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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE ONCE

ESCOGIDO PARA COMENZAR A LLEVAR FRUTO Y SER HECHO DISCIPULO PARA DAR MUCHO FRUTO

  Lectura bíblica: 8, Jn. 15:16

  Oración: Señor, cuánto te agradecemos que nos haya reunido en Tu nombre una vez más. Tu nombre es el nombre que es sobre todo nombre. Señor, te necesitamos y queremos hablar contigo. Estamos aquí esperando para que nos des instrucción. Señor, somos muy torpes para entender Tus palabras, así que te necesitamos. Somos necios e ignorantes; no tenemos entendimiento. Señor, ten misericordia de nosotros para que se lleve a cabo el cumplimiento del sacerdocio neotestamentario del evangelio. Necesitamos que nos des Tu entendimiento. Abre nuestro entendimiento. Muéstranos el secreto de cómo practicar el sacerdocio neotestamentario del evangelio. Señor, te necesitamos, y necesitamos que Tú nos instruyas. Aquí estamos, Señor Jesús, confiando en Ti. Ven a cada uno de nosotros. Creemos que muchos santos están contentos con esta manera y que están esperando tomarla, sin embargo, hasta ahora no tenemos ningún modelo, ningún patrón. Señor, aquí estamos. Esta noche aún te pedimos que hables con nosotros, que incluso nos hables con paciencia. Gracias, Señor. Amén.

  En este mensaje, continuaremos teniendo comunión acerca de llevar fruto. En Juan 15, el Señor revela de modo muy detallado el asunto de dar fruto. Todo este capítulo habla acerca de llevar fruto, y contiene unos de los versículos más difíciles de la Biblia. En el versículo 8, el Señor dice: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”. ¿Por qué de repente introduce el Señor este término “discípulos”? ¿Qué significa ser los discípulos del Señor? En el título de este mensaje, he usado la forma verbal: ser hechos discípulos. Para que llevemos mucho fruto, tenemos que ser hechos discípulos. El Señor Jesús también usó este término en Mateo 28, cuando dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (v. 19). Lo que se dice en Juan 15 fue hablado inmediatamente antes de Su muerte, y lo que se dice en Mateo 28 fue hablado poco después de Su resurrección. Los discípulos aprendieron directamente del Señor cómo ser discípulos, así que estaban capacitados para hacer discípulos a otros.

LA DIFICULTAD DE DAR FRUTO QUE PERMANEZCA

  En el versículo 16 el Señor dijo: “No me elegisteis vosotros a mi, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidierais al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Este versículo habla completamente del asunto de dar fruto. Para dar fruto, primero debemos ser elegidos y luego ser designados. Después debemos ir, llevar fruto y nuestro fruto debe permanecer. Necesitamos considerar cómo llevar a cabo estas tres cosas: ir, llevar fruto y asegurarnos de que nuestro fruto permanezca.

  En estos días, estamos saliendo para visitar a la gente con el propósito de llevarlos a Cristo y bautizarlos. Luego tenemos la intención de alimentarlos, tener reuniones de hogar con ellos, tener reuniones de grupo pequeño con ellos e introducirlos en la vida de la iglesia. Solamente bautizar a la gente no es muy difícil, pero alimentarlos, nutrirlos y cuidarlos con ternura no es tan fácil. Traerlos a las reuniones de grupo pequeño es difícil, e introducirlos en la vida de la iglesia como fruto que permanece es más difícil aún. Las personas que tienen árboles frutales saben que cuando la fruta se madura y se pone dulce, puede ser que las aves vengan. Las aves no vienen para comer la fruta nueva, sino para comer la fruta madura. Mientras estamos trabajando, las “aves” malignas están esperando. Esto corresponde con la palabra del Señor en Mateo 13. La primera tierra que sembró era la tierra “junto al camino”, pero debido a que la tierra junto al camino se había endurecido, las semillas no pudieron penetrarla, “y vinieron las aves y la comieron” (v. 4). Tenemos que hacer algo para asegurarnos de que nuestro fruto permanezca. Es posible que nuestro fruto esté bien, pero si somos descuidados, el próximo día tal vez sea dañado por el diablo. Hay muchas cosas que debemos hacer para ganar y preservar nuestro fruto. No es tan sencillo como tal vez pensemos. Puede ser que visitar a la gente para predicarles el evangelio parezca fácil, pero en realidad no lo es. Si fuera fácil, los cristianos ya lo hubiera estado practicando por siglos.

EL PROPOSITO DEL SEÑOR Y SU MANDATO

  El Señor dijo: “No me elegisteis a mí, pero yo os elegí”. Esta elección tuvo lugar en la eternidad pasada. Antes de la fundación del mundo, el Señor nos escogió en Sí mismo (Ef. 1:4). Luego, en el tiempo, nacimos, y finalmente oímos el evangelio y creímos. Por esto sabemos que hemos sido llamados; sin embargo, debemos darnos cuenta de que también hemos sido designados. La palabra griega para esto en el versículo 16 se traduce “puesto”. El Señor nos ha puesto en cierta posición y en un ambiente particular. El Señor dijo: “Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”. El griego en este versículo tiene dos modos gramaticales. Uno es el modo que indica propósito; el otro es el modo que expresa mandato. En el español, la expresión “para que” denota propósito, y los subjuntivos “vayáis” y “levéis” indican mandatos. Vemos el propósito del Señor, y también tenemos un mandato del Señor. Debemos ir y debemos llevar fruto. Estos son los mandamientos. El Señor nos puso en cierta posición porque El tiene un propósito: para que vayáis y llevéis fruto. Sin embargo, esto no sólo es el propósito del Señor, sino que también es Su mandato: que vayáis y llevéis fruto. Además, el Señor continúa: “y [para que] vuestro fruto permanezca”. ¿Cómo puede permanecer nuestro fruto? Esto depende de nosotros. Tenemos que hacer mucho para llevar a cabo los mandatos del Señor. Debemos ir; debemos llevar fruto; y nuestro fruto debe permanecer. De otro modo, el propósito del Señor no puede ser realizado, y Su meta no puede ser lograda.

  Llevar fruto que permanezca no es fácil; no obstante, es el mandato del Señor. Si usted no va, está desobedeciendo el mandato del Señor. Cuando el Señor venga, usted tendrá que presentarse ante El y dar cuentas. Puede ser que el Señor pregunte: “¿Cuánto fruto has llevado?” Tal vez usted diga: “Señor Jesús, fue muy difícil. Nunca salí”. En Juan 15, después del asunto de permanecer, es decir, de disfrutar a Cristo, viene el asunto de dar fruto. Puede ser que el Señor diga: “En Juan 15 te encargué que fueras y que llevaras fruto, y que tu fruto debía permanecer”. Si usted no va hoy día, un día será juzgado por el Señor. Incluso si usted va, pero no se esfuerza para dar fruto, el Señor lo condenará.

  Ir es una cosa, y dar fruto es otra. Casarse es una cosa, dar a luz un hijo es otra. Casarse no es difícil, es un disfrute. Pero dar a luz un hijo es una clase de sufrimiento, una labor. La madre no tiene que sufrir un solo día, el de su parto, tiene que sufrir durante nueve meses. Después de que el hijo nace, ella debe dedicar todo su tiempo y energía para que el bebé crezca y esté sano. Su hijo no sólo debe “permanecer”, sino que debe permanecer en una condición adecuada. El Señor Jesús habló de manera detallada acerca de llevar fruto porque no es una cosa sencilla.

NUESTRA ORACION POR FRUTO QUE PERMANEZCA

  Ahora debemos considerar el resto del versículo 16: “Para que todo lo que pidierais al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Otra vez el Señor usa la frase “para que”. El Señor nos designó para que vayamos y llevemos fruto, para que nuestro fruto permanezca, y para que todo lo que pidamos en Su nombre, el Padre nos lo dé. El último punto de este versículo no es que meramente oremos de modo general, sino que oremos “en mi nombre”. El Señor no tiene la intención de que le pidamos cosas materiales. La intención del Señor es que oremos deliberadamente por fruto que permanezca. Incluso si fuéramos y lleváramos fruto, y laboráramos mucho para conservar el fruto, con todo y eso todavía es posible que nuestro fruto no permanezca.

  Después de hacer tantas cosas, una cosa queda por hacer: tenemos que pedir. Tal vez podamos predicar, bautizar a la gente y traerlos a las reuniones de la iglesia, pero nosotros no podemos dar vida. Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co. 3:6). Debemos admitir que somos dependientes del Señor. Podemos y debemos hacer mucho, pero nada de lo que hagamos dará resultado. El resultado viene de la obra directa del Señor. Sin embargo, Su obra directa depende de nuestra labor. Tenemos que ir; tenemos que llevar fruto; y tenemos que trabajar para que el fruto permanezca. No obstante, sin la obra adicional del Señor, lo que hagamos no significa nada.

  Lo último que se necesita es que pidamos. Tenemos que orar de un modo particular. Pedir en Su nombre es pedirle que nos dé fruto que permanezca. Debemos orar diciendo: “Señor, salí. Trabajé duro. Prediqué el evangelio a esta persona. Lo bauticé y lo visité con regularidad por más de un año. Incluso lo llevé a las reuniones de la iglesia, pero hasta ahora no hay nada prometedor que yo pueda ver en él. Señor lo que se necesita es que Tú obres. Yo puedo hacer mucho, pero no puedo dar vida. Puedo traer cien a la vida de la iglesia, pero sin que Tú obres también, sin que Tú les des vida, mi labor es en vano”.

  Esto no significa que nuestra labor no es necesaria. Si Pablo no hubiera plantado y si Apolos no hubiera regado, el Señor no hubiera podido dar vida. Debemos establecer la base con nuestra labor. Entonces el Señor podrá dar vida. Debemos pedirle al Señor que nos dé fruto que permanezca.

PREDICAR EL EVANGELIO POR MEDIO DE VISITAR A LA GENTE DONDE ESTE

  Hemos aprendido de la historia de la iglesia, y la Biblia lo confirma, que para predicar el evangelio con eficacia, debemos ir adonde la gente esté. Debemos visitarlos. La primera persona que visitó a la gente para predicarles el evangelio fue el Señor Jesús. Siendo Dios viajó desde los cielos hasta la tierra, e incluso cambió Su forma para ser un hombre, a fin de visitar pecadores (1 Ti. 1:15). Viajó de ciudad en ciudad y de aldea en aldea (Lc. 8:1). El envió a los doce a visitar a la gente (Mt. 10:5). Más tarde envió a setenta para que visitaran a la gente (Lc. 10:1). La palabra del Señor en Juan 15:16 es Su envío de nosotros.

  Cuando El dice “os he puesto”, se refiere a todos los creyentes. Nos ha puesto en cierta posición con cierto propósito. Debemos (como mandato) ir y llevar fruto, y nuestro fruto debe permanecer. Esta es la manera ordenada por Dios de practicar el sacerdocio neotestamentario del evangelio, y todos debemos ejercitarnos para promoverla porque no es fácil llevarla a cabo.

  La vieja manera de tener una gran congregación donde una sola persona habla y los demás escuchan no da buenos resultados. Sólo puede edificar a la gente de manera general. Estuve en cierta asamblea de los Hermanos por más de diez años. Fui regularmente a la asamblea para sentarme y escuchar a fin de ser instruido y mejorado. Aquella pequeña asamblea de Hermanos estuvo allí por más de cincuenta años, pero ninguna iglesia fue levantada por ellos. En nuestro caso a mediados de los años setenta nosotros éramos más de mil santos que nos reuníamos en el condado de Orange, pero hoy día hay mucho menos. Por años nos hemos ocupado en asistir a reuniones, pero sin muchos resultados positivos. Todos debemos darnos cuenta de que permanecer en la vieja manera no sirve. Durante los siglos el cristianismo ha probado esta vieja manera, y ahora ellos reconocen que su manera no sirve. No pueden seguir adelante en tal camino. Cuando llegué a este país en 1958, oí que este país tenía una población de doscientos millones y que la mitad de éstos eran cristianos. Hoy en día es posible que la población exceda doscientos cuarenta millones, y que sólo ciento veinte millones sean cristianos. Después de más de treinta años, sólo ha habido un aumento de veinte millones. Esto es menos de uno por ciento por año. El cristianismo se ha estancado casi completamente. Debido a esto, los bautistas del sur han comenzado a adoptar la práctica de tocar puertas. El invierno pasado comenzaron a hacer esto en Tejas, y este verano lo practicaron en Las Vegas.

SER HECHO DISCIPULO PARA LLEVAR MUCHO FRUTO

  No es que esta manera bíblica, la manera ordenada por Dios, no sirva; es que no somos fieles a esta manera. En Juan 15 el Señor usó la palabra “discípulos”. “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (v. 8). La razón por la cual no somos fructíferos es porque no hemos dejado que El nos haga Sus discípulos. Necesitamos llegar a ser Sus discípulos. Esto es cambiar nuestra manera, nuestra posición, y nuestro carácter, es decir, dejar de ser naturales. Si visitamos a la gente de modo natural, nuestra visitación será ineficaz. Debemos ser hechos discípulos.

  Para tocar el piano adecuadamente, una persona debe estar dispuesta a ser instruida, es decir, ser hecho “discípulo”. Además, tiene que practicar muchas horas para ser hecho discípulo. Ser hecho discípulo es salir de la manera natural y tomar otra manera. ¿Estamos dispuestos a ser hechos discípulos? No es cuestión de si podemos o debemos ser hechos discípulos. Depende totalmente de si estamos dispuestos. Todos deben ser hechos discípulos y todos lo pueden, pero muy pocos desean serlo. Es por esto que han pasado casi veinte siglos, y el Señor todavía no ha regresado. En los Estados Unidos muy pocos viven dedicados al sacerdocio neotestamentario del evangelio. Muy pocos están dispuestos a ser hechos discípulos. En todo, tenemos que volver a la Biblia. Es un asunto crucial extender el reino de Dios en esta tierra, o sea, propagar a Cristo en la raza humana, lo cual es predicar las buenas nuevas para salvar pecadores. Si nos metemos de lleno en ello, sin reservación alguna, seremos hechos discípulos. Toda nuestra manera, disposición y carácter naturales deben ser eliminados por la cruz. No debemos ser naturales en ningún aspecto. Es posible que al ir nuestra manera de hablar sea muy natural. En los cuatro Evangelios, el Señor Jesús no habló a la gente de modo natural. Cada palabra que salió de Su boca era nueva, fresca y refrescante. Habló en cierta manera a la mujer samaritana. Habló de otro modo a Nicodemo. Habló aun de otro modo a Zaqueo, un pecaminoso cobrador de impuestos. Esto se debe a que no habló de Sí mismo; más bien, habló la palabra del Padre (Jn. 12:49). Incluso el Señor Jesús tenía que negarse cuando hablaba a la gente, haciendo a un lado todo lo Suyo y tomando la palabra del Padre, el hablar del Padre. El fue el primero en ser hecho discípulo. El fue el discípulo del Padre. Luego, en Mateo 11, el Señor dijo: “Aprended de mí” (v. 29). En griego, el significado radical de la palabra “discípulo” es aprender. Un discípulo es uno que aprende. No obstante, esto no es aprender en el sentido mundano; es aprender por medio de tener nuestro viejo hombre crucificado para quitar todas nuestras cosas viejas y naturales. Cuando salgamos para visitar a todos los que hemos bautizado, no debemos hablar ni una sola palabra que salga de nosotros mismos de modo natural ni tampoco debemos expresar nada sin ser tratados o eliminados por la cruz. De esta manera podremos tener resultados positivos. Predicar el evangelio es la cosa más difícil. Uno no debe ser ligero en predicar el evangelio a los incrédulos. La predicación del evangelio requiere impacto, capacidad y destreza por parte de usted. Hacer que la gente sea salva muestra una destreza de primera clase. Cuando el hermano Watchman Nee tenía diecinueve o veinte años, predicó mucho el evangelio. Un día él habló del evangelio a un estudiante joven que era muy inteligente. Este joven le contestó diciendo: “Lo siento, pero ahora mi padre está sufriendo en el Hades. No quiero ver a mi padre sufriendo allí mientras yo estoy salvo en el paraíso; así que iré donde está él para sufrir junto con él”. ¿Cómo contestaría usted a tal persona? El hermano Nee respondió de modo breve y conciso, usando Lucas 16: “El hombre rico que estaba sufriendo rogó que Abraham enviara a alguien para que predicara el evangelio a sus cinco hermanos porque amaba a sus hermanos. ¿No crees que tu padre, aunque está sufriendo en el Hades, todavía te ama? El no quiere que vayas allí para estar con él. Si quieres ir allí, como has dicho, no estás honrando a tu padre. Estás deshonrándole”. Esta plática breve convenció a ese joven, y dijo: “Honro a mi padre. Por causa de él creeré en el Señor Jesús. Sólo por causa de él, no iré a su lugar”. Este ejemplo nos muestra que todavía hay mucho que aprender en cuanto a la predicación del evangelio.

  En nuestro entrenamiento de tiempo completo, damos lecciones acerca de asuntos tales como el Cristo todo-inclusivo, la iglesia, y las verdades básicas de la Biblia. Esto se debe a que necesitamos ser equipados. De otra manera, somos demasiado naturales. Debemos esforzarnos para profundizarnos en las verdades a fin de ser completamente equipados (2 Ti. 3:16-17). No sabemos qué clase de persona enfrentaremos, y no sabemos qué clase de conocimiento será necesario para convencer a tal persona. Sin el conocimiento y la habilidad, perderemos muchas personas.

  El hermano D. L. Moody predicaba el evangelio mucho. Una noche, después de predicar el evangelio, estaba hablando con una mujer acerca de Cristo. En cierto momento, un estorbo impidió que la mujer fuera salva en el mismo instante cuando debió haber sido conmovida por el Espíritu y regenerada. Moody testificó que después de este pequeño estorbo, no pudo traerla de nuevo al punto de recibir al Señor. Predicar el evangelio es un asunto fino. Me preocupa que aunque usted vaya con un buen corazón, vaya con un estilo, un carácter y una disposición indisciplinados. Cuando vayamos a visitar a la gente, debemos estar alertas, sin embargo no debemos aparentar ser tan serios porque eso tal vez sea una amenaza para ellos. No podemos ser ligeros. Debemos aprender las maneras de predicar el evangelio, junto con todos los puntos detallados, a fin de poder enfrentar toda situación.

  Tal vez usted piense que esto es muy difícil, pero las cosas más valiosas siempre son difíciles de realizar. Ir a visitar a pecadores para predicarles al querido y precioso Salvador que usted tiene es un asunto totalmente en la esfera del espíritu. Si usted no ejercita su espíritu ni se mantiene en su espíritu al hablar, no puede tener éxito. Tiene que aprender por medio de ser hecho discípulo. Usted puede usar el folleto El misterio de la vida humana, pero depende de qué manera lo usa. Es posible que usted lo use para matar a la gente, o tal vez para vivificarlos. Todo depende de su manera, su habilidad, su espíritu y su disposición.

TENER UN COMIENZO DE DAR FRUTO

  Todos debemos darnos cuenta de que hemos sido designados para ir y llevar fruto; así que todos debemos tener un comienzo. Fuimos designados con un propósito y un mandato de que debemos ir. Ir es tener un comienzo. El Señor nos puso en la carrera, así que tenemos que correr. Si nunca tenemos un comienzo, nada cambiará; seguiremos siendo estériles. Debemos aborrecer nuestra esterilidad y esforzarnos para dar fruto. Fuimos elegidos para comenzar a dar fruto. Todos necesitamos un comienzo. Luego, después de ser elegidos y después de comenzar, necesitamos ser hechos discípulos. Tenemos que ir, pero no de manera natural. Ser naturales, aun en el sentido mínimo de la palabra, puede matar nuestro propósito y anular nuestra eficacia. Todos debemos tener un espíritu de aprendizaje. Cualquier cosa que sea vieja o natural debe ser eliminada por la cruz. Tenemos que ser hechos discípulos. Además, necesitamos mucha oración. Cuando oramos, tocamos el Espíritu. Esto nos cambiará, nos hará discípulos y nos eliminará. Sólo el Señor Espíritu puede cambiarnos, así que debemos tener suficiente oración para que seamos hechos discípulos. También necesitamos pedirle al Padre, en el nombre del Señor, que dé vida para producir el fruto que permanezca.

  Todos tenemos que tomar a Pablo como nuestro modelo. En 1 Corintios 9:16, Pablo dijo: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” Debe ser impuesta en nosotros la necesidad de predicar el evangelio. Si no predicamos el evangelio, sufriremos; si predicamos el evangelio, tendremos una recompensa (v. 17). Si amamos al Señor y Su recobro, debemos tener un nuevo comienzo en llevar a cabo nuestro sacerdocio neotestamentario del evangelio de ir y visitar a la gente. Entonces, habrá mucha posibilidad de que demos fruto. Después de esto, debemos ejercitarnos más para ser hechos discípulos de modo que nuestro fruto permanezca.

  Si usted es fiel al Señor y fiel en salir una vez a la semana, cuarenta y ocho semanas anualmente, creo que podrá bautizar a cinco o diez. De éstos, probablemente cuatro o seis permanecerán, sin embargo no todo el fruto que permanezca será introducido en la iglesia. Puede ser que sólo dos de ellos sean introducidos en la vida de la iglesia. Los otros sencillamente serán salvos, sin entrar en el recobro. En esto podemos ver que si somos fieles, podremos ganar muchos para el Señor.

  No creo que todos los santos que se reúnen con nosotros vayan a visitar a la gente, pero sí creo que la tercera parte de los santos en cada localidad lo harán. Si el Señor anima a la tercera parte de los santos a que prediquen el evangelio, El ganará un buen porcentaje de aumento cada año. Eso despertará el interés de todos los santos en la vida de la iglesia, y la iglesia tendrá la manera de seguir adelante. Para realizar esto, todos tenemos que esforzarnos para levantarnos y luchar contra nuestra esterilidad.

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