
El propósito de los mensajes de esta serie es entrenarnos para ser cristianos apropiados e incluso seres humanos apropiados. Tenemos que asir y apreciar la oportunidad que tenemos ahora y redimir el tiempo para ser entrenados y edificados. Muchos estudiantes asisten a la misma escuela, la misma clase y hasta tienen el mismo profesor. Sin embargo, el resultado de la escuela depende de la labor del estudiante.
A fin de ser cristianos apropiados tenemos que, primeramente, ser edificados con las verdades divinas, el conocimiento bíblico según la manera divina. También tenemos que ser edificados con la vida divina, la vida de Dios, que es Dios mismo en Su Trinidad divina y en Sus procesos. Tenemos que conocerle a El, experimentarle y disfrutarle. Si le conocemos, le experimentamos y le disfrutamos, le poseeremos y podremos ministrarlo al mundo perdido. Por último, tenemos que conocer la iglesia y ser introducidos en la práctica apropiada de la vida de la iglesia. Hemos pasado por muchos conflictos en la iglesia, pero todavía estamos aquí. Por un lado, esto es debido a la misericordia y la gracia del Señor. Por otro lado, es debido al conocimiento apropiado de la verdad en cuanto a la iglesia como Cuerpo de Cristo y a la verdad acerca de la práctica apropiada de la vida de la iglesia. Este conocimiento apropiado nos ha preservado a muchos de nosotros.
Tenemos que ser edificados como seres humanos apropiados. Este es un asunto de nuestro carácter, esto es, nuestro comportamiento y nuestro hábito. Una persona que ha sido edificada adecuadamente es una persona correcta con el carácter correcto. Hoy en día, muchos jóvenes han sido dañados con respecto a su carácter. Es por eso que tenemos una labor entre los niños. Necesitamos formar el carácter de nuestros niños. Desde su juventud ellos deben aprender a honrar a sus padres, amar a sus hermanos y hermanas, y respetar a los demás. No necesitamos darles a los jóvenes mucho conocimiento de la Biblia. Debemos más bien edificarlos con la ética y la moral adecuadas que constituyen un carácter apropiado. Muchas personas hoy en día carecen de tal entrenamiento apropiado.
Al dormir, al levantarnos, al vestirnos, en fin, en cada detalle de nuestra vida, debemos ser muy estrictos para desarrollar un buen carácter. Tenemos que ser puntuales y aprender a ocuparnos aun de las cosas pequeñas en una manera apropiada. Tenemos que ser estrictos al hablar. Tenemos que saber qué decir cuando hablamos a otros; no debemos ser descuidados y ligeros al expresarnos. Todo asunto relacionado con nuestra vida debe estar en orden.
Es una bendición que los jóvenes estén bajo autoridad. Es una vergüenza que la ambición, el deseo de estar por encima de otros, todavía exista en la vida de la iglesia. Casi todos los disturbios ocurridos en el recobro del Señor se deben a la ambición. Si “la ardilla terrestre” de la ambición pudiera ser eliminada, no habría más conflictos. Es horrible que uno considere que puesto que es mayor que otros, no puede estar sometido a ellos. No importa quiénes seamos o cuán viejos estemos, tenemos que aprender a estar bajo otros. Cuando estamos sujetos a alguien, debemos aprender a consultarle antes de hacer ciertas cosas. En cambio, aquellos que están sobre nosotros serán instruidos por aquellos que están por encima de ellos. En esta forma todos aprenderemos algo. No debemos pensar que somos tan libres que podemos hacer lo que nos place. Si no mantenemos el orden entre nosotros, estaremos en un caos.
Desde mi juventud, siempre he estado sujeto a alguien. En esta forma he aprendido mucho y he recibido ayuda. Estuve en el ministerio del Señor con el hermano Nee durante dieciocho años. En ese transcurso de tiempo nunca hice nada de mi mismo. Siempre estuve sujeto a él. Nunca me arrepentiré de esto. Al contrario, adoro al Señor porque estuve sujeto a ese hermano. El hermano Nee era apenas dos años mayor que yo. Sin embargo, yo siempre lo traté como a un padre, y recibí mucha ayuda de él. Es difícil que aquellos que son rebeldes aprendan algo. La rebeldía priva a la gente de las oportunidades de aprender. Ningún niño puede aprender nada si es rebelde en contra de sus padres. De la misma manera, un estudiante que se rebela contra su maestro en la escuela, difícilmente aprenderá alguna lección. Todo estudiante tiene que agradar a su profesor para que éste esté contento de enseñarle. Nada es tan bendecido como la sumisión. Tenemos que aprender a someternos a alguien más, según el arreglo de Dios.
Cuando yo era joven, aprendí la lección de no tocar nada que no fuese mí sin pedir permiso antes. Uno de los ancianos en Shangai instruía siempre a los jóvenes en cuanto a esto. Cuando él tocaba a la puerta de alguien, esperaba a que alguien abriera. Cuando la puerta se abría, él no entraba a la casa hasta que se le invitara a hacerlo. Luego, una vez en la casa, él se quedaba de pie hasta que se le dijera que se sentara. Este hermano aprendió las lecciones de la vida interior en un alto grado. Finalmente, su firmeza en la vida interior fue manifiesta. En un sólo día los comunistas encarcelaron a mil de los hermanos encargados por todo el país, incluyendo a este hermano. Muchos de los hermanos, con el tiempo dejaron de ser fieles al Señor. Los comunistas hablaban en una manera muy sutil, diciendo que ellos no perseguían a la iglesia. Ellos sólo pedían que los hermanos dijeran que ellos creían en Jesucristo, pero que no seguían a Watchman Nee. Los ponían a prueba preguntándoles si ellos creían que Watchman Nee estaba siempre en lo correcto y nunca cometía errores. Al principio, los hermanos no respondían a este tipo de interrogatorio. No obstante, con el tiempo les decían a los interrogadores que ellos pensaban que el hermano Nee se había equivocado en ciertas cosas. Después de hablar de esta manera se les permitía regresar a sus hogares. Este hermano de Shangai, sin embargo, había aprendido las lecciones estrictas de la vida, y había enseñado a otros a seguir siempre su sentir interior. El les dijo a sus interrogadores que, como cristiano, su sentir interior no le permitía decir nada negativo acerca del hermano Nee. Dijo que si el hermano Nee estaba errado o no, no era asunto de su competencia. Este hermano fue dejado en prisión hasta su muerte medio año después. Los otros hermanos eran buenos santos, pero con el tiempo, cuando vino la prueba, la mayoría de ellos no pudo resistir debido a que no habían formado un carácter firme. También nosotros podemos pensar que estamos en lo correcto, pero es posible que no hayamos formado un carácter estricto. Este asunto de desarrollar el carácter no es algo insignificante.
Necesitamos formar el hábito de visitar a otros en sus hogares para llevarles el evangelio, y tenemos que aprender la manera apropiada de visitarlos. Esto debería ser parte de nuestra vida de iglesia y un hábito de por vida de nuestra vida cristiana. Primero deberíamos visitar a otros con el fin de predicarles el evangelio, para que sean bautizados, y después de esto deberíamos continuar visitándolos para tener reuniones de hogar con ellos. La manera en la cual visitamos a las personas hace una gran diferencia. Necesitamos visitarlos de una manera apropiada y entrenada. Muchos santos tienen un deseo sincero de visitar a la gente, pero salen de una manera natural. Yo ayudé a recopilar nuestro himnario de más de mil himnos, sin embargo, ni siquiera puedo tocar el piano debido a que nunca fui entrenado por un maestro apropiado. Del mismo modo, nosotros podemos practicar diligentemente el visitar a la gente para predicarle el evangelio, pero tal vez no lo estemos haciendo según se nos ha entrenado.
Cuando visitamos a las personas con el evangelio, debemos observar nuestra proporción de éxito, cuántas puertas tocamos para poder bautizar a una persona. También necesitamos considerar la manera en que podemos cuidar de los recién bautizados. Después de que son bautizados, necesitamos darles una buena lección en cuanto a la salvación. No hacer esto creará un gran vació en nuestro cuidado para con ellos. Al visitar a la gente debemos también programar nuestro tiempo adecuadamente. Después de bautizar a los nuevos necesitamos cuidarlos, pero al mismo tiempo quizá sea necesario que sigamos tocando más puertas para bautizar a otros. Si nuestra práctica es apropiada, nuestra visita a la gente no será en vano. Siempre ganaremos personas.
A fin de predicar el evangelio en la mejor manera, tenemos que ser aquellos que se interesan en la gente. Nos tiene que gustar hablarle a la gente, pero no a modo de chisme, y debemos tener mucho interés en las personas. Entonces, por la causa de la predicación del evangelio, tenemos que aprender a ser personas atrayentes. Los cristianos que predican y ministran a Cristo, tienen que ser atrayentes. Cuando entramos en la casa de las personas, ellas deben ser atraídas por nosotros. Algunos de nosotros quizá seamos buenos santos, pero tal vez no seamos atrayentes. Cuando entramos en un hogar, las personas del lugar tal vez se espanten de nosotros y es posible que no quieran tener nada que ver con nosotros. Si somos así, estamos acabados en cuanto a la predicación del evangelio. Una piedra preciosa es valiosa, pero puede no ser atractiva. Para Cristo debemos ser piedras preciosas, pero para aquellos que visitamos debemos ser un “imán” para atraerlos. Debemos ser atrayentes no sólo en nuestras palabras, sino también en la forma en que miramos a la gente. Debemos ser delicados y cálidos con los demás.
En los siglos pasados el Señor no ha obtenido completamente lo que El ha deseado. En nuestra juventud nos dimos cuenta de esto, y llegó a ser una carga para nosotros. Habíamos recibido revelación de toda la Biblia, y no podíamos negar que el Señor nos había mostrado algo, Sin embargo, en ese tiempo no pudimos llevar a cabo lo que el Señor nos había mostrado. A principios de los años sesenta vine a los Estados Unidos y tenía la carga de parte del Señor de permanecer aquí para ministrar y liberar la verdad. Durante varios años visité muchos lugares para ponerme en contacto con aquellos que buscaban más de Dios. El Señor honró esto, y las iglesias empezaron a ser levantadas. Entonces me di cuenta de que debíamos tener conferencias y entrenamientos para que la verdad que está en la santa Palabra se divulgara en forma consecutiva, y desde 1974 hasta la fecha, hemos tenido dos entrenamientos anualmente.
Después de que terminamos el estudio-vida del Nuevo Testamento en 1984, consideré que necesitábamos ver la nueva manera del Señor en cuanto a reunirnos y servir en la iglesia. Para ese tiempo nuestra situación y nuestra práctica en la iglesia habían perdido su frescura y habíamos llegado a un punto de estancamiento. Estudiamos nuestra situación, y consideramos que necesitábamos un entrenamiento con el propósito de que un grupo de santos se levantara a fin de practicar la manera ordenada por Dios para la iglesia. En febrero de 1986 tuvimos una reunión urgente con los colaboradores y los ancianos en la cual presenté mi sentir en cuanto a nuestra necesidad. Teníamos la carga de “sonar la trompeta” para hacer un llamado a que algunos voluntarios lucharan por el pueblo de Dios. No esperábamos que todos los santos en el recobro del Señor adoptaran la nueva manera, y ni se nos ocurrió que aquellos que no tomaran esta nueva manera, no serían parte de la iglesia. Sea que uno siga este camino o no, de todos modos está en la iglesia. Lo único que pedíamos era que aquellos que no tomaran esta manera, no la criticaran ni se opusieran a ella.
Desde el mismo principio del recobro del Señor entre nosotros, el hermano Nee se dio cuenta de que existía la necesidad de entrenamiento, pero cada vez que él empezaba un entrenamiento, el enemigo se venía al ataque. En 1936 el hermano Nee construyó una casa en un suburbio de Shangai con el propósito de tener entrenamientos allí. No obstante, inmediatamente después de la terminación de esta obra, Japón invadió a China y la casa fue destruida. Cuando el hermano Nee una vez más intentó tener un entrenamiento a comienzos de los años cuarenta, el enemigo atacó de nuevo y se suscitó un conflicto en la iglesia en Shangai. Esto hizo que el hermano Nee suspendiera su ministerio por seis años. En 1948 el hermano Nee prosiguió con su ministerio y tuvo una conferencia en su pueblo natal por dos ocasiones. En ese tiempo, sin embargo, llegaron los comunistas y acabaron con el entrenamiento, y confiscaron los edificios usados para tal fin. En Taipei empezamos a tener un entrenamiento en cuanto a la nueva manera en agosto de 1986. Sólo después de poco más de mes y medio, comenzó la crítica del entrenamiento por parte de un visitante. Más tarde, la crítica se esparció a los Estados Unidos, llegando hasta los opositores, y éstos se dieron a atacarlo. Con el tiempo, el ataque se convirtió en destrucción. El entrenamiento se volvió el blanco de los ataques del enemigo debido a que este tipo de entrenamiento es un factor crucial para derrotar al enemigo. Estoy muy agradecido con el Señor porque me ha dado la carga de llevar a cabo el entrenamiento en el recobro del Señor.
El entrenamiento en el recobro del Señor es muy crucial, y nosotros tenemos que tomar la carga de orar por él. Sin entrenamiento, la iglesia no puede ser prevaleciente. Debido al entrenamiento varios santos que han estado en la vida de la iglesia por un corto período de tiempo han estado creciendo rápidamente. Sin embargo, sin entrenamiento, todos nosotros podemos ser cristianos comunes y corrientes, que simplemente asisten a las reuniones año tras año. Ser entrenado hace una gran diferencia en nuestra vida cristiana. Después de varios meses de entrenamiento, nunca seremos los mismos. Las reuniones regulares de la iglesia nos ayudan sólo en una manera general. El entrenamiento, no obstante, nos ayuda en una manera específica. Ser entrenados es llegar a ser más útiles en las manos del Señor.
La Biblia compara la iglesia con un ejército (Ef. 6:11-20; Ap. 19:14), y un ejército se compone de soldados. Sin entrenamiento los soldados no podrían formar un ejército. A los enemigos de un país nunca les gusta ver que ese país forme un ejército. A Satanás no le gusta la iglesia como ejército. Debido a eso, ha sido toda una batalla el tener un entrenamiento en el recobro del Señor.
El propósito del mover del Señor en la tierra es el establecimiento de Su reino. Para establecer un reino es necesario pelear. Después de ser entrenados, llegamos a ser los guerreros, los “soldados” que luchan en pro del reino de Dios. Según el libro de Números, Israel fue formado como un ejército a fin de que Dios estableciera el reino en la buena tierra (Nm. 1:2-3, 45). Sin la formación del ejército, el reino no podría ser establecido. La lucha de los israelitas introdujo el reino de Dios.
Si es posible, todos aquellos de entre nosotros que se gradúen de la universidad, hermanos y hermanas, no deberían conseguir un trabajo inmediatamente después de su graduación. Deberían, más bien, invertir uno o dos años para ser entrenados y luego hallar un trabajo. Cualquier persona que sea entrenada en esta manera, será un soldado. Algunos países practican el entrenar a los jóvenes en el servicio militar después de que se gradúan. Después de ser entrenados, los jóvenes pueden encontrar trabajo, pero cuando el país tiene necesidad, todos los entrenados pueden ser llamados de nuevo para formar un ejército.
Al pelear se requiere sabiduría. Una vez que hemos sido entrenados, debemos hacer todo con mucho discernimiento; no debemos pelear neciamente. Para tocar a las puertas de las personas con el fin de predicarles el evangelio se requiere mucho discernimiento, y para hablarles a otros en sus hogares también se requiere discernimiento. A fin de poder discernir necesitamos ejercitar nuestra sabiduría. La sabiduría está relacionada con Dios, y es mayormente un asunto del espíritu. Para tener sabiduría tenemos que tener a Dios, y cuanto más de Dios tenemos, más sabiduría tenemos. Tenemos que ponernos en contacto con Dios y permanecer con Dios a fin de tener sabiduría para nuestro discernimiento.
Todas las iglesias locales son muy buenas; están en el recobro del Señor y están en pro del recobro del Señor. No obstante, la condición de las diferentes iglesias no es la misma, y la condición de los diferentes santos no es la misma. Tenemos que ser sabios para discernir la condición de la iglesia y de los santos en nuestra localidad. La manera en que toquemos a la iglesia y a los santos no debe ser según nuestra preferencia sino según la situación de ellos. Algunas veces tener contacto con los santos es como pisar un terreno peligroso, que requiere que tengamos mucho cuidado, y que andemos con discernimiento. Los santos que están en las iglesias no son nuestros “entrenandos”. Más bien, pueden ser nuestros padres y madres espirituales. Debemos ser tiernos como corderos en nuestra relación con ellos. De este modo, seremos útiles a todos. No le haremos daño a nadie, y no causaremos problemas. No obstante, no debemos decir que no vamos a hacer nada para no causar problemas. Esto no es la manera en la que hemos sido entrenados. Estamos siendo entrenados para ser útiles, para hacer algo para el Señor, pero sin causar problemas. Tenemos que ser tan útiles como podamos, tan útiles como lo permita la soberanía del Señor, y como la gracia nos capacite, tomando toda oportunidad de ser usados por el Señor, pero sin hacerle daño a nadie.
Pregunta: Es necesario vestirnos con propiedad cuando visitamos a las personas, pero ¿deben los miembros del equipo del evangelio vestirse uniformemente?
Respuesta: Simplemente necesitamos vestirnos con propiedad. Muchas instituciones, tales como los bancos, insisten en que sus empleados se vistan con propiedad. Sin embargo, no es necesario vestirse uniformemente. Podemos tener cierta variedad.
Pregunta: ¿Debemos practicar la manera en que hemos sido entrenados de visitar a la gente siguiendo cada paso sólo cuando salimos en las primeras ocasiones o debemos practicarlo paso tras paso continuamente?
Respuesta: Las compañías grandes entrenan a sus vendedores a no hablar según a ellos les parece. Al vendedor se le dice por escrito lo que debe decir. Luego, él aprende a recitar aquello hasta que se convierte en sus propias palabras. Debemos leer el librito El misterio de la vida humana, e ingerir su contenido en nuestro ser. Entonces, cuando salgamos, no hablaremos el evangelio en una manera general. Espontáneamente hablaremos de lo profundo de nuestro ser de acuerdo con la forma en la cual se nos ha instruido. Este principio ha sido probado por muchas corporaciones de negocios y por algunos predicadores del evangelio. No debemos creer que nuestra propia manera es mejor que la manera en la que se nos ha entrenado. Nuestra propia manera es natural, y la manera natural de hacer cualquier cosa no tendrá éxito. La manera más exitosa es la manera que se comparte en el entrenamiento. Incluso al jugar balón tenemos que recibir instrucciones. Tenemos que hacer todo según la forma del entrenamiento, y tenemos que practicar hasta que la instrucción se asiente en nuestro ser Entonces no será mera instrucción; estará “en nuestra sangre”. Debemos ser entrenados hasta que seamos plenamente introducidos en la manera del entrenamiento, y hasta que el entrenamiento nos penetre. Así, cuando abrimos nuestra boca, la manera en que hemos sido entrenados será lo que saldrá. Si practicamos este camino, nuestra visita a la gente no será en vano.
Tenemos que tomar la decisión de no visitar a las personas según la manera natural. Debemos rechazar la manera natural y tratar siempre de salir de acuerdo con la instrucción dada en nuestros mensajes. Al principio tal vez no tengamos éxito, pero si practicamos durante dos semanas la manera dada en el entrenamiento, veremos resultados.
Nosotros tenemos que ser los primeros salvos por nuestra predicación. Si dudamos que la gente será salva por medio de la manera que hemos recibido en el entrenamiento, no hemos sido los primeros salvos por nuestra predicación. Tenemos que orar para que podamos ser salvos por el mensaje que estamos llevando a otros. Entonces, podemos salir con la certeza de que otros serán salvos. Este principio también se aplica a nuestra enseñanza. Si dudamos que nuestro mensaje ayudará a la gente, es que no hemos recibido ayuda del mismo, y no debemos hablarlo. La manera de creer que lo que predicamos salvará a otros, es orar y meternos nosotros en nuestro mensaje. De este modo seremos salvos y tendremos la certeza de que otros serán salvos. Entonces seremos celosos en tocar a las puertas de las personas y en buscar gente a quien hablarle.