
En este mensaje siento la carga de compartirles algo acerca del terreno de la iglesia. Es difícil para los santos entender este asunto claramente. Los cristianos hablan sobre asuntos espirituales, tales como el Cuerpo y la edificación, pero casi ninguno sabe dónde se debe edificar. Ni siquiera los maestros del cristianismo más reconocidos saben dónde hay que edificar.
Permítanme contarles una historia verídica que nos sirve de ejemplo. Muchos de ustedes están familiarizados con los libros de Jessie Penn-Lewis sobre la obra subjetiva de la cruz. Todos los que conocen el recobro del Señor estarán de acuerdo con que sus mensajes en cuanto a la obra subjetiva de la cruz forman parte del recobro. Antes de que el Señor levantara a la señora Penn-Lewis, muy pocos cristianos tenían conocimiento acerca de la obra subjetiva de la cruz de una manera clara y adecuada. Un joven pastor bautista quien en cierto modo había sido influenciado por las enseñanzas modernistas fue aclarado acerca de la salvación del Señor a través del ministerio de la señora Penn-Lewis. Más tarde, él llegó a ser un colaborador suyo. Con el tiempo, este joven pastor vio algo adicional a lo que la señora Penn-Lewis había visto. Ella había visto el aspecto subjetivo de la cruz, pero él vio los principios de la resurrección en relación con el Cuerpo de Cristo. Lo que él vio fue muy profundo. Era algo de lo cual otros no tenían conocimiento. Este joven trabajó con la señora Penn-Lewis por algunos años, y durante ese tiempo siempre la consideró superior a él. Pero llegó el día en que no pudo trabajar más con ella, y se marchó. De ese modo, lo que antes era una sola obra, se convirtió en dos: la obra de la señora Penn-Lewis y la obra de este hermano. Él mismo me contó la historia detalladamente. Esta historia nos muestra que dos personas espirituales que habían visto algo que supuestamente era espiritual, no vieron el terreno de la iglesia. Ninguno de ellos tenía un terreno apropiado para la obra. La obra de la señora Penn-Lewis estaba suspendida en el aire y la obra de este hermano también lo estaba.
Después de algún tiempo, estuve teniendo comunión con este hermano día y noche por más de un mes. Cada vez que nos reuníamos nos tardábamos dos o tres horas. Finalmente, me di cuenta de que él no tenía ningún deseo por conocer este asunto del terreno. Él simplemente no estaba dispuesto a abrir su corazón, ni su mente ni su espíritu a este asunto. Al contrario, estaba completamente cerrado. Por más de treinta días traté de convencerlo acerca del terreno de la iglesia, y él trató de convencerme para que desistiera de ello. Finalmente, cuando él supo que yo no desistiría, y cuando yo me di cuenta de que él no estaba dispuesto a aceptar este asunto, interiormente ambos nos despedimos. Fue así como concluimos nuestra comunión. Esto sucedió hace aproximadamente veinte años.
Este ejemplo nos muestra que si no tenemos un lugar específico donde edificar, y aun así empezamos a laborar en la edificación, estaremos haciendo algo que es absurdo. ¡Cuán absurdo es preparar los materiales para la edificación y luego empezar a edificar sin saber dónde debemos edificar! Nada es más necio que esto. Sin embargo, muchos cristianos hoy en día son así de necios.
Sin embargo, nosotros debemos ser sobrios y preguntarnos cuál obra cristiana tiene el terreno apropiado. Quizás usted pregunte si la denominación bautista está edificada sobre un terreno. Definitivamente sí, pero dicho terreno es el equivocado, puesto que el terreno que ha adoptado la Iglesia Bautista es el del bautismo por inmersión. Éste es el terreno sobre el cual está edificada la denominación bautista. El terreno que ha adoptado la denominación presbiteriana es el presbiterio. Este terreno, el cual también causa división, es también el terreno equivocado. Sé de algunos casos de pastores presbiterianos, a quienes los bautistas tuvieron que bautizar por inmersión para que pudieran ser pastores de iglesias bautistas. Cada denominación tiene su terreno particular, el cual es un terreno que causa división. Hoy en día casi todos los obreros cristianos edifican sobre el terreno equivocado. Por esta razón, la verdadera obra de edificación no existe. En lugar de unidad, vemos muchas divisiones.
La Biblia nos revela claramente que los cristianos debemos ser edificados como una entidad corporativa. Pero ¿puede usted mostrarme dónde se encuentra hoy la edificación genuina? Prácticamente no se encuentra en ningún lugar. Los cristianos hoy en día tienen camiones cargados de materiales de construcción, pero conducen de un lado a otro buscando dónde descargarlos. A veces descargan los materiales en el sitio equivocado, y después de cierto tiempo se los llevan a otro terreno. Ésta es la verdadera situación de hoy.
Les pediría que averigüen con los misioneros, con los obreros cristianos y con los están en los Navigators [Navegantes], en Campus Crusade [la Cruzada Estudiantil] y en el Inter-Varsity [Inter-Universitario]. En 1963 y 1964 me reuní varias veces con un líder de cierta obra cristiana en la ciudad de Phoenix. En las universidades ellos estaban guiando al Señor a un buen número de jóvenes, pero después estos jóvenes se iban a las denominaciones y perdían su vitalidad. Por esta razón, algunos de los que participaban en esta obra sentían la necesidad de la vida apropiada de iglesia. En aquel entonces el libro La vida cristiana normal de la iglesia acababa de ser publicado en los Estados Unidos. Hasta cierto punto, estos hermanos estaban de acuerdo con lo que este libro decía y estaban considerando practicar la vida de iglesia. Sin embargo, no se atrevieron a dar este paso, porque se dieron cuenta de que si hacían esto, las denominaciones les quitarían el apoyo económico. Estos líderes en su interior se daban cuenta de que su obra carecía de un terreno. Pero, debido a que temían perder el apoyo económico, no se atrevían a practicar la vida de iglesia.
En este mensaje deseo darles a todos ustedes, en especial a los jóvenes, un mapa claro para que sepan cómo conducir en la vida de iglesia. Yo llevo más de cuarenta y cinco años manejando en esta carretera. Incluso estando dormido les puedo decir cuál es el camino. Para nuestro mapa, usaremos ciertas ciudades mencionadas en el Nuevo Testamento: Jerusalén, Antioquía, Éfeso y Corinto. Como ya sabemos, la iglesia empezó en Jerusalén y fue una iglesia maravillosa. No había doce iglesias en Jerusalén, cada una con el nombre de uno de los doce apóstoles. No, simplemente había una sola iglesia que incluía a todos. Hechos 8:1 demuestra que la iglesia en Jerusalén era una sola, puesto que este versículo habla de “la iglesia que estaba en Jerusalén”. En Jerusalén no había muchas iglesias, sino una sola iglesia, la iglesia, que estaba en Jerusalén. Con el tiempo, el testimonio de la iglesia se extendió al norte, a Antioquía, por medio de los santos que emigraron de Jerusalén a esa ciudad. Más tarde, Bernabé fue allí para edificarlos y llevó consigo a Pablo. Al igual que en Jerusalén, sólo hubo una sola iglesia en Antioquía. Hechos 13:1 dice: “Había entonces en Antioquía, en la iglesia local, profetas y maestros”. Desde Antioquía la iglesia se extendió a Asia Menor, donde se levantaron varias iglesias en diferentes ciudades. En Éfeso, por ejemplo, simplemente había una sola iglesia. Sabemos que en Éfeso no había más que una sola iglesia porque Apocalipsis 2:1 habla de la iglesia, no de iglesias, en Éfeso. Por medio del ministerio de Pablo, la iglesia se propagó de Asia Menor a Europa, y una iglesia fue establecida en Corinto. En 1 Corintios 1:2 dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto”. Una vez más, vemos que en una ciudad no había más que una iglesia. Según la Biblia, había una iglesia en Jerusalén, una en Antioquía, una en Éfeso y una en Corinto.
Sin embargo, hubo un momento en que los santos de la ciudad de Corinto estuvieron divididos en cuatro grupos. Un grupo decía que eran de Cefas; otro, de Pablo; otro, de Apolos; y otro, de Cristo. Estos cuatro grupos eran cuatro divisiones. Si usted lee 1 Corintios cuidadosamente, verá que el apóstol Pablo incluso los llamó sectas. En 1 Corintios 11:19 él dice que entre ellos había partidos, sectas (gr.). Es importante entender lo que es una secta. Supongamos que cincuenta cristianos se reúnen. Debido a sus diferentes gustos, preferencias y elecciones, se dividen en cuatro grupos al igual que los corintios. Un grupo tenía preferencia por Pedro porque él era el principal entre los doce apóstoles. Otro grupo se inclinaba por Apolos porque él era un erudito en las Escrituras. Este grupo reconocía que Pedro era el apóstol principal pero a la vez decían que era un pescador inculto, mientras que Apolos era un erudito. Los que estaban en este grupo disfrutaban mucho de la manera en que Apolos les explicaba las Escrituras. El tercer grupo prefería a Pablo por encima de Apolos porque él se había encontrado directamente con el Señor camino a Damasco. Los del cuarto grupo decían que ellos eran de Cristo. Pese a que estos cincuenta cristianos estaban divididos en cuatro grupos, ellos continuaban reuniéndose. Al principio, sus gustos, preferencias y elecciones simplemente hacían que ellos fueran cuatro grupos. Pero más tarde, estos grupos llegaron a ser divisiones, y posteriormente, sectas. Sin embargo, ellos aún no se habían denominado. Ellos eran sectas, pero no denominaciones. Observen el desarrollo aquí: empieza con preferencias, luego se forman las divisiones y finalmente las sectas. Las sectas son como los partidos políticos. Cuando las sectas escogen un nombre para sí, se autodenominan. De esta manera, las sectas llegan a ser denominaciones. Supongamos que la secta de Pedro decidiera llamarse la iglesia de Pedro o la iglesia Petrina. Si hicieran esto, de inmediato vendrían a ser una denominación. Podemos decir lo mismo de las sectas de Pablo, Apolos y Cristo. De este modo, ellos ya no serían sectas sin nombre, sino denominaciones con un nombre particular. Por lo tanto, en el desarrollo primero tenemos las divisiones, luego las sectas y por último las denominaciones. Si los cuatro grupos que estaban en Corinto hubiesen llegado a ser denominaciones, habrían venido a ser exactamente iguales a las denominaciones que abundan en el cristianismo de hoy. El cristianismo no sólo está lleno de divisiones y sectas, sino también de denominaciones.
Todos necesitamos entender claramente lo que son las divisiones, las sectas y las denominaciones. En 1 Corintios 11:18 y 19 Pablo dice: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque tiene que haber entre vosotros partidos, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”. En la versión de la Biblia King James dice “herejías” en vez de “partidos” o “sectas”. La palabra herejía es el equivalente de una palabra griega que significa escuelas de opinión. Por lo tanto, en griego, herejías significa escuelas de opinión, las cuales forman partidos. Desde luego, un partido es una secta. Por lo tanto, primero tenemos las divisiones y luego las sectas. Sin embargo, en la época en que fue escrito 1 Corintios, aún no había denominaciones.
Originalmente, había una sola iglesia en Corinto, y todos los santos que estaban en Corinto eran parte de la iglesia en Corinto. Pero supongamos que los santos se dividieran en cuatro iglesias: la iglesia de Pedro, la iglesia de Apolos, la iglesia de Pablo y la iglesia de Cristo. Supongamos además que cierto número de santos permanecieran en el terreno de la iglesia en Corinto. Luego, imaginémonos que un hermano de Jerusalén fuera de visita a Corinto. En lo que se refiere a la iglesia, no había problemas en Jerusalén ni en Antioquía ni en Éfeso, puesto que en estas ciudades la esfera de la iglesia concordaba con la jurisdicción de la localidad. Sin embargo, al llegar a Corinto, dicho hermano tendría que afrontar una dificultad: tendría que determinar a qué iglesia ir. Ciertamente no iría a la iglesia de Cefas, ni a la iglesia de Apolos, ni a la iglesia de Pablo ni tampoco a la iglesia de Cristo, sino que se reuniría con los creyentes que se reúnen como la iglesia en Corinto porque ellos tienen el terreno apropiado. Supongamos que un hermano líder de la iglesia de Cristo le dijera: “Yo soy un líder de la iglesia de Cristo y quisiera tener comunión con usted. ¿No es usted de Cristo? ¿No cree que yo también soy de Cristo? ¿Por qué no se reúne con nosotros? Usted dice que nosotros no estamos en el terreno apropiado. Pero nuestro terreno es Cristo, pues somos la iglesia de Cristo. Cristo no está dividido. ¿Cómo se atreve usted a decir que nuestro terreno causa división? Usted dice que nosotros nos separamos de los demás santos. Pero si usted no se une a nosotros, entonces usted estará separándose de nosotros”. Sin embargo, el hermano que viene de visita de la iglesia en Jerusalén le mostraría que la iglesia sobre el terreno apropiado, la iglesia en Corinto, los incluye a ambos, puesto que la esfera de la iglesia en Corinto es mayor que la esfera de la iglesia de Cristo.
Los que dicen que son de Cristo no están de acuerdo con los que dicen que son de Pedro, de Apolos o de Pablo. Ellos dirían: “Los nombres de Pedro, Apolos y Pablo son los nombres equivocados. No debemos adoptar esos nombres. Cristo es el nombre correcto. Por lo tanto, nosotros somos de Cristo”. Sin embargo, Cristo es el fundamento, no el terreno (1 Co. 3:11). Es preciso que veamos la diferencia entre el fundamento y el terreno. El terreno es el solar donde el edificio es construido, mientras que el fundamento es la base del edificio mismo. Todos los grupos dicen que su fundamento es Cristo. Incluso los que dicen que son de Pedro, de Apolos y de Pablo dirían que Cristo es su fundamento. Sin embargo, todos ellos están en diferentes terrenos. Esto significa que ponen su fundamento en diferentes solares. El terreno apropiado es el terreno de la unidad. Por lo tanto, es correcto decir que Cristo es el fundamento, pero es incorrecto decir que Él es el terreno. Por esta razón, los que afirman ser la iglesia de Cristo están edificando sobre el terreno equivocado.
Hoy la situación en cuanto a la iglesia es muy confusa y nubosa. Pero para nosotros el cielo está despejado. Nosotros hemos visto que somos miembros del Cuerpo, y el Cuerpo es universal. Este Cuerpo universal tiene simplemente una sola expresión en una ciudad. Por lo tanto, en una ciudad sólo debe haber una sola iglesia. Fue así en Jerusalén, en Antioquía y también en Éfeso. Pero no es así en nuestra localidad hoy en día. Por lo tanto, debemos ejercitar nuestro discernimiento para descubrir quiénes se reúnen en el terreno apropiado de la unidad.
Retomemos nuestro ejemplo y supongamos que la iglesia de Pedro tenía dos mil miembros, que la iglesia de Apolos tenía cuatro mil, que la iglesia de Pablo tenía tres mil, que la iglesia de Cristo tenía quinientos y que los que se reunían como la iglesia en Corinto apenas eran quince. Los de la iglesia en Corinto podrían haber dicho: “Somos tan pequeños en número. Los demás grupos tienen de quinientos a cuatro mil miembros, pero nosotros sólo somos quince. ¿Qué haremos? ¿Podremos aún decir que somos la iglesia? La iglesia en Corinto debe incluir a todos los santos. Pero la gran mayoría de ellos no está con nosotros. ¿Cómo podemos decir que somos la iglesia?”. En una situación así muchos se debilitarían y no se atreverían a decir que son la iglesia en Corinto. Si los que están en el terreno de la unidad fueran quince mil, todos ellos dirían confiadamente que son la iglesia en Corinto. Sin embargo, si el número fuera tan pequeño, quizás sólo quince, se debilitarían y hasta temerían decir que son la iglesia. No obstante, los quince santos que están en el terreno de la iglesia son la iglesia. Si no son la iglesia, ¿cómo entonces los llamaríamos?
Debemos tener claro que la base de la iglesia no depende de que se cumplan ciertos requisitos o condiciones, sino únicamente del terreno de la unidad. El terreno de la unidad es el terreno de la localidad. No importa dónde estemos los cristianos, debemos ser la iglesia en ese lugar. Si estamos en Londres, en París, en Nueva York o en Los Ángeles, simplemente debemos ser la iglesia en esa ciudad. La situación hoy en día es confusa y llena de divisiones. Por consiguiente, necesitamos ser recobrados a la unidad genuina. La unidad genuina es la unidad única, la unidad del terreno. Debemos entender esto claramente para que dondequiera que estemos, simplemente seamos parte de la iglesia en dicha localidad. Ser la iglesia no depende de cuántos santos se reúnen allí. Incluso si sólo un pequeño número de santos se reúne en determinada ciudad, ellos son la iglesia en esa localidad. Por más de cuarenta y cinco años he estado firme sobre este terreno. Cuando más predico y enseño acerca de esto, más tengo la confianza de decir que los que están en el terreno apropiado son la iglesia en dicha localidad.
Ahora necesitamos ver cómo un grupo de cristianos llega a ser una denominación. La principal característica de todas las denominaciones es que tienen nombres especiales. Cada denominación tiene un nombre particular, como por ejemplo, la Iglesia de Cristo, la Iglesia Bautista, la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia Luterana. Una vez que un grupo adopta un nombre especial, se convierte en una denominación, pues esta designación la separa de los demás grupos.
Aquí quisiera ser enfático y decirles que la expresión iglesia local no es un nombre. Nosotros no tenemos un nombre. Cuando las personas le preguntan qué clase de iglesia somos, usted simplemente debe responder: “Simplemente somos la iglesia. Si usted me pregunta qué clase de iglesia somos es como si me preguntara qué clase de luna somos. La luna es única y singular. Cuando la luna está en Londres, se llama la luna que está en Londres. Cuando aparece en Cleveland, se llama la luna que está en Cleveland. De la misma manera, decimos que somos la iglesia en Cleveland o la iglesia en Los Ángeles”. Sin embargo, estos términos no son un nombre. Al contrario, describen un hecho. Por lo tanto, nunca debemos usar la expresión la iglesia local de modo que otros puedan considerarla un nombre. La iglesia local denota la naturaleza de la iglesia. No tenemos una iglesia sectaria ni una supuesta iglesia universal. Las iglesias que están en el recobro del Señor son iglesias que están en localidades. Por esta razón, nos referimos a ellas como iglesias locales. Sin embargo las palabras la iglesia local no son un nombre, y nosotros no somos una denominación. No usen este término como si fuera un nombre. Cuando mucho debemos decir: “Somos la iglesia en Cleveland. La iglesia en Cleveland, por supuesto, incluye a todos los creyentes que están en la ciudad de Cleveland. Sin embargo, debido a que la mayoría de los cristianos en Cleveland no están dispuestos a ser recobrados y a regresar al terreno apropiado de la iglesia, nosotros somos los únicos que aún quedan como la iglesia en Cleveland. Sin embargo, no tenemos ningún nombre especial que nos distinga”.
Cada una de las denominaciones también tiene una enseñanza o una práctica particular. Por ejemplo, los bautistas del Sur practican el bautismo por inmersión e insisten en que usted tiene que ser bautizado por ellos. Si usted no está dispuesto a ser bautizado por ellos de esta manera, no lo aceptarán como miembro. Para ellos, el hecho de recibir a los creyentes no se basa en la fe, sino en el bautismo que practican. Asimismo, ciertos grupos pentecostales no reciben a otros creyentes que no hablen en lenguas. Por lo tanto, lo que ellos llaman iglesia está edificada sobre el terreno de hablar en lenguas. El hablar en lenguas es su práctica y enseñanza particulares. Esta práctica particular los constituye una secta. En cuanto al bautismo, la Iglesia de Cristo es aún más tajante que los bautistas del Sur. Ellos afirman que si ellos no lo bautizan a usted por inmersión, ni siquiera es salvo y, por tanto, no lo recibirán. De igual manera, si usted desea unirse a los adventistas del Séptimo Día, deberá estar de acuerdo con guardar el Sábado y dar los diezmos. De lo contrario, no lo aceptarán como miembro. Esta práctica particular los constituye una secta.
Hoy en día hay muchísimos grupos independientes, y casi todos ellos tienen condiciones o requisitos especiales que hay que cumplir para poder ser aceptado a ese grupo. Aunque algunos no se atreverían a decir esto, sí conservan este requisito particular de manera secreta. Por ello, en el momento en que usted desee hacerse miembro, le revelarán las condiciones para ser recibido por ellos. Quizás le digan: “Es muy bueno que quiera unirse a nosotros. Pero para ser miembro de este grupo, usted debe estar de acuerdo con esta enseñanza o práctica”. Todo grupo que proceda así es una secta.
No existen tales condiciones para ser aceptados en las iglesias. La única condición es que creamos en el Señor Jesús y seamos salvos por la fe. Mientras usted haya sido salvo por medio de la fe, ya con eso es recibido. La iglesia recibe a los santos que Dios ha recibido, sin imponerles ninguna condición. Si usted cree en el Señor Jesús y es salvo, es un santo. Un santo es una persona salva. Mientras usted haya sido salvo, justificado, redimido y regenerado, es un santo. Debido a que ya es un santo, la iglesia lo recibe a usted sin exigirle que cumpla ningún requisito o condición. Usted fue recibido por la iglesia en el momento en que creyó en el Señor Jesús.
Debemos tener cuidado con los grupos independientes que están imitando a las iglesias. Estos grupos dicen que no tienen requisitos especiales para recibir a los creyentes. Sin embargo, si examinan estos grupos cuidadosamente, encontrarán que tienen escondidos ciertos requisitos que usted deberá cumplir para ser aceptado. Sin embargo, nosotros en las iglesias podemos testificar que no tenemos requisitos particulares para recibir a otros creyentes. Algunos han preguntado si invocar el nombre del Señor es un requisito. No, éste no es un requisito para poder ser aceptado. Si usted disfruta invocar el nombre del Señor, entonces invoque Su nombre. Pero si no le gusta, entonces no invoque. Mientras usted crea en el Señor Jesús, es un santo, y nosotros lo recibimos. Otros tal vez digan que orar-leer es un requisito para ser aceptado en la iglesia. No, orar-leer no es necesario para ser salvos y, por tanto, no es un requisito para ser recibido. Repito una vez más que las iglesias no tienen requisitos especiales para recibir a otros creyentes. Cualquier grupo que tenga un requisito especial, bien sea una enseñanza o una práctica particular, para recibir a los santos, es una secta.
Cada secta o denominación tiene una comunión especial. Sin embargo, los cristianos simplemente deben tener una comunión única y común, la comunión del Señor Jesucristo (1 Co. 1:9). Cuando fuimos salvos, fuimos introducidos en la comunión del Señor. Por lo tanto, como cristianos podemos tener comunión unos con otros. Sin embargo, las denominaciones tienen una comunión especial. Por ejemplo, cuando ciertos bautistas del Sur se enteran de que otros cristianos son presbiterianos, dejan de tener comunión con ellos. Tal vez hablen con ellos de negocios o de política, pero no tendrán comunión con ellos acerca de asuntos espirituales. Los que insisten en la práctica del lavamiento de los pies también tienen una comunión especial, ya que limitan su comunión a los que están dentro de su propio círculo. Otros sólo tienen comunión con aquellos que tienen la misma práctica acerca del vino o jugo que se usa en la mesa del Señor. Todo esto es sectario, y debemos desechar tales cosas. Todos debemos repudiar todo nombre, enseñanza, práctica y comunión que sean especiales y nos distingan de otros creyentes.
En una localidad determinada tal vez haya un grupo de cristianos que no tenga un nombre especial, enseñanza especial o comunión especial. Sin embargo, es posible que tengan una administración aparte de la iglesia en esa ciudad. Si es así, ese grupo es una secta. Además de la iglesia local en una ciudad, podría surgir un grupo independiente que prácticamente en todo aspecto sea igual a la iglesia. Sin embargo, es posible que ese grupo insista en tener una administración independiente. Esto sería como tener dos alcaldías en la misma ciudad. Sin embargo, en una ciudad sólo puede existir una sola alcaldía. Si hay más de una, eso es una señal de división. Si un grupo de cristianos verdaderamente ha visto el terreno de la unidad, dirán: “No podemos tener una administración aparte de la que ya existe. Debemos tener una sola administración con la iglesia que ya está en esta ciudad”. Mientras ya exista una alcaldía, es imposible establecer otra. Si usted insiste en tener otra alcaldía aparte de la que ya existe, estará en división.
Supongamos que hay un grupo de creyentes que no tiene ningún nombre especial ni tampoco una enseñanza ni una comunión particulares, ni insiste en tener su propia administración. Aun así, tenemos que verificar si ellos están dispuestos a abrirse y tener comunión con todas las demás iglesias locales de la tierra. Supongamos que los que conforman dicho grupo dijeran: “No tenemos nada especial que nos distinga de los demás creyentes ni tampoco tenemos una administración aparte; sin embargo, no queremos tener comunión con otras iglesias”. Si dicen esto, ellos se habrán convertido en una secta local. Habrán dejado de ser una iglesia local, puesto que una iglesia local es parte del Cuerpo, es una entre muchas otras iglesias locales. Por consiguiente, una iglesia local genuina debe estar abierta a las demás iglesias. Si ella se aísla de las demás iglesias, vendrá a ser una secta local.
Debemos evaluar todo grupo de creyentes a la luz de estos cinco asuntos. Hoy en día vivimos en una época de división y confusión y no debemos recibir a cualquier grupo de creyentes a ciegas. Más bien, tenemos que fijarnos en si tienen un nombre, enseñanza o práctica particulares. Debemos fijarnos en si ellos insisten o no en tener su propia administración y, por último, averiguar si están abiertos a todas las demás iglesias locales en todo el mundo. Si pasan todas estas pruebas, entonces serán una iglesia local genuina. Pero si no pasan estas pruebas, debemos pensarlo dos veces antes de reconocerlos como iglesia.
Puesto que estamos en el recobro del Señor y practicamos la vida del Cuerpo, debemos entender claramente qué somos nosotros. Definitivamente no somos una división. Además, no hay divisiones entre nosotros. La iglesia en Corinto no era una división ni tampoco eran una secta. Sin embargo, lamento tener que decir que hubo divisiones entre ellos. Debemos ser cuidadosos al respecto. Nosotros en el recobro del Señor no somos una división. Pero es posible que en una iglesia local haya divisiones. Algunos pueden hablar una cosa, y otros hablar algo diferente; con todo, ellos se reúnen en la misma localidad. Esto es división. Por ejemplo, los hermanos de cierto lugar están sobre el terreno de la unidad. Por lo tanto, ellos no son una división. Sin embargo, aún es posible que entre ellos haya división. Tal vez no estén en armonía, y haya diferentes facciones entre ellos. Algunos quizás se aferren a cierta opinión, y otros se aferren a una opinión diferente. Es posible que usted no considere esto una división. Aunque tal vez no sea una división manifiesta, es algo muy semejante a una división. Al menos podemos decir que son semillas de división. Por lo tanto, todos debemos ser sinceros delante del Señor. No debemos ser una división, y tampoco debe haber divisiones entre nosotros. Debemos eliminar toda apariencia de división y extraer cualquier semilla de división. El recobro del Señor consiste principalmente en recobrar la unidad. Si todavía somos una división o si entre nosotros hay divisiones, ya no seremos parte del recobro del Señor. Mientras participemos en una división, no podremos estar en el recobro del Señor. Más bien, repetiremos una vez más la historia del cristianismo. Esto es algo muy serio. Si perdemos nuestra armonía, la unidad genuina, dejaremos de ser el recobro.
En 1 Corintios 11 Pablo dice que si hay divisiones entre nosotros, entonces al congregarnos para celebrar la mesa del Señor, nos reuniremos no para lo mejor, sino para lo peor (v. 17). En 1 Corintios 11:20 dice: “Cuando, pues, os reunís vosotros en el mismo lugar, no es la cena del Señor la que coméis”. Es posible que asistamos a la mesa del Señor sin discernir el Cuerpo (v. 29). Todo el que coma y beba en la mesa del Señor sin discernir el Cuerpo, juicio come y bebe para sí (v. 29). Esto, por supuesto, no es una ganancia, sino una pérdida. Siempre que vengamos a la mesa del Señor, debemos discernir el Cuerpo. En 1 Corintios 11:29 el Cuerpo no denota el cuerpo físico del Señor que fue crucificado en la cruz, sino Su Cuerpo místico. En la mesa del Señor el cuerpo tiene estos dos aspectos. Un aspecto denota el cuerpo físico del Señor, y el otro denota el Cuerpo místico de Cristo. Todos debemos discernir el Cuerpo místico de Cristo. Cada vez que tomemos el pan en la mesa del Señor, debemos comprender que el pan denota este único Cuerpo. Debido a que el pan denota el Cuerpo místico, no debe haber divisiones entre nosotros. Si participamos en una división y, al mismo tiempo, participamos del pan, esto no nos aprovechará, sino que nos traerá pérdida. Cada vez que asistamos a la reunión de la mesa del Señor debemos examinarnos a nosotros mismos y preguntarnos: “¿Soy una persona que causa división? Si lo soy, entonces debo abstenerme de participar de la mesa del Señor. Si participo de la mesa del Señor en tales condiciones, no me aprovechará. No vendré a la mesa para lo mejor [ganancia], sino para lo peor [pérdida]”. Esto es extremadamente serio.
Nunca debemos pensar que la división sea algo insignificante. Debemos tomar la mesa del Señor con reverencia y con temor, no sea que comamos el Cuerpo del Señor sin discernirlo. Debemos discernir si aquello de lo cual vamos a participar es el único Cuerpo de Cristo. En este único Cuerpo no debe haber ninguna división. Si yo no soy parte de ninguna división, entonces tendré la paz y una conciencia sin ofensa al participar del Cuerpo del Señor. Espero que todas las iglesias puedan ver claramente este asunto.
El recobro del Señor no es ni un movimiento ni una división. De todas las edades deben estar juntos en armonía. Nosotros no somos una división, y entre nosotros no hay divisiones. Antes bien, somos el testimonio del único Cuerpo y del único Espíritu. Cada vez que nos acerquemos a la mesa del Señor, le declaramos a todo el universo que somos uno, que hemos salido de toda división y que no hay divisiones entre nosotros. Cuando toquemos el único pan, el cual representa el único Cuerpo de Cristo en el universo, debemos recibir confirmación en nuestra conciencia de que no participamos en ninguna división. Si no tenemos una conciencia libre de ofensa en cuanto al asunto de la división cuando participamos de la mesa del Señor, sufriremos pérdida, pues comeremos y beberemos sin discernir el Cuerpo. Esto no será provechoso para nosotros. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que cada vez que nos acerquemos a la mesa del Señor, ejercitemos nuestra conciencia para determinar si participamos o no en alguna división.
Debido a que vivimos en una época de confusión y división, debemos discernir qué grupo de cristianos es el testimonio genuino del único Cuerpo. Luego, nosotros mismos debemos asegurarnos de que no haya ninguna semilla de división ni fuente de división entre nosotros. Si entre nosotros no hay división alguna, nuestra conciencia estará libre de ofensa y daremos un testimonio poderoso del Cuerpo del Señor a todo el universo. Entonces la bendición del Señor reposará sobre nosotros.