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Mensajes del libro «Era del nuevo hombre, La»
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CAPÍTULO DOS

VER EL NUEVO HOMBRE

  Hay una sola Biblia, pero como resultado de las diferencias que existen entre los cristianos respecto a su entendimiento de la Biblia, hay distintas clases de cristianos. Para ejemplificar las distintas clases de cristianos, explicaré cómo el Señor me dirigió en mi experiencia, nivel tras nivel, hasta que vi que la iglesia es el nuevo hombre.

PRIMER NIVEL: ESTAR EN EL CRISTIANISMO SIN SER SALVO

  Soy chino y crecí en una familia cristiana. El abuelo materno de mi madre fue un miembro celoso de la Iglesia Bautista del Sur, y mi madre estudió en una escuela establecida por la Iglesia Bautista del Sur. Esto fue durante la dinastía Ching, cuando sólo había escuelas privadas del estilo antiguo. No existía el sistema de educación moderno, que consiste de escuela primaria, escuela intermedia y universidad. Las escuelas establecidas por las misiones enseñaban la Biblia en adición a los cursos regulares que se enseñaban en las escuelas privadas del estilo antiguo. Como resultado, mi madre también se unió al cristianismo, pero no era salva. Ella estaba bajo la influencia del cristianismo y era una seguidora devota del cristianismo. En aquellos días los misioneros occidentales que iban a la China con el fin de predicar el evangelio se llamaban “diablos extranjeros” o “diablos principales”, y a las personas chinas que aceptaban el cristianismo las llamaban “diablos secundarios”. Por ende, durante la Rebelión de los Bóxers en 1900, los bóxers mataron no sólo a los diablos extranjeros o principales, sino también a los diablos secundarios. Cuando los bóxers alcanzaron mi pueblo natal en la provincia de Shangtung, mi madre escondió todos los libros acerca de la Biblia que estaban en el hogar de nuestra familia, y tuvieron que escapar y esconderse en las colinas.

  Bajo la influencia de mi madre, los niños en mi familia nos reunimos en la Iglesia Bautista del Sur desde nuestra juventud. Yo estudié en una escuela primaria operada por la Iglesia Bautista del Sur; también iba a los servicios de la iglesia y asistía a la escuela dominical. Por tanto, me familiaricé con las prácticas rutinarias del cristianismo. Cada mañana del día del Señor nuestra madre se aseguraba de que nos vistiésemos con ropa limpia o nueva para asistir al servicio de la iglesia. Después del servicio ella cocinaba un delicioso plato de fideos. El día del Señor era un día para ir al servicio de la iglesia y comer alimentos deliciosos, no para llevar a cabo obra alguna. Éramos una familia cristiana.

  Estuve en el cristianismo por diecinueve años. Como resultado de la influencia de mi madre, no entré en contacto con otras religiones ni adoré ídolos. Todos en mi familia éramos miembros de la iglesia en el cristianismo, pero ninguno de nosotros éramos salvos genuinamente. No obstante, cuando alguien criticaba o se oponía al cristianismo, nos levantábamos para defenderlo. En cierta ocasión fui a una excursión con mi maestro y algunos compañeros de clase. Cuando llegamos a un templo, me puse de pie delante de mi maestro, mis compañeros de clase y un monje budista, señalé a los ídolos y dije: “Todos éstos son dioses falsos. Son iguales al lodo que está bajo mis pies, pues están meramente adornados de oro y puestos aquí en exhibición. El Dios verdadero es invisible e impalpable. Él es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Sólo Él, el Señor que creó los cielos y la tierra, es real”. En aquel tiempo yo ni siquiera era salvo; era meramente un cristiano nominal y nunca había orado ni confesado mis pecados. No obstante, amaba el cristianismo y era capaz de hablar de forma convincente acerca del Dios verdadero en contra de los ídolos.

SEGUNDO NIVEL: SER SALVO GENUINAMENTE Y AMAR EL CONOCIMIENTO BÍBLICO

  Un día una de mis hermanas, la segunda, se volvió al Señor y experimentó la salvación. Ella fue a Nankín para estudiar en el mejor seminario para mujeres en la China; estaba determinada a servir al Señor toda su vida. Después, ella comenzó a orar para que mi madre y yo fuésemos salvos. Como resultado de su oración, la salvación de Dios vino a mí. Una mañana del día del Señor, se anunció que una dama joven evangelista vendría de Shanghái para predicar el evangelio. En el pasado había escuchado pastores de mayor edad o mujeres de mayor edad predicar la palabra, pero nunca había visto una dama joven evangelista. Por tanto, decidí asistir. Había más de mil personas en la audiencia ese día. El mensaje que habló la dama joven evangelista fue poderoso; nunca había escuchado un mensaje tan poderoso como el de ella. Yo estaba algo familiarizado con las historias de la Biblia, pero nunca había escuchado tal mensaje. Ella no habló del pecado. Al contrario, habló de que Satanás era el faraón de la era actual, quien mantiene a las personas bajo su autoridad, y que Dios envió a Cristo para liberar a todos aquellos que permanecen bajo la opresión de Satanás, así como Moisés liberó a los hijos de Israel de la opresión de Faraón. Fui cautivado por sus palabras y decidí que ya no estaría bajo la mano de Satanás ni sería usurpado por el mundo. De camino a casa, miré hacia el cielo y dije: “¡Oh Dios! ¡Sálvame! No quiero ser retenido por Satanás. Deseo pertenecerte a Ti por toda mi vida”.

  Cuando era joven, estaba ocupado con entretenimientos y deportes. Cuando era mayor, comprendí que mi futuro dependería de mi educación. Por tanto, decidí que ya no sería absorbido por los entretenimientos y los deportes, e iría en pos de mi educación y también estudiaría diligentemente el idioma chino y el idioma inglés. Fue en aquel tiempo que escuché el evangelio: “No seáis retenidos por Satanás en el mundo”. Como resultado, hubo un cambio decisivo en mi vida humana.

  Después de ser salvo, mi mayor deleite era orar y leer la Biblia. Durante unas vacaciones de verano, pasé dos meses leyendo toda la Biblia a alta velocidad a fin de conocer su contenido. Había determinado entender cada capítulo, versículo, frase y palabra en la Biblia. Sin embargo, comprendí que no entendía la Biblia. Cuando le pedía al pastor que me instruyera, sus respuestas no me satisfacían. Por tanto, ahorré cada centavo a fin de comprar publicaciones espirituales. Encontré la revista cristiana The Morning Star y disfrutaba leer los artículos escritos por Watchman Nee. Más adelante, en una edición de The Morning Star se anunció que Watchman Nee iba a publicar su propia revista, The Christian. De inmediato me suscribí a esta revista.

  De 1925 a 1927 el hermano Nee publicó veinticuatro ediciones de The Christian. La revista fue leída en toda la China por cristianos jóvenes que amaban al Señor e iban en pos de Él. La circulación de esta revista aumentó hasta alcanzar las diez mil copias cada mes. El contenido principal de The Christian era una meditación sobre los primeros tres capítulos de Apocalipsis. El hermano Nee habló de las siete iglesias en Asia en los capítulos 2 y 3, exponiendo la condición del cristianismo en aquel tiempo. Como resultado de sus escritos, me pareció que él tenía que ser muy experimentado. Por ende, le escribí pidiendo que me recomendara un libro para ayudarme a entender la Biblia. Ésta fue la primera ocasión en que mantuve correspondencia con el hermano Nee. Él contestó, diciendo que, según su conocimiento, el libro que me sería de más ayuda en cuanto a entender la Biblia era The Synopsis of the Books of the Bible escrito por John Nelson Darby, un gran maestro de los Hermanos británicos. El hermano Nee también dijo que este conjunto de libros era muy difícil de leer, y que necesitaba leerlo cuatro o cinco veces a fin de entenderlo.

  Cuando escuché que en mi ciudad había una asamblea de los Hermanos, y que las personas allí sabían muy bien explicar la Biblia, me uní a ellos. Fui atraído por ellos. Los Hermanos eran reconocidos por su conocimiento de la Biblia. Ellos se especializaban en explicar la Biblia. Estudiaban los tipos y las profecías en el Antiguo Testamento; en particular, estudiaban la gran imagen humana vista en Daniel 2, las cuatro bestias vistas en el capítulo 7 y las setenta semanas vistas en el capítulo 9. También estudiaban las profecías del Nuevo Testamento acerca de la segunda venida de Cristo y el arrebatamiento. Yo valoraba muchísimo este conocimiento bíblico. Estaba en el periodo dorado de mi juventud y tenía una mente alerta. Escuchaba al menos cinco mensajes cada semana, tomaba notas y llevaba un registro de todo lo que oía. Escuché su exposición de la Biblia por siete años y medio y estaba muy satisfecho.

  En aquel tiempo yo criticaba otras denominaciones por no conocer la diferencia que existía entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, o los asuntos intrínsecos hallados en Génesis y Éxodo. Debido a que fui instruido en una asamblea de los Hermanos, conocía la diferencia entre Génesis y Éxodo. También entendía el significado del holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones, y también el significado de las fiestas observadas por los hijos de Israel. Me aprendí de memoria la mayoría de los tipos y las profecías hallados en la Biblia.

  Un día, en agosto de 1931, mientras caminaba por la calle, fui profundamente redargüido por el Señor. Él dijo: “Aunque has obtenido una gran cantidad de conocimiento bíblico, no has llevado fruto alguno; no has traído ni una sola persona a Mí. Estás muerto”. Me sentí condenado. Aparte de ir a trabajar, yo leía la Biblia, asistía a las reuniones, escuchaba mensajes y tomaba notas. Tenía un buen ingreso y no amaba el mundo ni el disfrute en el mundo. No obstante, el Señor me condenó por estar muerto. Temprano en la mañana del día siguiente, subí a la cima de un pequeño monte cerca de mi hogar. Allí lloré a voz alta, diciendo: “¡Oh, Señor, ten misericordia de mí! Estoy muerto y seco”. De agosto de 1931 a marzo del año siguiente, por más de medio año, subía al monte y clamaba fuertemente, oraba, cantaba y derramaba lágrimas delante del Señor cada día. Como resultado, muchas veces bajaba del monte lleno del Espíritu Santo en mi interior. Todo mi ser fue avivado. Éste fue el periodo más dulce en mi comunión con el Señor. Las cosas de la tierra no tenían lugar alguno en mi corazón; yo había sido completamente ganado por el Señor.

TERCER NIVEL: TENER CONOCIMIENTO ACERCA DE LA VIDA, CRISTO, LA IGLESIA Y EL ESPÍRITU

  En el verano de 1932, la denominación que yo había abandonado aceptó mi propuesta de invitar al hermano Nee a venir y predicar en mi pueblo natal. Antes de aquel tiempo, el contacto que yo tenía con el hermano Nee era sólo por medio del correo. Ahora iba a tener contacto con él cara a cara. Mientras tanto, el Señor comenzó a obrar en mi entorno. Dentro de pocos días después que el hermano Nee se fue, un hermano y yo comenzamos a reunirnos. De ese modo, una iglesia fue levantada en mi pueblo natal de Chifú. No luché ni me esforcé por establecer la iglesia; era el Señor quien añadía personas a nosotros. Comenzamos a reunirnos un martes en la noche; pero para el día del Señor de la siguiente semana, once hermanos, quienes habían salido de ocho denominaciones distintas, partían el pan con nosotros. Puesto que mi hogar era muy pequeño, sólo los hermanos venían a la reunión; las hermanas no asistían por causa de la incomodidad. Después hallamos una casa más grande y recibimos a las hermanas. El siguiente año nuestro número aumentó a alrededor de ochenta. En poco tiempo éramos más de cien.

  Como resultado de mi comunión con el hermano Nee, experimenté un gran momento decisivo en mi vida espiritual. Me volví del conocimiento bíblico a la vida, Cristo, la iglesia y el Espíritu. En agosto de 1933 el Señor me instó a que abandonara mi ocupación y le sirviera a tiempo completo, pero yo carecía de fe. Sin embargo, el Señor continuó instándome a que le sirviera. Finalmente, no tuve otra alternativa que abandonar mi ocupación. Luego, fui a Shanghái a visitar al hermano Nee, y él me pidió que permaneciese con él por un periodo de tiempo, durante el cual recibí mucha ayuda de parte suya. Él me condujo a la vida, al conocimiento subjetivo de Cristo, a la iglesia y al Espíritu.

  Durante los pocos meses de mi estadía en Shanghái, el hermano Nee daba mensajes en las reuniones grandes. Además, a veces él tenía comunión con unos cuantos de nosotros que estábamos allí para recibir su ayuda. En una ocasión él hablo acerca del primer hombre, el primer Adán, y el segundo hombre, el postrer Adán (1 Co. 15:45, 47). Él también habló acerca del grano de trigo que llegó a ser los muchos granos (Jn. 12:24) y acerca de que el Hijo unigénito de Dios llegó a ser el Primogénito de Dios y acerca de que nosotros llegamos a ser Sus muchos hermanos (Ro. 8:29). Fue una comunión larga. Luego, regresé a mi habitación y escribí todo lo que había escuchado. Fue un firme momento decisivo en mi conocimiento acerca de la vida, de Cristo, de la iglesia y del Espíritu. De ese día en adelante, vi cómo Dios en Cristo llegó a ser vida para el hombre, cómo Dios nos hizo Sus muchos hijos por medio de Su Hijo, cómo Dios hizo que Su Hijo unigénito llegase a ser el Primogénito, e hizo que nosotros llegásemos a ser Sus muchos hermanos, y cómo Cristo en calidad de grano de trigo llegó a ser muchos granos con miras a producir el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia. En aquella comunión transparente, recibí del hermano Nee una verdadera ayuda para ver una visión clara.

  Por medio de este momento decisivo, entendí que si deseamos permitir que Dios en Cristo se forje en nosotros, tenemos que ver que Cristo es la corporificación de Dios, “porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). El Señor me mostró la visión de que tenemos que comerle y beberle. Esto no es doctrina ni conocimiento. Nunca había oído esto de otros, ni había leído esto en un libro. Vi que el fruto del árbol de la vida tiene como meta ser comido (Gn. 2:9) y que el cordero pascual y los panes sin levadura también tenían por finalidad el ser comidos (Éx. 12—13:6). Además, el Señor Jesús dijo que Él es el pan de vida y que el que le coma vivirá por causa de Él (Jn. 6:48, 57). Vi claramente a partir de la Biblia que, a fin de permitir que Dios en Cristo se forje en nosotros, tenemos que comer al Señor.

CUARTO NIVEL: CONOCER QUE EL ESPÍRITU PRODUCE LOS CREYENTES, LA IGLESIA, EL CUERPO Y EL NUEVO HOMBRE

  El Señor también me mostró que Él es el Dios Triuno. Él es Dios, pero se hizo carne (Jn. 1:14) y pasó por la muerte y la resurrección. En resurrección Él introdujo la humanidad, de la cual Él se había vestido, en la resurrección y la elevó. En resurrección Él también llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Esta luz ha llegado a ser más clara en mí. No recibí esta luz por medio de la enseñanza o los escritos de otros; me fue dada. Esta visión consiste en que el Dios Triuno llegó a ser el Espíritu vivificante; el Dios Triuno se vistió de humanidad, pasó por el vivir humano, entró en la muerte en la cruz y resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu todo-inclusivo, que posee divinidad y humanidad, produce los creyentes, la iglesia y el Cuerpo de Cristo (12:13). Gradualmente, también vi que es el Espíritu quien produce el nuevo hombre (Ef. 2:15-18).

  Con base en mi experiencia personal, vi lo que es estar en el cristianismo sin ser salvo. Hay muchas personas así actualmente. No deberíamos pensar que estas personas no aman el cristianismo. Ellas aman el cristianismo, pero están meramente en la religión. Por la misericordia del Señor yo avancé; fui salvo y amaba leer la Biblia. Amaba tanto la Biblia que desgasté varios ejemplares de la Biblia. Sin embargo, cuando conocí al hermano Nee, avancé más hasta alcanzar el nivel más elevado, el de la vida, Cristo, la iglesia y el Espíritu. Puesto que me volví a estos cuatro asuntos, avancé aún más y vi que el Dios Triuno se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Este Espíritu produce creyentes genuinos, la iglesia, el Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre. Éste es el nivel más elevado. Los creyentes, la iglesia, el Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre están en el Espíritu. En el Espíritu los creyentes colectivamente llegan a ser la iglesia. La iglesia que vive en este Espíritu es el Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo que vive tomando a Cristo como su persona es el nuevo hombre.

  Les he dado mi testimonio para que ustedes consideren en qué nivel se encuentran. Que todos alcancemos el nivel más elevado, a fin de ver la visión del nuevo hombre, de modo que el Señor pueda llevar a cabo Su obra en la tierra por medio de nosotros.

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