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Mensajes del libro «Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Una»
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CAPITULO DOS

EL PASTOREO SEGUN EL CORAZON DE DIOS

  Lectura bíblica: Jn. 3:16; 1 Ti. 1:15; 1 Jn. 4:10; Mt. 9:10-13; Lc. 7:34-50; 15:1-24 Jac. (Snt.) 5:19-20, Pr. 10:12; Gá. 6:1-2

  En este mensaje hablaremos de pastorear a la gente según el corazón del Señor, aprendiendo de El. Pastorear para nosotros no es solamente una enseñanza, una instrucción o una reprensión.

EL AMOR CUBRE TODA TRANSGRESION

  La manera en que algunos se expresan al hablar de la vida corporativa no me parece acertada. Proverbios 10:12 dice: “El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas”. Si nosotros odiamos a otros, terminaremos en contiendas, pero el amor no sólo cubre un pecado o algunos, sino todos los pecados. Jacobo [o Santiago] termina sus escritos diciendo: “Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte el alma de éste, y cubrirá multitud de pecados” (5:19-20). ¿Hemos de aborrecer a uno que no esté en el nivel adecuado, que se ha extraviado de la verdad, o debemos amarlo? Tal vez no amemos a aquellos que no pueden vivir corporativamente. También es posible que amemos sólo a los que se conducen apropiadamente en nuestras casas. Esto no concuerda con el Espíritu del Señor como se revela en la Biblia. Si un hermano se porta bien, no necesita mucho de nuestro amor, porque ya ha recibido suficiente amor. Casi todo el mundo ama a las personas buenas, pero ¿qué pasa con los que se han extraviado de la verdad? Si un hermano está en esa condición y va al cine o se reúne en una denominación, tal vez nuestro pequeño grupo crea que no lo necesitamos y no lo aceptamos porque no es apto. Eso no es amor sino odio. El amor cubre multitud de pecados. Aun si sabemos que va al cine, no debemos divulgarlo, pues así cubrimos al hermano. No debemos ponerlo al desnudo. Hablar con otros de sus debilidades es no amarlo. El odio suscita la contienda, pero el amor cubre todos los pecados. Más bien, deberíamos ser como los hijos de Noé que cubrieron la desnudez de su padre embriagado. No debemos poner a otros en evidencia. Cubrirlos nos trae bendición, pero descubrirlos nos trae maldición. Este no es un asunto insignificante. Los que descubren las faltas de otros acarrean maldición, pero los que cubren los pecados y los defectos de otros, disfrutan, ganan y reciben bendición. En Jacobo 5:20 la expresión “cubren multitud de pecados”, citada del Antiguo Testamento, se usa para mostrar que restaurar al hermano y sacarlo del error es cubrir sus pecados de tal modo que no sea condenado. Cubrir ... pecados aquí equivale a pecados ... perdonados en el verso 15, como también en el Salmo 32:1, que dice: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado”, lo cual también vemos en el Salmo 85:2.

DIOS AMA AL MUNDO Y HACE QUE LOS PECADORES TENGAN VIDA ETERNA, Y SEAN LA NUEVA JERUSALEN

  Al leer los versículos anteriores, podemos ver el corazón de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree no perezca, mas tenga vida eterna”. El corazón de nuestro Dios no sólo ama a los justos, sino también a los pecadores, incluso al mundo, que es peor que los pecadores. El mundo denota lo pecaminoso, el hombre caído. La totalidad y la consumación del linaje humano caído llegó a ser el mundo; mientas que el linaje divino, el nuevo linaje, será la Nueva Jerusalén, la cual es la totalidad y la consumación de la vida eterna. A los traductores les es difícil traducir el versículo 16. La versión más reconocida de la Biblia en chino tradujo: “Dios amó a la gente de la tierra”. Sin embargo, ésa no es una interpretación correcta. El mundo se refiere al linaje caído, como lo vemos en la palabra carne, en Génesis 6:3: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne”. Debido a que toda la gente de esta tierra llegó a ser carne, Dios decidió, temporalmente, olvidarse del mundo al que amaba. Dios amó al linaje humano caído, el cual se corrompió hasta el punto de ser uno con Satanás. El mundo indica que el hombre llegó a ser uno con Satanás, llegó a ser el cosmos de Satanás, el sistema satánico que organiza a la gente. De esta manera, el mundo es peor que los pecadores porque nos muestra que el hombre esta incorporado a Satanás. El mundo, que significa el linaje humano en Juan 3:16, es un término muy malo. Dios amó tanto al mundo, a los pecadores en su peor condición, que dio a Su Hijo unigénito, no para que ellos vayan al cielo, sino para que todo el que cree en El no perezca más tenga vida eterna.

  Juan 3:16 es un versículo nuevo para nosotros. Generalmente interpretamos este versículo dando a entender que si creemos en el Señor Jesús como el Hijo que Dios dio, tendremos la vida divina. Lo cual es correcto, y no hay nada erróneo en ello, sin embargo, la meta de tener la vida divina es la Nueva Jerusalén. Dios amó al linaje humano, al hombre en su peor condición, con la intención de que el hombre pueda participar en la Nueva Jerusalén. La vida eterna aquí es la misma que se menciona en 4:14, donde dice: “El agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Tener la vida eterna significa estar unido a la Nueva Jerusalén y participar de ella. La pancarta del Estudio de cristalización del evangelio de Juan dice: El Dios Triuno pasó por todo el proceso; el Cristo todo inclusivo se encarnó, murió y resucitó, y el Espíritu vivificante fue consumado para morar en nosotros. Todos ellos tienen como meta eterna la Nueva Jerusalén. Cuando escribí esta expresión, sabía que muy pocos entenderían por qué la usé en el estudio de cristalización de Juan; ésta es la conclusión a la que llegué al estudiar dicho evangelio. Llegué a la conclusión cabal e intrínseca de que este evangelio, especialmente los primeros cuatro capítulos, es el relato del fluir de Dios en Sus tres etapas: Dios El Padre es la fuente; el Hijo es el manantial; y el Espíritu es el río que fluye. Además, ellos tienen como meta eterna la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén no es mencionada explícitamente en Juan, pero está implícita en la frase la vida eterna mencionada en 4:14. La vida eterna es la totalidad de la vida divina. El hombre es la expresión completa de la vida humana; cada uno de nosotros es la expresión cabal de la vida humana. La vida divina tiene una sola expresión completa en todo el universo, y ésta es la Nueva Jerusalén.

  La Biblia nos enseña que la vida eterna es Dios mismo. En el principio tenemos a Dios como vida eterna, y Su consumación es la Nueva Jerusalén. La Biblia llega a su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es el mismo Dios que estaba en el principio. ¿Cómo llega El a ser la Nueva Jerusalén? Por medio de Su fluir. La Biblia tiene dos extremos: Génesis 1—2 y Apocalipsis 21—22. Al comienzo de la Biblia está Dios, y al final está la Nueva Jerusalén; pero en medio tenemos cientos de páginas que hablan de todo lo relacionado con la vida eterna, incluyendo a los creyentes, la regeneración, la transformación, la conformación y la glorificación. Esta es la perspectiva correcta de la Biblia. Todas las actividades de la vida eterna tienen como objetivo la Nueva Jerusalén. Esto es lo que significa para vida eterna en Juan 4:14. La palabra griega aquí traducida para también se usa en 1 Corintios 12:13 como en, donde dice que en un Espíritu los gentiles y los judíos fueron bautizados en un Cuerpo. En un Cuerpo no significa solamente entrar al Cuerpo, sino llegar a ser el Cuerpo. De la misma manera para vida eterna no es simplemente entrar en la Nueva Jerusalén como vida eterna, sino para llegar a ser la Nueva Jerusalén como vida eterna. Usted y yo llegaremos a ser la Nueva Jerusalén que ha de venir. Somos la Nueva Jerusalén. Esta también es parte de la obra de consumación que es el fluir de la vida divina. Esto es muy profundo.

EL SEÑOR NO VINO A LLAMAR A JUSTOS SINO A PECADORES

  En 1 Timoteo 1:15 dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Cristo Jesús vino al mundo, el cual ya vimos que no es positivo. El entró en el mundo, en el linaje humano, para salvar a los pecadores. Pablo, como Saulo de Tarso, fue el peor pecador. Si Cristo hubiese venido sólo a salvar a los hombres dignos, a los justos, Pablo habría quedado descartado y no habría podido participar en la salvación. Cristo, al venir a salvar a los pecadores, los tomó como objeto de Su salvación. En Su corazón tiene el deseo de salvarnos a nosotros, los pecadores del mundo.

  En 1 Juan 4:10 dice “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Tal vez nunca nos haya impresionado el significado intrínseco de versículos como éste. Por ejemplo, al decir Dios es amor; no es que nosotros amemos a Dios, sino que El nos amó a nosotros. Nunca nos importó Dios y lo abandonamos. Nosotros, en este versículo se refiere al mundo. Dios no sólo amó al mundo, sino que también nos amó a nosotros. Además, su amor se muestra en que envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados.

  Mateo 9:10-13 dice: “Y aconteció que estando El reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a Sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con recaudadores de impuestos y pecadores? Mas El, al oír esto, dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id pues, y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. La casa mencionada aquí no es una casa donde vivían corporativamente, sino la de pecadores y recaudadores de impuestos. Sin embargo, Jesús, el Dios-hombre, comía con ellos reclinado a la mesa. El disfrutó ese rato con todos los pecadores, los recaudadores de impuestos, y los antiguos “bandidos”. Esto ofendió a los fariseos, a quienes se les puede comparar aquí con algunos que establecen normas en las casas donde se vive corporativamente. Los fariseos de las casas de hermanos vinieron y le preguntaron a Jesús por qué comía con los “bandidos” y los “asaltantes”. El Señor respondió que los que están sanos no tienen necesidad de médico. Si tienen suficiente salud para vivir corporativamente siguiendo las normas, entonces no necesitan un grupo vital en donde recibir “tratamiento”. Un hombre fuerte y saludable no necesita ir a la clínica. Jesús, el Hijo de Dios, no vino a los fuertes, pues éstos no lo necesitaban; vino a los enfermos. Los grupos vitales no se forman para ayudar a los fuertes, sanos y capaces de vivir corporativamente, sino para los que regresan a la casa de los hermanos después de la medianoche. Dios desea misericordia, no sacrificio. A El no le agrada que sacrifiquemos muchas cosas, sin tener misericordia. En 1 Corintios 13:3 dice: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a otros, y si entregase mi cuerpo para gloriarme, y no tengo amor, nada me aprovecha”. Darlo todo a otros sin amor, no vale nada. La misericordia nos conduce al amor. Amar a los pobres requiere que nosotros tengamos misericordia de ellos. El Señor no vino a llamar a justos, sino a pecadores. Así es Su corazón.

UN ESPIRITU QUE NOS LLEVE A LOS PECADORES Y BANDIDOS

  En Lucas 7:34-50 también se habla de que el Señor Jesús estaba con pecadores y recaudadores de impuestos. El versículo 34 dice: “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. Si vemos a un hombre bebiendo cerveza, ciertamente nos alejaremos de él. Preferimos visitar a un santo que se conduce rectamente en una casa de hermanos o hermanas. Ahora esta clase de espíritu se está esparciendo por todo el mundo en el Recobro del Señor. Amamos a aquellos que se conducen rectamente en la vida corporativa, pero no a los que van al cine o toman cerveza. Tal vez sólo los critiquemos. Este espíritu predomina en todas las iglesias. Algunos pueden atacarme diciendo: “¿No nos enseñó usted que no debemos tomar cerveza? Sí, yo les enseñé eso, pero ése no es el único lado de la moneda. Sin duda, en la Nueva Jerusalén nadie beberá cerveza. En ese tiempo los borrachos estarán en el lago de fuego. Pero hoy Cristo es la escalera celestial. No es una escalera tendida en el piso, sino una escalera erguida. Antes estábamos en el “infierno”. Cuando yo tenía menos de veinte años, jugaba mah-jong [N. del T. un juego de dados popular en China] a escondidas de mi madre, pues a todos los chinos nos gusta jugarlo. Pero un día la escalera celestial se me apareció, y subí por ella. Dejé la mesa de dados y subí a la Nueva Jerusalén.

  No puedo olvidar a cierto pastor que, aunque yo jugaba a los dados, venía cada semana a mi casa. Mi hermana mayor estaba estudiando en un distinguido seminario para mujeres. Ella amaba al Señor, y sabía que yo todavía no había sido ganado por el Señor, así que ella me encomendó a este pastor, por lo cual él venía a visitarme cada semana. Esto lo hizo por unos tres o cuatro meses; sin embargo, no me hablaba mucho. Hasta que en cierta ocasión, en el mes de diciembre, me dijo: “Señor Lee, usted estará muy ocupado hasta fin de año debido a que en su negocio está muy activo; así que, no vendré la semana siguiente. Esperaré hasta que las festividades de año nuevo hayan concluido”. Efectivamente, no vino esa semana; sin embargo para mi sorpresa, la escalera celestial vino a mí. Para todos los chinos, el segundo día del año nuevo en China es un día de desenfreno, juegos de azar y de diversión. Ese día, me levanté y me puse la mejor ropa que tenía. Después del desayuno, mi madre me preguntó: “¿Qué vas a hacer hoy?” No sabía qué responder y, sin pensarlo, dije: “Voy a la iglesia del pastor Yu”. Ella se alegró mucho. Entonces fui a esa denominación. Aquélla fue la primera vez que subí la escalera celestial. Cristo fue a una casa llena de pecadores y publicanos. Los grupos vitales, los colaboradores y los ancianos deben tener ese mismo espíritu e ir a las peores casas para ganar a las personas y conducirlas a Cristo, la escalera celestial, para que asciendan por El.

TENER EL CORAZON DE NUESTRO PADRE DIOS, QUE NOS AMA Y NOS PERDONA, Y EL ESPIRITU DE NUESTRO SALVADOR CRISTO, QUE NOS PASTOREA Y NOS BUSCA

  Me gusta Lucas 15:1, donde dice: “Se acercaban a Jesús todos los recaudadores de impuestos y pecadores para oírle”. Los hombres rectos y justos no se asociaban con El, pero los recaudadores de impuestos y los pecadores sí. Por eso, los fariseos murmuraron y se quejaron de nuevo. Entonces el Señor les dijo tres parábolas. La primera trata de un pastor que busca una oveja que se le perdió. De cien ovejas, se le perdió una; así que va a buscarla. ¿Por qué fue el Señor a una casa llena de hombres pecadores y deshonestos? Porque entre ellos había una oveja que le pertenecía y había ido a buscarla. La segunda parábola trata de la mujer que enciende una lámpara y barre la casa para buscar una moneda que perdió. La tercera parábola es la narración del hijo prodigo. Cuando el hijo prodigo regresa, en el camino prepara lo que le va a decir a su padre. Preparó las siguientes palabras: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Yo no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de los jornaleros” (vs. 18-19). Mientras caminaba y ensayaba estas palabras, el Padre lo vio. El versículo 20 dice: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a compasión, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó afectuosamente”. El hecho de que el padre le viera de lejos no fue una coincidencia. Desde que el hijo se fue de la casa, el padre debe de haber salido a mirar y esperar su regreso todos los días. No sabemos cuántos días salió a esperar. Cuando el padre lo vio, corrió a él. Esto muestra cómo es el corazón del Padre. El padre interrumpió las palabras que el hijo traía preparadas y les dijo a los sirvientes que trajeran el mejor vestido, un anillo, las sandalias y qué mataran el becerro gordo. Un maestro de la Asamblea de los Hermanos me dijo que en toda la Biblia sólo una vez dice que Dios corrió, y fue en este caso, cuando el padre ve regresar al hijo pródigo. El corrió, y no pudo esperar. Así es el corazón del Padre. En la primera parábola, el pastor es el Hijo; en la segunda, la mujer es el Espíritu, y en esta última tenemos al Padre.

  Les digo con toda franqueza que nosotros perdimos este espíritu entre los colaboradores, los ancianos y en los grupos vitales. No tenemos el espíritu compasivo que ame al mundo, a las peores personas. Clasificamos a la gente, y escogemos a los buenos. A lo largo de los años he visto a muchas personas buenas, pero muy pocas de ellas permanecieron en el recobro del Señor. Sin embargo, muchos de los que consideramos malos sí permanecen. Al principio yo también clasificaba a las personas y catalogaba a algunas como malas, pero hoy día muchas de ellas aún están aquí. Si la elección dependiera de nuestros conceptos, ¿dónde estaría la elección de Dios?

  La elección depende de Dios, quien escogió a los Suyos antes de la fundación del mundo. La Biblia dice que Dios aborreció a Esaú y amó a Jacob. Si fuera decisión nuestra, no hubiésemos escogido a Jacob, ya que era un hombre indeseable. Nosotros habríamos escogido a Esaú, el hombre recto. Aún en el vientre de la madre, Jacob peleaba, y cuando él nació, se asió del talón de su hermano. Con el tiempo, sus acciones condujeron a Esaú a querer matarlo. Rebeca, su madre, se enteró de esto y envió a Jacob lejos, a la casa de su tío, pero cuando él fue allá, hizo lo mismo; engañó a su tío y obtuvo allí cuatro esposas. Vivió como un bandido. Ninguno de nosotros lo hubiese escogido. Pero la decisión depende de la elección eterna de Dios.

  No debemos juzgar a las personas. ¿Quién puede predecir lo que ellas serán? Cuando yo jugaba a los dados a los 18 o 19 años la edad, ¿quién habría pensado que este jugador de dados se sentaría en Estados Unidos muchos años después y predicaría del Señor? ¿Quién me trajo aquí? Cristo, la escalera celestial. El me llevó arriba, a Dios en los cielos, y me trajo a la tierra consigo mismo. La escalera celestial tiene muchos peldaños y Dios no me hizo subir en un solo año, sino en muchos años. Cuando llegué a la cumbre, conocí a Dios, y El me equipó y me envió de regreso abajo. Fui primero a Taiwan, luego a las islas asiáticas del sur, y después vine a este país. Ahora estoy aquí. El pastor en mi pueblo no pensó: “Sé que este hombre es un jugador de dados; no me cae bien, y no quiero esta clase de miembro en mi iglesia”. Por el contrario, me visitó, y un día misteriosamente el Espíritu que busca como la mujer mencionada en Lucas 15, me halló.

  ¿Por qué le dedico tanto tiempo a este asunto? Porque quiero pastorearlos y hacerlos discipulos basándome en la Biblia para que comprendan esto y cambien sus conceptos. El concepto del Dios-hombre es que Cristo vino a salvar pecadores, especialmente a los peores. El salvó a los “bandidos”, incluso al líder de ellos, Saulo de Tarso. Pablo dijo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Ti. 1:15). Pablo podía decir esto porque él había sido el peor pecador, ya que se oponía a Cristo. El se rebeló contra Cristo, pero mientras lo hacía, Cristo lo derribó, lo llamó y lo salvó. Jesús mismo dijo: “Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos ... No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt. 9:12-13). Es por esto que El estuvo entre los pecadores y los delincuentes, comiendo y disfrutando con ellos reclinado a la mesa. Si nosotros perdemos este espíritu, aunque seamos ancianos, colaboradores o servidores, estamos acabados. A esto se debe principalmente que seamos tan estériles y que no hayamos llevado fruto en muchos años. Recientemente un hermano fue a cuidar a una pareja, pero sin este espíritu. El los visitó diez veces cuando mucho y se desanimó. Ya que la pareja no tenía deseo de ver a este hermano, él dijo que era inútil seguir visitándolos. Cuando el pastor Yu me visitaba, a mí no me interesaba lo que él me decía, sin embargo, él siguió viniendo por tres o cuatro meses todas las semanas. Necesitamos esta misma actitud. Debemos cambiar nuestros conceptos. Tenemos muchos pensamientos naturales. Es por eso que necesitamos ser discipulados, pues así tendremos los conceptos divinos, lo que hay en el corazón del Padre y en el corazón del Señor Jesús, quien vino a salvar a los pecadores. No diga que su grupo vital sólo ayuda a los que viven corporativamente, no catalogue a las personas. Nos gusta poner etiquetas a las personas y decimos que los colaboradores pertenecen a la primera categoría, y que los demás están en un nivel inferior. Esto es absolutamente errado. No hay rango entre nosotros. Todos somos personas carnales y del mundo. Hasta el presente soy muy cauteloso no sea que actúe en la carne. Si no fuera cauteloso, todavía viviría por mi vida vieja. Cuando le hablo a mi esposa, debo ser cauteloso; de no ser así, le hablaría en la vida natural y luego tendría que confesar: “Señor, en la manera de hablarle a mi esposa no estuve conformado a Tu muerte. No lo hice en Tu resurrección”. ¿Queridos santos, es esto solamente enseñanzas para nosotros? En 2 Timoteo 4:22 se hace una última recomendación en el tema de la manera de vencer la degradación de la iglesia: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”. Esto se refiere al Señor Jesús, quien como Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu y es la gracia permanente. El permanece siempre en nuestro espíritu como la gracia que disfrutamos. Sin embargo, me he examinado a mí mismo, diciendo: “¿Vivo yo esta vida? ¿Disfruto yo al Señor Jesús cada día y cada mañana como el Espíritu que mora en mi espíritu y como la gracia?” Tengo que reconocer que no. El Señor sabe que cada mañana oro: “Señor, gracias por darme otro día en esta tierra. Quiero vivirte a Ti y vivir, caminar, trabajar y conducirme contigo”. Hago esta oración todas las mañanas, pero ¿vivo con el Señor durante el día? ¿Le hablo a la gente con el Señor; laboro con El o me conduzco con El? En una reunión tal vez le hable al Señor, pero luego al regresar a casa puedo ser otra persona. Tal vez sea reprendido cuando examino si vivo o actúo con el Señor. Esto muestra que estamos muy lejos. Por lo tanto, no debemos clasificar a la gente. No debemos decir que nosotros vivimos al Señor, caminamos y trabajamos con El. No existe esa clase de personas. Algunos pueden afirmar que ellos pueden vivir con otros corporativamente, pero en la práctica no es así. ¿Cómo, entonces, nos atrevemos a clasificar a los demás? Esta clasificación es ofensiva e indica que no tenemos un espíritu apto para cuidar a los débiles, a aquellos que consideramos inferiores a nosotros. Esto también demuestra que no los queremos. La gente frecuentemente me ha dicho que soy un apóstol; pero yo nunca he declarado ser tal. Ni siquiera me considero apto para ser un pastor. Soy igual que los demás santos. Si condenamos a alguno, perdemos la posición para cuidarlo, pues censurarlo no ayuda en nada. ¿Quién en el género humano es digno de ser amado? A los ojos de Dios, nadie es objeto de amor; aún así, Dios nos ama; El ama al mundo. Preferiría no hablarles de esto, pero debo hacerlo porque los amo y deseo pastorearlos.

  Después de leer todos estos pasajes de la Palabra, vemos que estamos en un ámbito diferente. Decimos que estamos en la esfera divina y mística, pero en realidad no lo estamos. Nos hallamos en la esfera natural; todavía actuamos en un nivel muy natural. Aunque declaremos que vivimos corporativamente, todavía estamos en la carne, en el viejo hombre. No hemos pasado por la cruz ni hemos sido conformados a la muerte de Cristo. Una cosa es conocer estos temas bíblicos, pero es muy distinto vivirlos. Decir que vivimos para magnificar al Señor por el abundante suministro del Espíritu de Jesucristo está bien, pero ¿tenemos la realidad y la practica de tal vida? Tenemos que admitir que todos estamos en el mismo nivel, con sólo pequeñas diferencias en grado, no importa cuán superior uno parezca frente a otro. Necesitamos comprender esto; entonces no hablaremos tanto. No debemos hablar de otros, pues somos iguales a ellos. Si nos molesta que critiquen, nuestro espíritu nos dirá que nosotros también criticamos, y no nos atreveremos a hablar así. Somos iguales a los demás. Uno puede criticar diez por ciento, mientras que otro critica el quince. Somos lo mismo; pues todos criticamos.

  Algunos dicen que cierto hermano no debe ser anciano. Entonces ¿quién debe serlo? Nadie es apto para esa tarea. Debemos humillarnos, ya que el orgullo es el peor enemigo de Dios. El resiste a los soberbios, y a los humildes da gracia (Jac. 4:6; 1 P. 5:5). Si criticamos, perdemos la gracia y en vez de disfrutarla, Dios nos resiste. Todos debemos aprender a pastorear. Esto no significa que porque yo los pastoreo, no necesito ser pastoreado. Yo necesito que ustedes me pastoreen. Todos tenemos defectos y faltas, cada uno los tiene. Por lo tanto, tenemos que humillarnos y buscar la gracia de Dios. Esto fortalece nuestro espíritu para que visitemos a la gente y la cuidemos, sin importar si ellos son buenos o malos. Independientemente de lo que sean, debemos ir a visitarlos y persistir. Según las estadísticas de los testigos de Jehová, ellos tocan seis mil puertas para ganar una persona. Se les exige que hagan esto, pero nosotros no lo imponemos. No tenemos una ley que nos obligue a salir. Sin embargo, estoy tratando de hacer lo posible por ayudar a las iglesias a edificar los grupos vitales, con un espíritu de pastoreo lleno de amor y preocupación para con otros.

  Necesitamos tener esta clase de amor e ir a los hermanos que se han enfriado y que piensan que la iglesia los juzga, y hacerles ver que la iglesia no censura a nadie. Al contrario, ella quiere ver que todos regresen. Si todos ellos regresaran, lloraría de agradecimiento ante el Señor. El Señor me es testigo de que yo no juzgo a nadie. No estamos calificados para condenar a nadie. Sin la misericordia del Señor, estaríamos en la misma posición que los santos que no han vuelto. Por lo tanto, debemos amarlos. Todo depende del amor. El rey Salomón dijo: “Pero el amor cubrirá todas las faltas” (Pr. 10:12). Amamos a las personas, a los opositores y a los más rebeldes. Lo digo de corazón. Los amamos; no los aborrecemos. ¿Quién soy yo? No tengo derecho a condenar ni a odiar. ¿Soy acaso perfecto? Aun el profeta Isaías, cuando vio al Señor, dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos...” (Is. 6:5). ¿Quién está limpio? Si criticamos a los demás y decimos algo malo de ellos, no estamos limpios.

ESTAMOS BAJO EL DISCIPULADO DEL SEÑOR Y NO CONFIAMOS EN NOSOTROS MISMOS

  Recientemente hablé de hacer discípulos. Dios quiere que seamos Dios-hombres que estén en la cumbre de la escalera celestial; sin embargo, aun no estamos ni en el primer peldaño. Vivimos mucho en la esfera natural. No obstante, necesitamos ser discipulados para ver cómo el Señor expresó la vida divina al poner a un lado Su vida natural. Expresar la vida divina y despojarse de la vida natural son acciones divinas y místicas.

  Con frecuencia los colaboradores y ancianos vienen a mí y me dicen que no pueden tolerar a cierta persona. Nunca les digo qué hacer o cómo tratar a esa persona. Simplemente les digo que no hagan nada. Su condición indica que ellos necesitan ser más conformados a la muerte de Cristo. Algunas veces la gente viene a mí con lágrimas, pero les digo que sus lágrimas no tienen mucho valor. Ellos deben volverse a su lugar y ser más conformados a la muerte de Cristo para expresar la vida divina y negarse a sí mismos. Hoy en día yo estoy más conformado a la muerte de Cristo que en los sesenta años anteriores, pero no me he conformado perfectamente a Su muerte; esta conformación todavía se está llevando a cabo, y aún estoy bajo el discipulado del Señor. Hasta cierto punto aún no soy un Dios-hombre. Frecuentemente durante el día oro al Señor así: “En ciertos asuntos, no me he negado a mí mismo. Mi yo está aún aquí, estoy muy encerrado en mí mismo”. Más de una vez al día hago esta oración. El Señor me está discipulando. Soy un hombre natural del linaje de Adán; no soy del todo un Dios-hombre. Soy “una oruga en el capullo”, y todavía no soy “una mariposa”. Ser discipulados equivale a ser llevados de ser “una oruga” a ser “una mariposa”.

  ¿Cómo pudo Pedro, un simple pescador, llegar a ser un Dios-hombre? El nunca había visto a un Dios-hombre. Es como si el Señor le hubiese dicho: “Ven y sígueme, te voy a mostrar un modelo de lo que es un Dios-hombre”. Pedro observó al Señor por tres años y medio. Sin embargo, él aún era un hombre de polvo sin el aliento de Dios. Sólo llegó a tener la vida divina el día de la resurrección. Fue entonces cuando llego a ser diferente debido a que el Espíritu le fue infundido. El fue avivado, y vivió en la realidad y en la practica la vida de un Dios-hombre, negándose a sí mismo y viviendo a Dios. De este modo fue discipulado.

  Ya hemos visto cómo vive el Dios-hombre, pero no lo suficiente. Pedro lo vio por tres años y medio y le hizo muchas preguntas aun al final de la vida del Señor en la carne. Uno se puede preguntar: “¿Qué es este hombre?” Una vez le dijo al Señor que no lo negaría como los demás, pero el Señor le dijo que lo negaría tres veces y que Satanás lo había pedido para zarandearlo como trigo (Lc. 22:31-34). De esta manera fue discipulado Pedro. El hablaba como un hombre natural. El debería haber dicho: “Señor, yo no soy la excepción. Yo soy igual que todos mis hermanos, y hasta puedo ser más débil que ellos. Señor, ten misericordia de mí y sálvame”. De la misma manera, podemos decir que podemos vivir corporativamente con otros, pero finalmente descubriremos que no podemos. No debemos confiar en nosotros mismos.

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