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Mensajes del libro «Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, El»
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CAPÍTULO CUATRO

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU PARA EXPRESAR A DIOS

  Lectura bíblica: Ef. 4:6; 5:18b-20

LA RELACIÓN QUE DIOS TIENE CON EL HOMBRE

  Efesios 4:6 dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Aunque las frases sobre todos, por todos y en todos son breves y sencillas, ellas contienen el secreto y el misterio de la relación que Dios tiene con el hombre. Dios no solamente está sobre nosotros, sino que también pasa por nosotros y está en nosotros a fin de ser expresado, manifestado, glorificado y exhibido. Debemos comprender que estas tres frases están en un orden particular. Todos aquellos que han pensado en Dios y creen que Dios existe saben que este Dios está sobre las personas de la tierra. No hay duda de que Dios está sobre todos nosotros. Sin embargo, no muchos han tenido el pensamiento de que Dios pasa por nosotros y está haciendo algo por medio de nosotros. Además, los que somos cristianos sabemos y experimentamos el hecho de que Dios está en nosotros. Para nosotros, Dios no sólo está sobre nosotros y pasa por nosotros, sino que, más que eso, Él está en nosotros y permanece en nosotros, mora en nosotros y se mezcla con nosotros a fin de ser expresado, manifestado, exhibido y glorificado. Nosotros fuimos creados para Dios a fin de cumplir Su propósito, el cual consiste en que le contengamos y expresemos (Ro. 9:21, 23; Gn. 1:26).

  Debemos leer las Escrituras a la luz del propósito de Dios, que consiste en que Dios sea expresado por medio de la humanidad. Entonces comprenderemos que aunque Dios es un Dios invisible y que permanece oculto, o sea, un Dios que siempre se esconde (1 Ti. 1:17; Is. 45:15), Él también tiene el deseo de manifestarse y expresarse por medio del hombre. A Dios se le puede ver únicamente por medio de la humanidad. Esto lo demuestra Juan 1:18, que dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Dios no se expresa por medio de Sí mismo ni en Sí mismo, sino que Él se expresa únicamente por medio del hombre y en el hombre. Aunque no sabemos por qué Dios desea esto, sí sabemos que éste es el deseo de Su corazón.

  Para entender mejor este asunto, usemos como ejemplo una bombilla. El único propósito de una bombilla es alumbrar; no tiene otro propósito. Si una bombilla no está puesta en el portalámpara de modo que pueda alumbrar, carecerá de propósito y no servirá para nada, puesto que fue hecha específicamente para recibir y expresar la luz. Por otra parte, la electricidad tampoco puede expresarse por sí sola; para poder expresarse, necesita una bombilla, la cual ha sido hecha con el propósito de expresar la electricidad. De manera semejante, Dios no se expresa por Sí mismo; Él necesita de algunas “bombillas”, es decir, personas que fueron hechas con el propósito de expresarlo a Él. Debemos comprender que nosotros fuimos hechos con este propósito. Somos vasos y recipientes que no sirven para ninguna otra cosa que no sea recibir, contener y expresar a Dios. Como seres humanos que somos, debemos saber qué somos y para qué servimos. Es posible que ya sepamos que nosotros, como cristianos, somos los santos, los creyentes e incluso los siervos del Señor y Sus hijos. Sin embargo, es posible que jamás se nos haya ocurrido que somos recipientes y vasos de Dios que fueron hechos específicamente con el propósito de contener y expresar a Dios, así como las bombillas fueron hechas específicamente para contener y expresar la luz. Es preciso que comprendamos que Dios está sobre nosotros, por nosotros y en nosotros, y que Él mora en nosotros, habita en nosotros y permanece en nosotros. Por consiguiente, debemos ser recipientes que contienen a Dios y lo expresan.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU PARA DAR SUSTANTIVIDAD A DIOS

  También debemos comprender que la única manera en que nosotros como recipientes podemos expresar a Dios consiste en ejercitar y liberar nuestro espíritu, porque hoy Dios es Espíritu, y este Espíritu divino está en nuestro espíritu humano (Jn. 4:24; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). Muchos cristianos que han sido salvos, redimidos y regenerados no se han dado cuenta de que tienen un espíritu humano. Algunos piensan que el espíritu y el alma son sinónimos, y otros dicen que el espíritu es lo mismo que el corazón. Sin embargo, si hemos de captar las cosas espirituales y entender al Dios secreto y misterioso, debemos comprender que tenemos un espíritu (Job 32:8; Zac. 12:1). Sería imposible que creciéramos físicamente si no sabemos que tenemos un estómago y, por ende, nunca lo ejercitáramos ni lo usáramos. Para poder crecer, debemos usar y ejercitar nuestro estómago todos los días al recibir el alimento y digerirlo. Dios nos creó con un estómago con el propósito de que pudiéramos recibir el alimento para nuestro crecimiento. Aplicando el mismo principio, hay un órgano en nosotros llamado el espíritu humano, el cual Dios creó con el propósito de que le recibiéramos.

  Nuestro cuerpo humano es muy complicado y se compone de diversos órganos. En particular, tenemos órganos específicos que nos permiten tener el sentido de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Estos órganos son los ojos, los oídos, la nariz, la boca y el cuerpo. Si usted está en una reunión y trata de usar sus ojos para “escuchar” el mensaje, no creerá que hay alguien que está hablando, porque estará usando el órgano equivocado para percibir el mensaje. Si alguien le está mostrando objetos de diferentes colores, y usted trata de “escuchar” los colores con sus oídos, no creerá en esos colores, porque estará usando el órgano equivocado. Si hay un olor en el salón, y usted no tiene buen olfato porque está resfriado, no percibirá el olor. Usted no puede ver, tocar ni escuchar el olor; sólo puede percibir el olor con su nariz.

  Así pues, el principio es que si queremos dar sustantividad a cierta cosa, tenemos que usar el órgano apropiado. No podemos dar sustantividad al color usando los oídos ni dar sustantividad al sonido usando la lengua. De igual manera, Dios es Espíritu; Él es una sustancia espiritual. Dios es muy real, pero si no usamos el órgano correcto para darle sustantividad, Él no será real para nosotros. Puesto que Dios es una sustancia espiritual, nosotros tenemos que darle sustantividad con un órgano espiritual, a saber: nuestro espíritu humano.

  Dios nos creó con oídos para que pudiéramos dar sustantividad al sonido, y nos creó con ojos para que pudiéramos dar sustantividad a las cosas visibles; más aún, nos creó con un espíritu (Zac. 12:1; Pr. 20:27). Por tanto, además de los cinco sentidos de nuestro cuerpo físico, tenemos un sentido espiritual, el sentido de nuestro espíritu. Nuestro espíritu no es lo mismo que nuestro corazón o nuestra mente. Nuestro espíritu es el órgano con el cual percibimos, recibimos, contenemos y expresamos a Dios. Una vez que descubrimos que tenemos un espíritu humano, podemos localizar a Dios, porque hoy Dios está en nuestro espíritu. Por un lado, Cristo ascendió y fue exaltado a los cielos, pero, por otro, Cristo el Señor es el Espíritu que está en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22).

LIBERAR NUESTRO ESPÍRITU

  La manera en que podemos expresar y manifestar a Dios es abrir y liberar nuestro espíritu. Si liberamos nuestro espíritu, el propio Dios que está en nuestro espíritu automáticamente será liberado, puesto que Él está recluido en nuestro espíritu. Por ejemplo, supongamos que pongo una llave en la mano de un hermano. Si el hermano cierra su mano y jamás la abre, la mano llegará a ser una cárcel para la llave, y la llave no podrá ser liberada. Con tal que él cierre el puño, nadie podrá ver la llave, y la llave no podrá ser liberada. Sin embargo, una vez que él simplemente abre la mano, la llave es liberada. No hay necesidad de que él ejercite sus brazos, piernas, pies, cabeza o ninguna otra parte de su cuerpo. Todo lo que él tiene que hacer es abrir su mano, y entonces la llave será liberada.

  De manera semejante, Dios hoy está en nuestro espíritu; sin embargo, la mayor parte del tiempo nuestro espíritu permanece cerrado mientras nuestra mente y nuestra boca están abiertas. Cuando nos reunimos, sabemos ejercitar nuestra boca, pero no sabemos ejercitar nuestro espíritu. Por esta razón, abrimos nuestra boca y la tenemos muy activa para chismear y hablar de otras personas, pero nuestro espíritu está cerrado. Entonces, cuando alguien sugiere que oremos, todos cierran la boca. La razón por la cual esto sucede es que sencillamente no sabemos ejercitar nuestro espíritu. Si viviéramos en el Señor y anduviéramos en Su presencia, cerraríamos nuestra boca si escucháramos a alguien chismear o hablar cosas vanas; más aún, si nos dieran la oportunidad de glorificar, exaltar y expresar al Señor, oraríamos, cantaríamos un himno y liberaríamos nuestro espíritu.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU CANTANDO

  Mi única carga es que el Señor deje en nosotros la profunda impresión de que como cristianos que buscan del Señor, debemos conocer el secreto y el misterio de nuestra relación con el Señor, lo cual está relacionado con el hecho de ejercitar nuestro espíritu. Debemos abrir nuestro espíritu, ejercitarlo y usarlo. Lo que más nos ayuda a ejercitar nuestro espíritu es orar, pero algunas veces es aún mejor cantar. Podemos cantar algo breve, como un corito, en voz alta, o podemos cantar algo más largo, como un salmo, en voz baja. Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 hablan de salmos, himnos y cánticos espirituales. Los salmos son los más largos, los himnos son más cortos y los cánticos espirituales, que son como los coros de los himnos, son los más cortos. Muchas veces en las reuniones debemos cantar un coro breve con nuestro espíritu y desde nuestro espíritu.

  Cada uno de nosotros debe memorizarse algunos coros para que podamos cantarlos todo el tiempo en nuestro espíritu y con nuestro espíritu. Cuando los jóvenes quieren hacer ejercicio, a menudo juegan básquetbol, béisbol o fútbol. Ésa es la mejor manera en que ejercitan su cuerpo. Sin embargo, para jugar necesitan una pelota. De igual manera, la mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es cantar, pero necesitamos una “pelota”. Necesitamos sabernos algunos coros para que podamos cantarlos en todo momento. Luego debemos ejercitarnos para cantar, no sólo con nuestra boca sino también con nuestro espíritu y en nuestro espíritu.

  En estos días hemos estado laborando para producir un himnario. Si el Señor lo permite, sería muy bueno si Él levantara a algunos santos para que compongan cánticos sobre el libro de Efesios; podrían componer una canción por cada capítulo. Entonces al reunirse los santos, podrían usar estas canciones para cantar todo el libro de Efesios. Además, sería maravilloso tener canciones sobre Romanos 8 y Colosenses 1. Muchos cristianos hoy cantan los salmos del Antiguo Testamento, pero eso está por debajo de la norma del Nuevo Testamento. Son muy pocas las personas que han compuesto canciones sobre la revelación contenida en el Nuevo Testamento.

  Debemos aprender a cantar, porque cuanto más cantamos, más dejamos de estar centrados en nuestros pensamientos y más nos olvidamos de nuestras circunstancias. Cuanto más cantamos, más estamos en el espíritu y más nuestro espíritu se abre y es liberado. Esto que les digo no es mi propio pensamiento u opinión, sino el pensamiento del Espíritu Santo y del apóstol Pablo. En Efesios 5:18-19 Pablo dice que debemos ser llenos en el espíritu, hablando unos a otros con cánticos. Si hablamos unos a otros cantando un salmo, un himno o un cántico espiritual, nuestros espíritus estarán ejercitados y el Espíritu se manifestará. No debemos tratar de cantar melodiosamente, sino de una manera espiritual. Debemos olvidarnos de la música, de la métrica y de la rima. Yo no soy músico ni soy un cantante experto; de hecho, no canto muy bien. Sin embargo, sea que cante bien o no, debo cantar. Debemos aprender a alabar al Señor cantando. Debemos leer, estudiar y ser capaces de recitar de memoria algunos himnos. De esta manera podremos cantar en la calle o en el auto. Este asunto se revela no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo Testamento. Cuando el pueblo de Israel se congregaba para adorar a Dios en el Antiguo Testamento, ellos cantaban mientras se dirigían a Sión (Sal. 133:1-3). Si cantamos en el auto mientras vamos camino a la reunión, la reunión estará en los cielos. Debemos aprender a ejercitar y a abrir nuestro espíritu cantando.

LLEVAR A CABO LA VOLUNTAD DEL SEÑOR EJERCITANDO NUESTRO ESPÍRITU

  Debemos entender que la intención y el propósito de Dios con respecto a nosotros no es que hagamos algo para Él, sino que seamos un vaso que lo contenga y exprese. Mientras contengamos y expresemos a Dios, estaremos en una condición apropiada. Hoy muchos cristianos hablan de vencer y ser victoriosos sobre el pecado. Sin embargo, nunca venceremos el pecado si sólo nos enfocamos en obtener la victoria sobre el pecado. Si nos olvidamos del pecado y, en lugar de ello, cantamos y alabamos en todo momento, estaremos en los cielos, el pecado no nos tocará, y obtendremos la victoria sobre el pecado. Muchas personas procuran conocer la mente y la voluntad del Señor. Sin embargo, si cantáramos, la voluntad del Señor sería muy clara para nosotros en nuestro espíritu. El camino correcto que debe seguir un cristiano es ejercitar el espíritu, contactar a Dios, recibir al Señor y expresarlo. Si hacemos esto, lo tendremos todo, incluyendo la victoria sobre el mundo, el pecado y el yo.

  El propósito del Señor es que nosotros lo expresemos. Olvidémonos de todo lo demás y simplemente aprendamos a ejercitar nuestro espíritu orando, alabando y cantando. Si hacemos esto, el Espíritu, quien es el Señor mismo, automáticamente será liberado de nuestro espíritu. Entonces creceremos cada día y seremos transformados por medio de la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). No crecemos por medio de enseñanzas, doctrinas ni conocimiento, sino por medio del ejercicio de nuestro espíritu. Por consiguiente, debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para que continuamente podamos crecer, experimentar y disfrutar a Cristo, y participar de Él. Si hacemos esto, estaremos en Él en todo momento. Esto es lo que significa permanecer en el Señor. Este mensaje no es una simple enseñanza o doctrina, sino que, más bien, es como un mapa que nos muestra el camino por el cual debemos conducir. Si no conducimos, de nada servirá el mapa; pero si emprendemos el viaje, el mapa nos será muy útil. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu orando, alabando y cantando.

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