
Lectura bíblica: Jn. 15:8-11; 1 Ts. 2:7, 11, 19-20
El primer punto crucial en el mover del Señor sobre la tierra es la predicación del evangelio. Estamos poniendo de relieve no sólo la predicación del evangelio, sino también la manera ordenada por Dios de predicar el evangelio. Hoy en día la predicación del evangelio entre los cristianos está prácticamente en bancarrota. Se supone que los Estados Unidos es el principal país cristiano de la tierra. Debe de haber como ciento veinte millones de cristianos en los Estados Unidos, y muchos programas cristianos están emitiendo sus ondas por los aires. Sin embargo, muy pocos de estos millones de cristianos tienen la carga de salir a predicar personalmente el evangelio de Cristo. Esta es la situación actual entre los cristianos en este país.
Tal vez nos guste el asunto de permanecer en la vid, permanecer en Cristo, que se halla en Juan 15. Quizá deseemos ser aquellos que disfrutan las inescrutables riquezas de la vid. No obstante, Juan 15:8-11 no recalca solamente esto de permanecer; también recalca el asunto de llevar fruto. Si llevamos fruto, el Padre será glorificado. El Padre no va a ser glorificado simplemente porque nosotros permanezcamos. El será glorificado sólo si llevamos fruto. Sólo el llevar fruto puede liberar la vida divina del Padre. Cuando llevamos fruto, la misma vida divina que está en el Hijo, la vid, es liberada.
Mientras permanecemos en el Hijo, absorbemos la vida que está contenida en la vid. Participamos de las inescrutables riquezas de la savia vital de la vid. Tarde o temprano la vida que hemos estado absorbiendo será liberada. Cuando esta savia vital es liberada, el resultado es el llevar fruto. Llevar fruto es el producto, el resultado, de nuestro disfrute de Cristo. Es esta emanación de savia vital lo que expresa a Dios. Al liberar la savia vital, el Padre es glorificado.
Un ejemplo de una emanación tal puede verse en el clavel. Si el clavel no florece, entonces su gloria, su belleza, queda oculta. Cuando el clavel florece, la vida interior del clavel ha sido liberada. Esta es la glorificación del clavel. No podemos apreciar la belleza del clavel si éste no ha florecido. El clavel está oculto, y la belleza de su vida no se ha expresado todavía. Una vez que florece, su vida es expresada; su vida es glorificada. El florecimiento es la glorificación del clavel. De la misma manera, que llevemos fruto es la glorificación de Dios.
A lo mejor algunos de aquellos que están en el cristianismo digan que ellos glorifican a Dios haciendo algo bueno. No se dan cuenta de que el Padre no quiere que simplemente hagamos cosas buenas ni que nada más lo expresemos cumpliendo deberes cristianos éticos. El quiere que lo expresemos llevando fruto para que la vid aumente y se extienda. El aumento y la extensión de la vid es la glorificación del Padre. ¿Han notado ustedes cuán particulares son las palabras del Señor en esta porción de Juan 15? El dice: “En esto es glorificado mi Padre” (Jn. 15:8). “En esto” se refiere al llevar fruto. Si llevamos mucho fruto, el Padre es glorificado.
En Juan 15:9 el Señor Jesús dice: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”. A los cristianos nos gusta hablar del amor. Nos gusta decir que Dios nos ama. Desde joven se me enseñó a cantar el himno que dice: “Cristo me ama bien lo sé, la Biblia lo dice así”. Aquí el Señor Jesús dice: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado”. ¿Qué clase de amor es éste? El Padre ha amado al Hijo en que el Hijo lo expresa a El. El Padre está alegre y gozoso porque el Hijo es Su expresión. El Hijo ha amado a los discípulos según el mismo principio. El Hijo quiere que los discípulos sean Su expresión. Tenemos un ejemplo de este principio en el libro de Génesis. Cuando Dios creó al hombre a Su propia imagen (Gn. 1:27), esto fue una expresión de Su gran amor.
Dios amó al Hijo de modo que el Hijo pudiera expresar a Dios, y el Hijo nos ha amado de modo que lo podamos expresar a El. “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Jn. 15:9). Permanecer en Su amor nos hace Su expresión. El nos menciona Su amor y luego nos manda que lo expresemos a El. Llevar fruto es expresar al Hijo. El Hijo nos manda que llevemos fruto, lo cual significa que el Hijo nos ama a lo sumo. ¡Qué privilegio! Qué derecho el que nos ha dado el Hijo, que podemos llevar Su fruto. Tal como el Padre le encargó al Hijo que lo expresara, el Hijo nos encarga a nosotros que lo expresemos a El. Nos encarga que permanezcamos en Su amor, no sólo que permanezcamos en El. No es suficiente simplemente permanecer en El. Tenemos que permanecer en Su amor.
Permanecemos en Su amor engendrándolo a El en las personas para Su expresión. Nuestra predicación del evangelio tiene como objetivo llevar fruto, engendrar a Cristo en la gente, haciéndola fruto de Cristo, expresión de Cristo. Cuando ponemos a Cristo dentro de un pecador, éste llega a ser la misma expresión de Cristo. Los versículos 8, 9 y 10 del capítulo 15 de Juan están relacionados. Si guardamos los mandamientos del Señor, permaneceremos en Su amor (v. 10), llevaremos fruto (v. 8), y el Padre será glorificado (v. 8). Cuando llevamos mucho fruto, el Padre es más glorificado.
En Juan 15:11 el Señor dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Ser pámpanos de la vid divina y llevar fruto que exprese la vida divina es un asunto de gozo, una vida de gozo. Muchos santos han tenido la experiencia de entrar en un éxtasis cuando han bautizado a alguien en el Dios Triuno. Han testificado que después de traer una persona al Señor, no pudieron dormir durante toda esa noche a causa de que el gozo del Señor había llegado a ser su gozo.
En 1 Tesalonicenses 2:19-20 dice: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en Su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. En Juan 15:11 el Señor se refiere a que nuestro gozo es completado. En 1 Tesalonicenses 2 Pablo se refiere a nuestro gozo una vez más. ¿Qué es nuestro gozo? Nuestro gozo es el fruto que llevamos. Estas dos porciones de la Palabra están relacionadas. En 1 Tesalonicenses 2:19-20 debe tener como referencia Juan 15:11.
¿Cuál es nuestro gozo? ¿Cuál es nuestra gloria? ¿Cuál es nuestra corona con que nos gloriamos? El gozo de Cristo es nuestro gozo. La glorificación del Padre es nuestra glorificación. En Juan 15 y en 1 Tesalonicenses 2 tenemos estas dos palabras: gloria y gozo. Para Pablo el fruto que él llevó era su gloria y su gozo.
Cuando el Señor Jesús venga, y usted se presente delante de El, ¿quién va a estar al lado suyo y en favor suyo? ¿Qué va a decir usted? Supongamos que usted nunca ha traído a nadie al Señor. Esto significa que usted nunca ha llevado fruto. Usted diría: “Señor, mira, aquí está Tu talento. Aquí está en mi bolsillo. No lo perdí. Lo he guardado”. Decirle semejante cosa al Señor cuando El venga, sería una vergüenza para nosotros, no una gloria ni un gozo (Mt. 25:24-30). La carga que yo tengo es transmitir a ustedes la manera ordenada por Dios. Si ustedes toman la manera ordenada por Dios, serán personas nuevas, personas que llevan fruto.
¿Quién predica el evangelio en estos días de la forma que Dios ha ordenado? Algunos cristianos predican el evangelio, pero su predicación en gran parte es llevada a cabo de una manera vieja y tradicional. Hay una necesidad urgente de que parte del pueblo del Señor sea traída al entendimiento de que debemos ser predicadores del evangelio que imparten a Cristo en otros, haciéndolos así parte de Cristo, la expresión de Cristo, que es la glorificación del Padre. Esto debe llegar a ser una parte normal de nuestra vida cotidiana. La predicación del evangelio no debe ser un asunto esporádico. Debemos predicar el evangelio regularmente como parte de nuestra vida cristiana. Aunque hemos tenido comunión respecto de esto por casi cinco años, no son muchos los que han entrado en semejante vida cristiana en la cual se predique el evangelio con regularidad. Nuestra carga principal es dejar la manera vieja y tradicional de predicar el evangelio, y tomar la manera ordenada por Dios de predicar el evangelio como parte de la vida cristiana.
Esta manera ordenada por Dios de predicar el evangelio como parte de nuestra vida cristiana es muy viable. Depende de si la tomamos o no, y de si hemos oído la palabra que el Señor nos ha hablado. Su palabra para nosotros es que permanezcamos en El a fin de que llevemos fruto para que El sea expresado y aumentado. Que el Señor nos dé semejante encargo es el más grande amor. Si el presidente de los Estados Unidos le pidiera a usted que lo representara, ¿cómo se sentiría usted? Un encargo tal lo haría sentir a usted muy honrado. El encargo hecho a usted sería una expresión del amor de él para con usted. Usted no le diría que está muy ocupado ni que simplemente usted no tiene interés en representarlo.
Desde que empecé a hablar de la manera ordenada por Dios en estos últimos cinco años, muchos asuntos útiles han sido descubiertos. Pero ¿quién entre nosotros tiene interés en ver que la manera ordenada por Dios sea llevada a cabo? En los Estados Unidos Dios ha ordenado la situación para que los hijos de Dios vivan una vida apropiada conforme a Su Palabra, pero la mayoría de los hijos de Dios de este país han abusado del arreglo de Dios. Muchos estadounidenses sólo tienen que trabajar ocho horas a diario, lo cual les deja por lo menos dos o tres horas libres en la noche para hacer otras cosas. También hay muchos que están libres dos días cada fin de semana. Al ver cuánto tiempo libre tenemos, ¿no podríamos apartar sólo dos o tres horas dos días a la semana? Muchos de nosotros podemos hacer esto. Si vivimos una vida normal y programamos nuestro tiempo, fácilmente podemos apartar dos sesiones de dos horas cada una para llevar fruto. Esto es guardar el mandamiento de Aquel que nos ama, quien nos ha exaltado a tal grado que podamos ser Su expresión.
Esto es lo que enseña el Nuevo Testamento, sin embargo hoy día no hay muchos cristianos en la tierra que vivan una vida tal. Aun si una tercera parte de los santos de una localidad tienen esta práctica, la situación será gloriosa. Podemos empezar nuestra labor en el evangelio con nuestros familiares más cercanos. Ellos son nuestra “Jerusalén”. De nuestros familiares más cercanos, el círculo de nuestra predicación del evangelio puede ser ampliado a Judea, a Samaria, y luego a lo último de la tierra (Hch. 1:8).
Tiene que haber un punto de partida. Tenemos que ser muy definidos al salir a predicar el evangelio. Tenemos que planear con anticipación. No debemos estar inseguros en ningún punto. Es más, no debemos tener una planeación demasiado ambiciosa que se salga de la realidad. Si tratamos de salir todos los días, probablemente no vamos a cumplir. A largo plazo, lo mejor tal vez sería salir sólo dos días en la semana. Ese es un presupuesto más práctico para aquellos hermanos y hermanas que tienen un trabajo regular, y para las hermanas que tienen familia que cuidar en casa. Establezca usted un plan para salir dos veces por semana, en dos días definidos, cada vez por dos o tres horas. Cumpla ese plan con regularidad, constancia y decisión, a menos que esté demasiado enfermo como para salir. No haga caso de sus emociones y sencillamente salga. Prográmese a sí mismo de esta manera.
Cuando usted salga debe hacerlo siempre de una manera muy regulada. Es muy bueno si lo hace en el Cuerpo. Visite a la gente en equipo. Aun si a quien va a visitar es uno de sus familiares cercanos, sería muy bueno que uno o dos santos fueran con usted, especialmente si su familiar conoce a uno de los santos. Quizá tenga oídos abiertos a dicho hermano.
Una vez que usted ha bautizado a dos o tres, debería considerar pasar más tiempo con ellos. Tal vez, por un lapso de tiempo, usted no tenga manera de salir para traer más nuevos al Señor. Más bien, usted a lo mejor necesita dedicar todo su tiempo a cuidar a sus dos o tres nuevos. Probablemente usted necesitará un año para levantar una persona en el Señor. Es muy similar a criar hijos. Todas las madres saben que criar hijos no es ni rápido ni fácil.
Tal vez usted empiece a darse cuenta de que los dos o tres sobre los cuales está laborando no son muy promisorios. No debe hacerlos a un lado, pero sí debe considerar si es provechoso o no dedicarles tanto tiempo. Si no es provechoso, usted debe salir y hallar otros dos o tres. Laborar en el evangelio es como el trabajo de un agricultor. Cuando uno cultiva, tiene que discernir el suelo, la tierra. Puede ser que no crezca nada en cierta parcela de tierra. Si tal es el caso, el agricultor tiene que dejarla y trabajar en la parcela que sí produzca. De todas maneras nosotros tenemos que procurar ser muy cuidadosos porque nuestro discernimiento no es siempre confiable.
Si durante todo el año tenemos este tipo de práctica, ciertamente cada año podremos traer a la vida de la iglesia a uno por lo menos que sea promisorio. Todo depende del grado al que nos demos a este tipo de vida. Si de veras nos entregamos a esto, podría darse que cada uno de nosotros trajera a la vida de la iglesia tres personas cada año. No necesitamos ser servidores de tiempo completo para lograr semejante resultado. Simplemente depende de nuestra labor regular. Debemos laborar regularmente cada semana y cada año, por encima del clima y de otros factores. Debemos aprender a predicar el evangelio igual que un niño aprende a tocar el piano. Sin entrenamiento nada se puede aprender.
Después de ganar a las personas debemos dedicarles el tiempo adecuado para nutrirlas, cuidarlas con ternura y criarlas como nuestros hijos espirituales. Pablo se comparó a una madre que nutre y cuida (1 Ts. 2:7) y a un padre que exhorta (1 Ts. 2:11). El era tanto una madre como un padre para sus hijos espirituales. La escasez nuestra ha sido que no criamos a los hijos. Después de que hemos dado a luz los hijos, muchas veces nos hemos olvidado de ellos. Debemos tomar la nueva manera al cuidar de nuestros hijos espirituales. No piensen por favor que dicha práctica comprende toda la vida de la iglesia. El hecho de que salgamos dos veces por semana, dos o tres horas cada vez, debe ser sólo una pequeña parte de nuestra vida de la iglesia. Además de lo anterior, debemos asistir a las reuniones del día del Señor por la mañana, a la reunión de oración, y a las otras reuniones de la iglesia. Salir a visitar a la gente dos veces por semana es solamente parte normal de nuestra vida de la iglesia.
Esfuércense por estar entrenados en salir. Tengan comunión con los santos de su localidad. Si ustedes se reúnen en equipo, hallarán la mejor manera de hacer que la gente se abra a ustedes y la mejor manera de responder a las preguntas de la gente. Si ustedes hacen esto regularmente durante un año con un espíritu y una actitud humildes, vacíos y dispuestos a aprender, llegarán a ser verdaderos expertos en la predicación del evangelio.
El cristianismo por muchos años ha estado orando por un avivamiento. Nosotros no debemos orar de esa manera. Debemos orar: “Señor, levanta a un tercio de los santos para que prediquen el evangelio. Haz que éstos se determinen y tomen la carga de practicar esta nueva manera como su deber, como parte de su vida cristiana diaria”. Si en cada iglesia una tercera parte de los hermanos se levantan en esta manera, habrá un verdadero avivamiento entre nosotros en sólo un año. Este tipo de avivamiento no se produce por emoción, sino por el hecho de llevar fruto. Si dos terceras partes de los santos se levantan en esta manera, veremos un incremento anual del ciento por ciento, por lo menos.
De nosotros, un buen número, resuelva tomar esta manera ordenada por Dios de predicar el evangelio, y practíquela formando equipos que salgan regularmente para visitar a la gente a fin de que sea salva. Tenemos que ir a ellos una y otra vez para tener reuniones de hogar con ellos y para nutrirlos, cuidarlos con ternura y alimentarlos. Después de un corto tiempo llevaremos fruto que permanece, como resultado de que vayamos en la manera ordenada por Dios.