
En el Evangelio de Mateo se presentan varios puntos juntos para revelarnos una doctrina. Esto es lo que Mateo hizo en el capítulo 16. Después de presentar la revelación en cuanto a Cristo y la iglesia, él reveló la manera en que la iglesia es edificada.
En Mateo 16:18 el Señor Jesús dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. ¿Cómo puede ser edificada la iglesia de forma práctica? La respuesta se halla en los versículos del 21 al 26. Según la Biblia, edificamos la iglesia al ser crucificados y resucitados. Si Cristo no hubiera sido crucificado ni hubiera resucitado, no podría haber edificado la iglesia. La iglesia llegó a existir mediante la muerte y la resurrección de Cristo. El versículo 21 dice: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestarles a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”. Este versículo nos muestra que edificamos la iglesia al experimentar la muerte y la resurrección. En el monte el Señor Jesús se transfiguró; sin embargo, dicha transfiguración fue algo temporal. Fue por medio de la muerte y la resurrección que Cristo fue permanentemente transfigurado. La resurrección es una especie de transfiguración. Así que, por medio de la muerte y la resurrección, Cristo entró en la esfera de la transfiguración, y es en esta esfera donde la iglesia existe. La iglesia no puede existir en la esfera de la vida natural ni entre personas carnales, sino únicamente en la esfera de la transfiguración. Mientras estemos en la esfera de la vida natural o en una condición carnal, estaremos acabados en lo que a la iglesia se refiere.
En el versículo 21 el Señor reveló la manera en que se edifica la iglesia. Sin embargo, la persona a la cual Él había entregado las llaves del reino no estuvo de acuerdo con esta manera. Cuando el Señor le habló a Pedro acerca de la muerte y la resurrección, éste disintió y lo reprendió. El versículo 22 dice: “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!”. Sin embargo, si esto no le hubiera sucedido al Señor, habría sido imposible que la iglesia fuera edificada. Si Pedro, aquel que recibió las llaves, manifestó tal desacuerdo, cualquiera de nosotros podría hacer lo mismo. La historia del cristianismo es una historia de disensión. La fuente de la disensión es Satanás quien sale del Hades por medio de la puerta del yo. Cuando la puerta del yo se abre, Satanás sale para disentir.
Cuando Pedro reprendió al Señor, era uno con Satanás. Es por ello que el versículo 23 dice: “Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Aquí vemos que Pedro y Satanás eran uno. Por esta razón, el Señor reprendió a Pedro llamándolo Satanás y también dijo que le era tropiezo. El Señor dijo además que Pedro no ponía la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
El versículo 24 dice: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. El Señor Jesús no le dijo que negara a Satanás, sino que se negara a sí mismo. Satanás y el yo son términos sinónimos que el Señor usó de modo intercambiable. Negar el yo está relacionado con algo negativo. Pero en este mensaje necesitamos ver algo relacionado con el lado positivo. El lado positivo es tomar la cruz y seguir al Señor. Todos tenemos una cruz que llevar. La cruz del Señor es única, pero nuestras cruces son muchas. A fin de que la iglesia sea edificada, el Señor Jesús tuvo que tomar la cruz, y asimismo nosotros debemos tomar nuestra cruz.
A través de los años, este asunto de tomar y llevar la cruz ha sido terriblemente malentendido. Por ejemplo, cuando un hermano ha perdido una considerable suma de dinero en un negocio dice que tiene que llevar la cruz. El libro La imitación de Cristo, supuestamente escrito por Tomas à Kempis, ha ayudado a muchos cristianos. Sin embargo, dicho libro contiene un error: el concepto de que nuestros sufrimientos humanos son equivalentes a llevar la cruz. Este concepto es muy semejante al hinduismo. Y también es una debilidad marcada del catolicismo actual, que pone énfasis en nuestra necesidad de sufrir. De este modo, el concepto del sufrimiento se ha infiltrado en la religión cristiana. En su biografía, Madame de Guyón dice que ella incluso pedía que el Señor le diera cruces. Esto es algo que proviene del concepto natural.
Es necesario que entendamos el verdadero significado de la cruz. Sí, es verdad que la cruz está relacionada con el sufrimiento. El gobierno romano usaba el método de crucifixión para ejecutar a los criminales. Sin duda alguna, para el criminal, la cruz significaba sufrimiento, pues él no escogía someterse a la crucifixión; todo lo contrario, a él lo obligaban a ser crucificado. No obstante, la crucifixión del Señor Jesús fue completamente distinta, pues Él no fue obligado a ir a la cruz, sino que Él mismo la escogió. Ésta fue Su preferencia. Nadie lo obligó a ir a la cruz; Él estuvo dispuesto a hacerlo porque la cruz era la voluntad de Dios. Por lo tanto, Su crucifixión era para el cumplimiento de la voluntad de Dios. El Señor estuvo dispuesto a tomar la cruz y a ser crucificado, a fin de que se cumpliera el propósito de Dios. En otras palabras, Cristo no fue obligado a morir como un criminal, sino que más bien, Él mismo escogió ser crucificado para que por medio de la muerte Su vida pudiera ser liberada, y así se produjera la iglesia.
Sin duda alguna, la cruz fue un gran sufrimiento para el Señor, pero Él en ningún momento pensó en reducir el sufrimiento, sino que, cuando le ofrecieron vino mezclado con hiel, lo rechazó (Mt. 27:34; Mr. 15:23). Al Señor no le importaba el sufrimiento, sino el cumplimiento del propósito de Dios. Mientras el Señor estuvo en la cruz, Él sufrió muchísimo; sin embargo, nadie le impuso ese sufrimiento, sino que Él lo aceptó de buena voluntad. En Mateo 26:39 el Señor oró al Padre, diciendo: “No sea como Yo quiero, sino como Tú”. En esa ocasión también oró: “Hágase Tu voluntad”. El Señor estuvo dispuesto a tomar la cruz, a ir a la cruz y permanecer en ella hasta que fuese cumplida la voluntad de Dios. Éste es el significado de la primera mención de la cruz en la Biblia.
Conforme al principio según el cual la primera vez que se menciona algún asunto en la Biblia se establece su entendimiento, todas las experiencias de la cruz deben ser iguales que la primera. Eso significa que nadie nos impone llevar la cruz, sino que nosotros mismos la tomamos voluntariamente. Presten atención que el Señor Jesús no dijo: “Niéguese a sí mismo, y sea crucificado”. No, sino que dijo: “Tome su cruz”. No es que seamos crucificados por otros, sino que, más bien, tomamos la cruz. Sin embargo, ciertos hermanos han dicho: “Mi querida esposa me ha crucificado muchas veces”. Tales hermanos no llevan la cruz, sino que más bien son criminales ejecutados por sus esposas. Si usted dice que sus hijos lo crucifican a usted, eso significa que usted no lleva la cruz, sino que es un criminal que ha sido ejecutado. Los cristianos de hoy en su mayoría son criminales ejecutados; muy pocos son los que llevan la cruz. Les hago esta pregunta: ¿son ustedes criminales o personas que llevan la cruz? Todos debemos responder: “Alabo al Señor porque no soy un criminal, sino una persona que está dispuesta a llevar la cruz. No es que otros me crucifiquen, sino que yo mismo escojo tomar la cruz y llevarla”.
Hemos visto que el Señor no sufrió como un criminal, sino que Él mismo tomó Su cruz voluntariamente. Él era una persona que estaba dispuesta y contenta de llevar la cruz para que se cumpliera la voluntad de Dios, la cual consiste en que la iglesia sea producida. Por medio de Su muerte, Su vida divina fue liberada para que fuese impartida en nosotros, y así llegásemos a ser miembros de la iglesia. Hoy en día el problema no tiene que ver con Él, sino con nosotros. Aunque en nuestro interior poseemos la vida divina y hemos llegado a ser miembros de la iglesia, el problema es si estaremos dispuestos o no a ser edificados. Todos tenemos la vida divina en nosotros por causa de la iglesia, pero aún no hemos sido juntamente edificados. A lo largo de los siglos, los cristianos han tenido la vida divina en ellos por causa de la iglesia, pero la edificación no se ha llevado a cabo. En lugar de ello, ha habido disensiones, divisiones y confusión. ¿Dónde está el edificio? Cristo ya hizo lo mejor que pudo; ahora es nuestro turno de tomar la cruz.
Tomar la cruz simplemente significa tomar la voluntad de Dios. La cruz es, de hecho, la voluntad de Dios. Todo aquello que no sea la voluntad de Dios no es una cruz. La cruz que Cristo experimentó definitivamente era la voluntad de Dios. Si la voluntad de Dios hubiese sido que Cristo no muriera en la cruz, y a pesar de ello, Cristo aún hubiese ido a la cruz y hubiese muerto, Él habría actuado de manera contraria a la voluntad de Dios. En dado caso, aquello no habría sido una cruz, sino la ejecución de un criminal. Sin embargo, la cruz que el Señor Jesús experimentó no fue la ejecución de un criminal, sino la voluntad de Dios.
Según lo establecido por Dios en la Biblia, hay un solo marido para una sola esposa. Considere cómo Abraham le consiguió una esposa a su hijo Isaac. Antes de que el siervo de Abraham le trajera Rebeca a Isaac, éste nunca la había visto antes. Pero en cuanto se la presentaron, él la tomó por esposa. Esto indica que el matrimonio, por cualquier medio que se lleve a cabo, está soberanamente en las manos de Dios. Una vez que usted se casa con alguien, ella llega a ser su esposa, y no hay nada que usted pueda hacer al respecto. Según lo establecido por Dios, no debe haber divorcio. Un esposo para una sola esposa es la voluntad de Dios. De manera que si usted se divorcia de su esposa, estará divorciándose de la voluntad de Dios. Pero si la acepta, estará aceptando la voluntad de Dios, por cuanto ella representa la voluntad de Dios y, de hecho, es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios siempre es una cruz. Sin embargo, si usted soporta a su esposa como si ella fuera una cruz, será un criminal. En cambio, si de buena gana usted la acepta por la gracia del Señor, será alguien que lleva la cruz. Puesto voluntariamente está tomando la cruz, no será ejecutado. Usted reconocerá que su esposa es la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado para usted.
Supongamos que la esposa de un hermano le causa sufrimiento. Puesto que el divorcio no está permitido, él sólo tiene dos alternativas: puede sufrir por causa de ella, como un criminal que es ejecutado en la cruz, o puede aceptar a su esposa como la voluntad de Dios y como su porción. Él puede decir: “Dios me la asignó. Yo no me casé con ella, sino que Dios me la dio. Esto es la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado. ¡Aleluya! ¡Estoy dispuesto a llevar la cruz y aun estoy contento de hacerlo! No soy un criminal, sino una persona que felizmente lleva la cruz”. Si hacemos esto, la presencia del Señor estará con nosotros, y disfrutaremos las riquezas de la vida. Además, daremos un firme testimonio de que hemos sido edificados como una sola entidad.
Podemos aplicar el mismo principio a la vida de iglesia. En el universo simplemente hay una sola iglesia, y en cualquier localidad debe haber una sola iglesia. La única iglesia es algo que Dios ha determinado y asignado. Ésta es la porción que Él nos ha asignado y es Su voluntad. El hecho de que nos guste la iglesia o no, no tiene importancia alguna, porque la iglesia es la voluntad de Dios. Tal vez al principio usted se sentía muy contento con la iglesia, y disfrutaba de una luna de miel en su vida de iglesia, pero más tarde le dejó de gustar la iglesia e incluso deseó separarse de ella. Muchos cristianos hoy en día se han divorciado de la iglesia. Sin embargo, si nosotros hacemos esto, estaremos haciendo caso omiso a lo que dice Mateo 16. Si podemos divorciarnos de la iglesia, no se producirá la edificación. A través de los siglos, muchos cristianos han sido como una mujer que ha tenido varios maridos. Después de haber estado por cierto tiempo con un hombre, se divorcian de él para irse con otro hombre. Ésta es la verdadera situación entre los cristianos de hoy. Debemos reconocer que la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado es que haya una sola iglesia y que no tenemos ninguna otra alternativa. Por esta razón, la iglesia con el tiempo llega a ser la cruz que debemos llevar. La pregunta es si la llevaremos como un criminal que va a ser ejecutado como si la llevaremos voluntariamente y con alegría. Debemos ser como Cristo, quien escogió la cruz y la tomó como Su primera preferencia. Aunque estar en la iglesia nos cause dificultades, no hay nada que podamos hacer al respecto, puesto que la iglesia es la iglesia. Por lo tanto, todos debemos orar, diciendo: “Señor, concédeme la gracia suficiente para ser uno que está dispuesto a llevar la cruz”. Si usted ora de esta manera, será una persona que está dispuesta a llevar la cruz, y no un criminal. Como resultado, experimentará la verdadera edificación.
Casi todos los cristianos hoy en día escogen una iglesia conforme a sus gustos, así como la gente escoge el restaurante que más le agrada. Tal vez a algunos no les guste cierta iglesia porque los miembros gritan e invocan mucho el nombre del Señor. Otros prefieren una iglesia donde ellos puedan hablar en lenguas o escuchar presentaciones musicales en las que cantan solistas, cuartetos y coros. Si somos así, entonces no estaremos llevando la cruz. Por lo que, en primer lugar, debemos averiguar lo que es la iglesia; luego, una vez que averigüemos esto, no debemos dar lugar a nuestras preferencias o gustos. Ya sea que nos guste la iglesia o no, no debemos aceptarla según nuestros gustos, sino según la voluntad de Dios y lo que Él ha determinado. Simplemente debemos reclamar la gracia suficiente para ser personas que alegremente llevan la cruz. Debemos decir: “Señor, hazme una persona que está dispuesta a llevar la cruz, así como Tú lo fuiste. Tú supiste lo que era la voluntad de Dios en Mateo 26, y luego estuviste dispuesto a cumplirla. Tú estuviste contento de tomar la cruz. Tú pudiste haber pedido que te rescataran doce legiones de ángeles, pero no lo hiciste, sino que estuviste dispuesto a llevar la cruz. Gracias, Señor, porque por haber estado dispuesto a llevar la cruz estamos aquí hoy como la iglesia. Ahora, Señor, queremos participar de Tu buena disposición para tomar la cruz, a fin de que Tu vida pueda ser liberada”.
No sólo la iglesia, sino también cada hermano y hermana que está en la iglesia es la voluntad de Dios. Según la Biblia, no hay forma alguna en que podamos dividirnos de los hermanos y hermanas. Si preferimos a ciertos hermanos y hermanas por encima de otros, seremos un Barjona, un hijo de carne y sangre. En la iglesia todo hermano y hermana es la voluntad de Dios, y no podemos decidir al respecto. El padre los engendró a todos ellos, y debemos aceptarlos a todos como la voluntad de Dios. Nuestros gustos o disgustos, los cuales son naturales, no tienen cabida alguna. En la iglesia no debe haber amistades especiales ni preferencias. Por esta razón, todo hermano y hermana con el tiempo llega a ser una cruz para nosotros. Sin embargo, si recibimos la misericordia y la gracia del Señor, llegaremos a ser personas que alegremente llevan la cruz, y no criminales condenados que van a ser ejecutados.
Si digo que no me cae bien cierto hermano y ya no paso tiempo con él, espontáneamente dejaré de llevar la cruz. Apenas abandonamos la cruz, cesa la edificación. La iglesia no ha sido edificada en los pasados diecinueve siglos, debido a que muchos no han estado dispuestos a tomar la cruz. ¿Está usted dispuesto a llevar la cruz? Toda la iglesia, junto con todos los hermanos y hermanas que están en ella, es una cruz. No tenemos alternativa, no tenemos libertad para escoger. Debemos sobrellevar la iglesia y también debemos sobrellevar a todos los santos, sea que nos guste o no. Si seguimos nuestras preferencias, no estaremos llevando la cruz, y no habrá edificación. Dondequiera que estemos, no tenemos la libertad de escoger, porque simplemente hay una sola iglesia.
Sin embargo, en el recobro del Señor algunos santos han tratado de escoger libremente en cuanto a la iglesia. Después de estar en cierto lugar por determinado tiempo, se sintieron descontentos con la iglesia de ese lugar, especialmente con los hermanos que ejercen el liderazgo. Por esta razón, se mudaron a otra localidad y permanecieron allí por otro periodo de tiempo; pero, como se sintieron descontentos allí, volvieron a mudarse a otro lugar. En cada localidad sucedió lo mismo. Esto ejemplifica el hecho de que ninguna iglesia puede satisfacer sus gustos; en vez de ello, lo que usted necesita es estar dispuesto a llevar la cruz. No escoja por usted mismo, puesto que todas las iglesias son iguales. Si usted no puede sentirse contento en un lugar, no estará contento en otro. No trate de cambiar la iglesia, sino más bien, renuncie a sus gustos.
Muchos no tienen problema con la iglesia, pero no pueden llevarse bien con algunos santos. Si ése es su caso, está acabado en lo referente a la edificación. Debemos tomar la cruz. Si elige las iglesias, usted será una puerta abierta de par en par por la cual Satanás saldrá. Por consiguiente, tiene que usar la segunda llave: tomar la cruz. Debemos decir: “Señor, Tu voluntad es que haya una sola iglesia en el universo y una sola iglesia en cada ciudad. Señor, también Tu voluntad es que yo sea uno con todos mis hermanos y hermanas. Mientras se trate de un creyente, debo aceptarlo sin considerar mis gustos o preferencias. Lo que me agrada o desagrada no significa nada”. Ésta es la manera única en que podremos ser juntamente edificados. De lo contrario, comprobaremos que nuestras preferencias y nuestros gustos constantemente fluctúan. Hoy me cae muy bien usted, pero es posible no me caiga bien mañana. Tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial no debemos fluctuar. Lo único que puede hacer que nos mantengamos estables e inconmovibles es que llevemos la cruz. Ésta es la segunda llave práctica que necesitamos para la edificación de la iglesia.
En el mensaje anterior vimos que la primera llave es negar el yo. Ahora hemos visto que la segunda llave es tomar la cruz. Negar el yo está relacionado con algo negativo, mientras que tomar la cruz tiene que ver con algo positivo. La única manera de cumplir la voluntad de Dios es tomar la cruz. No culpe a los hermanos y hermanas, ni tampoco se culpe a usted mismo; más bien, tome la cruz. No se permita la libertad de escoger ni de elegir. Su destino es la voluntad de Dios, lo que Dios ha dispuesto. Debemos aceptar la única iglesia y a todos los hermanos y hermanas como la voluntad de Dios. Sin embargo, en lo profundo de nuestro ser podemos abrigar ciertas preferencias. Es posible que nos gusten ciertos hermanos y otros nos caigan mal. Debido a que somos personas naturales y humanas, todos tenemos nuestras preferencias. Sin embargo, si actuamos conforme a nuestras preferencias, no habrá ninguna edificación.
Todos los demonios y ángeles malignos están observándonos y examinando nuestro testimonio. Por lo tanto, nuestro testimonio no sólo se exhibe ante los hombres, sino ante todo el universo. ¡Cuán vergonzoso sería si hablamos acerca de la edificación, pero sin que haya ninguna edificación entre nosotros debido a nuestras preferencias naturales! Debemos orar, diciendo: “Señor, ayúdanos y concédenos la gracia suficiente. Queremos llevar la cruz para que ningún ángel maligno tenga nada negativo que decir de nuestro testimonio. Estamos aquí como el testimonio de la edificación, y no queremos dar lugar alguno para que los demonios y los ángeles malignos digan nada”. Tal vez el hombre no sepa lo que está sucediendo, pero todos los demonios y los ángeles malignos sí entienden lo que estamos haciendo. Ellos saben cuáles son nuestras intenciones y si estamos dispuestos o no a tomar la cruz. Si estamos dispuestos a llevar la cruz, entonces seremos un verdadero testimonio.
Hoy se está librando una batalla, no simplemente ante los hombres, sino ante todas las potestades de maldad. Por lo tanto, no debemos tener preferencias ni gustos personales, sino únicamente la voluntad de Dios; y debemos tomar la cruz, es decir, tomar la voluntad de Dios. Si hemos visto la visión de una sola iglesia y de que todos los santos son los miembros del único Cuerpo, entonces no nos dejaremos llevar por nuestras preferencias ni por nuestros gustos personales. No prestaremos atención a nuestros gustos, sentimientos ni percepciones, sino que nos preocuparemos únicamente por la voluntad de Dios, a fin de tener la unidad genuina, la unidad que resiste la prueba del escrutinio de todos los demonios, principados y potestades. Queremos tener delante de las potestades malignas, el testimonio de que somos un pueblo que posee la unidad genuina porque todos estamos dispuestos a tomar la cruz. No sufrimos como criminales, sino que somos personas que alegremente llevan la cruz. Yo creo que en estos postreros tiempos en toda la tierra habrá un pueblo que exhibirá este testimonio.