
El contenido de este libro de cuarenta y cuatro capítulos consiste en cincuenta y un mensajes dados por el Hermano Witness Lee durante el año 1984 en Stuttgart, Alemania y varias localidades en los Estados Unidos. El hermano Lee nos ha dicho que lo presentado en este tomo es la consumación de lo que el Señor nos ha mostrado en Su recobro. También nos ha dicho que la tabla en las páginas 10 y 11 es el extracto y la siega final de sus cincuenta y nueve años de estudio del Nuevo Testamento.
Por medio del ministerio de nuestro hermano, quien comenzó abriendo la Palabra a nosotros en los Estados Unidos desde 1962, hemos sido ayudados a comprender que la única cosa que se debe enfocar, subrayar y ministrar en el recobro del Señor es la economía neotestamentaria de Dios. Hemos visto que la oikonomía, la economía, de Dios (1 Ti. 1:4), es la administración de la casa de Dios, Su dirección de la casa, Suplan de distribuirse o impartirse en (dentro de) Su pueblo escogido, redimido y regenerado como su vida y su todo para producir algo único en el universo, el Cuerpo de Cristo, que es Su expresión corporativa como los candeleros de oro en esta edad y finalmente como la Nueva Jerusalén por la eternidad. El Dios Triuno se imparte en Su totalidad dentro de nosotros, Su Cuerpo, al ser corporificado el Padre en el Hijo, y al ser realizado y consumado el Hijo como el Espíritu, alcanzándonos por medio de siete pasos principales, para nuestra experiencia, nuestro disfrute y nuestra edificación. El contenido de esta economía divina es una Persona maravillosa y todo-inclusiva. Esta Persona es el Dios Triuno procesado y consumado: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Nuevo Testamento es una narración completa de la revelación maravillosa de la economía neotestamentaria de Dios.
Que el Señor suministre ricamente Su gracia a nosotros para que veamos, poseamos y ministremos tal revelación. Que también nos preserve el Señor de cualquier enseñanza o práctica, por muy “bíblica” que sea, que nos distraiga de este asunto básico, crucial y central: la economía neotestamentaria de Dios.
febrero, 1986 Benson Phillips Irving, Texas
En la primera sección, los cuatro Evangelios, esta Persona maravillosa fue revelada como el Hijo de Dios viniendo con el Padre y por el Espíritu para ser la corporificación del Dios Triuno en Jesucristo como el tabernáculo de Dios y como el templo de Dios, y viviendo la vida de Dios a fin de desarrollarse para ser el reino de Dios. Esto se encuentra en los Evangelios como la iniciación.
El Dios Triuno es revelado en el Nuevo Testamento primero como el Hijo de Dios en Su humanidad, Jesucristo. Debemos comprender, sin embargo, que al venir el Hijo, no vino solo, dejando al Padre en el trono. Esta es una idea errónea en la enseñanza del triteísmo. Los que tienen este concepto usan Mateo 3:16-17 como una base para su creencia. En estos versículos el Hijo subió del agua, el Espíritu descendió sobre el Hijo y el Padre habló en cuanto al Hijo. Está claro que estos versículos demuestran que el Padre, el Hijo y el Espíritu existen simultáneamente. Los triteístas, sin embargo, dan demasiado énfasis al lado de los tres en la Trinidad, y consideran al Padre como un Dios, al Hijo como otro Dios y al Espíritu como un tercer Dios. Muchos de nosotros tuvimos este concepto de que hay tres Dioses, o incluso ahora lo mantenemos, inconsciente o subconscientemente.
El Nuevo Testamento revela que cuando vino el Hijo de Dios, vino con el Padre (Jn. 8:29; 16:32). El Hijo decía que nunca estaba solo en esta tierra, porque el Padre estaba con El todo el tiempo. El Hijo estaba con el Padre y por el Espíritu. Mateo 1:18 y 20 nos dice que María “fue hallada teniendo del Espíritu Santo en el vientre” (lit.) y “lo que en ella es engendrado (generado), del Espíritu Santo es” (lit.). El Espíritu Santo fue la propia esencia divina que constituyó la concepción de Jesús. El que nació de la virgen María y fue llamado Jesús tenía la esencia divina en Su ser; ésta fue la razón por la cual El nació no meramente como un hombre sino como el Dios-hombre. Era el Dios completo y el Hombre perfecto porque la esencia divina era Su misma constitución. Por lo tanto, el Hijo vino en la carne con el Padre y por el Espíritu.
También, el Hijo con el Padre por el Espíritu vino para ser la corporificación del Dios Triuno (Col. 2:9). Esta Persona es el Dios Triuno corporificado. No consideren que el Hijo pudiera estar solo, separado del Padre o del Espíritu. Conforme a la revelación entera de la Biblia, el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten y son coinherentes desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Coexistir significa existir juntos al mismo tiempo, pero ser coinherentes significa existir uno dentro del otro, o sea morar el uno en el otro. Cuando le dijo el Señor Jesús a Felipe que El estaba en el Padre y que el Padre estaba en El, hablaba de ser coinherentes. Es fácil demostrar la coexistencia de tres cosas. Sin embargo, es más difícil demostrar la coinherencia de tres cosas. ¡Qué maravilloso es que los tres de la Deidad coexistan y sean coinherentes desde la eternidad hasta la eternidad!
Cuando Jesús andaba en esta tierra, El no estaba separado del Padre, habiendo dejado al Padre en el cielo, y El no estaba separado del Espíritu, habiendo dejado al Espíritu como una paloma que volaba en el cielo. El era el Hijo que vivía en Su humanidad con el Padre y por el Espíritu. El Hijo con el Padre y por el Espíritu es la corporificación del Dios Triuno en Jesucristo. Se confirma esto con Colosenses 2:9 que dice: “Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. La Deidad es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Toda la plenitud de la deidad triuna habitaba corporalmente en este Hombre Jesucristo, así que este Hombre era la corporificación del Dios Triuno como el Hijo, con el Padre y por el Espíritu.
Esta corporificación del Dios Triuno es el tabernáculo de Dios y también el templo de Dios. En el Antiguo Testamento, tanto el tabernáculo como el templo eran tipos de Jesucristo. Juan 1:14 nos dice que el Verbo se hizo carne y tabernaculizó entre nosotros. Esto indica que la humanidad de Jesús era un tabernáculo para corporificar a Dios. Además, en Juan 2:19 y 21 el Señor nos dijo que Su cuerpo era el templo de Dios. Esta corporificación del Dios Triuno también vivió la vida de Dios. El no vivió la vida de ninguna otra cosa. El no vivió la vida de un ángel o de un buen hombre. El vivió la vida de Dios porque El era la corporificación de Dios. El no podía vivir ninguna otra vida, y no debía haber vivido ninguna otra vida. El tenía que vivir la vida única de Dios para que la expresión de Dios se desarrollara para ser el reino de Dios. Los cuatro Evangelios nos revelan la Persona del Hijo de Dios, Jesucristo, y también nos revelan que la vida que vivía esta Persona era la vida de Dios. Los cuatro Evangelios también nos remiten frecuentemente al reino de Dios. Muchos de nosotros no comprendemos a fondo lo que es el reino. El reino de Dios es una Persona (Lc. 17:21) y el desarrollo de esta Persona maravillosa (Mr. 4:3, 26).
Todo esto se encuentra en los cuatro Evangelios como la iniciación. La palabra iniciación significa tener un comienzo que introduce toda la situación a una esfera nueva. En los cuatro Evangelios hay un comienzo nuevo, una era nueva y una dispensación nueva. Los Evangelios son una iniciación para introducir toda la situación a una esfera nueva. Los Evangelios hablan del Hijo que vive la vida de Dios con el Padre por el Espíritu para ser la corporificación del Dios Triuno en Jesucristo como el tabernáculo de Dios y el templo de Dios a fin de desarrollarse para ser el reino de Dios.
La segunda sección es de los Hechos a Judas. Lo que se revela aquí es el Espíritu. El Hijo que se hizo carne murió y resucitó y se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). En estos veintidós libros este Espíritu vivificante es como el Hijo y con el Padre. En los cuatro Evangelios la Trinidad era el Hijo con el Padre por el Espíritu, pero en estos veintidós libros la Trinidad es el Espíritu como el Hijo y con el Padre. Esta es la consumación del Dios Triuno en la iglesia como el Cuerpo de Cristo, el templo de Dios, el reino de Dios y la casa de Dios, que vive a Cristo hasta la plenitud de Dios. La plenitud de Dios significa la expresión de Dios en su totalidad. Después de Su muerte y resurrección, el Señor Jesús llegó a ser el Espíritu como el Hijo y con el Padre para ser la consumación del Dios Triuno, no solamente en una Persona, Jesucristo, sino en la iglesia como el Cuerpo de Cristo, el templo de Dios, el reino de Dios y la casa de Dios. Esta es una Persona corporativa, y esta Persona corporativa vive a Cristo para la plenitud de Dios, la expresión de Dios en su totalidad. Esto es el desarrollo de la iniciación en los Evangelios, el cual se encuentra en los veintidós libros de los Hechos a Judas. Hoy día estamos en este desarrollo.
La segunda sección del Nuevo Testamento todavía habla de la misma Persona, pero en una etapa más avanzada. En los cuatro Evangelios podemos ver cómo Dios, el Triuno, se encarnó, es decir se manifestó en la carne. El Dios completo, el Dios de la Trinidad, se hizo carne y vivió en esta tierra por treinta y tres años y medio. El murió en la. cruz por nuestros pecados para efectuar una redención plena para nosotros, y fue resucitado. Primera Corintios 15:45b nos dice claramente que el postrer Adán, Jesucristo, se hizo un Espíritu vivificante por medio de la muerte y la resurrección. En el día de Su resurrección, regresó a Sus discípulos como el Espíritu, el “Cristo neumático”.
Con un cuerpo resucitado el Señor (Lc. 24:37-40; 1 Co. 15:44) entró al cuarto donde estaban los discípulos, estando la puerta cerrada. El estuvo allí con un cuerpo resucitado porque les mostró Sus manos y Su costado. Estuvo allí de una manera neumática. Luego El se sopló a Si mismo dentro de Sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). La palabra griega para Espíritu es pnéuma la cual puede traducirse espíritu, aliento o viento. En realidad Espíritu Santo en este versículo debe traducirse como Aliento Santo, Pnéuma Santo. El Espíritu Santo no es una Persona separada del Hijo, Jesucristo. ¿Cómo puede el aliento de ustedes ser exhalado de su ser para llegar a ser una segunda persona? Esto no es lógico. El aliento es la misma liberación de la esencia intrínseca del ser de una persona. El aliento es la esencia intrínseca del que respira. El Cristo neumático, el mismo Cristo que es el pnéuma, regresó a Sus discípulos en el día de la resurrección y sopló dentro de ellos la esencia intrínseca de Su ser. En aquel día, el Cristo neumático entró en Sus discípulos.
De aquel día en adelante, El no sólo estaba entre Sus discípulos, sino también dentro de ellos para poder entrenarlos a que se acostumbraran a Su presencia invisible. Durante los tres años y medio de Su ministerio terrenal, Pedro, Juan, Jacobo y los otros discípulos estaban acostumbrados a Su presencia visible, pero luego Su presencia se volvió invisible. Los discípulos no estaban acostumbrados a esta presencia invisible, así que el Señor los entrenó por cuarenta días. En estos cuarenta días, El se les aparecía inesperadamente sin que se dieran cuenta (Jn. 21:4; Lc. 24:15-16). Cuando los dos discípulos en el camino a Emaús se dieron cuenta de que era Jesús el que estaba con ellos, El se les desapareció (Lc. 24:31). Puede ser que a menudo no tengamos mucha comprensión de que Jesús el Señor está con nosotros. Sin embargo, muchos santos han experimentado la manifestación del Señor cuando iban a alguna parte o hacían algo contra Sus deseos. Por ejemplo, en Juan 21 vemos que Pedro regresó a su antigua ocupación, reincidiendo del llamamiento del Señor (Mt. 4:19-20; Lc. 5:3-11), debido a la prueba de la necesidad de su vivir. Fue entonces cuando el Señor se les apareció en la playa. El se nos aparece muchas veces a fin de restringirnos y alumbrarnos para hacernos continuar en el camino que lleva a la vida.
Desde Su resurrección, la presencia del Señor es invisible en el Espíritu. Su manifestación o Sus apariciones después de Su resurrección fueron para entrenar a los discípulos a que percibieran, disfrutaran y practicaran Su presencia invisible, la cual es más disponible, prevaleciente, preciosa, rica y verdadera que Su presencia visible. Esta querida presencia de El era simplemente “el Espíritu” en Su resurrección, quien El había soplado dentro de ellos y quien estaría con ellos todo el tiempo.
En los veintidós libros de la Biblia de los Hechos a Judas vemos al Espíritu como el Hijo. Primera Corintios 15:45b nos dice que el postrer Adán, Jesucristo, se hizo un Espíritu vivificante, y 2 Corintios 3:17 nos dice: “el Señor es el Espíritu”. En estos veintidós libros, la figura principal es el Espíritu: el Espíritu como el Hijo y con el Padre. Juan 14:23 dice: “Respondió Jesús y les dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Esto significa que cuando el Hijo viene, siempre viene con el Padre. Las Epístolas nos dicen claramente que el Espíritu es el Hijo; El está también con el Padre porque el Padre está siempre con el Hijo. El Espíritu como el Hijo y con el Padre es la consumación del Dios Triuno en la iglesia.
La corporificación del Dios Triuno estaba en Jesucristo, y la consumación del Dios Triuno está en la iglesia como el Cuerpo de Cristo y el templo de Dios. El Cuerpo de Cristo es el reino de Dios, y el templo de Dios es la casa de Dios la cual vive a Cristo. La iglesia hoy día vive a Cristo. Todos estamos viviendo a Cristo cada día hasta la plenitud de Dios, la cual es la misma expresión de Dios, el Dios Triuno. Esto se halla en los veintidós libros de la Biblia, de los Hechos a Judas, como el desarrollo. Cristo fue la iniciación a fin de desarrollarse para ser Su engrandecimiento, el cual es la iglesia, la plenitud del Dios Triuno.
En la tercera sección, Apocalipsis, vemos los siete Espíritus que proceden del Eterno, el que era, que es y que ha de venir. Los siete Espíritus proceden del Eterno y son del Redentor (Ap. 1:4-5) para ser la intensificación del Dios Triuno en la iglesia vencedora, lo cual se consuma en los candeleros de oro y en la Nueva Jerusalén. Esta es la finalización en el libro de Apocalipsis. La intensificación del Dios Triuno en la iglesia vencedora se consuma en los candeleros de oro en esta época y en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y tierra nueva en la eternidad.
El Eterno, el que es, que era y que ha de venir, es Jehová en el Antiguo Testamento. Jehová en el Antiguo Testamento es revelado en Exodo 3 como el Dios Triuno, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (vs. 14-15). En Apocalipsis 1:4-5 el “que es y que era y que ha de venir” es Dios el Padre Eterno. “Los siete Espíritus” que están delante del trono de Dios son el Espíritu operante de Dios, Dios el Espíritu. “Jesucristo”, para Dios “el testigo fiel”, para la iglesia “el primogénito de los muertos”, y para el mundo el “soberano de los reyes de la tierra” (v. 5), es Dios el Hijo. Este es el Dios Triuno. Sin embargo, este relato de la Trinidad es totalmente diferente al relato revelado en Mateo 28:19: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Solamente la palabra Espíritu se usa en Apocalipsis 1:4-5 y se usa en el plural: los siete Espíritus. También, el primero de la Trinidad no es el Padre sino el Eterno, el que era y que es y que ha de venir. Además, el Espíritu no es el tercero de la Trinidad sino el segundo de la Trinidad. Dios el Hijo es revelado como el Testigo fiel, el Primogénito de los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra.
El libro de Apocalipsis revela que no hay sólo un Espíritu divino sino siete. Las iglesias Católica y Protestante respetan mucho el Credo Niceno. Ellos con frecuencia recitan este credo en su servicio dominical. El Credo Niceno, sin embargo, no incluye este punto de los siete Espíritus porque cuando fue hecho el Credo Niceno (el año 325 D.C.) el libro de Apocalipsis aún no había sido formalmente reconocido. (Apocalipsis fue reconocido de manera formal en el concilio de Cartago en el año 397 D.C.).
Los siete Espíritus son revelados en el libro de Apocalipsis como los siete ojos del Cordero (5:6). El Cordero es nuestro Salvador, Cristo, y los siete Espíritus son el Espíritu de Dios. Así que, los siete Espíritus son los siete ojos de Cristo. ¿Puede decir usted que sus ojos son una persona y que usted es otra persona? Esto muestra que el Espíritu no puede ser separado de Cristo. Apocalipsis nos revela un Cristo observante que tiene siete ojos que vigilan todas las iglesias. Los siete ojos, los siete Espíritus de Dios, son Cristo mismo que vigila todas las iglesias en esta tierra y observa su verdadera situación. Para que la iglesia venza la época oscura de hoy y la decadencia en la cristiandad de hoy, necesitamos al Espíritu de Dios intensificado siete veces.
Los siete Espíritus no sólo proceden del Eterno, sino que también pertenecen al Redentor porque los siete Espíritus proceden del trono del Eterno y los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero. En Apocalipsis la Trinidad es los siete Espíritus que proceden del Eterno y que son del Redentor. Esta es la intensificación del Dios Triuno. Ahora tenemos tres palabras para describir al Dios Triuno en el Nuevo Testamento: corporificación, consumación e intensificación. En los cuatro Evangelios está el Dios Triuno corporificado en Jesucristo; de los Hechos a Judas está el Dios Triuno consumado en la iglesia; finalmente, en Apocalipsis está el Dios Triuno intensificado en la iglesia vencedora y consumándose en los candeleros de oro en esta edad y en la Nueva Jerusalén en la eternidad. Este es el libro de Apocalipsis, y ésta es la finalización de la economía de Dios.
El Nuevo Testamento nos revela que el Dios Triuno se hizo carne en el Hijo con el Padre por el Espíritu para ser un Hombre. Como tal, El vivió en esta tierra por treinta y tres años y medio, sin embargo no vivió una vida humana; vivió en la vida humana. El vivió una vida divina, la vida de Dios, en la vida humana. Luego murió en la cruz con siete aspectos para terminar todas las cosas negativas en el universo y para liberar todas las cosas positivas: como el Cordero de Dios murió para tratar con nuestro pecado y nuestros pecados (Jn. 1:29; 1 Co. 15:3); como un Hombre en la carne (Jn. 1:14), murió en la forma del hombre caído, en la semejanza de la carne de pecado (Ro. 8:3), para tratar con la carne caída; como un hombre en la vieja creación, murió para crucificar nuestro viejo hombre (Ro. 6:6); El también murió como una serpiente (Jn. 3:14) para herir la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15) y destruirla (He. 2:14) junto con su mundo satánico (Jn. 12:31), para que todos Sus creyentes tuviesen vida eterna (Jn. 3:15-16); como el Primogénito de toda creación (Col. 1:15) murió en la cruz como parte de la vieja creación para terminar toda la vieja creación; también murió como el pacificador (Ef. 2:14-15) para abolir todas las ordenanzas y las diferencias en el vivir, las costumbres y los hábitos entre todo tipo de personas; en el lado positivo El murió como el grano de trigo para liberar la vida divina (Jn. 12:24). El murió tal muerte todo-inclusiva en la cruz, por la cual despejó todo el universo y liberó la vida divina para que nosotros la recibiéramos. Luego fue sepultado y fue resucitado. El entró en un dominio nuevo, un universo nuevo, una esfera nueva. En esta esfera El ya no estaba en la carne, sino que llegó a ser neumático. El se hizo el Espíritu vivificante. En el final de los cuatro Evangelios tal Persona en Su resurrección se sopló como el Neumático dentro de Sus discípulos. De este modo, El llegó a ser la misma vida y esencia intrínseca de Sus discípulos. Estas son las mismas profundidades de lo que se revela en los cuatro Evangelios.
De los Hechos a Judas este Neumático está siempre con Su iglesia. El es el Espíritu, como el Hijo, con el Padre: la misma consumación del Dios Triuno. Antes de Su resurrección, el título “el Padre, el Hijo y el Espíritu” en Mateo 28:19 nunca había sido revelado o usado. Tal título indica que el Dios Triuno ha sido completado y consumado, y que esta consumación es el Espíritu todo-inclusivo, compuesto, vivificante y residente. El Espíritu, como el Hijo, con el Padre, está dentro de nosotros para hacer la iglesia el Cuerpo de Cristo como el reino de Dios y el templo de Dios como la casa de Dios.
Finalmente, debido a la degradación de la iglesia, este Espíritu se ha intensificado siete veces. Por lo tanto, en Apocalipsis esta Persona llega a ser los siete Espíritus que proceden del Eterno y que son del Redentor para ser la intensificación del Dios Triuno en la iglesia vencedora que se consuma en los candeleros de oro en esta era y en la Nueva Jerusalén en la eternidad venidera para que Dios finalice Su economía para tener una expresión corporativa por la eternidad. Estas son las profundidades de la revelación del Nuevo Testamento. Todos nosotros debemos meternos de lleno en estas profundidades; de otro modo, continuaremos siendo superficiales en nuestro entendimiento de la revelación central del Nuevo Testamento.