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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 01: El ministerio del Nuevo Testamento»
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CAPÍTULO CINCO

LA CONTINUACIÓN DEL MINISTERIO NEOTESTAMENTARIO LLEVADA A CABO CON PEDRO Y PABLO EN EL LIBRO DE HECHOS

EL SEÑOR SE INSUFLA EN LOS DISCÍPULOS

  Después del largo proceso por el que el Señor Jesús pasó desde Su encarnación hasta Su resurrección, proceso en el cual Él llevó a cabo el ministerio neotestamentario y fijó la norma de dicho ministerio, el Señor Jesús llegó a ser la consumación del Dios Triuno, esto es, el Espíritu vivificante. Entonces, la noche misma de Su resurrección, Él regresó a Sus discípulos no para darles enseñanzas ni para llevar a cabo ninguna obra, sino para soplar en ellos (Jn. 20:22). Así, Él insufló en Pedro y los otros la suprema consumación del Dios Triuno. El Señor no vino a ellos trayendo consigo al Espíritu vivificante, sino que vino a ellos como el Espíritu vivificante, es decir, como la consumación suprema y todo-inclusiva del Dios Triuno, a fin de hacer una sola cosa, a saber: infundirse en Sus discípulos al soplar en ellos. Que el Señor se insuflara así en ellos bastó para que recibieran vida espiritual.

UN NUEVO PEDRO

  Es muy interesante observar que después de que el Señor, en Juan 20, se insufló en Sus discípulos, en Juan 21 el Señor hizo algo más. En realidad, el capítulo que le sigue a Juan 21 es Hechos 1. En Hechos 1 y 2 podemos apreciar a otro Pedro, un Pedro distinto. Este Pedro ya no es el mismo que vimos en los cuatro Evangelios. Aquí vemos a un Pedro que ha sido transformado, e incluso, plenamente reemplazado. Si ustedes hubieran sido personas privadas de educación viviendo en una cultura primitiva, sin conocimiento alguno del cristianismo, y luego, hubieran sido salvos y comenzaran a leer la Biblia por primera vez, se sorprenderían al llegar a las primeras páginas de Hechos. Al leer los cuatro Evangelios, tendrían la impresión de que Pedro era un hombre natural, un pescador inculto que siempre se comportaba de manera común y natural. Sin embargo, el Pedro que se ve en las primeras páginas del libro de Hechos, es un Pedro totalmente diferente. Este Pedro comprendía la Biblia y sabía cómo interpretarla. No se había graduado de ningún seminario, ni había estudiado teología ni tampoco había recibido diploma teológico alguno. No obstante, este pescador se había convertido en una persona que entendía la Biblia y que tomó la iniciativa de permanecer en Jerusalén por diez días a pesar de las amenazas de los judíos. Para él, ya no era importante la pesca; no le importaba nada sino esperar en oración en el aposento alto. Él tomó la iniciativa de permanecer allí y orar con los ciento veinte durante diez días. ¿Cómo podría haber hecho algo así el Pedro que se ve en los Evangelios? Incluso considérense ustedes mismos: ¿Habrían podido permanecer reunidos en unidad con otras ciento veinte personas para orar durante diez días?

  Apenas un corto tiempo atrás, los discípulos habían estado discutiendo entre ellos. Todos se habían indignado porque Jacobo y Juan querían estar a la derecha e izquierda del Rey (Mt. 20:20-28; Mr. 10:35-45). Pero ahora, en Hechos 1, aquellos que antes discutían entre sí oraban unánimes juntos, en unidad, con una motivación pura y habiendo sido purificados en sus deseos. Inmediatamente después de la muerte y resurrección del Señor, todos ellos llegaron a ser personas diferentes debido a que el Espíritu vivificante, la suprema consumación del Dios Triuno, había sido insuflado en ellos. Al beber de aquella “bebida” única y todo-inclusiva, ellos lo habían recibido todo; recibieron al Dios Triuno y también recibieron Su humanidad elevada, Su vivir humano apropiado, Su muerte que aniquila y Su resurrección que hace germinar.

  En la ciencia médica, es de suma importancia saber cómo suministrar al cuerpo humano todos los elementos que éste requiere. Esto es aún más maravilloso que la actividad que pueda ejercer un cirujano. No debiéramos comparar a Dios con un cirujano, sino reconocerlo como la persona maravillosa que se imparte en nuestro ser como un nutriente todo-inclusivo que nos ha sido inyectado. Podemos afirmar que fue debido a tal inyección vivificante que Pedro llegó a ser otra persona en los dos primeros capítulos de Hechos.

LOS CIENTO VEINTE EN UNIDAD

  No sólo Pedro, ni sólo dos o tres más experimentaron un cambio, sino también todos los ciento veinte. Fueron ciento veinte galileos, entre hombres y mujeres, que eran objeto del menosprecio del pueblo, quienes permanecieron en Jerusalén en unanimidad, no con la finalidad de entretenerse o distraerse, sino con el único fin de orar a Aquel a quien no podían ver. No había nada que sus ojos pudieran ver, no había atracción exterior ni entretenimiento alguno. A pesar de la hostilidad de su entorno, ellos permanecieron en Jerusalén durante diez días, orando unánimes.

  Debemos considerar qué es lo que hizo posible que estos ciento veinte permanecieran en unidad. ¿Qué fue lo que hizo que la situación cambiara tanto en un tiempo tan breve? Lo que sucedió fue que el elemento mismo de Jesús había sido inyectado en su ser, de tal modo que llegaron a ser la reproducción de Jesús, Su continuación, Su aumento. El mismo ingrediente que estaba en Jesús en los cuatro Evangelios, fue inyectado en aquellos ciento veinte que vemos en Hechos 1. Este primer capítulo no es sino una continuación del relato de la vida de Jesús después de Su bautismo y Su crucifixión. Luego de haber sido bautizado en el Jordán, Jesús ya estaba listo para ser ungido, y fue ungido (Jn. 1:32). Después, en Hechos 1, los ciento veinte también se encontraban listos para ser ungidos. En cierto sentido, ya no eran personas naturales que vivían en el viejo hombre, en la vieja creación. Sobra decir que ellos ya no vivían en pecado ni en el mundo. Habían sido reemplazados por este maravilloso Jesús mediante Su muerte y resurrección, y por ende, estaban listos para ser ungidos. Cuando llegó el día de Pentecostés, el Espíritu en Su aspecto económico descendió sobre ellos, tal como descendió sobre Jesús después de Su bautismo. Por consiguiente, a partir del segundo capítulo de Hechos vemos que Pedro tomó la iniciativa, junto a otros once por lo menos, de llevar a cabo el ministerio neotestamentario al que Juan había dado inicio y al que Jesús le había dado continuación. Así pues, el ministerio de los apóstoles simplemente dio continuación al ministerio del Señor Jesús.

PEDRO DA CONTINUACIÓN AL MINISTERIO DEL SEÑOR JESÚS

  En Hechos, vemos que Pedro se puso en pie para hablar en cinco ocasiones, a saber: en los capítulos 2, 3, 4, 5 y 10. En cuatro de esas ocasiones él se dirigió a los judíos, y en la quinta, se dirigió a los gentiles. Si consideramos el contenido de lo que habló en todas estas ocasiones, nos daremos cuenta de que él no enseñaba teología, filosofía, moral, ética, ciencia ni sicología, ni tampoco enseñaba sobre el comportamiento y carácter que los hombres debían manifestar. Su predicación no tenía nada que ver con ninguna de estas cosas; antes bien, él predicó sobre la encarnación del Señor Jesús y Su vivir humano. Cuando él declaró que Dios había levantado a uno de los descendientes de David, él se refería a la encarnación (2:29-30). Cuando dijo que Dios había ungido a Jesús y que este Jesús anduvo viajando y laborando por doquier, se refería al vivir humano de Jesús (10:38). Lo mismo hizo al hablar sobre cómo Jesús predicaba el evangelio, sanaba a los enfermos, liberaba a los que estaban oprimidos por Satanás, tal como se nos cuenta en los Evangelios. Jesús había sido crucificado por aquellos que ahora escuchaban a Pedro, pero Dios le levantó de entre los muertos, pues la muerte no podía retenerle (2:24; 3:15; 4:10; 5:30; 10:40). Más aún, Dios le exaltó hasta el trono, haciéndole Señor y Cristo (2:32-36; 5:31). Además, Pedro declaró que el Señor Jesús había sido hecho la piedra angular en el edificio de Dios, que es la iglesia. Al inicio del ministerio de Pedro, en los capítulos 2, 3 y 4 de Hechos, la iglesia no es mencionada, pero está implícita cuando Pedro hace referencia a la cabeza del ángulo en 4:11, la cual era para el edificio de Dios. (En los mejores manuscritos la palabra iglesia no figura en Hechos 2:47, pero sí es mencionada en la versión King James en inglés.)

  Basados en todo lo anterior, podemos ver que el ministerio de Pedro era simplemente la continuación y la repetición del ministerio de Jesús. Cuando Pedro predicaba el evangelio, no usaba ilustraciones y parábolas como muchos de nosotros lo hacemos con frecuencia. La razón por la que nos valemos de ilustraciones y parábolas al predicar, es porque estamos carentes de la vida de resurrección y escasos del poder del Espíritu. Debido a nuestras carencias, tenemos que recurrir a parábolas obtenidas de diversas fuentes. Si estuviésemos saturados de la vida de resurrección e inmersos en ella, así como revestidos de poder desde lo alto, no tendríamos que recurrir a tales parábolas. En cambio, sería suficiente con presentar los hechos a la gente. Esto es exactamente lo que Pedro hizo. Su predicación no generaba distracciones; más bien, era franca, sin rodeos e iba directamente al grano. Él afirmaba que Jesús había sido levantado del linaje de David, que había sido ungido, que laboraba, predicaba el evangelio y liberaba a los oprimidos; no obstante, fue rechazado y muerto en la cruz, pero la muerte no podía retenerle. Dios levantó a Jesús y le exaltó hasta el trono, haciéndole Señor y Cristo.

  Debemos examinar a la luz de todo lo anterior lo que nosotros consideramos como nuestro “ministerio”. Tenemos que confesar que nuestro ministerio no es tan puro y que contiene muchos elementos que generan distracciones. Si bien Pedro hizo referencia al Antiguo Testamento, lo hizo con toda pureza, sin generar distracciones, pero no hizo exposiciones en torno a algún tema antiguotestamentario. Él no estaba enseñando la Biblia ni conduciendo una sesión de estudio de la Biblia, pues no era necesario hacer tal cosa. Así pues, Pedro había sido reemplazado por Cristo y con Cristo, y había sido investido de poder con el Espíritu, desde lo alto.

  Debemos dedicar algún tiempo a examinar con detenimiento aquellos cinco mensajes de Pedro a fin de ver qué clase de ministerio Pedro llevó a cabo. En realidad, éste era el mismo ministerio que vemos en los cuatro Evangelios, e incluso puede ser considerado un extracto de los cuatro Evangelios. De la misma manera que durante la etapa correspondiente al ministerio de Cristo, en los cuatro Evangelios, se menciona la iglesia, también en la etapa que corresponde al ministerio de Pedro se alude a la iglesia. La mención de la iglesia en los Evangelios indica que el ministerio de Jesús conduciría a la producción de la iglesia; y Pedro indicó la misma cosa a la multitud que lo escuchaba, al decir que Dios había levantado y exaltado hasta el trono a Aquel a quien ellos habían rechazado, y le había hecho cabeza del ángulo en el edificio de Dios, con miras a la edificación de la iglesia.

EL MINISTERIO DE PABLO

  Por supuesto, el ministerio de Pedro no era el ministerio que produciría y edificaría la iglesia en plenitud. El ministerio que produce y edifica la iglesia vino con el apóstol Pablo. El ministerio de Pablo se inició en Hechos 13, una vez transcurridos los primeros doce capítulos. En Hechos 14 podemos ver que Pablo predicaba el evangelio a mucha gente en muchas ciudades, y que después de un tiempo volvió a visitarles y a establecer ancianos en cada iglesia (v. 23). Esto nos muestra que el ministerio de Pablo no solamente dio continuación a los ministerios de Juan el Bautista, de Jesucristo y de Pedro; el ministerio de Pablo abarcó la encarnación de Cristo, Su vivir humano, Su muerte aniquiladora y todo-inclusiva, Su resurrección que hace germinar y Su ascensión, con miras a que se produjera y edificara el Cuerpo de Cristo.

  Antes del ministerio de Pablo, la iglesia no había sido revelada completamente en el Nuevo Testamento. El Señor Jesús había dado indicios de la iglesia en Sus palabras, y también en las palabras de Pedro podemos encontrar indicios de ella, pero realmente el asunto de la iglesia no fue abarcado plenamente sino hasta que Pablo participó en el ministerio neotestamentario. Por tanto, si bien en los dieciséis capítulos que abarcan desde el capítulo 13 al 28 de Hechos vemos que Pablo reitera lo afirmado por los ministerios de Juan el Bautista, de Jesús y de Pedro, vemos también que se da cierto desarrollo, algo adicional, que representa el aporte de Pablo en la etapa del ministerio neotestamentario que le correspondió.

Tres problemas

  En tiempos de Pablo, durante la etapa del ministerio que le correspondió, existían tres problemas: el problema de las iglesias gentiles, el problema de cómo manejar las relaciones entre las iglesias gentiles y las judías, y el problema de los así llamados colaboradores. Ninguno de estos problemas existía en la etapa correspondiente al ministerio de Pedro. Pedro había sido encomendado y designado directa y oficialmente por el Señor Jesús. Nadie podía negar la autenticidad de su autoridad. En aquella época, la obra estaba bajo el liderazgo de Pedro.

  Sin embargo, cuando Pablo fue designado, él fue el único que vio aquella visión celestial (26:13-19). Esta situación hizo que el Señor enviara a un hermano llamado Ananías para confirmar a Pablo (9:10-17). Tal vez pensemos que hubiera sido maravilloso que el Señor enviara al mismo Pedro para confirmar a Pablo, pero el Señor envió a un hermano que únicamente se menciona en la Biblia en relación con este evento (vs. 10-17; 22:12-16). Aunque la Biblia narra que Ananías tenía buen testimonio de parte de los judíos en ese lugar, es extraño que nunca más se le vuelva a mencionar. Pareciera que nadie conocía a este hermano, y que era la persona adecuada específicamente para que el Señor lo utilizara en este único evento: el de confirmar a Pablo cuando vino a Damasco.

  Algunos deben haber cuestionado a Pablo de forma crítica diciéndole: “Tú, Saulo de Tarso, ¿quién te crees que eres? ¿Realmente piensas que el Señor te designó como apóstol? Cuando Esteban estaba siendo apedreado hasta morir, tú estabas allí consintiendo con los que hacían esto. ¿Realmente esperas que creamos que ahora te has convertido en apóstol, y no sólo eso, sino también uno que lleva el liderazgo en la obra del Señor? ¿Piensas que Apolos e incluso Bernabé deben someterse a ti? Fue Bernabé quien te trajo, por lo cual él debe estar por encima de ti y tú debes someterte a él. Apolos conoce la Biblia y sabe cómo presentarla de una manera muy atractiva y elocuente. Pero tú, Saulo, ¿cuánto de la Biblia puedes exponer? ¿Te crees digno de llevar el liderazgo?”.

  Sin duda, había problemas entre los así llamados colaboradores. Bernabé estaba en desacuerdo con Pablo, a pesar de haber sido quien lo había traído a los apóstoles (9:27; 15:36-40). Podemos encontrar indicios de que no sólo había problemas entre Pablo y Bernabé, sino inclusive entre Pablo y Pedro. No podemos negar que Pablo y Pedro eran colaboradores; no obstante, en su relación podían percibirse ciertas asperezas y fricciones. En Gálatas 2, Pablo dice que Dios había encomendado a Pedro, a Juan y a Jacobo el ser apóstoles para los judíos, y que Dios le había designado a él como apóstol para los gentiles (v. 7-9). En este mismo capítulo hay un claro indicio del problema que existía entre estos colaboradores, pues Pablo declara que resistió a Pedro cara a cara (v. 11). Además, Pablo habla en 1 Corintios del problema de que algunos decían que eran de Cefas y otros, que eran de Pablo. Este problema le causaba sufrimiento a Pablo.

  Además, si Pablo hubiera recibido una visión que le indicara que debía volver a Jerusalén para fortalecer a Pedro y Jacobo y establecer iglesias en Judea entre los judíos, el pueblo escogido de Dios, le habría resultado muy fácil hacerlo. Pero debemos considerar lo que significó para Pablo el recibir la comisión de ir al mundo gentil y establecer iglesias gentiles. A Pedro le era difícil incluso visitar una casa gentil en territorio judío; y le resultaba difícil salir tan sólo un poco de la atmósfera judía. Pero he aquí otra persona, un judío típico, a quien se le había encomendado ir al mundo gentil a establecer iglesias gentiles. Por todo ello, no debiéramos pensar que haya sido fácil para Pablo cumplir con la comisión que le había sido encomendada.

  Finalmente, al venir los judaizantes a Antioquía —fuente de las iglesias gentiles—, ellos suscitaron conflictos entre las iglesias de los gentiles. El conflicto suscitado en Antioquía obligó a Pablo a ir a Jerusalén; no tenía opción. Por lo que se relata en Hechos 15 sobre la conferencia celebrada en Jerusalén, podemos comprobar cuánto había aprendido Pablo. No creo que la decisión que allí se tomó bajo el liderazgo de Jacobo satisficiera completamente a Pablo (vs. 19-21, 28-29). Él no pudo haber estado completamente satisfecho con tal decisión; no obstante, la toleró. De otra manera, hubiera tenido que declarar firmemente a los hermanos en Jerusalén que tenían que tomar la determinación de olvidarse definitivamente de la ley y no volver ni siquiera a mencionarla. Sin embargo, el mismo Pablo que se enfrentó a Pedro con respecto al asunto de la ley (Gá. 2:11-16), toleró la decisión que se tomó en la conferencia en Jerusalén. Ahora podemos ver que era obvio que existían problemas entre las iglesias gentiles establecidas por Pablo y las iglesias judías establecidas por Pedro. Y esos problemas no eran insignificantes. Por consiguiente, Pablo se vio obligado a tolerar una decisión tan neutral y “gris”. Tal decisión, lejos de reflejar una decisión firme y definida, muestra más bien que se hicieron ciertas concesiones.

Atrapado en la vieja red

  La decisión a la que se llegó en Hechos 15, en la que se hicieron ciertas concesiones, tuvo como resultado lo que se relata en Hechos 21. Con ocasión de la última visita de Pablo a Jerusalén, vemos asomarse “la cola del zorro”. Jacobo tomó la iniciativa de decirle a Pablo que viera los millares de creyentes judíos, y que todos ellos eran celosos por la ley (v. 20). Ellos inclusive estaban practicando el voto nazareo del Antiguo Testamento. En ese preciso momento, cuatro de ellos estaban por ofrecer dicho voto, pero eran tan pobres que no podían pagar el precio por los sacrificios u ofrendas. Así que, Jacobo aconsejó a Pablo que pagara por ellos a fin de que participara de aquel voto. De este modo, Pablo fue atrapado en la vieja red, la misma red que él había hecho pedazos en los libros de Romanos y Gálatas; en tales escritos Pablo verdaderamente había hecho pedazos esa vieja red, la red del judaísmo. No obstante, aquella red aún existía en Jerusalén, y cuando él fue allí, parece haber sido atrapado en tal red.

  En aquella situación Pablo actuó con suma gentileza, deferencia y tolerancia. Tal vez haya pensado: “Es cierto que escribí las epístolas a los Romanos y a los Gálatas, pero además escribí la Primera Epístola a los Corintios, donde en el capítulo 9 dije: ‘Me he hecho a los judíos como judío’ (v. 20). Llegó la hora en que debo hacerme judío”. En cualquier caso, él toleró la situación a la que tuvo que enfrentarse en Hechos 21 y participó en aquel voto propio del Antiguo Testamento. Esto era algo muy serio, ya que podría dañar enormemente la economía neotestamentaria de Dios. Por eso, el último día del voto, el Señor intervino. Era como si el Señor hubiera dicho que tal vez Pablo podía tolerar tal situación, pero que Él jamás podría tolerarla. En consecuencia, el Señor puso fin a aquella situación, el voto no fue completado y Pablo fue arrestado. Fue así como se le puso fin a aquella parte del ministerio de Pablo.

En prisión y bajo un cielo despejado

  Podríamos decir que desde aquel tiempo en adelante, Pablo ministraba de diferente manera, pero al menos debemos admitir que se le puso fin a esta primera parte de su ministerio por causa del error que cometió. Por consiguiente, el Señor lo guardó en prisión, lejos de cualquier tipo de obstáculo, atracción, distracción e influencia. Al estar en prisión, él fue aislado de todo y disfrutaba de un cielo despejado.

  Fue bajo ese cielo despejado, en prisión, que Pablo escribió las epístolas de Efesios, Filipenses y Colosenses. Después de ese primer encarcelamiento, él escribió 1 Timoteo y Hebreos, y durante su segundo encarcelamiento, escribió 2 Timoteo. La mayoría de los maestros de la Biblia reconocen que estos libros son muy elevados y profundos, y que tocan el corazón mismo de la economía neotestamentaria de Dios. ¿Cómo pudo escribir Pablo de tal manera? Pudo hacerlo porque estaba bajo un cielo despejado y poseía una visión clara, lo cual le permitía ver la economía de Dios. Si aquel voto de Hechos 21 se hubiera consumado y Pablo hubiera tenido la libertad de seguir viajando, su ministerio se habría convertido en una mixtura. Si ése hubiera sido el caso, toda la historia del libro de Hechos habría cambiado.

  El significado que encierra Hechos 21 debe causar en nosotros una profunda impresión: incluso un apóstol tan firme como Pablo, con una visión tan clara de la economía de Dios, no fue lo suficientemente fuerte para enfrentar el problema que se suscitó en Jerusalén, ni fue tan preciso al actuar ante ese tipo de situación. Si Pablo hubiera sido más fuerte y más preciso al enfrentarse al problema suscitado en Jerusalén, le hubiese dicho a Jacobo que no concordaba en absoluto con participar en aquel voto que era propio del Antiguo Testamento. Antes bien, hubiera instado a Jacobo que cancelara tal voto, que impidiera que aquellos cuatro hermanos hicieran tales cosas y que se olvidara del templo. Podía haber dicho: “Hermano Jacobo, lo siento, pero de ninguna manera puedo hacer lo que me pides. ¿Por qué habrías de volver a ofrecer ganado como sacrificios? ¿Acaso no sabes que tales sacrificios pertenecen a la vieja dispensación, y que eso ya fue cumplido por el Señor Jesús? Cuando Él vino, se ofreció a Sí mismo una vez y para siempre, reemplazando todas las ofrendas. ¿Por qué habríamos de dar marcha atrás y ofrecer de nuevo las ofrendas de la vieja dispensación? Hacer tal cosa es un insulto para el Señor Jesús, el cual está en los cielos. Si ustedes, los hermanos que están en Jerusalén y en Judea, regresan a la religión judía, será su decisión, pero por favor no intenten convencerme de que yo también participe en ello. Lo siento hermano, pero jamás regresaré a esa vieja manera de proceder”. Si Pablo hubiera hecho esto, no creo que habría sido encarcelado, lo cual le habría permitido hacer otro viaje como parte de su ministerio, tal vez a España, como lo había planeado antes (Ro. 15:28). Los viajes de su ministerio terminaron por causa de su error. El Señor permitió que fuera encarcelado a fin de aclarar el cielo nublado.

  No muchos años después, Dios envió un ejército bajo las órdenes del emperador Tito para destruir toda Jerusalén a fin de poner fin a semejante situación. Es como si Dios dijese que debían olvidarse de Jerusalén y de los millares de creyentes celosos por la ley. El Señor intervino para esclarecer la situación que se había visto enturbiada debido a la mixtura de las cosas viejas del judaísmo con la economía neotestamentaria de Dios. Esto es parte de la historia, y nadie puede negar los hechos de la historia.

  Lo que quedó después que Jerusalén fue destruida fueron las epístolas más profundas del apóstol Pablo, las cuales él escribió bajo un cielo despejado. Los nubarrones de mixtura se habían alejado, y el apóstol, que fue disciplinado debido a que era demasiado tolerante, llegó a estar muy claro con respecto a la economía de Dios. Ello hizo que él pudiese escribir sus epístolas más profundas, las cuales han llegado a ser la más rica herencia que tenemos hoy en día.

  Debemos preguntarnos qué habría sucedido si Pablo hubiera mantenido su actitud tolerante y completado el voto nazareo. Supongamos que ése fuera el caso y que Pablo hubiese partido de Jerusalén luego del séptimo día del voto, siendo enviado con los mejores deseos de los hermanos judíos para que tuviese buen viaje y continuara su camino. Supongamos que Jerusalén no hubiera sido destruida, sino que permaneciese hasta el día de hoy con la iglesia llena de la mixtura del judaísmo como en aquel entonces; y supongamos que las epístolas de Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Timoteo y Hebreos jamás hubieran sido escritas. Debemos reflexionar seriamente sobre cuál sería la situación hoy si las cosas hubieran ocurrido de esa manera.

  El cristianismo de hoy se halla en una situación completamente turbia, a pesar del severo trato de Dios en el año 70 d. C. para con la iglesia llena de mixtura a fin de depurarla. Si no se hubiera llevado a cabo dicha purificación que Dios ejecutó, al encarcelar a Pablo, destruir Jerusalén y utilizar a Pablo para escribir epístolas tan profundas como las anteriormente mencionadas —incluyendo Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Timoteo y Hebreos—, hoy en día aún permaneceríamos todos inmersos en una atmósfera turbia, bajo turbios nubarrones. Cuánto agradecemos al Señor de que estos tres asuntos sean hoy parte de la historia, y que nosotros los hayamos heredado como una rica porción. Puesto que tenemos un legado tan rico como nuestra porción, jamás debiéramos volver a tolerar una situación turbia en la que estemos bajo un cielo nublado por causa de la mixtura judaica.

EL ÚNICO MINISTERIO DEL NUEVO TESTAMENTO

  El propósito del ministerio neotestamentario no incluye llevar a cabo nada que no sea la encarnación del Dios Triuno, Su vivir humano, Su muerte aniquiladora y todo-inclusiva, Su resurrección que hace germinar y Su ascensión que exalta, a fin de reemplazar al pueblo de Dios con tal persona, llegando a producir los miembros de Cristo para formar el Cuerpo, que es la expresión del Dios Triuno. En esto consiste el ministerio neotestamentario. Este ministerio no tiene nada que ver con teología, filosofía, moral, ética, cultura ni religión alguna. Se relaciona únicamente con esta persona maravillosa, con Su vida y con Su ministerio, lo cual produce a los creyentes, los miembros que conforman el Cuerpo de Cristo. Esta verdad debe causar una profunda impresión en todos nosotros.

  Ninguno de nosotros debe hablar cosa alguna buscando satisfacer la curiosidad de las personas o tratando de demostrar que sabemos algo más o algo nuevo. Los gnósticos enseñaban cosas raras. Los judaizantes predicaban cosas diferentes a las que los apóstoles predicaban. A lo largo de veinte siglos se ha dado una enseñanza tras otra, cada una diferente de las demás.

  Algunos quizás digan que no les gusta seguir la predicación de Pablo y que prefieren predicar algo nuevo y diferente. En realidad, la predicación de estas personas no contiene nada nuevo; simplemente es diferente. Algunos piensan que es una vergüenza predicar, enseñar, hablar o escribir las mismas cosas que otros. Ellos buscan una gloria especial para sí mismos, por eso hablan y enseñan cosas diferentes tratando de demostrar que saben algo que los demás ignoran. Tales actitudes son realmente vergonzosas.

  Además, queridos santos, debemos ver que ellos quizás usen tales cosas como pretexto para decir que defienden la verdad, que contienden por la fe o que buscan lo que falta por recobrar de la verdad bíblica. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que el resultado de ese tipo de enseñanza siempre ha sido la división. Toda denominación, toda división y todo grupo libre tiene su fundamento en cierta “verdad” que difiere del ministerio neotestamentario. Ser un presbiteriano significa tomar la verdad del presbiterio como base para edificar la denominación presbiteriana. El hecho de bautizar a la gente por inmersión ha sido la base para formar la denominación bautista. Pero debemos ver que dichas enseñanzas no son los elementos básicos y centrales del ministerio del Nuevo Testamento.

  Es imprescindible que todos estemos claros con respecto a lo que verdaderamente es el ministerio neotestamentario. El ministerio de Juan el Bautista sirvió para dar inicio al ministerio de Cristo, y el ministerio de Pedro simplemente le dio continuación al ministerio de Cristo. El ministerio de Pablo también dio continuación a aquel ministerio y lo desarrolló aún más, llevándolo a la meta de edificar el Cuerpo de Cristo. En esto consiste el ministerio neotestamentario.

  No obstante, si observamos la situación de hoy, nos daremos cuenta de que hay muchos ministerios diferentes, aparte de este único ministerio neotestamentario. Si pudiéramos quitar todos los ministerios diferentes y dejar sólo el ministerio único del Nuevo Testamento, todas las denominaciones, todos los grupos libres y todas las divisiones, desaparecerían. Entonces no habría ninguna división ni confusión.

  Todos debemos aprender esta lección sobria y estar alerta para no desviarnos del ministerio neotestamentario. Pues si hacemos algo nuevo, algo diferente, algo ajeno a este ministerio único, estaremos fuera en cuanto lo que es el recobro del Señor. En realidad, el recobro del Señor consiste en traernos de regreso al ministerio único del Nuevo Testamento.

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