
En este mensaje hablaremos del asunto del solar del edificio de Dios. Todos en el recobro del Señor necesitan tener esto muy claro. Lo primero que el constructor debe tener en cuenta antes de construir una casa es el solar donde va a edificar. Si la edifica en el solar equivocado, la casa vendrá a ser propiedad del dueño de ese lote. Por consiguiente, el solar o el terreno es un asunto extremadamente crucial. Si el terreno es el equivocado, habrá problemas aun cuando la casa sea edificada a la perfección. Por consiguiente, es necesario que todos sepamos cuál es el solar donde se encuentra el edificio de Dios en Su recobro.
Hoy en día estamos rodeados de divisiones. En el pasado, muchos de nosotros viajamos de un solar a otro, de una división a otra. En los primeros años de mi vida cristiana, yo mismo estuve en tres solares o terrenos. Conozco a algunos que llegaron a visitar varios solares en un solo año. Primero se reunieron con los episcopales, luego con los luteranos y posteriormente con los metodistas. Después de estar con los metodistas por poco tiempo, visitaron las Asambleas de Dios y se quedaron allí otro tiempo. Luego contactaron diferentes grupos independientes. Quizás ésta sea la historia de su vida cristiana. ¿Está usted todavía viajando de esta manera? Viajar es una palabra positiva, pero vagar es un término negativo. La razón por la cual usted viajaba, o vagaba, tanto en el pasado era que no sabía cuál era el terreno apropiado. Usted estaba intentando vivir la vida cristiana, pero no sabía dónde vivirla.
En 1960 di una serie de mensajes en Nueva York acerca del terreno de la iglesia. Después de una de las reuniones, los hermanos que llevaban la delantera vinieron a expresarme su aprecio y dijeron que les había sido de mucha ayuda. Queriendo aprovechar esa oportunidad para fortalecerlos y dejar este asunto aún más grabado en ellos, les dije: “Hermanos, ustedes visitaron cierto lugar espiritual donde las personas a menudo hablaban acerca del Cuerpo y del principio que rige el Cuerpo. Allí les dijeron que los cristianos no deben ser individualistas, sino que deben ser edificados. Sin embargo, los que estaban allí no les dijeron dónde ser edificados. Sólo les hablaron del edificio, pero no les dijeron nada acerca del solar, el terreno, del edificio. Esta noche en Nueva York todos nosotros nos sentimos muy contentos los unos con los otros. Pero supongamos que después de varios meses algunos de ustedes ya no estén contentos con el resto de nosotros. Debido a que no estén contentos, puede que busquen otro lugar donde estar contentos. Tal vez vayan allí, se queden por algún tiempo, y luego salgan nuevamente a buscar otro lugar. Si hacen esto, repetirán su historia”.
Por muy espirituales que seamos, no podremos ser edificados con otros a menos que estemos en el terreno apropiado. Antes de ser edificados, debemos tener claro lo referente al solar sobre el cual queremos edificar. Por ejemplo, antes de construir un salón de reuniones, ustedes deben tener el solar apropiado. Es imposible construir un salón de reuniones sin un solar, ya que dicho salón no puede estar en el aire. Hoy en día muchos cristianos hablan acerca de la iglesia y el Cuerpo, pero no han visto el terreno apropiado de la iglesia. Debido a que no tienen el terreno apropiado, lo que edifican en un día, lo derriban al día siguiente. En realidad, no han edificado nada debido a que no tienen el terreno apropiado. Lo único que puede darnos estabilidad es el único terreno.
Las cosas espirituales del Nuevo Testamento son misteriosas. Debido a que son misteriosas, nos es difícil describirlas o definirlas. Por lo tanto, la Biblia utiliza el principio de ilustrar las cosas espirituales por medio de sombras, figuras y tipos. Esto es semejante a la manera en que se les enseña a los niños a leer en la escuela. Junto a la palabra perro, el maestro les mostrará la foto o dibujo de un perro. Alabado sea el Señor porque la Biblia primero nos presenta un cuadro y luego nos lo explica con palabras sencillas. En el Antiguo Testamento tenemos los tipos y los cuadros, y en el Nuevo Testamento encontramos la definición o el cumplimiento de los tipos y los cuadros en el Antiguo Testamento. El método que Dios usa en Su sabiduría consiste en presentarnos cuadros.
El cuadro más completo que encontramos en el Antiguo Testamento es el de los hijos de Israel. Toda la nación de Israel es un cuadro muy amplio de la iglesia. Dios ha tenido dos pueblos; uno en el Antiguo Testamento, los hijos de Israel; y otro en el Nuevo Testamento, la iglesia. El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento es un tipo de Su pueblo en el Nuevo Testamento. Debido a que la iglesia es una entidad misteriosa, no es tan fácil describirla. Por esta razón, Dios utiliza el cuadro de los hijos de Israel para que tengamos un entendimiento claro acerca de la iglesia. Así que, debemos examinar primero el cuadro, y luego leer la definición. Antes de que la iglesia llegara a existir, ya teníamos el cuadro de la iglesia en el Antiguo Testamento. Sin embargo, aunque la iglesia ya existe, sigue siendo difícil entenderla por cuanto es una entidad espiritual. Por lo tanto, todavía necesitamos el cuadro de la iglesia que se nos presenta en el Antiguo Testamento.
Los hijos de Israel observaban una fiesta llamada la Pascua. La primera Fiesta de la Pascua se celebró en Egipto. Esto se narra en Éxodo 12. Después que los hijos de Israel escaparon de Egipto, cruzaron el mar Rojo. Según 1 Corintios 5 y 10, tanto la Pascua como el hecho de cruzar el mar Rojo eran tipos. La Pascua es un tipo del Cristo que se disfruta en la iglesia, y la acción de cruzar el mar Rojo es un tipo del bautismo, el cual se practica hoy en la iglesia. Aunque muchos maestros y teólogos han visto que la historia inicial de los hijos de Israel era un tipo, muchos han pasado por alto el hecho de que el resto de su historia es también un tipo. Toda la historia de los hijos de Israel es un tipo de la iglesia.
Vayamos ahora a Deuteronomio 12. Estas palabras fueron dadas cuando los hijos de Israel estaban por entrar en la buena tierra para poseerla y disfrutarla. El Señor le mandó a Moisés que les diera mandamiento a los hijos de Israel en cuanto al lugar donde debían adorar a Dios. En este capítulo Moisés parecía decir: “En el desierto hicieron lo que bien les parecía, no lo que le parecía bien a Dios. Pero ahora que van a entrar en la buena tierra, debo advertirles que deben ser cuidadosos con respecto al lugar donde deben adorar al Señor. El lugar de adoración no depende de lo que ustedes escojan, sino de lo que el Señor ha escogido. No pueden adorar a Dios en el lugar que ustedes escojan. No, deben ir al lugar que el Señor ha escogido”. En Deuteronomio 12, 14, 15 y 16, Moisés habla dieciséis veces acerca del lugar que el Señor escogería. Debido a que a Moisés le preocupaba mucho los hijos de Israel, él les hizo esta advertencia una y otra vez.
En Deuteronomio 14:23 Moisés dijo: “Comerás delante de Jehová, tu Dios, en el lugar que Él escoja para poner allí Su nombre”. Moisés parecía decir: “Después que entren en la tierra, deben ser cuidadosos respecto al lugar donde comen lo mejor de su cosecha. Deben apartar el diezmo de la cosecha y traerlo al lugar que Jehová escogerá. No les está permitido disfrutar el diezmo en el lugar de su elección, ni siquiera en sus hogares. En vez de ello, deben apartarlo para los tiempos señalados y traerlo al lugar que Jehová tu Dios escoja. En ese lugar pueden comerlo y disfrutarlo. Deben hacer lo mismo con las primicias de sus ganados. Ofrézcanlos a Jehová en el lugar que Él escoja y luego cómanselos en la presencia de Jehová”. Festejar de esta manera en la presencia de Jehová en el lugar escogido por Él, es la clase de adoración que Dios ordenó. La mayoría de los cristianos no entienden que la adoración que Dios ordenó está relacionada con el comer. Dios ordenó que se celebraran las Fiestas en el lugar escogido por Él. Estas tres cosas son importantes aquí: el lugar escogido por Dios, los tiempos señalados por Dios y las porciones de las primicias que Dios deseaba. ¿Alguna vez usted llegó a escuchar que la adoración que Dios desea es una fiesta, un banquete? Esto es lo que Dios desea hoy.
De manera que en Deuteronomio Moisés parecía decir: “Después que entren en la tierra, no tienen ningún derecho de comer las primicias de su cosecha ni de sus ganados en el lugar que escojan. Esto está prohibido. En lugar de ello, debéis apartarlas para el tiempo señalado. Entonces deben traerlas al lugar escogido por Dios, ofrecerlas a Dios y luego comerlas en la presencia de Dios”.
Ahora debemos ver la razón por la cual Dios ordenó que los hijos de Israel lo adoraran en el lugar escogido por Él. Dios escogió un lugar único a fin de guardar la unidad de los hijos de Israel. La unidad de los israelitas se mantuvo al venir ellos a adorar en el único lugar escogido por Dios. Sin importar en qué parte de la tierra santa vivieran los israelitas, si era muy al norte o muy al sur. Ellos tenían que acudir al lugar escogido por Dios.
Supongamos que un israelita de una de las tribus del norte dijera: “Dios es omnipresente. ¿Por qué tenemos que viajar hasta tan lejos para adorarlo? Erijamos un centro de adoración aquí en el norte”. Ciertamente adorar a Dios es algo bueno. ¿Quién diría que no es bueno establecer un centro de adoración y animar a las personas que vayan allí a adorar a Dios? Esto es totalmente diferente de abrir un casino. Sin embargo, aunque algo puede sonar muy bien, eso no significa que sea lo correcto. Establecer un centro de adoración que sea más cómodo para que las personas adoren a Dios puede ser algo bueno, pero no significa que sea correcto. Si los israelitas que vivían en el norte hubieran hecho esto, los del sur podrían haber seguido su ejemplo y haber dicho: “Dios no sólo está con ellos en el norte, sino también con nosotros, aquí en el sur. Adorémosle aquí”. Si los del norte y los del sur hubiesen hecho esto, habría habido dos divisiones entre los israelitas. Sin los preceptos dados en Deuteronomio 12, 14, 15 y 16, habría habido muchas divisiones entre los hijos de Israel. Probablemente cada tribu habría establecido su propio centro de adoración, y cada una de ellas habría dicho que su centro era el lugar correcto para la adoración a Dios. De esta manera, los hijos de Israel se habrían dividido una y otra vez. Las divisiones habrían continuado interminablemente al punto de haber un centro de adoración en cada hogar. Si esto hubiera sucedido, habría habido miles de divisiones entre los hijos de Israel. Este tipo de división es una confusión; es fornicación espiritual. En otras palabras, es babilónico. Esto nos permite apreciar la sabiduría de Dios al escoger un solo lugar como centro de adoración.
De joven cuando leí estos capítulos de Deuteronomio, no pude entender este asunto. Sin embargo, después de que fui iluminado, sencillamente tuve que adorar a Dios. Por muchos años yo había intentado describir la unidad que debemos guardar diligentemente. Pero no tenía las palabras hasta que recibí la luz acerca del lugar que Dios escogió para que se le adorase en el Antiguo Testamento. A los ojos del Señor no era correcto que los hijos de Israel lo adoraran en ningún lugar distinto del único lugar que Él había escogido. Al respecto Dios no les permitió escoger. En 2 Crónicas 6:6 se nos revela que el lugar escogido por Dios era Jerusalén. Durante todos los años de su historia, los hijos de Israel no han sido divididos en lo que se refiere a la adoración a Dios. Aun cuando su nación fue dividida, su lugar de adoración siguió siendo uno solo y único. Su unidad se mantuvo mediante el único centro de adoración que Dios había escogido. Fue allí, en Jerusalén, que ellos construyeron el templo. Los hijos de Israel trajeron las primicias de sus cosechas y de sus rebaños a Jerusalén, donde las ofrecieron a Dios, y las disfrutaron con Dios y unos con otros. Este tipo de adoración en el lugar escogido por Dios era muy agradable a Él. Ésta fue una adoración que guardó la unidad de los hijos de Israel.
Supongamos que dos israelitas estuvieran enemistados. Al ascender al monte de Sión para adorar a Dios, ellos se verían obligados a reconciliarse. Mientras ascendían el monte de Sión, ellos solían repetir las palabras del salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Estoy seguro de que muchas veces se produjo esta clase de reconciliación. Finalmente, los israelitas que estaban disgustados tenían que perdonarse para poder cantar las palabras del salmo 133. Esto no sólo debió suceder entre individuos, sino también entre tribus. Debido a que tenían que subir a Jerusalén tres veces al año, ellos no pudieron estar enemistados por más de unos cuantos meses. Lo que Dios ordenó no dio ocasión para ello.
Ahora debemos aplicar este asunto de la unidad única a la situación actual. Hoy en día la unidad única no existe entre los cristianos. Los cristianos, si no se caen bien entre sí, simplemente se sienten libres de empezar otra reunión, diciendo que están adorando a Dios y que Dios está con ellos. No hay ningún vínculo que los mantenga unidos. En vez de ello, todos hacen lo que bien les parece y escogen a su conveniencia. ¡Oh, cuántos grupos hay para escoger en el cristianismo de hoy! Pareciera que todos los cristianos tienen la libertad de establecer una iglesia conforme a sus gustos. Por ejemplo, algunos cristianos valoran mucho la práctica del lavamiento de los pies. Si usted no está de acuerdo con esta práctica, no lo recibirán. Por lo tanto, los que están a favor del lavamiento de los pies establecen la iglesia del lavamiento de los pies. Lo mismo podemos decir acerca de la práctica de cubrirse la cabeza o acerca del tipo de vino o jugo que debe usarse en la mesa del Señor. Algunos insisten en que debe usarse jugo de uva, y otros dicen que debe usarse vino. Otros incluso tienen diferentes opiniones acerca del pan o del tamaño de la copa. Por esta razón, hay un gran número de supuestas iglesias según los diferentes gustos.
Hoy en la cristiandad hay demasiada libertad. Si una persona no está de acuerdo con las demás, se siente en libertad de establecer una iglesia conforme a sus gustos. Pareciera que cualquier predicación o enseñanza de un hombre pudiera atraer al menos un pequeño grupo de seguidores, aunque el grupo sólo esté compuesto por los miembros de su propia familia. ¡Qué situación tan lamentable! En las palabras de Moisés, esto es hacer lo que a nosotros nos parece bien. Cuando los hijos de Israel estaban por entrar en la buena tierra, Moisés les mandó que no hicieran más esto. En lugar de esto, ellos tenían que hacer lo que al Señor le parecía bien. Para los israelitas, el lugar de adoración era único y singular. Este lugar no dependía de la elección y gustos humanos, sino que dependía totalmente de la elección de Dios. Debido a que era Dios quien había hecho la elección, los hijos de Israel pudieron ser uno.
Como sabemos, hubo un momento en el que los hijos de Israel fueron esparcidos, unos a Siria, otros a Egipto y la mayoría a Babilonia. El tiempo de la gloriosa unidad había llegado a su fin. No debemos pensar que mientras estuvieron en Siria, Egipto y Babilonia no adoraron a Dios. Ciertamente lo adoraron. Sin embargo, no edificaron el templo en ninguno de esos lugares, porque sabían que el templo únicamente podía ser edificado en un solo lugar, en el monte de Sión que estaba en Jerusalén. Si hubieran edificado un templo en Babilonia, aun cuando éste fuera exactamente igual al templo que estaba en Jerusalén, eso no habría sido lo correcto, porque estaría en el lugar equivocado. Los judíos no se atrevían a hacer semejante cosa. Incluso hoy en día, ellos están esperando que el solar correcto sea recobrado, el cual actualmente se halla ocupado por una mezquita musulmana.
Después que los israelitas habían estado setenta años en cautiverio, el Señor les mandó que regresaran a la buena tierra. Mientras estaban en Babilonia, ellos sin duda eran los hijos de Israel y podían adorar a Dios; sin embargo, no tenían el templo. Debido a que no tenían el templo, no tenían el pleno disfrute. Así que varios de ellos prestaron atención a la palabra de Dios y regresaron a Jerusalén. Supongamos que un grupo de entre los israelitas que emprendieron el viaje de Babilonia a Jerusalén se hubiera detenido a mitad de camino. Puesto que no estarían ni en Babilonia ni en Jerusalén, vendrían a ser otra división. Supongamos que otro grupo saliera de Babilonia y llegara muy cerca de Jerusalén y se establecieran en las afueras de la ciudad. A pesar de estar muy cerca de Jerusalén, ellos también serían otra división. Debido a que no estaban propiamente en Jerusalén, ellos seguirían siendo una división, por muy cerca que estuvieran de Jerusalén.
Aplicando esto a la situación actual, quisiera preguntarles dónde están ustedes. ¿Están en Egipto o en Siria o en Babilonia? ¿Se han detenido a mitad del camino en su viaje de regreso a Jerusalén o justo en las afueras de Jerusalén? Nosotros podemos declarar confiadamente que estamos en Jerusalén. Los que estamos en Jerusalén, los que estamos en el recobro del Señor, no estamos en división. Los que no han regresado a Jerusalén son una división. El pueblo de Dios necesita regresar a Jerusalén. Hoy en día ya no estamos en división; somos el recobro. El recobro del Señor no es una división. Es por ello que tenemos el derecho, la posición, el denuedo y la confianza para decir que estamos en el recobro. Hoy en día se libra una batalla en cuanto a la iglesia. Los que están en las denominaciones dicen: “¿Por qué dicen ustedes que son la iglesia y el recobro?”. Nosotros respondemos: “Sí, efectivamente somos la iglesia y somos el recobro. ¿Qué son ustedes?”. Ellos entonces tendrán que decir que son presbiterianos o metodistas, pero no la iglesia.
Quizás ustedes se pregunten dónde está Jerusalén hoy en día. A fin de responder a esta pregunta, debemos prestar atención a dos cosas que Moisés dice repetidas veces en Deuteronomio: que tanto el nombre de Dios como la morada de Dios estarían en el lugar que el Señor escogería. Según la historia, Dios no ha tenido Su nombre ni Su morada en ningún lugar diferente de Jerusalén. Hoy la morada de Dios está en nuestro espíritu (Ef. 2:22), y nosotros los cristianos debemos reunirnos en el nombre del Señor (Mt. 18:20). Tanto el nombre del Señor como la morada de Dios están en nuestro espíritu. Por lo tanto, nuestro espíritu es la Jerusalén de hoy donde debemos adorar a Dios. No menosprecie su espíritu, pues es el monte de Sión actual.
Si a los hijos de Israel en la antigüedad no les hubiera importado el monte de Sión, ellos se habrían dividido. Únicamente el monte de Sión podía guardar la unidad de los hijos de Israel. Asimismo, hoy la verdadera unidad entre los cristianos sólo puede ser guardada si estamos en nuestro espíritu. Si nos olvidamos de todo lo demás, y nos volvemos a nuestro espíritu, seremos uno. Los cristianos se dividen porque no les importa su espíritu. En lugar de importarles su espíritu, les importan asuntos tales como el lavamiento de los pies, la práctica de cubrirse la cabeza, las diferentes maneras de bautizar y el tipo de pan o de vino que debe usarse en la mesa del Señor. Incluso es posible que discutan o se peleen unos con otros por estas cosas, pero no les importa su espíritu. Muchos cristianos ni siquiera saben que tienen un espíritu. Por esta razón, se mantienen en la mente. Si usted se mantiene en la mente, nunca será uno con otros creyentes. Al contrario, peleará con otros. Puesto que sé que la mente es tan fuerte y tan detestable, he orado muchas veces: “Señor, mantenme en mi espíritu”.
Debido a que los cristianos están en la mente, están divididos. Si mil cristianos estuvieran reunidos y cada uno de ellos permaneciera en su mente, habría miles de divisiones. La razón por la cual muchos esposos y esposas no son uno es que son independientes en su modo de pensar. El hecho de que una esposa sea independiente de su esposo en el modo de pensar, es un factor de división. La unidad se halla únicamente en el espíritu. Como hemos dicho, la unidad es el Espíritu Santo que está en nuestro espíritu. Por esta razón, cuando nos volvemos a nuestro espíritu, somos uno. Hoy en día nuestro espíritu es la Jerusalén neotestamentaria, el lugar donde experimentamos la unidad.
En el espíritu también está el nombre de Jesucristo. La realidad del nombre es la persona y la persona es el Espíritu Santo. Si nos volvemos a nuestro espíritu, nuestras propias opiniones y juicios desaparecerán. La única manera de estar perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer (1 Co. 1:10) es que nos volvamos a nuestro espíritu.
Cuando el Señor Jesús habló con la mujer samaritana en Juan 4, ella muy sutilmente cambió el tema de su marido al tema de la adoración a Dios. Ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). Sus palabras indicaban que ella todavía se aferraba al viejo concepto hallado en Deuteronomio. El Señor Jesús le respondió, diciendo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad” (v. 23). Las palabras del Señor respecto a una hora que vendría muestra que la era ha cambiado. La era anterior era una era de tipos, pero ahora estamos en la era del cumplimiento. En la tipología, Jerusalén era una figura de nuestro espíritu humano, y los sacrificios usados en la adoración a Dios eran figuras de Cristo. Cristo es la realidad de todas estas figuras. Por esta razón, el Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que hoy debemos adorar a Dios en nuestro espíritu y con veracidad. En la antigüedad, el pueblo de Dios adoraba a Dios en Jerusalén con los sacrificios, los cuales tipificaban a Cristo. Pero ahora debemos adorar a Dios en espíritu con Cristo como la realidad. Esto nos permite entender que la adoración a Dios debe ofrecerse en espíritu y con veracidad.
Si nuestra adoración es la apropiada, estaremos en el espíritu y, en la presencia de Dios, ofreceremos a Cristo a Dios como primicias para la satisfacción de Dios y para nuestra satisfacción. Ésta es la verdadera adoración, la adoración en la cual festejamos comiendo a Cristo en la presencia de Dios. Aquí, en nuestro espíritu, mantenemos nuestra unidad y no abrigamos opiniones, porque no estamos en la mente, sino en el espíritu. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, tenemos la presencia de Dios, y disfrutamos de las riquezas de Cristo. Ésta es la adoración apropiada en el único lugar de adoración, que es nuestro espíritu.
Nuestro espíritu es el único lugar donde podemos ser uno. ¿Sabían ustedes que en el espíritu no hay lugar para las opiniones y disensiones? En el espíritu está la unidad. En nuestro espíritu está el Espíritu todo-inclusivo, quien es la unidad del Cuerpo. Por lo tanto, si deseamos esta unidad, debemos volvernos a nuestro espíritu y permanecer en nuestro espíritu.
La Jerusalén de hoy es nuestro espíritu, y las ofrendas son Cristo como la realidad. Por lo tanto, debemos adorar a Dios en nuestro espíritu y con veracidad o realidad, la cual es Cristo mismo como todas las ofrendas que presentamos a Dios para Su satisfacción. Estas ofrendas también nos satisfacen a nosotros. En el espíritu adoramos verdaderamente a Dios y guardamos la unidad única. Éste es el terreno del recobro del Señor, el solar en el cual podemos edificar la vida del Cuerpo, el terreno en el cual esta vida del Cuerpo puede ser practicada.