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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE VEINTITRES

EL PERFECCIONAMIENTO LLEVADO A CABO EN LAS REUNIONES DE GRUPO

  Lectura bíblica: He. 10:24-25; 2 Ti. 2:2; Ef. 4:11-12

  En este entrenamiento de tiempo completo queremos tratar los cuatro pasos principales de la manera ordenada por Dios. En los mensajes anteriores ya hemos hablado de los dos primeros pasos, los cuales son visitar a la gente en nuestra calidad de sacerdotes neotestamentarios del evangelio, y criar a los nuevos creyentes en las reuniones de hogar. En este mensaje comenzaremos a tener comunión acerca del tercer paso: las reuniones de grupo. El cuarto paso, profetizar para la edificación orgánica de la iglesia como Cuerpo de Cristo, será tratado en los mensajes siguientes.

LA MANERA EN QUE PABLO PRACTICO EL SACERDOCIO NEOTESTAMENTARIO

  Pablo dijo que él era un sacerdote neotestamentario del evangelio (Ro. 15:16, gr.). En el libro de Hechos y en todas las Epístolas de Pablo, podemos ver que Pablo se ejercitaba para practicar al máximo este sacerdocio neotestamentario. Practicaba la predicación del evangelio como sacerdote neotestamentario principalmente en dos formas. Primero, dondequiera que iba, visitaba las sinagogas. En aquel entonces, especialmente en Asia Menor, había sinagogas judías en todas las ciudades principales. Siempre había un grupo de personas congregado en estas sinagogas que tenía las Escrituras y que sabía algo de Dios. Pablo se aprovechaba de tal situación. Como un judío que se había convertido en cristiano y que también había llegado a ser apóstol y evangelista, era muy provechoso que fuera a visitar las sinagogas judías. Al hacerlo, él siguió los pasos del Señor. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, El viajaba por las ciudades y también entraba en las sinagogas (Mt. 4:23; 9:35). Pablo siguió el ejemplo del Señor y tuvo éxito en esta forma de predicar el evangelio.

  Pablo también practicó la predicación del evangelio por medio de salir para visitar a la gente. En su segundo viaje, primero el Espíritu Santo le prohibió a Pablo que hablara la palabra en Asia, y luego, cuando intentaron entrar en Bitinia, el Espíritu de Jesús no les permitió entrar. Por lo tanto, fueron obligados a tomar un curso directo para Macedonia, pasando por Misia y Troas (Hch. 16:6-8). En su segundo viaje, Pablo no sabía en qué dirección ir. Primero intentó tomar un camino y luego otro; estaba “haciendo experimentos”. Intentó irse a la izquierda (Asia) y le fue prohibido. Luego trató de ir por la derecha (Bitinia) y también fue impedido. No quería retroceder, así que siguió derecho hasta que llegó a la ciudad de Troas, junto al mar Egeo. Después de eso, no sabía qué hacer.

  Parece que cuando llegaron a Troas, Pablo no tenía la intención de atravesar el mar para ir a otro continente, así que Dios le dio una visión. “Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (vs. 9-10). La frase “dando por cierto” en este versículo indica que después de ver la visión de Dios, era necesario dar por cierto, es decir, comprender por medio de considerar lo que significaba, por medio de ejercitar la mente, una mente saturada y dirigida por el espíritu (Ef. 4:23), conforme a la verdadera situación y medio ambiente. Después de estudiar la situación y considerar la visión, Pablo llegó a una conclusión. Hoy en día algunas personas son demasiado espirituales. Piensan que si uno tiene el guiar del Espíritu Santo, siempre debe saber qué hacer. Pero Pablo no era tan espiritual; todavía era humano.

  En el Antiguo Testamento, el oráculo de Dios, el hablar de Dios, siempre se transmitía por medio del Urim y Tumim, que estaban en el pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:30). Eso era un milagro. De repente la luz brillaba, no en todo el pectoral, sino en las letras hebreas del pectoral, una y otra vez hasta que se completara el hablar divino. De esta manera la voluntad de Dios se daba a conocer a Su pueblo. En el Antiguo Testamento la administración de Dios era llevada a cabo por medio de que El hablara en Su oráculo divino mediante el Urim y Tumim. Esta administración, es decir, el gobierno divino de Dios sobre Su pueblo, se llama teocracia. En ciertas ocasiones esta teocracia era llevada a cabo por medio de las palabras del Urim y Tumim; pero no todo el oráculo de Dios en el Antiguo Testamento se transmitía mediante el sacerdocio por el Urim y Tumim. Es por esto que, además del sacerdocio había profetas. Los profetas complementaban el sacerdocio para fortalecerlo. Ellos profetizaban y también recibían visiones de Dios.

  En la teocracia del Nuevo Testamento, el Urim y Tumim son reemplazados por el espíritu mezclado, el Espíritu divino mezclado con nuestro espíritu humano regenerado (Ro. 1:9; 8:16; Jn. 3:6; 4:24; 1 Co. 6:17). El oráculo de Dios está en nuestro espíritu, pero a veces, debido a nuestra debilidad, esto no es adecuado. En el libro de Hechos, también hay algo además del Urim y Tumim neotestamentarios. De la misma manera que fue necesario que los profetas fueran añadidos al sacerdocio antiguotestamentario, es necesario que al sacerdocio neotestamentario le sea añadida la función de los profetas neotestamentarios. Todos los creyentes neotestamentarios son sacerdotes. Pablo indicó que él era un sacerdote del Nuevo Testamento (Ro. 15:16, gr.), sin embargo en Hechos 16 su sacerdocio necesitaba la función de los profetas.

  En el Antiguo Testamento era común que un profeta tuviera una visión. Aquí en Hechos 16, Pablo era el sacerdote, pero el sentir interior del espíritu mezclado no era muy claro para él. Si esto hubiese sido claro, él no habría tenido necesidad de experimentar, de tratar de ir hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Tal vez él estaba preocupado acerca de esta situación y no pudo dormir bien. Luego tuvo una visión. Incluso después de que vino la visión, Pablo y aquellos que estaban con él consideraron mucho la situación en que se encontraban y también la visión, y habiendo concluido que Dios los habían llamado para predicar el evangelio en Macedonia, ellos fueron a Filipos.

  En Filipos Pablo no predicó el evangelio por medio de entrar en la sinagoga. El salió para visitar a la gente. Fue a un lugar de oración fuera de la puerta de la ciudad, junto a un río, y habló a las mujeres que se habían reunido. Al ir a este lugar, fue a una “puerta fría”. No las conocía, y ellas no lo conocían a él; pero una de estas mujeres, Lidia, recibió el evangelio y abrió su casa a los apóstoles (Hch. 16:13-15). Esta fue la primera vez que la predicación del evangelio penetró el continente europeo. Antes de aquel momento, el evangelio todavía no se había extendido más allá de Asia Menor.

CRIAR A LOS CREYENTES COMO A LA FAMILIA DE DIOS

  Después de estudiar todo el Nuevo Testamento, nos hemos dado cuenta de que hacer desarrollar a una iglesia es como criar a una familia. En la crianza de una familia, lo principal es que la familia tiene que crecer. La iglesia es la casa de Dios, es decir, la familia de Dios (Ef. 2:19). Una iglesia local es “la familia local” de Dios. Nosotros tenemos que criar a esta familia de la misma manera que criamos a nuestras familias físicas. Primero, tenemos que engendrar hijos. Luego, debemos alimentar a estos niños recién nacidos en sus propias casas. Sin embargo, tener solamente una familia que alimenta nenes no es la meta. Eso es la manera, el procedimiento, para llegar a la meta. La meta es criar a estos pequeños. Criar hijos no sólo significa alimentarlos, sino también perfeccionarlos. Este perfeccionamiento se revela claramente en Efesios 4. Este capítulo dice que la Cabeza ascendida, Cristo, ha dado dones a los hombres para el perfeccionamiento de los santos (vs. 8, 12). Estos dones pertenecen a cuatro categorías principales. El dio a unos como apóstoles, a algunos como profetas, a algunos como evangelistas, y a algunos como pastores y maestros (v. 11, gr.). La Cabeza dio estos cuatro tipos de dones directamente al Cuerpo.

  Según Efesios 4, estos cuatro tipos de dones deben llevar a cabo en los santos la obra de perfeccionamiento. Los padres, después de alimentar a sus niños por unos cuantos años, tienen que perfeccionarlos. Esto se lleva a cabo principalmente por medio de enseñarles, de educarles. Si una persona comiera pero nunca recibiera ninguna educación, esa persona sería inútil en la sociedad. Una persona debe al menos aprender un oficio. Al criar familias para formar la sociedad de una nación, se necesita que haya nacimientos, luego alimentación, y luego perfeccionamiento, es decir, educación.

  Después del perfeccionamiento, cada santo necesita ejercitarse para profetizar. Conforme al Nuevo Testamento, el profetizar edifica directamente el Cuerpo de Cristo. Esto se revela completamente en 1 Corintios 14. Este capítulo revela de manera completa la edificación directa de la iglesia. Sin embargo, no es muy fácil practicar 1 Corintios 14. Primero, tenemos que crecer y ser perfeccionados. Para graduarse de la universidad, uno primero debe pasar por el jardín infantil, la primaria, la secundaria, la preparatoria y luego cuatro años de universidad. Para recibir su maestría, uno debe asistir a una escuela de estudios superiores. Para recibir el doctorado, se requiere aún más estudio. Todos estos pasos —el jardín infantil, la primaria, la secundaria, la preparatoria, la universidad y la escuela de posgraduados— son para nuestro perfeccionamiento.

PERFECCIONARNOS UNOS A OTROS EN LAS REUNIONES DE GRUPO

  Al estudiar el Nuevo Testamento, me di cuenta de que en la vida espiritual existen estas mismas etapas de madurez. Primero, debemos hacer que los pecadores sean regenerados para ser niños en Cristo. Luego, estos niños necesitan ser alimentados. El Señor Jesús nos dice en Juan 15:16 que debemos llevar fruto y que nuestro fruto debe permanecer. En Juan 21 el Señor nos encarga que alimentemos a Sus corderos (v. 15). Alimentar a los corderos del Señor es la manera de asegurarnos de que nuestro fruto permanezca. Pedro aprendió esto del Señor, así que al escribir su primera Epístola, él exhorta a los niños recién nacidos a que anhelen la leche pura de la Palabra (2:2). No obstante, los niños recién nacidos no pueden comer ni beber por sí solos; necesitan que una madre los alimente (1 Ts. 2:7). Sufrimos en el pasado porque no complementamos nuestra predicación del evangelio con la alimentación adecuada. Sin la alimentación adecuada, un niño recién nacido puede morir prematuramente. Esto ha pasado entre nosotros muchas veces durante los años.

  Luego, después de la alimentación, un creyente joven necesita algo de enseñanza, algo de educación. Hebreos 10:24 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”. El versículo 24 usa dos palabras muy positivas: considerar y estimular. Debemos considerarnos unos a otros, debemos estimularnos al amor y a las buenas obras. Esto significa que tenemos que considerar a otros, recordar a otros y cuidar de otros. También debemos estimularlos, alentarlos. Tal vez algunos se enfríen. Si eso pasa, debemos avivar el fuego en ellos. Entre nosotros necesitamos esto, pero ¿cómo puede llevarse a cabo? El versículo 24 termina con una coma, y el versículo 25 continúa: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”. No dejar de congregarnos es tener nuestra propia reunión. Esto no es tener una reunión general, sino una reunión de grupo.

  La reunión de grupo es la reunión de usted. En una reunión general es difícil considerarnos unos a otros o estimularnos. Esto sólo puede hacerse en un grupo pequeño. Si hay muchos en una reunión, es difícil estimularnos unos a otros o considerarnos unos a otros de esta manera. Por mucho tiempo, yo he estado reuniéndome con la mayoría de ustedes en reuniones de aproximadamente doscientos, pero todavía no sé el nombre de muchos de ustedes. Sin embargo, si vinieran a mi casa y se reunieran conmigo en mi sala, en una reunión de grupo, yo los conocería íntimamente. Muchos de nosotros hemos estado reuniéndonos por quince años, sin embargo ni siquiera nos conocemos. Esto es una vergüenza. Todos necesitamos tener nuestra propia reunión de grupo. No es suficiente asistir a las reuniones de grupo de otros; cada uno de nosotros necesita su propia reunión.

  La reunión de grupo no es la reunión de la iglesia que se menciona en 1 Corintios 14. Cuando toda la iglesia se reúne, lo que allí se tiene no es una reunión de grupo. Hebreos 10:24-25 describe una reunión de grupo. En estos versículos hay tres puntos que caracterizan la reunión de grupo: consideración, estímulo y exhortación. Sin una reunión de grupo, ¿cómo podríamos exhortarnos unos a otros? Cuando nos reunimos en la reunión de grupo, usted puede estimularme a mí y yo puedo estimularlo a usted. Podemos animarnos unos a otros a que consideremos a otros, a que amemos a otros y a que cuidemos de otros. Para considerarnos, estimularnos y exhortarnos unos a otros, necesitamos la reunión de grupo.

LA OBRA DE PERFECCIONAMIENTO LLEVADA A CABO POR LAS PERSONAS DOTADAS

  En 2 Timoteo 1:14 Pablo exhortó a Timoteo diciendo: “Guarda el buen depósito” (gr.). Timoteo tenía un depósito; algo había sido depositado en él. Este depósito constaba de las palabras sanas que Pablo dio repetidamente a Timoteo. Timoteo había recibido todas estas palabras sanas como una especie de depósito. En 1 Timoteo 6:20 Pablo exhortó a Timoteo diciendo: “Guarda el buen depósito” (gr.), y en su segunda Epístola, él repite esta exhortación. Luego, en 2 Timoteo 2:2, Pablo se refiere a “lo que has oído de mí ante muchos testigos”. Lo que había oído eran las sanas enseñanzas y las sanas palabras que Timoteo había oído de Pablo (1 Ti. 1:10; 6:3; 2 Ti. 1:13). Pablo le exhorta que estas cosas, el buen depósito en Timoteo, sean encargadas a hombres fieles, que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Ti. 2:2). La palabra “también” indica que Timoteo debía enseñar y que era necesario que algunos otros también enseñaran.

  En primer lugar, Pablo era un apóstol, un perfeccionador. El perfeccionó a un joven, Timoteo. Esto proporcionó a Timoteo el buen depósito y lo capacitó para perfeccionar a otros. En 2 Timoteo 2:2 el perfeccionador de la primera generación exhorta al perfeccionador de la segunda generación a que perfeccionara a la tercera generación.

  Efesios 4 dice que la Cabeza ha dado a unos como apóstoles, a algunos como profetas, a algunos como evangelistas, y a algunos como pastores y maestros para el perfeccionamiento de los santos (vs. 11-12). En una familia, todos los miembros jóvenes, que tienen menos de dieciocho años, tienen que ser perfeccionados. Este perfeccionamiento tiene una meta. En Efesios 4:12 esta meta es indicada por la palabra “para”. Esta palabra en el griego significa con el propósito de o con miras a. Por lo tanto, el perfeccionamiento de los santos se lleva a cabo con el propósito de o con miras a la obra del ministerio. La misma palabra que se traduce “para” se usa dos veces en este versículo: “para’’ la obra del ministerio y ”para” la edificación del Cuerpo de Cristo. Estas dos frases están en aposición la una con la otra. Las dos se refieren a la misma cosa. La obra del ministerio es la edificación del Cuerpo de Cristo.

LA EDIFICACION DE LA IGLESIA

No por la Cabeza directamente

  Efesios 4 es un capítulo crucial porque es el único capítulo de la Biblia que revela que la Cabeza del Cuerpo no edifica el Cuerpo directamente. Algunos han usado lo que el Señor dijo en Mateo 16:18 —“Edificaré mi iglesia”— para enseñar que no necesitamos que alguien nos edifique, sino que sólo necesitamos que el Señor Jesús nos edifique. Sin embargo, el Nuevo Testamento no sólo es Mateo 16; incluye los cuatro Evangelios, el libro de Hechos, veintiuna Epístolas y Apocalipsis. Entre las Epístolas, las catorce que fueron escritas por Pablo, desde Romanos hasta Hebreos, se encuentran en primer lugar. Entre las Epístolas de Pablo, Efesios es un libro que trata específicamente de la iglesia, y el tema del capítulo cuatro es la edificación de la iglesia. Aunque en Mateo 16 el Señor dice: “Edificaré mi iglesia”, la Biblia como conjunto no nos muestra que Cristo edifica Su iglesia directamente. El capitulo cuatro de Efesios revela este asunto en detalle. Es cierto que Cristo está edificando Su iglesia, pero lo está haciendo como Cabeza por medio de producir a las personas dotadas y darlas como dones a la iglesia. Los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros son dones dados por la Cabeza a Su Cuerpo.

Los dones producidos por la Cabeza

  Efesios 4 nos dice que el Señor descendió, no sólo a la tierra, sino también a las partes más bajas de la tierra, al Hades. Luego salió del Hades para venir a la tierra en Su resurrección, y desde la tierra El subió a lo alto, al tercer cielo. Por lo tanto, El es el Cristo todo-inclusivo quien todo lo llena en todo (vs. 8-10). Como tal Cabeza, El ha recibido del Padre los dones. Conforme a Juan 17:2 y 6, el Padre ha dado Sus escogidos al Hijo para que el Hijo les dé vida eterna. En el momento en que Cristo subió a los cielos para mostrar al Padre la frescura de Su resurrección (Jn. 20:17), el Padre dio al Hijo como dones los millones de personas que El había escogido en la eternidad pasada (Sal. 68:18). Inmediatamente, algunos de estos dones llegaron a ser apóstoles.

  Aunque Pedro, Jacobo, Juan y los demás fueron designados apóstoles antes de la muerte y resurrección del Señor, todavía no habían sido constituidos apóstoles. Era necesario que el Señor muriera, que fuera resucitado y que luego subiera al cielo para ver al Padre. Luego, el Padre le puedo dar al Hijo todos los escogidos, incluyendo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y el Hijo les pudo impartir Su vida de resurrección. De esta manera ellos fueron constituidos apóstoles. Pedro era un pescador y tenía una disposición muy impulsiva. En su condición natural, nunca podría haber sido apóstol. Pedro fue designado como apóstol, pero para lo único que estaba calificado era para pelear (Jn. 18:10). Jacobo y Juan, los hijos del trueno, estaban calificados para pelear por ser los primeros entre los discípulos del Señor (Mt. 20:21, 24, 27), pero no estaban calificados para ser apóstoles. Sólo por la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo puede alguien ser calificado para ser apóstol. En resurrección Cristo se sopló a Sí mismo, impartiéndose en Sus discípulos como el Espíritu de vida, y en Su ascensión El fue derramado sobre ellos como el Espíritu de poder. Primero, se sopló, impartiéndose en ellos; luego fue derramado sobre ellos. Como resultado, en el día de Pentecostés, Pedro, Jacobo, Juan y los demás se pusieron en pie como apóstoles capacitados. No sólo habían sido designados; habían sido calificados. Ellos habían sido calificados por medio de ser constituidos con el Cristo resucitado como el aliento de vida y con el Cristo ascendido como el poder de autoridad. La Cabeza ascendida constituyó a los dones de esta manera y los dio a Su Cuerpo. Los diez primeros versículos de Efesios 4 describen el procedimiento por medio del cual la Cabeza ascendida constituyó los dones y los dio a Su Cuerpo. Estos dones son para el perfeccionamiento de los santos.

El cuidado de los apóstoles para con las iglesias

  Hay una enseñanza diferente con respecto a “autonomía”, la cual se originó entre algunos de los maestros de los Hermanos. La enseñanza de autonomía dice que una vez que los apóstoles establecen una iglesia y designan a los ancianos, los apóstoles no deben tocar ni la iglesia ni los santos. Si éste fuera el caso, ¿cómo podrían los apóstoles perfeccionar a los santos? Esto absolutamente es una enseñanza extraña, es decir, un viento de enseñanza. ¿Cómo pueden los santos ser perfeccionados si los perfeccionadores se mantienen lejos de ellos? Al leer el Nuevo Testamento podemos ver que la verdad es que los apóstoles siempre estaban con los santos y siempre tenían contacto con las iglesias. Pablo estableció la iglesia en Efeso y nombró a los ancianos allí, pero nunca abandonó a Efeso. El visitó Efeso una y otra vez; una vez incluso permaneció allí por tres años (Hch. 20:31). Está claro que no dejó de tener contacto con la iglesia. Esta enseñanza de autonomía fue publicada en un libro escrito por un maestro de los Hermanos, y la rechazamos hace años.

  Pablo no se mantuvo lejos de las iglesias. No sólo visitó a las iglesias, sino que también escribió muchas epístolas a las iglesias. Después de establecer una iglesia con el nombramiento de los ancianos, los apóstoles repetidamente regresaban a las iglesias que habían establecido. Cuando no podían visitar por cierto período de tiempo, cuidaban de las iglesias escribiéndoles cartas. Nunca dejaron de cuidar de las iglesias.

  En Hechos 20, mientras Pablo iba de regreso a Jerusalén por última vez, no pudo olvidarse de la iglesia en Efeso, por haber laborado tanto en ellos. Estaba muy preocupado por ellos. Por lo tanto, cuando llegó a Mileto, envió a Efeso y convocó a los ancianos de la iglesia (v. 17). Les recordó, diciendo: “Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas” (v. 20). También dijo: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (v. 27) y “por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (v. 31). Indudablemente el apóstol no rompió su relación con la iglesia; más bien él siguió perfeccionándolos por medio de enseñarles, amonestarles, etc., todo el tiempo. La enseñanza de autonomía es una enseñanza equivocada, y la debemos rechazar.

  El resultado de la obra de perfeccionamiento realizada por los apóstoles y por los otros dones es que las personas perfeccionadas pueden hacer lo mismo que las personas dotadas. Todos debemos ser perfeccionados para hacer la misma obra que los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Después de que un estudiante universitario estudia por cuatro años, es capaz de hacer lo que puede hacer su profesor. El apóstol Pablo era “profesor” de la primera generación. Luego Timoteo llegó a ser “profesor” de la segunda generación. Ahora nosotros también debemos llegar a ser “profesores”.

LA NECESIDAD DE PRACTICAR LA MANERA ORDENADA POR DIOS

  Todos necesitamos entrar en la práctica de la manera ordenada por Dios para edificar de modo orgánico la iglesia como Cuerpo de Cristo. Estamos deficientes en nuestra práctica del sacerdocio neotestamentario del evangelio con la predicación adecuada del evangelio por medio de salir a visitar a la gente en sus casas. Estamos deficientes en cuanto a cuidar de los creyentes recién nacidos con la alimentación adecuada. Además, durante los años hemos tenido principalmente enseñanza general; no hemos tenido mucha enseñanza en la manera que perfecciona a la gente. No tenemos la práctica verdadera que se revela en Hebreos 10, 2 Timoteo 2, y Efesios 4. No tenemos las adecuadas reuniones de grupo. Finalmente, carecemos del adecuado profetizar en las reuniones de la iglesia como se revela en 1 Corintios 14. Tenemos mucha carencia con respecto a estos cuatro pasos.

  El sacerdocio neotestamentario del evangelio, las reuniones de hogar para alimentar a los nuevos creyentes, el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio neotestamentario, y el profetizar para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo, son los cuatro pasos de la manera ordenada por Dios como se revela en la Biblia. Todos tenemos que humillarnos a nosotros mismos y pedir que el Señor nos perdone nuestra negligencia anterior. Durante muchos años hemos estado bajo la influencia del cristianismo tradicional, y todavía estamos bajo su influencia. No hemos llevado a cabo adecuadamente nuestro sacerdocio neotestamentario del evangelio. Un sacerdote debe ofrecer sacrificios. En el Antiguo Testamento, los sacerdotes ofrecían sacrificios animales. En el Nuevo Testamento, Pablo ofreció a los gentiles como sacrificios que era aceptos (Ro. 15:16). Luego él exhortó a los nuevos creyentes a crecer a fin de que ellos mismos pudieran ser sacerdotes para ofrecerse a sí mismos como sacrificios vivos directamente a Dios (Ro. 12:1). En Colosenses 1:28-29 Pablo todavía tenía la intención de presentar a todo hombre a Dios en una condición madura. Como sacerdotes neotestamentarios, no es suficiente que ofrezcamos nuestras oraciones y nuestras cosas materiales; éstas no son las ofrendas principales. En el Antiguo Testamento existían las ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión. Estas eran las ofrendas principales, y todas ellas eran tipos de Cristo. Hoy en día no ofrecemos toros ni machos cabríos como tipos de Cristo; ofrecemos pecadores que han llegado a ser miembros de Cristo. En el Antiguo Testamento, Cristo fue ofrecido en tipo, pero hoy en día en el Nuevo Testamento, los miembros de Cristo son ofrecidos. Nuestras oraciones y nuestras dádivas materiales no son adecuadas en sí. Debemos ofrecer algunas personas vivas salvas como miembros de Cristo.

  Los sacerdotes de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento habían de ofrecer a Cristo. Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecieron a Cristo tipificado por los sacrificios animales, pero hoy en día los sacerdotes del Nuevo Testamento ofrecen a Cristo de manera corporativa, un Cristo agrandado. Por lo tanto, usted debe salir para salvar pecadores a fin de que sean miembros de Cristo para que usted los ofrezca (Ro. 15:16). De otro modo, no tendrá nada que ofrecer a Dios que sea parte del Cristo agrandado.

  Si somos creyentes genuinos, debemos visitar a la gente en sus casas para ayudarles a creer y ser bautizados. Esto es hacer a los pecadores hijos de Dios y miembros de Cristo. Luego debemos ir a las casas de estos nuevos creyentes para alimentarlos durante aproximadamente dos o tres meses. Luego los debemos perfeccionar; pero si queremos perfeccionar a otros, nosotros primero necesitamos un depósito. Si no tenemos ningún depósito en el banco, ¿cómo podemos expedir cheques? Para ayudar a otros, necesitamos un buen depósito. Si algunos santos están dispuestos, me gustaría darles tal depósito. Todos necesitamos un depósito que podamos gastar para ayudar a otros.

UNA PALABRA DE EXHORTACION

  En este mensaje he hablado con mucha franqueza, pero por favor entiendan que mi franqueza es mi fidelidad. Les he dicho la verdad, no sólo por causa de ustedes, sino también por causa del Señor. Soy responsable ante El. Lo que he compartido como la nueva manera es la manera ordenada por Dios. No tengo duda acerca de esto. Hemos sufrido mucho y todavía estamos sufriendo debido a nuestra vieja manera. Consideren el número de santos que asisten a la reunión de oración. Es muy pequeño. Algunos santos dicen: “No nos importan los números”. No digan esto; al Señor le importan los números. La Biblia dice que en el día de Pentecostés tres mil personas fueron bautizadas (Hch. 2:41), y en otra ocasión hubo cinco mil (4:4). Más tarde dice que un gran número así de hombres como mujeres creyeron (5:14), el número de los discípulos se multiplicó grandemente en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecieron a la fe (6:7). Tal es la crónica bíblica. Si sólo criáramos espiritualmente a nuestros hijos y ganáramos a nuestros parientes más cercanos, podríamos tener al menos un aumento de cinco por ciento cada año. Esto es una vergüenza para nosotros porque ni siquiera hemos ganado este pequeño porcentaje de aumento. Es una vergüenza ser estéril. Es una vergüenza no dar fruto. Pero es mejor que sintamos vergüenza hoy que en aquel día cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo para dar cuentas de nuestro servicio. Si recibimos esta advertencia, podemos evitar comparecer allí sin ningún fruto que mostrarle. Tenemos que salir para salvar personas para el Señor. De otro modo, no tenemos manera de encontrarnos con el Señor.

  Si usted no puede salir, puede orar por los que salen. Pero es totalmente incorrecto que alguien se oponga a los que salen. Si usted se opone a esto, indudablemente será juzgado por el Señor. ¿Quién es usted para oponerse a los siervos del Señor? No todos pueden salir, pero todos pueden orar. Incluso cuando usted esté enfermo y postrado en cama, puede orar por los que aman al Señor y están dispuestos a sacrificar su prestigio tocando puertas para ganar a la gente para El. Usted debe orar por ellos.

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