
Hemos llegado, claramente, a un punto muy crucial: si hemos de vivir a Cristo, debemos cultivar la práctica de ser un solo espíritu con Él. Y para cultivar la práctica de ser un solo espíritu con Él, debemos ejercitar nuestro espíritu al orar sin cesar. En 1 Tesalonicenses 5:17 dice que debemos orar sin cesar, y Efesios 6:18 dice que debemos orar en todo tiempo. Ambos versículos nos dejan ver cuán extensa debe ser nuestra vida de oración; debe ser durante todo el día y en todo tiempo. Debemos orar continuamente y sin cesar. Por muchos años me fue muy difícil ver con claridad cómo podía poner en práctica esta vida de oración. Previamente les dije que antes de hacer cualquier cosa, era mejor orar. Antes de decir algo, es mejor que oren. Antes de ir a algún sitio, es mejor que oren. Incluso antes de pensar en algo, es mejor que oren. Ahora añadiría algo más: incluso antes de amar, deben orar. Antes de llorar, deben orar. Antes de perder la paciencia, primero necesitan orar. Antes de criticar, primero necesitan orar. Antes de charlar, primero necesitan orar. Necesitamos a dos hermanos que, en representación de todos los entrenantes, nos digan lo que han aprendido sobre este asunto durante los últimos siete días. Después que ustedes nos digan lo que han aprendido, yo también les diré lo que he aprendido durante estos pasados siete días.
El primer hermano: Personalmente, fui muy impresionado con la palabra dada el pasado viernes. He tenido en mente varias cosas que fueron expuestas, al menos parte de la semana.Algo que vimos fue que vivir a Cristo debe ser un hábito. El Señor realmente me habló diciéndome que tengo muchos hábitos internos y externos, pero que hay un hábito que ciertamente no tengo, y éste es el hábito de vivir a Cristo. Hasta que esto no sea un hábito, el Señor nunca podrá estar satisfecho, y mi práctica siempre será deficiente. En el transcurso de la semana pasada tuve que orar: “Señor, edifica este hábito en mí”. Me abrí al Señor confesando que realmente tenía una gran escasez en lo que se refiere a tener hábitos verdaderos, pues ni siquiera tengo el hábito de orar. Como usted mencionó, para vivir habitualmente a Cristo debemos orar sin cesar. Edificar el hábito de vivir a Cristo está directamente relacionado con cultivar un hábito de oración. Necesitamos orar de modo que toquemos al Señor y seamos un solo espíritu con Él antes de emprender cualquier actividad. Efectivamente, tanto el Señor como la palabra que nos fue ministrada la semana pasada me hicieron recordar que debía volverme al Señor. Varias veces, antes de disponerme a hablar o antes de hacer algo, me acordé de esto.
Usted también mencionó la semana pasada que la mayoría de nosotros no nos sentimos condenados cuando no vivimos a Cristo. Nos sentimos condenados por el pecado o por otras cosas, pero nunca nos condenamos por no vivir a Cristo. Debo confesar que ésta es mi experiencia. Rara vez me condeno por no vivir a Cristo. Pero al menos la semana pasada, en varias ocasiones percibí cierta clase de condenación al final del díapor no haber vivido a Cristo. ¿Por qué no había vivido a Cristo? Porque no había orado sin cesar. Lo que usted compartió acerca de la oración realmente me dio la clave para vivir a Cristo. Toda esta semana me he preguntado una sola cosa: “¿Cuánto has orado? Y ¿con qué frecuencia has orado?”. Por ello sabía lo poco que había vivido a Cristo.
Finalmente, la semana pasada se compartió algo que es muy alentador para mí; esto es, que al menos en mi interior hay una búsqueda por vivir a Cristo, y esta búsqueda se ha intensificado. Esta semana estuve muy consciente, mientras me esforzaba por orar más a menudo, de que mi sed interior por vivir a Cristo era mayor, y eso fue un incentivo que me llevó a practicar más y más esta clase de oración. Después de una semana, mi único sentir es que, tal como usted lo dijo, esto implica muchos fracasos. Sólo espero que después de dos años pueda ser una persona que ora antes de hacer o decir algo. Pero entiendo que todo esto depende de nuestra práctica diaria y que debo practicar esto todos los días. Si esto no llega a ser mi práctica diaria, de aquí a dos años estaré en la misma condición. También aprecié que nosotros debemos velar y orar. La razón por la que no oramos es porque no velamos. En nuestro interior tenemos esta triple somnolencia: la física, la psicológica e incluso la espiritual. Esta semana pasada estuve más consciente de esta tendencia nuestra de olvidarnos de contactar al Señor y orar. Hubo momentos en que mi mente estaba en otras cosas, y yo no velaba en oración. La única forma de mantener una vida de oración y edificar el hábito de orar es velar más. No sé cómo fortalecer esta vigilia, pero al menos mediante esta palabra fui infundido con esta necesidad de velar más en oración a fin de vivir a Cristo. Al menos esta semana estuve practicando orar, velar y vivir a Cristo más conscientemente. Siento que esto es apenas el comienzo. Mientras más trato de practicarlo, más me doy cuenta de lo poco que vivo a Cristo, y que esto no es nada fácil. Esto requiere una práctica diaria, a cada hora.
El segundo hermano: Siento que estas reuniones deben ayudarnos en dos áreas: Ante todo, deben ayudarnos a comprender lo que significa vivir a Cristo. Creo que todos debemos confesar que antes que el hermano Lee empezara a hablar de esto, no entendíamos que lo que Dios anhela es que nosotros vivamos a Cristo. Puedo testificar que mi comprensión acerca de la necesidad de vivir a Cristo y orar sin cesar se ha agudizado profundamente. Además, siento que estas reuniones deben ayudarnos en nuestra práctica actual de vivir a Cristo y de orar sin cesar día tras día. He reflexionado mucho esta semana acerca de lo fácil que es para nosotros hacer algo por Cristo, pero nos es tan difícil vivir a Cristo al orar de una manera incesante. Por ejemplo, esta semana estaba considerando mi futuro. Me hicieron una oferta de un trabajo que me exigiría mucho, y mi tendencia es mantenerme alejado de ese tipo de trabajos, porque creo que debo de pasar más tiempo en la vida de iglesia etc. En otras palabras, me gustaría pasar más tiempo dedicado al Señor. Pero gracias a la comunión que tuvimos la semana pasada, empecé a ver que el anhelo del Señor es que yo lo viva a Él, y no que yo viva dedicado a Él. Me dio la impresión de que el Señor deseaba que yo aceptara un trabajo tan atareado, para que pudiese aprender a vivir a Cristo en esa situación, en lugar de aceptar otro trabajo que me permitiera tener más tiempo para dedicarlo al Señor. En todo caso, comprendí que lo que el Señor desea en estos días es simplemente que lo vivamos a Él.
También esta semana comprendí algo más. Al final de cada día, examinaba mi día entero y pude ver que aun cuando estaba tan ocupado, no había tenido mucho tiempo para pecar;pero trágicamente pude comprender cuán poco vivía a Cristo durante el día. Entonces me di cuenta de que esto realmente debe ser un hábito. No solamente estoy escaso del buen hábito de vivir a Cristo, sino que tengo el mal hábito de no orar, de no vivir a Cristo y de no verificar con Cristo antes de hacer algo.Debo admitir que a medida que practicaba, tenía que tornarme al Señor después de cierto tiempo y confesarle mi fracaso de no vivir a Cristo en ese período de tiempo. Fui alentado al ver que la misma manera en que una persona puede recuperar gradualmente su salud física, así también nosotros gradualmente podemos aprender a vivir a Cristo. Siento que si lo practicamos a diario, tarde o temprano el Señor ciertamente nos conducirá auna práctica en la que íntegramente viviremos a Cristo al orar sin cesar.
¡Muy bien! Ahora es mi turno de decirles lo que yo he aprendido esta semana pasada. Practiqué mucho la semana pasada y, a través de esta práctica, gracias al Señor he llegado a cierta comprensión, y esta es, que orar sin cesar no es tan sólo orar antes de iniciar alguna actividad. Orar sin cesar implica además, orar durante nuestras actividades. Ésta es la manera de vivir, incluso biológicamente. Vivimos mediante la respiración. Vivir equivale a respirar. Vivir es verdaderamente respirar; si usted no respira, se muere. Mientras esté con vida, usted respirará. Según las matemáticas espirituales, respirar equivale a vivir, y vivir equivale a respirar. En chino cuando quiere decir que un hombre está muerto, dice que él ha dejado de respirar. Así que, si usted deja de respirar, eso significa que está muerto. Mientras esté con vida, usted respirará.
Vivir a Cristo alude por completo a un vivir espiritual. Expresiones tales como vivir a Cristo o vive Cristo en mí, se usan solamente en el corazón de la revelación divina. Gálatas 2:20 dice: “Vive Cristo en mí”, y Filipenses 1:21 dice: “Para mí el vivir es Cristo”. No hay otros versículos, ni aun en los demás escritos de Pablo, que citen estas expresiones. Éstas son únicas. Por supuesto, el ministerio de Pablo es el ministerio completador, el ministerio que completa la revelación divina de Dios. Después vino el ministerio de Juan para remendar el ministerio que había sido dañado. El ministerio de Juan es, pues, un ministerio remendador. Pablo, al completar la revelación divina, nos indicó que debemos vivir a Cristo y que Cristo vive en nosotros. En ninguno de sus otros libros vuelve a mencionar estas expresiones. En otros escritos del Nuevo Testamento, tales como los de Pedro y los de Jacobo, tampoco vemos tales expresiones. Pero en el ministerio remendador de Juan vemos que esta expresión es usada nuevamente. En Juan 6:57 dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”.
Debido a que el ministerio completador de Pablo fue dañado, el ministerio remendador de Juan vino después para remendarlo. Durante el primer siglo, en muy poco tiempo, la iglesia degradada causó daños al ministerio completador de Pablo. Así que en las postrimerías del primer siglo, Juan fue levantado para remendar el ministerio dañado. En su ministerio remendador él adoptó de nuevo esta expresión que Pablo usó en su ministerio para completar la revelación divina. Juan 6:57 dice: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”, y Juan 14:19 dice: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Este versículo indica que el Señor estará en resurrección y también que vivirá por siempre en resurrección. Además, indica que si Él vive en resurrección, nosotros también viviremos. Vivimos con Él, vivimos en Él, vivimos por Él y finalmente lo viviremos a Él mismo. Dos veces en los escritos de Juan se retoma esta expresión vivir o vivo. Por tanto, esta expresión se usa no solamente en el ministerio completador de Pablo, sino también en el ministerio remendador de Juan. Esto no es algo insignificante.
En la revelación divina de los sesenta y seis libros de la Biblia, el clímax, el punto culminante, no es otra cosa sino vivir a Cristo. Aun en la eternidad viviremos a Cristo. Vivir a Cristo es diferente de vivir por Cristo. En la eternidad no sólo viviremos por Cristo, sino que viviremos a Cristo. Nuestra labor eterna será simplemente vivir a Cristo. Para mí esto es tan grato. Finalmente, la soberanía de Dios puso al apóstol Pablo en la cárcel, donde él no podía hacer nada sino vivir a Cristo. Allí Pablo no estaba ni ocioso ni ocupado; él simplemente vivía a Cristo.
En el ministerio remendador, que es mucho más rico y firme que el ministerio completador, tenemos el capítulo de Juan 15. En Juan 6 y 14 tenemos esta palabra tan clara referente a vivir a Cristo, pero en Juan 15 tenemos una ilustración que nos muestra el significado de vivir a Cristo y lo que significa que Cristo viva en nosotros. Este capítulo nos habla de la vid y sus pámpanos. Los pámpanos permanecen en la vid, y la vid permanece en los pámpanos; viven juntos. Así que los pámpanos no hacen nada más que vivir en la vid. El pámpano de la vid no está ni ocioso ni ocupado; simplemente vive. Ningún árbol frutal está ocupado laborando. Hace dos años plantaron un pequeño árbol de duraznos en mi patio, y esta mañana, para mi sorpresa, había un pequeño durazno en una de las ramas. Estaba completamente maduro, así que lo corté, lo lavé y lo probé. ¡Estaba tan dulce! Ese pequeño árbol había estado en mi patio por más de dos años, pero nunca noté que estuviera ocupado. Nunca lo vi corriendo de aquí para allá haciendo muchas cosas. Esta ilustración de la vid y los pámpanos es tan sencilla, pero a la vez profunda. Por ser pámpanos en la vid, ustedes deben dejar de laborar y aprender a vivir. Los pámpanos de la vid no hacen nada; no trabajan, simplemente viven. Debemos subrayar esta palabra: viven. Algunos pueden argumentar que Pablo nos dijo que él laboraba y trabajaba. Eso por supuesto es otro asunto; por ahora necesitamos recalcar el asunto de vivir.
Conforme a nuestra vida física, podemos entender y ver una representación completa acerca de que vivir es simplemente respirar. Ahora debemos determinar en qué consiste nuestra respiración espiritual. No cabe duda que nuestra respiración espiritual es simplemente orar. Pero esto no significa orar de la manera tradicional. En la práctica, orar en la Biblia equivale a invocar. No creo que ustedes puedan orar adecuadamente sin invocar el nombre del Señor. En los inicios del ministerio en este país, dije enfáticamente que no es necesario ejercitar nuestra mente para estudiar la Biblia a fondo. Algunos disidentes se opusieron alegando que la Biblia dice que debemos meditar. Ellos señalaban que los salmos 1 y 19 mencionan la palabra meditar varias veces. Eso realmente me perturbó; así que pasé varias horas estudiando la palabra hebrea traducida “meditar”. Descubrí que ésta no era una palabra sencilla, sino que era bastante complicada. La concordancia de Young dice que esta palabra incluye el significado de inclinarse o bajar la cerviz. Luego en la versión New Translation de Darby, en Salmos 55:17 él usa la palabra orar. Así que, conforme al uso bíblico, la palabra meditar significa “inclinarse, adorar y orar”, y no meramente un ejercicio mental que se realiza al pensar en algo, al meditar sobre algo o al considerar algo. Al final de Génesis 24 dice que, a la hora de la tarde, Isaac salió a meditar al campo. Aquí algunas versiones traducen esto como orar. Si usted no conociera la palabra original en hebreo, se sentiría perturbado. ¿Cómo es que al traducir esta palabra, una versión usa la palabra meditar y otra la palabra orar? Es porque esta palabra sencilla, meditar, en el uso bíblico, indica inclinarse ante Dios y también implica orar.
En el mismo principio, cuando la Biblia menciona la palabra orar, ésta implica invocar el nombre del Señor. ¿Cómo puede usted orar sin invocar el nombre del Señor? Al escuchar la palabra invocar, tal vez entiendan que esto significa clamar en voz alta. Ciertamente tiene este significado, pero muchas veces podemos invocar sin necesidad de gritar y, aun así, estamos invocando. En Efesios 6 se usa la frase con toda oración. Esta pequeña palabra que se tradujo “toda”, perturba a los expositores. Toda ciertamente implica muchas oraciones o muchos tipos de oraciones. Los mejores estudios de las palabras están de acuerdo que en Efesios 6 toda denota toda clase de oraciones. Pero ¿cuáles son las diferentes oraciones? Yo diría esto: las diferentes clases de oraciones deben ser ilimitadas. Usted puede decir que sólo tenemos tres tipos de sillas, pero no puede ni debe decir que sólo tenemos diez clases de oraciones u ocho clases de oraciones. El número de los diferentes tipos de oraciones debe ser innumerable. Hay muchas clases de oraciones. No se pongan límites en cuanto a los tipos de oraciones; tienen que orar de cualquier manera. Orar equivale a invocar. Cuando usted dice orar, tal vez no se percate de que orar involucra una especie de respiración. Ahora bien, si después de orar usted invoca, verá que invocar ciertamente conlleva cierto grado de respiración. Así pues, en la vida espiritual orar equivale a respirar, y respirar equivale a vivir. Lo que he aprendido en esta semana pasada es que vivir a Cristo equivale a orar sin cesar, y orar sin cesar es simplemente invocar el nombre del Señor durante cualquier actividad que hagamos.
Ahora añadiré una palabra que es muy crucial. Tal vez ustedes pregunten: “¿Para qué se necesita invocar al Señor?”. En la última reunión les dije que hay muchos miembros en la iglesia por los cuales orar. Eso es correcto. Pero déjenme decirles que según lo que he descubierto esta semana pasada, ustedes deberían orar mientras están haciendo cualquier actividad. Deberían invocar al Señor. Mientras están haciendo algo, deben verificar espontáneamente con ustedes mismos: “¿Soy yo quien hace esto o es el Señor quien lo está haciendo junto conmigo? ¿Estoy haciendo esto por mí mismo o lo hago junto con el Señor quien está conmigo?”. Necesitamos edificar este buen hábito. Cuando están hablando con sus esposas o sus hijos, deben tener este hábito de verificar: “Señor, ¿estoy hablando sólo yo, o estás Tú hablando junto conmigo?”. Habitualmente deben hacer esta revisión espontánea. Esa verificación equivale a invocar; esa invocación equivale a orar; y dicha oración equivale a respirar. Mantengan este hábito aun cuando conduzcan su automóvil y verifiquen: “Señor, ¿estás conduciendo Tú?”. Previamente les dije que no deberían hacer nada sin antes orar. Pero ahora yo añadiría esto: No hagan nada sin orar. Tienen que orar. Orar es simplemente invocar el nombre del Señor; e invocar al Señor es simplemente respirar. Al hacer esto, vivirán a Cristo.
Quisiera abrir un camino para que esta palabra penetre en ustedes. No menosprecien esta palabra, considerando que no es nada. Ustedes necesitan respirar. Si hacen a un lado este punto y lo menosprecian, morirán espiritualmente. Por muchos años ustedes no han estado viviendo a Cristo debido a vuestra propia escasez. Han aprendido muchas maneras de hacer las cosas; han aprendido la manera de hacer esto y la manera de hacer aquello; pero ninguna de ellas les ha funcionado. Han aprendido la manera de vencer, pero no han vencido. Aprendieron la manera de ser santo, pero no tienen santidad. Aprendieron la manera de ser pacientes, pero no tienen paciencia. Han aprendido muchas maneras, pero han pasado por alto una cosa, esto es, no tienen vida. Todo el tiempo, en vez de vivir, mueren. Esto significa que no oran sin cesar. Si usted es un contador, mientras trabaja en sus libros debe continuar orando. No lleve la contabilidad por sí mismo. Llévela con el Señor Jesús. Hágalo teniendo al Señor con usted. La mejor manera de tener al Señor a su lado es invocándolo; entonces usted tiene la victoria. Entonces usted es santificado. Es aquí donde usted tiene todo lo que necesita, no sólo constantemente, sino de inmediato. Si vive tal vida, haciéndolo todo junto con el Señor, ¿cómo podría usted perder la paciencia? ¿Cómo podría decir un chisme? ¿Cómo podría hablar una palabra vana?
Cuando era niño teníamos muchas carreras de tres piernas. En dicha carrera, dos personas tenían que atarse mutuamente una de sus piernas con la de la otra, para que así pudieran coordinar como uno solo. Usted debe comprender que hoy usted y el Señor Jesús están atados. Usted y Él están corriendo en una carrera de tres piernas. Así que no corra por sí mismo; si lo hace, se caerá. No se olvide que usted es uno con Él y vive juntamente con Él. No todos pueden correr una carrera de tres piernas. Puesto que no tenemos interés por el otro participante, cortaríamos la atadura y nos liberaríamos. Todos le hemos hecho eso al Señor Jesús. En cierto modo, todos hemos dicho al Señor: “Señor, Tú quédate aquí. Déjame adelantarme. No vengas conmigo; si Tú vienes no podré terminar mi asunto. Señor, dame un poco de libertad sólo por medio día. Sólo estaré de vacaciones el sábado por la tarde”. Pero hemos aprendido que, no importa cuánto le pidamos al Señor que nos deje ir, Él nunca nos lo concederá. Podremos cortar las ataduras, pero Él las atará de nuevo. Siempre que queramos tomar vacaciones, simplemente nos metemos en problemas. El punto es éste: la economía de Dios es simplemente hacer que Cristo esté junto con nosotros. No tenemos opción. Éste es nuestro destino aunque nos parezca desafortunado o muy bendecido. Todo depende de nuestra comprensión. Este es nuestro destino.
Por ejemplo, la vida matrimonial debe ser una vida en la cual dos personas están unidas. Aun cuando amamos la vida matrimonial, a veces nos damos cuenta de que es una vida atada e incómoda. Si usted abre la ventana, su esposo puede quejarse. Si usted riega una planta, él le dice que la regó demasiado. De igual manera, cualquier cosa que haga el esposo, la esposa le diría algo. En la vida matrimonial todos somos expertos en quejarnos. ¿Qué debemos hacer? Los discípulos le dijeron al Señor Jesús que era mejor no casarse (Mt. 19:10-12). Pero el Señor dijo que eso no dependía de ellos; sino que dependía de si uno tiene el don. Para no tener esposa uno debe tener el don; pero la mayoría no hemos recibido tal don. Nuestro destino es casarnos.
De igual manera Dios ha ordenado que debemos tener un esposo, el cual es Cristo. Dios no quiere que vivamos como solteros o como viudos. Debemos tener un esposo; esto es a Cristo. Ésta es la orden de Dios y éste es nuestro destino. Debemos vivir una vida en la cual dos están unidos. Dios no tuvo la intención de que usted viviera una vida solitaria, por sí mismo. Si usted trata de vivir de esa manera, se meterá en problemas. Eso va en contra del principio divino establecido por Dios; equivale a dar coces contra la ordenanza de Dios. Usted nunca lo logrará. Entonces debemos tomar a Cristo como nuestra vida y vivir con Él como dos personas que llevan una sola vida. Debemos vivir tal vida, y la vivimos siempre invocándolo a Él. No cesen de hablar con Él. Háblenle todo el tiempo. Mientras usted está hablando con su esposa, hable con Cristo. Mientras está hablando con su jefe o con sus empleados, hable con Cristo. No hable nada por sí mismo. No se olvide que nunca debe estar soltero. No están destinados para llevar una vida de soltero. Ahora está viviendo una vida matrimonial, y su esposo es Cristo. Él es nuestro esposo. Debemos vivir con nuestro Esposo. No vayamos a ninguna parte sin Él. No hagamos nada sin Él y no digamos nada sin Él. Todo el tiempo debemos hacer nuestras actividades junto con Él. Esto es orar sin cesar. Ahora tengo la seguridad de que sé lo que significa orar sin cesar y cómo debemos orar sin cesar. Esto es: durante todo el día debemos invocarlo a Él; debemos hablar con Él. Al hacer esto, respiramos. Esto es vivir espiritualmente, y vivir espiritualmente es simplemente vivir a Cristo. Yo creo que esta clase de comunión dio en el blanco. Debemos regresar a este punto: debemos hacer todo hablando con Él, orándole e invocándole. Esto es respirar de modo que puedan vivirlo a Él.