
Lectura bíblica: Gn. 2:8-14, 18-24; Sal. 46:4-5; 36:8
Los capítulos uno y dos de Génesis son sin duda un relato de la creación de Dios. Pero como hemos visto, estos dos capítulos no sólo conllevan la idea de la creación de Dios. Después de recibir luz, podemos ver que algo mucho mayor es trasmitido en esta parte de la Palabra. El asunto crucial trasmitido en Génesis 1 y 2 es la economía divina. Es fácil comprender cómo Dios creó los cielos y la tierra, pero no es tan fácil entender por qué Dios creó al hombre a Su propia imagen, por qué creó al hombre con un espíritu humano, y por qué, después de que creó al hombre, lo puso frente al árbol de la vida. Estos son tres puntos cruciales: la imagen de Dios, el espíritu del hombre y el árbol de la vida. Para comprender Génesis 1 y 2 debemos comprender estos puntos maravillosos, cruciales y vitales.
Cuando veamos la economía divina, nos daremos cuenta de que Dios creó al hombre a Su imagen a fin de poder dispensarse a Sí mismo en el hombre. Dios también creó al hombre con un espíritu a fin de poder dispensarse a Sí mismo en el hombre. Finalmente, Dios puso al hombre frente al árbol de la vida a fin de que el hombre pudiera recibirle como vida dentro de su ser. En los primeros veinte años de mi estudio de la Biblia, no vi esto. Para mí, Génesis 1 y 2 eran meramente una historia de la creación. No podía comprender el significado de la imagen de Dios, del espíritu del hombre y del árbol de la vida. Hace cerca de cuarenta años empecé a ver el árbol de la vida, la imagen de Dios y el espíritu del hombre. Después de haber visto todos estos asuntos en Génesis 1 y 2, estaba un poco fuera de mí. Es necesario que comprendamos que tenemos la imagen de Dios. Nos parecemos a Dios. También tenemos un espíritu para recibir a Dios como nuestra vida. Todo esto es para la economía de Dios de dispensarse a Sí mismo en nosotros. Este es el pensamiento principal en Génesis 1 y 2.
Génesis 2:8 nos dice además que Dios plantó un huerto. El huerto que Dios plantó estaba en Edén, que significa deleite o placer. Dios puso al hombre en un ambiente de placer y deleite, lleno de disfrute. Dios puso al hombre en este huerto y lo puso frente al árbol de la vida. Esto indicaba que Dios quería que el hombre le recibiera dentro de sí para ser la vida del hombre. El Dios agradable quería entrar en el hombre para ser la agradable vida del hombre.
Además del árbol de la vida, el cuadro en Génesis 2 nos muestra que también hay un río, el cual salía de Edén para regar el huerto (v. 10). Un ambiente donde hay árboles y un río, es un ambiente agradable, con vida. La vida está en el árbol, y la vida fluye en el agua. Dios puso al hombre frente al árbol de la vida, y además de este árbol fluye un río. Hasta aquí, hemos visto a un hombre hecho a la imagen de Dios, con un espíritu humano que puede recibir a Dios. Ahora bien, este hombre está frente al árbol de la vida, al lado de un río. Este árbol era “delicioso a la vista, y bueno para comer” (2:9). Debemos ver el cuadro en Génesis 2 en el cual vemos a un hombre que tiene la imagen de Dios, con un espíritu humano para recibir a Dios, puesto frente a un árbol floreciente, verde y lleno de vida, y puesto al lado de un río de agua corriente.
Dondequiera que hay vida eterna, ahí existe siempre el fluir del agua viva. Juan 6 nos muestra que Jesús es el pan de vida (v. 35) que contiene las riquezas de vida para que nosotros comamos (v. 57). Luego Juan 7 nos dice que del interior de todo aquel que cree en Jesús y recibe Su vida, correrán ríos de agua viva (v. 38). En Juan 6 tenemos el pan de vida con las riquezas de vida, y en Juan 7 tenemos los ríos que fluyen con agua viva. Estos dos capítulos nos muestran que cuando recibimos la vida divina, esta vida fluye en nuestro ser como un río de agua viva. Esto es el significado del árbol de vida y del río en Génesis 2.
En la corriente del río había oro, bedelio y ónice (v. 12). El bedelio es una especie de perla, sin embargo no es producido por las ostras del océano. Es una especie de perla producida de la secreción de un árbol. Cuando la resina del árbol, la secreción de vida del árbol, la savia del árbol, se solidifica, esta goma es considerada como una perla transparente. El bedelio es una perla producida por la vida vegetal, no por la vida animal. El ónice es una piedra preciosísima. El cuadro en Génesis 2 nos muestra el árbol de la vida, un río, y en la corriente de este río hay oro, perlas de la vida vegetal, y ónice. Necesitamos preguntarnos cuál es el significado de este cuadro.
Pablo nos dijo en 1 Corintios 3 que él puso el fundamento único, que es Jesucristo, pero que ahora debemos tener cuidado cómo edificamos sobre este fundamento (vs. 10-11). Tenemos que edificar sobre este fundamento con oro, plata y piedras preciosas (v. 12). En Génesis 2 hay oro, bedelio y ónice, y en 1 Corintios 3 Pablo habla de oro, plata y piedras preciosas. Para edificar la iglesia se necesita oro, plata y piedras preciosas. Al final de la Biblia, en el libro de Apocalipsis, la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, está edificada de tres cosas: oro, perlas y piedras preciosas (Ap. 21:18-21). En Génesis, 1 Corintios y Apocalipsis, en cada una de estas tres porciones de la revelación divina, hay tres materiales. El oro y las piedras preciosas se mencionan en estos tres libros. Pero el segundo material en Génesis es bedelio, en 1 Corintios, plata, y en Apocalipsis, perlas.
Es significativo que se enumeren tres cosas. El número tres tiene un significado espiritual en la Biblia. El número tres denota al Dios Triuno, y también denota la resurrección en el tercer día. Por lo tanto, el número tres en la Biblia denota al Dios Triuno en resurrección. Los judíos y los musulmanes creen en Dios. Ellos creen en el Dios que creó el universo, y nosotros también creemos en Dios. Los judíos y los musulmanes creen en el Dios de la creación, pero nosotros creemos no sólo en el Dios de la creación, sino también en el Dios que está en resurrección. El Dios en el que nosotros creemos no sólo es el Dios creador, sino también el Dios en resurrección. Esta es una gran diferencia. El Dios de la creación nunca se hizo hombre. Pero el Dios Triuno en resurrección se hizo hombre, vivió en la tierra como hombre, pasó por la muerte, y fue resucitado. Nuestro Dios no sólo es el Dios de la creación, sino el mismo Dios que se hizo hombre, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, murió en la cruz y fue resucitado. Hoy día El es el Dios Triuno mismo —el Padre, el Hijo y el Espíritu— en resurrección. El Dios de la creación creó el universo, pero el Dios en resurrección nos regenera y nos transforma para hacer que seamos una nueva creación. Como el Dios de la creación, El nos creó, pero como el Dios en resurrección, El nos regenera y nos transforma para hacer que seamos una nueva creación. Antes éramos la vieja creación, pero ahora somos una nueva creación en resurrección.
Adán fue hecho por Dios, del polvo de la tierra. El era un hombre de polvo puesto frente al árbol de la vida. Nosotros también somos hombres de polvo, pero por medio de participar de Cristo como el árbol de la vida, el río de agua de vida fluirá dentro de nosotros y nos transformará en materiales preciosos para el edificio de Dios. Espiritualmente, estamos siendo transformados de hombres de polvo en hombres de oro. En el capítulo anterior vimos que Dios no desea que seamos buenos hombres sino Dios-hombres. No sólo necesitamos ser Dios-hombres sino también hombres de oro. Como cristiano, uno debe ser un Dios-hombre y un hombre de oro. En la Trinidad divina están el Padre, el Hijo y el Espíritu. El oro representa la naturaleza del Padre; el bedelio y las perlas representan el producto del Hijo, el segundo de la Trinidad; y el ónice, la piedra preciosa, representa al tercero de la Trinidad, el Espíritu.
Ya hemos señalado que el bedelio es una perla producida de la vida vegetal y no de la vida animal. El derramamiento de sangre de la vida animal era necesario para la redención, pero la vida vegetal no conlleva ninguna idea de redención. En Génesis 1 y 2 el pecado no había venido aún, y el hombre aún no había caído. Por lo tanto, no había necesidad de redención, pero de todos modos existía la necesidad de la secreción del jugo de vida. Así que, el bedelio significa que el Hijo de Dios tenía que ser un árbol que fuera quebrantado a fin de que secretara Su savia de vida para producir el bedelio. En la Biblia la vida vegetal representa la vida que produce, que se multiplica y que se propaga.
Cuando el Señor murió en la cruz, El fue quebrantado. Un soldado traspasó Su costado con una lanza, y salió sangre y agua (Jn. 19:34). Dos cosas salieron del costado del Señor: sangre para la redención y agua para la secreción de vida. En Génesis 2 sólo había necesidad de la secreción de vida. No había necesidad de derramamiento de sangre en Génesis 2, porque no existía pecado. En Juan 19, del costado del Jesús quebrantado salió sangre para la redención, la cual trata con los pecados (Jn. 1:29; He. 9:22) a fin de adquirir la iglesia (Hch. 20:28), y salió agua para la secreción del jugo de vida, para impartir vida, la cual trata con la muerte (Jn. 12:24; 3:14-15) a fin de producir la iglesia (Ef. 5:29-32).
La plata representa al Cristo redentor con todas las virtudes de Su persona y de Su obra. Hoy en día el Hijo de Dios es representado en el edificio de Dios por la plata. El bedelio sólo conllevaba la idea de la secreción de vida, pero la plata sí conlleva la idea de redención, la cual incluye el derramamiento de sangre y la secreción de vida.
En la consumación de la Biblia no hay bedelio ni plata sino perlas. Las perlas son producidas por la vida animal de la ostra. Las perlas implican al máximo el pensamiento de redención y el pensamiento de la secreción de vida. Las perlas son producidas por las ostras en las aguas de muerte. Cuando la ostra es herida por un grano de arena, la ostra segrega su secreción de vida alrededor del grano de arena y lo convierte en una perla preciosa. En la eternidad futura, todavía se nos recordará que el Hijo de Dios entró en las aguas muertas como Aquel que vive, la ostra, y que fue crucificado, siendo herido por nosotros para redimirnos y para secretar Su vida sobre nosotros a fin de hacer que seamos perlas preciosas para la edificación de la expresión eterna de Dios.
El árbol de vida representa a Cristo como nuestra vida, recibido dentro de nosotros. Luego el Espíritu, como el río de agua de vida, fluye dentro de nosotros. El resultado de este fluir es que nosotros somos transformados en materiales preciosos. En el sentido espiritual, el oro, el bedelio y el ónice representan la transformación. La vieja creación es transformada para llegar a ser la nueva creación. El Señor quiere transformarnos de hombres de polvo en hombres de oro con bedelio y ónice. Tenemos que creer que el Señor ha agregado cierta cantidad de oro, de bedelio o plata, y de ónice dentro de nuestro ser. Esto no sólo es creación, sino transformación en resurrección por el Dios Triuno. Debemos alabar y agradecer al Señor por la transformación hecha por el Dios Triuno en resurrección. Esto es la economía de Dios. El árbol de vida, el río, el oro, el bedelio y el ónice tienen como finalidad la economía de Dios. Esto es dispensar al Dios Triuno en el hombre que El creó.
La consumación máxima y final de la economía eterna de Dios es la Nueva Jerusalén, el edificio eterno de Dios, edificado de materiales transformados, es decir, de oro, perlas y piedras preciosas, por medio del dispensar del Dios Triuno en Su pueblo escogido y redimido. Espero que dediquemos un poco de tiempo para orar-leer los versículos y la comunión presentados en este capítulo, hasta que asimilemos todos estos puntos. Debemos adorar al Señor porque El es el árbol de la vida y el Espíritu vivificante como el río de agua de vida que fluye dentro de nosotros. Gracias al Señor que ahora El está transformándonos en oro, bedelio y ónice. Después de algunos años, muchos de nosotros poseeremos más del Dios Triuno como oro, bedelio y ónice, y la vida de la iglesia será un testimonio firme del Dios Triuno en resurrección.