
Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. En el momento en que el Señor Jesús habló estas palabras, “aún no había el Espíritu”; esto significa que el Espíritu no estaba allí todavía porque Jesús no había sido aún glorificado. De joven estas palabras me intrigaban mucho. Sencillamente no podía entender cómo el Espíritu no estaba allí cuando Jesús estaba hablando. Muchos años después leí el libro de Andrew Murray titulado The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo]. El capítulo 5 de este libro se titula “El Espíritu del Jesús glorificado”. Este capítulo me impactó muchísimo. Por medio de este capítulo mis ojos fueron abiertos para ver por qué en el momento en que Jesús habló, aún no había el Espíritu. Antes de la crucifixión y la resurrección del Señor, el Espíritu de Dios poseía únicamente divinidad. Sin embargo, después de la resurrección del Señor, muchos elementos se mezclaron y se añadieron al Espíritu de Dios. Por consiguiente, después de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios no sólo estaba compuesto de divinidad, sino también de muchos otros elementos cruciales. Para el tiempo de Juan 7 el Espíritu de Dios estaba allí, pero simplemente poseía divinidad; no obstante, el Espíritu todo-inclusivo, que incluye todos los otros elementos, aún no estaba presente.
El Espíritu de Dios estaba allí desde el principio (Gn. 1:1-2), pero el Espíritu como el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), no estaba allí todavía en el momento en que el Señor habló las palabras que constan en Juan 7, porque Él aún no había sido glorificado. Jesús fue glorificado cuando resucitó (Lc. 24:26). Después de Su resurrección, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu del Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado, al cual Cristo con Su soplo se infundió en Sus discípulos la noche de la resurrección (Jn. 20:22). El Espíritu ahora es otro Consolador, pues es el Espíritu de realidad que Cristo prometió antes de Su muerte (14:16-17). Cuando el Espíritu era el Espíritu de Dios, Él únicamente poseía el elemento divino. Pero cuando llegó a ser el Espíritu de Jesucristo por medio de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, llegó a poseer tanto el elemento divino como el elemento humano, con toda la esencia y realidad de la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Cristo. Por consiguiente, Él es ahora el Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo como el agua viva que podemos recibir (7:38-39).
Aunque yo fui alumbrado al leer el libro de Andrew Murray, no fui capaz de dar a otros una definición completa del Espíritu todo-inclusivo hasta que me fue abierto Éxodo 30. Este capítulo nos habla acerca del ungüento compuesto (vs. 22-33). En la tipología tenemos un tipo del Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento, el cual es el aceite de oliva. Si leen el Antiguo Testamento detenidamente, encontrarán que varias veces el aceite de oliva se usa para hacer referencia al Espíritu de Dios (Sal. 45:7; Is. 61:1). Según Éxodo 30, cuatro especias se mezclaban con un hin de aceite para formar un compuesto. Así pues, en Éxodo 30 no vemos simplemente el aceite de oliva, sino un compuesto. El hin de aceite de oliva era el elemento básico de este compuesto, y a éste se le añadían cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia. Cuando estas especias se añadían al aceite, el aceite se convertía en un ungüento, un compuesto de cinco elementos: el aceite más las cuatro especias.
En la tipología los números son muy significativos. Aquí en Éxodo 30 tenemos uno más cuatro. En la tipología el número uno representa al Dios único. Dios, representado por una unidad completa de un hin de aceite de oliva, es único y completo. El número cuatro representa a las criaturas. Tanto en Ezequiel 1 como en Apocalipsis 4, leemos acerca de los cuatro seres vivientes. De ahí que en la Biblia el número cuatro siempre simbolice a las criaturas. Por consiguiente, en este ungüento compuesto tenemos a Dios, representado por el número uno, y a las criaturas de Dios, representadas por el número cuatro. Esto nos muestra que el ungüento compuesto tiene que ver con Dios y Su criatura, el hombre. Esto revela que el ungüento está compuesto de Dios y el hombre. Dios, el elemento básico, está representado por el aceite de oliva, y el hombre está representado por las cuatro especias.
Algunos de los opositores condenan el asunto de la mezcla de Dios y el hombre. A tales personas les falta conocimiento. Dios y el hombre no sólo se han mezclado, sino que además han llegado a ser un compuesto. En Éxodo 30 tenemos la mezcla del aceite de oliva con las cuatro especias, lo cual produce un compuesto. Cuando el té es sumergido en el agua, tenemos un ejemplo de lo que es una mezcla. Pero cuando las cuatro especias se añaden al aceite para formar un ungüento, tenemos el ejemplo de un compuesto. La preparación de un compuesto involucra más que una simple mezcla. Aunque incluye la noción de mezcla, en una la mezcla los elementos no necesariamente se combinan de una manera tan completa como cuando se prepara un compuesto. ¡Aleluya, Dios se ha mezclado con la humanidad, formando un compuesto!
Ahora examinemos las especias más detalladamente. Éxodo 30:23 dice: “Tomarás especias finas: de mirra excelente, quinientos siclos, y de canela aromática, la mitad, esto es, doscientos cincuenta; de cálamo aromático, doscientos cincuenta”. La cantidad de la primera especia, mirra, era de quinientos siclos. Sin embargo, la cantidad de la segunda y tercera especias, la canela y el cálamo, era solamente de doscientos cincuenta siclos cada una. Al juntar éstas dos, vemos que la canela y el cálamo conformaban una cantidad completa de quinientos siclos. Luego, al igual que la mirra, la cantidad de casia, la cuarta especia, era de quinientos siclos. Estas tres unidades completas de quinientos siclos representan al Dios Triuno, y el hin de aceite de oliva representa al Dios único. Por lo tanto, en este compuesto vemos a tres en uno y a uno en tres.
La segunda de las tres unidades completas de quinientos siclos estaba dividida en dos. Esto hace referencia al hecho de que el Hijo, el segundo de la Deidad, fue partido en la cruz. Por lo tanto, el hecho de que la segunda unidad de quinientos siclos fuera dividida en dos alude a la muerte de Cristo. El número cuatro de las cuatro especias alude a la humanidad de Cristo. En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, y el Verbo se hizo carne (Jn. 1:1, 14). Esto indica que el Dios Triuno está íntimamente relacionado con la humanidad. Cuando el Verbo se hizo carne, el Dios Triuno llegó a tener un vínculo muy estrecho con la humanidad. El Dios Triuno estaba estrechamente relacionado con el hombre Jesús. Luego, en el tiempo señalado, Cristo, el segundo de la Trinidad, fue crucificado, fue partido, fue muerto.
La mirra representa la dulzura de la muerte de Cristo, y la canela representa la dulce eficacia de Su muerte. La muerte de Cristo es dulce y a la vez eficaz. En este ungüento compuesto no sólo tenemos divinidad y humanidad, sino también la dulce muerte de Cristo y la eficacia de la muerte de Cristo. Eso significa que cuando recibimos este ungüento, en éste se encuentra la eficacia de la muerte de Cristo. El cálamo es una especie de junco que crece muy erguido hacia el cielo en medio de una tierra pantanosa. Esto ciertamente alude al poder de la resurrección de Cristo, puesto que Cristo resucitó del pantano de la muerte y se levantó erguido hacia el aire celestial. Él era el verdadero cálamo. La casia representa el olor del poder de la resurrección del Señor. Según algunos lexicones, en la antigüedad la casia no se usaba solamente como una especia, sino también como un repelente para ahuyentar los insectos y las serpientes. Satanás, la serpiente, le teme a la resurrección de Cristo.
En este ungüento compuesto tenemos al Dios Triuno, representado por los números uno y tres, y también la humanidad, representada por el número cuatro. Asimismo tenemos la muerte de Cristo, la eficacia de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo y el olor del poder de la resurrección de Cristo. Este ungüento compuesto es un cuadro del Espíritu compuesto de hoy. Antes de la crucifixión y resurrección del Señor, el Espíritu de Dios no era un compuesto. Sólo tenía divinidad, y ningún otro elemento. Sin embargo, después de la resurrección del Señor, este Espíritu de Dios llegó a ser un compuesto que incluía humanidad, la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, la eficacia de la muerte de Cristo y la eficacia de Su resurrección. Todos estos elementos se mezclaron hasta formar el ungüento que hoy es el Espíritu de Cristo. Antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios ya existía, mas no el Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo llegó a existir como tal inmediatamente después de la resurrección del Señor. Después que Jesús fue crucificado y resucitado, el Espíritu compuesto fue producido. En otras palabras, el día de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo contiene muchos elementos, a saber: divinidad, humanidad, la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de la resurrección de Cristo.
Un día en 1954, mientras hablaba a la iglesia en Hong Kong, compartí una palabra acerca de la necesidad de considerarnos muertos. Les dije a las personas que en el pasado yo había practicado mucho esto, pero que cuanto más muerto me consideraba, más vivo estaba. Si no nos consideráramos muertos, el yo probablemente estaría allí latente. Pero en cuanto tratamos de considerarnos muertos, el yo latente de inmediato se activa. Por lo tanto, la práctica de considerarnos muertos no nos ayudó, y lo único que logró fue activar nuestro yo latente. Les dije a los hermanos en aquella reunión que lo que necesitamos no es considerarnos muertos, puesto que la verdadera eficacia de la muerte de Cristo se halla hoy en el Espíritu. Únicamente experimentamos la muerte de Cristo cuando estamos en el Espíritu. Si no estamos en el Espíritu, esta práctica no funcionará, aunque tratemos de implementarla con toda seriedad. La eficacia de la muerte de Cristo no se halla en la práctica de considerarnos muertos, sino en el Espíritu todo-inclusivo.
Muchos cristianos han encontrado ayuda en el libro La vida cristiana normal, escrito por el hermano Nee. En este libro el hermano Nee incluye un capítulo acerca de la práctica de considerarnos muertos. Sin embargo, los mensajes en este libro fueron dados en la etapa inicial del ministerio del hermano Nee. En aquel tiempo, él les dijo a las personas que debían considerarse muertas. Sin embargo, posteriormente en uno de sus mensajes dijo muy enfáticamente que la muerte en Cristo mencionada en Romanos 6, únicamente se experimenta cuando estamos en el Espíritu, el cual se menciona en el capítulo 8. Sin Romanos 8 no es posible experimentar Romanos 6. Él señaló que el hecho de haber sido crucificados juntamente con Cristo, según se menciona en Romanos 6, sólo puede experimentarse por medio del Espíritu, el cual se menciona en Romanos 8. Yo he podido comprobar esto en mi experiencia.
La eficacia de la muerte de Cristo se halla en el Espíritu. Este Espíritu es semejante a una dosis todo-inclusiva de medicina. Algunas medicinas son todo-inclusivas, pues contienen algunos elementos que nos nutren y otros elementos que eliminan los microbios. El Espíritu todo-inclusivo es una dosis todo-inclusiva. Si recibimos a este Espíritu todo-inclusivo, éste nos sanará, no importa cuál sea nuestra enfermedad. En este Espíritu se hallan el elemento nutritivo y el elemento aniquilador. El poder aniquilador de la muerte de Cristo se halla hoy en el Espíritu todo-inclusivo.
Aunque, basado en mi experiencia, empecé a hablar de esto en 1954, en ese entonces aún no había recibido ninguna luz al respecto en la Biblia. Sin embargo, un día mientras consideraba Éxodo 30 la luz vino. Pude ver que la mirra, que representa la muerte de Cristo, fue añadida al Espíritu. El Espíritu de Cristo hoy ya no contiene simplemente aceite, sino que es el ungüento. No tenemos simplemente aceite, sino un ungüento compuesto. El aceite de oliva era muy sencillo, pues sólo contenía un solo elemento, la divinidad; en cambio, en el ungüento compuesto tenemos muchos elementos, tales son: la divinidad, la humanidad, la muerte y la resurrección. Todo lo de Cristo, todo aquello por lo cual pasó, y todo lo que Él obtuvo y logró, han sido añadidos a este Espíritu todo-inclusivo. La Biblia dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). Esto significa que todo lo del Dios Triuno más la humanidad, la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo, fue añadido a este Espíritu vivificante. Por consiguiente, el Espíritu vivificante es un Espíritu compuesto. En este Espíritu vivificante tenemos la divinidad, la humanidad, la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de Su resurrección.
Por experiencia usted puede testificar que cuando el Espíritu vivificante se mueve en su interior, por un lado, usted se siente nutrido, pero por otro, algo dentro de usted es aniquilado. ¿No aniquila el Espíritu vivificante algo dentro de usted? Por supuesto que sí. Supongamos que cierto hermano discute con su esposa. Esta discusión tiene que ser aniquilada, y lo único que puede aniquilarla es la eficacia de la muerte de Cristo, la cual se halla en el Espíritu vivificante. En el Espíritu vivificante se halla el poder aniquilador. Hermanas, ¿no han experimentado ustedes que su mal genio es aniquilado muchas veces? Si me hicieran la misma pregunta, yo diría que mi yo es aniquilado prácticamente durante todo el día. Mi obstinado yo necesita ser aniquilado una y otra vez.
El Espíritu todo-inclusivo también es un repelente. Todos sabemos cómo el olor del repelente de insectos ahuyenta los mosquitos. Día a día debemos aplicarnos al Espíritu vivificante, el cual es como un repelente para Satanás. Cuando usted invoca el nombre del Señor Jesús, no sólo lo bebe, sino que también se aplica al Espíritu vivificante como repelente. Si a primera hora de la mañana usted no se aplica este repelente, la serpiente lo atacará y usted se enojará durante el día. Pero si invoca el nombre del Señor unas cuantas veces, no sólo beberá del agua viva, sino que también se aplicará el repelente. Siempre que haga esto, la serpiente se atemorizará.
Ahora podemos entender por qué en Juan 7 dice que aún no había el Espíritu. Por supuesto, el Espíritu de Dios estaba allí, pero el Espíritu de Cristo como el Espíritu compuesto aún no existía como tal. Hechos 16:6 habla acerca del Espíritu Santo, y Hechos 16:7 habla acerca del Espíritu de Jesús. Hoy en día el Espíritu de Dios es el Espíritu de Jesús. El Espíritu de Dios no posee humanidad, pero el Espíritu de Jesús posee tanto divinidad como humanidad. Mientras Pablo viajaba y predicaba el evangelio, él no sólo necesitó del Espíritu de Dios, sino también del Espíritu de Jesús. Hoy en nuestra predicación también necesitamos al Espíritu de Jesús, el cual está compuesto de Su humanidad.
Romanos 8:9 revela que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo, así como Hechos 16 revela que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Jesús. Hechos 16 menciona al Espíritu de Jesús, lo cual indica que los apóstoles estaban sufriendo en la humanidad de Jesús. Mientras que Romanos 8 menciona al Espíritu de Cristo, lo cual indica que hoy podemos vivir en la resurrección de Cristo. Romanos 8 es un capítulo que trata sobre la vida de resurrección, la cual se halla en el Espíritu de Cristo.
Filipenses 1:19 habla acerca del Espíritu de Jesucristo. Éste no se refiere al Espíritu que contiene únicamente humanidad ni al Espíritu que contiene únicamente resurrección, pues el Espíritu de Jesucristo contiene tanto humanidad como resurrección. Por lo tanto, la suministración de este Espíritu es una suministración abundante. No es simplemente el Espíritu de Dios con el poder divino, sino el Espíritu de Jesucristo, el cual incluye tanto la humanidad sufriente de Cristo como Su poderosa resurrección. Cuando Pablo escribió la Epístola a los Filipenses, él estaba en la cárcel y sufriendo. Aunque estaba allí sufriendo mediante el Espíritu de Jesús, él sufría en virtud del poder de la resurrección de Cristo y con la expectativa de disfrutar de la primera resurrección. Esto revela que él sufría no sólo en virtud del Espíritu de Jesús, sino también en virtud del Espíritu de Cristo. Por lo tanto, él sufría en virtud del Espíritu de Jesucristo, es decir, en virtud de la humanidad de Jesús y la resurrección de Cristo. Éste es el Espíritu todo-inclusivo con Su abundante suministración.
Siempre que comparto acerca del Espíritu compuesto, tengo la sensación de que me faltan palabras. Sencillamente no tengo el lenguaje adecuado para expresar plenamente lo que he visto sobre este asunto. El Espíritu ya no es simplemente el Espíritu de Dios. Hoy en día el Espíritu de Dios es el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Jesucristo. En este Espíritu todo-inclusivo disfrutamos a Dios, la humanidad elevada de Jesús, la dulzura de la muerte de Cristo, la eficacia de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo y el poder de la resurrección de Cristo. Todos estos elementos se incluyen en este ungüento compuesto. Recuerden que el Espíritu de Cristo ya no es simplemente el aceite de oliva, sino el ungüento compuesto. Éste es el Espíritu procesado. Sin duda alguna la preparación de un compuesto implica un proceso. Cuando un elemento se mezcla con otro para formar un compuesto, tiene que pasar por un proceso. ¡Aleluya! Hoy en día no tenemos un Espíritu simplemente compuesto de divinidad, sino que tenemos al Espíritu todo-inclusivo, el cual está compuesto de divinidad, la humanidad de Jesús, la muerte de Cristo y Su resurrección. Por experiencia podemos testificar que Dios, la humanidad de Jesús, la muerte eficaz de Cristo y la poderosa resurrección de Cristo, todos ellos, se hallan en el Espíritu todo-inclusivo. Éste es el Espíritu de Dios que está compuesto de la humanidad, la muerte y la resurrección de Cristo.
El ungüento se compone de cinco elementos básicos: aceite de oliva, mirra, canela, cálamo y casia. La cantidad de las especias que se mezclaban con el aceite de oliva era cien veces cinco. En la Biblia el número cinco, compuesto de cuatro más uno, es el número de responsabilidad. Tanto los Diez Mandamientos como las diez vírgenes se dividen en dos grupos de cinco (Éx. 34:28-29; Mt. 25:1-2). Observe su mano: usted tiene cuatro dedos y un pulgar para asumir responsabilidad. Si tuviera sólo cuatro dedos sin el pulgar, le resultaría muy difícil agarrar las cosas. ¿Es usted el número cuatro o el número cinco? Si Dios le ha sido añadido, entonces es el número cinco. Yo sé que soy el número cinco, porque Dios se ha añadido a mí. El significado del número cinco es que el Espíritu vivificante y todo-inclusivo nos ha sido dado para poder asumir responsabilidad. Cuanto más disfrutemos al Espíritu todo-inclusivo de Cristo, más capacitados seremos para asumir responsabilidad.
El punto principal que debemos ver en este mensaje es que el propio Espíritu de Dios ya no es simplemente el Espíritu de Dios, sino el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Jesucristo. Él ya no es simplemente el aceite de oliva, sino el ungüento compuesto de cinco elementos. Cuatro especias se mezclaron con el aceite de oliva para producir el ungüento. Según Éxodo 30, el tabernáculo y todos sus utensilios fueron ungidos con este ungüento. Incluso los sacerdotes fueron ungidos con dicho ungüento. Esto muestra que toda la iglesia y todos los servidores en la iglesia deben ser ungidos con el Espíritu compuesto.
Juan 20:22 dice: “Habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Éste es el Espíritu que se esperaba en Juan 7:39 y que fue prometido en Juan 14:16-17, 26; 15:26; 16:7-8, 13. En Juan 7 aún no había el Espíritu que los discípulos habían de recibir porque Jesús no había sido aún glorificado. Sin embargo, el día de Su resurrección el Señor vino a los discípulos de noche, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. En Juan 7 aún no había el Espíritu, pero en Juan 20 el Espíritu ya estaba presente porque Jesús ya había sido glorificado. Él fue glorificado en Su resurrección; por lo tanto, el Espíritu compuesto llegó a existir. El hecho de que el Señor con Su soplo infundiera el Espíritu en los discípulos fue el cumplimiento de Su promesa acerca del Espíritu Santo como el Consolador. Este cumplimento difiere de Hechos 2:1-4, el cual es el cumplimiento de la promesa hecha por el Padre en Lucas 24:49. Allí el Espíritu como un viento recio descendió como poder sobre los discípulos para que llevaran a cabo la obra (Hch. 1:8). Aquí, el Espíritu como aliento se infundió como vida en los discípulos para su vida. Al infundir el Espíritu con Su soplo en los discípulos, el Señor mismo se impartió en ellos como vida y como el todo. De este modo, se cumplió todo lo que Él había hablado en los capítulos del 14 al 16.
Así como cuando el grano de trigo cae en la tierra para morir y luego al brotar de la tierra es transformado en otra forma, una forma nueva y viviente, de la misma manera la muerte y la resurrección del Señor lo transfiguraron de la carne al Espíritu. El Señor como el postrer Adán en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), por medio del proceso de la muerte y la resurrección. Así como Él es la corporificación del Padre, del mismo modo el Espíritu es la realidad de Él. Es como el Espíritu que Él se infundió al soplar en los discípulos. Es como el Espíritu que Él es recibido por los creyentes y fluye de ellos como ríos de agua viva (Jn. 7:38-39). Es como el Espíritu que mediante Su muerte y resurrección Él volvió a los discípulos, entró en ellos como su Consolador, y empezó a morar en ellos (14:16-17). Es como el Espíritu que Él ahora puede vivir en los discípulos y hacerlos aptos para vivir por Él y con Él (v. 19). Es como el Espíritu que Él puede permanecer en los discípulos y ellos pueden permanecer en Él (v. 20; 15:4-5). Es como el Espíritu que Él puede venir con el Padre a los que le aman y hacer morada con ellos (14:23). Es como el Espíritu que Él puede hacer que todo lo que Él es y tiene sea completamente real para los discípulos (16:13-16). Es como el Espíritu que Él viene para reunirse con Sus hermanos, la iglesia, a fin de anunciarles el nombre del Padre y alabar al Padre en medio de ellos (He. 2:11-12). Es como el Espíritu que Él puede enviar Sus discípulos a cumplir Su comisión, consigo mismo como vida y como el todo para ellos, de la misma manera que el Padre lo envió a Él (Jn. 20:21). De esta manera, ellos son hechos aptos para representarlo con Su autoridad en la comunión de Su Cuerpo (v. 23). Es como el Espíritu que Cristo lo hace todo hoy. Como el Espíritu todo-inclusivo, Él lo está haciendo todo con nosotros y para nosotros. La economía de Dios está completamente relacionada con este Espíritu todo-inclusivo, quien es el ungüento compuesto y cuya unción necesitamos experimentar hoy.