
Hoy en cualquier grupo cristiano encontramos dos categorías de personas: los que se menosprecian a sí mismos y los orgullosos. Los que se menosprecian a sí mismos piensan que no son nada. Como resultado, no se consideran parte del Cuerpo y, por ende, no ejercen su función. Los orgullosos, por el contrario, se consideran superiores a los demás y parecen decir: “No necesito a nadie. Puedo hacerlo todo por mí mismo”. Esta combinación de humildad y orgullo es lo que da origen a los clérigos y laicos. Los que pertenecen a la clase clerical creen que pueden hacerlo todo y que no necesitan de los demás. Mientras que los que pertenecen al laicado piensan que son nada y que no son capaces de hacer nada. Esta sutileza ha hecho que la vida del Cuerpo sea anulada. Es por ello que no vemos la función del Cuerpo en las reuniones cristianas de hoy. En lugar de ello, vemos que los que pertenecen al clérigo lo hacen todo. ¡Cuán lamentable es esta situación! Debido a que provenimos de un lugar donde había clero y laicado, y debido a que todavía estamos rodeados por este sistema, no nos damos cuenta de lo detestable que es. De hecho, hemos sido embotados al grado en que pensamos que esta situación es normal.
En las reuniones de la iglesia todos deben ejercer su función, incluyendo a los jóvenes, los nuevos y los débiles. Sin embargo, es posible que pensemos que es una pérdida de tiempo el que los creyentes nuevos, jóvenes o débiles participen en las reuniones, y digamos: “¿Qué pueden hacer los más débiles? ¿Qué ayuda nos pueden dar los nuevos creyentes o los jóvenes? Es mejor que ellos se queden callados. Dejen que ellos les cedan su tiempo a aquellos que pueden hacer algo”. Nuestro modo de pensar ha sido saturado de este concepto. Esto demuestra que hemos sido embotados y que no nos percatamos de la importancia de que los miembros del Cuerpo ejerzan su función.
Cuando yo hablo, casi todos los miembros de mi cuerpo ejercen su función. No es cierto que sólo mi boca habla y que el resto de los miembros de mi cuerpo no tienen nada que hacer. Mientras mi boca habla, todo mi cuerpo también participa. Por ejemplo, mis manos hacen ciertos gestos y mis hombros se mueven. Cada uno de los miembros de mi cuerpo cumple su respectiva función. No soy una máquina que tiene un mecanismo para hablar llamado boca. Cuando una boca mecánica habla, las demás partes de la máquina no participan en el hablar. Debido a que mi boca es una parte viva de mi cuerpo, todo mi cuerpo desempeña su función cada vez que hablo.
Incluso en algunas reuniones en el recobro del Señor, la situación aún no es normal. En vez de ello, debido a nuestro pasado en el cristianismo y a la influencia que recibimos, la situación es bastante anormal. Nuevamente les digo que con respecto a la función de los miembros del Cuerpo hemos sido embotados. El propósito de estos mensajes no es impartirles doctrinas, sino ministrarles una palabra que los desintoxique. Todos nosotros, incluyéndome a mí mismo, necesitamos ser desintoxicados. Yo nací, y fui criado y educado en el cristianismo. Debido a esta influencia, yo mismo a veces he llegado a decir: “Estas personas son demasiado jóvenes. Ellas no tienen nada que compartir a los santos. Es mejor que se queden calladas en la reunión”. Este concepto es errado. El Cuerpo depende de todos los miembros para moverse. Así que, de ahora en adelante debemos orar, diciendo: “Señor, permite que cada vez que nos reunamos todo el Cuerpo se mueva”. ¡Cuán diferente es cuando todo el Cuerpo se mueve!
Debido a nuestra formación religiosa, podemos tener la actitud de que cierta reunión no es nuestra, o sea, que no requiere de nuestra participación. Es por esta razón que algunos santos me han dicho: “Hermano Lee, la reunión de esta noche es su reunión”. Eso significa que yo soy el encargado del espectáculo. ¡Oh, cuánto hemos sido embotados! No hay ninguna reunión que sea de ninguno en particular. Todas las reuniones, incluso las reuniones del ministerio, son las reuniones de los santos. Si usted dice que cierta reunión es mi reunión, yo le diría que no es sólo mi reunión, sino también su reunión. Siempre que nos reunamos como hermanos y hermanas cristianos, somos el Cuerpo. El Cuerpo está presente cuando nos reunimos. Sin embargo, si no somos espirituales de manera práctica al reunirnos, si no ejercitamos el espíritu para desempeñar nuestra función, el Cuerpo no estará presente entre nosotros de manera práctica. Cuando los santos se reúnen sin ser espirituales, es decir, sin ejercitar su espíritu para desempeñar su función, dicha reunión es una reunión de ídolos mudos. Pero si nos reunimos ejercitando nuestro espíritu y estamos listos para ejercer nuestra función, seremos como los jugadores de un equipo de baloncesto. Todos participaremos como miembros del equipo. Entonces tendremos el Cuerpo entre nosotros. Es preciso que seamos rescatados de la condición caída del cristianismo. En el recobro del Señor estamos siendo llevados de regreso al principio. Al principio, cuando los cristianos se reunían, todos ejercían su función. Sin embargo, hoy en día todos hemos sido embotados. Por lo tanto, todos debemos ejercitarnos para desempeñar nuestra función. Incluso los más jóvenes y los más débiles tienen que ejercer su función.
Pablo en su sabiduría abordó el verdadero problema de la vida práctica del Cuerpo: el hecho de que algunos se menosprecian a sí mismos y se consideran inferiores a otros. Muchos de ustedes todavía tienen el concepto de que son inferiores a otros. Más aún, algunos hermanos de más edad piensan que están obsoletos. Aunque no lo digan, ciertamente este pensamiento está en su subconsciente. Como ustedes lo saben, a lo largo de los años mi carga ha sido promover a los jóvenes y cultivarlos. Esto ha hecho que algunos de los hermanos de más edad piensen que ya no son necesarios. Por lo tanto, han llegado a sentirse profundamente desilusionados. Algunos hermanos de más edad han dicho: “Yo he estado en el recobro del Señor desde el principio. Ahora pareciera que a los ojos del hermano Lee, todos los viejos no servimos para nada. Él ya no quiere usarnos más en su equipo. Nosotros no podemos aprender otros idiomas para ir a Europa. En particular, nunca podríamos aprender hebreo para ir a Jerusalén a iniciar la vida de iglesia allí, a fin de preparar el camino para la venida del Señor”. Debido a este sentimiento de desilusión, algunos hermanos de más edad piensan que únicamente sirven para jubilarse. Sin embargo, son muchos los hermanos de más edad que aún desean ser adiestrados. Por un lado, algunos de hermanos de edad se sienten desilusionados; por otro, hay muchos otros que aún anhelan ser adiestrados para ser útiles en el recobro. El Cuerpo es el Cuerpo. Los jóvenes no son todo el Cuerpo. Más bien, ellos son simplemente una parte del Cuerpo.
Es difícil para los hermanos de más edad contactar a los jóvenes en las universidades. Si yo, una persona anciana, fuera a las universidades, los jóvenes no tendrían ningún interés en hablar conmigo. Las personas se reúnen con los de su edad. Por ejemplo, es difícil que un niño de doce años juegue con un niño de cinco. El niño de cinco preferirá relacionarse con los de su misma edad. Lo mismo sucede con los de doce años. Es por eso que los de más edad no son útiles para contactar a los jóvenes en las universidades. Sin embargo, el Cuerpo no sólo se compone de los jóvenes. Aunque los hermanos de más edad no son los más adecuados para laborar en la universidad, ellos son quienes asumen la responsabilidad de orar por los jóvenes. Sin embargo, es muy difícil pedirles a los jóvenes que se queden en casa para orar, puesto que su deseo es ir a la universidad y contactar a las personas. Así que la función que les corresponde a los hermanos de más edad es orar por la obra en las universidades.
Uso este ejemplo para mostrarles que el Cuerpo no sólo se compone de una sola clase de personas. Por el contrario, se compone de personas de diversas edades. Los jóvenes deben ser osados y emprendedores para laborar en las universidades. Pero los de más edad tienen que estar muy ejercitados para orar por los jóvenes. Además, los de más edad pueden invitar a cenar a su casa a todos los jóvenes que laboran. Sin embargo, si los de más edad murmuran y se quejan de que son inútiles, nuestra situación será deplorable, y no tendremos el Cuerpo entre nosotros. No obstante, creo que muchos dirán: “¡Alabado sea el Señor por tantos jóvenes! El Señor los está usando para la obra en las universidades. Oremos por ellos y hagamos ciertas cosas prácticas para ayudarles”. Si esto sucede, todo el Cuerpo avanzará hacia la meta de ganar esta generación.
En todas las reuniones, incluyendo las reuniones del ministerio, todos los santos deben ejercitarse juntos. Si usted es indiferente o disiente conmigo mientras hablo, me será muy difícil hablar y mi hablar se debilitará y perderá peso espiritual. Sin embargo, si ustedes se ejercitan para desempeñar su función como miembros del Cuerpo y usan su espíritu y todo su ser para participar en mi hablar, mi hablar se fortalecerá y tendrá mucho peso espiritual. No simplemente será el hablar de la boca, sino el hablar del Cuerpo.
En estos días tengo una meta definida. Esta meta es llevar a cabo el recobro del Señor. Una de las cosas principales que necesitan ser recobradas es tener un espíritu que funciona. Todos nosotros, incluyendo a los nuevos, los jóvenes, los débiles y los ancianos, necesitamos ser restaurados al espíritu que funciona. Es hora de que nos reunamos para ejercer nuestra función. Todos somos jugadores en el equipo; ninguno es un espectador. Si nos reunimos con la carga de desempeñar nuestra función y con la actitud de que somos jugadores en el equipo, la condición de las reuniones se elevará, y el enemigo será echado. Todos los que asistan a una reunión así serán sojuzgados y convencidos. Los visitantes dirán: “¡Cuán diferente es esto del cristianismo! Esta reunión es diferente de cualquier otra reunión a la que asistí antes”. Todas las reuniones de la iglesia deben ser así. No se trata de tener un buen orador, sino de que todos los miembros ejerzan su función.
Todos necesitamos ser recobrados de regreso al espíritu que funciona, es decir, a la práctica genuina de ser espirituales. Ser espiritual es ejercitar nuestro espíritu que funciona. Debemos ser despertados de tal modo que aborrezcamos el hábito que tenemos de no ejercer nuestra función. Si usted participa aunque sea un poco en las reuniones, su espíritu se despertará y será nutrido, fortalecido y refrescado. Cuando se vaya a casa, comprobará la diferencia que hace desempeñar su función en las reuniones. Sin embargo, si se comporta demasiado cauteloso y no ejerce su función, al regresar a casa sentirá que carece de fuerza interiormente. Además, se sentirá insatisfecho en su interior. El hecho de que ejerzamos nuestra función en las reuniones tiene un efecto tremendo en nuestra vida diaria. Cada vez que usted participa en una reunión, sin importar si la atmósfera de esa reunión es elevada o no, si es rica o pobre, dicha reunión será rica para usted. Sin embargo, si no participa en la reunión, esa reunión será pobre para usted. Por lo tanto, si una reunión ha de ser rica o pobre para usted, ello dependerá de si usted participa o no en dicha reunión. Si participa, será fortalecido, refrescado y despertado. Pero si no participa, la reunión no será especial para usted. Esto lo podemos comprobar por experiencia. Si todos ejercemos nuestra función en las reuniones, en nuestra experiencia la reunión será rica.
¡Cuán buenas serían nuestras reuniones si en lugar de tener un solo orador, todos fueran oradores! Las personas suelen preguntar quién será el orador en determinada reunión. De ahora en adelante, cuando les pregunten quién será el orador, tienen que responder: “Yo soy el orador”. Si la persona no le cree, dígale: “Venga y vea. Yo me pondré de pie para hablar y me dirigiré especialmente a usted”. Todos debemos estar preparados para decir que somos el orador en la reunión. ¡Cuán maravilloso sería eso! Debemos erradicar de nuestras reuniones la vieja influencia del cristianismo. No debemos tener clero ni laico, sino la función de todos los miembros del Cuerpo.
La función de todos los miembros depende de dos cosas. En primer lugar, los que se sienten inferiores no deben menospreciarse a sí mismos ni ser humildes; al contrario, deben aprender a ser osados. En segundo lugar, los que se sienten superiores a otros deben aprender a limitarse. Ellos no deben pensar que pueden hacerlo todo, sino comprender que necesitan de otros. Si aprendemos estas lecciones, el Cuerpo conjuntamente será templado, y habrá un equilibrio apropiado. Esto es lo que necesitamos para llevar la vida genuina del Cuerpo.
Una vez me invitaron a cierto grupo que supuestamente tenía el ministerio del Cuerpo. Sin embargo, al referirse al ministerio del Cuerpo lo que este grupo quería decir era tener varios oradores en vez de uno solo. Yo les dije que esto definitivamente no era el Cuerpo. Tener varios oradores no significa que tengamos el Cuerpo, pues el Cuerpo no se compone de varios miembros, sino de todos los miembros. Fíjense cuántos miembros tiene su cuerpo. Con el tiempo, este grupo empezó a comprender que realmente no tenían el ministerio del Cuerpo.
Examinemos ahora 1 Corintios 12:22 y 23. Estos versículos dicen: “Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son muy necesarios; y a aquellos miembros del cuerpo que nos parecen menos honrosos, a éstos vestimos con mayor honra; y los que en nosotros son menos decorosos, reciben mayor decoro”. ¿Cuáles son los miembros que consideramos menos honrosos, a los cuales vestimos con mayor honra? Si usted examina su propio cuerpo, ¿puede identificar esos miembros? Los miembros de nuestro cuerpo que nos parecen menos honrosos son nuestros pies. En 1948 yo me hospedé con el hermano Nee en su ciudad natal. Mientras él y yo conversábamos, en un momento dado me dijo: “Witness, cuanto más educadas sean las personas, más embellecen sus pies. Lo que determina si su cultura es elevada o no, es la manera en que embellecen los pies. Ustedes los del norte tienen una cultura más elevada que los del sur. Ustedes nunca caminan con los pies descalzos. Al contrario, los embellecen con calcetines y zapatos”. Yo le dije: “Hermano Nee, los del norte embellecen los pies porque el clima es frío. Los del sur simplemente usan sandalias porque el clima en el sur suele ser bastante caliente”. Pero el hermano Nee respondió: “No, no digas eso. Incluso entre los del sur, las personas que son más educadas no andan sin zapatos. Ellos siempre invierten dinero para embellecer los pies”.
Un día leí 1 Corintios 12:21, donde Pablo dice que la cabeza no debe decir a los pies: “No tengo necesidad de vosotros”. La cabeza no debiera decir: “Pies, puesto que ustedes están en un nivel tan bajo, no los necesito”. Es debido a que los pies están tan abajo que necesitan ser embellecidos. Supongamos que yo estuviera muy bien vestido, con traje y corbata, pero no tuviera zapatos ni medias. ¿No diría usted que es vergonzoso que ande con los pies descalzos? Sin embargo, usted no consideraría vergonzoso que dejara sin cubrir la cabeza y las manos. Eso demuestra que los pies son los miembros menos honrosos del cuerpo. Debido a que son menos honrosos que otros miembros, debemos embellecerlos apropiadamente.
Sin embargo, muchas veces trasgredimos el principio del Cuerpo al embellecer la cabeza con muchos “sombreros”, mientras que, por otro lado, no mostramos ninguna preocupación por los miembros inferiores, los pies. Debemos conceder más honra a los pies. De ahora en adelante, en todas las iglesias y en todas las reuniones debemos aprender a vestir con mayor honra a los miembros inferiores. No compremos más “sombreros” para la cabeza. Al contrario, compremos “zapatos” para adornar los pies a fin de embellecer a estos miembros menos honrosos del Cuerpo.
Sin embargo, hoy en día a menudo seguimos la despreciable práctica de coronar de honra a los oradores elocuentes. Las hermanas en particular admiran la elocuencia. A ciertas hermanas les gusta poner muchas coronas sobre la cabeza de un orador elocuente. Si yo fuera un orador elocuente y mi oratoria fuera como música, a las hermanas les parecería que soy muy divertido y dirían: “Vamos a escuchar al hermano Lee. Él comparte de una manera muy agradable”. Todas las hermanas me comprarían coronas. Pero supongamos que yo hablara de una manera torpe. Puesto que les resultaría insoportable tener que escucharme, todas desearían que me sentara. En vez de vestirme con honra, me quitarían cualquier tipo de adorno que tuviera puesto en mis feos pies. Harían esto para asegurarse de que no volviera a hablar en las reuniones. Sin embargo, debemos darle gracias a Dios por haber traído a la iglesia a tantos oradores torpes. ¿Qué prefieren ustedes: la cabeza o los pies? En todos estos años de vida de iglesia que llevamos en California, nunca hemos gastado ni un centavo para embellecer la cabeza. En cambio, hemos invertido mucho para comprar calcetines y zapatos para embellecer los pies. Esto es precisamente a lo que Pablo se refería cuando dijo que a los miembros que nos parecen menos honrosos, a éstos debemos vestir con mayor honra.
Todos debemos aprender a ejercitarnos para proceder como el Cuerpo. De ahora en adelante, no debemos tener un concepto tan alto de la elocuencia. En vez de ello, debemos honrar a aquellos que son torpes al hablar. Al oír esto, quizás digan: “Hermano Lee, eso es demasiado difícil. La elocuencia es muy dulce y musical. Pero yo no soporto a nadie que hable con torpeza”. Si usted no puede soportarlo, eso demuestra que es una persona natural, no espiritual. En la vida del Cuerpo todos los miembros son necesarios. A fin de practicar la vida de iglesia, o sea, la vida del Cuerpo, necesitamos de todos los miembros. Los servicios religiosos del cristianismo actual son una forma de entretenimiento. Tanto los cantantes como los oradores entretienen la congregación. En los seminarios se enseña a los hombres a hablar con elocuencia y también cómo atraer a las personas y entretenerlas. ¡Cuán vergonzoso es hablar elocuentemente para entretener a las personas! No estamos aquí para eso. En lugar de ello, debemos crucificar a las personas o resucitarlas. En vez de entretenimiento, debemos experimentar la cruz.
La elocuencia no expresa a Cristo. Al contrario, un sermón elocuente es una forma de entretenimiento. Si nos ejercitamos a tener la práctica del Cuerpo, muchos oradores torpes empezarán a hablar. Si los miembros ejercitan su espíritu para ser espirituales y para hablar por Cristo, algo de Cristo se manifestará, aunque no sean elocuentes. Esto es el Cuerpo. De aquí en adelante, necesitamos reuniones en las que abunde un hablar que no es elocuente, pero que al mismo tiempo expresa a Cristo. Esta clase de reunión fortalecerá a los santos en su fe y los edificará. Todos necesitamos experimentar un cambio en nuestro paladar. Estamos acostumbrados a una dieta de elocuencia y mensajes musicales. Lo que necesitamos ahora son palabras que, aunque sean habladas de manera torpe, expresen a Cristo. Creo que esto es a lo que Pablo se refería en este pasaje de la Palabra.
Debido a nuestro concepto natural, tendemos a admirar a los oradores elocuentes. Pero admirar la elocuencia es hacerle daño al Cuerpo. Es por ello que Dios concertó o templó el Cuerpo. Le doy gracias a Dios porque Él ha estado templando al Cuerpo. Él ha humillado a los oradores elocuentes, y ha exaltado a los torpes de labios para que hablen por Él, para que no haya división en el Cuerpo. En el cristianismo actual hay divisiones por doquier. La mayoría de estas divisiones han sido causadas por oradores elocuentes. Cada orador elocuente conseguirá atraer tras sí un grupo de personas. Los que admiran diferentes clases de discursos musicales se reunirán en torno a los elocuentes. Yo no aprecio ese tipo de “música”. En vez de ello, prefiero escuchar a los niños con su hablar torpe. En la vida de iglesia, no debemos continuar la práctica de exaltar la elocuencia, puesto que los oradores elocuentes causan divisiones y atraen tras sí seguidores. En el cristianismo actual hay muchísima competencia en el campo de la elocuencia. Quien sea un orador elocuente tendrá muchos seguidores. Sin embargo, esto causará una división muy grande. Esta tendencia aún se percibe en las iglesias. Por esta razón, debemos tomar la firme decisión de oponernos a ella y aprender a adornar los miembros menos honrosos, o sea, a aquellos que hablan torpemente. Debemos decir: “¡Alabado sea el Señor por este hermano! Aunque sus palabras son torpes, tiene algo vivificante que compartir con nosotros. Queremos adornarlo, embellecerlo y honrarlo”. Ésta es la vida del Cuerpo.
En estos mensajes no les estoy enseñando simples doctrinas. Antes bien, les estoy pasando lo que he aprendido a través de los años para que puedan llevar la vida apropiada del Cuerpo. Supongamos que un orador elocuente entrara a la reunión. ¿Seguirán admirándolo? Si lo hacen, eso significa que aún no existe entre nosotros la vida del Cuerpo. En lugar de ello, al admirar a esa persona elocuente ustedes causan una división y matan al Cuerpo. Al hacer esto, ustedes contribuirán a producir una atmósfera en la cual serán menospreciados todos aquellos que no hablan bien. No debemos otorgar tantas coronas de honra a los oradores elocuentes. En lugar de ello, debemos comprar zapatos para adornar los que tartamudean y hablan con torpeza. Debemos animar a los miembros menos honrosos a que hablen una y otra vez. Esto edificará la vida del Cuerpo y establecerá el ministerio genuino del Cuerpo. A la postre, los oradores elocuentes causarán daño a la vida del Cuerpo, pero los oradores que son torpes de labios la edificarán. Esto es completamente diferente a lo que se practica en el cristianismo actual, y totalmente contradice nuestro concepto natural. Sin embargo, si deseamos llevar la vida apropiada del Cuerpo, todos debemos aprender esta lección.