
En este capítulo continuaremos nuestra comunión acerca de la consumación de todos los asuntos contenidos en la Biblia que se relacionan con Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, tal como aparecen en el libro de Apocalipsis. El capítulo anterior finalizó con el altar de bronce, que es el altar de las ofrendas, y con el altar de oro, que es el altar del incienso, los cuales se mencionan en Apocalipsis 8. Ahora debemos ver el templo de Dios que está en el cielo (11:19) y el tabernáculo celestial (15:5).
Los cielos le fueron abiertos a Juan, y él vio el templo de Dios que está en el cielo. En este templo se encontraba el arca del pacto. Debemos decir que hay un templo en el cielo, pues Juan lo vio, y en dicho templo se encontraba el arca del testimonio. En Hebreos 9 Pablo nos habla también de un tabernáculo celestial (vs. 11, 24). Debemos preguntarnos entonces si realmente había un tabernáculo y un templo en los cielos al mismo tiempo, ya que en el Antiguo Testamento éstos no existían simultáneamente. El tabernáculo existió como precursor del templo, y el templo se erigió para dar cumplimiento a la figura del tabernáculo y reemplazarlo. Por ende, el tabernáculo llegó a ser el templo. Entonces, ¿por qué la Biblia muestra que en los cielos existen al mismo tiempo un tabernáculo y un templo?
Debemos saber que el antiguo pacto fue establecido mediante la sangre rociada de la expiación. Esta sangre fue rociada en el tabernáculo, no en el templo. Hebreos 9 nos muestra que esto era una figura (vs. 18-23). El tabernáculo terrenal era un tipo del tabernáculo celestial, y dicho tabernáculo fue rociado con la sangre de los sacrificios de animales a fin de que se estableciera el antiguo pacto. Luego, en Hebreos 9 vemos que el Señor Jesús, a fin de establecer el nuevo pacto, usó Su propia sangre para rociar el tabernáculo celestial, que es el verdadero tabernáculo en los cielos. Sin embargo, en Apocalipsis 11 no vemos un tabernáculo en los cielos, sino un templo, debido a que en Apocalipsis no se trata de establecer un pacto sino de que el gobierno de Dios sea ejercido. Por tanto, en realidad estos dos no existen simultáneamente. El tabernáculo existió para establecer el pacto, pero en Apocalipsis 11 vemos una etapa más avanzada: el templo mediante el cual el gobierno de Dios es ejercido. En Éxodo el tabernáculo existió para que se estableciera el antiguo pacto, pero en 1 Reyes 8 llegó a ser el templo, porque en ese tiempo había un rey que ejercía el gobierno de Dios. En el Nuevo Testamento, en Hebreos 9, vemos el tabernáculo mediante el cual se promulgó el nuevo pacto. Luego, en Apocalipsis, vemos el templo mediante el cual Dios establece Su reino.
Ahora debemos ver cuidadosamente lo que dice Hebreos 9:24: “Porque no entró Cristo en un lugar santo hecho por manos de hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo”. He aquí un versículo que afirma claramente que el tabernáculo es el cielo mismo. Esto no significa que haya un tabernáculo en los cielos, sino que el cielo mismo es el tabernáculo. El pronombre reflexivo mismo fue insertado aquí para enfatizar el pensamiento de que el tabernáculo celestial es el cielo mismo.
Hebreos 9:1 dice: “Ahora bien, el primer pacto tenía también ordenanzas de servicio sagrado y un santuario terrenal”. En este versículo, el santuario se refiere a todo el tabernáculo (Éx. 25:8-9). Luego, Hebreos 9:11 dice: “Pero habiéndose presentado Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes que ya han venido, por el mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”. “Esta creación” se refiere a la tierra, que es una parte de la creación. Para nosotros, “esta creación” es la tierra, y otra parte de la creación serían los cielos. Todos estos versículos muestran que el tabernáculo celestial es el cielo mismo.
Los traductores de la versión china de la Biblia tradujeron la frase “cielo mismo”, en Hebreos 9:24, como mansión celestial. También tradujeron el término “cielo”, en 1 Pedro 3:22, como mansión celestial. En realidad, ésta es una traducción bajo la influencia del budismo, porque el término chino mansión celestial es utilizado por el budismo para denotar un lugar feliz. En realidad, en estos versículos la versión china de la Biblia, al utilizar un término budista, ha introducido el pensamiento budista en dicha versión de la Biblia. El texto griego de la Biblia, en Hebreos 9:24, utiliza claramente dos palabras: “cielo mismo”. Nuevamente debemos ver que el tabernáculo celestial no es algo que está en los cielos —a diferencia del tabernáculo terrenal, el cual estaba en la tierra—, sino que es el cielo mismo. Tal tipo de traducción errónea, basada en un pensamiento budista, induce a las personas al error.
Ahora debemos leer Apocalipsis 11:19, que dice: “Y fue abierto el templo de Dios que está en el cielo, y el arca de Su pacto se veía en Su templo”. A diferencia de lo anterior, este versículo muestra claramente que el templo de Dios está en los cielos. Sin duda, éste es el lugar donde Dios habita en los cielos. En este versículo la palabra griega equivalente a templo es naos, o sea, la parte interior del templo. Por una parte, en un sentido negativo, el trono con el arco iris en 4:2-3 es el centro desde el cual se ejecutan todos los juicios sobre la tierra en los capítulos 6 al 11; por otra, en un sentido positivo, el templo con el arca es el centro de todos los logros de Dios en el universo, los cuales se llevan a cabo en los capítulos 12 al 22. Antes del capítulo 11, el trono es el centro de la administración de Dios. Pero a partir del capítulo 12, el centro gubernamental de Dios ya no es el trono, sino el templo con el testimonio, que es el arca. El tema tratado en Apocalipsis 11:19 tiene su continuación en Apocalipsis 15:5, donde dice: “Después de todas estas cosas miré, y fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”. En este versículo vemos el templo del tabernáculo; por tanto, el tabernáculo es los cielos mismos y el templo es el santuario interno. Este santuario interno es el Lugar Santísimo, en donde se encuentra el arca.
En Apocalipsis 21:10 también vemos que la Nueva Jerusalén, considerada por algunos como una mansión celestial, desciende del cielo. El templo descrito en Apocalipsis 11:19 y 15:5, ¿es realmente una mansión celestial? Muchos cristianos dirían que este templo es la mansión celestial, la morada de Dios, la cual desciende del cielo en Apocalipsis 21:10. Sin embargo, Juan dijo que en la Nueva Jerusalén no vio templo alguno, porque el templo era Dios y el Cordero (v. 22). Debemos tener presente que en la Biblia, la Nueva Jerusalén es la máxima consumación del tabernáculo y del templo. Además, la Nueva Jerusalén también es llamada “el tabernáculo de Dios” en Apocalipsis 21:3.
En primer lugar, en Hebreos 9:24 vimos que el tabernáculo celestial es el cielo mismo. Luego, en Apocalipsis 11:19 y 15:5 vimos que en este tabernáculo, el cual es el cielo mismo, se encuentra el templo de Dios, el Lugar Santísimo, dentro del cual se halla el arca. Además, Apocalipsis afirma que la Nueva Jerusalén, el tabernáculo de Dios, desciende del cielo. ¿Significa esto que el cielo entero desciende? Ya que el tabernáculo de Dios desciende del cielo, no puede descender todo el cielo. También vimos en el Nuevo Testamento que el tabernáculo sirvió primero para que fuese establecido el nuevo pacto, y después vimos que el templo reemplaza al tabernáculo a fin de que la administración de Dios sea ejercida. No obstante, en Apocalipsis 21, el tabernáculo como la Nueva Jerusalén no tiene un templo, porque Dios y el Cordero son el templo.
Lo que anhelo poder darles a entender al presentarles todas estas complicaciones es una sola cosa: que la Nueva Jerusalén es un asunto particular, el cual no tiene nada que ver con el tabernáculo y el templo terrenales del Antiguo Testamento. La Nueva Jerusalén no es el tabernáculo ni el templo en esta tierra, ni tampoco es el tabernáculo y el templo en los cielos mencionados en Apocalipsis 11:19 y 15:5. Al interpretar estos pasajes de Apocalipsis, muchos dirán que hacen referencia a un templo en los cielos que finalmente descenderá para ser la Nueva Jerusalén. Por tanto, según esta interpretación, la Nueva Jerusalén sería un lugar físico en el cual Dios mora, tal como lo es el templo en los cielos. No obstante, las complicaciones mencionadas anteriormente indican que la Nueva Jerusalén no es un tabernáculo celestial ni un templo en los cielos. Algunos podrían preguntar: “Una vez que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, ¿en dónde quedará el tabernáculo celestial?”. Mi respuesta es que el tabernáculo celestial es el cielo mismo. Cuando la Nueva Jerusalén, que es el tabernáculo eterno de Dios, descienda del cielo, el cielo quedará exactamente donde está.
Otros podrían preguntar: “Una vez que la Nueva Jerusalén descienda, ¿dónde quedará el templo que está en los cielos?”. Mi respuesta a esto es que no lo sé. Sabemos por la historia que el templo del Antiguo Testamento fue destruido, pero la Biblia no dice a dónde irá el templo que está en los cielos. La Nueva Jerusalén no puede ser el templo que está en los cielos, el cual es mencionado en Apocalipsis 11:19 y 15:5, porque en la Nueva Jerusalén Juan no vio templo alguno (21:22). Conforme al concepto de algunos, la Nueva Jerusalén es un templo, y Dios y el Cordero son otro templo; así, habría dos templos: uno dentro del otro. Pero en realidad, Dios y el Cordero son el templo, y este templo es la Nueva Jerusalén. Éste no es el templo en los cielos, mencionado en los capítulos 11 y 15, sino un templo nuevo, un templo muy particular. El templo en los cielos ciertamente no era Dios mismo, pero este templo ciertamente es Dios y el Cordero.
Esto nos muestra que la Nueva Jerusalén no equivale al tabernáculo ni al templo del Antiguo Testamento, los cuales estaban sobre la tierra. La Nueva Jerusalén no es tampoco el tabernáculo celestial (15:5) ni el templo que está en los cielos (11:19; 15:5). Por consiguiente, podemos resumir de la siguiente manera las dos razones que tenemos para afirmar esto:
1) En Hebreos 9:24 tenemos un tabernáculo celestial, pero este versículo dice claramente que este tabernáculo celestial es el cielo mismo. En Apocalipsis, la Nueva Jerusalén es llamada el tabernáculo de Dios; sin embargo, éste no es el tabernáculo celestial, porque el tabernáculo celestial es el cielo mismo, pero la Nueva Jerusalén desciende del cielo.
2) En Apocalipsis 11:19 y 15:5 hay un templo en el cielo. Después, cuando aparece la Nueva Jerusalén, Juan afirma no ver en ella templo alguno, porque ahora el templo es Dios y el Cordero. Esto indica que este templo, la Nueva Jerusalén, no es aquel templo en el cielo. Juan dijo que el templo que vio no era una estructura física ni tampoco un lugar geográfico, sino una persona. Este templo es una persona, a saber, Dios y el Cordero, pero el templo en el cielo ciertamente tiene que ser un lugar determinado.
Esto es una prueba contundente de que la Nueva Jerusalén es algo totalmente aparte del tabernáculo y del templo, ya sea terrenal o celestial. El templo en el cielo, mencionado en 11:19 y 15:5, no se encuentra en la santa ciudad. En esta ciudad se halla el templo nuevo, es decir, Dios y el Cordero. La Nueva Jerusalén, como tabernáculo de Dios, es el propio Dios y el Cordero como el templo. Éste es un tabernáculo y un templo particular.
La Nueva Jerusalén es la máxima consumación del tabernáculo y del templo en la Biblia. Hemos visto que la Nueva Jerusalén como tabernáculo de Dios, es Dios y el Cordero como el templo. La Nueva Jerusalén no es algo físico, sino que es una persona. Incluso en el Nuevo Testamento, el Señor Jesús, como tabernáculo (Jn. 1:14), no es algo físico sino una persona. Del mismo modo, el templo en el Nuevo Testamento es primeramente el propio Señor Jesús (2:19-21), y luego es la iglesia (1 Co. 3:16-17). El Señor Jesús y la iglesia no son asuntos físicos, sino personas. El templo en el cielo ciertamente no es algo que se refiere a personas, pero la Nueva Jerusalén como templo será el propio Dios y el Cordero, lo cual es algo que se refiere a una persona. Esto significa que la Nueva Jerusalén no es la consumación del tabernáculo y del templo del Antiguo Testamento, sino la consumación del tabernáculo y del templo del Nuevo Testamento, los cuales son Cristo y la iglesia. Esta Nueva Jerusalén no es ni el tabernáculo celestial, que es el cielo mismo, ni tampoco el templo en el cielo, el cual es un lugar determinado.
Debemos saber que hay tres distintos tabernáculos con su templo: 1) El primero aparece en el Antiguo Testamento. Allí, el tabernáculo y el templo eran físicos y constituían tipos. 2) El segundo es el tabernáculo y el templo del Nuevo Testamento; éste no era físico sino que se refería a una persona, a saber: Cristo y la iglesia. 3) El tercero es el tabernáculo celestial y el templo en el cielo. Finalmente, la Nueva Jerusalén es la máxima consumación del tabernáculo y del templo; no es la consumación del tabernáculo y del templo terrenales del Antiguo Testamento, ni del tabernáculo y templo celestiales mencionados en el Nuevo Testamento. Más bien, la Nueva Jerusalén es la máxima consumación de Cristo como el tabernáculo y de la iglesia como el templo, según se presentan en el Nuevo Testamento. Esta Nueva Jerusalén es la máxima consumación, el pleno desarrollo, del tabernáculo que era Cristo, y del templo que era Cristo y la iglesia. En conclusión, la Nueva Jerusalén es la máxima y plena consumación de Cristo y la iglesia como morada eterna de Dios y como nuestra propia morada eterna.
En el universo, antes de Moisés, Dios ya tenía una morada en los cielos, y los cielos, según Hebreos 9:24, eran el tabernáculo de Dios. El tabernáculo era el cielo mismo y es en aquel tabernáculo celestial que Dios tenía un lugar donde podía permanecer. Este lugar era el templo, como el Lugar Santísimo del tabernáculo celestial. Éste era el tabernáculo con el templo como el Lugar Santísimo que contenía el arca. Cuando Dios le ordenó a Moisés que construyera el tabernáculo, le dijo que lo hiciese conforme al modelo celestial de Dios (He. 8:5). Por tanto, el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que edificó Salomón en el Antiguo Testamento eran conforme al tabernáculo celestial y al templo en el cielo. El modelo de éstos estaba en los cielos y era real, y en la tierra fue erigida una réplica conforme al modelo verdadero. El tabernáculo y el templo del Antiguo Testamento eran una réplica terrenal del tabernáculo celestial y del templo en el cielo. Esta réplica era una sombra de Cristo y la iglesia como el tabernáculo de Dios y el templo de Dios en el Nuevo Testamento, y estaba en la tierra. El tabernáculo y el templo neotestamentarios, es decir, Cristo y la iglesia, tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén. Por tanto, la Nueva Jerusalén no es el tabernáculo y el templo en los cielos, ni el tabernáculo y el templo terrenales del Antiguo Testamento, sino la continuación y consumación del tabernáculo y el templo que equivalen a Cristo y la iglesia en el Nuevo Testamento.
Debemos estudiar la Biblia de esta manera a fin de ser purificados de toda levadura y hacer que se disipen las nubes para poder ver la economía neotestamentaria de Dios y el ministerio neotestamentario. Éste es el ministerio que ministra al Dios Triuno para producir la iglesia, la cual tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. Debemos darnos cuenta de que los conceptos relacionados con esta máxima consumación han sido leudados y alterados en todo aspecto con relación a su esencia y elemento intrínsecos. No es poca cosa contrarrestar esta levadura; éste es uno de los aspectos más importantes de la levadura que la mujer tomó e introdujo en la harina fina de la Palabra, la Biblia (Mt. 13:33). Debemos hacer todo lo posible, dependiendo de la misericordia del Señor, para ser purificados totalmente de esta levadura.
Ahora estamos en condición de comprender cabalmente que tanto la casa mencionada en Juan 14 como la ciudad descrita en Apocalipsis 21 son la máxima consumación de Cristo y la iglesia. La verdad concerniente a la casa en Juan 14 y a la ciudad en Apocalipsis 21 ha sido completamente leudada, y es esta levadura la que ha imperado en las enseñanzas cristianas en los últimos siglos; por lo cual, tales enseñanzas han hecho que muchos sufran pérdida, se desvíen, sean distraídos, se frustren y sean detenidos en su progreso. Ahora nosotros ministramos la auténtica verdad de la economía de Dios. Tenemos que purgar toda levadura, y ésta es una gran batalla. Todos los aspectos de esta verdad deben ser presentados de una manera pura al público cristiano en general. Si la casa de Juan 14 y la ciudad de Apocalipsis 21 fueran entidades físicas, no guardarían relación alguna con el Dios Triuno que se forja de continuo en nuestro ser. Tal interpretación errónea simplemente no concuerda con la revelación neotestamentaria.
La revelación neotestamentaria nos muestra al Dios Triuno y los procesos por los cuales Él pasó para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante que se forja en nosotros a fin de llegar a ser nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro todo. La impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido y redimido tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es la morada mutua de Dios y Sus redimidos. Ésta es la línea básica de la revelación neotestamentaria conforme a la economía completa de Dios. Interpretar la casa mencionada en el Evangelio de Juan y la ciudad descrita en Apocalipsis como entidades físicas implicaría que ellas no guardan relación alguna con la línea básica de la revelación neotestamentaria. Con el tiempo, esta interpretación roba las riquezas de la revelación divina y anula todos los principios de la interpretación bíblica, y así lo perdemos todo. Perdemos el corazón y el pulso del ministerio neotestamentario. La casa mencionada en el Evangelio de Juan y la ciudad en Apocalipsis deben ser colocadas en su debida posición en la economía neotestamentaria de Dios. Ambas son un cuadro del Dios Triuno que se forja en nuestro ser a fin de ser la casa y la ciudad. En la casa y en la ciudad, la Trinidad Divina es descrita plenamente.
El pasaje comprendido entre los capítulos 14 y 17 del Evangelio de Juan constituyen una sección crucial del Nuevo Testamento, en la cual se nos dan los detalles relacionados con la impartición del Dios Triuno, en Su Trinidad Divina, en todo nuestro ser. La máxima consumación de la impartición del Dios Triuno en nuestro ser es esta ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Esto no es simplemente una interpretación más de la Biblia. Lo antes mencionado es fundamental y reviste crucial importancia. El Dios Triuno se imparte en nosotros para producir la casa y la ciudad. La casa es el resultado de la impartición del Dios Triuno, y la ciudad es la consumación de este resultado.