
Lectura bíblica: Ro. 15:16; 1 P. 2:5, 9; Jn. 15:5, 16
En este mensaje tendremos comunión en lo concerniente a la responsabilidad espiritual de los ancianos. La responsabilidad espiritual que tienen los ancianos en una iglesia es, primero, llevar fruto, predicar el evangelio a fin de ganar a los pecadores. En el Nuevo Testamento se le da mucha importancia a la predicación del evangelio. Lo primero que debe hacer una iglesia local, su primera responsabilidad, es hacer discípulos a todas las naciones, predicar el evangelio, ganar a los pecadores. Los ancianos, por ser quienes llevan la delantera, deben tomar la iniciativa de ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio (Ro. 15:16).
En el Nuevo Testamento, la secuencia de la economía divina es muy significativa. Incluso antes que el Señor Jesús se presentara públicamente, Juan el Bautista predicó el evangelio. Juan, en virtud de su nacimiento, debía haber sido un sacerdote al realizar la labor sacerdotal, comer de los alimentos apartados para los sacerdotes, vestirse con las vestimentas sacerdotales y llevar la vida que era propia de un sacerdote. Sin embargo, él no hizo esto. Él dejó su hogar y renunció al sacerdocio del Antiguo Testamento. En lugar de ello, él vivió en el desierto, comió frutos silvestres y se vistió con piel de camello. Así pues, él no hizo nada que tuviera relación con el sacerdocio del Antiguo Testamento; más bien, se dedicó a predicar el evangelio (Mt. 3:1-2) a fin de ganar a los pecadores para ofrecérselos como sacrificio a Dios. Su padre, un sacerdote del Antiguo Testamento, presentaba muchas ofrendas, las cuales tipifican a Cristo; pero Juan hizo algo nuevo al ofrecer pecadores arrepentidos a Dios a fin de hacer de ellos miembros de Cristo para que Dios, en Su economía, obtuviese la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Después de esto, el Señor Jesús vino y repitió lo que Juan había predicado (Mt. 4:17). Luego, Él designó a los apóstoles y los envió a predicar el evangelio (10:1-7). Después de Su resurrección Él les hizo una comisión a Sus discípulos encargándoles: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (28:18-19). Ir a hacer discípulos a todas las naciones es predicar el evangelio con autoridad; es hacer discípulos, enseñar e instruir a las naciones a fin de hacer de ellas el pueblo de Dios en Su reino.
El día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue derramado y la iglesia fue establecida, lo primero que los discípulos hicieron fue predicar el evangelio (Hch. 2:4, 14). Podríamos pensar que primero es necesario edificar la iglesia antes que los miembros de la misma puedan salir a predicar el evangelio. Sin embargo, la historia de la iglesia no concuerda con este modo de pensar. El Espíritu Santo no esperó que la iglesia fuese edificada antes de dar inicio a la propagación. En lugar de ello, se suscitó una persecución contra toda la iglesia en Jerusalén, y la mayoría de los discípulos fueron esparcidos a fin de que el evangelio fuese predicado. Únicamente unos cuantos fueron dejados en Jerusalén a fin de velar por la iglesia allí.
El apóstol Juan, en su Evangelio, recalcó la importancia de llevar fruto diciéndonos que somos pámpanos de la vid divina, el organismo del Dios Triuno (Jn. 15:5, 16). Puesto que somos Sus pámpanos, nuestra primera responsabilidad es llevar fruto. En Apocalipsis, Juan no solamente nos habla de los pámpanos que llevan fruto, sino de los sacerdotes del Nuevo Testamento en la iglesia, en la era del reino y en la eternidad (1:6; 5:10; 20:6). Podríamos pensar que los pámpanos que llevan fruto, mencionados en el Evangelio de Juan, y los sacerdotes que sirven, mencionados en Apocalipsis, son dos cosas diferentes; pero en realidad, son una misma cosa. Los pámpanos, al llevar fruto, desempeñan el verdadero servicio que corresponde al sacerdocio neotestamentario.
El apóstol Juan nos dijo que nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento, somos sacerdotes, pero él no nos dijo qué debíamos ofrendar a Dios. Cuando era apenas un joven cristiano, yo procuré averiguar qué era lo que nosotros, como sacerdotes del Nuevo Testamento, debíamos ofrendar. Se me dijo que lo primero era ofrendar nuestras alabanzas a Dios así como nuestra buena conducta para agradarle a Él. Además, se me dijo que dar ofrendas materiales a otros también podía considerarse como una ofrenda a Dios. Sin embargo, éstas no son las ofrendas principales en el Nuevo Testamento. En Romanos 15:16 Pablo nos dijo que él era un sacerdote del Nuevo Testamento, el cual ofrecía a los pecadores que habían sido salvos como sacrificios agradables a Dios. Él también dijo que él mismo era derramado en libación (Fil. 2:17) e instó a todos los santos del Nuevo Testamento a ofrecerse ellos mismos como sacrificio vivo a Dios (Ro. 12:1). Según la manera de pensar de Pablo, él —a causa de Cristo— laboraba en los creyentes de Cristo ministrándoles a Cristo para poder presentarlos maduros en Cristo (Col. 1:28) como sacrificios a Dios. Por ser sacerdotes del Nuevo Testamento, debemos ofrecer a Dios a los pecadores que han sido salvos mediante nuestra predicación del evangelio. Después que ellos son salvos, se convierten en miembros de Cristo, y puesto que ellos son miembros del Cristo corporativo, los ofrecemos como sacrificio a Dios. Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían aquello que tipificaba a Cristo; nosotros ofrecemos el incremento mismo de Cristo, la realidad de Cristo.
El punto culminante de las Epístolas de Pedro son los pasajes concernientes al sacerdocio. Él presentó el sacerdocio del Nuevo Testamento de una manera maravillosa. Él dijo: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5). En el versículo 9 él dijo: “Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable”. Por ser los sacerdotes del Nuevo Testamento, tenemos que ser conjuntamente edificados hasta conformar un sacerdocio corporativo que anuncie las virtudes de Dios. En este versículo, Pedro no habló de una manera común sobre cómo predicar el evangelio de la gracia, el amor, la bondad y el perdón de Dios; más bien, él usó una expresión extraordinaria: “a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel”. “Anunciar” es predicar, y algunas de las “virtudes” de Dios son Su gracia, amor, bondad, perdón y luz. Nuestro concepto debe ser que cuando salimos a predicar el evangelio, salimos a anunciar las virtudes de Dios.
El versículo 9 dice que Dios nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. En este versículo Pedro no menciona directamente la salvación ni el reino; más bien, él nos habla de la luz admirable de Dios. La luz denota la salvación de Dios y el reino de Dios. Tenemos que salir a anunciar las virtudes de Dios a fin de que la gente sea llamada a salir de sus tinieblas y a ser partícipe de la admirable luz de Dios. Esto equivale a introducirlos en el reino de Dios. Esto nos permite ver que la primera responsabilidad que deberá tomar una iglesia local es la de anunciar las virtudes de Dios, quien nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable.
La responsabilidad espiritual de los ancianos es llevar la delantera entre todos los miembros de una iglesia local en la predicación del evangelio a fin de obtener nuevos materiales de construcción para la edificación de esa iglesia local. Tenemos que salir en busca de tales materiales. Hageo 1:8 dice: “Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa”. Los ancianos tienen que salir en procura de ganar pecadores para que ellos lleguen a ser el material requerido a fin de edificar la iglesia local. Reunir los nuevos materiales de construcción es llevar fruto que permanece (Jn. 15:5, 16) y hacer que los pecadores sean salvos a fin de que constituyan sacrificios espirituales, los sacrificios del evangelio, que son ofrecidos a Dios como miembros de Cristo (1 P. 2:5).
Los ancianos deben tomar la iniciativa de ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio. Sin embargo, muchos ancianos piensan que su primera responsabilidad es encargarse de los asuntos administrativos de la iglesia. Éste es el concepto humano y natural; ello no procede de la revelación divina. Después que uno es hecho anciano, lo primero que debe hacer es salir a anunciar las virtudes de Dios, quien le llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Luego, él podrá ofrecer a Dios a los pecadores que han sido salvos, presentándolos como sacrificios y como miembros vivientes del Cuerpo de Cristo.
Para ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio, los ancianos deberán redimir el tiempo programando semanalmente un tiempo dedicado al evangelio. Programar nuestro tiempo implica administrar nuestro tiempo y no desperdiciarlo. Quizás algunos piensen que basta con que seamos espirituales y que no es necesario programar nuestro tiempo o hacerse un horario. Sin embargo, tenemos que programar nuestro tiempo si hemos de ser espirituales de una manera apropiada. Efesios 5:16 dice: “Redimiendo el tiempo, porque los días son malos”. Inmediatamente después de decirnos esto, Pablo nos insta a ser llenos en el espíritu. Tenemos que redimir nuestro tiempo a fin de ser llenos en el espíritu. Redimir el tiempo es manifestar la verdadera espiritualidad. Es necesario luchar todos los días a fin de redimir nuestro tiempo. Si no nos hacemos un horario, el tiempo se nos irá de las manos. No tenemos derecho a afirmar que no tenemos tiempo para predicar el evangelio. Tenemos que redimir el tiempo.
Con miras a ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio, los ancianos tienen que orar por la salvación de todos sus conocidos que todavía no han sido salvos y deberán seguir la dirección del Señor para relacionarse con ellos imbuidos de un sentido de urgencia por causa del evangelio. Es una vergüenza que cualquiera de nosotros todavía tenga conocidos que no han sido salvos. Nuestros conocidos son tan sólo un pequeño grupo de aquellos con los cuales tenemos contacto en nuestro diario vivir. Tal vez no sean más de cincuenta. Por lo menos cincuenta de ellos tienen que ser salvos. Aunque sabemos de algunos que se rehúsan a creer, no debiéramos dejar que esto determine nuestra actitud hacia ellos. George Müller oró por muchas personas, y cuando llegó la hora de su muerte, únicamente dos de esas personas no habían sido salvas; sin embargo, incluso ellas fueron salvas a la postre. Él oró por muchos, y todos ellos fueron salvos. Debemos considerar este asunto con toda seriedad en relación con nuestra propia vida cristiana delante del Señor.
Los ancianos también deben buscar nuevas fuentes que les provean de pecadores a los cuales puedan predicar el evangelio. Es posible que ya no tengamos más conocidos a los cuales predicar el evangelio, por lo cual debemos, entonces, buscar nuevas fuentes. Podríamos pedirle a algún amigo que nos recomiende ante sus amigos. Tenemos que encontrar el modo de ganar más pecadores.
A fin de ejercer el sacerdocio neotestamentario del evangelio, los ancianos deben conducir a los pecadores al conocimiento de Dios como la fuente y el Creador del universo, el único Ser supremo en el universo y el único Dios digno de nuestra adoración (Hch. 14:15b; 1 Co. 8:6a). Ellos también tienen que conducir a los pecadores a conocer a Cristo, el Hijo unigénito de Dios, como nuestro Salvador, quien fue crucificado por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para ser nuestra vida y, así, regenerarnos (Jn. 3:16; 1 P. 2:24a; 1:3).
Los ancianos también tienen que conducir a los pecadores a conocer lo que es el pecado y los pecados del hombre, es decir, el pecado inherente a la naturaleza humana y los pecados puestos de manifiesto en la conducta humana (Ro. 7:16-17, 20; 3:10, 12, 23). Asimismo, ellos tienen que conducir a los pecadores a conocer la salvación de Dios por medio de la fe en el Hijo de Dios, Jesucristo, como su Salvador y su vida (Hch. 16:31; Jn. 3:16). Estos puntos constituyen los principales contenidos de nuestro evangelio, los cuales debemos predicar a los pecadores. Sin embargo, tenemos que predicárselos de diferentes maneras, conforme a las diferentes clases de personas con las cuales nos relacionemos.
El paso crucial mediante el cual conducimos a un pecador a ser regenerado y salvo consiste, en primer lugar, en conducirlo a orar a Dios y al Señor Jesús al confesar sus pecados y recibir al Señor Jesús como su Salvador y su vida. Cuando conducimos a un pecador a ser regenerado y salvo, no debemos hablar demasiado. Cuanto más habla un vendedor, más son las probabilidades de que pierda la venta. Del mismo modo, hablar demasiado tendrá el efecto de anular nuestra predicación. En un determinado momento debemos “cerrar el trato” y conducir al pecador a orar. Cuanto más rápidamente llevamos a un pecador a orar, mejor. Por supuesto, primero debemos decir algo que abra la mente del pecador, algo que abra su corazón e, incluso, su espíritu, pero luego debemos ayudarle a orar. Si un pecador nos dice que no sabe cómo orar, tenemos que enseñarle y ayudarle a orar.
Después, tenemos que llevar al pecador a darse cuenta de que el Señor Jesús hoy es el Espíritu vivificante, el cual desea entrar en Sus creyentes, y que él —el pecador— posee un espíritu con el cual puede recibir al Señor Jesús como Espíritu (1 Co. 15:45; Jn. 4:24; 2 Ti. 4:22). El Señor es el Espíritu, y los pecadores poseen un espíritu a fin de recibir al Señor como el Espíritu. Tenemos que explicarles esto claramente y recalcarlo. Esto es crucial.
El punto más crucial y determinante al conducir a un pecador a que sea regenerado y sea salvo, es conducirlo a ejercitar su espíritu en oración a fin de que tenga contacto con el Señor Jesús como el Espíritu y, así, él sea vivificado. La persona a la que le predicamos el evangelio podría decirnos que no sabe cómo ejercitar su espíritu. Podemos decirle entonces que ello consiste en hablar más fuerte al orar y hablar desde lo profundo de su ser e, incluso, podríamos mostrarle cómo nosotros mismos ejercitamos nuestro espíritu. Es determinante que aquellos a quienes predicamos el evangelio lleguen a ejercitar su espíritu. Es verdad que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo, pero muchos únicamente han invocado el nombre del Señor de una manera superficial y no desde su espíritu.
El Señor es el Espíritu, y nosotros tenemos que adorarle y contactarle en nuestro espíritu. Éste es el principio establecido en Juan 4:24, y éste es un punto que debemos recalcar. Podríamos ayudarles usando como ejemplo ilustrativo la electricidad. No podemos valernos de un pedazo de madera para hacer contacto con la electricidad; tenemos que valernos de un conductor metálico. Tocar la electricidad con el metal es como contactar al Espíritu con nuestro espíritu. Hoy en día, Cristo es nuestro Dios, y Él es el Espíritu vivificante que está a la espera de que nosotros le recibamos. Podemos recibirle únicamente por medio de nuestro espíritu. No podemos escuchar una voz con nuestros ojos, ni distinguir los colores con nuestros oídos. Tenemos que valernos del órgano correcto.
Debemos dedicar varios minutos a recalcar este punto. Entonces podremos pedirle a la persona que ore. Ella tal vez haya orado muchas veces sin llegar a tener contacto con el Señor, pero nosotros tenemos que ayudarle a orar nuevamente hasta que esta persona perciba que ha establecido contacto personal con el Señor y perciba que el Señor ha entrado en contacto con ella. Esto es crucial, y es la clave determinante para conducir a un pecador a ser regenerado y salvo.
Si no tenemos contacto con el Señor el Espíritu al ejercitar nuestro espíritu, no podemos ser salvos apropiadamente. La electricidad puede haber sido instalada en un edificio, pero todavía se necesita de la conexión apropiada a fin de poder utilizarla. Con demasiada frecuencia intentamos instalar la “electricidad” en las personas sin conducirlas antes a establecer la “conexión” apropiada. Tenemos que ayudar a las personas a ejercitar su espíritu, y nosotros mismos tenemos que aprender a conectarnos apropiadamente con el Señor. Tenemos que comprender que Él es el Espíritu, que nosotros tenemos un espíritu, el espíritu humano, y que debemos ejercitar nuestro espíritu. Si no ejercitamos nuestro espíritu, no podremos tocar la “electricidad”. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu si hemos de tener contacto con el Señor.
Lo más eficaz es conducir a una persona a ejercitar su espíritu conduciéndola a orar y asimilar así un versículo de la Biblia que le hable del evangelio. Cuando oramos con alguien, debemos valernos de algunos versículos de la Biblia. Debemos presentar a esta persona algunos versículos de oro con respecto al evangelio. Cuando sea tiempo de orar, es mejor enseñar a la persona cómo orar-leer a fin de que digiera uno de esos versículos para asimilarlo mediante el ejercicio de su espíritu. Así, esta persona tendrá contacto con el Señor, el Espíritu.
También es de crucial importancia conducir a una persona a que adquiera la certeza de su salvación (Mr. 16:16; 1 Jn. 5:13). Según la Biblia, una persona es salva con base en el hecho de que ella cree en el Señor Jesús y le ha invocado, le ha tocado y se ha relacionado con Él como el Espíritu. Cuando tenemos el sentir de que alguien ha tocado al Señor, debemos ayudarle con algunos versículos a fin de que esta persona tenga la certeza de su salvación.
También es menester que enseñemos al nuevo creyente a que tenga contacto personal con el Señor por la mañana, esto es, a que practique la vigilia matutina por diez minutos cada mañana (Sal. 119:147-148), y debemos exhortarle a que lea un capítulo del Nuevo Testamento cada noche antes de ir a dormir. Podemos usar unos dos versículos para la vigilia matutina y leer un capítulo para el estudio bíblico. Debemos ayudar a los nuevos creyentes a hacer uso de dos ejemplares de la Biblia. Uno de ellos es para anotaciones al margen, y el otro para su vigilia matutina, el cual deberá mantener sin anotaciones que podrían distraerlo. Ésta fue la práctica del hermano Nee por muchos años. Debemos encargarles no leer su capítulo en la noche con demasiada rapidez. Ellos deben procurar leerlo con el debido entendimiento. Por último, es crucial enseñar a los creyentes a orar al Señor con respecto a todas las cosas.
Ahora quisiera decir algo con respecto a la situación mundial y el mover de Dios hoy. Efesios 3:20 dice que el Señor “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros”. Dios no solamente hace aquello que pedimos en beneficio de la iglesia, sino también aquello que pensamos en beneficio de la iglesia; además, Dios es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos en beneficio de la iglesia por medio del poder que opera en nosotros. Los eventos recientes en Europa, Rusia y el Medio Oriente han hecho que reconsideremos el mover del Señor en la tierra. Asimismo, las cartas enviadas por los santos en Rusia nos han alentado mucho. Tal parece que toda Rusia está abierta al ministerio del Señor. Algunos de los santos incluso desean que nosotros vayamos y permanezcamos con ellos a fin de ayudarles.
Durante los veinte siglos transcurridos desde la encarnación del Señor, el mover del Señor en la tierra siempre ha avanzado conforme a la situación mundial. Antes que el Señor se encarnara, los romanos estaban en una etapa de expansión. Julio César había conquistado la región mediterránea del norte de África así como la Tierra Santa apenas unos cuarenta y cinco años antes del nacimiento de Cristo. Su hijo adoptivo, Augusto, derrotó a los que se le oponían y se convirtió en el primer César oficial del Imperio Romano en el año 27 a. de C. Fue él quien promulgó el decreto para que se realizara un censo (Lc. 2:1-5). Esto hizo que José y María tuvieran que regresar a Belén a fin de ser censados allí. Esto nos muestra la estrecha relación que existía entre la situación mundial y el nacimiento del Señor. Esto también sucedió en el caso de la muerte del Señor, Su resurrección y la propagación del evangelio que produjo las iglesias.
En años recientes, la situación mundial también ha ejercido influencia en el mover del Señor. El factor más significativo de la historia mundial en los últimos dos siglos ha sido el imperialismo. Por medio del imperialismo, las naciones líderes invadieron a los países menos desarrollados a fin de explotar a la gente allí. A la postre, sin embargo, el imperialismo abrió las puertas para que el evangelio llegase a los países menos desarrollados; más aún, por medio de la Segunda Guerra Mundial, el idioma inglés se convirtió en el principal lenguaje internacional. El hermano Nee habló mucho sobre la necesidad de que el recobro del Señor se expandiera desde China de tal modo que escapara el “confinamiento” que le imponía el idioma chino. Sin embargo, no pudimos encontrar el modo de propagarnos fuera de la China continental. Pero, con el tiempo, el recobro del Señor fue traído al mundo de habla inglesa a fin de propagarse en todos los continentes.
El cambio en la situación en Europa comenzó con el establecimiento del mercado común europeo. Más recientemente, los países satélites de Rusia abandonaron el comunismo y han comenzado a tener gobiernos democráticos. Incluso Rusia misma ha experimentado ciertos cambios, y esto ha afectado mucho a Europa oriental. Alemania Oriental y Alemania Occidental se han reunificado y, recientemente, se ha producido una guerra en el Medio Oriente. Todos estos eventos han cambiado la situación mundial. Hoy en día, la situación mundial es muy diferente a cómo era hace un año. Inglaterra y Francia han iniciado la construcción de un túnel bajo el canal de la Mancha a fin de facilitar el tráfico entre ambas naciones.
Todos estos factores hacen que debamos volver a considerar el mover del Señor en Europa. El recobro del Señor se propagó a Europa por primera vez en 1971. No debemos permitir que Europa se pierda, pero tampoco debemos hacer nada apresuradamente y conforme a nuestra manera natural de pensar. Tenemos que orar y reflexionar mucho al respecto. El recobro tiene que propagarse. Hay tres factores que rigen el mundo entero hoy: el liderazgo de los Estados Unidos, la influencia que ejerce Europa y la influencia que ejerce Asia. El Señor envió Su recobro a los Estados Unidos debido a que éste es el país líder en el mundo. Debido a la importancia del idioma inglés y al liderazgo que los Estados Unidos ejerce, el recobro del Señor se ha propagado rápidamente durante el último cuarto de siglo. Sin embargo, la situación mundial ha cambiado, y el mover del Señor probablemente se adecuará al patrón impuesto por tal cambio.
Al respecto, tenemos que dar ciertos pasos concretos. De ahora en adelante, añadiremos clases de francés, alemán y ruso a las clases del entrenamiento de tiempo completo. Además, alentaremos a los santos a consagrarse para llevar a cabo el propósito del Señor de propagar Su recobro en los países europeos, especialmente en Alemania Oriental y Rusia. No debemos ir como meros individuos, sino como un equipo de cuatro personas como mínimo, cuyo núcleo sea una pareja de treinta años o más. Este equipo podría ir a una ciudad importante de Europa donde haya universidades importantes. Daremos comienzo a la obra de recobro principalmente en las universidades. Esperamos poder alquilar casas que serán usadas para recibir huéspedes los fines de semana así como para celebrar reuniones. Si algunos ya están listos para ir como equipo, pueden hacerlo inmediatamente. Tal vez debemos fortalecer el ministerio en Inglaterra primero porque, con el tiempo, Inglaterra será crucial para todo Europa.
Lo que los santos hagan cuando vayan a Europa dependerá de la dirección que reciban de parte del Señor. Algunos de ellos podrían dedicarse a servir al Señor a tiempo completo. Otros podrían desempeñar ciertos trabajos. Pronto habrán más transacciones comerciales entre los Estados Unidos y Alemania, y se presentarán más oportunidades de empleo. Algunos podrían ir a fin de estudiar en una escuela europea. Sin embargo, todos deben ir con el propósito de salir a propagar el recobro del Señor.
En nuestro entrenamiento de tiempo completo, tendremos una clase dedicada a preparar a los que irán a Europa. Entonces, algunos irán como equipos. No iremos a Europa para implementar prácticas viejas, sino para tener un nuevo comienzo. Todo esto sin ninguna organización oficial. Será el mover de los santos en concordancia con la dirección que reciban del Señor. Tengo la convicción de que todas las iglesias tomarán la firme determinación de participar en esto, especialmente en lo referido a proveer el sustento financiero. No hay necesidad de preocuparse de las finanzas. Los santos deben ir por fe. El Señor se encargará de los asuntos prácticos. El sostenimiento de un hermano en Rusia por causa del recobro del Señor no resultará muy caro. Si algunos van a Rusia, las iglesias podrían sostenerlos con facilidad. Algunos de los colaboradores también deberían ser alentados a ir a Europa. No solamente debemos enviar algunos “soldados”, sino también algunos colaboradores para que lleven sobre sus hombros las responsabilidades propias al mover del Señor.
Si nos preparamos para ir a Europa, debemos familiarizarnos con la manera en que los pecadores son salvos. Si uno va como un estudiante que habla inglés, podrá relacionarse con estudiantes que hablan alemán. Él aprenderá el idioma rápidamente, y dentro de un año podría predicar el evangelio a sus compañeros.
Algunos deben decirle al Señor que han determinado ir a Europa por causa de Su recobro. Quizás pronto enviemos algunos equipos, pero no debemos tratar estos asuntos con ligereza. Tenemos que recibir la dirección del Señor con mucha consideración. No debiéramos decir que no podemos ir porque no somos lo suficientemente fuertes. La iglesia en Jerusalén era muy joven, pero los santos de esa localidad fueron esparcidos por causa del mover del Señor. Hay muchos hermanos muy útiles en este país que han ganado mucho del Señor. Ellos necesitan de un lugar en el que puedan darle uso a su capacidad adquirida y donde puedan desarrollarla. Casi doscientos santos estadounidenses recibieron un entrenamiento en Taipéi, en Irving y en Anaheim; pero cuando ellos retornaron a sus localidades, no pudieron seguir desarrollando sus capacidades. Esto no quiere decir que en sus iglesias hubieran encontrado oposición a la nueva manera. Actualmente todas las iglesias reciben bien la nueva manera, pero muchas veces la situación imperante en esas localidades no da oportunidades para que la capacidad de los santos sea desarrollada plenamente. Por tanto, tenemos que propagarnos por medio de la emigración. En el caso de algunos, si ellos permanecen en los Estados Unidos, no serán tan útiles, pero si van a Europa, llegarán a ser muy útiles. Aquellos que tengan el deseo de ir, deberán ponerse en contacto con los hermanos encargados a fin de tener comunión al respecto.