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Mensajes del libro «Entrenamiento de perfeccionamiento»
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CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

LA EXPERIENCIA MÁS PROFUNDA DE QUE NUESTRO CUERPO ESTÁ MUERTO Y NUESTRO ESPÍRITU ES VIDA

  Oración: Señor, te damos gracias nuevamente por esta reunión. ¡Cuánto te adoramos por Tu hablar! Señor, te damos gracias por ser el Dios que habla. Señor, también te agradecemos por ser la Palabra misma, la Palabra que nos has dado. Ahora tenemos Tu Palabra en nuestro interior, y te damos gracias por Tu hablar actual. Cuánto te agradecemos por todas las iglesias con los muchos santos que te buscan reuniéndose a menudo para ser Tu oráculo desde el cual Tú nos hablas. Señor, te alabamos por Tu hablar presente. Señor, háblanos esta noche. Señor, creemos que somos un solo espíritu contigo. Señor, simplemente sé un solo espíritu con nosotros en nuestro hablar. No tenemos confianza en nuestro entendimiento o en nuestras palabras. Señor, nos gustaría que Tú fueses nuestro entendimiento y nuestras palabras. Señor, te necesitamos. Te necesitamos en Tu Palabra. Te necesitamos a Ti mismo, Señor, para llenar la definición de Tu Palabra. Señor, te damos gracias porque, aun cuando la era es oscura, Tu palabra resplandece entre nosotros. ¡Qué milagro! ¡Qué misericordia! Señor, semana tras semana podemos venir aquí para ser Tu oráculo. Gracias, Señor, que hoy en esta tierra Tú dispones de tal oráculo para Tu palabra. Señor, ¡qué privilegio que podemos oír Tu hablar! Gracias, Señor; Tu hablar es realmente Tu visita de gracia. Y, Señor, el que podamos escucharte es una verdadera misericordia y una gracia. Confiamos en Ti en cuanto a este versículo, Romanos 8:10. Señor, Tú sabes que es hondo, es profundo, es misterioso y es rico. Señor, necesitamos de Tu visión; necesitamos de Tu iluminación. Señor, exprésate a Ti mismo desde este versículo y entra en cada uno de nosotros. Señor, gracias que aquí todos somos entrenantes. Señor, creemos que Tú nos impresionarás a todos; Tú nos hablarás una palabra particular a cada uno. Te traemos a todos Tus queridos buscadores. Satisface todas las necesidades esta noche. Señor, te damos gracias por haberlo realizado todo, y ahora Tú estás en nosotros. ¡Estás en nosotros! Gracias Señor; Tú eres el Cristo que mora en nosotros y eres tan subjetivo para nosotros. Señor, susténtanos; sé nuestro hablar, cúbrenos y úngenos a todos. Unge cada entendimiento e incluso cada esquina de esta reunión. ¡Ata a Tu enemigo, Señor! También nosotros lo atamos. ¡Atamos al hombre fuerte en Tu nombre poderoso, bajo Tu preciosa sangre! ¡Esto es tan prevaleciente! ¡Te alabamos y te damos gracias!

  En este mensaje dedicaremos todo nuestro tiempo a un solo versículo, Romanos 8:10 que dice así: “Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Creo que todos podemos ver que en este versículo se exponen tres hechos: número uno, Cristo está en nosotros; número dos, el cuerpo está muerto a causa del pecado; número tres, el espíritu es vida a causa de la justicia. Éstos son tres hechos, y este versículo muestra que estos tres hechos se manifiestan en nuestro interior simultáneamente. La palabra traducida “si” realmente significa “ya que” o “cuando”. Entonces el versículo diría: “Pero ya que Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia” o “Pero cuando Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Estos tres hechos acontecen en nosotros al mismo tiempo. Pero el problema es que, para muchos cristianos, sus experiencias no han sido así.

DOS NIVELES DE EXPERIENCIA

  Más adelante veremos que las experiencias de los cristianos son muchas veces en dos niveles. Por supuesto, sabemos que casi todo tiene dos lados. Parece que nada existe con un solo lado. De ahí que con frecuencia hablemos de algo que está en la superficie y de algo que está en el fondo. O podemos decir que en la superficie se ven las cosas de cierta manera, pero que en el fondo no es así. Podemos tomar la superficie como el primer nivel, y el fondo como el nivel debajo de la superficie. Incluso nuestra piel tiene una capa externa y una capa interna. En el mismo principio, la experiencia de los cristianos es de dos niveles. Una capa es más bien superficial, y la otra capa es más profunda y genuina. En la experiencia superficial de los cristianos, Romanos 8:10 aún no se ha cumplido en ellos. Pero, en realidad, este versículo ya ha sido cumplido en todo cristiano genuino. Parece que en la superficie este versículo aún no se ha cumplido en la mayoría de los cristianos; pero conforme a la experiencia de ellos, este versículo en realidad sí se ha cumplido con bastante frecuencia. No es un cumplimiento que acontece de una vez y para siempre, sino uno que es continuo y cotidiano.

  Permítanme explicarles algo. Cuando fuimos salvos, probablemente no supimos en ese momento que Cristo había entrado en nosotros. Debo declarar que mi conversión fue muy completa. Después de mi conversión empecé a buscar al Señor e ir en pos de Él, como también amaba estudiar Su Palabra. Pero por cierto tiempo yo no sabía que Cristo estaba en mí. Leía la Biblia, pero la noción de que Cristo estaba en mí era algo que no concebía porque dicha comprensión es totalmente ajena a nuestro entendimiento natural. En nuestro entendimiento natural, registramos el pensamiento de que debemos honrar a nuestros padres y amar a nuestro prójimo. Todos poseemos este tipo de entendimiento. Así que, éstas son las cosas que captamos cuando venimos a la Biblia. Vemos la palabra que habla de honrar a nuestros padres, amar al prójimo y someterse a los esposos, etc. Esto fácilmente penetra en nuestro entendimiento. Pero el hecho de que Cristo está en nosotros es totalmente ajeno a nuestro entendimiento natural. Cuando era un cristiano joven, ciertamente me enseñaron muchos asuntos que se encuentran en la Biblia, pero no me enseñaron que Cristo estaba en mí. Así que, ni siquiera tenía el conocimiento de este asunto.

  Pero aun cuando no teníamos tal conocimiento, inmediatamente después de ser salvos empezamos a descubrir que en nuestro interior existía un conflicto. Cuando era un cristiano joven me enseñaron que este conflicto era realmente una guerra entre las dos naturalezas que tenemos. Me enseñaron que después de ser salvos obtenemos una nueva naturaleza que es completamente diferente de la vieja naturaleza, y que la vieja naturaleza está completamente en contra de la nueva naturaleza. Así que, hay una guerra, un conflicto, en nuestro interior. Decir esto, aunque correcto, es algo superficial. Deben darse cuenta que este conflicto no es solamente una guerra. Inmediatamente después de ser salvos, empezamos a descubrir que en nuestro ser había una parte que no era muy buena. Empezamos a descubrir que algo en nuestro interior siempre se oponía a nuestros deseos. Deseábamos hacer esto y aquello para la gloria de Dios, pero algo en nuestro interior no nos lo permitía. No sabíamos a qué se debía eso. Deben recordar que antes de ser salvos, su percepción era al menos algo diferente. Antes de ser salvos, sentíamos probablemente que uno era bueno y podía hacer lo que quisiera. Incluso nos jactábamos de que lo podíamos hacer. Pero después de ser salvos, aquella jactancia empezó a tambalearse o a debilitarse. Aunque a veces seguían jactándose exteriormente, interiormente no se sentían tan seguros de su jactancia. Creo que todos hemos hecho este tipo de descubrimiento. Incluso después de ser salvos, descubrimos que era fácil volver a nuestra vieja condición. Después que usted fue salvo, posiblemente tomó la decisión de no cometer ciertos actos pecaminosos. Pero sabemos que ese tipo de decisión mental no puede durar mucho. Y un día usted se atrapó a sí mismo cometiendo esos mismos actos pecaminosos. Pero mientras volvía de nuevo a su vieja condición, hizo otro descubrimiento: había algo en su interior que era tan vigoroso, tan fuerte, que protestaba y se levantaba en contra suya. ¿No han hecho este tipo de descubrimiento? Después de ser salvos, acaso no descubrieron que una parte de su ser no era muy buena y que al mismo tiempo había algo en su interior que era vigoroso e inextinguible, algo muy poderoso que se levantaba firmemente de una forma inconmovible.

  La tragedia es que nacimos espiritualmente de personas que nunca nos educaron en estas cosas; así que no sabíamos lo que nos estaba pasando. Conozco a varios santos que son salvos, quienes volvieron a apostar o a cometer algún otro pecado. Todos ellos testificaron que cuando pecaban, algo en su interior seguía amando al Señor Jesús. Ellos sentían que no tenían paz y que no tenían base alguna para hablar del Señor; sin embargo, en lo profundo de su interior tenían la sensación de que ellos amaban al Señor Jesús. Incluso mientras se involucraban en algo pecaminoso, podían testificar que en lo profundo de su interior seguían amando al Señor Jesús. Debido a este tipo de experiencia, algunos de ellos empezaron a dudar si ellos eran realmente salvos o no. Muchas veces yo los fortalecía diciéndoles que, aun cuando ellos habían caído, el hecho de que seguían amando al Señor Jesús e incluso el que dudasen de ser salvos o no, eran pruebas contundentes de que ellos eran salvos.

  Tal situación les llevó a descubrir dos hechos. Uno es negativo y el otro es positivo. ¿Cuál es el lado negativo? Que el cuerpo está muerto. ¿Cuál es el lado positivo? Que el espíritu es vida. Después que usted fue salvo y volvió al pecado, experimentó dos cosas: que su cuerpo está muerto y que su espíritu es vida.

  Tomemos el ejemplo de un esposo y una esposa. Tarde o temprano toda pareja de casados discutirán. ¿Acaso usted no ha discutido? Mientras están discutiendo y haciendo este tipo de cosas deplorables, ¿no sienten algo en su interior diciéndoles que es una vergüenza decir que aman al Señor? Pareciera que ustedes no aman al Señor, pero si esto fuera de verdad un hecho, ¿por qué tienen la sensación de que es una vergüenza afirmar que aman al Señor Jesús? Esto significa, que interiormente tienen el deseo, la aspiración, de amar al Señor, pero no se sienten calificados para amar al Señor. Mientras estaban peleando con su esposa o con su esposo, aún tenían la aspiración de amar al Señor, pero al mismo tiempo descubrieron que eran incapaces de hacerlo. Queridos santos, esto es el verdadero cumplimiento de Romanos 8:10. Cuando Cristo está en ustedes, vuestro cuerpo está muerto. Probablemente nunca se han dado cuenta de que su cuerpo es un cadáver. Antes de ser salvos, probablemente consideraban que su cuerpo era maravilloso, y no un cadáver. Quizás hasta se hayan admirado a ustedes mismos en el espejo. Pero un día fueron salvos. En cierto modo, ser salvos significa meterse en problemas. Usted comenzó a darse cuenta de que había algo en alguna parte de su ser que no era tan bueno. Al principio no lo podía descifrar, pero después comprendió que era su cuerpo. Finalmente, empezó a odiar su cuerpo. Casi todos los problemas de los cristianos se originan en su cuerpo muerto. Inmediatamente después de ser salvos descubrimos dos cosas: nuestro cuerpo está muerto, y nuestro espíritu es vida. Mientras más tiempo tengamos de ser cristianos, más descubrimos que nuestro cuerpo es un cadáver, una entidad muerta, y la muerte es la debilidad más extrema. Cuando usted se debilita a lo sumo, usted muere. Mientras más tiempo tenemos de ser cristianos, más descubrimos que somos débiles y desagradables y que incluso apestamos. Y mientras más descubrimos que somos tal cadáver, más queremos amar al Señor. Y mientras más queremos amar al Señor, menos lo podemos lograr. En otras palabras, mientras más queremos amar al Señor, más llegamos a ser un cadáver.

  Entonces usted se desalienta y dice que no puede hacerlo. Debo decirles la verdad, y es que yo tampoco lo puedo hacer. Recientemente tuve una charla con un querido santo, quien dijo se sentía desalentado y desanimado. Le dije que él necesitaba el desaliento y el desánimo. En realidad, en el lado negativo la vida cristiana siempre es una vida desalentadora. Antes de ser salvo tal vez usted nunca se había sentido tan desalentado; pero a la postre fue salvo y llegó a la vida de iglesia. Permítanme decirles que la vida de iglesia es sólo una vida de desalientos. Sin embargo, cuanto más se desalienta, tanto más anhela la vida de iglesia. Pero, mientras más participa en la vida de iglesia, más se desalienta. La luna de miel característica de la vida de iglesia, nunca podría durar tanto. Pero lo extraño es que mientras más uno está en la luna de miel, más esta tiende a desaparecer, y más lucha usted por mantenerla. Quiere mantener su luna de miel con la vida de iglesia por la eternidad. Todas estas experiencias están relacionadas a este descubrimiento único, a saber, que cuando Cristo está en nosotros, nuestro cuerpo está muerto y nuestro espíritu es vida. Debajo de la superficie, en lo profundo de nuestra experiencia como cristianos, nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia concuerda realmente con lo descrito en Romanos 8:10.

  Cuando Cristo está en ustedes, vuestro cuerpo está muerto y vuestro espíritu es vida. Utilicé la conjunción y en vez de mas, porque estos tres hechos ocurren al mismo tiempo. Siempre que amamos al Señor, descubrimos que nuestro cuerpo está muerto y nuestro espíritu es vida. Todos los cristianos tenemos a Cristo en nosotros; pero a veces de acuerdo con nuestros sentimientos y con las experiencias de fracaso que tenemos, Cristo no está en nosotros. Cuando en términos de experiencia, Cristo no está en nosotros, no percibimos que nuestro cuerpo está muerto. Sentimos que nuestro cuerpo es muy inteligente y muy fuerte, y no sentimos que tenemos un espíritu que es vida en nuestro interior. Éstos también son tres hechos: Cristo no está en nosotros; nuestro cuerpo no está muerto; y nuestro espíritu no es vida. Tal vez ésta fue su experiencia de ayer. Pero hoy, en su experiencia, Cristo ha vuelto. Cuando Cristo regresa, el hecho de que el cuerpo está muerto y de que el espíritu es vida, también regresa. Estos tres siempre van juntos como compañeros. Ahora pueden ver que Romanos 8:10 se ha cumplido en ustedes.

EL PECADO Y LA JUSTICIA

  Estudiemos algo más. Dos de estos tres hechos poseen ciertos factores. El hecho de que el cuerpo está muerto tiene un factor, y el que el espíritu es vida tiene también un factor. Hay una razón por la que el cuerpo está muerto, y hay una razón por la que el espíritu es vida. El cuerpo está muerto a causa del pecado, y el espíritu es vida a causa de la justicia. Hay dos elementos aquí: el pecado y la justicia. El pecado es la causa de que nuestro cuerpo esté muerto, y la justicia es la causa de que nuestro espíritu sea vida. Un versículo en el Nuevo Testamento, 2 Corintios 5:21, trata sobre el pecado y la justicia de manera clara, contundente, correcta y exacta. Éste dice así: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en Él”. Cristo fue hecho pecado por causa nuestra, para que nosotros viniésemos a ser la justicia de Dios. Esto quiere decir que por nosotros Dios hizo a Cristo pecado, para que nosotros viniésemos a ser la justicia de Dios en Él, esto es, en Cristo. Este versículo expone dos elementos cruciales —el pecado y la justicia—, y si queremos experimentar Romanos 8:10, debemos profundizar en este versículo. Nuestro cuerpo está muerto a causa del pecado, y nuestro espíritu es vida a causa de la justicia. Dios hizo que Cristo fuese hecho pecado, y el pecado es el factor de que nuestro cuerpo está muerto. Y nosotros venimos a ser la justicia, la cual es el factor de que nuestro espíritu sea vida. Esto no lo podemos comprender fácilmente.

  ¿Qué es el pecado? Y ¿qué es la justicia? Aunque en este momento no podemos abarcar estos dos asuntos en su totalidad, sin embargo, les puedo decir que el pecado es Satanás y la justicia es Dios. Debemos darnos cuenta de que el pecado es la corporificación de Satanás. Cuando el pecado está personificado, es Satanás, porque el pecado es la corporificación de Satanás mismo, la totalidad de Satanás. En el mismo principio, la justicia es simplemente la totalidad de Dios. Cuando la justicia es personificada, es Dios. Jeremías 23:6 nos habla de “Jehová, justicia nuestra”. Esto significa que el Señor Dios mismo es nuestra justicia, y no sólo cierta virtud que se encuentra en Su naturaleza divina. En el Nuevo Testamento, especialmente en 1 Corintios 1:30, se nos dice que Cristo hoy es nuestra justicia. La justicia es una persona, una persona única, que es Dios mismo. La justicia no es un ángel ni tampoco un hombre. La justicia es una persona; entonces el pecado también debe ser una persona.

  Somos cautivos o de Dios o de Satanás. Deben comprender que cuando Satanás sedujo al hombre y entró en el hombre, él, Satanás, se convirtió en el pecado. ¿Qué es el pecado? El pecado es aquel mismo que se rebeló contra Dios, sedujo al hombre y entró en el hombre. Esto es el pecado. Ahora debemos leer Romanos 7:17 y 18, que dice: “De manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí. Pues yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”. Al leer estos dos versículos, podemos ver que el pecado debe ser una persona, porque nos puede engañar, nos puede matar y puede morar en nosotros. Sin duda, este pecado, esta persona, es Satanás. Por supuesto, ya hemos señalado que la justicia es la Persona divina de Dios. Dios mismo es nuestra justicia. Cuando el hombre cayó, el pecado, o Satanás, entró en él, en el cuerpo. Por eso Romanos 7:23 habla del pecado que está en los miembros de nuestro cuerpo. Debido a que el pecado está en nuestro cuerpo, el pecado corrompió nuestro cuerpo, haciendo que éste dejara de ser un cuerpo puro y se convirtiera en carne. Dios no creó la carne; Dios creó un cuerpo. Pero el pecado ha hecho que nuestro cuerpo creado por Dios se convirtiera en la carne caída.

  Pero ahora hemos sido salvos, y Dios ha entrado en nosotros. Cuando Dios entró en nosotros, Dios llegó a ser nuestra justicia. ¿En qué parte entró Dios? En nuestro espíritu. El pecado entró en nuestro cuerpo, y el pecado introdujo la muerte o resultó en la muerte. Según Romanos 5:12, el pecado fue introducido en el mundo y la muerte le siguió, porque el pecado introdujo la muerte. En el mismo principio, cuando la justicia entró en nuestro espíritu, la justicia introdujo la vida. Así pues, Romanos 5:17 y 21 hablan de que la justicia resulta en la vida. Esta justicia es simplemente Dios mismo. Todos debemos darnos cuenta de que tenemos una persona en nuestro cuerpo, que se llama pecado, y tenemos otra persona en nuestro espíritu, que se llama justicia. El pecado en nuestro cuerpo hace que nuestro cuerpo sea muerte. La justicia en nuestro espíritu hace que nuestro espíritu sea vida. Nuestro espíritu no sólo es viviente; más aún, es la fuente de ser viviente, esto es, la vida misma.

  Según lo que ustedes han descubierto como cristianos, ¿se han dado cuenta que en su cuerpo no hay nada bueno, que en su carne no existe nada bueno? Todo lo que contiene son cosas malas. También en su descubrimiento, ¿no han visto que en su espíritu hay vida? No sólo contiene cosas buenas, sino que la vida misma está ahí. Incluso cuando hacen algo pecaminoso, en su interior hay una parte que es vigorosa, que nada la puede apagar y nada la puede derribar. Incluso si usted trata de derribarla, seguiría saltando. Algo vital y vigoroso está en su ser, y eso es su espíritu, el cual es vida mediante la justicia. Y esta justicia es simplemente Dios.

ESTAR BIEN CON DIOS

  Tal vez usted aún se pregunte acerca de la definición del pecado y la definición de la justicia. No es muy sencillo dar una definición satisfactoria de estas dos cosas. De acuerdo a mi experiencia, la justicia significa estar bien con Dios. ¿Por qué decir mentiras es pecado? Y ¿por qué decir la verdad es justicia? Se debe a que al decir la verdad uno está bien con Dios, y decir mentiras es rebelarse contra Dios. ¿Qué es justicia? Es estar bien con Dios. ¿Qué es pecado? Es rebelarse contra Dios. Incluso si usted le da un regalo a una persona, si eso está en contra de Dios, es un pecado. Quizás usted le dice la verdad a una persona; sin embargo, si decir tal verdad está en contra de Dios, es un pecado. El pecado consiste en rebelarse contra Dios. La justicia es estar en lo correcto con Dios. El estándar de todo el universo no es ningún tipo de regulación o ley; el estándar es Dios mismo. Cuando usted está bien con Él, eso es justicia. Cuando está en contra de Él, eso es pecado. ¿Se dan cuenta de que incluso una cosa buena como la predicación del evangelio puede ser pecado? Quizás su predicación del evangelio no es conforme a la voluntad de Dios; quizás se conforme a su propia preferencia y elección. Esto significa que no está bien con Dios. En vez de ser justicia, sería una rebelión contra Dios.

  Debemos darnos cuenta de que en nuestra carne, en nuestro cuerpo, no existe nada más que una total rebelión contra Dios. No sólo cuando nuestro cuerpo hace cosas malas, sino incluso cuando hace cosas buenas, siempre está en rebelión contra Dios. No está bien con Dios. Pero lo que está bien con Dios se halla en nuestro espíritu. Lo que se halla en nuestro espíritu está siempre bien con Dios; es más: es Dios mismo, porque Dios mismo está en nuestro espíritu. Siempre y cuando tenga a Dios, mientras viva a Dios y siga adelante con Dios, usted está bien con Dios. Por eso usted tiene la justicia de Dios, y esta justicia es el factor que causa que su espíritu sea vida.

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