Del mismo modo es necesario que Dios sea nuestro contenido, nuestra vida y nuestro suministro de vida. No debemos recibir el árbol indebido. El Señor le advirtió a Adán que si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal, ciertamente moriría. Necesitamos recibir dentro de nosotros lo que es apropiado, y lo que es apropiado para nosotros es el árbol de la vida. El árbol de la vida indica que Dios quiere ser nuestra vida. Tenemos que recibirle por medio de comerle. Si comemos a Cristo como el árbol de la vida, estamos recibiéndole dentro de nuestro ser para que sea nuestro suministro de vida, y ya no estemos vacíos. Dios será nuestro contenido.

  Génesis 1 y 2 nos describe un cuadro de la creación de Dios, que nos muestra la economía divina. Aun en la creación hay un cuadro del deseo de Dios de dispensarse a Sí mismo dentro del hombre que El creó. Debo testificar que mi única carga y mi único interés es la economía de Dios. Dios quiere dispensarse a Sí mismo dentro de nosotros para hacernos Dios-hombres, no buenos hombres. Un cristiano no es meramente un buen hombre sino un Dios-hombre. Fuimos hechos a la imagen de Dios y con un espíritu para recibir a Dios dentro de nosotros como nuestra vida, nuestro suministro de vida, y como nuestro todo para que El sea nuestro propio contenido a fin de que seamos Dios-hombres.

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