
En Romanos 8 hay varios asuntos que son muy cruciales en nuestra experiencia. En lo que refiere a nuestra experiencia, el primer asunto crucial es andar conforme al espíritu. Esto lo vemos en el versículo 4. Los versículos 1, 2 y 3 no abordan el asunto de la experiencia. Se menciona por primera vez en el versículo 4. Pero deben comprender que nuestro andar no es el primer punto tocante a la experiencia, aunque aquí se menciona primero.
La experiencia descrita en Romanos 8 no tiene que ver con una obra que realicemos ni tampoco con la experiencia que tenemos de los dones, como por ejemplo, la sanidad. Más bien, Pablo se centra en la vida interior. En cuanto a la experiencia de vida, el primer punto que vemos en Romanos 8 se relaciona con nuestro andar. El versículo 4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Mencionamos previamente que el espíritu en este versículo no aparece con E mayúscula, indicando que se refiere al espíritu mezclado. No es solamente nuestro espíritu humano ni meramente el Espíritu Santo, sino los dos espíritus mezclados como uno solo.
El segundo punto tocante a la experiencia de vida se halla en el versículo 6: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Aquí el punto está en poner nuestra mente en el espíritu.
¿Cuál de estos dos asuntos es primero, andar conforme al espíritu o poner la mente en el espíritu? Probablemente poner la mente en el espíritu debe ser primero. Primero ponemos la mente en el espíritu y luego andamos conforme al espíritu.
El tercer punto tocante a la experiencia de vida en Romanos 8 es que el Espíritu reside. Es Él quien reside, pero Él reside en nosotros. Ésta no es meramente la experiencia del Espíritu, sino Su experiencia en nosotros; Su experiencia nos incluye a nosotros. Estamos involucrados en esta experiencia del Espíritu de Dios, porque Él reside en nosotros. No es una experiencia objetiva que el Espíritu Santo tiene separado de nosotros o que va más allá de nosotros, sino que Él reside en nosotros.
Mientras el Espíritu reside en nosotros, Aquel que levantó de los muertos a Jesús vivifica nuestro cuerpo moribundo. Él no solamente vivifica nuestro espíritu y nuestra mente, la parte principal de nuestra alma, sino que Él también le da vida a nuestro cuerpo mortal. En nuestro ser hay una parte que se está muriendo; y Aquel que levantó de los muertos a Jesús vivifica incluso esta parte que se está muriendo, esta parte mortal. Pero Él no imparte la vida directamente; Él imparte la vida a través del Espíritu que mora, o sea, a través del Espíritu que reside en nosotros. La acción de vivificar también es un tipo de experiencia, mas no es nuestra experiencia. Es la experiencia de Aquel que levantó de los muertos a Jesús.
El quinto punto crucial, narrado en el versículo 13, es hacer morir. Aunque hacer morir es una experiencia nuestra, lo realizamos a través del mismo agente, a través del Espíritu o por el Espíritu. En los primeros trece versículos de Romanos 8 hay por lo menos cinco puntos acerca de la experiencia. De estos cinco puntos, tres pertenecen a nuestra experiencia. Es usted quien pone su mente en el espíritu, que anda conforme al espíritu y que hace morir los hábitos de su cuerpo por el Espíritu. Luego vemos la experiencia del Espíritu residente y la experiencia de Aquel que levantó de los muertos a Jesús. Si abarcamos todos estos puntos hallados en los primeros trece versículos, podemos llegar al versículo 14.
El versículo 14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Aparentemente el versículo 14 es muy simple. Pero al inicio de este versículo figura la pequeña palabra porque, la cual implica una continuación con razones, explicaciones y definiciones. Esto quiere decir que cualquier cosa que se mencione en el versículo 14 es una continuación, una razón y una explicación de lo que se había mencionado previamente. Así que, cualquier cosa que este versículo mencione es un resultado de todas las experiencias mencionadas previamente. Es decir, es el resultado de andar conforme al espíritu, de poner la mente en el espíritu, de hacer morir los hábitos del cuerpo, así como del Espíritu que reside y del vivificar. Sin estos cinco puntos es imposible tener la dirección del Espíritu, que se menciona en el versículo 14.
El guiar del Espíritu es el punto crucial que debemos captar en el versículo 14. Por muchos años no presté mucha atención a este asunto en este versículo. En los últimos años he liberado muy pocos mensajes sobre el guiar de Dios. Debido a que en el pasado consideré que esto era en cierto modo común y general. Pero hoy debemos darnos cuenta que el guiar del Espíritu es crucial. Es importante, sobre todo, porque está en Romanos 8; ¡todo lo que está en este capítulo debe ser crucial! Segundo, ser guiado por el Espíritu es una clara evidencia de que usted es un hijo de Dios, así que definitivamente esto no es algo insignificante.
El guiar del Espíritu es muy crucial, porque puede ser considerado como la totalidad de las experiencias mencionadas en los versículos del 10 al 13. El guiar del Espíritu es la suma total de las experiencias de residir, más el vivificar, más el hacer morir. De estas tres cosas, una pertenece a Dios: el vivificar; una pertenece al Espíritu: el residir; y una pertenece a nosotros: el hacer morir. Tanto el vivificar realizado por Dios como el hacer morir realizado por nosotros, son a través del Espíritu o por medio del Espíritu.
Cuando el Espíritu de Dios reside en usted, Él no está quieto o durmiendo o silencioso o pasivo. Él está muy activo, pero no está ejercitando algún don o haciendo algún milagro, sino que está viviendo. Él es muy activo en Su vivir. Residir en realidad significa vivir. Que Él resida en nosotros en realidad significa que Él vive en nosotros. El Espíritu residente no está en nosotros para hacer una obra ni para hablar en lenguas o hacer milagros. El Espíritu residente es un Espíritu cuya finalidad es vivir. En el capítulo 8, no vemos ni un solo pensamiento sobre la práctica de hablar en lenguas o de hacer milagros; no hay ningún pensamiento acerca de llevar a cabo una obra. El pensamiento es residir, y residir es para vivir.
Aquel que reside en nuestro ser está viviendo en nosotros. En nuestro interior Él está muy activo viviendo. Es por eso que Dios nos vivifica. La vida es principalmente para vivir, no para obrar. Incluso, en términos humanos, de las veinticuatro horas del día, sólo empleamos ocho para laborar; el resto del día simplemente vivimos. Dios nos vivifica por este Espíritu que reside, y nosotros somos los que dan muerte a los hábitos. El Espíritu es quien reside, Dios da vida y nosotros hacemos morir los hábitos de nuestro cuerpo.
Cuanto más hagamos morir los hábitos de nuestro cuerpo, más vida recibiremos. Si quieren gozar de larga vida, deben aprender a hacer morir los hábitos de su cuerpo. Hacer morir los hábitos del cuerpo no es cometer suicidio. No necesitan cometer suicidio durante todo el día. Pero según el Nuevo Testamento, en particular en Romanos 8 y 2 Corintios 4, hacer morir no es algo que se realiza de una vez por todas, sino algo que perdura durante todo el día. Para estar saludables debemos aprender a hacer morir los hábitos del cuerpo todo el tiempo. Por causa de los hábitos del cuerpo, muchas personas cometen suicidio lentamente; con lo que comen y beben se están suicidando lentamente. Si ustedes habitualmente hacen morir los hábitos de su cuerpo, serán mucho más saludables.
En vez de hablar tanto, deben adoptar el hábito de alabar más, haciendo morir los hábitos del cuerpo. El hablar mucho es un hábito del cuerpo que debe ser puesto a muerte. Tal vez digan que no pueden hacer morir los hábitos de su cuerpo; aun así deben hacerlo. Deben hacerlo no por ustedes mismos, sino por el Espíritu. No se olviden que el Espíritu es Aquel que reside. Él reside en ustedes y Él está asociado con Aquel que vivifica. Mientras Él reside en ustedes, Aquél estará vivificando, y usted debe estar dando muerte.
El guiar del Espíritu es muy importante en este capítulo, debido a que es la suma de tres cosas: el residir, el vivificar y el hacer morir. En 1949 di sesenta lecciones sobre las verdades básicas de la Biblia. Entre esas lecciones, una era con respecto al guiar de Dios. Cuando di ese mensaje señalé principalmente tres cosas. Dije que si uno desea recibir el guiar de Dios, uno necesita prestar atención a la unción y al sentir interior. Segundo, uno debe verificarlo con la Palabra. Tercero, tiene que tomar en cuenta las circunstancias. Yo no diría ahora que eso estaba equivocado, pero diría que en Romanos 8 el asunto de ser guiados por el Espíritu es aún más profundo.
En Romanos 8 este asunto es tan crucial, debido a que se compone del residir del Espíritu, del vivificar realizado por Dios y de hacer morir realizado por nosotros. Cuando usted experimenta estas tres cosas, usted está siendo guiado por el Espíritu de Dios. Si usted cuida de estos tres asuntos, usted estará claro con respecto a todo, ya sea qué tipo de auto debe comprar o con quién debe casarse o qué clase de zapatos debe adquirir. Si tiene el Espíritu residiendo en usted y si está siendo vivificado por Dios y está dando muerte, usted tendrá claridad en todo. Será guiado en todo. Éste es el significado de ser guiados por el Espíritu de Dios.
Interpretar la Biblia, en especial un capítulo como Romanos 8, no es muy fácil. Todo depende del grado de nuestra experiencia espiritual. Nuestro entendimiento nunca puede ir más allá de nuestra experiencia. Al contrario, nuestra experiencia siempre dirige nuestro entendimiento de la Palabra. Sólo al tener la experiencia podremos ver que la dirección del Espíritu de Dios en el versículo 14 es la totalidad de tener al Espíritu residiendo en nuestro interior, de estar siendo vivificados por Dios a través del Espíritu y que por medio de Él nosotros demos muerte.
En cuanto a hacer morir los hábitos del cuerpo, no debemos considerar si algo es bueno o malo. Siempre y cuando sea una práctica del cuerpo, debemos darle muerte. Aun si es una buena práctica, debemos darle muerte. Los incrédulos no pueden entender de lo que estamos hablando. Si ellos hacen morir los hábitos del cuerpo, ellos mismos realmente estarían muertos. Ellos no tienen otra vida; no tienen a alguien más residiendo en ellos. Mientras más hagamos morir los hábitos de nuestro cuerpo, más vivimos, porque en el interior de ustedes como en el mío existe otra persona, a saber, Cristo como el Espíritu todo-inclusivo.
La vida cristiana no es la historia de una sola persona. La vida cristiana es una historia de dos personas que viven juntas. ¡Esto es maravilloso! Estas dos personas viven no sólo en virtud de la coexistencia, sino de la coinherencia. Los tres de la Deidad coexisten y viven juntamente el uno en el otro. Ellos existen simultáneamente, y el uno está en el otro. Cuando el Señor Jesús dijo: “¿No crees que estoy en el Padre, y el Padre esta en Mí?” (Jn. 14:10), Él mostró la coinherencia del Padre y del Hijo. La preposición en indica coinherencia.
También entre los creyentes y el Señor Jesús hay una relación de coinherencia. En Juan 15:4 el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Esto es coinherencia. La vida cristiana es una historia maravillosa. Pero esta historia ha sido descuidada por los cristianos de hoy. Muy pocos cristianos comprenden este asunto de la coinherencia entre Dios y el hombre. Claro, algunos ni siquiera creen en la coinherencia de las tres personas de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Tenemos que ver este asunto de la coinherencia hoy por el bien del recobro del Señor. Vivimos en un tiempo que es sumamente crucial para el Señor, y el punto relevante de este tiempo no está relacionado con las actividades externas tales como hacer una gran obra o hacer milagros. Está completamente relacionado con la vida que está en nuestro interior, y esto tiene mucho que ver con lo que entendemos de esta vida de coinherencia que llevan los creyentes y el Señor Jesús. La historia de una vida cristiana apropiada es simplemente la historia de una vida de coinherencia. Una vez que somos salvos, ya no somos solamente una persona. Somos coinherentes con Aquel que es divino. Él vive en nosotros, y nosotros vivimos en Él; Él y nosotros vivimos juntos el uno en el otro en coinherencia.
Debemos ver que el guiar del Espíritu de Dios es Su residir en nosotros, es el vivificar de Dios, como también que nosotros hagamos morir los hábitos del cuerpo. Cuando esta sea nuestra experiencia, en ese momento será manifestado que somos hijos de Dios. La vida que llevamos comprueba que somos hijos de Dios. Usted no necesitará designarse a sí mismo o llevar un gafete con tal nombre. Porque llevará una vida en la que es guiado por el Espíritu, la cual comprueba de que usted es un hijo de Dios.
Este tipo de visión, este tipo de perspectiva, les ayudará a poner su mente en el espíritu y andar conforme al espíritu. Cuando tienen el guiar del Espíritu, entonces ponen la mente en el espíritu. Cuando tienen el guiar del Espíritu, entonces andan conforme al espíritu. Pero este guiar no es iniciado por ustedes. Ustedes “son guiados”, lo cual está en la voz pasiva. El guiar es iniciado por el Espíritu; sin embargo, poner la mente en el espíritu y andar conforme al espíritu son acciones iniciadas por ustedes. Primero ustedes dan muerte y luego son guiados por el Espíritu. Entonces pondrán su mente en el espíritu y andarán conforme al espíritu. Esta secuencia es conforme a nuestra hermosa experiencia. Si no son guiados por el Espíritu, será muy difícil que ustedes pongan su mente en el espíritu, y les será aún más difícil andar conforme al espíritu.
Por ser personas que han sido regeneradas y salvas, ustedes tienen el Espíritu de Dios residiendo en su ser. Esto es básico. Si no tienen este Espíritu residente, aún no han sido regenerados. Pero si creen en Él e invocan Su nombre, vuestros pecados serán perdonados y vuestro espíritu será regenerado. También tendrán el Espíritu de Dios residiendo en ustedes. Este residir es el factor, la base y la fuente de que Dios dé vida a nuestro cuerpo mortal. El que nuestro cuerpo mortal sea vivificado es un resultado de que nuestro espíritu sea vivificado y de que nuestra mente sea vivificada. Darle vida a nuestro cuerpo mortal incluye darle vida a nuestro espíritu y a nuestra mente. Esto significa que Dios vivifica todo nuestro ser, no sólo nuestro espíritu y no sólo nuestra mente, sino también todo nuestro cuerpo. Dios está dando vida; Él nos está suministrando Su esencia de vida y la imparte a todo nuestro ser.
¿Cuál, entonces, es nuestra responsabilidad? Nuestra responsabilidad simplemente consiste en cooperar para hacer morir los hábitos de nuestro cuerpo. Hacer morir los hábitos de nuestro cuerpo significa hacer morir nuestro modo natural de vivir. Una persona que ha sido regenerada, y tiene al Espíritu residiendo en su interior y supliéndole vida, ya no debe vivir más de una manera natural. La manera de hacer morir los hábitos del cuerpo es simplemente no vivir de una manera natural. Si a usted por naturaleza le gusta hablar, haga morir eso. Si por naturaleza le gusta comer muchos postres, haga morir eso. Si por naturaleza ama los deportes, haga morir eso. Hacer morir todo nuestro vivir natural es hacer morir los hábitos del cuerpo.
Si el Espíritu reside en ustedes y Dios les vivifica y ustedes hacen morir los hábitos del cuerpo, serán guiados por el Espíritu. En ese momento será muy fácil que ustedes pongan su mente en el espíritu y anden conforme al espíritu. Interiormente gozarán de un gran suministro de vida y exteriormente tendrán la justicia de la ley. Cuando andan conforme al espíritu, la justicia de Dios se cumple en ustedes. No necesitan cumplirla; ésta se cumple en ustedes. Interiormente tienen el suministro de vida y exteriormente tienen la expresión de la vida. El suministro de vida en su interior es el Espíritu, y la expresión de la vida exteriormente es la justicia. Según 2 Corintios 3:6 y 9, éste es el ministerio que ministra el Espíritu y la justicia en las personas; es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Éste es el ministerio neotestamentario. Éste es el ministerio del nuevo pacto, ministrándonos el Espíritu interiormente y la justicia exteriormente. Interiormente seremos llenos del suministro de vida y exteriormente tendremos la expresión plena de la justicia.