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Mensajes del libro «Economía neotestamentaria de Dios, La»
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CAPITULO TREINTA

LA NUEVA JERUSALEN: LOS ELEMENTOS BASICOS DE SU ESTRUCTURA

(2)

  Lectura bíblica: Ro. 1:20; Col. 2:9; Gn. 1:26a, 27; Jn. 1:13; 1 Jn. 3:9; 1 P. 1:3; 2 P. 1:4; Jn. 4:24; 1 Jn. 4:8, 16; 1:5; Jn. 1:4; Ro. 8:2

LA DEFINICION DE LA NATURALEZA DIVINA

  En todos los mensajes que hemos dado, nunca hemos tocado de una manera completa y adecuada la definición de la naturaleza divina. Esta expresión “la naturaleza divina” sólo se menciona una vez en toda la Biblia, en 2 Pedro 1:4. Este versículo menciona la naturaleza divina de una manera muy particular al decir que hemos llegado a ser participantes de la naturaleza divina. Un participante es diferente de uno que recibe. Hemos recibido la naturaleza divina, pero el asunto es si estamos participando de la naturaleza divina o no. Esta es la razón por la que Pedro, en el primer capítulo de su segunda Epístola, nos dijo cómo participar de la naturaleza divina. Es menester que participemos de la naturaleza divina de la misma manera en que participamos de los alimentos cada día. Pocos de nosotros hemos prestado suficiente atención a la cuestión de cómo llegar a ser alguien que disfruta de la naturaleza divina.

  Definir la naturaleza divina no es una tarea muy fácil. Hasta dar una definición adecuada de la naturaleza humana sería difícil para cualquiera de nosotros. De la comunión que hemos tenido, tengo la esperanza de que todos podamos entender la definición de la naturaleza divina, entender cómo participar y disfrutar de la naturaleza divina que ya hemos recibido por medio de nuestro nacimiento divino, y también entender el resultado de participar de la naturaleza divina. En este capítulo enfocaremos nuestra atención en la definición de la naturaleza divina.

  Cuando muchos cristianos estudian la Biblia, por lo primero que se preocupan es por su bienestar o por la bendición o beneficio que ellos puedan obtener de la Biblia. Su segunda preocupación es cómo adorar a Dios, cómo temerle, cómo agradarle, y cómo hacer cosas que lo glorifiquen. Muchos cristianos ni siquiera piensan en cómo tener comunión con Dios. Ellos principalmente considerarían cómo pasar cierto tiempo en comunión con Dios. La tercera verdadera preocupación para muchos lectores de la Biblia es cómo mejorarse o superarse a sí mismos. Todos nos damos cuenta de que no somos muy buenos. Por lo tanto, para muchos de nosotros la Biblia es un libro divino y celestial que nos dice cómo mejorarnos a nosotros mismos. Finalmente, muchos lectores de la Biblia esperan que la Biblia sea un libro de instrucción que les diga qué es lo que deben hacer. Pocos verdaderamente han visto algo acerca del interés de Dios, dándose cuenta en verdad de que Dios quiere forjarse en nosotros para ser nuestra vida y naturaleza. Unas cuantas personas que conocí hablaban mucho acerca de cómo Dios debe ser nuestra vida, pero hablaban muy poco de cómo la naturaleza de Dios podría ser nuestra naturaleza. Que Dios sea nuestra vida es un tema muy profundo, pero que la naturaleza de Dios sea nuestra naturaleza es un asunto aún más profundo.

  En la Biblia hay tres versículos que dejan perplejos a muchos estudiantes y traductores de la Biblia: Romanos 1:20, Colosenses 2:9 y 2 Pedro 1:4. Romanos 1:20 se refiere al eterno poder y a la divinidad de Dios. Algunos traductores traducen equivocadamente la palabra “divinidad” como “naturaleza divina”. La versión Reina-Valera 1960 traduce esta palabra como “deidad”. En Colosenses 2:9 se nos dice que toda la plenitud de la Deidad mora en Cristo corporalmente. La palabra que se traduce Deidad en Colosenses 2:9 y la palabra que significa divinidad en Romanos 1:20 denotan cosas diferentes acerca de Dios, y son dos palabras diferentes en griego. Luego, en 2 Pedro 1:4 vemos la naturaleza divina. Anteriormente, es posible que nos haya parecido que estos versículos se referían a lo mismo, pero necesitamos un entendimiento claro a fin de diferenciar entre ellos. Puesto que el oro representa la naturaleza divina de Dios para la base del edificio de Dios, necesitamos tener una visión clara acerca de la definición de la naturaleza divina.

LA DIVINIDAD

  En una nota sobre Romanos 1:20, Darby dice que la palabra divinidad en griego significa “lo que es característico de Dios”. En Romanos 1:20, la palabra divinidad, theiótes en griego, denota las características de la naturaleza divina. Por ejemplo, la naturaleza de un mueble puede ser madera, y la fibra de la madera es una característica de la naturaleza. Según Romanos 1:20, la creación solamente muestra las características, las expresiones, de la naturaleza divina de Dios. En la creación no se puede ver la naturaleza divina misma de Dios.

LA DEIDAD

  La creación no puede mostrar o exhibir la Persona de Dios. La Persona de Dios fue exhibida y expresada por Jesucristo. Colosenses 2:9 dice que en Cristo habita toda la plenitud de la Deidad, no la plenitud de la divinidad, sino de la Deidad, la Persona. Debido a que la creación no es una persona, solamente puede mostrar las características de Dios, no la Persona de Dios. Solamente una persona puede exhibir o expresar a una persona, y la Persona que exhibe la Persona de Dios, es Jesucristo. La palabra “Deidad” en Colosenses 2:9 se refiere a la Persona de Dios. La creación solamente muestra las características de Dios pero no la Persona de Dios. Cristo, como corporificación de Dios, exhibe la Deidad, la Persona de Dios, y lo exhibe a El en pleno corporalmente.

LAS CARACTERISTICAS DE DIOS MOSTRADAS EN LA CREACION

  Todos tenemos que ver cuáles características de Dios son mostradas en la creación. El universo en conjunto no es obscuro sino muy brillante. Debido a que es brillante es muy agradable. Si Dios hubiese creado un universo lleno de obscuridad, no sería un lugar muy agradable en donde vivir. La luz hace que seamos agradables, y hace que todo sea agradable para nosotros. Que todo el universo sea tan brillante y que esté tan lleno de luz denota que el Creador también es así. La brillantez es una de las características de Dios. Todo el universo también es muy hermoso. Nadie puede decir que el universo es feo. Esto indica que la belleza también es una de las características divinas.

  Además de esto, el universo está en buen orden. Todo en el universo está en orden. Tener todo en orden es otra característica de Dios. Nuestro Dios como Creador, no es Dios de confusión, sino de orden. El mantiene todo en orden.

  Podemos ver esta característica de Dios de tener todo en orden cuando el Señor Jesús iba a alimentar a los cinco mil. Primeramente mandó a la multitud que se recostara “por grupos sobre la yerba verde. Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta” (Mr. 6:39-40). Después de alimentar a los cinco mil, había muchas sobras. Nuestro pensamiento podría haber sido dejar los fragmentos de pan y los pedazos de pescado que habían sobrado. Pero, cuando las multitudes se saciaron plenamente, el Señor les dijo a Sus discípulos: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada” (Jn. 6:12). Las Escrituras relatan que los discípulos recogieron doce cestas llenas de pedazos de pan y de pescado (Mr. 6:43). Esto nos muestra que el Señor hizo un milagro maravilloso que significa el suministro abundante e inagotable de Su vida divina, pero este milagro también nos muestra que una de las principales características de Dios es tener todo en orden.

  Además, en Su creación vemos la característica de amor. “Que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5:45).

  La luz, el tener todo en orden y el amor son algunas de las características de Dios, y en realidad son características de la naturaleza divina de Dios. Las características siempre provienen de la naturaleza. Si no hay naturaleza, ninguna característica puede ser mostrada o exhibida. Romanos 1:20 se refiere a las características de la naturaleza divina mostradas en la creación de Dios.

  En Colosenses 2:9 la palabra griega traducida “Deidad” es theótes. La única diferencia entre la palabra griega que significa divinidad en Romanos 1:20 y la palabra griega traducida Deidad en Colosenses 2:9 es la letra i. En Romanos 1:20, la palabra divinidad, en griego, es theiótes. Sin embargo, theótes en Colosenses 2:9 se refiere a la Deidad, a la Persona de Dios. Lo que habitaba en Jesucristo no eran solamente las características divinas, sino Dios la Persona divina, la Deidad. Como creyentes debemos tener las características divinas de la naturaleza divina y hasta la naturaleza divina misma, pero no podemos tener la Deidad. Sin embargo, en la Deidad, la naturaleza divina está implícita. En Colosenses 2:9 la Deidad implica la naturaleza divina porque la naturaleza divina es uno de los constituyentes de Dios.

EL HOMBRE EN LA CREACION DE DIOS

  En la creación de Dios, el hombre fue hecho solamente a la imagen de Dios, sin la naturaleza divina (Gn. 1:26a-27). Si usted lee la Biblia cuidadosamente, verá que los diez mandamientos eran llamados el testimonio de Dios (Ex. 16:34; 25:16, 21). El testimonio de Dios simplemente quiere decir la descripción de Dios. Los diez mandamientos eran una descripción de Dios. La ley que una persona hace, refleja la clase de persona que es. Si usted fuese un ladrón de bancos, tal vez haría una ley que legalizara robar bancos. Cuando leemos los diez mandamientos, podemos ver que Dios es amor, que Dios es luz, que Dios es santo, y que Dios es justo. Esto describe al propio Dios que nos da la ley, el Legislador del universo, quien hizo los diez mandamientos. El hombre fue hecho a la imagen de Dios, a la imagen de amor, luz, santidad y justicia. A menos que Dios entre en el hombre y llegue a ser su contenido, el hombre, por supuesto, tiene meramente la imagen, pero sin la realidad. El amor, la luz, la santidad y la justicia son virtudes de la moralidad humana. Cada ser humano tiene un amor natural y una tendencia natural de buscar la luz; cada ser humano procura ser algo más elevado, algo fuera de lo común, lo cual es la santidad; y cada ser humano procura ser recto y hacer con otros lo que es recto. Esto prueba que el hombre fue hecho de esa manera.

  Como hemos visto, Dios creó al hombre en conformidad con tal moralidad de amor, de luz, de justicia y de santidad. Estas son las virtudes de la moralidad humana creada por Dios, pero en el hombre creado por Dios no había naturaleza divina. El hombre sólo tenía la imagen, la forma, de Dios. Sin embargo, cuando creímos en el Señor Jesús, recibimos a una Persona como nuestro contenido y realidad. La mayoría de los maestros cristianos dirían que recibimos la salvación, el perdón, la justificación, la reconciliación, y muchas otras cosas, pero muy pocos maestros cristianos enfatizan que cuando recibimos al Señor Jesús, recibimos a una Persona. Después de que Pedro predicó el evangelio en el día de Pentecostés, les dijo a quienes les estaba predicando que se arrepintieran y fuesen bautizados en el nombre del Señor Jesucristo para el perdón de sus pecados, a fin de que recibiesen el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38). Este don es el Espíritu Santo mismo, como realidad de Cristo, dado por Dios a los que creen en Cristo. Cuando creímos en el Señor Jesús, le recibimos a El, a la Persona, como nuestra salvación.

LA NATURALEZA DIVINA, RECIBIDA MEDIANTE EL NACIMIENTO DIVINO

  Cuando esta Persona entró en nosotros, la regeneración ocurrió y nacimos “no...de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:13). ¡Todos debemos alabar al Señor por el hecho divino de que hemos nacido de Dios! El apóstol Juan también nos dice en su primera Epístola que cuando fuimos engendrados de Dios, la simiente divina entró en nuestro ser (1 Jn. 3:9). Puesto que creemos en el Señor, la simiente de Dios está ahora en nosotros. Esta Persona que hemos recibido es la simiente divina que ha sido plantada en nuestro ser interior. Esto no es superstición, sino un maravilloso hecho divino.

  Toda semilla tiene vida, y en esa vida se encuentra la naturaleza que será desarrollada. Un grano de trigo es una semilla de trigo. Cuando esta semilla es sembrada en la tierra se desarrolla en vida con su naturaleza. El desarrollo total de esta vida con su naturaleza da por resultado un tallo que tiene muchos granos, muchas semillas. El desarrollo del grano de trigo proviene de la naturaleza de ese grano o semilla. Lo mismo es verdad en cuanto a una semilla de clavel. Si la semilla del clavel es sembrada en la tierra, se desarrolla con su naturaleza en una preciosa flor de clavel.

  Nosotros hemos recibido la vida divina por medio del nacimiento divino, y esta vida divina tiene una naturaleza que es la naturaleza divina de Dios. Juan 1:13 nos dice que hemos nacido de Dios, 1 Juan 3:9 dice que ya que hemos nacido de Dios, tenemos la simiente divina en nosotros, 1 Pedro 1:3 dice que hemos sido regenerados por Dios mediante la resurrección de Jesucristo, y 2 Pedro 1:4 indica que ya que hemos recibido la vida divina, ahora somos participantes de la naturaleza divina. No estamos recibiendo la naturaleza divina, sino participando de lo que ya hemos recibido, y disfrutándolo.

  El problema es éste: todos nosotros hemos recibido la vida divina, pero no disfrutamos con regularidad lo que hemos recibido. Muy pocos de nosotros podemos testificar que todo el día somos personas que participan de la naturaleza divina y que todo el día disfrutamos de la naturaleza divina que está en nosotros. Nosotros descuidamos esta naturaleza divina porque estamos envueltos en cuatro cosas: en nuestro bienestar, en cómo agradar a Dios, en cómo mejorarnos a nosotros mismos, y en cómo hacer las cosas de una manera correcta. Tenemos que olvidarnos de estas cosas e interesarnos en una sola cosa: cómo disfrutar la naturaleza divina y cómo participar de la naturaleza divina. A fin de participar de la naturaleza divina y participar de ella, primero debemos ver qué es la naturaleza divina.

LA NATURALEZA DIVINA: LO QUE DIOS ES

Espíritu, Amor y Luz

  La naturaleza divina es lo que Dios es. La naturaleza de un mueble es lo que el mueble es. Si el mueble es de madera, la naturaleza del mueble es madera. La Biblia nos dice enfática y directamente que Dios es Espíritu (Jn. 4:24), que Dios es amor (1 Jn. 4:8, 16), y que Dios es luz (1 Jn. 1:5). Todos estos puntos acerca de lo que Dios es fueron escritos por el apóstol Juan. La naturaleza divina es una constitución de estos tres puntos: Espíritu, amor y luz. Ser participante de la naturaleza divina es ser uno que participa de Dios como Espíritu, amor y luz. El Espíritu denota la naturaleza de la Persona de Dios, y el amor denota la naturaleza de la esencia de Dios. Dios es un Ser divino con una esencia divina. La esencia de algo es más intrínseco que su elemento. Dentro del elemento está la esencia, y esta esencia divina tiene el amor como su naturaleza. Además, la luz divina es la naturaleza de la expresión de Dios.

  Dios es una Persona que tiene Su esencia y Su expresión. La naturaleza divina es la naturaleza de la Persona de Dios, la naturaleza de la esencia de Dios, y la naturaleza de la expresión de Dios. Dios es un Ser divino, una Persona, y la naturaleza de Su Persona es Espíritu. Esta Persona también tiene una esencia, y la naturaleza de Su esencia es amor. La constitución de Dios es amor. Además, la luz es la naturaleza de la expresión de Dios, así que el Espíritu, el amor y la luz son constituyentes de la naturaleza divina. Participar de la naturaleza divina es participar del Espíritu, del amor y de la luz divinos.

  Juan nos dice que el nacimiento divino introdujo en nosotros una simiente (1 Jn. 3:9). En esta simiente se encuentra la naturaleza divina. Además, Pedro nos dice que Dios nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida (2 P. 1:3). Con base en este hecho Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que por ellas nosotros lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina, es decir, los que disfrutan de ella. Ahora todos tenemos que aprender a saborear los constituyentes de la naturaleza divina, los cuales son el Espíritu, el amor y la luz. En otras palabras, cuando usted participa de la naturaleza divina, usted disfruta a Dios como Espíritu, amor y luz.

  Para ilustrar esto, consideremos la comunión que tenemos con el Señor en el tiempo que reservamos para El. En tal comunión, el Señor como Espíritu llega a ser muy real y disfrutable para usted, y simultáneamente usted disfruta de la naturaleza de la esencia de Dios, la cual es amor. El amor entonces lo satura y hasta llega a ser usted mismo. Antes de ese momento, es posible que usted haya estado harto de muchas cosas. Después de una comunión de esta índole, sin embargo, todo es amable. Tal vez usted haya estado harto de su esposa antes de esta comunión, pero después usted está lleno de amor por ella. Este amor no sólo lo llena sino que lo satura. La razón por la cual nosotros los cristianos podemos amar a personas que otros no pueden amar, es que disfrutamos a Dios como amor. Nosotros disfrutamos la naturaleza divina de este Dios amoroso. Esta es la razón por la que Juan nos dice en su primera Epístola que si amamos a nuestro hermano, quiere decir que hemos nacido de Dios, porque Dios es amor (4:7-8). Cuando usted ama a otros usted está disfrutando la naturaleza divina. Uno que no tiene a Dios o que no participa de la naturaleza divina de Dios, odia todo. No piense que la gente ama todo. Ellos son solamente cultos y se han entrenado para ser educados. Su bondad y amor es una especie de política. El amor genuino es el resultado del disfrute de la naturaleza divina. Tal vez un supervisor o un jefe le diga algo a un empleado, de una manera afectuosa. A menos que lo que haya dicho sea un disfrute de la naturaleza divina, él está en realidad siendo político. Cuando llegue el momento de despedir al empleado, él no tendrá ningún problema. Solamente los que participan de la naturaleza divina aman a la gente de una manera genuina. A ellos no se les ha enseñado a amar a otros, sino que han llegado a ser amor hacia otros. Ellos son participantes del amor divino, el cual es la naturaleza misma de la esencia divina.

  Si en las mañanas pasáramos un tiempo adecuado con el Señor, interiormente estaríamos llenos de luz y no actuaríamos insensatamente, ni hablaríamos de una manera tonta. Todo lo que hiciéramos y dijéramos estaría lleno de luz. Este es el resultado de nuestro disfrute de la naturaleza divina. Esto es debido a que uno de los constituyentes de la naturaleza divina es la luz. Si todos dedicásemos tiempo para tener comunión con el Señor, tendríamos la sensación de que estamos disfrutando al Señor como Espíritu y llegaríamos a ser una persona de amor. El amor nos saturaría. Además, todo lo que dijésemos sería luz, y todo lo que hiciésemos sería transparente como el cristal. Esto es una evidencia o prueba de que estamos participando de la naturaleza divina.

El amor y la luz estando relacionados con Dios como vida

  La Biblia también nos dice que Dios es vida. El amor y la luz están relacionados con Dios como vida (Jn. 1:4), y la vida es del Espíritu (Ro. 8:2). Dios es vida para nosotros, principalmente en el amor y en la luz. Si usted no está saturado del amor, no está usted viviendo la vida de Dios. Si usted no es tan brillante y transparente, no está disfrutando a Dios como vida. Cuando usted está disfrutando a Dios como vida, usted está lleno de amor y de luz. Por lo tanto, el amor y la luz están relacionados con Dios como vida, y la vida es del Espíritu. Dios, el Espíritu y la vida son realmente uno. Dios es Espíritu y el Espíritu es vida. Dentro de tal vida hay amor y luz. En la Epístola de Juan vamos al Padre para participar de Su amor y luz en la comunión de la vida del Padre. Esto va más adelante y es más profundo en la experiencia de la vida divina. El amor y la luz son Dios el Padre mismo para nuestro disfrute más profundo y refinado en la comunión de la vida divina con el Padre en el Hijo (1 Jn. 1:3-7) por medio de que permanezcamos en El (1 Jn. 2:5, 27-28; 3:6, 24).

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