
Lectura bíblica: Sal. 45:1-15
En este mensaje quisiéramos ver algo en cuanto al fluir del Espíritu y al ejercicio de nuestro espíritu, según se ve en el salmo 45. El salmo 45 es un salmo que alaba a Cristo y hace mención de Cristo como el Rey. El versículo 1 dice: “Rebosa mi corazón palabra buena”. Rebosar es una acción relacionada con el espíritu. Como cristianos debemos rebosar constantemente porque tenemos algo muy positivo que contar a las personas, y esto debe de hacernos alabar, cantar y rebosar. Las personas que están a nuestro alrededor, los ángeles, los demonios y todas las cosas creadas en este universo deben escucharnos rebosar con palabras buenas. Todos debemos ser como el salmista, rebosando con algo, bien sea hablando de ello, cantando o alabando.
El versículo 1 continúa: “Dirijo al Rey mi canto”. Si estamos en el espíritu, siempre tendremos algo que decir acerca del Señor y siempre rebosaremos. Esto no es simplemente conocimiento, enseñanzas o doctrinas, sino algo que tiene lugar en el espíritu y que está relacionado con el espíritu. El versículo termina diciendo: “Mi lengua es pluma de escribiente muy diestro”. La pluma del escritor es su lengua. Esto indica que nuestra lengua siempre debe estar lista para “redactar” algo en alabanza al Señor, y la única manera de estar listos es que estemos en el espíritu. Al ejercitar nuestro espíritu todo el día, seremos como escribientes muy diestros. Sin embargo, si andamos, actuamos y hacemos las cosas no en el espíritu sino en el alma o en la mente, no cantaremos cánticos al Señor. Tal vez cantemos cánticos en las reuniones mientras estamos con otros, pero no cantaremos cuando estemos solos, porque tales cánticos sólo podemos cantarlos estando en el espíritu. Ésta es una manera en que podemos examinarnos si somos normales o no como cristianos.
El siguiente versículo habla acerca del Rey, quien es Cristo el Señor: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; / la gracia se ha derramado en Tus labios; / por tanto, Dios te ha bendecido para siempre” (v. 2). Este versículo claramente habla de Cristo, quien habló palabras de gracia (Lc. 4:22) y es Dios bendito por los siglos (Ro. 9:5). La primera parte de Salmos 45:8 dice: “Mirra, áloe y casia exhalan todos Tus vestidos”. La mirra y el áloe en este versículo representan la muerte y sepultura de Cristo. En aquellos días cuando moría alguien, sus parientes lo sepultaban con mirra y áloes. Después de que el Señor murió en la cruz, Nicodemo, un hombre rico, reclamó Su cuerpo y lo ungió con mirra y áloes para Su sepultura (Jn. 19:39), lo cual indica que estas dos especias simbolizan la muerte y sepultura. Los vestidos en las Escrituras simbolizan las acciones u obras de una persona. Así pues, las acciones y obras justas del Señor estaban llenas de la dulce fragancia de Su muerte. Siempre que pensamos en el Señor, en Su justicia y en todo lo que hizo, percibimos la dulzura de Su muerte. Éste es el agradable olor de la mirra y los áloes que exhalan Sus vestidos.
La casia es cierto tipo de madera que produce un aceite aromático y que tiene propiedades curativas. Si uno quiere extraer el aceite de la madera, tiene que “matar” la madera. La madera debe sufrir la muerte a fin de que el aceite sanador pueda ser extraído de ella. Por consiguiente, la casia representa a Cristo en resurrección. El Señor es como la madera; Él sufrió la muerte y, como resultado, algo salió de Él y entró en nosotros, a saber: el Espíritu sanador, el Espíritu en la resurrección del Señor (Jn. 20:22; cfr. Lc. 10:34). Cada vez que pensamos en el Señor y en Sus acciones y hechos, automáticamente percibimos la dulzura de Su muerte y Su resurrección.
Aunque este salmo es un salmo de alabanza al Rey, la segunda parte de este salmo habla de la reina, no del Rey. Los versículos del 8b al 15 dicen: “Desde palacios de marfil te han alegrado con instrumentos de cuerda [heb.]. / Hijas de reyes están entre Tus ilustres; / está la reina a Tu diestra con oro de Ofir. / ¡Oye, hija, mira e inclina tu oído! / olvida tu pueblo y la casa de tu padre, / y deseará el Rey tu hermosura. / Inclínate delante de Él, porque Él es tu Señor. / Y las hijas de Tiro vendrán con presentes; / implorarán tu favor los ricos del pueblo. / Toda gloriosa es la hija del Rey en su morada; / de brocado de oro es su vestido. / Con vestidos bordados será llevada al Rey; / vírgenes irán en pos de ella, / sus compañeras serán traídas a Ti. / Serán traídas con alegría y gozo; / entrarán en el palacio del Rey”.
Si ustedes leen este salmo, notarán que aunque se alaba al Rey, también se dice mucho acerca de la reina, la cual tipifica a la iglesia. Este salmo alaba a Cristo, pero también le alaba junto con la iglesia, la cual fue producida después de la ascensión de Cristo. Aunque es muy probable que el salmista no conociera el significado espiritual de lo que estaba escribiendo, el Espíritu Santo lo llevó a escribir primero sobre la muerte y la resurrección de Cristo, y después sobre la iglesia.
Hace poco estuve revisando un himno en el que la frase palacios de marfil, mencionada en el versículo 8, había sido mal interpretada. El himno daba a entender que los palacios de marfil eran mansiones celestiales desde las cuales el Señor Jesús vino a este mundo lleno de aflicciones. Esto no es correcto porque el rey en este salmo es el rey Salomón, y sabemos que Salomón es un tipo del Cristo ascendido, glorificado y quien volverá, no del Cristo sufriente tipificado por el rey David. Por consiguiente, el compositor de este himno no debiera haber asociado al rey Salomón con el Cristo sufriente que vino del cielo a este mundo de aflicciones para sufrir. ¿Cuál es entonces la interpretación correcta de la frase palacios de marfil? En 1956, durante un entrenamiento, dedicamos mucho tiempo para estudiar los libros poéticos y descubrimos algo en cuanto a este asunto.
Los palacios de marfil en este salmo tipifican las iglesias locales. El marfil es una especie de hueso que ha sido tomado de un cuerpo. En las Escrituras, cuando un hueso es tomado de un cuerpo y es quitado del mismo, en cierto sentido el hueso pasa por el proceso de la muerte y después de esto llega a ser algo. La primera vez que en las Escrituras se habla de un hueso que fue tomado de un cuerpo ocurre en Génesis con Adán y Eva (2:21-22). En ese caso, Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán, abrió su costado y tomó de él un hueso. Este hueso llegó a ser Eva, la esposa y complemento de Adán, un tipo de la iglesia (Ef. 5:31-32; cfr. Gn. 2:24). En el Nuevo Testamento, Dios hizo lo mismo con Cristo. Dios hizo que Cristo “durmiera” en la cruz y que Su costado fuera abierto, y lo que salió de Su costado fue sangre y agua (Jn. 19:34). El agua representa la vida de resurrección de Cristo, y es mediante esta vida que la iglesia llegó a existir. Así como el hueso que fue tomado de Adán pasó por el proceso de la muerte y se convirtió en la esposa de Adán, del mismo modo la vida de resurrección de Cristo pasó por la muerte y llegó a ser la iglesia, el complemento de Cristo. Por consiguiente, el marfil mencionado en el salmo 45 representa la vida de resurrección de Cristo (cfr. Jn. 19:36), y los palacios representan las iglesias locales, las cuales llegaron a existir mediante la muerte y la resurrección de Cristo.
Lo más significativo en cuanto a Cristo en este salmo es el dulce olor de Su muerte y Su resurrección, y lo más significativo acerca de la iglesia en este salmo es los cánticos y las alabanzas tipificadas por los instrumentos de cuerda en Salmos 45:8. La iglesia primitiva en el libro de Hechos es el cumplimiento de este salmo. De la muerte y la resurrección de Cristo procedieron muchas iglesias locales en diversos lugares, y de estas iglesias proceden los cánticos y las alabanzas al Señor. Esto alegra al Señor.
Las iglesias como palacios de marfil son el producto de la muerte y la resurrección de Cristo y, por tanto, están en resurrección. En el interior de estas moradas se deben escuchar cánticos continuamente, música que alegra al Señor (He. 2:12; Ef. 5:19; Col. 3:16). Por consiguiente, debemos cantar. Es más difícil orar que chismear, y en cierto sentido, es aún más difícil cantar. Cuando no estamos en el espíritu, no es fácil cantar, pero cuando estamos en el espíritu, nos resulta fácil cantar, y cuanto más cantamos, más estamos en el espíritu. Debemos rebosar, bullir y cantar todo el tiempo. En nuestras reuniones debemos cantar mucho más que lo que hablamos.
Puesto que la iglesia está en resurrección, debemos cantar también en resurrección. A algunas personas por naturaleza les gusta cantar. Sin embargo, no debemos cantar de una manera natural o emocional. Cuando cantamos, no debemos pensar en la música ni tratar de cantar melodiosamente. Esto anulará nuestro cantar. En lugar de ello, debemos cantar de una manera espiritual. Antes de las reuniones debemos aprender un nuevo himno y memorizar algunos coros o estrofas. De este modo, no tendremos necesidad de cantar con nuestros himnarios, sino que podremos cantar con nuestro corazón. Si hacemos esto, comprobaremos cuán vivientes, activas y positivas serán nuestras reuniones. Seremos vivientes, y seremos liberados de la letra y de los formalismos.
La manera apropiada de ejercitar nuestro espíritu es orar, pero a veces cantar un himno puede resultar mejor aún que orar. Si intentamos cantar un himno en la mañana, nuestro espíritu estará ejercitado. Cuanto más cantemos, más se liberará y fortalecerá nuestro espíritu, y más concentrada estará nuestra mente, más doblegada nuestra voluntad y más purificadas nuestras emociones. Cantar de la manera apropiada nos librará de nuestra mente, parte emotiva y voluntad naturales. Ésta es la mejor manera de ser liberados de las cosas de la vida natural. El hecho de que cantemos pone a prueba si verdaderamente estamos o no en el espíritu; si estamos en el espíritu, cantaremos continuamente. Incluso mientras conducimos, tendremos una canción o un himno con el cual alabar al Señor. Nuestro cantar y nuestras alabanzas son un firme testimonio a los demás de que somos cristianos.
Salmos 45:9 dice: “Está la reina a Tu diestra con oro de Ofir”. La reina es la iglesia, y el oro denota la naturaleza divina de Dios. Por tanto, el hecho de que la reina esté con oro de Ofir indica que la iglesia, la cual está llena de las alabanzas de Cristo, se halla en la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4). Los versículos 13 y 14 dicen: “Toda gloriosa es la hija del Rey en su morada; / de brocado de oro es su vestido. / Con vestidos bordados será llevada al Rey”. La reina está con oro de Ofir porque su vestido es de brocado de oro. Esto significa que la naturaleza divina se ha forjado en el vivir, andar, conducta y comportamiento diarios de los miembros de la iglesia. En su vida y andar diarios está presente la plenitud de Dios. La iglesia como la morada de Cristo en Su resurrección se halla en la naturaleza divina y es llena hasta la medida de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:19).
Cuanto más tiempo paso con el Señor, más siento que lo que importa no son las formas, las reglas, las enseñanzas ni las doctrinas; antes bien, lo que importa es que ejercitemos el espíritu, que experimentemos la realidad de la muerte y la resurrección de Cristo, que practiquemos la genuina vida de iglesia y que participemos de la plenitud de Dios. Debemos ejercitar nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu Santo, a fin de poder experimentar la realidad de la muerte y la resurrección de Cristo, y así se forjen en nosotros el dulce olor de Su resurrección y Su naturaleza de oro. La única manera en que toda la iglesia puede hallarse en la naturaleza divina y estar llena de Dios es que ejercitemos nuestro espíritu, y la mejor forma de ejercitar nuestro espíritu es que cantemos alabanzas al Señor y rebocemos con cánticos. El salmo 45 es un salmo muy breve, pero encierra un significado muy rico y todo-inclusivo. En este salmo tenemos la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, la iglesia en resurrección, el cantar y las alabanzas de la iglesia así como la plenitud de Dios, la expresión de Dios, en la iglesia.
Los santos de la iglesia primitiva no tenían formas, reglas, enseñanzas ni doctrinas, sino que, en lugar de ello, tenían al Cristo vivo como el Espíritu. Cada vez que se reunían, eran un palacio de marfil, esto es, el producto de la muerte y la resurrección de Cristo. Interiormente estaban llenos del Espíritu, y externamente alababan al Señor y cantaban a Él con el espíritu.
Sin embargo, durante los pasados dos mil años que la iglesia ha estado sobre la tierra, se introdujeron muchas cosas negativas que son innecesarias e incluso problemáticas y preocupantes. Lamentablemente, estas cosas han ejercido una gran influencia en nosotros. Por tanto, debemos desechar todas las cosas negativas, incluyendo las formas, reglas, preceptos, enseñanzas y doctrinas. No es fácil abandonar todas estas cosas y olvidarnos de ellas. Tenemos muchísimas de estas cosas negativas y nos hace falta la única cosa positiva: la alabanza en nuestro espíritu. Debemos ejercitar nuestro espíritu. Algunos pueden dar mensajes o escribir libros sobre asuntos espirituales, pero no son capaces de cantar un himno con su espíritu. Esto no es apropiado. En esta condición la mente predomina y está muy activa, y el espíritu se encuentra en un estado de muerte y aletargamiento; el espíritu casi no realiza ninguna actividad ni cumple ninguna función, y todas las actividades se originan en la mente. Por consiguiente, debemos ejercitar nuestro espíritu para cantar en todo momento.
Tanto John como Charles Wesley cantaban todos los días. Si cantáramos por tan sólo media hora cada día, nuestro espíritu sería mucho más fuerte, y las reuniones de la iglesia serían mucho más vivientes y poderosas. Las reuniones serían muy eficaces y producirían gran impacto en las personas debido a que hay algo que fluye y desborda continuamente. Como lo indica el salmo 45, debemos tener estos dos asuntos: rebozar y cantar con música de instrumentos de cuerda. Si alabamos, cantamos y rebozamos en todo momento, tendremos la realidad de la muerte y la resurrección de Cristo y seremos un verdadero palacio de marfil lleno de Dios. Asimismo, el oro, la naturaleza divina, se forjará en nosotros.
Debemos encontrar la manera de liberar nuestro espíritu y de hacer que nuestro espíritu sea activo, viviente y fuerte. Somos demasiado fuertes en nuestra alma, mientras que nuestro espíritu se halla en un estado de aletargamiento. Muy a menudo prestamos atención al cuerpo y al alma, pero descuidamos el espíritu. Si ejercitamos nuestro espíritu, el Señor será liberado, porque el Señor hoy en día es el Espíritu que está en nuestro espíritu. Por consiguiente, debemos aprender a orar y a alabar con cánticos. El resultado de esto será la verdadera emancipación y liberación de nuestro espíritu.