
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California en marzo y abril de 1978.
El Señor le dijo a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (v. 17). El Señor parecía decirle: “Tú eres Simón, hijo de Jonás, el hijo de un hombre de carne y sangre. Pero esto, no te lo reveló carne ni sangre; fue Mi Padre que está en el cielo quien te lo reveló”. Debemos pedirle al Padre que está en el cielo que nos conceda ver que Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente. Necesitamos que el Padre nos muestre que Cristo posee el agua, la vida y también el aceite, la capacidad para ejercer la función. No piense que usted ya sabe que Jesús es el Cristo y que es el Hijo del Dios viviente. Esto puede ser una simple terminología para usted. Es posible que aún no haya recibido la revelación de este hecho. Cuando estuvimos en la escuela dominical, se nos enseñó que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios. Sin embargo, estos términos no significaban nada para nosotros. Necesitamos recibir la revelación de que el Jesús, en quien hemos creído para ser salvos, es el Cristo, el aceite derramado sobre nosotros para ejercer nuestra función, y el Hijo del Dios viviente, el agua que está en nosotros para que tengamos vida.
En 1 Juan 5:12 dice que el que tiene al Hijo, tiene la vida. El Hijo es la vida misma porque Él es la corporificación de Dios. Debido a que el elemento, la esencia, la vida y la naturaleza de Dios están corporificadas en el Hijo, el Hijo es la sustancia, la expresión, de la vida divina. Por lo tanto, si tenemos al Hijo, tenemos la vida divina, la esencia divina. Si tenemos al Hijo, tenemos a Dios en nosotros como nuestra vida.
En 2 Corintios 1:21 dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo [el Ungido], y el que nos ungió, es Dios”. Al ser adheridos al Ungido, tenemos el ungüento para ejercer nuestra función. No deben decir que no son capaces de orar en las reuniones ni dar un testimonio. Si tienen este concepto, el cielo estará cerrado para ustedes. ¡Oh, cuánto necesitamos pedirle al Señor que nos conceda un cielo despejado! Olvídense de lo que son y de lo que pueden hacer, y recuerden que ustedes han recibido al Hijo del Dios viviente como su vida y que han sido adheridos al Ungido. Debido a que han sido adheridos a Él, el ungüento que está sobre Él fluye ahora a ustedes. Olvídense de que son débiles, poco inteligentes o que se sientan que no son nada; aunque no somos nada, hemos sido adheridos al Ungido. Tenemos al Hijo del Dios viviente en nosotros, y hemos sido adheridos al Cristo. Por lo tanto, la vida está dentro de nosotros, y el ungüento está sobre nosotros. Todo aquel que cree esto ha sido verdaderamente bendecido por el Padre que está en el cielo.
Por naturaleza todos somos Barjonas, es decir, hombres naturales nacidos de padres naturales. Sin embargo, también tenemos otro origen, el Padre que está en el cielo. Nosotros, los seguidores de Cristo, tenemos dos orígenes: un origen natural y otro celestial. Por un lado, somos Barjonas; por otro, somos hijos de Dios. El Padre que está en el cielo siempre coopera con Su Hijo. Cuando el Hijo llevó a los discípulos a Cesarea de Filipo, el Padre estaba listo para inspirar a Simón Barjona, a fin de que éste viera que Jesús, el nazareno, era el Cristo y el Hijo del Dios viviente. Por medio de esta revelación, Pedro fue transformado de Simón a Pedro, de un hijo de Jonás a un hijo del Padre que está en el cielo. Por consiguiente, Pedro recibió la bendición de parte de otra fuente: el Padre que está en los cielos.
El versículo 18 puede ser traducido de la siguiente manera: “Y Yo también te digo, que tú eres una piedra, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. El Señor le dijo a Simón que él era una piedra y que Él edificaría la iglesia sobre esta roca. Esta roca primeramente se refiere a la maravillosa persona de Cristo, el Hijo del Dios viviente, Aquel que es nuestra vida y quien tiene el aceite. En segundo lugar, se refiere a la revelación de esta persona, la cual Pedro recibió. Cuando recibimos esta revelación, la revelación se convierte en la roca. Por lo tanto, la iglesia no sólo es edificada sobre la persona de Cristo, sino también sobre la revelación de esta persona. En tercer lugar, la roca se refiere a la declaración que hizo Pedro de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Por consiguiente, la roca se refiere a tres cosas: a la persona de Cristo, a la revelación de Su persona y a la declaración que hizo Pedro.
Muchos cristianos en el catolicismo o en las denominaciones están familiarizados con el versículo que nos dice que Cristo edifica Su iglesia sobre esta roca. Sin embargo, no saben cómo ser edificados sobre esta roca. A fin de ser edificados, necesitamos la persona, la revelación y la declaración. No sólo debemos saber esto como una doctrina, sino también ponerlo en práctica. La persona de Cristo siempre está disponible a nosotros, puesto que Él se encuentra tanto a nivel universal como a nivel local. Pero es posible hablar acerca de Cristo sin haber recibido una revelación de Él. Tan pronto como vemos que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y declaramos este hecho, somos edificados. Sin embargo, los cristianos nominales, quienes asisten a los llamados servicios dominicales en la mañana para dedicar el resto del día a eventos deportivos o al cine, no son edificados sobre esta roca. Sin embargo, en cuanto algunos empiezan a ver que Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente, son edificados, puesto que son adheridos a Cristo, el Ungido, y el Hijo de Dios entra en ellos como vida. Así que de inmediato llegan a ser uno. Fue en el momento en que Simón confesó que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, que su nombre le fue cambiado a Pedro.
Aunque quizás no se hayan percatado de esto, 1 y 2 Corintios es la continuación de Mateo 16. En 1 Corintios se nos habla de Cristo y de la roca, y en 2 Corintios se nos habla del Ungido. En 1 Corintios 1:13 Pablo hace esta pregunta: “¿Está dividido Cristo?” y en 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. Luego, en 1 Corintios 10:4 se nos habla de la roca: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. La roca hendida de la cual fluyó agua es el fundamento mencionado en 1 Corintios 3:11, donde Pablo dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Si juntamos todos estos pasajes, veremos cómo podemos ser edificados sobre esta roca. Según Mateo 16, ser edificados sobre esta roca es ver la persona de Cristo, recibir la revelación y hacer la declaración. Sin embargo, esto es sólo la etapa inicial; pues debemos seguir adelante para ver que esta roca es la roca hendida de la cual fluye el agua viva.
La roca que fue hendida representa al Cristo crucificado, y el fluir del agua viva representa al Cristo que fluye mediante la resurrección. Al río que fluye de la roca se le llama en 1 Corintios 15:45 el Espíritu vivificante. Por lo tanto, el Espíritu vivificante es el agua que fluye de la roca hendida. Del Cristo crucificado sale y fluye ahora el Espíritu vivificante en Su resurrección. Por ello en 1 Corintios 12:13 dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Todos fuimos puestos en la posición correcta para beber de esta agua que fluye. Por consiguiente, continuamos siendo edificados sobre esta roca al beber del agua que fluye de la roca hendida.
Como hemos visto, en 2 Corintios 1:21 dice que fuimos adheridos al Ungido. Por lo tanto, la edificación revelada en Mateo 16 continúa llevándose a cabo al nosotros beber y ser adheridos. Día a día estamos bebiendo del agua que fluye de la roca hendida, y también estamos siendo adheridos al Ungido. No podremos ser edificados a menos que bebamos del agua viva y permanezcamos adheridos al Ungido. Al beber recibimos el agua, y al ser adheridos permanecemos bajo el aceite que nos unge. Al beber recibimos más vida, y al ser adheridos recibimos más aceite. Al recibir el agua en nuestro ser y el aceite sobre nosotros, diariamente crecemos y somos edificados. Ésta es la manera práctica en que la iglesia es edificada. La iglesia es edificada sobre esta roca.
No podemos ser edificados con otros ni edificar a otros por nuestro propio esfuerzo. En lugar de ello, debemos beber y permanecer adheridos al Ungido. Todos necesitamos recibir una visión de la persona de Cristo y luego declarar lo que vemos, diciendo: “Amén, éste es Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Luego, debemos avanzar más y beber de la roca hendida en resurrección y ser adheridos al Ungido. Como resultado, seremos llenos del agua interiormente, y externamente estaremos cubiertos de aceite. Ésta es la manera en que somos edificados.
La gran profecía que dio el Señor en Mateo 16:18 aún no se ha cumplido porque los cristianos en su mayoría tienen un velo que les impide ver que Cristo hoy es el ungüento y la vida. Aunque conocen ciertos términos, no tienen la revelación ni hacen ninguna declaración. Al hacer la declaración, nosotros testificamos que hemos visto algo. Hemos visto que Jesús, una persona maravillosa, es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Él es la corporificación misma de Dios, e incluso Dios mismo. Además, Él es la vida y Aquel que tiene el ungüento. Todo lo que Dios hace está relacionado con Cristo. Nuestro Jesús es el Hijo del Dios viviente, la corporificación de la sustancia divina, y ahora Él está en nosotros. Cuando recibimos esta revelación, podemos proclamarla al universo. Asimismo, vemos que Cristo tiene el ungüento de Dios. Todo lo que Dios hace, lleva a cabo y se propone hacer, está relacionado con Cristo. Dios en Él es vida para nosotros, y Dios sobre Él es lo que nos capacita para ejercer nuestra función. Él entró en nosotros, y nosotros fuimos adheridos a Él. Por lo tanto, interiormente tenemos la vida, y externamente tenemos la capacidad para ejercer nuestra función. Al declarar esto, somos edificados sobre Él. Luego, a fin de que esta edificación continúe, debemos beber del agua que fluye en resurrección de la roca hendida y debemos permanecer adheridos al Ungido y participar de la unción. Cuando bebemos del fluir de vida, recibimos alimento para nuestro crecimiento; y al permanecer adheridos al Ungido, tenemos el ungüento para ejercer nuestra función. Si tenemos tanto la vida como el ungüento, creceremos y seremos edificados.
Mateo 16 nos habla de la crucifixión y de la resurrección del Señor. Ser crucificado significa ser hendido, y ser resucitado significa fluir. La roca sobre la cual la iglesia es edificada tenía que ser hendida para que el agua viva pudiera fluir. El Señor fue herido, y en Su resurrección el agua fluyó. El capítulo 15 de 1 Corintios trata sobre la resurrección. En Su resurrección, Cristo, el postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante. El postrer Adán fue la roca hendida, y el Espíritu vivificante es el agua viva que fluye en Su resurrección, que fluye en el Cristo resucitado. Al beber del Cristo que fue herido y resucitado, recibimos el fluir del agua que nos permite crecer y ser edificados.
Creo que Mateo 16:18 está ahora cumpliéndose entre nosotros. El Señor nos dio nueva luz sobre la edificación de la iglesia, a fin de que Su profecía pueda cumplirse. Tengo plena certeza de que muchos de nosotros veremos que Cristo es la roca resucitada, de la cual fluye el agua viva. Después de recibir tal revelación, muchos espontáneamente declararán: “Amén, Señor Jesús. Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Cuando hagamos esta declaración, recibiremos más agua en nuestro ser y más aceite sobre nosotros. Si declaramos que Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente, seremos llenos del agua y seremos cubiertos de aceite. ¡Cuán bienaventurados somos al ser un Barjona que ha visto la visión celestial y la ha declarado! Espero que esta revelación nos vuelva locos y que la proclamemos una y otra vez. Cuanto más agua y aceite recibamos, más vida tendremos y más capaces seremos de ejercer nuestra función. De este modo, por medio de la vida que poseemos y la función que desempeñamos, llegaremos a ser el Cristo corporativo, el Cuerpo que tiene muchos miembros, a fin de que el propósito de Dios se lleve a cabo.