
Lectura bíblica: Ef. 4:1-3; 5:21; 1 P. 5:5; Hch. 1:14; 2:46; 4:24; 5:12; 15:25; Ro. 15:6
En este capítulo queremos ver más con respecto a conocer el Cuerpo. Si queremos ser partícipes del aspecto práctico del Cuerpo, tenemos que guardar la unidad del Cuerpo y mantener un buen orden en el Cuerpo. Aunque estemos familiarizados con los versículos citados en la Lectura bíblica, quisiera hacerles notar dos de ellos. Efesios 5:21 nos insta a estar “sujetos unos a otros en el temor de Cristo”. En 1 Pedro 5:5 dice: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo; porque Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”.
En el capítulo anterior, abordé tres problemas que han estado presentes entre nosotros: el orgullo (mayormente entre los jóvenes), el heroísmo (mayormente entre los de edad mediana) y las opiniones (mayormente entre los mayores de edad). En nuestra comunión en este mensaje quisiéramos hacer frente a ciertos problemas que han estado entre nosotros por muchos años. Hasta que estos problemas no sean resueltos y erradicados, la vida de iglesia no podrá disfrutar de mucha paz, y el recobro será devastado grandemente. Esperamos poder lograr el incremento numérico apropiado así como experimentar el debido crecimiento en la vida divina. Pero a causa de estos problemas, la iglesia se ha visto grandemente limitada en su incremento numérico y retrasada en lo referido al crecimiento en vida.
A lo largo de los años, hemos descubierto que independientemente de cuánto enseñemos sobre la unidad del Cuerpo, algunos entre nosotros no cuidan de esta unidad. Cuando estuve involucrado en la obra del Señor en la China continental, fui testigo de un número de disturbios. Agradezco al Señor por haberme resguardado de verme involucrado en cualquiera de esos disturbios. A la postre, fui enviado por el Señor a Taiwán. En Taiwán se suscitó un disturbio muy serio, que tuvo lugar de 1957 a 1965. En 1978 experimentamos un disturbio en el recobro en los Estados Unidos. Nueve años después, en 1987, se suscitó un segundo disturbio. Este disturbio todavía deja sentir sus efectos entre nosotros y no ha cesado por completo. Debido a esto, quisiera hacerles ver cuál es la raíz de este problema. La fuente o raíz del presente disturbio es el descuido que manifestamos con relación a nuestra consideración por la unidad del Cuerpo. Hemos enseñado mucho sobre el Cuerpo y hemos publicado muchos libros sobre el Cuerpo, pero cuando se suscita cierta situación, no son muchos los que tienen cuidado del Cuerpo. Cuidar del Cuerpo es cuidar de la unidad. Si perdemos la unidad, esto dará fin al Cuerpo. Si no hay unidad, no hay Cuerpo. El Cuerpo puede existir y sobrevivir únicamente en unidad.
Hoy en día, en todo el cristianismo, la realidad del Cuerpo está ausente porque no hay unidad. En la Iglesia Católica hay una presunta unidad, pero ésta es una unidad manufacturada por los hombres. La palabra católica significa “universalmente una”. Esta presunta unidad ha sido mantenida por medio del sistema papal. Ésta es una unidad hecha por el hombre, y no es la verdadera unidad. Después que el Señor hizo surgir a Lutero, las iglesias estatales o nacionales fueron formadas, iglesias tales como la Iglesia de Alemania, la Iglesia de Suecia, la Iglesia de Dinamarca, la Iglesia de Noruega y la Iglesia de Inglaterra. Mediante la formación de estas iglesias nacionales y de las denominaciones protestantes, la unidad fue aniquilada. Debido a que los que buscaban más del Señor se dieron cuenta de que tanto la Iglesia Católica como las iglesias nacionales habían equivocado el camino, ellos hicieron grandes esfuerzos por salvaguardar la verdad que habían visto y por recobrarla. Como resultado de ello, se continuó formando una división tras otra. Con base en este principio llegó a existir la Iglesia Presbiteriana, debido a que algunos deseaban salvaguardar la verdad del presbiterio; ésta es la verdad concerniente a que las iglesias deben ser cuidadas y administradas por un grupo de ancianos. Los bautistas, en cambio, vieron la verdad concerniente al bautismo por inmersión, así que formaron la Iglesia Bautista. Incluso los bautistas están divididos entre sí. Hoy en día existen los bautistas del sur, los bautistas estadounidenses y los bautistas conservadores. Actualmente hay una gran cantidad de iglesias que podrían llamarse “privadas”, así como hay muchos grupos independientes.
En el siglo XVIII, Zinzendorf ejerció el liderazgo en el recobro de la etapa inicial de la vida de iglesia practicada en la unidad del Espíritu Santo. En el siglo XIX, el Señor hizo surgir a la Asamblea de los Hermanos en Inglaterra, y ellos vieron muchas verdades. Sin embargo, ellos estaban demasiado ocupados con la doctrina según la letra de las Escrituras. Debido a esto, ellos se dividieron. La primera división que ocurrió entre ellos tuvo lugar a causa de un desacuerdo entre Darby y Newton con respecto a la persona de Cristo y con respecto al arrebatamiento y la segunda venida de Cristo.
Otro problema que se suscitó en la Asamblea de los Hermanos fue sobre si la iglesia recobrada debía recibir a aquellos santos que todavía estaban en las denominaciones. A George Müller le pareció que estos santos debían ser recibidos. Él señaló que algunos de los que permanecían en las denominaciones, personas como Hudson Taylor, por ejemplo, eran personas espirituales que buscaban al Señor y que llevaban una vida cristiana de un estándar muy elevado. Hudson Taylor se esforzó mucho por evitar la formación de otra denominación. La Misión al Interior de China, que él formó, fue establecida con el propósito de ir al interior de China a fin de salvar pecadores. Pese a aquello que Hudson Taylor procuró realizar, a la postre surgieron iglesias de la Misión al Interior de China, las cuales fueron formadas, establecidas y edificadas como tales. Por tanto, según la perspectiva de la Asamblea de los Hermanos, Hudson Taylor terminó formando otra denominación. Darby argumentó que tales personas pueden ser muy espirituales, pero que, debido a que todavía permanecían en las denominaciones, debían ser consideradas como “malas compañías”. Este debate en torno a la manera de recibir a los santos causó más división en la Asamblea de los Hermanos.
En esta coyuntura de nuestra comunión con respecto a conocer el Cuerpo, quisiera decir algo con respecto a aquellos santos a quienes el Señor usó para recobrar las experiencias de la vida interior. La señora Guyón fue una de las que ejerció el liderazgo con respecto a este recobro ocurrido en el siglo XVII. Sin embargo, pese a que ella era tan espiritual y partícipe de la vida divina, seguía acudiendo a la imagen de la virgen María. En el prefacio de su biografía se hace mención de esta práctica suya. Cuando tradujimos su biografía al idioma chino hace cincuenta años, un hermano entre nosotros tenía pensado incluir este prefacio, pero nosotros no estuvimos de acuerdo. Su vida con el Señor era muy buena, pero la verdad que ella conocía no era tan completa. No podíamos publicar tal prefacio en la versión en chino de su biografía. Les comparto esto para impresionarlos con el hecho de que no debemos poner nuestra confianza en la espiritualidad de las personas. La espiritualidad es condicional. ¿Cuán espiritual es una persona que decimos es espiritual? Si usted afirma de alguien que es muy bueno, ¿cuán bueno es muy bueno? Es posible que usted sea muy espiritual el día de hoy, pero ¿cómo será de aquí a diez años? Debido a que la espiritualidad es condicional, no debiera ser tomada como la base o como la norma a la que todos debemos ceñirnos. La base y norma deben ser la verdad. La verdad no es condicional. La verdad consiste de hechos.
En 1957 el hermano T. Austin-Sparks nos visitó en Taiwán por segunda vez. Celebramos varias sesiones con él a fin de hablar sobre el tema de la espiritualidad así como sobre la verdad concerniente a la iglesia. El Dr. Chang Yu-lan, quien ya está en la presencia del Señor, hizo notar que en Taipéi había una serie de congregaciones que decían reunirse en el nombre del Señor Jesús; luego, le preguntó al hermano Austin-Sparks cuál de esas asambleas podía ser considerada la iglesia en Taipéi. El hermano Austin-Sparks respondió de manera enfática que aquellos que tienen más de Cristo son quienes son más la iglesia. Al comienzo de la conversación pensaba que era mejor no involucrarme en esta discusión, debido a que yo era el traductor. Pero a la postre me di cuenta de que debía decir algo pues, de otro modo, no se llegaría a una solución definitiva.
Yo señalé que Cristo es el elemento, la realidad y el centro de la iglesia. Debido a esto, podríamos pensar, erróneamente, que aquellos que tienen más Cristo son más la iglesia. Aunque esto parece correcto, yo les mostré que esto era un error. Saqué a colación entonces el ejemplo de la señora Guyón. Ella tenía mucho de Cristo, pero todavía permanecía en la Iglesia Católica. ¿Podríamos decir que debido a que ella tenía mucho de Cristo, ella estaba en lo correcto con respecto a la iglesia? Después, hice notar cómo el hermano Austin-Sparks citaba constantemente a F. B. Meyer en sus mensajes. Aunque F. B. Meyer era un hermano muy espiritual, él todavía permanecía en una denominación. Él laboró para una denominación y se dedicó a edificarla como tal. ¿Podríamos afirmar que debido a que el hermano Meyer tenía mucho de Cristo, él estaba en lo correcto con respecto a la iglesia? Lo que dije refutó lo dicho por el hermano Austin-Sparks. Mi ilustración mostró que no debíamos afirmar que cuanto más de Cristo tiene uno, más uno es la iglesia.
El hermano Austin-Sparks nos visitó en Taiwán en 1955 y en 1957. Él tomó muchas fotos durante su primera visita y mostró las diapositivas de las mismas a su retorno a Inglaterra. Él dijo que en toda su vida jamás había conocido una congregación tan maravillosa como la que conoció en Taiwán. Él nos volvió a visitar nuevamente en 1957, y fue entonces cuando se suscitó el problema con él respecto al terreno de la iglesia. Cuando él retornó a Inglaterra, le dijo a la gente que yo recalcaba demasiado la importancia del terreno de la iglesia. Sin embargo, yo dije a la gente que no recalcaba lo suficiente la importancia del terreno de la iglesia. La iglesia debe ser evaluada conforme al terreno de la localidad y a la realidad del Espíritu de unidad; no debiera ser evaluada en función de la espiritualidad de las personas. La espiritualidad de las personas es algo relativo y condicional.
La segunda visita del hermano Austin-Sparks suscitó un gran problema entre nosotros, y todos los santos fueron puestos a prueba. Algunos colaboradores más jóvenes que habían sido establecidos como tales por mí y habían sido enseñados por mí, cayeron bajo la influencia del hermano Austin-Sparks. Uno de estos jóvenes colaboradores incluso había sido salvo por mí en Shanghái. Ellos comenzaron a decir que únicamente querían a Cristo y que no les importaba la iglesia. Querer únicamente a Cristo y no darle importancia a la iglesia, es adoptar una actitud divisiva. Independientemente de cuánta importancia le demos a Cristo y cuánto le hayamos experimentado, si nos reunimos de un modo tal que no tomamos en cuenta la verdad concerniente a la iglesia, tal reunión es una división.
Estas personas divisivas proclamaron que habían visto la iglesia en gloria. Estos hermanos me condenaron a mí y a otros hermanos como hombres viejos que no recibían visiones. Ellos pensaban ser los únicos que poseían la visión. Yo conversé largamente con ellos. Les dije que si ellos no tomaban en cuenta la verdad concerniente a la iglesia, en especial la relativa al terreno de la iglesia, ellos se dividirían entre sí una y otra vez después que hayan dejado el recobro. Lo que les dije llegó a cumplirse.
Comencé a hacerles tal clase de advertencias en 1959, y los toleramos hasta 1965. Durante esos años ellos ocasionaban problemas entre las iglesias. Los hermanos que llevaban la delantera me escribieron una carta en 1965 pidiéndome retornar de los Estados Unidos a Taiwán a fin de resolver este problema. Ellos me dijeron que yo era la única persona que tenía la base, la posición y el derecho requeridos para hacer frente a este problema debido a que la obra en Taiwán había sido comenzada por el Señor por medio de mi persona. A la postre, retorné a Taiwán en 1965 y el problema con estos rebeldes fue resuelto.
¿Cómo es posible que tales cosas sucedan entre nosotros? Ellas suceden porque quienes están involucrados no cuidan del Cuerpo, no les importa la unidad. Independientemente de cuántas visiones haya visto alguien, no tiene derecho a edificar ninguna división. Espero que todos podamos ver esto. Pablo y Pedro tuvieron que enfrentarse al problema en torno a la circuncisión tal como se describe en Hechos 15, pero entre ellos no se suscitó división alguna a raíz de ello. Ellos se esforzaron por resolver este problema a fin de guardar la unidad del Cuerpo de Cristo, es decir, la unidad de todas las iglesias locales tanto en tierras gentiles como judías. Por tanto, las iglesias guardaron la unidad y no se produjo ninguna división. En 1987 la rebelión y la división comenzó a suscitarse por medio de ciertas personas que se reunían con nosotros. Incluso si las acusaciones que ellos hicieron fueran ciertas, nada de lo que ellos argumentaron podía haber justificado que se dividieran. Un hermano que llevaba la delantera le preguntó a uno de estos rebeldes con respecto a las reuniones que realizaban como una división en Anaheim; él le respondió que se retirarían de Anaheim para reunirse en otro lugar. Pero no importa a dónde se vayan. Dondequiera que estén, todavía serán una división.
Tengo que testificar, en honor a la verdad, que el Señor me encomendó traer Sus verdades y Su recobro a los Estados Unidos. El recobro se basa en la siguiente verdad: que Cristo tiene un solo y único Cuerpo. Aun si estas personas divisivas se establecieran en otra ciudad en la que no haya iglesia, ellas tienen que ser examinadas en cuanto al estado de su relación con las otras iglesias. Una de las manifestaciones que caracterizan a una iglesia local genuina es que la misma participa de la comunión universal con todo el resto de iglesias locales.
Cuando estos disidentes vinieron a mí, les dije que independientemente de lo que hicieran, no propiciaría división alguna ni establecería nuevas iglesias. Pero también les dije que no toleraría nada que fuera contrario a la verdad. Después, ellos comenzaron a decir que una vez que un apóstol establece iglesias y nombra ancianos en ellas, él no debería intervenir en el cuidado de estas iglesias. Les hice notar, entonces, que Pablo no dejó de intervenir en el cuidado de la iglesia en Éfeso. Él estableció la iglesia en Éfeso, designó ancianos allí y, después, retornó a Éfeso; más aún, en cierta ocasión, él se quedó allí por tres años y medio (Hch. 20:17, 31). Incluso, cuando él no podía visitarlos personalmente, les escribía (Ef. 1:1). ¿Cómo podríamos afirmar que los apóstoles habían sido comisionados únicamente para establecer iglesias pero no para edificarlas? Esto es por completo ilógico y contrario a las Escrituras.
Cuando compartí esto, ellos quedaron sin fundamentos para enseñar con respecto a la así llamada autonomía de una iglesia local, tal como es presentada por G. H. Lang en su libro The Churches of God [Las iglesias de Dios]. La iglesia no es una organización que pueda practicar la autonomía. Incluso en los Estados Unidos, una nación organizada, los estados no pueden practicar la autonomía absoluta. En este país, los diferentes estados no tienen un sistema de defensa autónomo, ni un sistema diplomático autónomo ni un sistema de correos autónomo. El sistema postal, la diplomacia y la defensa del país son asuntos de índole nacional. Incluso en una nación como los Estados Unidos no se puede practicar la autonomía absoluta. Los que provocaron la reciente rebelión enseñaban esto simplemente porque ellos querían que yo permaneciera alejado de las iglesias. Su enseñanza resultó en división.
Más tarde, uno de ellos dijo que no solamente había un apóstol, sino varios. Él dijo que podía presentar una lista de hermanos que se reunían con nosotros que eran apóstoles. Otro hermano le pidió que le diera esta lista. Todos los que estaban en esta lista habían sido estudiantes míos. Después de esto fui a Taiwán y di un mensaje concerniente a las diferentes clases de apóstoles (véase el capítulo 2 del libro El sonido oportuno de la trompeta y la necesidad actual, págs. 21-30). Debido a lo que yo presenté, ellos cambiaron de opinión y dijeron que únicamente había doce apóstoles: once más Pablo. Ellos dijeron que aquel seleccionado en Hechos 1, Matías, era el equivocado. Ésta era la enseñanza antigua de la Asamblea de los Hermanos. Nosotros sabíamos de esta enseñanza y la rechazamos hace muchos años. El hermano Nee rechazó esta enseñanza errónea en La vida cristiana normal de la iglesia (véase el capítulo 1, págs. 21-39). Cuando ellos llegaron a saber esto, finalmente dijeron que no había apóstoles. Yo dije en el pasado que en realidad todos los santos podían ejercer funciones correspondientes a apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros. Esto muestra que a los que estuvieron involucrados en esta rebelión reciente no les interesaba la verdad. Ellos no cuidaron de la unidad, no cuidaron del Cuerpo de Cristo. No debiéramos hacer nada sin tomar en cuenta el Cuerpo.
Guardar la unidad del Cuerpo es, en realidad, guardar la unidad del Espíritu, pues el Espíritu es la realidad y la esencia del Cuerpo. Pablo afirma, en Efesios 4:3, que debemos guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. En la cruz, Cristo abolió todas las diferencias originadas en las ordenanzas. Así, Él hizo la paz en beneficio de Su Cuerpo. Esta paz debe ser el vínculo que une a todos los creyentes. Por tanto, jamás debería haber ninguna clase de pugna en la iglesia. Tenemos que guardar la unidad al permanecer unidos por este vínculo de la paz.
Efesios 4:2 dice que tenemos que guardar la unidad con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, soportándonos los unos a los otros en amor. La humildad consiste en permanecer en un nivel bajo, y la mansedumbre consiste en no luchar por uno mismo. Debemos manifestar estas dos virtudes al juzgarnos a nosotros mismos. La longanimidad consiste en soportar maltratos. Debemos manifestar esta virtud al relacionarnos con los demás. Mediante estas virtudes, nos soportamos unos a otros. Ustedes tienen que soportarme, y yo tengo que soportarlos. Esto es lo que significa andar como es digno de la vocación con que nos llamó el Señor (v. 1b).
Toda división anula el Cuerpo. Si el Cuerpo es anulado, la unidad es aniquilada. Entonces, el recobro no está allí. ¿En qué consiste el recobro del Señor? El recobro del Señor consiste en recobrar la unidad del Cuerpo de Cristo.
Además de guardar la unidad del Cuerpo, es necesario que mantengamos un buen orden en el Cuerpo. La iglesia es la entidad más elevada del universo y se ciñe a las normas más elevadas también. Por tanto, es necesario que entre nosotros impere un orden hermoso y agradable. Si hay algún problema entre nosotros, debemos procurar resolverlo de una manera bíblica. Cuando se suscitó un problema con respecto a la circuncisión, Pablo y los hermanos le hicieron frente de la manera apropiada. Hechos 15 nos relata cómo ellos fueron a ver a los hermanos en Jerusalén. Ellos se reunieron de una manera apropiada a fin de dar testimonios y buscar juntos la dirección del Señor. Finalmente, la decisión fue tomada por Jacobo y mediante la intervención de Pedro. Fue mediante el testimonio de Pedro y con las palabras finales dichas por Jacobo que los hermanos llegaron a una conclusión. Ellos dijeron que esta conclusión le había parecido bien al Espíritu Santo y a ellos (v. 28). Esto nos muestra que la conclusión a la que ellos llegaron fue lograda por ellos y por el Espíritu. Ésta es la manera correcta de resolver un problema suscitado en las iglesias. Tenemos que reunirnos apropiadamente, orar, estudiar la Palabra y tomar una decisión. Si tomamos en cuenta tanto a Cristo como a Su Cuerpo, evitaremos toda división, guardaremos la unidad y mantendremos un buen orden en el Cuerpo. Tengo el sentir que debo decir esto porque es posible que, de improviso, se suscite otro disturbio entre nosotros. No debemos repetir el pasado. Reunámonos con un espíritu abierto a fin de orar juntos, profundizar en la Palabra y examinar nuestra situación a la luz de la Palabra y en comunión. Entonces podremos obtener una respuesta divina. Ésta es la manera correcta de proceder.
A fin de mantener un orden placentero, bueno y hermoso en el recobro, tenemos que estar sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo (Ef. 5:21). No solamente los más jóvenes tienen que estar sujetos a los de más edad, sino que también los de más edad tienen que estar sujetos a los más jóvenes (1 P. 5:5). Los ancianos no debieran conformar una categoría especial de personas en la iglesia; Pedro les exhorta a no enseñorearse de la iglesia (v. 3). Por otro lado, los santos deben respetar a los ancianos. Los más jóvenes deben respetar a los de más edad, y los de más edad también deben respetar a los más jóvenes. Las esposas deben respetar a sus esposos, y los esposos deben respetar a sus esposas. Nuestra sujeción con el debido respeto es algo recíproco.
No estar sujetos los unos a los otros ofende a Cristo, la Cabeza. De hecho, no estar sujetos los unos a los otros es una rebelión contra la Cabeza. Esto da a entender que no tenemos temor de Cristo, quien tiene la autoridad como Cabeza. Pablo nos dice que debemos estar sujetos unos a otros en el temor de Cristo, la Cabeza. Únicamente la Cabeza es superior. Únicamente la Cabeza debiera distinguirse como algo único y diferente del resto del Cuerpo. Ninguno de los miembros, incluso el apóstol Pablo, pertenece a una clase superior o especial.
Mantenemos la unanimidad al estar sujetos los unos a los otros (Hch. 1:14; 2:46; 4:24; 5:12; 15:25; Ro. 15:6). Aun si su manera de proceder es la mejor, todavía deberá optar por la manera de proceder del otro hermano. De otro modo, no habrá unanimidad. Si uno va a cierto lugar en el que anteriormente laboraron otros colaboradores, debe saber primero qué les fue enseñado por aquellos colaboradores. Luego, deberá avanzar en armonía con ello. Si a usted no le importa qué les ha sido enseñado o qué se hizo en el pasado, y simplemente enseña conforme a su propia preferencia, causará problemas. Siempre debemos procurar mantener entre nosotros un buen orden, un orden placentero, agradable y hermoso.
En febrero de 1986, cuando hablé sobre la unanimidad, dije que si algunos prefirieran no tomar la manera ordenada por Dios, no debieran ser criticados ni sufrir oposición. De otro modo, se podría ocasionar una división. Damos gracias al Señor que la iglesia en Taipéi se ha tornado completamente hacia la manera ordenada por Dios, lo cual se ha logrado después de siete años de labor y ministerio. Cuando regresé a Taipéi en 1984, no cambiamos la manera en que celebrábamos las reuniones de la iglesia sino hasta después de tres años. Sólo entonces comprobamos que era el tiempo correcto para cambiar dejando atrás la manera de reunirse según la cual una sola persona daba el mensaje mientras que el resto se limitaba a escucharla. Comenzamos entonces a celebrar reuniones dedicadas al profetizar de los santos en las que todos y cada uno de los asistentes tenían la misma oportunidad para hablar por el Señor. Damos gracias al Señor que la mayoría de los santos en Taipéi aceptó esta manera ordenada por Dios.
Nadie puede negar que contar con un buen orador que haga uso de la palabra cada vez que nos reunimos el día del Señor ayuda a las personas hasta cierto grado; pero escondido en dicha práctica está la anulación y aniquilamiento de la función que les corresponde desempeñar a los santos. Si alguien opta por el proceder según el cual una sola persona habla mientras que el resto se limita a escucharla y la practica por más de diez años, aquellos que se limitaron a escuchar, que en algún momento recibieron mucha ayuda mediante tales mensajes, a la postre, serán anulados en lo referido al ejercicio de su función y a su capacidad para hablar por el Señor. Ahora que practicamos la manera ordenada por Dios, muchos nuevos entre nosotros están siendo establecidos del modo apropiado a fin de llegar a ser miembros del Cuerpo de Cristo que ejercen la función que les corresponde como tales.
Para las conferencias o entrenamientos, es correcto proveer el ministerio de la palabra. Pero si todos los días del Señor en las reuniones de la iglesia un hermano habla mientras que el resto escucha, esto terminará por anular la función que los santos deben desempeñar; más aún, todos disfrutan cuando escuchan a los nuevos hablar en las reuniones. Nos gusta escucharles decir algo de Cristo de una manera fresca y nueva. Si solamente unos cuantos hermanos hablan todo el tiempo, las riquezas que poseen todos los miembros del Cuerpo de Cristo no podrán ser liberadas e impartidas a otros. Al practicar la manera ordenada por Dios, todas las riquezas de Cristo son expresadas a través de Sus miembros. Entonces, las reuniones de la iglesia son como esos ágapes en los que disfrutamos de diversas clases de comida.
Tenemos que abandonar el sistema según el cual una sola persona da el mensaje mientras que el resto la escucha y debemos optar por la manera ordenada por Dios, la cual consiste en celebrar las reuniones de la iglesia en mutualidad. La era ha cambiado, y la marea del mover del Señor ha llegado a nosotros. Si alguno de nosotros intenta mantener la vieja manera, causará problemas y, finalmente, será sacudido. Todas las iglesias están esforzándose por participar plenamente de la manera ordenada por Dios. No queremos ver a nadie retroceder a la vieja manera. Esto causaría problemas. Espero que todos experimentemos un verdadero cambio y optemos por la nueva manera, la manera ordenada por Dios. Ésta es la marea del mover actual del Señor, y no tenemos otra opción que seguirle a Él conforme a Su manera de proceder.
Después de pasar por muchas experiencias a lo largo de los años, mi sentir es que en la actualidad vivimos tiempos muy preciosos, tiempos dorados. El mundo entero, en especial Europa Oriental y Rusia, está abierto a las verdades que han sido dadas a conocer en el recobro del Señor. Tenemos que aprender las lecciones que nos imparte nuestra historia, de tal modo que no repitamos los errores del pasado. En el entrenamiento que tuvimos sobre el libro de Zacarías vimos que cuando el Señor regrese, el remanente de Israel habrá aprendido sus lecciones. Ellos se habrán despojado de todo lo suyo a fin de estar listos para tomar a Cristo como su todo. Debemos aprender a ocuparnos en Cristo, Su Cuerpo y la verdad. Si nos ocupamos en estas tres cosas debidamente, no habrán problemas. No debemos dejar que nada nos impida concentrarnos en estas tres cosas. No debiéramos recibir ni estar ocupados con ninguna otra cosa que no sea Cristo, Su Cuerpo —que es la iglesia— y la verdad.
Al tomar la nueva manera dispuesta por el Señor para edificar la iglesia, seremos grandemente bendecidos. Disfrutaremos del Señor como nuestra lluvia mucho más que en el pasado (Zac. 10:1; Os. 6:3). Espero que tomemos la firme resolución de dejar todo lo que no sea Cristo a fin de portar a Cristo como nuestra Arca, tener el Cuerpo de Cristo como nuestro tabernáculo y seguir la verdad como nuestra columna de fuego que nos guía en la noche y como la nube que nos guía de día. Los disturbios suscitados en el pasado debieran ser serias advertencias para nosotros así como lecciones que debemos aprender. No queremos repetir estas cosas ni estar bajo su influencia. Tenemos a Cristo, tenemos la iglesia y tenemos la verdad. Avancemos de este modo.
Debemos mantener un buen orden en el Cuerpo al estar sujetos los unos a los otros. Entonces mantendremos la unanimidad sin criticarnos, menospreciarnos ni oponernos unos a otros. Debemos respetarnos los unos a los otros, ayudarnos unos a otros, perfeccionarnos los unos a los otros en la vida divina y completar los unos la obra de los otros. Jamás debiéramos menospreciar ni criticar a nadie. En lugar de ello, siempre debemos recibir la ayuda de los demás y procurar ayudarles también. Queremos ser perfeccionados y perfeccionar a otros. No debiéramos pensar que la obra que nosotros realizamos es completa o que ha alcanzado su consumación; más bien, debemos estar deseosos de que los demás nos ayuden y completen nuestra labor. Entonces podremos ayudar a otros a completar su labor. Si optamos por esta senda, seremos grandemente bendecidos con la querida y dulce presencia del Señor. Entonces, a Su regreso, recibiremos galardón y seremos Su novia que es igual a Él y que, junto a Él, combate contra el anticristo.
Después del entrenamiento reciente celebrado en torno a los libros de Daniel y Zacarías, la perspectiva bíblica, la revelación divina, es tan clara para nosotros. Ninguna otra cosa cuenta, y todo es vanidad a excepción de la economía de Dios en la que Cristo ocupa el lugar central, como eje, y en la que Él también es la circunferencia, como el aro de aquel eje, y hace de nosotros Sus miembros que constituyen Su Cuerpo y nos prepara para ser Su novia de tal modo que podamos retornar junto a Él para derrotar al anticristo y sus seguidores a fin de traer el reino de Dios como una gran montaña que llenará toda la tierra. Ésta es la consumación de la revelación divina contenida en la Biblia. Puesto que hemos visto esto, debemos espontáneamente dejar atrás todo lo perteneciente al pasado. Debemos proseguir hacia adelante con nuestro Cristo, quien es la centralidad y universalidad de Dios, de tal modo que podamos hacer realidad el deseo de Su corazón.