
Aunque hemos visto muchas cosas acerca del Espíritu vivificante y todo-inclusivo, en este mensaje siento la carga de ayudarles a comprender que este Espíritu se ha forjado en nosotros y que también hemos sido puestos en este Espíritu. Pero antes de todo, debo decirles algo acerca de la economía de Dios.
La economía o dispensación de Dios no tiene nada que ver con la religión. El cristianismo ha sido usado por el astuto enemigo al punto en que se ha convertido en una religión. Según el concepto humano, la religión es algo positivo. La religión enseña a las personas a adorar a Dios, a comportarse de una manera que agrada a Dios, a hacer cosas para Dios y a glorificar a Dios, con el fin de tener un buen futuro, y es por ello que las anima a hacer todas estas cosas. Aparentemente, esto es muy positivo, pero en realidad se opone a la economía de Dios de una manera muy sutil. Esta clase de religión es un velo muy grueso que por mucho tiempo ha cubierto los ojos del pueblo escogido de Dios. El cristianismo actual es un velo muy grueso que cubre a muchos cristianos. Después de leer los pasados siete mensajes sobre el Espíritu vivificante, ustedes pueden ver la diferencia que hay entre el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, y la religión. ¡Cuán grande es la diferencia! El Espíritu es genuino, mientras que la religión es una falsa imitación. El Espíritu es la realidad y la religión es vanidad.
Dios en Su economía pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. La palabra proceso tal vez suene muy extraña a oídos de los religiosos. Sin embargo, Dios en Su economía pasó por un proceso. Un día el propio Dios se encarnó. Aunque era Dios, Él entró en el hombre y llegó a ser un hombre, llevó una vida humana en la tierra por treinta y tres años y medio, en la cual pasó por muchos sufrimientos. Finalmente, Él fue arrestado, juzgado y condenado a muerte al ser crucificado en la cruz. Luego fue sepultado y permaneció en el sepulcro por tres días. Después de lo cual se levantó del sepulcro en Su resurrección. ¿No son todos estos sucesos parte de un proceso? Por supuesto que sí. Aunque la palabra proceso no aparece en la Biblia, definitivamente todos estos sucesos son parte de un proceso. Nuestro Dios pasó por un largo, significativo y provechoso proceso, el cual empezó con la encarnación, continuó con el vivir humano y la crucifixión, y concluyó con la resurrección y la ascensión. Hoy en día Él es Aquel que ascendió a los cielos, después de haber pasado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Después de haber pasado por este proceso, lo que Él es ahora es diferente de lo que era antes de la encarnación. Antes de la encarnación, Él era Dios solamente. Pero después de pasar por este largo proceso, no sólo es Dios, sino Dios con el hombre. De hecho, Él es un Dios-hombre. Así pues, junto con este Dios-hombre tenemos la encarnación, el vivir humano, la crucifixión todo-inclusiva, la resurrección y la ascensión.
Ahora debemos ver la diferencia que existe entre la vida y la resurrección. La vida es algo que nunca ha pasado por la muerte. En cambio, la resurrección no sólo es la vida, sino la vida que ha pasado por la muerte. La muerte no puede retener esta vida; más bien, esta vida vence la muerte e incluso la absorbe. Esto es la resurrección. Por lo tanto, al menos en cierto modo, la palabra resurrección implica un proceso.
Hoy en día Dios es el Dios procesado que posee divinidad, humanidad, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Este Dios procesado, quien es nuestro, es ahora el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Podemos llamarlo el Espíritu todo-inclusivo porque en Él tenemos a Dios, y también la humanidad redimida, elevada y resucitada. Más aún, en Él tenemos la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Todo se incluye en Él. Podríamos enumerar muchas de las cosas que se incluyen en el Espíritu todo-inclusivo: vida, luz, sabiduría, poder, santidad, justicia, humildad, bondad, honor y gloria. Todos los atributos divinos y todas las virtudes humanas se incluyen en este Espíritu. Por consiguiente, Él es todo-inclusivo.
Esto nunca antes había sido tan claro como lo es hoy. Solamente en la vida de iglesia, en el recobro del Señor, usted llegó a escuchar algo como esto. Si consultara en los libros de las librerías y bibliotecas cristianas, no podría encontrar ninguna frase que diga que hoy en día nuestro Dios es este Espíritu vivificante y todo-inclusivo.
Conforme a la economía de Dios, este Dios procesado, este Espíritu todo-inclusivo, debe nacer en nosotros, y nosotros debemos nacer de Él. Nuestra primera relación con este Espíritu tiene que ver con el nacimiento. Esto no es algo insignificativo. Este maravilloso Espíritu ha nacido en nuestro ser, y nuestro ser ha nacido de Él. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. En este versículo vemos dos clases de espíritu, uno de los cuales se indica con la letra mayúscula E, y el otro con la letra minúscula e. Sin duda alguna el Espíritu se refiere a este maravilloso Espíritu, y el espíritu denota nuestro ser interior. Lo que es nacido del Espíritu es nuestro espíritu. Antes de ser salvos, éramos carne. Ser salvo no sólo significa que nuestros pecados sean perdonados, que seamos redimidos, justificados y reconcilia dos con Dios. El significado de la salvación es mucho más profundo y significativo que eso. En última instancia, ser salvo significa nacer de este maravilloso Espíritu. Hoy en día ya no somos carne, sino que somos espíritu.
Al escuchar esto, quizás algunos de ustedes digan: “Hermano Lee, no se jacte a causa de todos nosotros. Incluso ahora mismo siento que todavía soy carne”. En un sentido, estoy de acuerdo con usted. Me gusta que diga esto, pues el hecho de que se dé cuenta de que todavía está en la carne indica que está bajo la misericordia de Dios. Sólo alguien que está bajo la misericordia de Dios reconoce que es carne. Todos los demás dirían que son mejores que un ángel. Así que, por la misericordia de Dios, usted reconoce que su condición es lamentable. En especial usted confiesa que es despreciable a los ojos de su cónyuge. Sin embargo, aunque se percata de que todavía es carne, ¿acaso no tiene otro sentir en su interior? ¿No siente que usted es una persona maravillosa, gloriosa, admirable y misteriosa? Dentro de esta carne hay algo divino; al menos hay una pequeña cantidad de oro. ¿No tiene dentro de usted al menos una onza de oro? En lo exterior aún podemos ser carne, pero interiormente tenemos oro. Debemos aprender a ponernos del lado de la gracia de Dios y olvidarnos de lo que somos externamente. Debemos decir: “Carne, ¡vete ya! No me interesas más ni te aprecio, pues dentro de mí hay oro”. Si usted dice esto, de inmediato será glorioso. Cuanto más hable de esta manera, más aumentará el oro en usted. Esto no tiene nada que ver con un crecimiento acelerado como el de los hongos, sino con la fe. Debemos decir: “Carne, ¡vete ya! ¡Lo que me gusta es el oro! ¡Aleluya por el oro! Me gusta vivir con este oro y en virtud de este oro”. Cuanto más usted alabe al Señor por el oro que está en usted, más se aumentará el oro poco a poco, de una onza a varias onzas.
Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Éste es un asunto muy importante. ¿Se ha dado cuenta de que usted ha nacido del Espíritu y que el Espíritu ha nacido en usted? Esto no tiene que ver con la religión ni con las enseñanzas, ni con ningún tipo de práctica; más bien, tiene que ver con el nacimiento.
En cuanto a la adoración a Dios, la adoración tiene que ver totalmente con el espíritu. Dios es Espíritu, y nosotros los que le adoramos debemos adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Nosotros adoramos a Dios el Espíritu ejercitando nuestro espíritu. Esto es muy crucial. Muchos cristianos entienden esto, pero en la práctica han visto muy poco que deben adorar a Dios exclusivamente en su espíritu. Su espíritu es diferente de su mente, de su parte emotiva o de cualquier parte de su ser interior. Todos debemos estar restringidos al espíritu. Siempre que contactemos a Dios o tengamos comunión con Él, debemos estar restringidos a nuestro espíritu, recordando que nacimos del Espíritu en nuestro espíritu. Así que, debemos adorar al Espíritu únicamente ejercitando nuestro espíritu que ha renacido, y no ninguna otra parte de nuestro ser.
Algunos se preguntarán cuál es la diferencia entre adorar a Dios en espíritu y adorarle de otra manera. Aunque es difícil analizar esto doctrinalmente, puedo mostrarle la diferencia de una manera práctica. Supongamos que después de entrar en la reunión usted examina con una actitud de crítica a los viejos y luego a los jóvenes. Si hace esto, definitivamente no estará en el espíritu. Luego, supongamos que usted se dice a sí mismo: “Esta noche, el hermano Lee va a dar el mensaje. ¿De qué hablará? Él ha hablado mucho acerca del Espíritu. ¿Será que todavía tendrá algo que decir acerca del Espíritu?”. Todos estos pensamientos son como insectos que revolotean en su mente y la ocupan. Si usted tiene su mente ocupada con estos pensamientos, definitivamente no estará en el espíritu. ¿Qué significa entonces estar en el espíritu? Significa que usted se da cuenta de que ha nacido del Espíritu en su espíritu y de que ha venido a la reunión para contactar a Dios el Espíritu en su espíritu. Así que usted se olvida de sus pensamientos y se restringe a su espíritu. Usted puede alabar al Señor diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh, los siete Espíritus, las siete lámparas y los siete ojos! ¡Amén! ¡Oh, los siete ojos de la piedra y los siete ojos del Cordero! ¡Alabado sea el Señor!”. Finalmente, cuando un hermano se ponga en pie para hablar, usted se olvidará hasta de su nombre y simplemente disfrutará al Señor.
Algunos creyentes son muy activos en sus pensamientos, sentimientos y capacidad analítica, pero no ejercitan su espíritu. Por ello, cuando usted venga a la reunión, debe olvidarse de sí mismo y ejercitar su espíritu. Siempre que voy a compartir la palabra, hago lo posible por olvidarme de los cielos, la tierra, e incluso de mi familia. Sin embargo, a veces el enemigo me envía pensamientos acerca de mi esposa, hijos y nietos para distraerme. Todos estos pensamientos son como insectos. Sin embargo, lo único que me interesa es mi espíritu. Así que cuando hablo, tomo la determinación de hablar desde mi espíritu. Éste es el secreto para causar impacto al hablar y el secreto para tener el hablar del Señor. Debemos restringirnos a nuestro espíritu.
Romanos 8:16 dice que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y 1 Corintios 6:17 dice que el que se une al Señor es un solo espíritu. ¿Es esto una doctrina o un hecho? ¿Cuál es su experiencia? ¿En la experiencia es usted un solo espíritu con el Señor? Esto debe ser cierto no sólo doctrinalmente o en cuanto a posición, sino también en nuestra experiencia. ¡Aleluya! ¡Soy un solo espíritu con el Señor! Éste es un asunto sumamente importante, que no tiene que ver con enmendarnos a nosotros mismos ni con ningún tipo de conducta. No tiene que ver con ser mejores, ni con amar ni con ser santos. ¿Se atreve usted a decir ahora mismo que es un solo espíritu con el Señor? Yo tengo el denuedo de decir esto. Cada vez que hablo por Él, con Él y en Él, tengo la certeza de que soy un solo espíritu con Él. Tengo la certeza de que mientras hablo Él está obrando, debido a que soy un solo espíritu con Él y sé que Él también es un solo espíritu conmigo. Esto no es religión ni ética, ni filosofía ni lógica. Esto es la economía divina. Los creyentes en Cristo pueden ser un solo espíritu con el Señor. Debido a esto, tenemos poder, vida, luz y todo lo que necesitamos. Mientras seamos un solo espíritu con el Señor, todas las plagas serán exterminadas. La mejor forma de combatir las plagas es decir: “Oh, Señor Jesús, soy un solo espíritu contigo”. Cuando decimos esto, no sólo tenemos poder, sino también autoridad. Cuando somos un solo espíritu con el Señor, ¿quién puede tocarnos?
En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”. Gálatas 6:18 y Filemón 25 dicen: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. En este momento el propio Señor Jesucristo está en nuestro espíritu, y la gracia, el disfrute completo de las riquezas del Señor, también se halla en nuestro espíritu. Simplemente al decir estas palabras somos fortalecidos interiormente. Si usted no me cree, le sugiero que lo intente. Cuando esté a punto de enojarse, diga: “Gracia, te pido que estés con mi espíritu”. Esta gracia aniquilará su mal genio. La gracia es el Espíritu vivificante, el propio Espíritu todo-inclusivo. Muchos de nosotros en gran medida aún seguimos bajo la influencia de la religión del cristianismo. Hemos escuchado muchísimas enseñanzas sobre diversos asuntos; sin embargo, yo he aprendido una sola cosa: a ser una persona que come bien. Debido a que tengo un excelente metabolismo, no aumento de peso, pese a que como muy bien. Lo que quiero decirles es lo siguiente: no me pidan que haga ciertas cosas, pues lo único que necesito es comer el alimento apropiado. Olvídese de todas esas enseñanzas religiosas que les piden hacer esto y aquello. En vez de ello, coma a Jesús y disfrute la gracia. No trate de enfrentar su mal genio. Sólo unas palabras bastan: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. A esto debemos decir: “¡Amén!”. Si usted practica esto, experimentará una maravillosa victoria. Todos debemos decir: “La gracia del Señor Jesús sea con mi espíritu. Amén”.
Hay dos cosas que son muy reales: la primera de ellas es la gracia, y la segunda, el espíritu. En el universo existe algo llamado gracia, y dentro de nosotros existe algo llamado el espíritu. La Biblia dice que la gracia está con nuestro espíritu. Así que, en el universo está la gracia; y dentro de nosotros está el espíritu. ¡Aleluya, esta gracia ahora está en nuestro espíritu! Si esto no fuera tan maravilloso, ¿por qué razón el apóstol Pablo habría repetido tantas veces que la gracia está con nuestro espíritu o que la gracia está con nosotros? Esto no es un hablar vano, es decir, palabras vanas. Yo estuve en el cristianismo por muchos años, pero nunca me dijeron algo semejante. En lugar de ello, me enseñaron que debía honrar a mis padres, lo cual me esforcé por hacer. Nadie me dijo que en el universo existía algo llamado gracia y que dentro de mí había algo llamado mi espíritu. Sin embargo, después de muchos años aprendí por experiencia que la gracia está con mi espíritu. Esta gracia que está con nuestro espíritu es sencillamente el Espíritu todo-inclusivo. El Espíritu todo-inclusivo ha nacido en nuestro espíritu, y nosotros hemos nacido de Él. Esto es la gracia. Ahora somos un solo espíritu con Él, y Él está dentro de nosotros como gracia. El suministro, el sustento y el disfrute, todo ello, está con nuestro espíritu.
En cada capítulo del libro de Efesios encontramos un versículo que nos habla acerca del espíritu. Nuestro espíritu es muy maravilloso porque en él mora el Espíritu y porque es uno con el Espíritu. Por lo tanto, es el espíritu mezclado, nuestro espíritu que está unido al Espíritu. Según Efesios 1:17, este espíritu es el espíritu de sabiduría y de revelación. A fin de conocer el libro de Efesios, necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación. Efesios 2:22 nos da a entender que hoy en día la morada de Dios, la iglesia, está en nuestro espíritu, y Efesios 3:5 dice que la revelación del misterio que estaba escondido en Dios únicamente nos puede ser dada a conocer en nuestro espíritu. Efesios 4:23 dice que debemos ser renovados en el espíritu de nuestra mente. Según este versículo, nuestro espíritu se extiende a nuestra mente y llega a ser el espíritu de nuestra mente. Es en virtud de este espíritu que somos renovados. Efesios 5:18 nos exhorta a ser llenos en nuestro espíritu. Nuestro cuerpo físico puede ser lleno de vino, pero no deseamos ser llenos de esta manera. En vez de ello, debemos llenarnos en nuestro espíritu del Espíritu maravilloso y todo-inclusivo. Por último, Efesios 6:18 dice que debemos orar en todo tiempo en el espíritu. Si juntamos todos estos versículos, veremos en qué consiste la verdadera vida cristiana. La vida cristiana consiste en reconocer que en nuestro espíritu mora el Espíritu todo-inclusivo. Debemos estar restringidos al espíritu y hacerlo todo dirigidos por nuestro espíritu. El Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu para Él mismo ser nuestra vida cristiana.
Romanos 8:4 revela que nosotros debemos andar conforme a este maravilloso Espíritu. Finalmente, el Nuevo Testamento nos exhorta a hacer sólo una cosa: a andar, conducirnos, hablar, actuar y tener nuestro ser conforme al espíritu mezclado. Romanos 8:6 nos exhorta a que pongamos la mente en el espíritu. Ustedes no necesitan que yo les explique esto, pues cuanto más intente hacerlo, más se confundirán. Lo único que necesitan entender es que en su interior tienen este espíritu y que deben hacerlo todo conforme a su espíritu. ¿Está usted a punto de enojarse? Condúzcase conforme al espíritu. ¿Está usted apunto de discutir con su esposo o esposa? Hable conforme al espíritu. Permita que todo su ser sea conforme al espíritu. Hable conforme al espíritu, tenga comunión conforme al espíritu y haga todo conforme al espíritu. Sea sencillo. No piense en tantas cosas. No piense en si su cónyuge es bueno o malo. En vez de ello, ponga su mente en el espíritu. Cuando esté pensando acerca de su esposa o esposo, ponga su mente en el espíritu. Cuando se sienta tentado a pensar sobre una venta que se efectuará al día siguiente, ponga su mente en el espíritu. En lugar de considerar qué estilo de zapatos comprar o de qué color debe escogerlos, ponga su mente en el espíritu. Muchos de ustedes han escuchado que deben poner su mente en el espíritu, pero ¿realmente practican esto? Necesitamos poner nuestra mente en el espíritu.
En nuestro estudio-vida de Génesis nos inventamos un nuevo proverbio: ata tu asno a la vid. (Véase Estudio-vida de Génesis, mensaje 100, pág. 1317). Poner la mente en el espíritu en cierto modo se asemeja a atar el asno a la vid. Cuando usted esté pensando acerca del pasado o acerca de cómo su esposa lo ha venido tratando, ate su asno a la vid y ponga su mente en el espíritu. No se preocupe por el cielo ni por la tierra, ni acerca de su esposa o esposo. En lugar de ello, ponga su mente en el espíritu y ate su asno a la vid. ¡Aleluya, mi asno está atado a la vid! Todo está relacionado con la vid, la cual es Cristo. No discuta, razone ni cavile. Simplemente ate su asno a la vid y ponga su mente en el espíritu. Si hace esto, se sentirá muy contento, y se regocijará y alabará. Cuanto más alabe, más estará en el espíritu. Cuanto más alabe, más se restringirá al espíritu y más centrará su ser en el espíritu. ¡Aleluya, es aquí en el espíritu donde le disfrutamos y experimentamos todas las riquezas de Cristo! Esto es maravilloso.