No solamente los ancianos sino también todos los creyentes, toda persona salva, debe tener un interés apropiado en otros, una preocupación apropiada por el bienestar espiritual de los demás. Siempre debemos preocuparnos por los demás miembros del Cuerpo y debemos conducir a los nuevos creyentes a tener la misma preocupación o interés. Cuando alguien es salvo, sabe que la salvación vino a él por medio de algunos cristianos que se preocuparon por él. Si no hubiera habido nadie que se preocupara por él, probablemente no hubiera escuchado hablar sobre el nombre del Señor y no habría sido salvo. Algunos de ellos, sin embargo, aun cuando escucharon hablar sobre el nombre del Señor e incluso estudiaron toda su vida en escuelas cristianas, no fueron salvos debido a que nadie se preocupó jamás por su bienestar espiritual. Nosotros los cristianos, y en especial los ancianos, tenemos que ser personas que siempre se preocupan por los demás.
Habiendo tenido la experiencia de velar por las iglesias en Chifú y en Shanghái, sé muy bien que los ancianos son personas muy ocupadas. En la vida de iglesia, hay muchos asuntos de índole administrativa que deben ser atendidos. Debido a esto, en toda vida de iglesia apropiada existe la necesidad de diáconos, es decir, servidores. Los ancianos debieran asignar tales asuntos a los diáconos y diaconisas, es decir, a los hermanos y hermanas que sirven a la iglesia en los asuntos administrativos. La primera responsabilidad de los ancianos es la de siempre manifestar interés y preocupación por el bienestar espiritual de otros. Siempre que converso con los hermanos que ejercen la función de ancianos y me entero que ellos están muy ocupados en asuntos administrativos, me siento desilusionado. Cuando los ancianos están sumamente involucrados en los asuntos administrativos de la iglesia, la iglesia no tiene un futuro muy prometedor. Es preferible que los ancianos dediquen la mayor parte de su tiempo a tener contacto con las personas, o sea, a relacionarse con la gente. Es mejor que el corazón de ellos no esté centrado en asuntos administrativos, sino en personas específicas. Ellos deben estar preocupados por las personas, tener interés en ellas y estar plenamente ocupados en atenderlas.
La porción que le corresponde a los ancianos con respecto a los asuntos administrativos es la de simplemente supervisar o velar por ellos, no la de hacerse cargo de ellos personalmente. Al describir la responsabilidad de los ancianos, el Nuevo Testamento usa las palabras cuidará (1 Ti. 3:4-5) y el que vigila (v. 2). Así pues, los ancianos no debieran encargarse directamente de los asuntos administrativos; más bien, ellos deben velar por tales asuntos. En toda empresa el gerente general no se encarga directamente de realizar la contabilidad ni muchas otras tareas, sino que simplemente administra tales asuntos asignando tareas a sus empleados. Del mismo modo, los ancianos deben administrar estos asuntos y asignar las diversas tareas requeridas a los otros santos.
Los ancianos no debieran encargarse directamente de ninguno de estos asuntos administrativos. No obstante, en algunas iglesias, los ancianos no solamente realizan la contabilidad, sino también muchos otros trabajos. La contabilidad y la teneduría de los libros no debiera estar en manos de los ancianos. Tales tareas debieran ser delegadas a otra persona u otras personas que puedan realizar dichas labores bajo la dirección del ancianato. Algunos santos podrían encargarse de la contabilidad, otros de la teneduría de los libros y otros de mantener los registros en orden, pero los ancianos deben estar ocupados cuidando de las personas. Éste es el principio apropiado. Los ancianos deben adquirir el hábito de cuidar de las personas y buscar la ayuda de otros para los asuntos administrativos. En la vida de iglesia, hay muchos asuntos prácticos que requieren atención. Los ancianos no pueden encargarse de tales asuntos por sí mismos. Ellos tienen que aprender a delegar tales asuntos a otros. Ellos deben estar plenamente ocupados en cuidar de las personas; tienen que aprender a preocuparse por las personas.
Los ancianos también tienen que aprender a relacionarse con las personas. Según lo que he observado y experimentado, un anciano puede tener contacto con unas cien personas cada mes. Esto quiere decir que él podría tener contacto cada día con tres o cuatro personas. Muchos de los ancianos no sirven a tiempo completo. Por tanto, ellos tienen que saber administrar su tiempo. Todos los días ellos deben vivir conforme a un horario. Si uno de ellos trabaja como profesor de una escuela, no es necesario que renuncie a su puesto de profesor. Él puede mantener su trabajo, pero tiene que saber administrar su tiempo de tal manera que pueda tener contacto con algunas personas cada día. Un anciano de una iglesia local tiene que administrar su tiempo de tal modo que le permita tener contacto por lo menos con dos personas cada día. Los ancianos deben relacionarse con toda clase de persona, incluso incrédulos, así como también nuevos creyentes y creyentes que estén débiles. Los ancianos tienen que tomar la carga de relacionarse con las personas de este modo y delegar los asuntos administrativos a los servidores. Esto salvará a los ancianos de estar ocupados todo el tiempo con los asuntos administrativos de la iglesia, de tal modo que puedan cuidar de las personas.
En 1 Timoteo 5:17, Pablo habla de aquellos ancianos “que trabajan en la predicación y en la enseñanza”. En realidad, la expresión usada por Pablo incluye muchas cosas. La traducción literal de trabajan en la predicación sería “laboran en la palabra”, con lo cual no sólo se hace referencia a predicar la palabra a otros, sino que también significa que los ancianos tienen que laborar a fin de aprender la palabra. A este respecto, Pablo dejó establecido un buen ejemplo. Incluso durante la época en que escribió sus epístolas a Timoteo, él continuaba aprendiendo. Si él no hubiera estudiado la Palabra, no podría haber conocido Levítico tal como lo demuestra en el libro de Hebreos. En aquel tiempo, conocer bien los cinco libros de Moisés no era tarea fácil. Asimismo, hoy en día, conocer el Nuevo Testamento tampoco es tarea fácil.
He dedicado cerca de cuarenta años a predicar sobre Cristo como vida y sobre cómo disfrutar y experimentar a Cristo. Cientos de mensajes sobre Cristo como vida han sido dados y publicados, pero me temo que muchos ancianos no han captado una visión completa y cabal con respecto a Cristo como nuestra vida. Muchos mensajes concernientes al Espíritu, la economía de Dios y la impartición de Dios han sido dados, pero no son muchos los que han profundizado en ellos. Es urgente que tomemos la responsabilidad de cuidar de las personas en lo que se refiere a cuestiones espirituales. Sin embargo, si no aprendemos las cosas espirituales, no sabremos cómo atender a tales asuntos. Por consiguiente, existe la necesidad de que laboremos en la palabra.
La expresión laborar en la palabra no significa solamente ministrar la palabra, pues para poder ministrar la palabra tenemos que conocerla. Esto requiere mucho aprendizaje, y este aprendizaje requiere mucho tiempo. Debido a esto, será necesario que algunos ancianos sirvan a tiempo completo. En 1 Timoteo 5:17 Pablo dio a entender que había algunos ancianos que servían a tiempo completo, quienes eran dignos de “doble honor”, lo cual incluye recibir el suministro material. Quisiera alentar a algunos ancianos a dedicarse a tiempo completo a cuidar de la iglesia, pero esto no quiere decir que todos los ancianos deban servir a tiempo completo. El principio es que todos los ancianos deben laborar en la palabra y aprender a ser buenos ministros de Cristo Jesús (4:6).
El interés que manifiestan los ancianos por el bienestar espiritual de los demás no significa que ellos procuren enterarse de sus problemas. Es una tentación procurar enterarse de los problemas de otros. Es mejor ser como una “paloma” entre los santos, sin tener intención alguna de ver los problemas de los demás o escuchar acerca de ellos. Tal clase de curiosidad o interés no hace sino propagar muerte espiritual en la iglesia. Si entre las iglesias no se procurase saber los problemas de los demás, no habría chismes, y si no hubiera chismes, no se daría muerte a otros.
A uno mismo le es difícil conocer con precisión sus propios problemas; con mayor razón, cuando algo es dicho a una persona y ella lo disemina entre otros, es inevitable que tal relato sea impreciso. Así, mucho de lo que se dice con respecto a los problemas que conciernen a los santos se convierte en falsedades. La mejor manera de proceder es procurar no enterarse de los problemas que competen a cada persona. Es posible que necesitemos conocer ciertos asuntos con el fin de interceder por otros, pero tenemos que esforzarnos al máximo por conocer tales asuntos con precisión acudiendo directamente a la persona por la cual hemos de interceder y conversar con ella. Excepto cuando hemos de interceder de este modo, enterarse de los problemas de los demás es siempre una tentación. Procurar enterarse de los asuntos de los demás no es manifestar verdadero interés y preocupación por las personas.
Manifestar interés en el bienestar espiritual de otros es manifestar interés con respecto a la condición en que se halla dicha persona en su relación con el Señor, con lo cual se ministra vida en la edificación orgánica del Cuerpo de Cristo. No podremos conocer la condición de una persona delante del Señor a menos que establezcamos una relación directa con ella. Nadie puede conocer la verdadera condición en la que se encuentra una persona a menos que se reúna con ella varias veces. Tenemos que conversar con dicha persona una y otra vez, hasta que ella confíe en nosotros y nos abra su corazón; de lo contrario, no podremos conocer su verdadera condición.
Los ancianos tienen que tomar la carga de relacionarse con la gente por causa del reino de Dios. No basta con meramente preocuparse por los demás. Los ancianos tienen que tomar la carga de relacionarse con las personas. Al ponerse en contacto con alguien, no se debe hacer esto de manera general ni con indiferencia; esto carecería de significado y sería una pérdida de tiempo. Al relacionarnos con otros tenemos que hacerlo de modo específico, enfocándonos en su vida espiritual. Al conversar con ellos debemos tratar asuntos particulares. Por ejemplo, después de visitar varias veces a una persona incrédula, podríamos decirle sinceramente que lo que nos preocupa e interesa es su salvación.
Es imprescindible que primero nosotros aprendamos a abrir nuestro ser a quienes visitamos; esto hará que ellos también se abran a nosotros. Cuando los ancianos tienen contacto con alguien, o cuando alguien acude a ellos, ellos tienen que tomar la iniciativa de abrirse a tal persona a fin de ganar su confianza. Es menester que los ancianos aprendan a ser muy abiertos con las personas. La relación que tengamos con otros siempre se basará en que nosotros abramos nuestro ser a ellos. Sin embargo, debemos abrirnos a ellos sabiamente; de otro modo, nos comportaríamos neciamente y causaríamos problemas.
Los ancianos también tienen que aprender a orar centrándose en la carga particular por la relación con el Señor que tienen aquellos por los cuales están preocupados. Tales oraciones no son hechas como mejor convenga a los ancianos; más bien, deben responder a un horario apropiado. Tenemos que hacernos un horario a fin de administrar apropiadamente nuestro tiempo. Este horario deberá incluir un tiempo para orar por aquellos con quienes nos relacionamos.
Si los ancianos optan por el camino descrito en esta comunión, serán personas muy asequibles. Será fácil para las personas acudir a tales ancianos y relacionarse con ellos. Todos los ancianos deben aprender a relacionarse con los demás. Ellos deben evitar toda conversación telefónica que sea vana, así como toda conversación sin sentido. Muchos de nosotros desperdiciamos mucho de nuestro tiempo al sostener relaciones innecesarias así como conversaciones y llamadas telefónicas que son vanas. Tenemos que cambiar nuestro estilo de vida. Los ancianos deben programar su tiempo de manera muy ajustada y estricta. De este modo, ellos podrán cumplir con su responsabilidad como ancianos. Si ellos no se relacionan con las personas, les será imposible cumplir con sus responsabilidades.
La condición en la que se encuentra una iglesia depende del ancianato de esa iglesia. Un ancianato apropiado es aquel en que todos los ancianos tienen contacto con las personas de manera diaria y semanal, con regularidad y de manera constante. El número de personas que los ancianos contacten será el factor decisivo para la condición en la que se encuentre la iglesia en su localidad.
Primero tenemos que desarrollar una verdadera preocupación por las personas e ir a tener contacto con ellas. Entonces conoceremos la condición en la que se encuentran. En una iglesia local, lo primero que se necesita es que los ancianos se relacionen con las personas. Resulta muy conveniente, provechoso y necesario que ellos se relacionen con las personas, especialmente con los más nuevos, tanto antes como después de las reuniones. Sin embargo, muchos de los ancianos no han formado este hábito. Es posible que en la reunión haya muchos que se reúnen con nosotros por primera vez, pero los ancianos no hacen nada para ponerse en contacto con ellos después de la reunión. Relacionarnos con otros tiene que ser nuestra prioridad en la vida de iglesia.
Si tenemos la práctica y el hábito prevaleciente de ir a tener contacto con incrédulos conforme a un horario, seremos conocidos como personas que siempre están ocupadas ganando a nuevos creyentes. Si nosotros mismos somos tal clase de persona, podremos ayudar a otros al hacer que ellos salgan con nosotros a predicar el evangelio. No somos una sociedad que se encarga de atender a los problemas de índole social; ésta no es la manera en que procedemos. Nuestra comisión es salvar a las personas, ganar nuevos creyentes y ayudarlos a crecer.
Nuestro problema fundamental atañe a la manera en que practicamos la vida de iglesia. Casi todos los ancianos han aceptado en teoría la manera de servir y adorar ordenada por Dios, pero muchos no la ponen en práctica. Aquellos hermanos que son ancianos tienen que reflexionar sobre tal situación. Tenemos que practicar lo que creemos. Tenemos que poner en práctica salir a visitar a otros imbuidos de un sentido de urgencia a fin de ganar nuevos creyentes al relacionarnos con las personas con miras a su salvación. Tenemos que salir a visitar a otros. Lograr que una persona sea salva y traerla a la vida de iglesia no es tarea fácil, sino que para ello es necesario pagar cierto precio.