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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 06: Los puntos cruciales de la verdad contenida en las Epístolas de Pablo»
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CAPÍTULO DOS

LOS PUNTOS CRUCIALES DE LA VERDAD EN ROMANOS

LA DESIGNACIÓN DE JESUCRISTO COMO HIJO DE DIOS

  Romanos 1:3 y 4 dice que el evangelio de Dios es “acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la carne, que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor”. En primer lugar, el evangelio de Dios concierne a una Persona, y esta Persona es Jesucristo. En segundo lugar, esta Persona posee dos esencias o dos naturalezas: la naturaleza humana y la naturaleza divina. De acuerdo con Su naturaleza y esencia humana, Cristo procede del linaje de David. En tercer lugar, Él fue designado Hijo de Dios. Esta designación consiste en hacer que sea “hijificada” la humanidad de Jesús con Su divinidad.

  Cristo es tanto el Hijo del Hombre como el Hijo de Dios. Como Hijo del Hombre, Él es humano, posee humanidad, y como Hijo de Dios, Él es divino, posee divinidad. El hombre Jesús fue designado Hijo de Dios en Su humanidad. La expresión Hijo de Dios, en el versículo 4, no se refiere a Cristo como el Hijo unigénito de Dios desde la eternidad, sino que se refiere a Él como el Hijo primogénito de Dios, al cual también se hace referencia en Romanos 8:29. El Hijo primogénito de Dios fue designado como tal; Su humanidad fue designada al ser introducida en la filiación en virtud del elemento divino. El hombre Jesús fue “hijificado” con la naturaleza divina a fin de ser el Hijo de Dios. Ahora, Él no solamente es el Hijo unigénito de Dios, sino también el Hijo primogénito de Dios. En el Hijo unigénito de Dios no había el elemento humano, sino solamente el elemento divino. En el Hijo primogénito de Dios no solamente hay humanidad, sino también divinidad. La humanidad del Hijo primogénito de Dios ha sido designada; un hombre ha sido designado Hijo de Dios. Su humanidad ha sido hijificada con Su divinidad a fin de hacer de Él el Hijo primogénito de Dios.

  El principal objetivo del evangelio de Dios es producir muchos hijos que se conformen a la imagen del Hijo de Dios (8:29). Su Hijo primogénito es un modelo, un prototipo, a cuya semejanza se producirán muchos hijos. Romanos 1:3-4 describe este modelo, mientras que Romanos 8 revela la reproducción masiva de dicho modelo. El mensaje principal contenido en el libro de Romanos es que personas pecadoras y carnales son hechas hijos de Dios y son conformadas a la imagen del Hijo de Dios. De este modo, Cristo llega a ser el Primogénito entre muchos hermanos. A fin de captar plenamente este punto crucial, es necesario que ustedes dediquen mucho tiempo a estudiarlo, valiéndose para ello del Estudio-vida de Romanos.

  Tenemos que decirles a las personas que el evangelio trata sobre una persona poseedora de dos naturalezas: la naturaleza humana y la naturaleza divina. Su humanidad ha sido hijificada con divinidad a fin de que Él fuese hecho el Hijo primogénito de Dios. Ahora es posible hacer que nosotros, los creyentes, seamos conformados a la imagen de Él y seamos Sus hermanos. Toda persona educada e inteligente admirará una verdad así. En ellos se despertará el aprecio por tal “lógica”. Ellos declararán que quienes pertenecen a las iglesias locales son los mejores filósofos, los “Platones” de hoy. Las enseñanzas de Confucio no se pueden comparar con estas verdades de mayor profundidad.

LA JUSTICIA DE DIOS REVELADA EN EL EVANGELIO

  Romanos 1:16 y 17 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: ‘Mas el justo por la fe tendrá vida y vivirá’”. La justicia de Dios nos es revelada en el evangelio de Dios. Éste es un punto crucial que requiere mucha enseñanza. ¿Por qué el evangelio de Dios es tan poderoso? Es poderoso porque la justicia de Dios se revela en él. Si la justicia del hombre fuese revelada en el evangelio, el evangelio sería débil, pero el poder del evangelio es la justicia de Dios mismo. No hay poder en la ley debido a que la ley solamente posee la justicia del hombre, pero lo que se revela en el evangelio es la justicia de Dios.

  La justicia de Dios en el libro de Romanos es Cristo mismo. Cristo como la justicia de Dios es dado a nosotros, de modo que el poder del evangelio de Dios es Cristo como justicia de Dios. Esta justicia nos es revelada en el evangelio. Cuando predicamos el evangelio, tenemos que predicar la justicia de Dios que nos ha sido dada, es decir, a Cristo mismo.

  La justicia de Dios es revelada en el evangelio “por fe y para fe”. Por fe indica que la fe es la fuente de la revelación de la justicia de Dios; para fe indica que la fe es el recipiente y aquello que conserva la justicia de Dios. Romanos 1:17 procede a decirnos que el justo vivirá por la fe. Aquí, el verbo vivir indica que nosotros primero recibimos la vida, y después, en virtud de esa vida, vivimos. Este punto crucial requiere de mucho estudio y labor de nuestra parte. No necesitan acudir a otros libros para estudiar este punto. Simplemente hagan uso del libro de Romanos con la ayuda de las notas de pie de página halladas en la Versión Recobro así como los mensajes correspondientes del Estudio-vida.

EL PODER Y LAS CARACTERÍSTICAS DE DIOS MANIFESTADAS EN SU CREACIÓN

  En la historia de la humanidad no se nos revela la justicia de Dios, sino Su ira. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que reprimen la verdad con la injusticia; porque lo que de Dios se conoce es manifiesto en ellos, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, Su eterno poder y características divinas, se han visto con toda claridad desde la creación del mundo, siendo percibidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (1:18-20). El poder eterno de Dios y Su divinidad, es decir, las características divinas de Dios manifestadas en Su creación, constituye un punto de gran utilidad para predicar el evangelio. Las personas tal vez digan que ellas no conocen a Dios e, incluso, pregunten dónde está Dios. Al predicar el evangelio de Dios en Romanos, Pablo comienza con Dios mismo, no con el pecado. Hoy, nosotros también tenemos que hacer lo mismo. Tenemos que presentar a Dios a las personas. Pablo presentó a Dios de tal modo que pudo hacer notar el poder de Dios así como las características personales de Dios expresadas en Su creación. Así pues, la divinidad denota las características divinas de Dios.

  Todo aquel que observa el universo desde un punto de vista científico y objetivo puede darse cuenta de que el universo mismo manifiesta cierto poder extraordinario. Este poder es, en realidad, el poder eterno. Los hermanos que van a las universidades a predicar el evangelio tienen que estudiar mucho a fin de encontrar las evidencias de este eterno poder que son mostradas en la creación. Si no existiera tal poder eterno e ilimitado, jamás podría haber un universo así. Simplemente al observar el universo ustedes pueden ver el poder, el eterno poder, el poder ilimitado, de Dios.

  Al observar el universo también podemos percibir las características personales de este Ser divino. Todo atributo de Dios es una característica divina. La luz es uno de los muchos atributos de Dios. Este atributo o característica de Dios es expresado en la creación del universo efectuada por Dios. Por esto el universo entero no está en tinieblas, sino en la luz. En Génesis 1:3 Dios dijo: “Sea la luz”. Sería muy útil estudiar un poco de ciencia a fin de encontrar algo con respecto a la luz en Génesis 1 que nos ayude a predicar el evangelio. En Génesis 1 también se hace mención de las lumbreras del cuarto día, refiriéndose a la luz del sol, de la luna y de las estrellas. Jacobo se refiere a Dios como el “Padre de las luces” (1:17). Las luces a las que se hace referencia en este versículo son las lumbreras celestiales. El Padre es el Creador, la fuente, de estos cuerpos resplandecientes. Dios creó todas las lumbreras, tales como el sol, la luna y las estrellas; así que Él es el Padre, la fuente, de las lumbreras, las luces.

  La belleza es otra de las características o atributos de Dios. El universo es hermoso. Únicamente una persona hermosa podría crear y crearía algo hermoso. El universo también está lleno de vida. En la creación podemos ver tres clases de vida: la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Todas estas diferentes clases de vida denotan a Dios mismo, quien, Él mismo, es vida.

  El hecho de que nuestro Dios se manifestó en Su creación es una gran verdad, la cual tenemos que enseñar a los hijos del Señor. Él se manifestó en el aspecto de Su poder eterno e ilimitado, y también se manifestó en el aspecto de Sus características, características tales como la luz, la belleza y la vida. La luz, la belleza y la vida son unas cuantas de las muchas características o atributos de Dios que nos muestran cuán maravilloso es Él.

LA CONCIENCIA HUMANA QUE SIRVE DE LEY PARA LOS GENTILES

  Romanos 2:14-15 dice: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia junto con ella, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Ésta es la conciencia humana que sirve de ley para los gentiles. Dios le dio la ley a los judíos, la ley escrita, de modo que los judíos tenían que comportarse y actuar delante de Dios en conformidad con la ley escrita que les fue dada por Dios. Dios no les dio a los gentiles la ley escrita, pero es propio de la naturaleza de todo ser humano el tener una conciencia, y dicha conciencia desempeña la función que le corresponde a la ley. La función que desempeña la conciencia es exactamente la misma que cumple la ley. Los judíos que están bajo la ley han sido condenados por Dios, y los gentiles también han sido condenados delante de Dios de acuerdo con sus conciencias. La conciencia opera acusando o excusando al hombre. Cuando la conciencia lo acusa a uno, esto significa que uno está equivocado, y cuando lo excusa a uno, esto significa que uno está en lo correcto. Dentro de uno existe algo que es inherente a nuestra naturaleza, algo en la naturaleza de uno que lo condena, lo acusa, o lo justifica, lo excusa. Éste es un punto muy importante que debe ser estudiado por ustedes con la ayuda de los mensajes del Estudio-vida.

EL PROPICIATORIO CON MIRAS A LA JUSTIFICACIÓN EFECTUADA POR DIOS

  Romanos 3:23-26 dice: “Porque todos han pecado, y carecen de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios ha presentado como propiciatorio por medio de la fe en Su sangre, para la demostración de Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados, con la mira de demostrar Su justicia en este tiempo, a fin de que Él sea justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. El punto crucial en estos versículos es el propiciatorio con miras a la justificación efectuada por Dios. Muy pocos saben qué es el propiciatorio que permite que Dios justifique a Sus elegidos. El propiciatorio está tipificado por la tapa, la cubierta, del arca que estaba en el tabernáculo descrito en el Antiguo Testamento (Éx. 25:17, 21). El arca tiene una cubierta en su parte superior, y el día de la expiación la sangre era rociada sobre aquella cubierta. En la versión King James de la Biblia, en inglés, se usa la expresión mercy seat [asiento de misericordia] para describir esta cubierta, refiriéndose así al lugar donde Dios se reúne con los Suyos. Sobre este lugar o asiento había un querubín, el cual representa la gloria de Dios; debajo de esta cubierta, y dentro del arca, se encontraban las tablas de la ley, los Diez Mandamientos, los cuales cumplían la función de poner al descubierto así como condenar —en virtud de sus justas exigencias— el pecado de todo aquel que venía a ponerse en contacto con Dios (Éx. 25:16-22). Encima de esta cubierta estaba la gloria de Dios, y debajo de la cubierta estaba la ley de Dios. La gloria de Dios exige que el pueblo de Dios corresponda con la gloria de Dios, y la ley de Dios exige que los elegidos de Dios posean la justicia apropiada tanto delante de Dios como delante de los hombres. Puesto que no hay una sola persona que pueda satisfacer apropiadamente estas dos clases de exigencias o que pueda cumplir con las mismas, existe la necesidad de la redención efectuada por Cristo, la cual está simbolizada de manera cabal por la sangre que era rociada sobre la cubierta del arca (Lv. 16:12-16). Esta sangre satisface a Dios al responder a las exigencias que plantea Su gloria así como a lo que exige Su ley. Es mediante esta obra de redención que Dios puede justificar a los Suyos, tanto en tiempos del Antiguo Testamento como del Nuevo. Éste es el propiciatorio, la cubierta propiciatoria, cuya finalidad es que Dios justifique a Su pueblo elegido. Ustedes tienen que laborar en el estudio de este punto crucial y deben hacerlo con la ayuda de las notas de la Versión Recobro así como de los mensajes del Estudio-vida.

LA JUSTIFICACIÓN POR MEDIO DE LA FE EN AQUEL QUE DA VIDA A LOS MUERTOS Y LLAMA LAS COSAS QUE NO SON, COMO EXISTENTES

  Romanos 4:17 dice: “(Según está escrito: ‘Te he puesto por padre de muchas naciones’) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como existentes”. La justificación por la fe es el punto crucial en este capítulo, pero el elemento crucial no es la justificación por la fe. Somos justificados por la fe en el Dios que da vida a los muertos y llama las cosas que no son, como existentes. Es esta clase de fe la que hace que Dios nos justifique. Solemos entender la justificación por la fe en Jesucristo —quien murió y resucitó por nosotros— de una manera general. Pero en Romanos 4 podemos ver la justificación por la fe en Aquel que da vida a los muertos y llama las cosas que no son como existentes. Cuando creemos en el Señor Jesús, somos justificados por el Dios que da vida y que llama lo que no es como existente. Cuando Él nos justifica, Él nos da vida y llama aquello que no es como existente.

  En el mismo momento en que este Dios nos justifica, Él hace de nosotros una nueva creación. Esto es llamar lo que no es, como existente. En un momento dado, no había nada dentro nuestro que fuese la nueva creación. Pero cuando Dios nos justificó, en ese mismo momento Él llamó lo que no era, como existente. Ahora, en nuestro interior, hay una nueva creación. Al mismo tiempo, Él nos da la vida eterna, la vida divina. Si ustedes se esfuerzan por profundizar en este punto, serán introducidos en el pensamiento central de Romanos 4. En el pasado, únicamente vimos que al ser justificados por Dios, Él perdonó todos nuestros pecados y nos reconcilió consigo mismo. Como resultado de ello, ya no somos condenados sino que tenemos paz para con Dios. Pero jamás se nos había ocurrido que la justificación implicaba también que la nueva creación fuese llamada a existir por Dios mismo y que recibiésemos la vida divina. Cuando salgamos en equipos a predicar el evangelio en las universidades, tenemos que proclamar esta verdad maravillosa a los demás. Podríamos decir: “Hoy mismo ustedes pueden ser justificados por Aquel que justifica, el Justificador. Cuando Él nos justifica, Él nos da vida, y Él llama lo que no es, como existente, a fin de hacer de nosotros una nueva creación”. La presentación de dicha verdad maravillosa estará llena de poder. Tal evangelio constituirá el poder capaz de convencer a muchos profesores que enseñan en las universidades. Todos tenemos que aprender a laborar en el estudio de semejante verdad.

EN ADÁN

  El punto crucial del capítulo 5 está contenido en la expresión en Adán. En Adán éramos pecadores por nacimiento, éramos pecadores en nuestra constitución intrínseca, y habíamos heredado el pecado y la muerte (v. 12). Lo opuesto a estar en Adán es estar en Cristo. En Cristo recibimos la justicia en lugar del pecado, y la vida, en lugar de la muerte. En esta vida podemos reinar como reyes (v. 17). Estos son los principales aspectos de este punto crucial.

EN CRISTO

  Entramos en Cristo al ser bautizados en Él (6:3). Este punto tiene que ser recalcado cuando predicamos el evangelio. Tenemos que decirle a las personas: “Debido a que ustedes creyeron, tienen que ser bautizados. Cuando los bautizamos en agua, en realidad estamos bautizándolos en Cristo. Ustedes estaban en Adán y ahora han sido trasladados de Adán a Cristo. Puesto que están en Cristo, se han identificado con Cristo en Su muerte y en Su resurrección. En virtud de Su muerte, ustedes son libres de la carne pecaminosa y del poder del pecado. Ahora, en virtud de Su resurrección, ustedes están en la esfera de la novedad de vida, de modo que pueden llevar una vida totalmente ajena a la carne y al pecado y plenamente inmersa en la vida de resurrección de Cristo y su novedad”.

EN LA CARNE

  Romanos 7 revela la esclavitud que se experimenta al estar en la carne y bajo la ley; esta esclavitud se debe al pecado que mora en nuestro ser y resulta en muerte y en un estado miserable. En la carne, somos pecadores debido a que en la carne hemos sido vendidos al pecado (v. 14). En la carne, el pecado es nuestro amo, nuestro director, nuestro jefe. Si uno está en la carne, no hay manera de escapar el pecado. Este pecado se enseñorea de uno, lo gobierna, esclaviza y, finalmente, lo mata (vs. 11, 17, 20). Así pues, nuestra debilidad es puesta plenamente al descubierto al estar en la carne. Cuando uno está en la carne se convierte en una persona miserable, lo cual resulta en muerte (v. 24).

EN EL ESPÍRITU

  En Romanos 8 se nos habla de la libertad que tenemos en el Espíritu, aparte de la ley, en virtud del Cristo que mora en nosotros, y cuyo fruto es vida y paz. Es en el Espíritu que somos liberados del pecado y de la muerte. Es en el Espíritu que disfrutamos de la vida divina, pues en nuestro ser opera la ley del Espíritu de vida (v. 2). Esta vida divina puede ser disfrutada en las tres partes de nuestro ser. Primero, esta vida está en nuestro espíritu (v. 10). Después, disfrutamos esta vida en nuestra mente (v. 6). Finalmente, podemos disfrutar de esta vida en nuestros cuerpos mortales (v. 11). Si andamos conforme al espíritu, las justas exigencias de la ley serán cumplidas en nosotros (v. 4) y seremos guiados como corresponde a hijos de Dios (v. 14).

LAS CUATRO LEYES

  En Romanos 7 y 8 vemos cuatro leyes. La ley de Dios es la ley escrita (7:22). La ley del bien es la ley que corresponde a nuestro ser natural y que es representada por nuestra mente; en nuestra mente hay una ley que siempre trata de hacer el bien, y ésta es la ley del bien (v. 23). Además, existe la ley del pecado que opera en nuestros miembros (v. 23). Cuando una persona quiere hacer el bien, hay otra ley, la ley del pecado, que derrota a esa persona y la lleva cautiva. Por último, Romanos 8:2 hace referencia a la ley del Espíritu de vida.

  La primera ley es la ley de Dios, la ley mosaica. La segunda ley es la ley del bien, la cual es una especie de ley natural que impera en la humanidad. La humanidad fue creada según Dios, y debido a que Dios es bueno, existe una ley natural dentro del hombre que siempre procura hacer el bien. La tercera ley es llamada la ley del pecado, y el pecado es la corporificación misma de Satanás. La ley del pecado puede ser llamada también la ley satánica. La cuarta ley es llamada la ley del Espíritu de vida. Ésta es la ley divina debido a que el Espíritu mismo es también la máxima consumación del Dios Triuno procesado; dicho Espíritu está en contraste con el pecado, el cual es la corporificación de Satanás. La ley del pecado es satánica, y la ley del Espíritu de vida es divina. Las cuatro leyes son: la ley mosaica, la ley natural de todo ser humano, la ley satánica y la ley divina.

  Además, toda vida es una ley en sí misma. La vida satánica es la ley satánica, la vida divina es la ley divina y la vida natural es la ley natural. Como creyentes en Cristo también somos personas creadas; y en todas las personas creadas opera la ley natural. Al experimentar la caída recibimos la vida y naturaleza satánicas en nuestro ser, y con esta vida satánica entró en nuestro ser la ley satánica. Después, fuimos salvos y recibimos la vida divina con la ley divina. Por tanto, en Romanos 7 y 8 podemos ver cuatro leyes y tres vidas.

EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE TRIPARTITO

  Nuestro Dios es el Dios Triuno que pasó por la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Ahora, Él es el Espíritu todo-inclusivo a fin de ser para nosotros la vida divina de la cual podemos ser partícipes y la cual podemos experimentar y disfrutar. Primero, Él se imparte a nuestro espíritu, que es el centro de nuestro ser (8:10). Desde el centro, Él se propaga a nuestra mente y la satura de vida (v. 6). Después, Él se extiende a nuestro cuerpo mortal, con lo cual hace que todo nuestro ser tripartito sea vida (v. 11). De este modo, llegamos a ser hombres de vida en todas las partes de nuestro ser. Ésta es la impartición del Dios Triuno en el hombre tripartito.

LOS HERMANOS DEL HIJO PRIMOGÉNITO DE DIOS SON CONFORMADOS A SU IMAGEN

  Romanos 8:29-30 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Este punto crucial muy particular está plena y adecuadamente tratado en los mensajes del Estudio-vida. Ustedes tienen que acudir a los mensajes del Estudio-vida a fin de laborar en el estudio de este punto crucial.

  Junto con este punto crucial, tienen que estudiar el tema de las primicias del Espíritu (v. 23). Las primicias del Espíritu simplemente denotan que hemos gustado del Espíritu de manera anticipada, o sea, el Espíritu nos ha sido dado como un anticipo de nuestra herencia eterna, la cual es el propio Dios Triuno procesado. En el Nuevo Testamento vemos que recibimos una herencia. El Espíritu nos es dado como el anticipo de nuestro pleno disfrute de esta herencia, la cual es el propio Dios Triuno dado a nosotros para nuestro disfrute. Este Espíritu que nos ha sido dado para que gustemos de Él como un anticipo de nuestra herencia divina, es llamado las primicias del Espíritu. La expresión las primicias del Espíritu denota que la primicias son el Espíritu. En toda clase de cosecha, las primicias representan el disfrute anticipado del pleno disfrute de la cosecha. Para que nosotros, los muchos hermanos del Hijo primogénito de Dios, seamos conformados a Su imagen, tenemos que disfrutar del Espíritu como las primicias. Las primicias del Espíritu como disfrute anticipado del divino disfrute constituyen el elemento mismo que hace posible que seamos conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios.

  El resultado de que disfrutemos del Espíritu como anticipo es la redención de nuestro cuerpo, lo cual constituye la plena filiación. Las primicias del Espíritu y la redención de nuestro cuerpo, la plena filiación, se hallan en Romanos 8:23: “Y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo”. Al mismo tiempo que disfrutamos del Espíritu como anticipo, todavía gemimos y esperamos con ansias la plena filiación. En este versículo, la filiación se refiere a la consumación de la filiación, no a la etapa inicial de la filiación, como sucede en Gálatas 4:5. La plena filiación es la redención de nuestro cuerpo. Ya hemos recibido la filiación, pero no recibiremos la plena filiación hasta que nuestro cuerpo sea transfigurado o conformado al cuerpo glorioso de Cristo (Fil. 3:21). La plena filiación es la redención de nuestro cuerpo, que también es la transfiguración de nuestro cuerpo.

  Romanos 8:18 dice: “Pues tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse”. Y Romanos 8:30 declara: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Ser glorificados es ser llevados a participar de la gloria venidera. Esto no es algo que habrá de ser realizado de una manera objetiva para nosotros, fuera de nosotros, sino que esto es algo que se viene realizando ahora mismo de manera subjetiva para nosotros, es decir, dentro de nuestro ser. La obra de transformación es un proceso mediante el cual somos llevados a participar de la glorificación, de la gloria venidera. La consumación de la transformación es la conformación; la transformación resulta en la conformación, y ésta es el producto de la transformación. Además, dicha conformación equivale a la glorificación.

  Romanos 8:19 dice: “Porque la creación observa ansiosamente, aguardando con anhelo la manifestación de los hijos de Dios”. La manifestación de los hijos de Dios ocurre en la plena filiación. Algún día nosotros, los hijos de Dios, seremos manifestados ante el universo entero, especialmente ante los ángeles, la humanidad y los demonios. Tal manifestación de los hijos de Dios es la plena filiación en glorificación. Romanos 8:20-21 dice: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó, con la esperanza de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. La creación no será partícipe de la gloria, pero disfrutará de la libertad que trae la gloria. Hoy en día, toda la creación se encuentra en esclavitud. Cuando nuestra plena filiación sea manifestada, seremos glorificados, y esa gloria libertará a toda la creación.

LA ELECCIÓN DE DIOS EN SU MISERICORDIA

  Para abordar este punto crucial tenemos que leer primero Romanos 9:14-18. Al estudiar estos versículos junto con los correspondientes mensajes del Estudio-vida, ustedes podrán contemplar un cuadro muy claro de la elección efectuada por Dios en Su misericordia. Romanos 9:16 dice “Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. Nuestro concepto es que aquel que anhela alguna cosa será quien la obtenga, y que el que corra en pos de tal cosa será quien la consiga. Si éste fuera el caso, entonces la elección efectuada por Dios sería en concordancia con nuestro esfuerzo y labor. Pero no es así. Todo ello depende por completo de Dios, que tiene misericordia. No es necesario que deseemos algo o que corramos en pos de ello, pues Dios tiene misericordia de nosotros. Si realmente conocemos la misericordia de Dios, no pondremos nuestra confianza en nuestros esfuerzos ni tampoco nos sentiremos desilusionados al fracasar. La esperanza para nuestra condición miserable estriba en la misericordia de Dios.

VASOS DE MISERICORDIA PARA HONRA Y GLORIA

  Romanos 9:20-24 dice que el hombre fue hecho como un vaso, y que este vaso es un vaso para honra debido a que Dios es el contenido de este vaso (2 Co. 4:7). El contenido de este vaso es una persona de honra muy elevada, por lo cual se nos dice que este vaso es un vaso para honra. Al final, este vaso será llevado a la gloria. En otras palabras, el contenido de este vaso saturará dicho vaso de Sí mismo, quien es la gloria. Cuando la gloria sature todo este vaso, éste estará en gloria, por lo cual es un vaso para gloria. No somos vasos para honra como resultado de que nosotros hayamos elegido serlo; más bien, esto se origina en la soberanía de Dios. Es por Su soberanía que Dios da a conocer Su gloria al crear vasos de misericordia que lo contengan a Él. De acuerdo con Su autoridad soberana, Dios nos preparó de antemano para gloria. Nosotros fuimos predestinados por Su soberanía para ser Sus vasos, vasos que le contienen, vasos para honra que expresen lo que Él es en gloria. Esto no solamente está relacionado con Su misericordia, sino también con Su soberanía.

DISFRUTAR LAS RIQUEZAS DEL SEÑOR AL INVOCAR SU NOMBRE

  Romanos 10:12-13 dice: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: ‘Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo’”. Aquí, ser salvo significa ser introducidos al disfrute de las riquezas del Señor. El Señor es rico tanto para los judíos como para los griegos. Para todo aquel que invoca Su nombre, el Señor es rico. Cuando invocamos: “Señor Jesús”, invocamos al Señor mismo, porque Su nombre es Su persona. Esta clase de disfrute equivale a llenar el vaso mencionado en Romanos 9. El vaso mencionado en el capítulo 9 únicamente puede ser lleno de las riquezas del Señor al invocar Su nombre.

UNA VIDA INJERTADA

  Romanos 11:17 dice: “Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas, y viniste a ser copartícipe de la raíz de la grosura del olivo”. Los capítulos 9, 10 y 11 de Romanos tratan sobre la elección de Dios en Su misericordia, por lo cual en estos tres capítulos se nos muestra que el olivo se refiere al pueblo escogido de Dios, los verdaderos hijos de Israel, no en el sentido físico sino en el sentido espiritual. Romanos 9:6 dice: “Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas”. No son los hijos según la carne los que son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa (v. 8). Por tanto, el olivo se refiere al auténtico pueblo escogido de Dios. En este olivo estamos incluidos nosotros debido a que todos nosotros hemos sido injertados en él, cuya raíz es Cristo. Las ramas del olivo silvestre son injertadas en el olivo cultivado a fin de hacerlas partícipes de Cristo, quien es la raíz de este olivo.

  Romanos 11:17 hace referencia a la raíz de la grosura del olivo. La grosura se refiere a las riquezas de este árbol. Cristo es la raíz de las riquezas de este olivo cultivado, que en ciertos aspectos es como la vid descrita en Juan 15. La vid es el organismo divino mediante el cual Dios se imparte en Sus elegidos. Pero Juan 15 no basta para ver que se ha realizado un injerto. El hecho de que los gentiles fueron injertados en el organismo divino del Dios Triuno se halla revelado en Romanos 11. Nosotros éramos ramas del olivo silvestre, lo cual quiere decir que nacimos en Adán. Pero fuimos trasladados a Cristo al ser injertados en Cristo. Por tanto, llegamos a formar parte del olivo cultivado, el cual es, en cierto modo, como la vid descrita en Juan 15. Ahora nosotros disfrutamos de Cristo como la grosura, las riquezas, de este organismo divino mediante el cual Dios se imparte a nuestro ser. Estudiar los mensajes del Estudio-vida sobre el libro de Romanos así como los referidos a Juan 15, les ayudará a profundizar en este punto crucial de la verdad.

TODO EL SER TRIPARTITO DE LOS CREYENTES ES REQUERIDO PARA LA PRÁCTICA QUE CORRESPONDE AL CUERPO DE CRISTO

  Casi todos los maestros de la Biblia que exponen sobre el libro de Romanos saben que el capítulo 12 de este libro trata sobre la práctica que corresponde al Cuerpo de Cristo. A fin de implementar esta práctica, primero tenemos que consagrar nuestros cuerpos (v. 1). Después, tenemos que ser renovados en nuestra mente, lo cual quiere decir que nuestra alma deberá ser renovada (v. 2). Por último, nuestro espíritu tiene que estar encendido, ardiente (v. 11). Es indispensable ejercitar las tres partes de nuestro ser a fin de implementar la práctica que corresponde al Cuerpo de Cristo.

EL REINO DE DIOS ES LA REALIDAD DE LA VIDA DE IGLESIA

  El capítulo 14 de Romanos trata sobre la vida de iglesia. Allí se nos dice cómo mantenernos en comunión con los santos a fin de practicar la vida de iglesia. El versículo 17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Este versículo es prueba contundente de que la realidad de la vida de iglesia es la vida que es propia del reino. Al percatarnos de esto debemos recurrir a Mateo 5—7, pues en estos tres capítulos se nos habla de la realidad de la vida del reino. Romanos 14:17 solamente nos da un extracto, por medio de tres ítems, de la realidad de la vida que es propia del reino: la justicia aplicada a nosotros mismos, la paz en nuestra relación con los demás y el gozo delante de Dios. En Mateo 5, aquellos que tienen hambre y sed de justicia y los que han sido perseguidos por causa de la justicia, son bienaventurados (vs. 6, 10). Además, nuestra justicia debe superar a la de los fariseos. Si no tenemos tal justicia superior, no podremos entrar en el reino de los cielos (v. 20). Mateo 5 también dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (v. 9). Nuestro Padre es el Dios de paz (Ro. 15:33; 16:20), poseedor de una vida pacífica y una naturaleza pacífica. Los hijos del reino son pacificadores. Mateo 5 también dice que somos bienaventurados cuando otros nos vituperen y persigan, al punto que debemos regocijarnos cuando esto suceda (vs. 11-12). Romanos 14:17 dice que éste es el gozo en el Espíritu Santo. En esto consiste la vida que es propia del reino, la cual es la realidad de la vida de iglesia.

LA SANTIFICACIÓN SUBJETIVA DE LAS PERSONAS GANADAS MEDIANTE EL SACERDOCIO DEL EVANGELIO

  Romanos 15:16 dice: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. La obra que Pablo llevó a cabo consistía en ministrar Cristo a los gentiles, y su predicación del evangelio era un servicio sacerdotal. Pablo era un evangelista, pero a los ojos de Dios, él era un sacerdote laborando en el servicio del evangelio; a este servicio nosotros le llamamos el sacerdocio del evangelio. Las naciones, los creyentes gentiles, se convirtieron en una ofrenda para Dios. Pablo, ejerciendo su función de sacerdote evangelizador, presentó en ofrenda a Dios a los gentiles que creyeron; ésta era una especie de ofrenda a fin de que estos gentiles fuesen ofrenda agradable para Dios. Después de haber sido santificados, los creyentes gentiles eran una ofrenda agradable para Dios. Los gentiles tienen que ser santificados, no solamente en relación con su posición delante de Dios, sino también en relación con su manera de ser. Esta última clase de santificación es la transformación que efectúa el Espíritu Santo. Cuando predicamos el evangelio, tenemos que hacerlo en calidad de sacerdotes, no meramente como predicadores. En nuestra predicación sacerdotal ministramos Cristo a los incrédulos. Después que han creído, ellos se convierten en nuestra ofrenda a Dios. Por ser una ofrenda, ellos tienen que ser santificados, transformados, en su manera de ser, esto es, en su propia naturaleza. Dios, entonces, acepta a estos creyentes transformados como una ofrenda para Él.

LA PRÁCTICA QUE ES PROPIA DE LAS IGLESIAS LOCALES

  La práctica que es propia de las iglesias locales se halla descrita en Romanos 16. El versículo 1 nos dice que Febe era una diaconisa de la iglesia que estaba en Cencrea. En el versículo 5 se menciona la iglesia en casa de Prisca y Aquila. El versículo 16 se refiere a las iglesias de Cristo, y el versículo 4, a las iglesias de los gentiles. Después, el versículo 23 dice: “Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia”. Si consideramos todos estos versículos en conjunto, podremos ver que el último capítulo del libro de Romanos nos habla sobre la práctica que es propia de las iglesias locales. Así pues, el libro de Romanos comienza hablándonos de la designación de Jesucristo como Hijo de Dios con miras a la producción en masa de los muchos hijos de Dios, que deberán ser los componentes de la iglesia, los miembros del Cuerpo de Cristo; y finaliza con la práctica que es propia de las iglesias locales, las cuales son la expresión del Cuerpo de Cristo en muchas localidades.

  En conclusión, si tomamos la firme determinación de estudiar estos puntos cruciales y de enseñar a los santos a hablar sobre tales asuntos en las reuniones, esto hará que las personas se sientan atraídas, sean ganadas y continúen reuniéndose con nosotros. Tenemos que laborar arduamente a fin de que todas estas cosas pasen a formar parte de nuestra constitución intrínseca, pues sólo así, y de manera espontánea, podremos hablar, enseñar, instruir y adiestrar a otros en estos puntos cruciales de la verdad. Todos los santos en las iglesias hablarán, entonces, una misma cosa, ya sea en sus hogares, sus escuelas, sus oficinas y dondequiera que se encuentren. Todo aquel que escuche estas verdades de mayor profundidad se sorprenderá al percibir las verdaderas riquezas de la salvación del Señor. De ahora en adelante, tenemos que ser personas que permanecen en un nivel más elevado, personas que hablan de las verdades más elevadas. Esta clase de hablar será algo muy dinámico.

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