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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 11: El ancianato y la manera ordenada por Dios (3)»
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CAPÍTULO DIEZ

PONER EN PRÁCTICA LA MANERA ORDENADA POR DIOS Y SER RESCATADOS TANTO DEL SISTEMA PAPAL COMO DEL SISTEMA DE CLÉRIGOS Y LAICOS

  En los mensajes que he dado durante los últimos siete años y medio, prácticamente he agotado los temas relacionados con la verdad respecto a la manera ordenada por Dios. En este entrenamiento, no he de repetir aquello sobre lo cual ya compartí en el pasado. Los versículos en las Escrituras con respecto a la manera ordenada por Dios han sido citados una y otra vez. No obstante, mi carga profunda es tener comunión con ustedes en torno a asuntos prácticos relacionados con nuestra experiencia y nuestra práctica de la manera ordenada por Dios.

EL RECOBRO DEL SEÑOR NOS LIBRA TANTO DEL SISTEMA PAPAL COMO DEL SISTEMA DE CLÉRIGOS Y LAICOS

  La manera ordenada por Dios, tal como se revela en la Biblia, es la práctica apropiada de la vida de iglesia, una práctica que es contraria al sistema papal y al sistema de clérigos y laicos. El sistema papal es el sistema de la Iglesia Católica Romana, según el cual el papa constituye la máxima autoridad. La Iglesia Católica Romana es llamada “la madre de las rameras” (Ap. 17:5). Esta madre impura e inmunda dio origen a otro sistema, aquel que se basa en la existencia de clérigos y laicos. El sistema de clérigos y laicos, el cual es la hija del sistema papal, es el sistema que impera en el protestantismo hoy. No obstante, la Biblia, nos revela la práctica ordenada por Dios con la cual podemos contrarrestar estos dos sistemas. Si bien la Biblia determina su propia práctica y sus propios principios, ellos son constantemente menoscabados tanto por el sistema papal como por el sistema de clérigos y laicos. Tanto el sistema papal como el sistema de clérigos y laicos tienen como finalidad anular el Cuerpo de Cristo y reemplazarlo con la religión. El propósito de Dios al realizar Su economía es obtener para Cristo un Cuerpo orgánico que haya sido edificado. Sin embargo, después de unos dos mil años de historia de la iglesia, lo que prevalece el día de hoy aquí en la tierra es una religión organizada, la cual incluye tanto al catolicismo como al protestantismo.

  Cuando dejamos las divisiones, dejamos atrás el sistema papal y el sistema de clérigos y laicos; pero, son muy pocos de nosotros los que saben a ciencia cierta qué es lo que hicimos o qué es lo que estamos haciendo en la actualidad al ser partícipes del recobro del Señor. Tal ignorancia ha sido causa de que el recobro del Señor haya sufrido cierto menoscabo. Hay algunos entre nosotros que piensan que no hay mucha diferencia entre nosotros y las denominaciones. Muchos hermanos y hermanas tal vez piensen así debido a que nuestro testimonio ha sido muy débil. Quizás nuestro testimonio no haya sido lo suficientemente prevaleciente como para manifestar el significado particular que es propio del recobro del Señor a aquellos que han estado con nosotros por muchos años, entre los cuales se encuentran los que han causado divisiones durante los últimos setenta años de nuestra historia. Durante el tiempo en que ejercí mi ministerio fuera de la China continental, unos cuarenta años, ha habido por lo menos tres divisiones entre nosotros; todas ellas sirvieron para poner de manifiesto que aquellos que participaron de tales divisiones no tenían una clara visión con respecto a lo que es el recobro.

  Según la mente del Señor, ¿qué es el recobro? El recobro consiste en sacar a los creyentes de ambos sistemas: el papal y el de clérigos y laicos. No debemos olvidarnos de que el objetivo de estos dos sistemas, ya sea el catolicismo o el protestantismo, es el de edificar una religión para menoscabar y reemplazar el Cuerpo de Cristo. Aquellos que han causado divisiones en el recobro del Señor no captaron esto de manera clara. Todavía me preocupa que incluso nosotros mismos, los que nos hallamos reunidos, no tengamos esto bien en claro. Si bien hemos dejado las denominaciones, las divisiones, todavía no hemos renunciado completamente al sistema papal y al sistema de clérigos y laicos. Si bien externamente hemos dejado la Iglesia Católica y las denominaciones protestantes, todavía seguimos implementando estos sistemas y conduciéndonos conforme a ellos.

  El verdadero significado del papado reside en el sistema papal, y el verdadero control que se ejerce sobre los santos es en realidad el sistema de clérigos y laicos. El Señor desea que nosotros dejemos atrás ambos sistemas y para ello Él nos ha provisto la nueva manera. Si permanecemos en aquellos sistemas, somos nicolaítas. Los nicolaítas son mencionados en Apocalipsis 2:6 y 15. Según el significado que este vocablo tiene en el griego, los nicolaítas son un grupo de personas que toman una posición superior a los laicos. Ellos son, pues, un grupo de personas que, por ser el clero, se consideran a sí mismos superiores a los creyentes comunes. Según Apocalipsis 2:6 y 15, el Señor aborrece las obras de los nicolaítas así como la enseñanza de ellos. Sus obras y sus enseñanzas son prevalecientes tanto en el catolicismo como en el protestantismo de hoy.

  El sistema según el cual sólo una persona puede hablar desde el púlpito mientras que el resto se limita simplemente a escuchar, forma parte del sistema papal y del sistema de clérigos y laicos. Siempre y cuando permanezcamos en este ámbito, seremos nicolaítas. Los nicolaítas son aquellos que menoscaban el Cuerpo de Cristo y anulan a los miembros del Cuerpo de Cristo. El catolicismo y el protestantismo están dedicados a edificar una religión con la cual buscan reemplazar al Cuerpo de Cristo así como menoscabarlo. Así pues, tales personas espontáneamente traen muerte a los miembros del Cuerpo de Cristo y anulan su función al hacerlos dependientes de una categoría de personas llamada el clero. Es posible que, sin percatarnos de ello, muchas de las cosas que hacemos estén regidas por este mismo principio.

  La iglesia es el Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre. No es normal que solamente unos cuantos miembros del cuerpo de una persona ejerzan sus respectivas funciones mientras que todos los demás miembros permanecen paralizados. En el ámbito físico, una persona normal se vale de todos sus miembros. Debemos reflexionar sobre la situación en la que hoy se encuentra el cristianismo, el catolicismo y el protestantismo. ¿Dónde encontramos a aquel hombre corporativo compuesto por miembros del Cuerpo de Cristo que están llenos de vida y son miembros activos que desempeñan sus respectivas funciones a fin de que el propósito de Dios sea cumplido? Allí no existe tal entidad. En realidad, lo que más se enfatiza en el cristianismo es la labor de ganar almas, convertir a los pecadores, a fin de formar una congregación. Al hacer todo esto, no se tiene como meta el Cuerpo de Cristo. Lamentablemente, nuestra manera de pensar está bajo la influencia de dicha práctica. Si bien hemos dejado Babilonia, los principios y la filosofía de Babilonia todavía subsisten en nuestro ser. Hemos dejado Babilonia, pero el sistema babilónico se rehúsa a abandonarnos.

  ¿En qué consiste la nueva manera, la manera ordenada por Dios? La manera ordenada por Dios consiste en rescatarnos de tal cautiverio babilónico. Hemos sido hechos prisioneros de la filosofía que impera tanto en el sistema papal como en el sistema de clérigos y laicos. La filosofía de estos dos sistemas todavía forma parte de nuestro “bagaje”, el cual seguimos llevando con nosotros, probablemente sin percatarnos de ello, y se manifiesta en todo cuanto hacemos. Por eso les dije que tenemos que esforzarnos por cambiar nuestra filosofía. Nosotros no estamos edificando religión alguna; estamos edificando el Cuerpo de Cristo y estamos edificando el nuevo hombre. Por ello, deberíamos dedicarnos a perfeccionar a todos los miembros del Cuerpo y equipar o capacitar a todas las partes que componen el nuevo hombre; sin embargo, nuestro perfeccionamiento y nuestra capacitación siguen siendo insuficientes. Si bien hemos dejado Babilonia, la filosofía babilónica subsiste todavía en nuestro ser. Sin percatarnos de ello, todavía sentimos aprecio por esta filosofía. Por tanto, se hace necesario experimentar un cambio revolucionario mediante el cual dejemos atrás esta vieja filosofía y seamos regidos por principios nuevos y bíblicos.

  Hasta aquí, en nuestro entrenamiento para ancianos, hemos visto que tenemos que ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio. Es necesario que prediquemos el evangelio según el proceder que corresponde al Nuevo Testamento. También hemos visto la necesidad de que los nuevos creyentes sean debidamente alimentados en las reuniones de hogar. Tenemos que alimentar a los nuevos creyentes nutriéndolos de tal modo que ellos puedan crecer. Después, tenemos que celebrar reuniones de grupo a fin de equiparlos, enseñarles y perfeccionarlos como miembros del Cuerpo de Cristo de tal modo que ellos puedan realizar la misma obra que hacen las personas dotadas para la edificación del Cuerpo de Cristo. Finalmente, tenemos que llegar a la etapa en la que todos los miembros de la iglesia profetizan en las reuniones de la iglesia, lo cual redunda en la edificación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo y como el nuevo hombre.

  Nuestras deficiencias conciernen a la práctica actual de la manera ordenada por Dios. Según la práctica actual, la manera ordenada por Dios reemplaza el sistema papal y el sistema de clérigos y laicos. Reemplazar estos sistemas equivale a eliminar por completo la práctica que es propia del cristianismo de hoy. No debiéramos predicar el evangelio conforme a la vieja manera en que se solía ganar almas; más bien, debemos ejercer el sacerdocio neotestamentario del Nuevo Testamento a fin de presentar y ofrendar a los pecadores salvos como sacrificios a Dios (Ro. 15:16; 1 P. 2:5). Para implementar el sistema papal y el sistema de clérigos y laicos, uno deberá contar con una congregación a la que una o dos personas den mensajes con la finalidad de convencer a las personas así como ayudarles a creer en el Señor Jesús y ser salvos. Pero la práctica del sacerdocio neotestamentario del evangelio no depende de que haya una gran congregación reunida en torno a buenos oradores, sino que ella depende íntegramente de que todos los miembros del Cuerpo de Cristo desempeñen su función a fin de poder relacionarse con la gente de una manera individual, una persona tras otra.

  No debiéramos menospreciar el contacto individual con la gente. Si todavía no ejercemos el sacerdocio neotestamentario del evangelio al relacionarnos con la gente una por una, entonces, en alguna medida, seguimos bajo la influencia del sistema papal y del sistema de clérigos y laicos. En el cristianismo, un pequeño número de los que son traídos a Cristo luego van a seminarios donde aprenden a convertirse en el clero. El pensamiento de que ellos han sido salvos y regenerados y que ahora vienen siendo santificados y transformados como miembros vivos del Cuerpo de Cristo, es algo completamente ajeno. Es más fácil implementar el viejo sistema organizado de clérigos y laicos que procurar ganar a las personas una por una a fin de presentarlas como sacrificios a Dios.

ESFORZARSE POR CAMBIAR Y ADOPTAR LA NUEVA MANERA, LA MANERA ORDENADA POR DIOS

  Tenemos que cambiar nuestra manera de proceder. Es difícil adoptar un proceder al que no estamos acostumbrados. Es difícil para muchos que son oriundos de China valerse de un tenedor en lugar de palillos para comer. A nadie le gusta cambiar y adoptar un nuevo proceder. Una persona oriunda de China que venga a vivir en los Estados Unidos probablemente use palillos para comer el noventa por ciento del tiempo y utilice el tenedor apenas un diez por ciento del tiempo. Esto sirve como ejemplo ilustrativo de la situación actual, en la que estamos procurando cambiar de la vieja manera a la manera ordenada por Dios.

  Por causa de la predicación del evangelio, es necesario que nos relacionemos personal y directamente con las personas, una por una. Esta clase de contacto personal también es necesario para alimentar a los nuevos creyentes. Tenemos que alimentar a los nuevos creyentes uno por uno. Esto requiere de mucho esfuerzo y ardua labor de nuestra parte. No obstante, en lugar de hacer esto, muchos están ocupados con otras cosas que piensan son necesarias para administrar la iglesia. Es posible que estas cosas sean apropiadas, pero en realidad, no son tan necesarias. Lo que es realmente necesario es que los ancianos visiten a las personas y se relacionen de manera personal con cada una de ellas.

  Tenemos que esforzarnos por aprender a usar nuestro “tenedor” y deshacernos de nuestros “palillos”. Aprender a usar el tenedor es implementar la práctica de relacionarse con las personas una por una. Por esto dije que los ancianos tienen que esforzarse por ponerse en contacto con unas veinte personas por semana. Si establecemos relaciones personales con la gente, una por una, esto nos salvará de edificar una religión. Este contacto personal hará que el Cuerpo de Cristo sea edificado. Esto reviste mucha seriedad. Lo único que me molesta, me agobia y me turba es que los ancianos y colaboradores no estén absolutamente entregados a efectuar este cambio, ni sean lo suficientemente adecuados con respecto a esto, ni tampoco adopten este cambio con la debida rapidez. Nuestra práctica de la nueva manera hasta ahora ha logrado apenas mantener el actual número de los que se reúnen en las iglesias. En realidad, no ha habido suficiente avance, incremento o crecimiento.

  Tenemos que cambiar nuestro proceder, especialmente en lo referido a la práctica de las reuniones de grupo. Hasta ahora difícilmente vemos una reunión de grupo en la que se practique reunirse de una manera plenamente orgánica conforme a lo que hemos visto y ministrado tal como es revelado en la Palabra. Es posible que haya grupos que se reúnen, pero que todavía no son reuniones de grupo apropiadas. En una reunión de grupo apropiada deberá imperar la mutualidad en todo aspecto. La impartición de la enseñanza debe ser mutua, se deben hacer preguntas los unos a los otros, la comunión deberá llevarse a cabo de manera mutua, la intercesión también debe ser mutua, y el pastoreo y cuidado que se brinde a los santos debe ser realizado en mutualidad. Cuando realicemos todas estas cosas en mutualidad, tendremos una reunión de grupo apropiada. Esta clase de reunión de grupo perfecciona a los santos. Muchas de nuestras reuniones de grupo son meras reuniones naturales; no son reuniones de grupo que se practiquen conforme a la enseñanza del Nuevo Testamento, especialmente la descrita en Hebreos 10:24-25. Existe gran necesidad de mucho aprendizaje a fin de practicar lo que se nos encarga en Hebreos 10:24-25.

  Los colaboradores y ancianos deberían aprender a relacionarse con los santos de manera individual a fin de tener comunión con ellos particularmente en lo concerniente a las reuniones de grupo. Es necesario que tengamos comunión con ellos respecto a cómo impartir enseñanzas en mutualidad, cómo se deben hacer preguntas y respuestas de manera mutua, cómo tener comunión según el principio de mutualidad, cómo interceder los unos por los otros, cómo cuidarnos y pastorearnos mutuamente. Todo esto es ser equipados y perfeccionados de manera mutua. Si un anciano está presente en una reunión de grupo, es probable que todo el grupo tenga sus ojos puestos en él a fin de recibir ayuda, pensando que ellos mismos no tienen suficiente conocimiento o experiencia; esto está absolutamente equivocado. Ésta es la filosofía propia del sistema papal y del sistema de clérigos y laicos. Debemos desechar tal filosofía.

  Los ancianos deben dedicar tiempo y energía a enseñar a cada uno de los que asisten a las reuniones de grupo. Ellos deberán visitar a los santos en sus casas además de asistir a las reuniones de grupo. Por esto es que Pablo dijo, en Hechos 20, que él había enseñado a los santos tanto públicamente como de casa en casa y que no había cesado de amonestar con lágrimas, de noche y de día, a cada uno de ellos (vs. 20, 31). Pablo aprovechaba tanto los días como las noches. Nosotros mayormente nos valemos de nuestro tiempo de reunión para ponernos en contacto con los santos. Pensamos que siempre y cuando hayamos asistido a todas las reuniones, habremos cumplido nuestra tarea. Pero eso no es cumplir completamente con nuestra tarea, sino que nuestra tarea incluye también pasar tiempo con los santos fuera de las reuniones.

  Nuestra tarea y labor sacerdotal consiste principalmente en visitar a las personas y relacionarnos con ellas. Cuando yo me enteré de que algunos de los que sirven a tiempo completo eran usados por la iglesia para colocar sillas en el salón de reuniones, me entristecí. No es para esto que tenemos servidores a tiempo completo. Los que sirven a tiempo completo no tienen como misión acomodar sillas en el salón. Si no tenemos personas que coloquen las sillas, deberíamos contratar a alguien. Los santos deberían estar absolutamente libres para poder relacionarse con la gente. Los que sirven a tiempo completo deberían dedicar todo su tiempo a educarse en la Palabra santa y a tener contacto con las personas. Quisiera animar a los que sirven a tiempo completo a dedicar dos horas diarias a pasar un tiempo a solas con el Señor en Su Palabra. Entonces, ellos podrán utilizar el resto del tiempo para tener contacto con las personas una por una.

  El único modo de llevar a cabo la manera ordenada por Dios consiste en tener contacto personal con la gente. Hoy en día lo que verdaderamente se necesita es que los que sirven a tiempo completo, los colaboradores y los ancianos dediquen su tiempo, energía y capacidades espirituales a cuidar individualmente de las personas. Lo principal que estamos aprendiendo en los entrenamientos para ancianos es que debemos relacionarnos con las personas con miras a su salvación, en procura de alimentarlos, proveerles una educación espiritual, equiparlos y perfeccionarlos. Dentro de un periodo de uno o dos años, ellos deberán ser capaces de hacer lo mismo que nosotros hacemos en nuestro servicio al Señor. Hoy en día, éste no es el resultado de nuestra labor. Espero, pues, que ustedes reflexionen sobre esta comunión con toda seriedad y cambien completamente tanto en su manera de pensar como en su práctica.

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