
No hay ningún otro libro del Antiguo Testamento que presente una revelación tan completa de la economía de Dios como el libro de Exodo. Exodo contiene un conjunto completo de formas externas que describen la economía del Señor. En este libro vemos la Pascua (Ex. 12) y la poderosa salvación que Dios efectuó para liberar a Israel de Egipto. Vemos también milagros visibles realizados por Dios, incluyendo la muerte de todos los primogénitos de Egipto (Ex. 12:29). Posteriormente, en el desierto Dios hizo muchos otros milagros; por ejemplo, mientras los hijos de Israel vagaban por el desierto, recibieron maná durante cuarenta años.
También se les condujo al Monte Sinaí para recibir el decreto de la ley. Este decreto era también parte del conjunto de formas externas. Juntamente con la ley, se les dio también el diseño del tabernáculo, del mobiliario y de los detalles concernientes al sacerdocio, incluyendo las ofrendas de los sacrificios. Todo lo mencionado constituye un conjunto completo de formas externas.
Aunque estas formas externas fueron llevadas a cabo por medio de Moisés, dudo que él comprendiera la realidad divina de todo ello. Por ejemplo, vemos que por medio de él Israel fue liberado de la tiranía egipcia, y Dios hizo milagros en el desierto. Además, él también fue el mediador por el cual Dios dio la ley al pueblo. Dios puso a Moisés en una posición especial para que recibiera el diseño celestial del tabernáculo, del mobiliario y de todos los detalles concernientes al sacerdocio. El personalmente fue infundido por Dios, al grado que su rostro adquirió un resplandor divino. Pero aun con esto, dudo que Moisés vio la realidad divina y el significado divino de todas estas cosas. Dudo que Moisés entendiera claramente la impartición del Dios Triuno en Su pueblo para ser la vida, el suministro de vida e incluso la naturaleza de ellos, a fin de que ellos pudieran ser Su expresión viva. Después de su experiencia en el monte Sinaí, Moisés seguramente debió de haber entendido algo, pero dudo que entrara plenamente en el significado divino de todo ello. Dudo que Moisés entendiera que las tablas del tabernáculo, las cuales fueron hechas de madera de acacia recubiertas de oro, eran un tipo del Cristo cuya humanidad fue recubierta de la divinidad y que fue agrandado para ser la iglesia, la morada de Dios. Si el propio Moisés no vio la realidad interna en este conjunto de formas externas, ¿quién más pudo haberlas entendido?
A lo largo de todas las generaciones posteriores a Moisés, los hijos de Israel valoraron lo que recibieron de parte de él. De hecho, la unidad de la raza judía a través de los siglos se debe principalmente a lo que ellos recibieron por medio de Moisés. Todas esas generaciones han tenido en alta estima los Diez Mandamientos, el Pentateuco, el tabernáculo, el mobiliario del tabernáculo y el sacerdocio, pero la historia muestra que no han visto el significado espiritual de todo ello. No han entendido que el templo y el tabernáculo eran tipos de Cristo. No han entendido el verdadero significado de la mesa de los panes de la presencia ni por qué estaba en el tabernáculo, ni tampoco por qué había un candelero o por qué éste tenía siete lámparas y estaba enfrente de la mesa de los panes de la presencia. Al igual, desconocen el significado del velo o el verdadero significado del arca, la cual contenía la ley, el maná escondido y la vara que reverdeció. Aunque no han entendido todas estas cosas, ellos siguen valorándolas. Aun hasta el día de hoy les gustaría encontrar el arca. Sin embargo, siguen sin comprender el significado espiritual de todas estas formas externas. Su alta estima de todo lo externo no afecta en nada su vida diaria, porque no lo toman en vida sino que sólo guardan la apariencia externa. Por supuesto, vieron que la gloria de Dios estaba allí, pero para ellos eso sólo era una manifestación objetiva. Cuando el Señor Jesús vino como la realidad de todos estos tipos, ellos no le conocieron. El era una Persona todo-inclusiva. El era la realidad del tabernáculo, del arca, del candelero, de la mesa de los panes de la presencia, etc., pero no le conocieron.
En el Evangelio de Juan, el Espíritu usa dos figuras para indicar que todo lo que se transmitió por medio de Moisés fue cumplido en una Persona, Jesucristo. Estas dos figuras son el tabernáculo en Juan 1:14 y el Cordero de Dios en 1:29. El tabernáculo es el objeto central que representa el conjunto de elementos que lo componen, incluyendo el mobiliario, el altar, el lavacro y el atrio. La palabra “tabernáculo” alude a un conjunto completo. El Espíritu Santo no usó la palabra tabernáculo como sustantivo, sino como verbo. Juan dijo que el Verbo se hizo carne y “tabernaculizó” entre nosotros (1:14). Esto indica que Cristo no era un tabernáculo inanimado sino viviente, ya que “tabernaculizó” entre los hombres. Dicho tabernáculo no necesitó que las personas lo cargaran, sino que se movía por Sí mismo; tampoco necesitó que lo erigieran ni que lo desarmaran, porque El mismo era el tabernáculo. Este tabernáculo es una Persona; esta Persona es Dios mismo que se hizo hombre. Este Dios que se hizo hombre es un tabernáculo viviente.
En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Jn. 1:4). En 1:29 Juan dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” El Cordero de Dios representa todo lo que se relaciona con el sacerdocio. La presencia de un cordero muestra la necesidad de que los sacerdotes lo ofrezcan en sacrificio; esto alude al sacerdocio. Y ahora el sacerdocio es una Persona viviente. Esta Persona viviente es el cumplimiento del tabernáculo y del sacerdocio. Por eso decimos que el Evangelio de Juan es el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas.
Nosotros nacimos en la mejor era para ver todo esto. El Señor dijo a los judíos que Abraham se regocijaba de que había de ver el día de Cristo (Jn. 8:56). En Mateo 11:11 el Señor Jesús indicó que nadie de la era del Antiguo Testamento fue mayor que Juan el Bautista, pues él nació después que ellos. Pero luego, el Señor Jesús dijo que el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que Juan el Bautista. Bajo este mismo principio, tenemos que admitir que todos aquellos que nacerán en los días finales de esta era serán mayores que aquellos que nacieron al principio de esta era.
A lo largo de las generaciones los judíos guardaron celosamente la apariencia externa, pero un día vino la realidad de todo ello. Cristo vino como la realidad del tabernáculo y el sacerdocio, pero los que valoraban el tabernáculo y el sacerdocio se opusieron a El. Saulo de Tarso fue un ejemplo. Aunque esta Persona genuina, Jesucristo, vino y dio cumplimiento a todo, pasando por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y aun la ascensión, Saulo de Tarso valoró al máximo todas las formas externas. Saulo conocía todo lo relacionado con la apariencia externa, y aún así tomó la delantera para oponerse a esta Persona genuina. Pero mientras Saulo lo estaba persiguiendo, esta Persona vino a él y se interpuso a propósito en su camino. Este incidente cambió a Saulo ya que lo sacó, no del pecado ni del mundo, sino de los tipos, de todo lo externo, y lo llevó a Cristo mismo. Mientras el Señor Jesús llevaba a cabo Su ministerio durante esos tres años y medio, la oposición que encontró provino principalmente de aquellos que valoraban y guardaban celosamente la apariencia externa. Este era una período de transición en el cual las formas externas del Antiguo Testamento fueron transferidas a la realidad neotestamentaria.
En el Nuevo Testamento, vemos que la iglesia fue establecida primero y luego surgieron los escritos del Nuevo Testamento para revelar al Cristo misterioso y todo-inclusivo. Debemos comprender que tanto el establecimiento de la iglesia como esos escritos han llegado a ser la estructura externa valorada por los cristianos; no obstante, lo real, lo genuino, es Cristo y el Cristo agrandado. Al decir “Cristo” nos referimos al Cristo de Dios, y al decir “el Cristo agrandado” nos referimos al Cuerpo de Cristo. Ambos son misteriosos; ambos son divinos; ambos son conceptos difíciles de entender según la mentalidad humana. Incluso durante los tiempos en que vivían los apóstoles, estos misterios divinos fueron descuidados por la gente que valoraba solamente la estructura externa de la iglesia y los escritos que revelan a Cristo.
A partir del primer siglo surgieron diferentes debates sobre doctrinas, algunos de los cuales giraban en torno a la Persona de Cristo. Se introdujeron diferentes enseñanzas y se infiltraron sigilosamente el judaísmo, el gnosticismo y otras herejías. Las herejías, así como las doctrinas bíblicas expuestas por los padres de la iglesia, se conviertieron en distracciones, o sea, que los debates entre los herejes y los que tenían las enseñanzas verdaderas distrajeron a los creyentes genuinos. Estas discusiones alejaron a los creyentes de su contacto personal y directo con el Cristo genuino y vivo. Estos debates han continuado durante siglos, aun hasta el día de hoy. En la actualidad, muchos creyentes genuinos se han distraído de la Persona misma de Cristo.
Debido a que los cristianos se han distraído de Cristo, la organización jerárquica vino a reemplazar la práctica genuina de la iglesia. Esto empezó desde el tiempo de Ignacio, quien enseñó que uno que vigila, un obispo, estaba por encima de un anciano. Aunque Ignacio era un hermano genuino y amado, ciertamente Satanás lo usó para introducir una enseñanza errónea: que uno que vigila tiene una posición más alta que un anciano. De esta raíz maligna nació la jerarquía de obispos, arzobispos, cardenales y el Papa. Dicha jerarquía brotó de una pequeña raíz introducida por un hermano genuino y maestro bíblico.
Constantino el Grande se dio cuenta de que la verdad cristiana era un factor decisivo que podía afectar a la gente de su imperio, así que pronunció el cristianismo la religión oficial del estado. En el Concilio de Nicea, en el año 325 d. de C., Constantino trató de unificar a todos los diferentes maestros, lo cual sentó las bases del catolicismo. La Iglesia Católica Romana surgió de allí, y ya para finales del siglo sexto el sistema papal había sido establecido plenamente. Posteriormente, se perdió todo el significado divino en cuanto a Cristo y la iglesia. La iglesia llegó ser solamente algo externo y desapareció su realidad interior. Cristo llegó a ser sólo un nombre para ellos.
Pero la historia narra que por la misericordia de Dios, a través de todos los siglos se ha mantenido una línea central. Ciertamente ha habido una línea de la realidad divina, pero ésta siempre se mantuvo en una escala pequeña.
En la época de la Reforma el Señor usó a Martín Lutero para recobrar la justificación por fe, que consiste en experimentar a Cristo como nuestra justicia. Recobrar la justificación por fe es simplemente retomar un punto de la verdad doctrinal, pero experimentar a Cristo como nuestra justicia es recobrar la Persona. Actualmente, la Iglesia Luterana guarda celosamente la doctrina de la justificación por fe, pero muchos de sus miembros no han sido justificados ya que no toman a Cristo, la Persona viva, como la justicia de ellos. En el tiempo de Lutero la intención de Dios no fue sólo recobrar la doctrina de la justificación por fe, sino recobrar la experiencia de que Su Hijo Jesucristo sea nuestra justicia. A menos que Cristo sea nuestra justicia, nuestra fe no puede justificarnos ante Dios.
Sin embargo, la mayoría de las personas consideran que la Reforma recobró cierta clase de doctrina. Conforme a este pensamiento, después de la Reforma también se recobraron otras doctrinas y prácticas. Por ejemplo, el presbiterio, o sea el gobierno de la iglesia efectuado por medio de los ancianos, fue recobrado, así que se estableció la Iglesia Presbiteriana. También se recuperó el obispado, y de allí nació la Iglesia Episcopal. Algunos cristianos en el norte de Europa descubrieron que el bautismo debía ser por inmersión y no por aspersión, así que practicaron el bautismo por inmersión y se les llamó bautistas; esta práctica produjo la Iglesia Bautista. Otros grupos recobraron algunas enseñanzas y prácticas con relación a la santidad, así que se produjeron “iglesias santas”. A partir del último siglo algunos recobraron la práctica de hablar en lenguas, y de esta manera surgió la Iglesia Pentecostés. Todos éstos son simplemente recobros de doctrinas y prácticas, pero por lo general dejan a Cristo a un lado. Hace un siglo y medio nació en Inglaterra la Asamblea de los Hermanos. Al principio ellos pusieron mucha atención en Cristo, pero más tarde se distrajeron y se centraron más en las doctrinas y las prácticas que en Cristo mismo. Después, el recobro del Señor surgió en China; al principio, incluso entre nosotros le dimos más énfasis a las doctrinas y prácticas que a la Persona de Cristo.
En 1933 empecé a laborar en el ministerio directamente con el hermano Nee. En aquel tiempo él editaba una publicación que difundía noticias de la iglesia. Todos los artículos giraban en torno al bautismo por inmersión, a que se abandonara las denominaciones, el cubrirse la cabeza y otras prácticas externas; por tanto, todas las cartas provenientes de los diferentes lugares testificaban de estas cosas. En ese entonces, el hermano Nee estaba muy ocupado y, además, estaba débil físicamente, así que asignó a la hermana Lee, una hermana mayor, como la editora principal. En ocasiones la hermana Lee viajaba, y en esos tiempos se me encargó a que hiciera el trabajo editorial. Un día el hermano Nee me escribió una carta diciendo que quería anunciar en la publicación que, de allí en adelante, todo aquel hermano que siguiera predicando y enseñando el dejar las denominaciones, el bautismo por inmersión, el tener la mesa del Señor en lugar de “la santa comunión”, el cubrirse la cabeza, etc., ya no sería más nuestro colaborador. Luego, me escribió otra carta diciendo que por causa de esta situación teníamos que suspender dicha publicación. El aconsejó a todos los hermanos a que abandonaran las formas externas y se dedicaran solamente al Cristo vencedor. Los animó a que experimentaran la vida vencedora de Cristo.
Desde aquel tiempo empecé a ver que lo que el Señor quería recobrar principalmente en la era presente no son doctrinas y prácticas. No obstante, cuando la mayoría de los creyentes consideran el recobro del Señor, por lo general piensan en doctrinas y prácticas.
Temo que usted, inconscientemente, también considere que el recobro del Señor consiste en recuperar doctrinas, prácticas y experiencias espirituales. Quizás aún no tenga el entendimiento básico de que la intención de Dios es obtener un recobro absoluta y completamente centrado en la Persona de Cristo. Dios desea obtener un recobro en el que el Dios Triuno se imparta en Su pueblo redimido, a fin de que El sea el mismo ser de ellos y que esto produzca la vida de iglesia. Dicha vida de iglesia será un candelero de oro, la corporificación misma del Padre, del Hijo y del Espíritu. Debemos entender claramente que el recobro del Señor es simplemente el Dios Triuno impartido en Su pueblo redimido.
Por eso en los capítulos anteriores hemos indicado que las Santas Escrituras, desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22, muestran que Dios desea obtener un pueblo que sea Su expresión. Esto puede realizarse únicamente cuando Dios mismo se forje en Su pueblo llegando a ser la vida y naturaleza de ellos. Este pueblo que se mezcla con el Dios Triuno llega a ser la expresión de El. Aparentemente es correcto tener la meta de ser santos, ser espirituales, crecer y hacer algunas cosas espirituales, pero la raíz errónea todavía está arraigada en nuestro ser. No necesitamos buscar la espiritualidad ni la santidad, ni tenemos que esforzarnos por vivir a Cristo; simplemente necesitamos buscar la Persona viviente de Cristo. Cuando tenemos a esta Persona viviente, lo tenemos todo. Necesitamos una visión clara y todo-inclusiva para ver a tal Persona; si profundizamos en los escritos de Pablo y Juan, podremos ver que ellos no dieron énfasis a la búsqueda de esto o aquello, sino principalmente presentaron a una Persona viviente. Sin embargo, actualmente muchos cristianos, incluyéndonos a nosotros mismos, buscan muchas otras cosas y no van en pos de esta Persona viviente. Los evangelistas han traído muchas almas a Cristo, pero tenemos que preguntarnos cuántas de ellas experimentan realmente a Cristo y lo han ganado. Bajo este mismo principio, aunque tengamos la vida de iglesia, debemos preguntarnos cuánto hemos experimentado, ganado y disfrutado a Cristo mismo.
El libro de Apocalipsis se ha convertido en una distracción para muchos cristianos que lo estudian. Los que se dedican al estudio de la Biblia desean conocer la interpretación de las profecías y descubrir cuáles son las diferente eras. Sin embargo, son muy pocos los que han puesto atención al verdadero significado de los candeleros, o comer el árbol de la vida o participar del maná escondido. Por ejemplo, a pesar de que los evangelistas citan Apocalipsis 3:20, que dice que el Señor está a la puerta llamando, raramente citan la siguiente cláusula del mismo versículo, donde dice que el Señor entrará y cenará con aquellos que abran la puerta. Ellos no mencionan el comer porque realmente no han tenido mucha experiencia al respecto. No han visto que al disfrutar de forma práctica a Cristo, los que disfrutan llegan a ser los vencedores que se sentarán con El en Su trono (3:21). Pocos lectores de Apocalipsis han prestado la debida atención al hecho de que hay que disfrutar a Cristo; en cambio, le dan énfasis a muchas otras cosas.
Como mencionamos en el capítulo anterior, Apocalipsis abarca el tema particular de disfrutar a Cristo como el árbol de vida, como el maná escondido y como la fiesta. Estos son el cumplimiento del árbol de la vida mencionado en Génesis 2, del maná en Exodo 16, y de la fiesta de las riquezas de la buena tierra en Deuteronomio 12. Incluso el orden de esta secuencia es correcto. Primero está el árbol de la vida; después, el maná escondido; y finalmente, la fiesta. Esto indica que el Hijo del Hombre, quien anda en medio de los candeleros, no sólo purifica a las iglesias sino que también las alimenta con el disfrute particular de Su Persona como nutrición divina. Al ser nutridos de esta manera, crecemos y somos transformados en una piedra blanca para edificar el templo de Dios a fin de expresarlo (2:17). Algunos pueden incluso ser edificados como columnas en el templo de Dios (3:12).
También vimos que en la consumación de la expresión de Dios, todavía disfrutaremos a Cristo como el árbol de la vida y el agua de vida. En Apocalipsis 22 vemos a Dios y el Cordero y un río de agua de vida, lo cual representa al Dios Triuno: Dios el Padre y el Cordero, el Hijo, y el río que fluye, el Espíritu. Esta no es mi interpretación, porque el Señor Jesús dijo claramente en Juan 7 que el río que fluye es el Espíritu (vs. 38-39). Así que incluso en la eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu —el Dios Triuno— continuará impartiéndose en Su pueblo redimido. Esta es la realidad divina. Debemos orar-leer todos los versículos respecto a estas revelaciones, conocerlas bien, experimentarlas y también aprender a presentarlas debidamente a otros. Necesitamos ser rescatados de poner nuestra atención sólo en las doctrinas y las prácticas. Debemos aprender a entender la economía de Dios conforme a Su revelación divina y a Su Palabra Santa.
Cuando la gente nos pregunte acerca de las iglesias locales, es muy fácil hablar simplemente del terreno de unidad, de una iglesia en una ciudad, etc. Pero debemos darnos cuenta de que eso puede ser solamente una forma externa. Las personas necesitan la realidad divina interior. Esta realidad divina interior es el elemento que más convence, subyuga y satisface.