
Lectura bíblica: Gn. 6:3; Sal. 51:10-12; Is. 42:1; 61:1; Ez. 36:27; 37:14; Zac. 4:6; 12:10
En este mensaje deseamos tener comunión sobre las funciones del Espíritu en el Antiguo Testamento. Dios lleva a cabo y cumple lo que desea hacer como Espíritu. “El Espíritu de Dios” es en realidad el Espíritu que es Dios, y “el Espíritu de Jehová” es en realidad el Espíritu que es Jehová. En otras palabras, el Espíritu es Dios mismo en acción. Por tanto, cuando Dios realiza algo, Él lo hace como el Espíritu.
En el Antiguo Testamento vemos que la primera función del Espíritu es que se movía sobre la faz de las aguas para producir vida (Gn. 1:2). Con respecto a la obra de creación, Génesis 1 relata cómo Dios produjo vida. Dios creó los cielos y la tierra; sin embargo, la tierra se volvió desolada y vacía, y a raíz de ello, el Espíritu de Dios vino a cernirse sobre las aguas de muerte con la intención de producir vida. Así pues, es como resultado del Espíritu que se movía que se produjo vida. Primero, se produjo la vida vegetal (vs. 11-12), la cual no sólo da belleza a la tierra, sino que también nos sustenta. Génesis 2 nos dice que todo árbol era bueno para comer (v. 9). La vida vegetal provee el alimento necesario para la vida animal. Después que se produjera la vida vegetal, se produjo la vida animal, el cual está compuesto por las aves, los animales acuáticos, los ganados y todo animal que se arrastra sobre la tierra (1:20-25). La vida animal fue creada para la vida humana, y finalmente la vida humana es para la vida divina, la cual es la vida más elevada. El relato de la obra creadora de Dios es en realidad un relato de cómo el Espíritu de Dios que se cernía para producir vida a fin de llevar a cabo el propósito de Dios.
Hoy en la nueva creación, el Espíritu sigue empollándose sobre los hombres con el objetivo de producir vida. Dios creó al hombre, pero éste, al igual que la tierra, se convirtió en un ser “desordenado y vacío”. Así pues, el Espíritu de Dios vino a cernirse, a empollar, al hombre. Esta función del Espíritu de Dios, que se cierne sobre los hombres, siempre va junto con la predicación del evangelio. Cuando se predica el evangelio, el Espíritu se cierne sobre los incrédulos a fin de producir vida en ellos.
Otra función del Espíritu es la de contender con el hombre caído o regir sobre él (Gn. 6:3). En el tiempo de Génesis 3 hombre ya había caído y continuó cayendo. Por lo cual, se suscitó una lucha entre el Espíritu y el hombre caído. Debido a que el hombre seguía cayendo, el Espíritu contendía con él, es decir, luchaba contra la rebelión del hombre. La palabra hebrea aquí traducida “contender” puede también traducirse “regir”. Cuando se nos dice que Dios contendía con el hombre implica que Él pugnaba por regir sobre él. Lamentablemente, en Génesis 6 vemos que llegó al grado en que el Espíritu ya no contendería con el hombre; y finalmente, el hombre se corrompió tanto que Dios tuvo que juzgar la tierra con el diluvio. El juicio del diluvio vino a causa de la corrupción desenfrenada en la que había caído la humanidad.
Si bien la situación corrupta del hombre llegó a tal extremo que el Espíritu de Dios dejó de contender con él, Dios jamás lo abandonaría. Por consiguiente, Dios vino a llamarlo, a redimirlo y a rescatarlo de su situación caída. Después que Dios condujo a los hijos de Israel al desierto, Su Espíritu, el cual se movía sobre las aguas y contendía con el hombre, llegó a ser el Espíritu que llenaba al hombre. Dios llenó al hombre con el Espíritu de Dios en sabiduría, inteligencia, ciencia y toda clase de arte (Éx. 31:3; 35:31; Dt. 34:9). El Espíritu que llena al hombre “en” todos estos aspectos indica que el Espíritu mismo es todos estos aspectos. El Espíritu que llena nuestro ser es el Espíritu que nos llena consigo mismo como sabiduría, inteligencia, ciencia y arte. En el Antiguo Testamento aquellos que fueron llenos del Espíritu como sabiduría, inteligencia, ciencia y arte fueron los que edificaron el tabernáculo. (Para más comunión al respecto, véase el Estudio-vida de Éxodo, mensaje 170, págs. 1753-1761.)
Otra de las funciones que realiza el Espíritu es la de hacer que profeticemos (Nm. 11:25, 29; 24:2-4; 1 S. 10:6, 10; 19:20, 23; 2 S. 23:2; 2 Cr. 15:1; 20:14; 24:20; Ez. 11:4-5; Zac. 7:12). Ésta es la necesidad más urgente que existe entre nosotros hoy en día. En 1 Corintios 14 Pablo exaltó la práctica de profetizar al afirmar que éste era el don más sobresaliente para la edificación del Cuerpo de Cristo (vs. 4b, 12). Todos los versículos citados arriba nos muestran que, en el Antiguo Testamento, profetizar era la función que más se necesitaba de Dios como Espíritu. Vemos pues que incluso en el Antiguo Testamento, nada era tan necesario como profetizar. Profetizar es hablar Dios, hablar por Dios y proclamar a Dios. Por tanto, tenemos que aprender cómo hablar Dios, hablar por Dios y proclamar a Dios.
El Espíritu que se movía, el Espíritu que contendía, el Espíritu que llena y el Espíritu que profetiza también es el Espíritu que combate (Jue. 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6, 19; 15:14). El Espíritu que combate es el Espíritu que lucha contra el enemigo de Dios.
En el Antiguo Testamento la unción del Espíritu es principalmente para investirnos de poder (1 S. 16:13); sin embargo, en el Nuevo Testamento la unción es para que disfrutemos de todas las riquezas de Dios. El poder es uno de los muchos atributos de Dios. En el Nuevo Testamento la unción nos unge con todos los atributos de Dios. En el mensaje anterior vimos que el Espíritu es tipificado por el ungüento compuesto mencionado en Éxodo 30. El Espíritu como ungüento compuesto nos unge con todos los elementos del Dios Triuno consumado.
En 1 Reyes 18:12 y en 2 Reyes 2:16 se nos muestra la función del Espíritu de llevarse al hombre. En 1 Reyes 18:12 leemos que Abdías, por temor a que Elías fuese llevado por el Espíritu de Jehová, dijo: “Acontecerá que luego de que yo me haya ido, el Espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa”. En 2 Reyes 2:16 también se hace referencia a que el Espíritu de Jehová se llevó a Elías.
En 1 Crónicas 12:18 se nos revela al Espíritu como vestimenta: “Entonces el Espíritu vistió a Amasi...” (lit.). En Lucas 24:49 también se revela como tal cuando el Señor le dijo a los discípulos: “Quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Vestirse del Espíritu es el uniforme que tiene el hombre, el cual no sólo le dará poder, sino también autoridad. Por ejemplo, el uniforme que se pone un policía es lo que le da autoridad, y es en virtud de su uniforme que las personas acatarán sus órdenes. Sin uniforme, ¿quién los obedecería? Así pues, su uniforme es lo que le da autoridad. Cuando un policía de tráfico en uniforme ordena a un conductor detener su automóvil, éste obedecerá. De igual manera, cuando los discípulos fueron investidos de poder desde lo alto, se revistieron del más poderoso y prestigioso de los uniformes. Ellos fueron poderosos y estaban llenos de autoridad.
Otra función que realiza el Espíritu es la de crear al hombre y darle vida (Job 33:4; Sal. 104:30; Mal. 2:15). Job 33:4 dice: “El Espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida”. Este versículo hace referencia a Génesis 2:7 que nos dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz el aliento de vida y fue el hombre un ser viviente”. Dios formó el cuerpo humano del polvo de la tierra, pero el cuerpo no era el hombre mismo. Cuando alguien muere decimos que dicha persona se ha ido, pese que su cuerpo aún permanece. Esto indica que el cuerpo no es el hombre en sí. Después que se formó el cuerpo del hombre, Dios sopló el aliento de vida en el hombre. Este soplar fue lo que creó al hombre. Cuando ese aliento entró en su nariz, el hombre llegó a ser un alma viviente. Cuando la Biblia habla del hombre, usa las palabras personas, almas. Éxodo 1:5 nos dice: “Todas las personas de la descendencia de Jacob fueron sesenta”. La palabra personas en este versículo es sinónimo de almas. El hombre es un alma viviente. El aliento de vida que se sopló en el cuerpo del hombre creó al hombre, es decir, así se hizo al hombre. Crear va junto con dar vida. El Espíritu es el Espíritu que crea al hombre y da vida al hombre.
El Espíritu también guía al hombre a que haga la voluntad de Dios (Sal. 143:10). Son muchas las personas que realizan una obra para su propio beneficio y no para la voluntad de Dios. Únicamente aquellos que son guiados por Dios como Espíritu harán la voluntad de Dios.
Otra función que cumple el Espíritu es la de dar al hombre un espíritu recto y un espíritu dispuesto (Sal. 51:10-12). Salmos 51 registra lo que David oró al Señor después que cayó, se arrepintió y acudió a Dios. En dicho salmo David oró que el Señor le diera un espíritu recto y un espíritu dispuesto (que fue traducido “noble”). Gran parte del día tal vez nuestro espíritu no sea recto. Si alguien involuntariamente derramara algo en la mesa donde cenamos juntos, ¿reaccionaremos conforme a un espíritu recto? Es posible que tengamos un espíritu que condena a tal persona por ser descuidada. Esto quiere decir que carecemos de un espíritu recto. Otras veces, es posible que tengamos un espíritu recto, pero que no esté dispuesto. Tal vez tengamos un espíritu que es recto para ir a predicar el evangelio y, no obstante, no tener la moral. Esto simplemente quiere decir que no tenemos un espíritu dispuesto. Si tuviésemos un espíritu dispuesto, tendremos una moral alta. Sin embargo, debemos confesar que en nosotros mismos y de nosotros mismos carecemos de un espíritu recto, así como también de un espíritu dispuesto. Por tanto, debemos orar: “Señor, dame un espíritu recto y un espíritu dispuesto”. Únicamente Dios como Espíritu puede hacer que nuestro espíritu humano sea recto y dispuesto.
El Espíritu da al hombre sabiduría e inteligencia, consejo y poder, conocimiento y temor de Jehová (Is. 11:2). Tal Espíritu posee seis atributos, y únicamente Dios como Espíritu puede darnos estos maravillosos atributos.
En el Antiguo Testamento el Espíritu también tuvo la función de ser derramado sobre los hombres (Is. 32:15; 44:3; Ez. 39:29; Jl. 2:28-29; Zac. 12:10). Así pues, el Espíritu es un Espíritu que se derrama. Joel profetizó en 2:28-29 que el Señor derramaría Su Espíritu sobre toda carne. Este derramamiento del Espíritu como lluvia temprana se cumplió en el Día de Pentecostés, pero Su derramamiento como lluvia tardía, mencionada en Zacarías 12:10, se cumplirá cuando los judíos se arrepientan en la segunda venida del Señor (Jl. 2:23). Isaías 32:15 dice: “Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto. Entonces el desierto se convertirá en campo fértil y el campo fértil será como un bosque”. Este versículo nos dice que el derramamiento del Espíritu hace que el desierto se convierta en campo fértil, lo cual indica que el Espíritu es derramado con el objetivo de producir vida.
El Espíritu también tiene la función de reunir al pueblo de Dios. Isaías 34:16 dice: “Consultad el libro de Jehová y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su pareja. Porque su boca mandó y su mismo Espíritu los reunió”. No es tarea fácil congregar a los hombres, pero el Espíritu, quien es Dios, es el Espíritu que nos reúne. Él hace que los hombres se congreguen. Si no fuera por el Espíritu que interiormente nos urge a congregarnos, no iríamos a las reuniones de la iglesia. Además, si no cooperamos diligentemente con este Espíritu que nos urge a reunirnos, quizás asistamos a las reuniones pero no llegaremos a tiempo. Así pues, necesitamos al Espíritu que nos reúne.
El Espíritu es también el Espíritu que envía. Isaías 48:16 nos dice: “Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo. Y ahora me envió Jehová el Señor y Su Espíritu”. Ahora, necesitamos preguntarnos, ¿a quién se refiere el me de este versículo? De hecho, tenemos que buscar el antecedente del me de este versículo y lo encontramos en el mí del versículo 1, lo cual indica que Aquel que envía es también Aquel que es enviado. Esto se asemeja a Zacarías 2:8-11, donde revela que Jehová de los ejércitos envía a Jehová de los ejércitos.
El Espíritu unge al hombre para la predicación del evangelio (Is. 61:1; 42:1). Isaías 42:1 dice que el Señor vendrá como siervo de Jehová y que el Espíritu de Jehová estará sobre Él. Isaías 61:1 nos declara que el Espíritu de Jehová que está sobre el siervo de Jehová es el aceite de la unción. Este versículo dice: “El Espíritu de Jehová, el Señor, está sobre mí, porque me ha ungido Jehová. Me ha enviado a predicar buenas noticias a los pobres, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel”. Esto se cumplió cuando Jehová ungió al Señor Jesús con Su Espíritu (Lc. 4:18-19).
Los versículos 10 y 14 de Isaías 63 [heb.] nos dicen que el Espíritu que obra de tantas formas también es el Espíritu que es contristado por Su pueblo y el Espíritu que le da descanso. Cuando lo contristamos, Él se contrista por nosotros. Además, este mismo Espíritu también nos da descanso. Así pues, Aquel que se contrista por nosotros es Aquel que nos da descanso. Podemos contristar al Espíritu y Él se contrista por nosotros, entonces no tenemos descanso. Finalmente, una vez que confesamos nuestros fracasos al Señor y nos arrepentimos, el Espíritu que se contrista llega a ser el Espíritu que da descanso.
El libro de Ezequiel revela claramente que el Espíritu es el que se mueve en el mover de Dios (1:12, 20; 2:2; 3:12, 14, 24; 8:3; 11:1, 24; 37:1; 43:5). En el capítulo 1 de Ezequiel se nos presenta una visión de cuatro seres vivientes junto con cuatro ruedas, lo cual significa que Dios se mueve juntamente con Sus criaturas. Ezequiel 1:12 dice: “Cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el Espíritu los llevaba, ellos iban, y no se volvían al andar” y en el versículo 20 leemos: “Hacia donde el Espíritu las llevaba, ellas iban; hacia donde las llevaba el Espíritu, las ruedas también se elevaban tras ellos, porque el Espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”. Así pues vemos que Ezequiel 1 nos da una visión sobre la manera como Dios se mueve en la tierra. En este mover de Dios, el Espíritu se mueve. Para tener más comunión al respecto, les recomiendo que lean el libro titulado The Visions of Ezequiel [Las visiones de Ezequiel].
Cuando salimos a visitar a las personas para predicarles el evangelio tenemos que darnos cuenta que es el Espíritu quien nos motiva a hacerlo y nos mueve a ello. El Espíritu nos mueve a hacer algo y nosotros nos movemos a hacerlo. Cuando salimos allí está el mover del Espíritu. Cuando tocamos la puerta de las personas con el objetivo de predicarles el evangelio, el Espíritu está allí. Dentro de nuestro mover a predicar el evangelio hay un mover interior. El mover exterior es nuestro, y el mover interior es del Espíritu.
El Espíritu hace que el hombre guarde los estatutos y preceptos de Dios (Ez. 36:27). La ley que Moisés recibió contiene únicamente diez mandamientos. Sin embargo, además de estos diez mandamientos, Éxodo también nos da muchos estatutos y preceptos, los cuales como normas subordinadas forman parte de la ley. Los estatutos nos dictan lo que uno no debe hacer, mientras que los preceptos, contendidos en estos estatutos, imponen juicios y castigos al que los quiebra. Así pues, en Éxodo 20 se nos da la ley, mientras que en los capítulos del 21 al 23 tenemos las normas suplementarias, o sea, los estatutos y los preceptos. Por nuestra propia cuenta no tenemos la capacidad para guardar tales estatutos y preceptos divinos. Sin embargo, el Espíritu es el que nos fortalece a fin de que podamos guardarlos.
Ezequiel 37:14 nos revela que el Espíritu vivifica a los muertos. El Espíritu viene a vivificar todos los huesos muertos; por tanto, el Espíritu es el Espíritu que vivifica.
El Espíritu nos da poder, juicio y fuerza. Miqueas 3:8 dice: “Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión y a Israel su pecado”. Zacarías 4:6 nos dice: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. No es con ejército ni con fuerza, sino en virtud del Espíritu de Jehová que podemos hacer algo por Él.
Otra función que cumple el Espíritu de Dios es permanecer en medio de Su pueblo (Hag. 2:5). El Espíritu permanece con nosotros. No debiéramos pensar que el hecho de que Él permanezca con nosotros no requiera de fuerza. ¿Podemos nosotros estar con alguien momento a momento todo el tiempo? Esto nos dejaría exhaustos; necesitamos estar a solas y tener cierta privacidad, pero el Espíritu que permanece está siempre con Su pueblo. Por tanto, permanecer es una capacidad y una función. El Espíritu que permanece jamás nos deja.
Zacarías 12:10 nos muestra que el Espíritu es un Espíritu de gracia y de oración. Cuando el Señor regrese, el Israel arrepentido experimentará el Espíritu de gracia a fin de que ellos puedan suplicar, orar y hacer peticiones a Dios mediante el Espíritu. El derramamiento del Espíritu del cual se habla en este versículo será el Espíritu como la lluvia tardía.
Damos gracias al Señor por las funciones del Espíritu presentadas en el Antiguo Testamento. Dios lleva a cabo Sus actividades, las cuales están llenas de gracia, como el Espíritu.