
Si tenemos una visión panorámica todo-inclusiva de la Biblia, veremos que después de la ascensión de Cristo, nuestro Dios, quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu, hoy en día es el Espíritu todo-inclusivo. En este Espíritu tenemos divinidad, humanidad, la eficacia de la muerte de Cristo, el poder de Su resurrección y la ascensión. En otras palabras, en este Espíritu todo-inclusivo tenemos todo lo que Dios es, todo lo que el hombre es en un sentido apropiado, y todo lo que el Señor Jesús experimentó, ganó y obtuvo. Todo esto se encuentra en el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Nuestro Salvador hoy no es solamente el Redentor, sino también el Espíritu vivificante. Damos gracias al Señor porque por medio de la clara perspectiva que tenemos de todos los libros de la Biblia, podemos ver a este maravilloso Espíritu.
Este Espíritu es misterioso y glorioso, pero muy difícil de describir con palabras. Es por ello que la Biblia nos provee el cuadro del ungüento compuesto en Éxodo 30. En este capítulo el aceite de oliva representa al Espíritu de Dios, y las cuatro especias representan la humanidad, la criatura de Dios. La mirra, la canela, el cálamo y la casia tienen un significado especial. En la Biblia la mirra representa la dulzura de la preciosa muerte de Cristo, y la canela representa la dulce eficacia de esta muerte. El cálamo representa el poder que levanta, la resurrección de Cristo. La casia se usaba en tiempos antiguos para repeler serpientes. Si juntamos todos estos elementos, reconoceremos que sin duda describen detalladamente al Espíritu compuesto y todo-inclusivo.
En este Espíritu tenemos a Dios y la humanidad apropiada. En este Espíritu tenemos la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de la resurrección de Cristo. Todo lo que Cristo es y todo lo que Él hizo, obtuvo y logró, se encuentra en este Espíritu. El Señor nos ha mostrado el significado de la mirra, la canela, el cálamo y la casia; la razón por la cual los dos elementos de en medio había sólo la mitad de la cantidad completa; y el hecho de que estas cuatro especias conjuntamente conformaban tres unidades completas de quinientos siclos cada una. El hin de aceite de oliva era mezclado con las cuatro especias para formar un ungüento. Esto alude a la mezcla del Dios único con Su criatura, el hombre, para formar una sola unidad compuesta. El tabernáculo con todo su mobiliario y sus vasos y todos los sacerdotes eran ungidos con este ungüento compuesto, y no simplemente con aceite de oliva. Hoy en día no estamos bajo la unción del Espíritu que sólo incluye divinidad, sino bajo la unción del Espíritu compuesto.
Cuando el apóstol Juan usó el término unción en 1 Juan 2:27 con relación al mover del Espíritu, sin duda alguna pensaba en Éxodo 30, de donde proviene la palabra unción. La palabra unción no la usó Juan por primera vez, sino que ésta ya había sido usada en Éxodo 30. La unción que permanece en nosotros es el Espíritu compuesto, quien es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu.
A fin de tener a este Espíritu vivificante y todo-inclusivo y experimentar al Espíritu, necesitamos primero renacer o ser regenerados por Él. La regeneración es la experiencia inicial que tenemos de nuestro Dios Triuno.
No intente separar al Padre del Hijo, ni al Hijo del Padre. El Nuevo Testamento revela que mientras el Hijo esté aquí, el Padre está con Él. Además, la venida del Espíritu es también la venida del Hijo, y el Hijo siempre viene con el Padre. Juan 6:46 dice: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre”. La preposición griega traducida “de” es pará. Aquí el sentido de esta preposición es “de con”. El Señor no sólo viene de Dios, sino que también está con Dios. Aunque Él ha venido de Dios, todavía está con Dios (Jn. 8:16, 29; 16:32). En estos versículos el Señor parecía decir: “Yo vengo de Mi Padre y con Él. Cuando vengo de Mi Padre, vengo con Él”. Esto significa que cuando el Hijo viene, el Padre está con Él. Cuando el Hijo fue enviado por el Padre, el Hijo no simplemente fue enviado por el Padre, sino también con el Padre. Cuando el Padre envió al Hijo, el Padre vino con el Hijo. Por lo tanto, cuando recibimos al Hijo, recibimos al Padre.
Esto tal vez ofenda nuestra mentalidad religiosa. La mente religiosa siempre trata de entender todo esto claramente. Pero cuanto más usted intente hacerlo, más dificultad encontrará, porque el Padre está con el Hijo, y el Hijo es ahora el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Si usted argumenta diciendo que el Espíritu mencionado aquí no es el Espíritu Santo, entonces yo diría que usted cree que existen dos Espíritu que dan vida. Cristo hoy es el Espíritu vivificante. Si este Espíritu vivificante no fuera el Espíritu Santo, entonces usted cree en dos Espíritus vivificantes. ¿Cree usted que en el universo existen dos Espíritus vivificantes? Ciertamente es una herejía enseñar esto. Nuestro Dios es triuno. Como el Dios Triuno, Él pasó por un proceso completo y hoy en día es el Espíritu todo-inclusivo. No me interesa que me expliquen esto; lo único que me interesa es el hecho. La Biblia revela que Cristo hoy es el Espíritu vivificante. Si hemos de experimentarlo, tenemos que nacer de Él. En cuanto un pecador confiesa su pecado ante Dios y cree en el Hijo de Dios, nace de nuevo del Dios Triuno. Sin embargo, todos lo que han nacido de nuevo necesitan experimentar a este Espíritu cada vez más.
Necesitamos experimentar al Espíritu en dos aspectos principales. Conforme al primer aspecto, experimentamos al Espíritu de forma interna, o sea, como Aquel que está en nosotros. Conforme al segundo aspecto, experimentamos al Espíritu de manera externa, es decir, como Aquel que está sobre nosotros. Necesitamos experimentarlo de manera interna y también de manera externa. Esto nos lo muestra el cuadro de la ofrenda de harina. La ofrenda de harina era hecha de flor de harina mezclada con aceite (Lv. 2:5-6). Cuando la flor de harina se mezclaba con aceite, el aceite debía penetrar en la harina. Esto nos muestra el aceite dentro de la harina. Luego en Levítico 2:6 dice: “La partirás en trozos y echarás aceite sobre ella”. Esto nos muestra el aceite sobre la harina. Primero el aceite se mezclaba con la flor de harina para formar una masa, y luego era derramado sobre la masa. Por consiguiente, el aceite estaba tanto dentro de la ofrenda de harina como sobre ella. La ofrenda de harina era impregnada, saturada y empapada de aceite. Este cuadro describe lo que nosotros debemos ser. Todos debemos estar mezclados con el Espíritu, saturados del Espíritu, impregnados del Espíritu, empapados del Espíritu y también cubiertos por el Espíritu. Debemos tener al Espíritu tanto por dentro como por fuera. Debemos ser llenos del Espíritu por dentro y por fuera. De este modo, seremos impregnados, saturados y empapados del Espíritu. Ésta es la vida cristiana apropiada.
En el Nuevo Testamento hay dos líneas de la experiencia que tenemos del Espíritu todo-inclusivo: la línea de Juan y la línea de Lucas. En el Evangelio de Juan y en su primera epístola tenemos la experiencia interna del Espíritu. Juan usa dos símbolos principales para referirse a este aspecto del Espíritu. Primero, Juan usa el símbolo del agua, diciendo que el Espíritu vivificante y todo-inclusivo es como el agua viva que las personas pueden beber. El Espíritu también es comparado al agua en el último libro de Juan, el libro de Apocalipsis. En Apocalipsis 22:17 se hace un llamado a las personas para que beban del agua viva. Sin lugar a dudas, esta agua viva es el Espíritu vivificante. Esto se da a entender claramente en Juan 7:37-39.
El segundo símbolo del Espíritu en los escritos de Juan es el soplo o el aliento. Según Juan 20:22, el Señor Jesús vino a Sus discípulos en la noche de Su resurrección, y soplando en ellos, les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Según los escritos del apóstol Juan, el Espíritu es el agua que podemos beber y el aliento que podemos inhalar. Juan usó estos dos símbolos para describir lo que es el Espíritu vivificante hoy. Este Espíritu es el agua que sacia nuestra sed y también el aliento que podemos inhalar. Al inhalar este Espíritu, tenemos nuestra vida en este aliento. Éste es el aspecto interno del Espíritu vivificante. Todos en el recobro del Señor hemos aprendido a beber e inhalar a este Espíritu. Necesitamos beber de Él e inhalarlo invocando Su nombre. La estrofa de un himno escrito por la señorita M. E. Barber dice así:
Salvador, tan poderoso, Colmas mi necesidad; Al respirar, Jesús, Tu nombre Bebo vida en verdad.
La manera de respirar el nombre de Jesús es invocar: “Oh, Señor Jesús”. Sin duda alguna esta hermana a menudo invocaba el nombre de Jesús. Si no fuera así, ¿cómo pudo decir en su himno que al respirar el nombre de Jesús bebía vida en verdad? La manera de respirar Su nombre es invocar: “Oh, Señor Jesús”. “Al respirar, Jesús, Tu nombre bebo vida en verdad”. Esta estrofa tan breve también indica que cuando respiramos, bebemos. Respirar equivale a beber. Cuando invocamos el nombre de Jesús, respiramos y bebemos. Ésta es la experiencia que tenemos del Espíritu vivificante en el Evangelio de Juan, un libro acerca de la vida.
Además de la línea de Juan, la línea del aspecto interno del Espíritu, tenemos la línea de Lucas, la línea del aspecto externo. Necesitamos experimentar al Espíritu vivificante tanto internamente como externamente. Al igual que Juan, Lucas también usa dos símbolos con relación al Espíritu. Lucas 24:49 dice: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. En este versículo Lucas usa el símbolo del vestido. El Señor dice que los discípulos debían esperar en Jerusalén hasta que fueran investidos, o envueltos, de poder desde lo alto. Esto obviamente alude a la experiencia externa del Espíritu. Una bebida denota algo que recibimos interiormente, mientras que el vestido denota algo que nos cubre externamente. No obstante, ambas cosas están relacionadas con nuestro vivir. Hoy nosotros bebemos líquidos y también nos vestimos. ¿Alguna vez se habían dado cuenta de que este Espíritu todo-inclusivo es tanto la bebida que recibimos interiormente como el vestido que nos cubre externamente? Interiormente le necesitamos como nuestra bebida, y exteriormente le necesitamos como nuestro vestido.
En Hechos, Lucas utiliza otro símbolo, el símbolo del viento recio. El viento es semejante al aliento. El viento es lo que principalmente nos trae el aire fresco que podemos respirar. Aunque el viento y el aliento son semejantes, el aliento está relacionado con nuestro vivir, mientras que el viento está relacionado con el poder. Con relación a la experiencia interna del Espíritu, tenemos el agua que bebemos y el aliento que inhalamos, y con relación a nuestra experiencia externa tenemos el vestido que nos cubre y el viento recio que sopla sobre nosotros. El aspecto interno está relacionado con nuestra vida y nuestro vivir, mientras que el aspecto externo está relacionado con el poder y con el hecho de desempeñar una función.
Cuando usted está solo en su cuarto, aunque puede beber toda el agua que quiera, no necesita vestirse de cierta manera. Sin embargo, cuando tiene que verse con otras personas, tiene que vestirse apropiadamente. Uno tiene autoridad cuando tiene puesto el uniforme apropiado. Todos sienten respeto cuando ven un policía. Pero nadie respeta a un policía sin uniforme. Sin embargo, cuando usted ve en la calle a un policía uniformado espontáneamente maneja su auto cuidadosamente debido a la autoridad representada por el uniforme. La experiencia externa del Espíritu es nuestro uniforme. El Día de Pentecostés Pedro se puso este uniforme, y el universo entero le temía. El infierno, los demonios, Satanás y todos los rebeldes le temían a Pedro porque vieron que estaba vestido de poder desde lo alto y que poseía la autoridad suprema.
Todo ha sido consumado por causa de nosotros, y ahora podemos experimentar al Espíritu interna y externamente. No se preocupe; no es necesario que haga nada. Simplemente crea en las buenas nuevas. El evangelio más elevado nos dice que todo lo relacionado con la experiencia interna y externa del Espíritu ha sido consumado. Sencillamente crea todo lo que la Biblia dice e invoque el nombre del Señor.
Hechos 2 encierra un gran secreto, un secreto que la mayoría de cristianos no ha visto. Hechos 2:17 dice: “En los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne”. El versículo 21 dice: “Sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. En Hechos 2 ser salvo es recibir al Espíritu. Ser salvo no es simplemente ser perdonado de nuestros pecados ni ser rescatados del infierno, sino también recibir al Espíritu Santo. ¿Qué debe suceder a fin de poder recibir el Espíritu Santo y ser salvos? Dos cosas: primero, Dios debe derramar Su Espíritu; y segundo, nosotros debemos invocar el nombre del Señor. El Espíritu ya fue derramado. Ahora lo que usted tiene que hacer es invocar el nombre del Señor Jesús. Cuando usted invoque el nombre del Señor, el Espíritu derramado entrará en usted y estará sobre usted. Es por eso que Romanos 10:13 dice: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”.
Hoy en día necesitamos aprender a invocar el nombre del Señor. Siento la pesada carga de que vean cuán urgente es que invoquen. A través de los siglos, Satanás ha cerrado las bocas de muchos cristianos. Si usted invoca el nombre del Señor Jesús durante el día, será saturado, impregnado y empapado del Espíritu, y el poder derramado desde lo alto será su porción. No es necesario que yo lo convenza de esto; tan sólo examine su propia experiencia. Muchas veces mientras se encontraba en medio de problemas, usted invocó el nombre del Señor. Todos hemos experimentado esto en cierta medida. Por lo general no invocábamos al Señor; simplemente no nos gustaba invocar Su nombre. Por esta razón, el Señor nos envió cierta dificultad para ayudarnos o incluso obligarnos a invocarlo. Así, cuando los problemas vinieron, espontáneamente invocamos, diciendo: “Oh, Señor Jesús”. Incluso es posible que la forma en que invocamos no fue la más agradable. Sin embargo, invocamos y recibimos el aliento y fuimos fortalecidos y refrescados. Quiero dejar grabado en ustedes que el secreto para experimentar el aspecto interno y externo de este maravilloso Espíritu es simplemente invocar una y otra vez. Después que invoquen, orarán. Entonces invocarán más y orarán más. Finalmente, ya no sabrán si lo que experimentan es el aspecto interno o el aspecto externo. Entonces interiormente se sentirán muy refrescados, y externamente serán liberados. Ustedes tendrán el poder, el denuedo, la seguridad y la fe para hablar osadamente. No tendrán ninguna duda. La manera de experimentar a este maravilloso Espíritu es que invoquen el nombre del Señor Jesús. Sea sencillo e invoque el nombre del Señor.
Todos necesitamos ser desintoxicados y simplificados. Cuando estoy en casa, experimento al Señor de una manera sencilla, como un niño sencillo. La manera más sencilla en que experimento al Señor es decir: “Oh, Señor Jesús, oh, Señor Jesús”. Muchas veces invoco el nombre del Señor mientras limpio la casa. Cuando me siento cansado de trabajar, me siento fortalecido después que invoco: “Oh, Señor Jesús, oh, Señor Jesús”. Hay momentos en los que no sé qué decir. Sin embargo, después de invocar el nombre del Señor por unos minutos, siento que tengo mucho que decir. Inténtelo. Si invoca el nombre del Señor por cinco minutos, el fuego arderá en su ser. ¡Oh, debemos ser un pueblo que invoca!
Al menos un libro en el Nuevo Testamento, 1 Corintios, fue dirigido al pueblo que invoca. Este libro fue escrito para todos los que invocan el nombre del Señor Jesús (1 Co. 1:2). Cuando Pablo era Saulo de Tarso, él recibió autoridad para perseguir e incluso para matar a los creyentes. En Hechos 9 vemos que su intención era encarcelar a todos los que invocaban el nombre del Señor. Esto indica que los cristianos de antaño eran personas que invocaban. No era necesario que ellos les dijeran a otros que eran cristianos, ni tampoco era necesario que otros averiguaran quiénes eran cristianos. Era muy fácil saberlo porque los cristianos eran personas que invocaban. Ellos invocaban el nombre de Jesús. Hoy en día nosotros debemos ser personas que invocan, que durante todo el día invocan el nombre del Señor. Cuando usted invoca Su nombre, está en el Espíritu. Cuando invoca Su nombre, es lleno del Espíritu, saturado del Espíritu, impregnado del Espíritu y empapado del Espíritu. Cuando invoca el nombre de Jesús, el Espíritu se derrama sobre usted. Entonces interna y externamente, será lleno del Espíritu.
Algunas reuniones pueden comenzar simplemente invocando el nombre del Señor por algunos minutos. El Señor aborrece la muerte por encima de cualquier cosa. Nada es más contaminante que la muerte. Aunque no los animo a comportarse alocadamente, deseo dejar grabado en ustedes la necesidad de invocar el nombre del Señor, e incluso los exhorto a que lo hagan. Aquellos que lo hacen pueden testificar que han visto la diferencia. Espero que llegue el día en que todos por costumbre invoquemos el nombre del Señor Jesús todo el tiempo. Antes de leer la Biblia, intente invocar el nombre del Señor Jesús por unos minutos. ¡Usted notará una gran diferencia en su lectura de las Escrituras! Aunque esto no cambiará la Biblia, definitivamente lo cambiará a usted. Usted estará viviente y su espíritu se despertará. El simple conocimiento es inútil, pero invocar: “Oh, Señor Jesús” es de gran utilidad. ¿Ya conoce usted la manera de recibir al Espíritu? No es necesario que frunza el ceño ni ayune por tres días. El Señor nunca lo predestinó para que hiciera eso. En cambio, Él lo destinó a que invocara al Señor. En Su economía Él ya realizó todo lo necesario para que nosotros pudiéramos experimentar al Espíritu interna y externamente, es decir, para que pudiéramos experimentar la presencia del Espíritu que mora en nosotros y el derramamiento del Espíritu. Ahora Él está aquí como el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu incluye al Salvador, al Redentor y al Dador de vida. Él no está esperando que usted ayune u ore, sino que más bien espera que invoque Su nombre. Él está esperando que usted inhale el nombre de Jesús y beba de la vida en verdad. Lo animo a que lo intente. Todas las iglesias locales deben ser iglesias que invocan, y cada santo en el recobro del Señor debe ser una persona que invoca el nombre del Señor. Hemos sido llamados para invocarlo.