
Lectura bíblica: Ap. 1:4-5a, 9-20; 2:7, 17; 3:12, 20; 4:5; 5:6; 21:1-3; 22:1-2, 14, 17
En los mensajes anteriores hemos abordado el tema de la expresión de Dios, partiendo desde el primer capítulo de Génesis hasta casi el final de la Biblia. Ahora en el último libro de la Biblia, Apocalipsis, vemos dos grupos principales. En el primer grupo vemos la iglesia y su consumación, que es la Nueva Jerusalén; esto es lo que Dios desea. En el segundo grupo vemos todo lo que existe en el universo aparte de la iglesia, lo cual será juzgado, condenado y quemado. No hay un tercer grupo. Todo lo que pertenece al primer grupo perdurará por la eternidad y consumará en la ciudad nueva de agua viva, la Nueva Jerusalén, la cual es el tabernáculo eterno de Dios, Su expresión plena por la eternidad. Todo lo que no pertenece a la iglesia y su consumación será quemado en el lago de fuego. En la Biblia sólo hay dos fuentes, dos líneas, dos corrientes, dos caminos y dos resultados.
¿Cuáles son estas dos fuentes? Si leemos Génesis 2 otra vez, podemos ver que el árbol de la vida es la fuente positiva y que el árbol del conocimiento es la fuente negativa. El árbol de la vida introduce la línea de la vida, el fluir de la vida y el camino de la vida, lo cual tiene como resultado una ciudad nueva de agua viva donde crece el árbol de la vida. Así que, se comienza con vida y se termina también con vida. Y el resultado es la nueva ciudad, el tabernáculo eterno, la expresión plena de Dios.
La otra línea, que se halla en el lado negativo, comienza con el árbol del conocimiento y termina en el lago de fuego. Desde el principio hasta el final de la Biblia hay una línea del juicio de Dios, la cual empezó desde el momento en que fuego descendió de los cielos sobre Sodoma y Gomorra (Gn. 19:24), y continúa hasta el día de hoy. En Mateo 3:10-12, en 1 Corintios 3:13, Hebreos 6:8 y Hebreos 12:29, vemos este fuego. Finalmente, en Apocalipsis 20 y 21 vemos el lago de fuego. Ya no se ve sólo un fluir, pues dicho fluir se ha convertido en un lago. El producto del juicio de Dios es el lago de fuego. Todo lo que Dios ha juzgado y quemado con Su fuego a lo largo de los siglos, terminará en el lago de fuego.
El libro de Apocalipsis es una continuación de lo que Juan reveló en su Evangelio y en sus epístolas. El Evangelio de Juan nos revela principalmente el tema de la vida divina. La vida divina es el propio Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como nuestra vida y suministro de vida. ¡La vida revelada en el Evangelio de Juan es tan misteriosa, divina y elevada!
En sus tres epístolas, Juan revela más misterios acerca de la vida divina, tales como la comunión divina, el morar divino, la unción divina, el nacimiento divino y la semilla divina. Ya que el Evangelio de Juan y sus epístolas giran en torno a la vida divina, no debemos pensar que Apocalipsis, el cual fue escrito también por Juan, trata de algo diferente. Juan fue un escritor que reveló la vida divina; por consiguiente, debemos ver que su último libro también trata de la vida divina. Por ejemplo, toda la Biblia tiene que ver con el árbol de vida. Después de que Dios creó al hombre, lo trajo frente al árbol de la vida. La Biblia comienza en Génesis con el árbol de la vida y termina en Apocalipsis también con el árbol de la vida; esto es así porque toda la Biblia es un libro de vida.
En este mensaje y en los dos mensajes anteriores hemos abarcado numerosos versículos cruciales. En cuanto nos sea posible debemos estudiar estos versículos, memorizarlos, recitarlos y orar-leerlos una y otra vez. Sería conveniente hacer esto cada mes durante dos años. Si lo hacen, verán resultados; les aseguro que verán algo. Estos son los versículos más cruciales de la Biblia. Necesitan comerlos y digerirlos, recibiendo cada uno de estos versículos en su ser interior.
Ahora llegamos a la consumación de la expresión de Dios. El libro de Apocalipsis es el resultado final de toda la Biblia, y sin este libro, la Biblia no tendría conclusión. Si usted sabe lo que Apocalipsis contiene, podrá ver que casi todas las señales incluidas en el Antiguo Testamento están allí. Por ejemplo, la primera señal mencionada en Apocalipsis es los candeleros. El candelero fue mencionado por primera vez en Exodo (Ex. 25:31-40), por segunda vez en 1 Reyes 7:49, y por tercera vez en Zacarías 4:2-10. Si usted pasa por alto el libro de Apocalipsis, no sabrá el verdadero resultado o consumación del candelero.
La última señal revelada en Apocalipsis es la Nueva Jerusalén, una ciudad edificada en cuadro que tiene tres puertas a cada lado. La Nueva Jerusalén también aparece en el libro de Ezequiel. Al final de este libro vemos una ciudad cuyo nombre es “Jerusalén”, la cual tiene tres puertas en cada uno de sus cuatro lados, y escritos en ellas los nombres de las doce tribus de Israel (Ez. 48:31-34). Entre los candeleros mencionados en Apocalipsis 1 y la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21 y 22, se hallan el árbol de la vida y el maná (2:7, 17). El árbol de la vida también fue mencionado en Génesis, y el maná, en Exodo 16.
Otro aspecto que se menciona en el Antiguo Testamento y que tiene su consumación en el Nuevo Testamento, es el Cordero de Dios. Juan mencionó el Cordero de Dios cuando dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). El cordero también fue mencionado en Génesis 22, cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac en el altar. En ese pasaje vemos que Dios intervino para detener a Abraham, y cuando éste se volteó, vio un carnero y lo ofreció en lugar de su hijo Isaac. También vemos el cordero de la Pascua en Exodo 12. La consumación de este cordero se halla en Apocalipsis 22:1, donde vemos el río de agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero.
En Apocalipsis también vemos las siete lámparas. Las siete lámparas y los siete Espíritus de Dios ya habían sido mencionados en Zacarías 4. Los cuatro seres vivientes de Apocalipsis también se hallan en Ezequiel 1. Casi todo lo que consta en el libro de Apocalipsis puede encontrarse en el Antiguo Testamento, porque Apocalipsis es la conclusión de toda la Biblia. Por tanto, para entender este libro, es menester entender toda la Biblia. El libro de Apocalipsis es la conclusión, no sólo de los escritos de Juan, sino también de toda la Biblia.
Primero que todo, al final de esta era Dios obtendrá las iglesias locales en la tierra, las cuales son los candeleros. En Apocalipsis no se menciona el término “iglesia local”; sin embargo, en Apocalipsis 1:1 Juan escribe a las siete iglesias que están en siete ciudades, lo cual indica que las siete iglesias equivalen a siete ciudades. Juan no escribió a la iglesia que estaba en una calle, en una casa, en una comunidad o en un recinto universitario; más bien, Juan escribió a siete iglesias que estaban en siete ciudades. Asia, una provincia del antiguo Imperio Romano, era como un estado. Ya que Asia era una provincia, podía tener más de una iglesia, pero cada ciudad de esta provincia sólo podía tener una iglesia. Por ejemplo, conforme a los datos históricos, Efeso era una ciudad grande en aquel tiempo; no obstante, sólo había una iglesia en Efeso.
El tono de Juan en su salutación a las iglesias es diferente al tono usado por Pablo en las salutaciones de sus epístolas. Por ejemplo, en Gálatas 1:3 Pablo dice: “Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Pero en Apocalipsis 1:4-5, Juan dice: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo Fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. ¿Quién es Aquel que es y que era y que ha de venir? Es Jehová del Antiguo Testamento, el gran Yo Soy. Cuando Moisés le preguntó a Dios por Su nombre, El le contestó: “Yo Soy el que Soy”. El es el verbo Ser; El es el gran Yo Soy. Aparte de El, todo lo demás no existe. El es el único que existe. En el pasado El era, en el presente El es, y en el futuro El será. El es el Yo Soy. Este es Jehová.
En el libro de Apocalipsis vemos que el Espíritu de Dios llega a ser los siete Espíritus (1:4; 4:5). ¿Cómo puede el único Espíritu llegar a ser siete? Estos siete Espíritus son las siete lámparas que arden delante del trono (Ap. 4:5). El candelero tiene dos aspectos: visto desde arriba, contamos siete lámparas; pero al ver la base, es un solo candelero. Esto significa que el candelero es siete-uno y uno-siete. Un buen ejemplo para explicar esto es una lámpara que tiene tres niveles de intensidad luminosa: si usted necesita poca luz, oprime sólo una vez el interruptor; si quiere más luz, vuelve a pulsar el interruptor; pero si requiere aún más iluminación, oprime por tercera vez el interruptor. ¡Sería maravilloso si existiera una lámpara de siete intensidades! El resplandor del candelero mencionado en Apocalipsis está intensificado siete veces porque hoy es un día de tinieblas y la visión del pueblo de Dios es muy débil. En los Evangelios vemos un solo Espíritu de Dios, pero en Apocalipsis este Espíritu se ha intensificado siete veces, no en cuanto a substancia sino en función. Ciertamente hay un solo Espíritu, pero Su función se ha intensificado siete veces. Actualmente, el Espíritu de Dios es los siete Espíritus.
Apocalipsis 1:5 menciona que Jesucristo es el Testigo fiel. Mientras El estaba en la tierra, era un testigo de Dios. El resucitó de entre los muertos, llegando a ser el Soberano de los reyes de la tierra. No tenemos que preocuparnos por la situación mundial, pues todos los gobernantes de la tierra están sometidos bajo nuestro Soberano. Por eso, Su calendario es el calendario universal, ya que incluso los países comunistas ateos que se oponen a Cristo usan Su calendario. El es el Rey de reyes y el Soberano de todos los reyes.
Mediante estos ejemplos podemos ver que el libro de Apocalipsis se expresa en un tono especial, y muestra que hoy Dios quiere obtener una iglesia en cada localidad como Su expresión práctica. Cada iglesia local presentada en este libro es un candelero. El candelero es la corporificación del Dios Triuno, y en él vemos tres aspectos. Primero, la substancia es de oro puro. La substancia del candelero no es de madera ni de barro, sino de oro puro. El oro es una figura bíblica que representa la naturaleza divina de Dios el Padre. Así que, Dios el Padre es la substancia del candelero. En segundo lugar, el candelero de oro no es un pedazo de oro sin forma definida, sino que el oro ha sido moldeado conforme a la forma de un candelero. La forma, la corporificación del Dios Triuno, es el Segundo de la Trinidad. Toda la plenitud de la Deidad mora corporalmente en el Segundo de la Trinidad (Col. 2:9). Jesucristo es la forma de Dios. Este es Dios el Hijo. Así que, vemos la substancia del Padre y la forma del Hijo.
Y en tercer lugar, vemos la expresión del candelero. El candelero tiene la finalidad de resplandecer, y dicho resplandor es la expresión. La expresión del candelero es las siete lámparas. La Biblia dice claramente, no sólo en Apocalipsis sino también en Zacarías, que las siete lámparas son los siete Espíritus (Zac. 4:2, 6; Ap. 4:5). La substancia del candelero es Dios el Padre; la forma y la corporificación del candelero es Dios el Hijo; y la expresión del candelero es Dios el Espíritu. Así que, el candelero es la corporificación del Padre, del Hijo y del Espíritu; ésta es la iglesia. La iglesia es el candelero, la corporificación del Dios Triuno. En esto podemos ver lo que es una iglesia local. Una iglesia local tiene a Dios el Padre como su substancia, a Dios el Hijo como su corporificación, y a Dios el Espíritu como su resplandor y expresión.
Es correcto decir que el recobro del Señor tiene como meta recobrar la iglesia local, pero esto depende de lo que entendamos acerca de ello. Si pensamos que la iglesia local consiste de un grupo de cristianos que se reúnen en una ciudad, que no tienen nombre, que no pertenecen a una denominación ni tienen un pastor, que se sientan en cuatro direcciones y no una, y que tienen reuniones en las cuales todos hablan: éste no es un entendimiento adecuado. Dicha iglesia local puede estar en el recobro del Señor, o no; todo depende de la realidad que haya en ella. ¿Qué es la realidad de la iglesia local? Es la substancia del Padre, la corporificación del Hijo y la expresión del Espíritu.
Supongamos que una persona visita una iglesia local y ve a las hermanas de más edad chismeando, a las hermanas más jóvenes murmurando, a los ancianos discutiendo y a los hermanos quejándose. ¿Es ésta la condición de un candelero de oro? No; éste es un candelero de lodo. Si hay chismes, murmuraciones, discusiones y argumentos, ¿dónde está la substancia del Padre, la corporificación del Hijo y la expresión brillante del Espíritu? Actualmente, es muy difícil encontrar entre los cristianos una situación adecuada en la que un candelero tenga la substancia del Padre, la corporificación del Hijo y el resplandor del Espíritu. En la mayoría de los grupos cristianos, lo que prevalece hoy principalmente es la política y los buenos modales.
Esta situación significa que la vida divina no ha sido hecha real plenamente en los cristianos. Cuando alguien visita una iglesia local, debe ver la vida divina hecha real en esa iglesia. Lo que no deben ver es cierta manera de conducta o comportamiento, sino ver personas que viven a Cristo. Deberían ver a creyentes que realmente experimentan la vida divina. La vida divina debe ser hecha real plenamente en la iglesia local. Cuando esta vida divina es hecha real en nosotros, aniquila todos los chismes, las murmuraciones, los razonamientos y las discusiones, y también elimina la hipocresía y la diplomacia. Dios no quiere ver buenos modales ni política en la vida de iglesia, sino que quiere ver que Su propia Persona sea expresada en nosotros. Este es el candelero de oro, el aspecto práctico de la expresión de Dios. Hoy Dios desea recobrar dicho candelero en muchas ciudades importantes de la tierra; El quiere obtener dicha iglesia resplandeciente, pura y de oro. Sin duda alguna, la iglesia es una entidad compuesta de seres humanos, pero que han sido saturados con el oro celestial. Es decir, la substancia del Padre divino ha llegado a constituir el mismo ser de estas personas. El ser de ellos toma la forma de Jesucristo, y lo que expresan no es un comportamiento afable sino el Espíritu resplandeciente, que brilla intensificado siete veces. Esta es una iglesia local apropiada, un candelero apropiado; esto es lo que el Señor desea recobrar hoy.
Dios no tiene la intención de recobrar asuntos triviales, por ejemplo, si nos vestimos con camisa de manga larga o si tenemos el pelo corto; más bien, en la iglesia local El desea recobrar nuestra experiencia de disfrutar la Trinidad, poseerla, hacerla real en nosotros y expresarla plenamente. La iglesia local apropiada es simplemente aquella que posee la Trinidad, la disfruta, la experimenta y la expresa. Para esto no sólo necesitamos el Espíritu básico, sino el Espíritu intensificado siete veces. Esta es la razón por la que tenemos que orar continuamente, sin cesar. Tenemos que ser llenos, saturados y empapados hasta que rebosemos. Disfrutar el Espíritu siete veces intensificado significa que El nos llena, inunda y rebosa de nuestro interior, hasta que llegamos a ser la plenitud del Dios Triuno. Esta plenitud es la expresión, y dicha expresión es simplemente el resplandor intensificado siete veces. Esta es la clase de iglesia local que el Señor recobrará. No estamos aquí sólo para tener una iglesia que sigue las enseñanzas externas de la Biblia. Lo que el Dios Triuno desea recobrar entre nosotros es un candelero apropiado en cada localidad. En cada ciudad, el Señor quiere tener dicho candelero brillante, que es la iglesia local.
El Cristo que estas iglesias locales experimentan es Aquel revelado en Apocalipsis 1. Dicho Cristo tiene ojos como llama de fuego (Ap. 1:14). Sus ojos indican juicio, pero también denotan infusión. De Su boca sale una espada aguda de dos filos que mata, no a nosotros sino a nuestra carne, lo cual equivale a aniquilar nuestra murmuración y nuestra lengua chismosa. Sus pies son semejantes al bronce bruñido, que juzga, quema y purifica. En ocasiones, los mensajes dados en el recobro del Señor son como una espada de dos filos que corta y que juzga, debido a que Dios desea obtener un candelero de oro puro en cada localidad. El oro puro es aquel que ha sido purificado al pasar por el fuego. Cristo hoy es el fuego que arde para purificarnos. El no sólo nos lava, sino que también nos purifica al quemarnos. Este es el aspecto práctico de la expresión de Dios. No considere que dicho aspecto práctico abarca asuntos tales como cuántos ancianos debe haber en cada localidad y la edad que ellos deben tener. El aspecto práctico de la expresión de Dios tiene que ver con la vida divina, y depende de que el Dios Triuno sature nuestro ser para que lo expresemos.
Si usted recibe la visión de este aspecto práctico, dicha visión aniquilará todas sus opiniones. No tendrá el concepto de que es necesario levantar una iglesia en una escuela, calle o casa. Dicha visión matará todos estos conceptos diferentes. Usted sólo verá una iglesia en una ciudad. Sólo verá una iglesia, que es pura, de oro, resplandeciente y llena del Dios Triuno.
El aspecto práctico de la expresión de Dios no solamente se presenta en Apocalipsis 1, sino también en los capítulos 2 y 3. En estos dos capítulos vemos que el Señor Jesús como Hijo del Hombre anda en medio de las iglesias, los candeleros, no solamente para purificarlas a fin de que resplandezcan con una luz pura, sino que también promete alimentarlas con el árbol de la vida (2:7), el maná escondido (2:17) y la fiesta (3:20). Los versículos 2:7 y 17 son promesas de las recompensas dadas a los vencedores, quienes en el reino venidero disfrutarán el árbol de la vida y el maná escondido. Esto indica que todos los santos que buscan al Señor pueden tener en esta era un sabor anticipado del disfrute de Cristo como árbol de la vida y maná escondido. Los vencedores disfrutan un anticipo en esta era de lo que disfrutarán plenamente en el reino venidero. El aspecto práctico de la expresión de Dios consiste en que podemos y debemos tener un sabor anticipado de la recompensa que el Señor ha prometido darnos en el reino venidero. Apocalipsis 3:20 es una promesa para esta era de que los santos que buscan al Señor, al abrirse a El, pueden disfrutar Su presencia y festejar con El. Estas tres promesas son el cumplimiento de disfrutar el árbol de vida mencionado en Génesis 2, el maná en Exodo 16 y el rico producto de la buena tierra en Deuteronomio 12. A fin de obtener el aspecto práctico de la expresión de Dios en el recobro del Señor, el Señor nos alimentará con todas estas porciones especiales de alimento.
La promesa del Señor dada en Apocalipsis 2:17 también implica que, al disfrutar el maná escondido, seremos transformados en una piedra blanca para edificar la casa espiritual de Dios a fin de que El sea expresado (1 P. 2:5). Y la promesa del Señor dada en Apocalipsis 3:12 también indica que un santo que busca al Señor puede llegar a ser una columna en el templo de Dios, y llevar el nombre de Dios y el nombre de la Nueva Jerusalén para expresar a Dios. Esto ocurre al nutrirnos del árbol de la vida, del maná escondido y de la fiesta. En el aspecto práctico de las iglesias locales como expresión de Dios hoy, se requiere que disfrutemos del Cristo rico como nuestro alimento particular que nos nutre, con miras a que seamos transformados en piedras preciosas para edificar la morada eterna de Dios a fin de expresarlo.
En la consumación de la expresión de Dios por la eternidad, un aspecto sobresaliente de la Nueva Jerusalén será que disfrutaremos del árbol de la vida y del agua de la vida. El árbol de la vida y el agua de la vida continuarán abasteciendo al pueblo redimido de Dios en el cielo nuevo y la tierra nueva, para que ellos expresen plenamente a Dios por la eternidad. Esto muestra que, tanto para el aspecto práctico como para la consumación de la expresión de Dios, es un requisito previo que experimentemos este disfrute especial del Cristo rico de Dios. Si no tenemos dicho disfrute de Cristo, la vida de iglesia en el recobro del Señor será simplemente una cáscara vacía, sin valor alguno en cuanto a la expresión de Dios.
Ahora llegamos a la consumación de la Biblia, la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la suma total de los siglos pasados, incluyendo todas las cosas positivas que formaron parte de la expresión de Dios. Esta es la razón por la que en las doce puertas, que dan la entrada a la ciudad, están escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Vemos también los nombres de los doce apóstoles inscritos sobre las doce piedras del cimiento. La Nueva Jerusalén es una entidad total compuesta del pueblo redimido de Dios, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, incluyendo a los judíos y a los gentiles.
La Biblia revela que la Nueva Jerusalén es un monte (Ap. 21:16). En lo alto de ese monte se halla el trono del Dios-Cordero, el Dios redentor. ¿Cómo pueden Dios y el Cordero caber en un solo trono? Lo entendemos cuando vemos que el mismo pasaje de la Palabra revela que el Cordero es la lámpara (21:23). El Cordero, el Segundo de la Trinidad, es la lámpara, y Dios el Padre, el Primero de la Trinidad, es la luz. Y el Espíritu, el Tercero de la Trinidad, es el aceite. Esto quiere decir que el Dios tres-uno, el Dios uno-tres, se halla en el trono. Quizás algunos argumenten que la Biblia dice que Cristo está sentado a la diestra de Dios. Debemos entender que cada verdad presentada en la Biblia tiene dos aspectos. Sin estos dos lados o aspectos nada podría existir. Incluso una simple hoja de papel tiene dos lados. Un lado de la verdad es que el Señor Jesús está sentado a la diestra de Dios, y el otro, que el Dios-Cordero está sentado en el trono. Ambas declaraciones son correctas; no trate de reconciliarlas. Simplemente debemos aceptar lo que la Biblia dice. Las epístolas dicen que Cristo está a la diestra de Dios (Ro. 8:34), pero el cuadro presentado en Apocalipsis muestra que Dios está en Cristo. Dios, como luz, se halla en Cristo, la lámpara. El Dios Triuno está en el trono, y procedente del trono, o sea procedente de El, fluye un río que desciende del monte siguiendo un curso espiral hasta alcanzar las doce puertas. Esto implica que la nueva ciudad, la Nueva Jerusalén, sólo tiene una calle. Nadie puede perderse. La Nueva Jerusalén es la consumación, la expresión plena y completa de Dios por la eternidad. En los capítulos anteriores abordamos toda la Biblia y hemos visto cómo el hombre fue creado a la imagen de Dios y cómo finalmente él será la expresión plena de Dios, manifestándole cabal, completa y eternamente. En aquel día estaremos allí, y hoy estamos en las iglesias locales. Actualmente expresamos al Dios Triuno, y somos Su corporificación de una manera práctica. Tenemos la substancia divina del Padre, la forma e imagen del Hijo, y el resplandor del Espíritu, a fin de que expresemos al Dios en quien creemos y a quien servimos y adoramos. Esta es la expresión de Dios. Hoy estamos en Su aspecto práctico, y en el futuro seremos Su consumación.