
En los mensajes pasados abarcamos muchos aspectos cruciales del maravilloso Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Pero aún nos queda por hablar de un aspecto más profundo, un aspecto que está escondido en la revelación del Nuevo Testamento.
En Efesios 3:16 Pablo oró pidiendo que el Padre nos concediera el ser fortalecidos en nuestro hombre interior. En este versículo Pablo de forma inesperada usó una expresión muy particular: el hombre interior. Esta expresión es muy significativa. Pablo aquí no menciona el espíritu ni ningún otro órgano, sino que dice que nuestro hombre interior necesita ser fortalecido para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Debemos leer Efesios 3:16 y 17 muy detenidamente, prestando atención al asunto del hombre interior y luego al hecho de que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. Dentro de nosotros tenemos un hombre interior, el cual no teníamos antes de ser regenerados.
Los seres humanos tienen su ser, o podríamos decir su hombre, en su alma, no en su cuerpo ni en su espíritu. Por esta razón, la Biblia a menudo se refiere al hombre o al alma. Por ejemplo, en Éxodo 1:5 dice que “todas las personas que descendieron de Jacob fueron setenta almas” [heb.] y Hechos 2:41, refiriéndose a aquellos que habían sido bautizados el Día de Pentecostés, dice que “se añadieron aquel día como tres mil almas”. Según la Biblia, una persona es un alma porque su ser, su hombre, está en su alma. La Biblia revela que el hombre es un ser tripartito compuesto interiormente de un espíritu, exteriormente de un cuerpo, y en medio del espíritu y el cuerpo está el alma. El alma es el ser mismo de la persona, ya que la personalidad de una persona reside en su alma. En otras palabras, la vida humana está en el alma. El cuerpo es el órgano con el cual contactamos el mundo exterior y visible, y el espíritu es el órgano con el cual contactamos el mundo espiritual. Por lo tanto, un ser humano, una persona, con su personalidad en su alma, posee tanto un cuerpo como un espíritu, los cuales son órganos. Ni el cuerpo ni el espíritu son su personalidad. Eso significa que la personalidad del ser humano no se halla en el cuerpo ni en el espíritu, sino en el alma. Por lo tanto, el alma —no el cuerpo ni el espíritu— es la persona. Antes de ser regenerados, nuestro cuerpo era nuestro órgano exterior y nuestro espíritu era nuestro órgano interior. Dado que el espíritu era el órgano interno, no poseía personalidad.
Cuando creímos en el Señor Jesús y fuimos regenerados, Cristo como vida entró en nuestro espíritu. Anteriormente, no había vida en nuestro espíritu, pues el espíritu era apenas un órgano sin vida. Nuestra vida humana no estaba en nuestro espíritu, sino en nuestra alma. Así que el alma es el lugar donde reside el ser humano; es decir, el alma es equivalente al ser humano. Sin embargo, cuando fuimos regenerados, Cristo entró en nuestro espíritu para ser vida allí. Esto hizo que nuestro espíritu dejara de ser un simple órgano. Al Cristo entrar en nuestro espíritu, nuestro espíritu llegó a ser un nuevo ser, al cual el apóstol Pablo llamó el hombre interior. Anteriormente, nuestro espíritu era simplemente un órgano, en el cual no había ningún hombre, es decir, ninguna personalidad, puesto que carecía de vida. Sin embargo, al Cristo entrar en nuestro espíritu, Él hizo que nuestro espíritu llegara a ser un ser con vida. Ahora en nuestro espíritu tenemos otro ser, el nuevo ser, el hombre interior.
Debido a que nuestro espíritu es ahora el hombre interior, cada cristiano posee dos seres: el viejo ser que está en el alma y el nuevo ser que está en el espíritu. Nuestro viejo hombre está en nuestra alma, y nuestro nuevo hombre está en nuestro espíritu. La Biblia dice que nuestro viejo hombre, el ser que está en nuestra alma, fue crucificado (Ro. 6:6). Dios jamás toleraría que en nosotros hubiera dos hombres. Uno de los dos tenía que desaparecer. Por esta razón, el viejo hombre fue crucificado. Cuando leí Romanos 6 hace cincuenta años, me inquietó mucho el versículo que dice que nuestro viejo hombre fue crucificado. Me decía a mí mismo: “Si este hombre ha muerto, ¿cómo entonces puedo vivir?”. En aquel tiempo no había visto el hecho de que, aunque el Señor crucificó mi viejo hombre en la cruz, en la regeneración Cristo entró en mi espíritu para hacer de mi espíritu un nuevo hombre. Anteriormente nuestra alma era el hombre y nuestro espíritu era el órgano. Pero ahora que hemos sido regenerados sucede lo contrario. Nuestro espíritu ha llegado a ser el hombre, y ahora nuestra alma es simplemente un órgano, dejando de ser nuestro ser y nuestra personalidad.
Los cristianos a menudo no entienden con claridad la poca revelación que hemos recibido. Por ejemplo, muchas veces decimos que vivimos por el espíritu. Sin embargo, si el espíritu todavía fuese un órgano, y no un hombre que posee vida, ¿cómo podríamos vivir por este órgano? De manera que cuando decimos que vivimos por nuestro espíritu, debemos entender que esto significa que nuestro espíritu es ahora un ser que posee vida. Nuestro espíritu tiene vida y esta vida es Cristo. Es por ello que Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Este versículo no dice: “Ya no vive mi vida, sino la vida de Cristo en mí”. Este versículo no habla de una vida, sino de una persona. El “yo” era antes la persona, pero ahora Cristo, una nueva persona, vive en mí. Yo antes era la persona que residía en mi alma, pero ahora Cristo es la nueva persona que reside en mi espíritu.
Ahora que Cristo está en nuestro espíritu, seguimos teniendo dos órganos: el cuerpo y el alma. Anteriormente los dos órganos eran el cuerpo y el espíritu; pero ahora este segundo órgano ya no es el espíritu, sino el alma. Nuestra alma antes era nuestra personalidad, y nuestro espíritu era el órgano. Sin embargo, ahora nuestro espíritu es nuestra personalidad y nuestra alma ha llegado a ser un órgano. Es por ello que podemos vivir y andar por nuestro espíritu. Nuestro espíritu ya no es un simple órgano, pues en él se halla una vida que es Cristo mismo. Cristo, la vida que está en nuestro espíritu, hace que nuestro espíritu sea un nuevo ser con una nueva personalidad. Este nuevo ser es llamado el hombre interior. Este hombre interior necesita ser fortalecido, necesita ser revestido de poder. ¡Oh, es preciso que todos veamos esto! ¡Esto es crucial! Yo fui cristiano por más de cuarenta años antes de ver este asunto. Sólo en los pasados diez años llegué a ver que nuestro espíritu humano anteriormente era un órgano, pero que ahora es un hombre. Un día el Señor me mostró esto y dijo: “Miren, ahora la personalidad de ustedes ya no está en el alma, sino en el espíritu. La personalidad que estaba en su alma fue crucificada, fue muerta”. Cuando decimos que nuestra alma fue crucificada y que debemos negarla, no queremos decir que las funciones del órgano del alma fueron crucificadas y que debemos negarlas. Las funciones del alma aún se conservan, pues hoy el alma es un órgano. Sin embargo, es el ser, la personalidad, que residía en el alma que fue crucificada y eliminada. Por lo tanto, ahora hay un nuevo ser, una nueva personalidad, en nuestro espíritu. Esta nueva personalidad es Cristo mismo. Debido a que la vida divina está en nuestro espíritu, nuestro espíritu ahora es el nuevo hombre, el hombre interior. ¡Cuán maravilloso es esto! Podemos vivir y andar conforme a este nuevo hombre. Si usted llega a ver este asunto con claridad, experimentará un cambio radical.
Veamos ahora, a modo de ejemplos, algunas personas que vivieron y anduvieron en el espíritu. Una de ellas fue Esteban, un varón lleno del Espíritu Santo. El libro de Hechos dice repetidas veces que Esteban era un varón lleno del Espíritu Santo (Hch. 6:3, 5; 7:55). Él era alguien que actuaba, andaba, se conducía y laboraba en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo se había mezclado con su espíritu. En él el Espíritu divino y el espíritu humano se habían mezclado como uno solo. Éste también era el caso de Felipe, quien era una persona llena del Espíritu Santo. Según Hechos 6 y 7, Esteban y Felipe eran personas que vivían, se conducían y andaban en este maravilloso Espíritu. Esto no era una doctrina para ellos, sino su andar diario. Ellos ya no vivían en el alma, en el viejo ser con la vieja personalidad. Ellos vivían en el nuevo ser, en la nueva personalidad. Este nuevo ser, esta nueva personalidad, estaba constituida del Espíritu Santo que moraba en su espíritu humano. Si viéramos esto, no habría necesidad de tantas enseñanzas.
El apóstol Pablo y sus colaboradores eran tales personas. Pablo y Bernabé vivían y andaban conforme al espíritu. Su alma, su viejo hombre con su viejo ser y personalidad, había sido crucificado y sepultado con Cristo. Por lo tanto, tenían un nuevo ser, el hombre interior: el Cristo que moraba en su espíritu y hacía Su hogar en cada parte de su ser interior.
Según Hechos 15:28, los apóstoles tomaron una decisión en unión con el Espíritu, y dijeron: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros”. Esto significa que ellos eran uno con el Espíritu Santo y que sus acciones eran acciones del Espíritu. Su andar, su vida diaria y su obra eran el andar, vida y obra del Espíritu Santo.
Esto no es simplemente un asunto de poder. Muchos cristianos hoy en día piensan que el Espíritu Santo es simplemente un poder o un instrumento. Pero el Espíritu Santo es el elemento constitutivo de nuestro nuevo ser, y no simplemente un poder o un instrumento. El Espíritu no es simplemente un asunto de poder, sino que también está relacionado con nuestra constitución o complexión. Todos los apóstoles vivían conforme a este nuevo ser. Hechos 16:6 y 7 revelan que cuando Pablo, en su ministerio, iba a cierto lugar, él no avanzaba según su viejo hombre, sino según el Espíritu.
Hechos 17:16 dice que el espíritu de Pablo fue provocado. Si usted no fuera regenerado, su espíritu nunca podría ser provocado. Únicamente su alma sería provocada, porque su espíritu únicamente sería un órgano. Además, uno nunca diría que su cuerpo es provocado, porque nuestro cuerpo no es nuestra persona. El espíritu de Pablo pudo ser provocado porque la personalidad de Pablo estaba en su espíritu. Por consiguiente, este versículo nos muestra también que después de la regeneración, nuestro ser, nuestra personalidad, se halla en nuestro espíritu. Sin embargo, debido a que muchos cristianos no han recibido esta luz o esta visión, sólo el alma de ellos es provocada. Tal vez su alma sea provocada al hablar con su esposo o esposa. ¡Cuánto necesitamos ver que nuestra nueva personalidad ya no está en nuestra alma! Nuestra nueva personalidad está en nuestro espíritu, el cual está constituido de Cristo, nuestro nuevo hombre. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo aquí en este nuevo hombre.
Hechos 19:21 dice que Pablo incluso se propuso hacer algo en su espíritu. Si su ser no estuviera en el espíritu, ¿cómo habría podido proponerse hacer algo en su espíritu? Si su espíritu no fuese nada más que un órgano, ¿cómo podría él haberse propuesto hacer algo en este órgano? Proponerse hacer algo significa que uno hace algo con su ser, no con un órgano. Así que, Hechos 19:21 demuestra que, para entonces, el espíritu de Pablo había llegado a ser su personalidad, su ser, su hombre. Es por ello que él pudo proponerse hacer algo en su espíritu.
En Romanos 1:9 Pablo nos dice que él servía a Dios en su espíritu. Su espíritu era el hombre, el ser, la personalidad, en el cual servía a Dios.
En 1 Corintios 5:3 y 4 leemos que Pablo pudo asistir a una reunión de la iglesia en Corinto en su espíritu, a pesar de no haber estado allí físicamente. Pablo estaba “ausente en cuerpo, pero presente en espíritu” (v. 3). El versículo 4 dice: “En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús”. Esto significa que cuando los creyentes de Corintio y el espíritu de Pablo estaban reunidos, el espíritu de éste estaba con ellos. En este pasaje de la Palabra Pablo parecía decir: “Cuando ustedes estuvieron en esa reunión y mi espíritu estuvo con ustedes, yo entregué a esa persona pecaminosa en las manos de Satanás”. ¡Cuán enfático fue Pablo!
En 1 Corintios 4:21 dice: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?”. Este versículo también nos muestra que Pablo era alguien que andaba, actuaba y obraba absolutamente en su nuevo ser, en su nueva personalidad.
En 1 Corintios 16:18 dice: “Porque confortaron mi espíritu y el vuestro”. Debemos aprender a decir: “Mi espíritu fue confortado”. A veces decimos: “Mi corazón se ha dolido” o “He sido tocado en mis emociones”. Pero ahora debemos aprender a decir que nuestro espíritu se ha dolido o ha sido tocado o confortado. La parte de su ser que es tocada revela la parte de su ser en la cual usted vive. Si usted dice que está dolido en su corazón, entonces usted es una persona que vive en su corazón. Esto indica que aún sigue viviendo en la vieja persona, en la vieja alma. Asimismo, si dice que su parte emotiva fue provocada, eso demuestra que sigue siendo una persona anímica, que vive en el viejo ser en el alma. Ahora debemos aprender a decir: “Hermanos, mi espíritu está dolido”. Esto quizás no suene tan agradable, pero es más acertado. Diga: “Hermano, tocaste mi espíritu”. Aunque aparentemente no sea muy dulce, es lo más preciso. Si podemos decir que otros han confortado nuestro espíritu, eso demuestra que vivimos en nuestro nuevo ser.
Algunos versículos de 2 Corintios también demuestran que Pablo era un hombre que vivía en su nuevo ser. En 2 Corintios 2:13 dice que Pablo no tenía reposo en su espíritu; en 7:13 dice que el espíritu de Tito recibió refrigerio; y en 12:18 dice que Pablo y Tito procedían con el mismo espíritu. Pablo fue osado para declarar que tanto él como sus colaboradores eran personas que vivían en su nuevo ser, en su nueva personalidad.
El Nuevo Testamento es un relato de personas que vivían, andaban y laboraban en el espíritu. Cuando yo era joven, leí libros que hablaban acerca de la vida de Pablo y de la vida de Pedro. Sin embargo, ninguno de ellos decía que Pedro y Pablo vivían, andaban y procedían en su nuevo ser. En lugar de ello, decían que Pedro y Pablo estaban llenos de poder o llenos del Espíritu Santo. El concepto que esos libros comunicaban era que el poder había sido derramado inesperadamente sobre Pedro, un pescador, y sobre Pablo, un hombre docto, por lo cual ellos pudieron hablar. Sin embargo, si recibimos la luz de que nuestro espíritu es nuestra verdadera persona, veremos el libro de Hechos desde una nueva perspectiva. Los apóstoles eran personas que vivían en su nuevo ser, en su espíritu regenerado habitado por Cristo, quien es el Espíritu todo-inclusivo.
El Nuevo Testamento concluye con el caso del anciano apóstol Juan en la isla de Patmos. A pesar de que Juan era alguien de tan avanzada edad, él seguía viviendo en su espíritu. En Apocalipsis 1:10 Juan dice: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor”. Debido a que estaba en su espíritu, él vio las iglesias locales. Luego, en el espíritu vio el juicio de Dios sobre el mundo (Ap. 4:2), vio Babilonia la Grande (17:3), y también vio la Nueva Jerusalén (21:10). Así pues, en su espíritu, en su nuevo ser, su nueva personalidad y su nueva persona, Juan vio las iglesias, el mundo, Babilonia y la Nueva Jerusalén. Yo también, como alguien que está envejeciendo, espero un día ser como Juan. Anhelo poder decir que estaba en mi espíritu en el día del Señor, que escuché una voz, que me volví para verla, y que vi todas las iglesias locales. ¡Cuán bueno sería eso! Asimismo me gustaría testificar en el espíritu que vi el mundo bajo el juicio de Dios, la caída de Babilonia la Grande y la Nueva Jerusalén venidera. Esto no es un sueño; es una realidad que percibimos en espíritu. ¡Cuánto necesitamos estar en el espíritu! Necesitamos vivir, andar y laborar en el espíritu.
Nuestro espíritu ya no es un órgano, y nuestra alma ya no es nuestra persona; hoy en día nuestro espíritu es nuestra persona y nuestra alma es simplemente un órgano. Debemos decir: “Alma, no seas más que un órgano. No me hables, porque ya no eres la persona. Tú eres mi órgano. No me propongas nada, pues no quiero vivir más por ti. En lugar de eso, te usaré como un órgano. Alma, ¿acaso no sabes que mi persona hoy es el espíritu regenerado donde mora mi querido Señor Jesucristo? Si sabes esto, entonces debes ir a la tumba y descansar allí”. Espero que todos veamos este asunto tan crucial.