
Lectura bíblica: Jn. 15:16; 21:15; 1 P. 2:2
En este mensaje continuaremos teniendo comunión en cuanto a las reuniones de hogar. Tengo la carga de que entendamos correctamente lo que queremos decir con la expresión “las reuniones de hogar”. Cuando decimos “las reuniones de hogar”, nos referimos a nuestras reuniones con los recién bautizados en los hogares de ellos. Cuando bautizamos nuevos creyentes, debemos empezar inmediatamente a visitarlos en sus hogares para tener reuniones con ellos. Esto es lo que llamamos las reuniones de hogar.
Al estudiar la historia de la iglesia y las biografías de cristianos, podemos ver que varios creyentes notables fueron salvos en hogares. Por ejemplo, cuando George Müller tenía como veinte años, fue llevado a la casa de un cristiano para que asistiera a una reunión pequeña. Aunque él no era una persona religiosa ni ética, por medio de esa reunión fue conmovido profundamente por el Señor y fue salvo. Con el tiempo, llegó a ser uno de los creyentes más notables del siglo pasado.
En la historia hay muchos ejemplos de incrédulos que tuvieron experiencias de salvación en los hogares de los santos. Sin embargo, cuando hablamos de las reuniones de hogar en el contexto de la nueva manera, la manera ordenada por Dios, no nos referimos a ese tipo de reuniones en las casas de los santos. Estamos hablando específicamente de tener reuniones de hogar con los que recientemente han sido salvos y bautizados, en sus propias casas. Algunas veces confundimos las reuniones de hogar con las reuniones de grupo pequeño. La reunión de hogar es una reunión con los recién bautizados, en sus casas. De vez en cuando, algunos otros pueden asistir a una reunión de hogar, pero nuestra intención no es tener una reunión de grupo, sino solamente reunirnos con esa familia en su hogar porque sus miembros han sido salvos recientemente. Las reuniones de grupo pequeño son diferentes de las reuniones de hogar. Después de haber ayudado a varios nuevos en sus reuniones de hogar durante varios meses, debemos reunirlos para formar una reunión de grupo pequeño. Podemos considerar la reunión de hogar como una especie de jardín infantil espiritual, y las reuniones de grupo pequeño, como escuela primaria y también secundaria. Entender las reuniones de hogar y las reuniones de grupo pequeño de esta manera será muy útil en el futuro, debido a que vamos a compartir más mensajes en cuanto a estas dos clases de reuniones.
El título de este mensaje —alimentar a los recién nacidos con comida para niños— puede parecer infantil en cierto modo, pero está basado en mucha experiencia. Tenemos que entender que no es fácil llevar a cabo las reuniones. Después de que hemos bautizado a los nuevos, debemos regresar para reunirnos con ellos antes de que pasen uno o dos días. El primer requisito para que tengamos una reunión de hogar adecuada con estos recién bautizados consiste en que tenemos que considerarlos niños, no importa la edad que tengan, la posición que hayan alcanzado, ni la educación que hayan recibido por muy altas que sean.
Si usted trae al Señor un hombre de edad, y lo bautiza, usted debe volver a reunirse con él en pocos días. Si él pasa de setenta años de edad y es culto —y usted tiene sólo veintinueve— quizá usted se sienta un poco incómodo al tratar con él. Usted debe respetar la edad que él tiene, puesto que esto es tener una humanidad apropiada, pero tiene que darse cuenta de que ya que este hombre ha sido salvo en días recientes, es muy joven en el Señor. El propósito suyo al reunirse con él debe ser alimentarlo, no tanto enseñarle. Usted debe tener el entendimiento de que tal persona es un recién nacido, y debe alimentarlo con comida para niños.
Usted debe considerar todo lo que él diga, como palabras infantiles. El puede ser un profesor universitario ya jubilado, y puede hablarle a usted de ciencias o de computadoras, pero usted no debe olvidar que él es un niñito en Cristo. Eso no quiere decir que debe menospreciarlo; usted debe respetarlo de todos modos, pero interiormente usted debe entender que él es un niñito. Usted no debe dejarse llevar por sus palabras, pues, en términos espirituales, él es un niño y no sabe casi nada del Señor.
Usted debe procurar tratar a estos recién bautizados como las madres lactantes tratan a sus pequeñitos. Este es uno de los secretos en cuanto a cómo practicar la manera ordenada por Dios, pero es una lección difícil de aprender. Usted debe aprender a tener siempre un entendimiento subjetivo acerca de cada nuevo creyente, teniendo en cuenta que ellos son niños. Si usted enseña en un jardín infantil, se dará cuenta de que los estudiantes allí son niños pequeños, y usted los trata como tales. Si enseña en una universidad para graduados, usted verá que estos estudiantes son graduados de la universidad. Tratar a éstos como niños sería un error. Usted debe tener el entendimiento sicológico apropiado.
El punto principal, el requisito previo, es que usted considere a un recién bautizado como un nene en Cristo. Es posible que un nuevo pregunte: “¿Qué es la Biblia?” Quizá esto no parezca una pregunta infantil, pero usted debe responder de la manera que le respondería a un niño; usted debe tener esta especie de concepto. Debe decir las palabras correctas, y tanto su actitud como su tono deben ser correctos. Un nuevo tal vez haga muchas preguntas, pero usted debe tener siempre el concepto de que está tratando con un niño en Cristo. Si puede aprender este secreto, será bien recibido por todos los nuevos creyentes. A ellos les gustará escucharlo hablar a usted. De este modo, usted puede preparar el camino para alimentarlos. Algunas veces después de una reunión, yo solía ir a ver cómo estaban hablando los santos con los que recién venían. Muchas veces las expresiones de los santos y el tono que tenían eran incorrectos al hablar con estos nuevos. Usted debe hablar algo que le ayude al nuevo a abrirse a usted. Entonces éste estará abierto y dirá algo. Inmediatamente usted puede darse cuenta de que él ha sido salvo recientemente. Entonces usted tiene que hablar considerándolo un niño. Si usted ha aprendido este secreto, luego de dos o tres frases él lo recibirá gustosamente. El va a estar abierto con usted, le escuchará y valorará su palabra. Estará muy interesado en lo que usted diga.
Cuando yo era joven, se me dijo que ningún poder humano podía salvar a una persona y que teníamos que ayunar y orar para recibir el poder de lo alto. En mi pueblo natal había una denominación pentecostal que se reunía no muy lejos de nuestro salón de reunión. Ellos clamaban continuamente por el bautismo en el Espíritu Santo, y después decían que lo habían recibido. No obstante, durante muchos años vimos muy pocas personas salvas por conducto de ellos; sin embargo, en nuestro salón de reunión eran añadidas personas nuevas casi diariamente. Además de esto, estudiamos el fruto de los nuevos. Los nuevos salvos en aquella denominación pentecostal no tenían un andar diario que glorificara al Padre. Pero en nuestro medio, un buen número, inmediatamente después de ser salvos, eran traídos a un ambiente de edificación de la iglesia. Debido a esto podían tener una vida apropiada. El principio es éste: En la edad neotestamentaria Dios no hará nada directamente por Sí mismo, especialmente en lo tocante al asunto del evangelio. Dios tiene que guardar el principio de encarnación. Dios está listo a salvar a las personas, pero vosotros tal vez no lo estemos; quizá no hemos sido entrenados.
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, El tuvo consigo a Pedro, a Juan, a Jacobo y a los otros discípulos por tres años y medio. Los cuatro Evangelios no nos dicen en detalle lo que el Señor hizo en Pedro durante tres años y medio, pero no creo que Pedro estaba meramente viajando con el Señor. Ciertamente Pedro recibió mucho entrenamiento bajo el cuidado del Señor. En Juan 15:16, el Señor le encargó a Pedro, y también a todos nosotros, que llevara fruto: “No me elegisteis vosotros a mi, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”. El Señor nos puso para tres cosas: para que vayamos, para que llevemos fruto y para que nuestro fruto permanezca. Anteriormente tal vez hayamos ido y llevado fruto, pero no mucho fruto ha permanecido.
Todos nosotros debemos ir, llevar fruto, y nuestro fruto debe permanecer. ¿Cómo podemos preservar nuestro fruto para que permanezca? La respuesta se encuentra en Juan 21:15: “Apacienta mis corderos”. Si amamos al Señor, tenemos el encargo de alimentar Sus corderos. Toda madre normal sabe cómo alimentar a su recién nacido. El Señor le encargó a Pedro que alimentara los corderos. Más adelante, en el capítulo dos de su primera Epístola, Pedro escribió a todos los nuevos: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada” (v. 2). Los recién nacidos no pueden alimentarse solos; necesitan una madre que los nutra. Nosotros tenemos que ser aquellos que nutren. Podemos llevar fruto y hacer que nuestro fruto permanezca, por medio de aprender a alimentar.
Anteriormente quizá hayamos bautizado a muchos, pero pocos de ellos permanecieron. Esto se debe a que, aunque llevamos fruto, no alimentamos ese fruto. Es fácil conseguir que alguien sea salvo, pero conservarlo, traerlo al Cuerpo de Cristo para que pueda participar de la economía de Dios para el recobro del Señor, es difícil ya que no sabemos cómo practicar esto de alimentar. Si vamos a tener hijos, debemos estar preparados para alimentarlos por muchos años. Aun tres años de alimentar puede no ser suficiente para asegurarnos de que un nuevo va a permanecer. No espere que el Señor le dé una carga particular para cuidar a ciertos nuevos. Eso es ser demasiado espiritual. Es posible que el Señor nunca le dé ese tipo de carga. ¿Qué hará entonces? Cuando una madre da a luz un niño, no recibe una carga particular de parte del Señor para alimentar a su pequeño, no obstante, es forzada a hacerlo por muchos años. Desgraciadamente, muy pocos entre nosotros están dispuestos a laborar en esta forma, a pagar semejante precio. De entre tantos bautizados, no queda casi nadie debido a que pocos han estado alimentando los corderos.
Es mucho más fácil tocar puertas para traer gente al Señor y bautizarla que alimentarla en las reuniones de hogar. En nuestra experiencia quizá sepamos cómo visitar a la gente para predicarle el evangelio, pero cuando vamos a tener una reunión de hogar con los recién bautizados, es posible que no sepamos qué hacer. Es difícil llevar a cabo una reunión de hogar exitosa. También me es difícil, enseñar este tipo de práctica. Tenemos que invertir mucho tiempo en aprender la manera de tener reuniones de hogar.
Todos ustedes deben aprender el secreto de ser alimentadores adecuados. Cuando ustedes salgan para tener reuniones de hogar, deben tratar a los nuevos como a niños. Entonces deben aprender a hablarles a estos niños. Si un nuevo les hace una pregunta de ciencias, ustedes deben hablarle como lo harían a un niño. Si usted habla en una manera natural, diciendo: “Amigo, lo siento, yo no tengo idea en cuanto a esa materia”, le está hablando como a un adulto, no como a un niño. Ustedes tienen que entender que, aun si él es un profesor, en términos espirituales es un niño. Por lo tanto, ustedes no deben tratarlo como a un profesor, sino como a un niño en Cristo. Esto no es fácil de aprender. En su actitud, en su tono, en todo aspecto, usted debe portarse como uno que está hablando a un niño.
Algunas veces un nuevo no está dispuesto a estar abierto con usted; no está dispuesto a decir nada. El lo recibe a usted en su casa y se queda sentado con usted hasta que usted diga algo, pero él mismo no dice nada. ¿Qué debe hacer usted en ese caso? Una vez más, debe tratar de hablarle como a un niño. Podría decirle: “¿Quiere que cantemos una canción?” De seguro, él estará muy de acuerdo con esto. Usted puede decirle: “¿Hay alguna canción que quiere que cantemos?” El tal vez tenga una. Esto es un comienzo, esto es hablarle como a un niño. Nunca olviden que este nuevo es un niño espiritual. Según Pedro, los recién nacidos necesitan la leche, sin embargo, ellos no saben cómo ingerir líquidos. La manera de ayudarle a un niño que no sabe beber, es alimentarlo. Cuando usted vaya a tener una reunión de hogar con estos niños, usted debe tener la actitud apropiada. Debe tener la actitud de que viene a “jugar” con estos pequeños. Usted debe aprender esto. Podría incluso cantar una sencilla canción de niños con ellos. Usted debe aprender que no importa la edad ni la posición económica o social de un nuevo, él es un niño.
Hay algunas situaciones difíciles que tarde o temprano vamos a afrontar en la predicación del evangelio y el cuidado de los que recién han sido salvos. La primera de estas situaciones es el asunto de los ídolos. Un hombre puede haber sido salvo por medio de la predicación de ustedes. Cuando ustedes regresan a la casa de ese hombre tres días más tarde para tener una reunión de hogar con él, él puede repentinamente preguntarles: “¿Qué son ídolos?” Usted debe aprender a “jugar” con él, es decir, a responderle como lo haría a un niño. Ustedes deben aprender a tener este tipo de actitud y tono. Usted podría decir: “¿Qué es eso de ídolos? ¿Se refiere usted a alguna clase de imágenes?” Esto es “jugar” con este niño. Entonces él podría responder señalando ciertas cosas que él considera que podrían ser ídolos y podría decir: “¿No es acaso esta cosa un ídolo?” Entonces usted puede tomar el sentimiento que él expresó, y responder: “Sí, eso es un ídolo. ¿Qué otra cosa?”
No crea que el asunto de los ídolos es fácil de tratar. Este es un asunto muy difícil. Varios nuevos han tropezado por causa de ese asunto. Cuando usted los alimenta de muchas otras maneras, ellos lo aceptan, pero cuando usted aborda este asunto de los ídolos, ellos tal vez no acepten sus palabras. Esto se da especialmente entre los chinos en cuanto al culto a sus antepasados. Muchos no están dispuestos a abandonar esta práctica, de modo que es difícil saber cómo responderles. Por supuesto, no podemos decir que está bien que lo hagan, pero si lo condenamos de la manera equivocada, perderemos su confianza. Por consiguiente, usted debe recordar que éste es sólo un niño. El sabe muchas cosas, pero no sabe nada en cuanto al Señor. Usted debe aprender a “jugar” con él en la conversación. Mientras le habla como a un niño, debe confiar en que el Señor le dará la sabiduría para desenvolverse en la situación sin causarle tropiezo. Con el tiempo, usted podrá convencerlo, pero no como un profesor convence a un estudiante. Ese tipo de actitud nunca puede producir nada. Usted debe mantener la actitud de que está hablando con un niño.
Otro punto difícil es el asunto de hacer restitución por las transgresiones pasadas. Todos nosotros hicimos en el pasado cosas equivocadas. Todos hemos ofendido a otros. Algunas veces les hemos hecho daño en asuntos financieros, en cosas materiales. Después de que un nuevo ha sido salvo, tarde o temprano, se encontrará con este problema. Debemos tener extremo cuidado de no plantear el problema prematuramente. En el Nuevo Testamento no hay ninguna enseñanza que nos mande que le hablemos a los recién salvos de que deben tratar con el asunto de su pasado. Hacer esto sería erróneo. La salvación dinámica del Señor producirá ese resultado. Zaqueo fue salvo, e inmediatamente le dijo al Señor: “He aquí, la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lc. 19:8). Esta es una reacción dinámica a la salvación dinámica del Señor; no fue el resultado de la enseñanza.
En Hechos 19 muchos de los efesios tomaron sus libros de idolatría y los quemaron. Esto no se les enseñó; fue una reacción espontánea a la salvación del Señor. Por lo tanto, cuando venimos a ese problema, tenemos que recordar que los nuevos son niños. Ellos han llegado a saber algo, sin embargo, no lo entienden en su totalidad. Tal vez estén hablando en serio cuando hablan de ídolos, pero es mejor que usted les hable en una manera no tan seria. Entonces, ellos recibirán sus palabras. Todos ustedes deben aprender esto, no sólo en lo referente a los ídolos y a resolver el problema de su pasado, sino también en lo relacionado con muchas otras cosas. Ya que usted les ha ayudado a leer la Biblia, tarde o temprano traerán a colación este tipo de preguntas como resultado de lo que han leído en ella. Casi cada vez que usted vuelva a visitarlos, ellos harán preguntas. Al responder estas preguntas, usted siempre debe tratar de hablarles en la actitud y en el tono que tendría con un niño. Su usted aprende a hacer esto adecuadamente, la gente lo recibirá.
Otra pregunta difícil tiene que ver con el asunto del matrimonio. Hoy en día en esta tierra hay una gran cantidad de matrimonios ilegales. Jóvenes y jovencitas viven juntos como marido y mujer sin estar casados. ¿Son ellos marido y mujer o no? Supongamos que usted visita a una persona nueva, una joven, ella fue salva de una manera maravillosa, no obstante, vive con un joven sin estar casada con él, hasta tienen un hijo. Tarde o temprano aflorará esta pregunta en cuanto al matrimonio. ¿Son estos dos marido y mujer? ¿Qué diría usted? Si dice “no”, usted les será tropiezo, pero tampoco puede decirles que eso no es problema, ya que sí es un problema grande.
En China existe el problema de las concubinas. Un día visité un hogar. El esposo había sido salvo y bautizado. Su salvación había sido milagrosa. Yo no conocía su situación, pero tenía el sentir de que él era muy prometedor. Entonces un día fui a reunirme con él en su casa, y había allí cuatro señoras. Después, al hablar con él, me di cuenta de que estas señoras eran sus cuatro esposas. A estas cuatro esposas él les había ayudado a ser salvas. Puedo testificar de corazón que estos cinco, el hombre y sus cuatro esposas amaban al Señor Jesús, y parecían amarse. Yo temía que no iba a salir de esa casa sin mencionar el asunto del matrimonio. ¿Cómo podría uno manejar un caso semejante? Hice lo posible por no mencionar las cuatro esposas. Yo sólo dije: “Es maravilloso ver que todos ustedes aman al Señor”. Todos ellos estaban muy felices. Entonces les hablé y los animé a que amaran más al Señor y a que siguieran al Espíritu. Todos ellos dijeron: “Amén”. Después de bastante tiempo dije: “Ya tengo que irme a casa”. Todos estuvieron de acuerdo y me despidieron; logré escaparme de esa red. Entonces fui a hablar en cuanto a este asunto con los hermanos encargados. ¿Qué debemos haber hecho en relación con este hombre y sus cuatro esposas? Esta es una pregunta muy difícil, e incluso hoy no puedo decir cuál es la mejor respuesta.
Un secreto que ustedes deben aprender y siempre recordar es que ustedes están tratando con niños. Yo estaba allí con un hombre y sus cuatro esposas; los cinco eran niños. Por un lado, yo estaba “jugando” con ellos, pero por otro, estaba realmente ayudándoles. Mi visita no les fue tropiezo ni les causó daño. Si hubiera sido descuidado y hubiera sido como un predicador, un pastor o un maestro de Biblia, seguramente les habría causado daño. Por esa sola visita, los cinco habrían tropezado. Por tanto, aprendan a tener reuniones de hogar siempre teniendo el entendimiento de que estamos tratando con niños. Esto les guardará, y les abrirá el camino para que puedan brindarles a ellos la ayuda adecuada. No olviden que los nuevos eran pecadores profundamente caídos, así que no nos es fácil rescatarlos de su situación y condición caída rápidamente. Algunos casos no son muy complicados, pero muchos son verdaderamente complicados.
En los Estados Unidos hoy en día, es fácil encontrar parejas que no son casadas en forma adecuada. Ellos pueden vivir juntos y hasta tener niños. Recientemente hemos encontrado ese problema. Cuando usted vaya a una reunión de hogar, usted puede encontrar cosas muy extrañas. Es por esto que necesita tener las reuniones de hogar. Si usted no tiene reuniones de hogar, no puede conocer realmente la situación en la cual viven estos que recién han sido salvos.
Aprendan a hablarle a las personas, tratándolas siempre como a niños. Si ustedes simplemente mantienen este principio y aprenden este secreto, serán guardados de ofender y causar tropiezo a la gente. De otro modo, muchas veces inconscientemente hará tropezar a los nuevos. Luego de su visita, ellos dirán: “Olvidémonos del asunto. No quiero tener nada que ver con el cristianismo. No puedo tolerar esta religión”. Quizá no digan eso frente a usted, pero después de que usted se vaya, lo dirán. Aprendan a hablarles a los nuevos como a niños.