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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios

PREFACIO

  Este libro está compuesto de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en el entrenamiento de tiempo completo en Anaheim, California, durante el otoño de 1989.

Predicar el evangelio como sacerdotes del evangelio por medio de visitar a la gente donde esté

  En primer lugar, somos los sacerdotes del evangelio neotestamentario. Por lo tanto, debemos proceder, comportarnos, vivir y movernos como sacerdotes del evangelio. Todos nosotros tenemos que visitar a la gente donde esté para salvarlos, o sea, traerlos a Cristo. Aunque muchos han estado predicando el evangelio, gran parte de la predicación del evangelio que se ve hoy en día no es bíblica. Aunque algunos predican cosas que son conforme a las Escrituras, la manera en que predican no lo es. No predican el evangelio del Nuevo Testamento conforme a la manera ordenada por Dios. Primero debemos comprender que somos los sacerdotes neotestamentarios del evangelio. Todos sabemos que la tarea principal de un sacerdote es ofrecer sacrificios a Dios. Debemos hacer la obra del evangelio como sacerdotes a fin de producir algunos sacrificios para Dios. Desde mi juventud como cristiano, aprendí que los cristianos somos sacerdotes de Dios, pero no sabía cuáles sacrificios debíamos ofrecer. Se me enseñó que debemos ofrecer a Dios nuestras alabanzas y acciones de gracias como sacrificios. También aprendí que debemos dar cosas materiales como sacrificios a Dios, a Sus hijos, a Su iglesia, a Sus siervos, etc. Pero estas cosas no son de mucha importancia. Los principales sacrificios que debemos ofrecer a Dios son los pecadores que sean salvos por medio de nuestra predicación. En Romanos 15, Pablo dice que él era “ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable,” (v. 16, gr.). Pablo ofrecía como sacrificio a Dios a los creyentes gentiles que eran salvos por medio de su predicación. Todos debemos tener semejante concepto. ¿Cuántas personas ha usted traído a Cristo desde que usted fue salvo? Como uno de los sacerdotes de Dios, ¿no podría traer al Señor una persona en un año, en tres cientos sesenta y cinco días? Esto es lógico y justo. Si no le parece así, supongamos que usted fuera el Señor, ¿qué diría? Creo que usted despediría a tal sacerdote.

  Algunos han criticado el asunto de tocar a las puertas, diciendo: “Salí por dos meses y no gané a nadie”. Entonces yo les respondería: “¿Y qué de los diez meses restantes? ¿Produce una madre a un hijo cada día?” La ley natural de Dios regula. Un hijo debe estar en el vientre de su madre por nueve meses. Si una madre quiere tener otro hijo, no es tan fácil porque nueve meses del año ya han pasado. Sólo hay tres que restan. Así que, tiene que tomar prestado del siguiente año. Esto es la regulación de Dios. Una vez que una madre concibe, aprende las lecciones de paciencia, día tras día, por dos cientos setenta días. Si predicamos el evangelio de la misma manera que esta madre paciente, al menos en nueve meses podríamos traer una persona al Señor.

  Puede ser que usted piense que eso sería muy poco, pero en realidad no lo es. Supongamos que cada uno de nosotros consigue uno anualmente. Sin duda la iglesia se duplicará dentro de un año. La manera de Dios parece muy lenta, sin embargo va muy rápido. Dios creó a un solo hombre, Adán. Pero hoy hay billones de Adanes en la tierra. Es muy lenta, pero es la más prevaleciente. Recientemente estudié algunas estadísticas. Durante los últimos ciento cincuenta años, dos grupos heréticos han tenido el mayor éxito en incrementarse en número. Hicieron esto por medio de tocar puertas. Un grupo es los mormones y el otro es los Testigos de Jehová. Estudié las estadísticas publicadas por los Testigos de Jehová con respecto a las doce naciones en las cuales más prevaleció su trabajo el año pasado. En Japón, calcularon que era necesario dedicar más de seis mil horas para conseguir una sola persona. Esto significa que, aun si trabajaran diez horas al día por dos años, es posible que sólo ganen uno. Si usted puede ganar una persona en un año, aunque parece lento, es mucho mejor que no hacer nada. Puede ser que usted haya salido por dos meses y que no haya ganado a nadie. Entonces, ¿por qué no seguir tratando otro dos meses? ¿Por qué no intentar los siguientes dos meses por tercera vez, los siguientes dos meses por cuarta vez, y los siguientes dos meses por quinta vez? Si no puede ganar uno este año, intente de nuevo el próximo. Nuestro problema es, en primer lugar, que no nos damos cuenta de que somos sacerdotes del evangelio, y en segundo lugar, no perseveramos en nuestra práctica. Tal vez algunos digan: “En una ocasión Pedro habló, en el día de Pentecostés, y tres mil fueron salvos, y luego, unos cuantos días después, cinco mil fueron añadidos”. Hay tal historia en la Biblia, pero hoy, ¿quién puede decir: “Yo hablo y gano tres mil”? Eso no es la manera ordenada por Dios. Dios no dijo que si una mujer era fiel y que si creía en El, un día de repente le daría tres mil hijos. Creo que Adán produjo muchos hijos, pero no creo que produjera una docena por año. Algunos han dicho que debemos llevar fruto cada mes como el árbol de la vida en la Nueva Jerusalén. Hablar así es una cosa, pero practicarlo es otra. No confiaría en esa manera. Sería bueno si cada uno de nosotros ganara a una persona en tres años. Si en tres años cada miembro de la iglesia trajera una persona al Señor y a la vida de la iglesia, la iglesia tendría un aumento de treinta y tres por ciento cada año.

  Pero, ¿cuántos de entre nosotros siquiera hacen esto? Nuestra manera de predicar el evangelio es demasiado vieja y carece de frescura. Todavía recuerdo la historia de D. L. Moody. Una vez hizo un voto de que no se acostaría sin haber predicado el evangelio por lo menos a una persona cada día. Entonces, una noche, casi a la medianoche, se dio cuenta de que aquel día no había predicado el evangelio a nadie. Salió pero nadie estaba en la calle. Sólo pudo encontrar a un policía, así que trató de persuadirlo para que creyera en Jesús. Pero el policía se ofendió mucho y se enojó. No obstante, más tarde tuvo interés en lo que había sucedido y descubrió quién era el hombre que le había predicado. Finalmente, ese policía fue salvo.

  Si usted tuviera esta clase de paciencia, esta clase de espíritu, indudablemente, dentro de tres años ganaría uno. Si usted tuviera un espíritu como el de D. L. Moody, aun dentro de tres meses ganaría uno. Sería fácil que usted ganara cuatro por año. Hoy en día, la mayoría de nosotros no estamos viviendo en pueblos pequeños, sino en grandes ciudades. Estas grandes ciudades son grandes viveros de peces. A veces tengo la impresión de que los peces están anhelando ser pescados, pero no hacemos nada, no nos movemos. Así que, debemos tomar esta nueva manera. Somos sacerdotes del evangelio. Debemos tocar a la gente. Debemos ganar a la gente. Debemos traer a la gente a Cristo. Cada año debemos producir uno o dos hijos espirituales para que los podamos presentar al Señor como presente, como ofrenda, como sacrificio.

  Desde que vi esto y comencé a hablar acerca de la nueva manera, ha habido mucha oposición. Pero, gracias al Señor, la mayoría de las iglesias y de los santos en el recobro han aceptado la nueva manera. Sin embargo, aceptar la nueva manera es una cosa, pero practicarla es otra. Debido a esto, tengo la carga de rogar a todos ustedes que están en esta reunión y a todos los demás santos que están en el recobro por todo el mundo, que practiquen la nueva manera. Todos tenemos que aprender a practicar la nueva manera para que el Señor tenga la manera de seguir adelante entre nosotros hoy en día, a fin de que se lleve a cabo Su economía neotestamentaria, la cual es la edificación del Cuerpo de Cristo.

  En Lucas 14 el Señor dice: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (v. 23). ¿Ha usted compelido, es decir, forzado, alguna vez a alguien para que crea en el Señor Jesús? Algunas personas son demasiado espirituales, diciendo: “No podemos salvar a la gente. Que el Señor lo haga. No obligue a la gente. No fuerce a la gente”. No obstante, el Señor Jesús nos dice que debemos “forzarlos a entrar”. Parece más espiritual decir: “Sólo espere. Deje que el Señor lo haga”. Pero conforme a la Biblia, esto no es correcto.

  Hay muchas cosas que podemos ver en el Nuevo Testamento las cuales no practicamos. Conforme al Nuevo Testamento, en primer lugar debemos ver que somos sacerdotes del evangelio y que necesitamos ofrecer a Dios algunos sacrificios. Por favor, no diga que usted sólo es hermana, que usted es viejo, que es débil, que está enfermo o que no es un predicador profesional. El Señor Jesús nunca le permitiría aceptar ninguno de estos pretextos. En segundo lugar, como sacerdote del evangelio, usted debe tomar medidas con paciencia. No es muy fácil hacer que una persona sea salva, ni tampoco es fácil criar a una persona. He oído que algunos han traído a muchos al Señor, pero que no han podido traer a ninguno a la vida de la iglesia. Si éste es el caso de usted, se debe a que lo hizo sin paciencia y sin fe. Si usted tiene paciencia y fe, sin duda al menos uno de ellos será traído al Señor e introducido en la vida de la iglesia. Si usted no tiene la paciencia ni la fe, cuando vaya a visitar a la gente, ellos ciertamente no creerán. Tal vez usted piense: “Esta persona es muy superficial. No es necesario traerlo a la vida de la iglesia. Y aquel es muy tosco”. Cuando usted quiera salvar a una persona, usted debe amar a esa persona. Sin amor, sin cuidado, usted no puede traer a la gente al Señor. No importa si alguien es cojo, lisiado, ciego o sordo, usted debe amarlo. Anteriormente a algunos de los santos entre nosotros no les gustaban tales personas. Les gustaban “personas perfectas”, así que no tenían la paciencia ni la fe para traer personas al Señor. Debemos aprender a ejercitar nuestra paciencia y fe. Dios nos ha comisionado para que seamos sacerdotes, pero no tenemos la paciencia y fe para practicar continuamente el sacerdocio. Ahora tenemos que tomar el sacerdocio y practicarlo con paciencia y con fe para que con el tiempo ofrezcamos algunos pecadores salvos como sacrificios a Dios. Debemos practicar esto por medio de esforzarnos con perseverancia, longanimidad, paciencia, amor, cuidado y fe.

  Una hermana ciega de los Estados Unidos, Fanny Crosby, escribió el himno “Rescata a los que perecen, cuida a los moribundos” (Hymns, #921). Aquel himno realmente me inspira. Pero que ustedes canten tal himno es como tener trueno sin lluvia. Sólo cantan; no salen para rescatar a nadie. Los Testigos de Jehová tienen la paciencia para dedicar más de seis mil horas a fin de ganar una sola persona. Nosotros tenemos el evangelio puro, el evangelio más alto, no obstante no tenemos el aumento porque no salimos para conseguirlo con paciencia y fe. Usted debe ir. Tal vez en una semana no gane nada. Tal vez en un mes no gane nada. Pero para el final de un año, ganará uno, al menos ganará una gotita de agua. Sin embargo, esto no es insignificante. Usted tiene que cuidar a esta persona como si fuera un tesoro. Es muy bueno que el Señor nos haya dado un nuevo comienzo. Como sacerdotes del evangelio, todos tenemos que salir y practicar nuestro sacerdocio neotestamentario.

Nutrir y cuidar a los nuevos creyentes

  El segundo paso es alimentar o nutrir a los nuevos creyentes; esto es mucho más difícil que ganar a los pecadores. Dar a luz a un hijo es difícil, pero no tan difícil como criarlo. Día y noche la madre y el padre sacrificarían todo por ese hijo. Sin embargo, entre los cristianos, hay muy pocos que están dispuestos a hacer esta obra. A veces trajimos a alguien al Señor, pero después de dos meses murió prematuramente porque no recibió cuidado. El Nuevo Testamento contiene mucho acerca de este asunto de alimentar. En los mensajes siguientes veremos la manera en que Pablo nutría o alimentaba. Pablo dice que cuidaba a los creyentes como una madre lactante cuidaría con ternura a sus propios hijos y que los exhortaba y los consolaba como el padre a sus propios hijos (1 Ts. 2:7, 11).

  Debemos aprender a alimentar, a nutrir, a los nuevos creyentes que hemos traído al Señor. Ellos son exactamente como bebés recién nacidos que necesitan ser alimentados, nutridos. En el Evangelio de Juan, el Señor Jesús habló con Pedro acerca de alimentar a los corderos (21:15). La mayoría de los estudiantes y los maestros de este Evangelio concentran su enseñanza y su comunión directamente en el asunto de vida. Sin embargo, después de que Juan pareció terminar su Evangelio en el capítulo veinte, añadió un capítulo más. En este capítulo adicional el Señor preguntó a Pedro: “Pedro, ¿me amas? Si me dices que me amas, tienes que hacer una cosa: apacienta Mis corderos”. Todas las madres saben que alimentar o nutrir a un niño pequeño no es un asunto sencillo. Cuando miramos la situación de hoy, entre los creyentes que no son pastores ni predicadores, ¿quién está haciendo tal obra de alimentación? Uno no puede apacentar a los corderos de vez en cuando. Hay que hacerlo de modo regular, tal como nutrir a un bebito. Uno tiene que hacerlo, no sólo a diario, sino muchas veces al día y en tiempos fijos. Entonces el bebé será nutrido; si no, tal vez muera.

  Incluso entre nosotros hoy en día, no podemos ver que haya mucha alimentación. Por lo tanto, no estamos sirviendo al Señor conforme a las Escrituras. ¿Cree usted que la palabra del Señor, “Apacienta mis corderos” sólo se habló a Pedro, pero no a usted? No lo creo. Pedro estaba allí delante del Señor como representante de todos nosotros. Cualquier cosa que el Señor le habló a él, lo habló también a nosotros. Por lo tanto, debemos aprender a entrar en la práctica de apacentar a los corderos y esforzarnos por hacerlo. No importa quiénes seamos, mientras seamos creyentes, el Señor nos encarga que apacentemos Sus corderos. Un día, todos compareceremos ante el Señor en Su tribunal para dar cuenta a El de nosotros mismos en cuanto a este asunto (Ro. 14:10, 12).

Perfeccionar a los creyentes y profetizar para la edificación del Cuerpo de Cristo

  El tercer paso, después del asunto de alimentar, es el perfeccionamiento de los santos. Hoy en día no hay casi ninguna obra de perfeccionamiento que esté siendo llevada a cabo en los creyentes conforme a la verdad de Efesios 4:12. El último punto principal es profetizar para que la iglesia, es decir, el Cuerpo de Cristo, sea edificada. Por lo general, esta práctica no existe hoy en día.

  Por medio de todo lo que hemos hablado arriba, podemos ver que tanto el cristianismo como nosotros no estamos practicando estos cuatro pasos. La manera en que predicamos el evangelio no es muy bíblico. El apacentamiento de los corderos casi no existe. Se ha descuidado el perfeccionamiento de los santos. No hay casi ninguno que haya sido perfeccionado. En el sentido estricto de la palabra, no se encuentra tal cosa como profetizar para la edificación de la iglesia, es decir, para la edificación del Cuerpo de Cristo como organismo. La mayoría de los cristianos están edificando una congregación para tener una fachada, una exhibición. ¿Dónde está la edificación orgánica del organismo del Dios Triuno, el Cuerpo de Cristo? Esta edificación orgánica sólo puede ser llevada a cabo por medio de que todos los santos se esfuercen para profetizar, es decir, hablar de parte del Señor, en las reuniones de la iglesia. Pero hoy en día, no hay tal cosa.

CUATRO PRINCIPIOS PARA NUESTRO SERVICIO ESPIRITUAL

  Ahora tendremos comunión acerca de los principios del servicio espiritual que debemos rendir a Dios. Hay cuatro principios que todos tenemos que ver.

Nuestro servicio debe llevarse a cabo en el Cuerpo

  En primer lugar debemos ver que tenemos que servir a Dios como miembros del Cuerpo que somos. Es por esto que Pablo, después de dar tantas enseñanzas en los once primeros capítulos de Romanos, llevó a los santos al asunto del Cuerpo en el capítulo 12. El dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (v. 1). Basado en esto, continuó hablando acerca del servicio en el Cuerpo (vs. 4-5). Dijo que todos somos miembros de un solo Cuerpo. Considere usted los miembros de su propio cuerpo; ninguno es independiente. Cada uno, ya sea grande o pequeño, está moviéndose, actuando, funcionando en el cuerpo. Mire la situación de hoy. No es necesario decir que no vemos el Cuerpo, ni siquiera podemos ver a un verdadero grupo de cristianos que sirvan juntos. Hay muchas opiniones, conceptos y diferentes puntos de vista. ¿Quién está equivocado? y ¿quién tiene la razón? Finalmente todos no sólo están equivocados, sino también separados del Cuerpo. Supongamos que la mano de usted esté limpia, pero ha sido separada del cuerpo. Sería mejor estar sucio y permanecer en el cuerpo, que estar limpio y separado.

Nuestro servicio debe ser en nuestro espíritu y por medio del Espíritu Santo

  El segundo principio de nuestro servicio espiritual es que debemos servir en nuestro espíritu y por medio del Espíritu Santo. Sin estos dos espíritus, nuestro servicio no es nada. Pablo dice: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio” (Ro. 1:9). También dice que somos “los que en espíritu servimos a Dios” (Fil. 3:3). Sabemos esto, pero no lo practicamos. Ser llenos del Espíritu y tener el derramamiento del Espíritu no depende de nuestros sentimientos. Depende de cuán dispuestos estamos para tomar la cruz de Cristo. Debemos tomar la muerte de Cristo; entonces el Espíritu seguirá al Cristo crucificado. En esto se encuentra nuestro poder.

  También debemos aprender a no servir por medio de nuestra capacidad o habilidad natural. Debemos aprender a recurrir al Señor, a confiar en El y a recibir Su muerte y a poner esta muerte en nuestra experiencia diaria. También debemos tener la oración adecuada y suficiente. Entonces seremos personas llenas del Espíritu. El Espíritu nos llenará por dentro y nos vestirá por fuera. Seremos personas que tienen al Espíritu actuando en nuestro espíritu y obrando a través de nuestro espíritu, y usaremos el poder del Espíritu por medio de ejercitar nuestro espíritu. Esto es lo que se necesita en estos cuatro pasos: en la predicación del evangelio, en la nutrición de los nuevos creyentes, en el perfeccionamiento de los santos y en el asunto de profetizar. Por eso, muchos santos no pueden profetizar porque no tienen mucho del Espíritu y no saben cómo usar su espíritu, cómo ejercitar su espíritu. Si practicaran el ejercicio del espíritu para tocar al Espíritu Santo, con el tiempo les sería fácil profetizar.

Nuestro servicio debe ser por medio de la vida

  Otro principio es que nuestro servicio debe ser por medio de la vida, no de las capacidades o dones. Debemos aprender a ministrar vida a otros. Cada vez que conocemos a alguien, debemos aprender cómo ejercitar nuestro espíritu para dispensar en tal persona al Cristo vivo junto con Su palabra viviente como vida. Tanto la alimentación como la nutrición implican que se imparte el suministro de vida. La alimentación de un niño llevada a cabo por su madre es una clase de dispensar de vida. Asimismo, los asuntos de perfeccionar y de profetizar sólo pueden ser llevados a cabo por el Espíritu y con la vida.

Nuestro servicio debe tener como fin la edificación del Cuerpo de Cristo

  Finalmente, nuestro servicio debe tener como fin la edificación del Cuerpo de Cristo y no nuestra propia obra. No importa cuánto tiempo hayamos estado sirviendo en el recobro del Señor, es posible que no hayamos proporcionado mucha edificación al Cuerpo de Cristo.

  Todos necesitamos ver estos cuatro principios para nuestro servicio espiritual a Dios. Nuestro servicio debe ser: en el Cuerpo, en nuestro espíritu y por medio del Espíritu Santo, por la vida, y para la edificación del Cuerpo de Cristo.

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