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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE TRECE

NUTRIR A LOS NUEVOS CREYENTES PARA QUE PERMANEZCAN

  Lectura bíblica: Jn. 15:16; 21:15; 1 Ts. 2:7; 1 P. 2:2; Hch. 5:42

NUTRIR Y CUIDAR A LOS NUEVOS CREYENTES PARA QUE PERMANEZCAN

  En este mensaje comenzaremos a tratar el segundo paso de la manera ordenada por Dios: nutrir a los nuevos creyentes y cuidarlos con ternura de modo que permanezcan. En Juan 15:16 el Señor dijo: “Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”. Se nos han encargado tres cosas: debemos ir, debemos llevar fruto y nuestro fruto debe permanecer. Sin embargo, garantizar que nuestro fruto permanezca no es una tarea fácil. Anteriormente en el recobro del Señor, aunque nosotros estábamos deficientes con respecto a la predicación del evangelio, trajimos muchos al Señor y bautizamos a varios de ellos. No obstante, muy pocos de éstos han permanecido. Ahora el Señor nos está enseñando un paso muy crucial. Todos debemos aprender qué hacer para que nuestro fruto permanezca.

  En Juan 21:15 el Señor nos encarga que alimentemos a Sus corderos. Esto es hacer algo por el bien del fruto que hemos producido para que éste permanezca. Si amamos al Señor, debemos alimentar a Sus corderos, es decir, a los pequeños, las ovejas jóvenes. El fruto del capítulo quince llega a ser los corderos del capítulo veintiuno. Llevar fruto es multiplicarse o producir los corderos. Pero después de producir a los corderos, todavía debemos tomar la responsabilidad de alimentarlos.

  En 1 Tesalonicenses 2:7 Pablo dice: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”. Cuando una madre se acerca a su bebé para cuidarlo o nutrirlo, ella siempre es muy tierna. En este versículo, Pablo no usó la palabra “nutre” sino la frase “cuida con ternura”. Cuidar con ternura incluye el nutrimiento, pero indica un cuidado más tierno que la mera alimentación. Cuando una madre cuida con ternura a su bebé, por lo general, lo nutre también. En griego la palabra que se traduce “nodriza” en este versículo significa “una madre lactante”.

  Cuando un bebé está llorando, la madre no lo reprende ni le pega; mientras más llora el bebé, más tierna es la madre. Cuidar con ternura es hacer todo lo posible para satisfacer la necesidad del bebé. Muchas veces la madre sabe por qué el bebé está llorando, pero otras veces no. Cuando se acerca al bebé y lo carga, tal vez se dé cuenta de que el bebé tiene hambre o que tiene frío. Le dará de mamar al bebé o lo cargará de manera muy cariñosa para quitarle el frío. Todo lo que ella hace viene a ser una clase de cuidado tierno para aquel bebé, a fin de que esté contento.

  Después de que bautizamos a una persona, inmediatamente debemos considerarnos como tiernas madres lactantes. Incluso Pablo, el gran apóstol, llegó a ser una madre lactante; él se mostraba muy tierno para con los creyentes nuevos. Después de traer a la gente al Señor y bautizarlos en el Dios Triuno, debemos cuidarlos.

PREPARAR EL AMBIENTE DE LA REUNION DE HOGAR

  Después de que una persona nueva ha sido salva y bautizada, debemos comenzar a reunirnos con tal persona en su hogar. La mejor manera de llevar a cabo la reunión de hogar es sencillamente haciendo que este nuevo creyente se sienta feliz. Lo primordial y lo principal que debemos hacer es mantener contento a que este nuevo creyente. Tal vez algún hermano pregunta: “Después de bautizar a alguien y después de que se ha cambiado de ropa, ¿qué es lo primero que le debo enseñar? ¿la primera lección de las Lecciones de vida o la primera lección de las Lecciones de la verdad?” Usar estas lecciones en tal momento es como darle una especie de “azotaina” a aquel bebé recién nacido. Después de que el bautizado se ha cambiado de ropa y regresa a nosotros, debemos tener una actitud, apariencia y manera tan agradable que haga que esta querida persona también se sienta bien. Si en vez de ser tiernos, somos muy sobrios o estrictos en nuestra manera de ser hacia los nuevos creyentes, es posible que se ofendan y que no quieran que los volvamos a visitar. Mientras el recién bautizado se está cambiando de ropa, debemos aprender a ejercitarnos de tal manera que todo nuestro ser exprese un gozo contagioso. Luego, cuando él venga para reunirse con usted, tal vez usted se ponga de pie y lo salude diciendo: “¡Aleluya! ¡Qué bueno que ha sido salvo! ¡Felicidades!” Esto suavizará el corazón de él y hará que se sienta bien y feliz.

  Debemos cuidar con ternura a los nuevos creyentes de modo que se sientan bien. Tenemos que aprender a hablar con ellos de la mejor manera. Todo lo que digamos debe decirse de manera muy agradable. Tal vez comencemos diciendo: “Esta Biblia es muy buena. Mire su encuadernación y cómo fue impresa. Es realmente bella”. Tal hablar hará que esta persona se sienta muy bien y estará contento de que hablemos más con él.

  ¿Cuántos de nosotros hemos ido a una casa con el propósito de tener una reunión de hogar que haga que la gente se sienta bien? Para nutrir y cuidar con ternura a los nuevos creyentes, tenemos que ser finos y tiernos. Algunos hermanos son muy entusiastas y ardientes. Su manera de hablar puede ser muy fuerte o tosca. Esto puede intimidar o asustar un poco a los nuevos creyentes. Otros hermanos son como predicadores, como graduados de una escuela de teología, siempre presentando porción tras porción de la Biblia para instruirlos. Sus gestos dan a la gente la impresión de que son orgullosos. Tal hablar, tal actitud, tal manera, siempre enfría los ánimos de los nuevos creyentes.

  Si usted estuviera en un hogar hablando con un hombre, y luego el hijo de él, de cuatro años, entrara en el cuarto, ¿qué haría usted? Esto es una oportunidad. Tal vez usted simplemente extienda la mano y toque suavemente la cabeza del niño y hable con él. Esta es la mejor manera de suavizar el corazón del padre. Usted podría dejar de hablar con el padre y sólo hablar con este niño por unos cuantos minutos. Luego el padre se pondría tan contento que tal vez le diría a usted algo con respecto a su hijo. Cuidar a la gente de tal manera tierna no es fácil de aprender.

  Supongamos que tres santos han traído a un viejito al Señor y lo han bautizado. ¿De qué manera deben reunirse con él? Mientras el hombre todavía se está cambiando de ropa, tal vez uno de los tres, una hermana joven, comience a cantar un canto acerca del gozo de la salvación. Muchas veces cantar un himno o un canto es la mejor manera de comenzar, pero usted tiene que cantar el canto apropiado, y tiene que cantarlo con la voz apropiada. Tiene que ser agradable y natural en su modo de cantar. Es difícil que yo les enseñe esto. Esto es algo que ustedes deben aprender por medio de la práctica. Pueden practicarlo hablando y cantando para sí mismos en casa, y también pueden practicarlo cada vez que estén con los nuevos creyentes.

  Predicar el evangelio y ganar a la gente por medio de estar con ellos de una manera que los haga felices requiere mucho aprendizaje. En realidad, tal aprendizaje no tiene fin. Que yo les enseñe estas cosas no es fácil. Ustedes tienen que tomar los principios y aprender por medio de su propia práctica. No tomen este asunto a la ligera. No es suficiente tener algún conocimiento de la Biblia. También deben saber cómo cuidar a las personas de tal manera que los corazones de ellos estén abiertos a ustedes.

CONOCER A LOS NUEVOS CREYENTES

  No debemos meramente hacer que el nuevo creyente se sienta a gusto o contento; eso no es nuestro objetivo. Debemos estar alerta mientras estamos hablando con él a fin de saber qué clase de persona es. La mejor manera de hacer esto es dejar tiempo para que él diga algo. No debemos ocupar todo el tiempo. Mientras estamos haciendo que se sienta a gusto, debemos darle tiempo para que diga algo. Por medio de su hablar podemos conocerlo, dándonos cuenta de sus sentimientos, pensamientos e intenciones. Debemos aprender a animarlo para que hable más. Entonces sabremos qué es lo que debemos decirle. Nos daremos cuenta de si éste es el momento oportuno para “encaminar” nuestro tiempo con él. Si es el momento oportuno, podemos introducir un tema relacionado con las cosas espirituales. Debemos aprender todas estas cosas. No es muy fácil, pero si nos preparamos bien, será fácil enfocar nuestra plática con esta persona en el tema apropiado.

HABLAR LA VERDAD OBJETIVA ANTES DE LA EXPERIENCIA SUBJETIVA

  Cuando usted habla con la gente acerca de las cosas espirituales, primero debe abordar el lado objetivo. No debe llegar al lado subjetivo muy pronto. Inmediatamente después del bautismo, puede ser que algunos hermanos hablen de la experiencia subjetiva, diciendo al nuevo creyente que tiene un espíritu humano. Sin embargo, es posible que sea demasiado pronto. Si usted tiene la carga de hablar de esto, debe poner un fundamento. Primero debe decirle: “Dios es Espíritu, y el Salvador de quien les he predicado es este mismo Dios. Hoy en día El es Dios, El es el Salvador y El es el Espíritu”. Usted debe establecer un fundamento, diciéndole algo objetivo. Esto le da una base al nuevo creyente para tener la experiencia. Después de la enseñanza objetiva, usted puede hablar de la experiencia subjetiva. Puede decir: “El es el Espíritu, y nosotros también tenemos un espíritu”. Debemos evitar hablar de la experiencia subjetiva si antes no les hemos presentado algo de la verdad objetiva.

  Este es el caso no sólo con respecto a las reuniones de hogar, sino también con respecto a cualquier clase de reunión. En cualquier clase de hablar, uno primero debe presentar algo que sea un objeto que la gente pueda buscar, o tocar. De otra manera, si la persona es alguien que piensa mucho y usted le dice que él tiene un espíritu humano y que puede recibir al Señor Jesús en su espíritu humano, tal vez él le diga: “¿Quién es el Señor Jesús? ¿Por qué lo puedo recibir en mi espíritu?” La plática que usted le da acerca de la experiencia subjetiva puede hacer que surjan muchas preguntas. Usted tiene que poner un fundamento con la verdad objetiva.

HABLAR ACERCA DE DIOS

  En principio, después de que alguien es bautizado, lo primero que le debemos decir es algo acerca de nuestro Dios y Salvador. Después de preparar la situación, es decir, el ambiente, debemos ejercitarnos para hablarle acerca de Dios, el Salvador, Jesucristo. Hay muchas maneras de presentar Dios a la gente. Tal vez hablemos con cierto hombre acerca de Dios de esta manera: “Muchas veces, sin importar quiénes seamos, todos los seres humanos tenemos cierta conciencia de que en este universo debe haber alguna soberanía”. Esto podría tocar el sentir interior de las personas. En nuestra plática acerca de Dios, tal vez también le digamos: “Si usted acude a Buda, se dará cuenta de que este Buda no puede resolver sus problemas interiores”. Al decir esto nos referimos al asunto de los ídolos. Podemos continuar diciendo: “Sólo hay Uno que puede satisfacernos, resolver nuestros problemas, desvanecer nuestras dudas y contestar las preguntas que tenemos por dentro. Este es el mismo Dios a quien adoramos, en quien creernos y de quien le hemos predicado”. Esta es una manera.

  Otra manera de hablarle acerca de Dios que provenga del sentir interior, pero desde otro ángulo, es hablar de la conciencia. Podemos decir: “Todo el que hace algo que lastime a otros, aun si puede justificarse con ciertos razonamientos, siente, en lo más profundo de su ser, que no está bien y que está ofendiendo a alguien. ¿Quién es este alguien? ¿Por qué el hombre tiene una conciencia?” Esta es otra manera de llevarlo al punto acerca de Dios.

  Por medio de estos ejemplos podemos darnos cuenta de que debemos aprender muchas cosas. Las reuniones de hogar dependen de lo que hablamos con los nuevos creyentes. Después de que la plática lo ha motivado al nuevo creyente a hablar varias cosas, tal vez nos demos cuenta de que él es una persona que presta atención a su conciencia. Por lo tanto, nosotros podemos hablar de Dios tomando como base el asunto de la conciencia. Con respecto a otra persona, tal vez nos demos cuenta de que es una persona muy ética. Entonces, podemos hablar de Dios basándonos en la condición ética de esta persona. En principio, lo primero que debemos hablar a los nuevos es algo acerca de Dios.

  Siempre debemos limitarnos a una sola plática por visita, y en esta plática debemos tratar a fondo un solo asunto. No debemos hablar de varios temas a la vez. Tratar muchos temas no será de mucho provecho; hará daño.

HABLAR ACERCA DEL PECADO

  Después de que hablemos con ellos acerca de Dios, muchas personas necesitan saber que son pecadores verdaderos. Esto es conforme a la secuencia de Pablo en el libro de Romanos. Primero nos habla acerca de Dios; luego nos habla del pecado. Este es un buen orden, pero no debemos seguirlo de modo legalista. Debemos seguirlo de manera viviente, de manera flexible. Primero debemos ayudar a alguien a conocer a Dios y luego a conocerse a sí mismo. Debemos ayudarlo a saber que él es un pecador, que incluso es el pecado mismo.

  Hablar acerca del pecado no es muy fácil. Usted no debe decir: “Dios es bueno; Dios es justo. Pero usted no es bueno; usted no es justo”. Esta forma de hablar es pobre. Al hablar del pecado, usted debe comenzar su plática usando el pronombre “nosotros”. Debe decir: “Dios es muy bueno, pero nosotros somos pecadores”. Luego, la segunda vez usted puede decir: “Dios es justo, pero yo y usted no somos justos”, mencionándose a sí mismo primero. La tercera vez, quizás usted cambie un poco más, diciendo: “usted y yo no somos justos”. Ahora usted ha llegado suavemente al hecho. Sin embargo, abordar bruscamente el tema dañaría su plática y dañaría su propósito. Si usted le dice: “Usted es pecador”, esto tal vez cierre la puerta. Después de que usted se vaya, él haría a un lado la Biblia y diría a su esposa: “Este predicador miserable. Imagínate que me llamó pecador”.

  Podemos usar ejemplos que muestren que somos pecadores. Sin embargo, no debemos preguntar a la gente: “¿Ha usted robado algo a la gente alguna vez? ¿No ha usted mentido a la gente?” Cuando demos ejemplos, debemos usarnos a nosotros mismos, diciendo: “Yo puedo testificar que cuando era joven robé mucho. Robé tiza de la escuela. Muchas veces robé dinero de la bolsa de mi madre”. Cuando estamos hablando de nosotros mismos, en realidad significa que estamos hablando del nuevo creyente. Sin duda, todos han robado algo. Cuando decimos que nosotros hemos robado, esto quiere decir que todos roban. Nuestro hablar tocará la conciencia de todos. Muchas veces cuando hablamos así, hacemos que el que nos está oyendo diga: “Debo decirle la verdad. He robado mucho. Hasta le he robado a mi esposa”. El nos confesaría sus pecados. Esto es muy bueno. Luego tal vez le digamos: “Es bueno que nos diga que le ha robado a su esposa”. Llevar a alguien a tal punto es como el trabajo de un cirujano. En este momento podemos hacer mucho.

  Aprender a hablar a la gente acerca del pecado no es muy fácil. Debemos aprender a siempre usarnos a nosotros mismos como ejemplo. Después de esto tal vez digamos: “También yo debo decirle la verdad. Yo soy una persona mala. Tengo un mal genio. Yo amo mucho a mi madre, pero después de sólo cinco minutos me he enojado con ella. ¿Qué le parece? ¿No es esto un pecado? En la Biblia Dios nos encarga que honremos a nuestros padres, pero frecuentemente ni siquiera he honrado a mi madre”. Si damos ejemplos tales como éstos, tocaremos su conciencia.

  Cada vez que hablemos con la gente acerca del pecado, la mejor conclusión es tener una oración de confesión. No obstante, no debemos decir a las personas que oren y que confiesen sus pecados al Señor. No es necesario instruirlos para que confiesen sus pecados. Sencillamente debemos comenzar a decir: “Señor, perdóname. Soy pecador. He robado mucho y he dicho muchas mentiras”. Sencillamente debemos ser los primeros en confesar nuestros pecados. Espontáneamente aprenderán de nosotros, y después de que oremos, ellos continuarán, diciendo: “Oh Dios, yo también soy pecador”. Ellos nos seguirán. Esta es la mejor manera de hablar con la gente acerca del pecado. Después de tal oración, debemos hablarles acerca del perdón de Dios. No obstante, no podemos tratar este tema en la misma plática. Al final de nuestra plática, debemos ayudar un poco a esta persona para que sepa que nuestros pecados han sido perdonados. En otra ocasión, cuando la situación sea propicia, podremos hablarle en detalle acerca del perdón.

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