
Lectura bíblica: 1 Co. 15:45b; Jn. 12:24; 14:20; Ef. 2:6; 1 P. 1:3; Ef. 1:19-23; Gn. 2:21-24; Ef. 5:30-32
Hay cuatro puntos principales relacionados con Cristo en Su economía divina, los cuales son: Su encarnación, Su vivir humano, Su muerte y Su resurrección. Si nosotros entendemos estos cuatro puntos principales de Cristo, comprenderemos que tales puntos del proceso de Cristo tienen como finalidad la economía divina. Ya hemos visto que la finalidad de Su encarnación, Su vivir humano y Su muerte todo-inclusiva es la economía de Dios. En este capítulo veremos que Su resurrección también es para la economía de Dios.
Cuando el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que iba a morir, ellos se turbaron y se decepcionaron. Ellos pensaban que si el Señor sufriese y moriese todo se acabaría. Pero cada vez que el Señor les habló de Su muerte, también les habló de Su resurrección. Por lo menos tres veces el Señor Jesús les dijo lo mismo (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:18-19). Ellos solamente captaron la idea de Su muerte, pero no la de Su resurrección. Finalmente, el Señor les dijo que El era un grano de trigo (Jn. 12:24).
Por lo general, la gente no tiene el concepto de resurrección, pero en la creación de Dios podemos ver en operación el principio de resurrección. Cuando un grano de trigo es sembrado en la tierra, muere allí. Pero esa muerte no es el final. Esa muerte lleva a algo más, a resurrección. Si uno entierra una piedrecita, no crecerá. Pero si uno siembra un grano de trigo en la tierra, morirá y crecerá, y ese crecimiento es la resurrección. Cuando crece, produce y genera muchos granos, y esos granos son la liberación, la reproducción, la multiplicación y el aumento de ese único grano. Tal vez consideremos el asunto de que un grano de trigo que caiga en tierra y muera, es algo común, pero el principio que se ve aquí, no es común. El Señor Jesús usó esto como figura de Su muerte, de Su resurrección y de Su reproducción. Esta reproducción es el dispensar de la vida divina. La reproducción del grano de trigo es dispensar en muchos granos la vida de ese único grano.
Muy pocas personas ven que la resurrección de Cristo es un dispensar de vida. La mayoría de los cristianos sólo ven que la resurrección de Cristo es la victoria de Cristo. La muerte no puede retener a Cristo. El vence la muerte, la tumba y el Hades. Pero es difícil encontrar un himno que nos diga que la resurrección de Cristo dispensa vida. La resurrección de un grano de trigo es un dispensar de vida. La vida sólo estaba en Cristo como el único grano, pero después de morir y resucitar, Su vida fue dispensada a muchos granos.
Antes de que el Señor muriera y resucitara, la vida divina solamente estaba en El. Jesús era la única persona que tenía la vida divina. Los discípulos estaban alrededor de El, pero ellos no tenían la vida eterna en su interior. Sin embargo, Jesús tenía la manera de dispensar Su vida divina en Pedro, en Juan, en Jacobo, en Andrés y en los demás discípulos. La manera era que El muriera y resucitara. Por medio de la resurrección, la vida divina que está en Jesús es dispensada en todos Sus discípulos. Antes de la muerte de Cristo, Jesús era el único grano. Los discípulos no eran granos. Pero El quería que todos Sus discípulos llegaran a ser granos. ¿Cómo podría hacerse esto? Nunca podría hacerse por medio de enseñanza. Juan 1:4 nos dice que en Jesús estaba la vida. La vida estaba en El porque El era Dios. En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios (Jn. 1:1). En El estaba la vida. Exteriormente Jesús y Sus discípulos eran iguales. Pero lo que los diferenciaba era esto: en Jesús estaba la vida. En Pedro no había vida; en Jacobo no había vida; en Juan no había vida; en Andrés no había vida; ni la había en los demás discípulos. Jesús era el único grano que tenía la vida eterna. Como el único grano de trigo El murió y después brotó para producir muchos granos. Por medio de brotar así, la vida que estaba dentro de El fue dispensada en todos los discípulos para hacer de cada uno de ellos un grano. Ahora podemos ver lo que es la resurrección. La resurrección es el dispensar de vida. Esta es una nueva expresión que no debemos olvidar: la resurrección de Cristo es el dispensar de vida. Esta vida es la vida divina, la vida de Dios.
Hemos visto que el Señor Jesús en calidad de Dios-hombre murió como el Cordero de Dios, como un hombre en la carne, como el postrer Adán, como la serpiente de bronce, como el Primogénito de toda creación y como el Pacificador. La muerte del Señor en la cruz en estos aspectos no era para dispensar vida. Sólo Su muerte en la cruz como el grano de trigo era para el dispensar de vida. Si un grano de trigo no muere, sigue siendo un solo grano. Pero si muere, crecerá para producir muchos granos. Esto es el dispensar de vida. El Señor Jesús murió en la cruz no sólo para eliminar todas las cosas negativas que hay en el universo, sino que también murió en la cruz en un aspecto positivo para liberar Su vida divina. Así que, existen el aspecto redentor de la muerte del Señor y el aspecto de Su muerte que libera la vida.
Cuando El estaba muriendo, dos substancias salieron de Su costado traspasado: sangre y agua. La sangre es señal de Su redención, y el agua es señal de Su liberación de vida. El murió para efectuar la redención, y murió para liberar Su vida divina. Ahora tenemos la sangre redentora y al Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b), el cual es representado por el agua. Gracias al Señor por la sangre y por el agua viva. La muerte del Señor lleva a resurrección. El murió para vivir. Antes del Señor Jesús ningún hombre había muerto para vivir. Esto se debe a que ninguno tenía la vida divina dentro de sí. Cuando ellos murieron, eso fue su terminación. Pero Jesús tenía la vida divina en Su interior, así que Su muerte fue la liberación de esa vida. El murió para vivir, y la liberación de Su vida produjo muchos granos.
Cuando el Señor Jesús les dijo a los discípulos que iba a morir, ellos se decepcionaron. Pero El continuó hablándoles más y más. Antes de Su muerte, les habló un largo mensaje que consta de tres capítulos: del capítulo catorce al capítulo dieciséis de Juan. En estos tres capítulos el pensamiento central se encuentra en el versículo 20 del capítulo catorce: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. “Aquel día” se refiere al día de la resurrección del Señor (Jn. 20:19). En el día de la resurrección del Señor, los discípulos conocerían tres dimensiones de “estar en”: Yo estoy en el Padre, vosotros en Mí, y Yo en vosotros.
El Señor Jesús ya les había dicho a los discípulos que El estaba en el Padre y que el Padre estaba en El (14:10-11). Además les dijo que El y el Padre eran uno (Jn. 10:30). Fue por medio de Su resurrección que los discípulos entraron en la misma realidad de que el Padre estaba en ellos, de que ellos estaban en el Padre y de que el Padre y ellos eran uno. En aquel día los discípulos conocerían que el Señor estaba en Su Padre y que ellos estaban en El. Ya que el Señor estaba en el Padre y que ahora ellos estaban en El, ellos estaban también en el Padre. Mientras ellos estuvieran en El, ellos estaban en el Padre porque El está en el Padre. Estar en el Señor es estar en el Padre. Cuando el Señor entra en nosotros (“Yo en vosotros”), el Padre entra en nosotros. El está en nosotros, así que el Padre también está en nosotros (Jn. 14:23). En Juan 14:20 el Señor dice que conoceremos esto “en aquel día”. Ya estamos en “aquel día”; así que todos tenemos que declarar que conocemos este hecho maravilloso. Todos tenemos que declarar que estamos en el Señor y en el Padre, y que el Señor y el Padre están en nosotros. Esto significa que el Señor, nosotros y el Padre moramos el uno en el otro y que estamos mezclados.
Nosotros estamos en el Señor, en el Padre y también en resurrección. Cuando estamos en resurrección, estamos en el Señor y en el Padre, y el Señor y el Padre están en nosotros. La resurrección es una persona, y esta persona es Jesucristo, el Hijo de Dios (Jn. 11:25). El Señor Jesús le dijo a Marta que El era la resurrección y la vida. Para nosotros El no sólo es vida sino también resurrección. Esto no debe ser meramente una doctrina para nosotros, más bien, debemos tener la visión de que en resurrección nosotros estamos en el Señor y en el Padre, y el Señor y el Padre están en nosotros.
Efesios 2:6 dice: “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Nosotros los creyentes fuimos resucitados juntamente con Cristo. Cuando Cristo resucitó, todos fuimos resucitados. En realidad, nosotros fuimos resucitados en Cristo antes de haber nacido, hace cerca de dos mil años. A los ojos de Dios, en Adán, todos caímos hace seis mil años, y ante Dios, todos fuimos resucitados en Cristo hace dos mil años. Esto no es conforme a las matemáticas humanas, sino que es la forma de calcular de Dios. Debido a que esta resurrección es el dispensar de vida, 1 Pedro 1:3 nos dice que fuimos regenerados “por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Conforme a la forma de calcular de Dios, nosotros fuimos regenerados, es decir, nacimos de nuevo, antes de haber nacido. Antes de haber pasado por nuestro primer nacimiento, ya habíamos nacido de nuevo. Estas son las matemáticas de Dios. Cuando fuimos resucitados juntamente con Cristo, fuimos regenerados con la vida divina. Cuando fuimos resucitados con Cristo, la vida divina fue dispensada en nosotros, y así fuimos regenerados en la resurrección de Cristo. Esto nos muestra de nuevo que la resurrección es el dispensar de vida.
Efesios 1:19-23 nos dice que cuando Cristo fue resucitado, el poder que lo levantó era supereminente en gran manera. Ese poder sobrepasa todo. Sobrepasa a la tumba, al Hades y a la muerte. Tal poder grande y supereminente lo exaltó a los cielos, sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a fin de producir la iglesia. De esta manera la iglesia es el producto de la supereminente resurrección de Cristo. Cuando fuimos regenerados hace dos mil años, la iglesia también fue producida. Si habláramos con otros acerca de estas cosas, pensarían que somos soñadores. En realidad, no somos soñadores, sino que estamos hablando de asuntos de otro universo. Este universo no es el universo natural, sino el universo de la resurrección. No pertenecemos al universo de la naturaleza, sino al universo de la resurrección. La iglesia es el producto de la resurrección de Cristo, el resultado del dispensar de vida. La iglesia no es natural en absoluto, es puramente un asunto en resurrección. Cuando vivimos por nuestra vida natural de una manera natural, dejamos de ser la iglesia porque la iglesia es absolutamente un asunto en resurrección.
La iglesia no fue creada por Dios sino que fue resucitada por Dios. En Génesis 2 Dios no creó a Eva; El solamente creó a Adán. Adán fue creado, pero Eva fue resucitada. Adán fue creado por Dios, pero Dios no creó una esposa para él. Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán (Gn. 2:21). En la Biblia el sueño significa la muerte (1 Ts. 4:13; Jn. 11:11-14; 1 Co. 11:30). Luego Dios abrió el costado de Adán y tomó una de sus costillas e hizo de esa costilla una esposa para Adán. Cuando Adán despertó, vio una esposa. Esta esposa no fue producto de creación sino de resurrección. Algo vivo salió de Adán y eso era Eva. Dios usó la costilla de Adán para hacer una esposa. Esta esposa no fue creada sino hecha en resurrección, y, conforme a Efesios 5, esta esposa es figura de la iglesia. La iglesia no fue creada por Dios sino que es algo que fue resucitado de Cristo.
Al igual que Adán, Cristo fue “puesto a dormir” en la cruz y Su costado fue abierto. Del costado traspasado del Señor salió sangre y agua. La sangre es para la redención, para resolver el problema de la caída. La costilla que salió del costado de Adán representa la vida eterna e inquebrantable, y el agua que fluyó del costado del Señor también representa la vida eterna. El hueso de Adán tipifica la vida divina, la cual también es representada por el agua que fluyó del costado de Cristo. Ninguno de los huesos del Señor fue quebrado en la cruz (Jn. 19:36). Esto significa que Su vida divina no puede ser quebrantada. Su vida física fue inmolada, pero nada pudo quebrantar Su vida divina, la cual fluye de El para producir la iglesia. De la costilla, Dios hizo una esposa, y del agua que fluyó, Dios produjo la iglesia. Así que, la iglesia no es una entidad creada por Dios sino una producida en la resurrección de Cristo. Ya que la iglesia es totalmente un asunto en resurrección, debemos abandonar toda manera natural de hacer las cosas, y debemos abandonar nuestra vida natural.
La iglesia está en resurrección, y la iglesia es uno con Cristo así como Eva llegó a ser uno con Adán. Los dos se hicieron una sola carne, y Cristo y la iglesia se han hecho un solo espíritu (1 Co. 6:17). Pablo se refiere al asunto de Cristo y la iglesia como el gran misterio (Ef. 5:32). La iglesia como el misterio de Cristo (Ef. 3:4) es el resultado del dispensar de la vida divina. Por medio de la supereminente resurrección de Cristo, la vida de Dios en Cristo ha sido dispensada en todos Sus creyentes, produciendo así la iglesia. ¡Alabado sea el Señor por la resurrección de Cristo, por medio de la cual fuimos regenerados y la iglesia fue producida!