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Mensajes del libro «Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Un»
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CAPÍTULO TRECE

LA IMPARTICIÓN DIVINA DEL PLAN DE DIOS EN SU ECONOMÍA Y DE LA MAYORDOMÍA DEL APÓSTOL MINISTRA A LOS CREYENTES LAS RIQUEZAS DE CRISTO Y PRODUCE LA IGLESIA PARA HACER MANIFIESTA LA MULTIFORME SABIDURÍA DE DIOS

BOSQUEJO Y LECTURA BÍBLICA

  1. La impartición divina del plan de Dios en Su economía (dispensación) predica a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo:
    1. Para alumbrar a todos para que vean cuál es la economía (la dispensación) del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas.
    2. Para producir la iglesia a fin de que la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer a los principados y autoridades en los lugares celestiales—Ef. 3:8-10.
      Efesios 3:8-10
      A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, (9) y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; (10) a fin de que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y autoridades en los lugares celestiales.
  2. La impartición divina de la mayordomía del apóstol ministra a los creyentes gentiles las riquezas de Cristo como gracia de Dios, para que:
    1. El misterio de Cristo, la iglesia, se haga manifiesto.
    2. Los creyentes gentiles lleguen a ser coherederos y miembros del mismo Cuerpo, y copartícipes de la promesa de Dios en Cristo—vs. 2-6.
      Efesios 3:2-6
      Si es que habéis oído de la mayordomía de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros, (3) que por revelación me fue dado a conocer el misterio, como antes lo he escrito brevemente, (4) leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, (5) misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a Sus santos apóstoles y profetas en el espíritu: (6) que en Cristo Jesús los gentiles son coherederos y miembros del mismo Cuerpo, y copartícipes de la promesa por medio del evangelio.
  3. La mayordomía del apóstol perfecciona a los santos para la obra del ministerio neotestamentario, la cual es la edificación del Cuerpo de Cristo—4:11-12.
    Efesios 4:11-12
    Y Él mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo.

  El apóstol Pablo escribió el libro de Efesios de una manera muy significativa. En el capítulo 1 él nos muestra cómo el Cuerpo de Cristo es producido y existe a partir de la impartición del Dios Triuno. Luego, en el capítulo 2 empieza mostrándonos desde otro ángulo la historia de aquellos en quienes ha operado la impartición de Dios con el fin de hacerlos el Cuerpo de Cristo. Después de proveer este contexto, nos muestra que la iglesia, algo precioso producido por la impartición de Dios, es una obra maestra, un poema muy hermoso en este universo que a los ángeles les encanta cantar. Siempre que los ángeles ven que un pecador se salva, ellos cantan. Cuando ven la iglesia, sin duda cantan más. Luego Pablo nos muestra que en la muerte y la resurrección de Cristo, Él usó Su elemento divino como el material para producir un nuevo hombre universal. Finalmente, esta obra maestra, este nuevo hombre que puede llevar a cabo la economía eterna de Dios, es conducido a Dios en un mismo Espíritu, habiéndose acercado a Dios, sin ninguna barrera, y permanece en la presencia de Dios para recibir la impartición divina continua y eterna. Al igual que una corriente continua, Dios se imparte poco a poco en los que forman parte del nuevo hombre. Esta impartición continua, constante y eterna es la que los coordina, los constituye una sola entidad y los edifica conjuntamente. Esta iglesia edificada es el reino de Dios en la tierra en la que Él puede ejercer Su administración. También es la casa en la que Él puede impartir Su amor, y como tal, dicha casa llega a ser Su morada eterna en nuestro espíritu. Después de leer los dos primeros capítulos, debemos tener un entendimiento claro acerca de la iglesia.

LA MANERA EN QUE SE EFECTÚA LA IMPARTICIÓN DIVINA

  En el capítulo 3 Pablo continúa mostrándonos desde otro ángulo cómo se ejecuta y lleva a cabo la impartición de Dios. Él nos habla del misterio de Dios en la eternidad, y este misterio es Su economía. La impartición de Dios es algo que corresponde completamente a Su economía, a Su plan y a Su propósito y administración. A fin de llevar a cabo esta impartición y ejecutarla, el Dios Triuno escogió a algunos con quienes se sintió complacido y a quienes podría usar, y los hizo Sus canales de impartición, concediéndoles ricamente Su gracia. Por medio de la rica gracia de Dios, el poder de Dios operó dentro de estas personas. Estos apóstoles y profetas entonces cumplieron su ministerio según la operación de Dios. Bajo estas circunstancias, el ministerio de éstos es llamado la mayordomía. Ellos son los mayordomos porque están allí para ejecutar la impartición de Dios.

  La palabra griega traducida “economía” (oikonomía) denota una ley doméstica, una administración doméstica. La función de esta administración doméstica es administrar todas las riquezas de la familia de modo que sean repartidas a los miembros de ésta, a fin de que el dueño de casa se sienta satisfecho y cumpla sus deseos. A fin de lograr esto, Dios decidió tener muchos apóstoles y profetas para que fuesen mayordomos en Su administración doméstica y se hicieran cargo de la distribución de las riquezas de Su gran familia, de modo que todos los miembros de Su familia, esto es, los que forman parte de esta familia, puedan participar de las riquezas de la gran familia de Dios, y se cumpla así el deseo de Dios.

  El apóstol Pablo fue ciertamente tal mayordomo. Él ejercía su mayordomía para impartir a otros la rica gracia de Dios, es decir, las inescrutables riquezas de Cristo. Por esta razón, la mayordomía de Pablo corresponde a la ejecución de la economía de Dios. En 3:9 la palabra oikonomía se traduce “economía”, mientras que en 3:2 se traduce “mayordomía”. Es la misma palabra, oikonomía, sólo que se traduce de diferentes maneras. La economía de Dios, la administración doméstica universal de Dios, tiene por finalidad distribuir las ilimitadas riquezas de Dios en Cristo. Pablo dijo que él había recibido una comisión especial, una gracia especial y una operación especial, que consistía en transmitir las inescrutables riquezas de Cristo a los gentiles escogidos por Dios. Ésta era su mayordomía. Así que, la mayordomía es la economía. La ejecución de la economía de Dios depende de la mayordomía. Sin la mayordomía, Dios no puede ejecutar Su economía. La iglesia es edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Esto significa que es edificada sobre la revelación y la visión de lo que ellos vieron. Esto es semejante a lo que el Señor Jesús dijo en Mateo 16:18. Él edificaría Su iglesia sobre “esta roca”. Aquella roca no denotaba principalmente la roca misma, sino la revelación acerca de dicha roca. Pedro le dijo al Señor: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Esa revelación llegó a ser el fundamento de la edificación de la iglesia. La revelación y la visión que los apóstoles recibieron constituyen el fundamento para la edificación de la iglesia. Sobre este fundamento son edificadas todas las riquezas de Cristo. Éstas son las inescrutables riquezas de Cristo. Las inescrutables riquezas de Cristo son la gracia ilimitada de Dios. Sin embargo, estas riquezas, es decir, esta gracia, no son propiamente el material usado para la edificación; dichas riquezas primero tienen que ser corporificadas en los creyentes individualmente, lo cual hace de estos creyentes inapropiados e inútiles los materiales aptos para la edificación de la iglesia.

EL RESULTADO DE LA IMPARTICIÓN DIVINA

  Por esta razón, debe haber un proceso de transformación. En 1 Corintios 3 se nos revela que los creyentes originalmente son plantas, pero que por medio del proceso de transformación efectuado mediante las riquezas de Cristo y mediante Su vida, estas plantas llegan a ser minerales. De ese modo son transformadas de plantas para ser oro, plata y piedras preciosas. Conforme al principio bíblico, los materiales preciosos no son creados, sino transformados a partir de otros elementos. Este proceso de transformación es un proceso de impartición. El apóstol Pablo y sus colaboradores asumieron la responsabilidad de ser mayordomos en la gran familia de Dios para ejecutar esta impartición que suministra las riquezas de la gran familia, esto es, las riquezas de Cristo, poco a poco a todos nosotros. Esta impartición fue dada a los que vivieron en tiempos antiguos así como a los que viven en esta era. Después que disfrutamos de todas estas riquezas, éstas realizan una obra de transformación en nosotros. Pablo también usó este término en una de sus otras epístolas, donde dice: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente” (Ro. 12:2). Tenemos que ser transformados de madera, hierba y hojarasca a oro, plata y piedras preciosas a fin de ser los materiales aptos para la edificación de la iglesia. Pablo nos advirtió que el fundamento ha sido puesto, y que ninguno puede poner otro fundamento. No obstante, debemos mirar con qué materiales edificamos sobre este fundamento. ¿Edificamos con madera, hierba u hojarasca, o con oro, plata y piedras preciosas? Si no hay mucho oro, plata o piedras preciosas, sino mucha madera, hierba y hojarasca, el día del juicio vendrá y el fuego del juicio del Señor será una prueba que mostrará qué parte permanecerá y qué parte será quemada (1 Co. 3:10-15). Pablo dijo claramente en 1 Corintios 3 que la obra de algunos será consumida. No obstante, eso no significa que ellos perecerán. Nosotros no somos salvos por nuestras obras, sino por la obra redentora del Señor. Sin embargo, si la obra de alguno es consumida, él mismo será salvo aunque así como “pasado por fuego”. Lo que quedará será el oro, la plata y las piedras preciosas. El oro denota la naturaleza del Padre, la plata denota la obra redentora del Hijo y las piedras preciosas denotan la transformación del Espíritu, que produce piedras preciosas. Por consiguiente, usar oro, plata y piedras preciosas para la edificación de la iglesia es usar al Dios Triuno como el elemento con el cual edificamos. Hoy en día el Dios Triuno está corporificado en Cristo. Toda la plenitud habita corporalmente en Cristo. Lo que hemos recibido de los apóstoles es una impartición divina, que nos suministra todas las riquezas divinas en Cristo. Esta noche, mientras acudimos a la Palabra de Dios, estamos recibiendo la impartición de esta palabra, que nos suministra las riquezas del elemento divino de Cristo. En esta impartición tenemos la santidad, la justicia, la redención y muchas cosas más. Esto se revela claramente en el Nuevo Testamento.

  Al final del Nuevo Testamento, vemos la Nueva Jerusalén venidera. La base de toda la ciudad es la naturaleza de oro de Dios. Es una ciudad de oro edificada sobre un monte de oro. Las doce puertas son doce perlas, que denotan la impartición de vida en la muerte y la resurrección de Cristo. Podemos ver esto en la manera en que las ostras producen las perlas. Cuando una ostra es herida por un grano de arena, segrega su elemento vital alrededor del grano hasta finalmente producir una perla. Esto tipifica la manera en que Cristo segregó Su vida en resurrección para envolvernos y así hacernos perlas. El muro de la Nueva Jerusalén en sus cuatro lados es edificado con jaspe, que tiene la misma apariencia de Dios. Por lo tanto, la ciudad transmite plenamente la gloria de Dios y expresa Su imagen. Con tal ciudad concluye la revelación en cuanto a Cristo hallada en la Biblia, y especialmente la revelación del Nuevo Testamento. Este Cristo es finalmente agrandado y ensanchado hasta convertirse en una ciudad. Este agrandamiento y expansión es la iglesia. La iglesia es Su agrandamiento, continuación y consumación. Cuando veamos y entendamos la Nueva Jerusalén, comprenderemos que el resultado de la mayordomía que ejercen los apóstoles al impartir las riquezas de Cristo es la iglesia. La consumación final de esta iglesia será la Nueva Jerusalén. Ésta es la impartición de la cual estamos hablando aquí.

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA MAYORDOMÍA DE LOS APÓSTOLES

  Esta impartición empezó con la economía de Dios. Antes de los siglos, Dios, en este universo, tuvo un deseo en Sí mismo que consistía en forjarse en Su pueblo escogido, creado, redimido y regenerado a fin de ser la vida y el elemento divino de ellos. Aunque son seres humanos, ellos han nacido de Dios para tener la naturaleza y la vida de Dios y así llegar a ser verdaderos hijos de Dios. Como tales, estas personas llegan a ser la expresión de Dios, y esta expresión llega a ser el Cuerpo de Cristo, que también es la plenitud de Cristo. Esta plenitud consiste en las riquezas del Dios Triuno que han sido forjadas plenamente en Su pueblo escogido, regenerado y transformado. A fin de que se logre esto, Dios en Su economía tiene que disponer ciertas cosas y tener un plan, y debe encontrar algunos que sean fieles y útiles para confiarles esta responsabilidad. Entre ellos el grupo más importante son los primeros apóstoles. Dios les dio a ellos la mayordomía para que asumieran la responsabilidad de impartir todas las riquezas de Cristo a los hijos de Dios, esto es, al Cuerpo de Cristo. Las catorce epístolas de Pablo son una revelación completa. Ellas nos muestran cómo Pablo y sus colaboradores cumplieron la mayordomía de distribuir las riquezas de Cristo a la gran familia de Dios al escribir las catorce Epístolas. Las Epístolas nos traen una impartición inescrutable y siempre fresca a través de los siglos, incluso hasta el día de hoy. Esta noche, en esta pequeña reunión, lo que estamos haciendo y aquello que estamos tratando es esta misma impartición. Estamos reunidos en Su nombre, es decir, estamos en Su Espíritu. Aquí estamos reunidos en torno a Su Palabra para considerar la revelación hallada en la Palabra, y especialmente la visión revelada en las catorce epístolas de Pablo. Si vemos esta visión, comprenderemos que nuestra necesidad es las riquezas de Cristo que nos imparte Pablo. No necesitamos cultivarnos espiritualmente ni tratar de reformarnos. Lo único que necesitamos es recibir una y otra vez esta impartición divina de parte de Pablo de una manera lenta y continua, desde la mañana hasta la noche, y desde la noche hasta la mañana. En términos prácticos, Cristo en resurrección es el Cristo pneumático. Por lo tanto, en todo lugar y en todo momento, Él puede entrar en nosotros, estar con nosotros y ser nuestra vida y nuestro elemento interior.

  La mayoría de los cristianos de hoy se han alejado de la verdad apropiada y se han apartado de la impartición interna de Cristo para ir en pos de las obras humanas, los méritos humanos y la religión humana. Nosotros mismos hemos estado bajo esta influencia y no estamos libres de ella incluso hasta hoy. Siempre que leemos algo de la Biblia, nos proponemos hacerlo y cumplirlo. Sin embargo, esta determinación debe ser condenada y rechazada. Dios no quiere que nosotros decidamos hacer lo que la Biblia dice; Él únicamente quiere que recibamos Su impartición.

  Quisiera ahora leerles Himnos, #215. Este himno expresa muy bien lo que quiero decir. La estrofa 1 dice:

  Oh Cristo, mi buen Salvador, En verdad, radiante y divino; El infinito, eterno Dios, Finito en tiempo, se humanó.

  ¡Oh, Cristo del gran Dios: la expresión! ¡Abundante, muy rico es Él!

  Esta persona nos ha sido dada para que la disfrutemos, no para que la imitemos.

  Dios mezclado con humanidad Vive en mí, mi todo es Él.

  Él no vive en nosotros para ser nuestro modelo. Si fuera así, tendríamos que hacer algo. En lugar de ello, Él vive en nosotros para ser nuestra porción bendita, a fin de que podamos disfrutarle. Los nutricionistas modernos nos dicen que somos lo que comemos. Los estadounidenses comen mucha carne. Como resultado, incluso huelen a vaca. Nosotros llegamos a ser eso mismo que disfrutamos como nuestro alimento. En Juan 6:57 el Señor Jesús dijo que el que le come vivirá por causa de Él. Se trata de los que le comen, y no de los que le imitan. Los que le comen son aquellos que le disfrutan. El Señor Jesús es comible y bebible. Los que le comen y beben lo tendrán a Él en su interior como vida y nutrientes vitales, y podrán vivir por causa de Él. En esto consiste la economía de Dios y Su impartición. Ésta es la meta de la obra del apóstol en nosotros, a saber: mediante sus epístolas, él podría transfundirnos y fortalecernos y también impartir en nosotros, poco a poco, al Cristo a quien él experimentaba, y que este Cristo impartido en nosotros no fuese nuestro ejemplo ni siquiera nuestro poder, sino nuestro alimento. Este alimento finalmente llega a ser nuestra fuerza. Esto no es el resultado de nuestra labor, sino de nuestro crecimiento. La estrofa 2 dice:

  En Ti mora la plenitud Del gran Dios y expresas Su gloria; Hiciste en carne redención, Y como Espíritu la unión.

  Si Él no hubiese llegado a ser el Espíritu, no podría ser uno con nosotros. El Nuevo Testamento dice que el que se une al Señor es un solo espíritu con Él. Esto es posible porque en la resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante. La estrofa 3 dice:

  El Padre Su todo te dio, En Espíritu te tomamos, Por Él Espíritu en mí, Yo te experimento así.

  No dice que Él llegará a ser nuestro modelo, sino nuestra experiencia. Su experiencia es mi historia. Mi andar hoy es una continuación de Su historia. La estrofa 4 dice:

  Es por Tu Palabra eficaz Que el Espíritu me da vida; Tocándola recibiré Tu misma esencia en mi ser.

  Él no está en nosotros como nuestra norma, sino como nuestro suministro. La estrofa 5 dice:

  Te miro en mi espíritu hoy Y Tu gloria voy reflejando; Yo transformado así seré, Tu imagen pura expresaré.

  Esto significa que llegamos a ser Su réplica. Él se reproduce y manifiesta desde nuestro interior. Él y nosotros llegamos a ser perfectamente uno. Él es nuestra vida interiormente, y nosotros llegamos a ser Su vivir externamente. De este modo, Él se expresa por medio de nosotros. La última estrofa dice:

  Tu Espíritu me impregnará, Saturando Dios cada parte; Librándonos del viejo Adán, Podrás Tu iglesia edificar.

  Esto significa que somos edificados en el espíritu para ser la morada de Dios en el espíritu. Esto es lo que Dios anhela, y es la meta que procura alcanzar la mayordomía de los apóstoles.

  Espero que todos los hermanos y hermanas, viejos o jóvenes, independientemente de si recientemente fueron salvos o han servido al Señor por largo tiempo, vean esta visión. Hoy en día, Dios no tiene la intención de que hagamos nada por nosotros mismos. Es cierto que todo lo que Él quiere que hagamos debemos hacerlo. Pero Dios quiere que lo hagamos todo dependiendo de Él, tomándolo como vida y permitiendo que Él se imparta en nuestro ser. Cuando lo disfrutamos y experimentamos, podemos expresarlo. Eso es lo que Dios anhela. Cuando ustedes se vayan a casa, no tienen que proponerse hacer nada. Lo único que necesitan hacer es sentarse silenciosamente delante del Señor. Tampoco necesitan arrodillarse. Eso no significa que no debamos arrodillarnos, sino que no es necesario hacerlo. Si ustedes permanecen en silencio delante del Señor, y permiten que su espíritu refleje interiormente la luz que han visto en estos pasados días, comprenderán que lo que necesitan y les hace falta no es hacer algo sino recibir Su impartición día a día. Ustedes necesitan recibir la palabra del Señor cada día, y contactar Su Espíritu. De esa manera, el Señor vendrá a ser su suministro. Si usted tiene problemas con el mal genio y suele enojarse con su esposa y sus hijos, tal vez se diga a sí mismo: “Después de escuchar estos mensajes, me siento muy avergonzado. He sido cristiano por veintiocho años, y hasta el día de hoy todavía me enojo con mi esposa y mis hijos. Eso es una vergüenza para mí. Cuando regrese a casa, ayunaré por tres días y le pediré al Señor que me salve, que tenga compasión de mí y me quite mi mal genio. Yo no tengo suficiente fuerza. No puedo hacerlo, pero estoy dispuesto a confiar en el Señor y pedirle que me cambie.”. Puedo asegurarle que esa oración no será contestada. Esa clase de oración es un insulto para Dios. Él desea entrar en usted para llegar a ser usted mismo y reemplazarlo. Usted tiene que entregarse a Él. Entonces Él se dará a usted. Él llevará una vida injertada junto con usted. Cuando dos árboles son injertados, no intercambian sus vidas. Al contrario, las dos vidas se mezclan como una sola y los dos árboles se mezclan como uno solo. Ambos viven, pero no viven cada uno por separado; al contrario, viven mutuamente el uno en el otro. La rama injertada vive en el árbol y el árbol vive en la rama injertada. Las dos vidas llegan a ser una sola vida, y los dos vivires llegan a ser un solo vivir. Eso es lo que es la vida injertada, y también la vida mezclada.

  Gálatas 2:20 habla de esta vida. Después de decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo”, dice: “Mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe...”. La vida que ahora vivo es una vida en la cual Cristo se expresa en mi vivir. Es cierto que Cristo vive, pero Él vive en nosotros. Es preciso que veamos claramente que lo que el Señor desea es que nosotros y Él nos mezclemos como una sola entidad. El Señor es nuestra persona, y nosotros somos Su expresión; los dos llegamos a ser uno solo. “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él” (1 Co. 6:17). El pensamiento central de todas las epístolas de Pablo con sus miles de exhortaciones e instrucciones es éste: Cristo vive en nosotros y se expresa por medio de nosotros. Nosotros no tenemos que hacer nada. Ésta es la mayordomía que Pablo recibió. En los pasados dos mil años, él ha estado realizando esta obra de impartición en la tierra. Aunque él no está con nosotros hoy, sus palabras todavía están aquí. Aunque él partió con el Señor, todavía sigue hablándonos. Por medio de este hablar, las riquezas del Cristo pneumático se imparten poco a poco en nosotros. De este modo, Cristo se aumenta en nosotros, y por medio de este aumento nosotros crecemos en vida. A medida que crecemos, nuestro yo, nuestro hombre natural, mengua y es anulado, y nosotros somos liberados de nosotros mismos y nos unimos a los santos para ser edificados como parte de la morada de Dios, que es la iglesia.

LA MAYORDOMÍA DEL APÓSTOL PERFECCIONA A LOS SANTOS PARA LA OBRA DEL MINISTERIO NEOTESTAMENTARIO

  Además, en Efesios 4 Pablo nos dice que Dios tiene una economía. Esta economía tiene por finalidad que las riquezas de Cristo sean impartidas en Sus escogidos, quienes han creído en Él. Para que esta economía se lleve a cabo y se cumpla, se requiere un grupo de personas como los apóstoles. Pero no piensen que en la economía de Dios la mayordomía solamente ha sido confiada a los apóstoles y profetas y que solamente ellos llevarán a cabo la obra. La mayordomía de los apóstoles tiene como meta el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en la edificación del Cuerpo de Cristo. Si entre nosotros hay algunos que han recibido esta gracia de tener la mayordomía de los apóstoles, deben recordar que no están aquí para hacerlo todo ellos mismos. Tales hermanos deben aprender del apóstol Pablo. Pablo dice que la Cabeza dio dones al Cuerpo, como los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros, y que estas personas cumplen el propósito de perfeccionar a los santos, es decir, impartirles a Cristo, a fin de perfeccionarlos al grado en que ellos puedan hacer la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar directamente el Cuerpo de Cristo.

  Supongamos que hay trescientos cincuenta santos reunidos aquí, y que tenemos los servicios de la iglesia. Me preocupa que lo único que ustedes entiendan acerca del servicio de la iglesia sea que simplemente consiste en limpiar los pisos, lavar las ventanas, servir de ujieres, etc. Permítanme preguntarles: ¿podemos considerar estas cosas los servicios de la iglesia? Es difícil responder esta pregunta. Quisiera junto con ustedes examinar si en estos asuntos prácticos ustedes suministran a Cristo a los demás. En principio, sólo una cosa cuenta en el servicio de la iglesia, a saber, suministrar a Cristo a otros. Predicar el evangelio y traer a las personas a la salvación definitivamente equivale a distribuir, suministrar, a Cristo a los demás. Esto sin duda es un servicio de la iglesia. Después que las personas son salvas, ellas llegan a ser nuevos creyentes, corderitos. Así que tenemos que alimentar los corderos. Alimentar los corderos después de predicarles el evangelio, también equivale a suministrar a Cristo a los demás. Después de esto, debemos continuar guiándolos. No sólo tenemos que alimentarlos por dos o tres meses, sino que quizás tengamos que dedicar de uno a dos años para cuidar de ellos. No sólo debemos cuidar de ellos a solas, sino que también debemos traerlos a las reuniones. Esto también equivale a suministrarles a Cristo. En 1 Corintios 14 también se nos enseña que cuando toda la iglesia se reúne, todos deben tener algo que presentar a los demás. Esto no es lo que el cristianismo llama “un servicio de adoración”, sino una reunión en la que todos tienen algo que presentar. Pablo dice que todos podemos profetizar, esto es, que uno por uno todos podemos hablar por Dios, proclamar a Dios e impartir a Dios en otros por medio de nuestro hablar. Por consiguiente, cada vez que nos reunamos como iglesia, todos tenemos que aprender a hablar por el Señor. Lo que vemos hoy en el cristianismo en los servicios dominicales por la mañana es una práctica totalmente contraria a las Escrituras. La Biblia nos dice que cuando toda la iglesia se reúne, todos deben tener algo que presentar. En otras palabras, todos deben tener algo que decir. Hacer mandados y encargarse de asuntos prácticos no es servicio. En la tipología, ése no era el trabajo de los sacerdotes, sino de los levitas, quienes se encargaban de los oficios varios. La labor del sacerdote consiste en ofrecer sacrificios, en encender las lámparas y en quemar el incienso. ¿Hay algún sacerdote que no ofrezca sacrificios? Si alguien no ofrece sacrificios, entonces no es un sacerdote. Hoy en día en el servicio de la iglesia, debemos poder distribuir a Cristo a otros. En la reunión lo único que ustedes tienen que hacer es decir de manera apropiada: “Cristo es mi vida. Él vive dentro de mí una vida que pone fin al mal genio. Yo jamás puedo controlar el mal genio por mí mismo. Aun si pudiera, ello no contaría a los ojos de Dios. Lo que Dios desea es que Cristo se exprese en mi vivir”. Si usted dice esas pocas palabras, estará ministrando a Cristo. Pero hoy estamos bajo la influencia de nuestra formación y nuestro entorno. Así que, hemos tenido el concepto equivocado de que los domingos o tenemos que dar un largo mensaje o no decir nada. Al final, cuanto menos hablen algunos, más incapaces serán de hablar. Debemos crear una atmósfera entre nosotros que motive a todos a hablar. Si usted no puede hablar mucho, hable poco. Si no puede decir tres frases, diga una sola frase. Digo esto para que entiendan claramente que el servicio de la iglesia consiste en ministrar a Cristo a los demás. Es por eso que al comienzo del capítulo 3 Pablo dijo que había recibido una gracia especial; Dios le dio a él la mayordomía de la gracia a fin de que ministrara e impartiera a otros la gracia de Dios. En el capítulo 4 él continuó describiendo lo que la Cabeza ha dado a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Todas estas personas han sido dadas para el perfeccionamiento de los santos, a fin de que todos los santos participen en la edificación del Cuerpo de Cristo, la misma obra que les fue confiada a los apóstoles. De ese modo, ¿no significa eso que cada uno de los santos, después de ser perfeccionado, llega a ser un apóstol? ¿Creen ustedes que todos en la iglesia pueden ministrar a Cristo, y que cada hermana entre ustedes puede más o menos ministrar a Cristo e impartirlo a los demás? La respuesta es, definitivamente, sí. Por consiguiente, todos podemos edificar el Cuerpo de Cristo. Todos los que edifican el Cuerpo de Cristo son apóstoles, profetas, evangelistas o pastores y maestros. De esta manera, todos llegamos a ser esta clase de personas. Todos llegaremos a ser apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros.

  La impartición de Dios tiene por finalidad que se cumpla el plan eterno de Dios, que es la edificación de la iglesia como Su Cuerpo y Su morada en la tierra. Esto tiene que ver completamente con la impartición divina. Esta impartición según Su economía se halla en tres niveles. En primer lugar, Dios en Su economía realiza la impartición Él mismo al producir a los apóstoles, a los profetas, a los evangelistas y a los pastores y maestros. En segundo lugar, estas personas dotadas cumplen su ministerio al perfeccionar a otros santos. En tercer lugar, los santos perfeccionados realizan la obra de los apóstoles y profetas, esto es, la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. De esta manera, la impartición de Dios podrá alcanzar su meta máxima y final, que es la edificación del Cuerpo de Cristo.

  (Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Petaling Jaya, Malasia el 4 de noviembre de 1990).

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