
En este mensaje veremos algunos símbolos del Espíritu. En 2 Corintios 1:21 y 22 dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. En estos versículos vemos al Espíritu como la unción, como el sello y como las arras o el anticipo. Romanos 8:23 nos habla acerca de las primicias del Espíritu. Si hemos de conocer las riquezas del Espíritu todo-inclusivo, debemos saber interpretar estos símbolos. Tenemos que alegorizar las figuras usadas en el Nuevo Testamento a fin de presentar un cuadro de este rico Espíritu.
En 2 Corintios 1:21 dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. El complemento nos se refiere a los apóstoles, y el pronombre vosotros denota a los creyentes. Dios adhirió a los apóstoles y a los creyentes al Ungido, quien es Cristo. Toda la unción fue derramada sobre este único Ungido, y a partir de Él la unción desciende sobre todos sus miembros. Si no estamos adheridos a este Ungido, no disfrutaremos en absoluto la unción. Pero el ungüento ha sido derramado sobre el Ungido, y puesto que hemos sido adheridos a Él, el ungüento también desciende hasta nosotros.
Es difícil explicar cualquier cosa relacionada con la vida. La vida es misteriosa y difícil de entender, pero a la vez es muy fácil de experimentar. Todos poseemos una vida física muy maravillosa. Sin esta vida física, yo no podría estar aquí de pie frente ustedes, hablándoles de una manera tan viviente. No obstante, ¿quién entiende nuestra vida física? Ni siquiera los médicos la entienden. Sin embargo, aunque no la entendemos, cada día la experimentados. Incluso los bebés que no tienen ningún conocimiento la experimentan desde el momento en que nacen.
Cristo fue ungido por Dios (He. 1:9). Por consiguiente, Él es el Ungido. Debido a que creemos en Él y participamos de Él, participamos de Su unción, compartiendo el mismo ungüento. Por consiguiente, estamos firmemente adheridos a Él, el Ungido, disfrutando de Su unción. Cuando ustedes invocan: “Oh, Señor Jesús”, ¿no perciben la unción en su interior? Esto demuestra que han sido adheridos firmemente al Ungido. Hay algo dentro de ustedes que los unge continuamente, que está fluyendo e incluso desbordándose y saturando su ser interior. Éste es el mover del ungüento que está sobre la Cabeza y desciende hasta usted, uno de Sus miembros. Desciende para refrescarlo, para saturarlo. Por consiguiente, usted ya no puede ser un miembro que está seco, sino un miembro que continuamente recibe la unción.
Esta unción añade a nuestro ser la esencia de Dios, el elemento divino. Esto es similar al proceso que seguimos al pintar una mesa. Mientras usted pinta una mesa, el elemento de la pintura se añade a la mesa. Asimismo, a medida que el ungüento corre por todo nuestro ser, nos imparte el elemento divino. En el recobro del Señor tenemos la certeza de que cada día algo corre por nuestro ser, realizando una obra interna que nos “pinta”. Cuanto más se mueve el ungüento, más nos pinta con el elemento divino. ¡Aleluya, el elemento divino está siendo añadido a nosotros que estamos en el recobro del Señor! Esto no tiene que ver con enseñanzas. Algo está desbordándose sobre nosotros y corriendo por todo nuestro ser, y el elemento divino está acumulándose en nosotros. Cuanto más disfrutamos del fluir de la vida interna y cuanto más disfrutamos al Señor juntos en las reuniones, más recibimos de Dios. Aunque aún sintamos que somos débiles, con todo, tenemos a Dios dentro de nosotros, pues la unción añade continuamente el elemento divino a nuestro ser.
Esto es una señal contundente de que el recobro del Señor es diferente de la religión. Es probable que usted haya estado en la religión por años sin haber recibido nada del elemento divino. Sin embargo, simplemente después de estar en el recobro del Señor por unos cuantos meses, usted podrá testificar que Dios ha sido pintado en usted. No se trata simplemente de adquirir conocimiento de Dios, sino de que el elemento de Dios se añada a su ser por medio de la unción. ¡Oh, el Espíritu todo-inclusivo, el ungüento compuesto, nos está ungiendo todo el día! Tenemos una pintura divina, el ungüento compuesto, el Cristo todo-inclusivo, el Espíritu todo-inclusivo, quien nos pinta día y noche. Todos tenemos cierta medida del elemento divino que se ha añadido a nuestro ser.
Después de la unción viene el sellar. El sellar es relativamente fácil de entender. El hecho de aplicar pintura a algo es una especie de sellar. A veces marcamos las cosas pintándolas. Marcar algo con un sello es declarar que ese objeto en particular nos pertenece. Aunque puede haber miles de copias de cierto libro, al poner mi marca, mi sello, en uno de ellos, declaro que me pertenece. De igual manera, la unción en nosotros como el sello declara a todo el universo que pertenecemos a Dios. Dios nos posee, y Él se ha puesto sobre nosotros como un sello. Este sello es, de hecho, Dios mismo. Oh, quisiera proclamar a todos, a los ángeles, a los demonios y al universo: “¡No me toquen! Tengo una marca sobre mí, y esta marca es Dios, el Espíritu todo-inclusivo”. ¿Tienen sobre ustedes esta marca, la cual muestra que pertenecen a Dios? Por supuesto que sí, porque han sido sellados con Dios. Por consiguiente, la unción está dentro de ustedes, y la marca está sobre ustedes.
Si ustedes ponen su sello sobre un pedazo de papel, quedará en el papel la imagen del sello. La unción dentro de nosotros llega a ser el sello y el sello exhibe la misma imagen de Dios. De este modo, nosotros tenemos la imagen de Dios. Esto significa que nosotros expresamos a Dios al ser ungidos y al ser sellados. Debido a que Dios nos selló, o sea, nos marcó consigo mismo, la imagen de Dios permanece sobre nosotros. No obtenemos la imagen de Dios tratando de imitar a Dios. A muchos cristianos se les ha enseñado a imitar a Cristo. Les han dicho: “Ahora que usted es un hijo de Dios, debe glorificarlo mejorando su conducta”. Este mejoramiento de la conducta no es Cristo, sino religión. No es necesario que usted trate de mejorar su conducta. Dios lo ha sellado consigo mismo, quien es la pintura todo-inclusiva. ¿Acaso no lo ha pintado Dios? ¿No se ha aplicado Él mismo sobre usted? ¿No se ha depositado Él mismo en usted? Usted ha sido sellado con Dios por dentro y por fuera. Todos hemos sido sellados, pintados, ungidos con Dios, interior y exteriormente. Por consiguiente, tenemos la imagen de este sello.
Considere el ejemplo de un joven que recientemente ha sido salvo. En cierto sentido, después que alguien es salvo, no necesita que nadie le enseñe, pues espontáneamente, religiosamente y naturalmente tendrá el concepto de que necesita mejorar su conducta. Una hermana joven podría decir: “Antes no trataba bien a mi madre; pero ahora que soy salva, debo ser una buena hija. Tengo que ser delicada y dulce con mi madre. Así que, me propondré no volver a ser grosera con ella. Oh, Señor Jesús, Tú sabes que soy muy débil y pecaminosa. Señor, ayúdame a ser dulce y amable con mi madre de ahora en adelante”. Sin embargo, después de orar de esta manera, ella se comportará como un escorpión o una tortuga, no como una paloma dulce y delicada.
Yo intenté cambiar mi comportamiento por muchos años, pero nunca lo logré. Un día me di cuenta de que había sido ungido y sellado. Cuando vi esto, me sentí muy contento, enloquecido de alegría y lleno de alabanzas al Señor. Parecía que se me había olvidado dónde estaba. Espontáneamente empecé a ser amable con mi madre, pero sin darme cuenta de que estaba siendo amable. Fue de esta manera que se manifestó la imagen del sello. Un día escuché que mi madre le decía a una amiga: “¿Sabes? Mi hijo Witness es una persona de un genio muy vivo. Pero no sé que le habrá pasado, pues en las pasadas semanas se ha portado muy amable conmigo”. Cuando le escuché decir esto, le dije: “Madre, en realidad no soy tan amable. No he cambiado”. A mi parecer, yo no había cambiado, pero en realidad era otra persona, una persona que portaba la imagen de Dios. Éste no fue el resultado de un esfuerzo mío por mejorar mi conducta, sino el resultado de la unción del Señor.
No intente ser bueno ni mejorar su conducta. Si le molesta su mal genio, no trate de corregirlo, ya que cuanto más intente hacerlo, peor ser comportará. Olvídese de su mal genio y de su comportamiento, y alabe al Señor por Su unción. Alábelo porque ha sido adherido, ungido y sellado. Si una hermana casada hiciera esto, espontáneamente sería una excelente esposa. Sin embargo, si trata de ser una buena esposa, se volverá una peor esposa. Algunos quizás pregunten: “¿Qué clase de enseñanza es ésta? Les hemos estado enseñando a las personas a que mejoren su conducta, y ahora usted les dice que no traten de cambiar”. Es cierto que digo que no deben esforzarse por cambiar. En lugar de ello, simplemente disfruten la unción y el sellar. Si una pareja de casados hiciera esto, tendrían la mejor vida matrimonial. Pero si se olvidan de alabar al Señor por Su unción, la esposa se comportará como una tortuga, y el esposo será como un gato que intenta atrapar la tortuga. Debemos alabar al Señor por la unción que nos trae el elemento divino y por el sellar que nos da la imagen de Dios.
La unción y el sellar son las arras, el anticipo, la garantía. La palabra griega traducida “arras” tiene una historia muy interesante. En tiempos antiguos, cuando un griego compraba una parcela o un terreno, el vendedor le entregaba al comprador una caja que contenía tierra de aquella parcela. Esta caja de tierra era llamada las arras o garantía. Ésta le aseguraba al comprador que no estaba adquiriendo un mal terreno. Al recibir esta muestra de tierra, él podía estar seguro de que la tierra era rica y fértil. La muestra de tierra, el anticipo, era la garantía de que toda la tierra de la parcela era exactamente igual a la que estaba en la caja. Era la garantía de que iba a recibir una buena parcela. Dios es nuestra herencia, nuestra parcela de buena tierra. Aún no hemos poseído toda esta tierra. Lo que estamos disfrutando hoy es simplemente la caja de tierra, el anticipo. Este anticipo es las arras, la garantía, que nos asegura que se aproxima el día en que recibiremos nuestra herencia.
Toda nuestra herencia será igual al anticipo, así como todo el terreno era exactamente igual a la tierra que estaba en la caja. Por consiguiente, el anticipo es la garantía de que el disfrute pleno está por venir; es la garantía de toda la herencia, que es Dios mismo. Un ejemplo de lo que es el anticipo del Espíritu es lo que sucede cuando alguien cocina algo. Antes de servir la comida, las hermanas suelen disfrutar de un anticipo de la comida que está en la cocina. El día vendrá cuando heredaremos a Dios de una manera completa. Lo que disfrutamos de Él hoy es igual en elemento, sabor y sustancia a lo que heredaremos en el futuro cuando tendremos el disfrute pleno. La diferencia radica sólo en la cantidad, no en la calidad. Hoy estamos disfrutando del anticipo, pero esperamos con anhelo poder tener el disfrute pleno. Aunque la unción que disfrutamos hoy es muy rica y maravillosa, simplemente es el anticipo; el disfrute pleno aún está por venir.
La unción nos trae el elemento divino, el sellar imprime en nosotros la imagen divina y el anticipo nos permite experimentar el sabor divino. Ahora tenemos el elemento divino, la imagen divina y disfrutamos del sabor divino. ¡Cuán maravilloso! Día a día, el Espíritu vivificante y todo-inclusivo nos trae el elemento divino. Al mismo tiempo imprime en nosotros la imagen divina y nos permite disfrutar el sabor divino. Ahora estamos gustando a nuestro Dios, quien es nuestra herencia.
Este anticipo es las primicias mencionadas en Romanos 8:23. Todos tenemos estas primicias del Espíritu. Supongamos que usted tiene un duraznero en su patio. Aunque el árbol pueda estar cargado de fruto, sólo unos cuantos duraznos madurarán primero. Éstas son las primicias. Hoy en día el Espíritu de Dios que está en nosotros es las primicias. La cosecha tendrá lugar cuando seamos arrebatados. En ese momento, disfrutaremos a Dios como nuestra cosecha completa, nuestra plena siega. Mientras tanto, hoy le disfrutamos como las primicias.
En este mensaje hemos visto cuatro cosas: el elemento, la imagen, el gustar y el disfrute. La unción nos imparte el elemento de Dios, el sellar deja impresa la imagen de Dios, el anticipo nos permite gustar a Dios y las primicias es nuestro disfrute de Dios. Por medio del Espíritu todo-inclusivo, recibimos el elemento de Dios, tenemos la imagen de Dios, gustamos a Dios mismo y también tenemos a Dios como nuestro disfrute de las primicias. Todo esto es la unción que está en nosotros. De este modo, regresamos nuevamente a la unción. El elemento, la imagen, el gustar y el disfrute de Dios, todos ellos, se hallan en la unción.
La unción se refiere al mover del ungüento en nosotros. El ungüento es algo que actúa, se mueve, fluye e incluso corre por nuestro interior. El elemento divino en nosotros no está quieto. La imagen tampoco está quieta, sino que corre por nuestro interior. Además, el gustar es algo que se mueve, opera e imprime algo en nosotros. Incluso el disfrute que tenemos de Dios es algo viviente, que opera y se mueve en nuestro interior. Por ejemplo, quizás usted tenga el deseo de quedarse en cama hasta tarde en la mañana, pero la unción le dirá que se levante temprano para que tenga su vigilia matutina. Es posible que un hermano sienta que su esposa no lo trata bien y quiera discutir con ella al respecto. Sin embargo, la unción lo ayudará a no enojarse. ¿No han tenido esta clase de experiencia? Algo se mueve en ustedes, pero es difícil determinar qué es lo que se mueve. Eso es la unción.
El recobro del Señor hace que la unción se active en nosotros. Si usted desea tener una vida sin ningún tipo de restricción, no venga al recobro, pues el recobro hará que la unción se active en usted. Esta unción se mueve, opera y vive constantemente en nosotros. Por esta razón, el apóstol Juan, un hermano de mucha experiencia, nos dijo que permaneciéramos en el Señor según la unción (1 Jn. 2:27). Esta unción nos enseña todas las cosas: lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer, adónde debemos ir y adónde no debemos ir. Debido a que la unción interior nos enseña todas las cosas, no necesitamos enseñanzas externas. Simplemente permanezcamos en el Señor según esta unción.
Esto es lo que significa vivir por el Espíritu todo-inclusivo. ¡Cuán maravilloso es vivir así! Tenemos la unción, el sellar, el anticipo, las primicias y, por último, el mover todo-inclusivo en nuestro ser. Esto no es religión, sino la economía de Dios. La economía de Dios significa que Dios mismo se imparte en nuestro ser, a fin de que nosotros vivamos por Él y seamos uno con Él. Esto lo logra la obra interna del Espíritu vivificante y todo-inclusivo.