
En los mensajes anteriores que dirigí a los colaboradores, ancianos y servidores, podríamos dar la siguiente conclusión: 1) Debemos tener el corazón perdonador y amoroso de nuestro Padre Dios. 2) Debemos tener el espíritu de pastoreo y de búsqueda de Cristo nuestro Salvador, con la meta de ganar personas. 3) Necesitamos recordar estos dos asuntos y ponerlos en práctica.
En este mensaje quisiera compartirles otros asuntos cruciales. Primero, debemos tener cuidado con varios factores que son como lobos, leones rugientes o automóviles que van a gran velocidad en la carretera y nos pueden hacer mucho daño. El primer factor es la ambición. Lo que escribí en los bosquejos adjuntos, brota de mi experiencia personal. No sólo ustedes tienen estos factores negativos, pues yo no estoy libre de ellos; yo también los he experimentado. ¿Quién no tiene ambición? En la obra del Señor, la ambición va dirigida a ser el líder. Si usted está entre los colaboradores, usted querrá ser el líder. Si no puede ser el primero entre ellos, al menos querrá ser el “vicepresidente”. Aun las hermanas que tienen compañeras de cuarto quisieran ser la líder entre ellas. En la iglesia usted quisiera ser anciano, o mejor aún, el anciano más destacado, el líder de los ancianos.
En segundo lugar, la ambición también puede enfocarse en obtener un grupo de personas, un distrito para su obra. ¿Quién no tiene tal ambición? Estuve con el hermano Nee, y aprendí mucho de él. Nunca vi que él tuviera la ambición de obtener una congregación, un distrito para que fuese su pequeño imperio. Tal vez usted quiera ser un emperador en su distrito, donde todo esté bajo su control y su gobierno, y donde todos tengan que hacerle caso a usted. ¿Quién no es así? Yo era así, pero el Señor ha trabajado en mí. La ambición de algunos tal vez sea cautivar personas para que sean sus colaboradores privados. Tal vez atraiga, cautive y gane a personas con tal propósito. Esto significa que en su trabajo en el recobro del Señor tal vez tenga un círculo de aquellos que tienen una estrecha relación con usted. Ellos aprecian su habilidad y su capacidad; así que son uno con usted. Vienen a ser sus colaboradores personales. Ellos son colaboradores, pero en particular son colaboradores de alguien. ¿No se han dado cuenta de esta situación en el recobro del Señor? Yo lo he visto personalmente.
A principios de 1984 convoqué tres conferencias urgentes de colaboradores y ancianos. En la introducción les hice notar que entre nosotros hay una tendencia a la división. Me refería a que algunos colaboradores, muy capacitados en el recobro del Señor, querían que sus distritos fueran su imperio, y les agradaba atraer a otros para que fueran sus colaboradores personales. Todos somos colaboradores en la obra, pero algunos vienen a ser colaboradores particulares de aquellos que los atraen. Por eso, les advertí a todos ustedes. Después de que les dije aquello, uno de los colaboradores se puso de pie y confesó que ése era su caso. Aún así, noté que su confesión no fue lo suficientemente sincera; fue una confesión débil y hoy en día él se ha convertido en un problema en el recobro del Señor. Todavía afirma estar en el recobro y se mantiene en el principio de que la localidad es la base de la unidad; asegura que su grupo es una iglesia local y declara que es uno con el hermano Lee. Hasta el presente acepta mi ministerio y recibe los pedidos fijos de libros de Living Stream Ministry. Recientemente, habló conmigo por casi una hora para explicar su posición. Le dije que me parecía que no era el momento oportuno en el Señor para responderle. Y después de presentar el caso al Señor, recibí una palabra clara y vi que era el tiempo del Señor de responderle. Me vi en el deber de decirle: “Ustedes son una división, y todo lo que hagan allí es faccioso, debido a que se separan de todas las iglesias del recobro. Además, les gusta visitar a los rebeldes y ponerse del lado de ellos. Deben comprender que todas las iglesias son un solo Cuerpo. No pueden estar solos, separados de las demás iglesias. Si lo hacen, se han dividido de los demás”. En Corinto algunos dijeron: “Yo soy de Pablo, y yo de Apolos, y yo de Cefas, y yo de Cristo” (1 Co. 1:12). Pablo los condenó por eso. Aun decir que son de Cristo, los divide de los demás. Es como si Pablo les dijera: “¿Acaso está Cristo dividido? ¿Por qué decís que sois de Pablo? No seáis míos. Yo soy vuestro, y todos somos de Cristo”. En Corintios 1 se nos demuestra que no debe haber diferencias entre nosotros. Ninguno es de Cefas, ni de Apolos, ni de Pablo, el mayor apóstol, y tampoco ninguno es de Cristo separado de los demás. Todos somos de Cristo, pues El no está dividido.
Por nacimiento tenemos un carácter que le gusta cautivar a la gente. Si alguien tiene cierta capacidad de laborar para el Señor, querrá atraer a otros, fascinarlos y cautivarlos, y si tiene éxito, los cautivados vendrán a ser miembros de su pequeño círculo. En el recobro del Señor es posible tener esta clase de grupos. Si uno tiene la oportunidad, es muy posible que caiga en esto. Si usted no lo ha hecho es porque no ha tenido la oportunidad, y las condiciones no se le han dado, pero cuando tenga la oportunidad, es muy probable que lo haga. Este es el primer “topo” que daña el recobro del Señor. Puede ser que usted ya haya sido perjudicado por esto. Tal vez dentro de usted está escondido este “topo”. Para mí, éste es el primer problema.
También debemos tener cuidado con el orgullo. Tal vez no hagamos alarde abiertamente, pero es posible que secretamente nos ufanemos de nuestra capacidad, habilidad y aptitud espirituales. Algunas veces las personas se jactan, diciendo: “Vean cuán hábil soy. ¿Puede comparar su habilidad con la mía? Inclusive una persona sin mucha capacidad puede jactarse de que puede hacer lo que otros no pueden. Otra vez les pregunto: “¿Quién no se exalta a sí mismo y menosprecia a los demás?” He visto muchas situaciones, he experimentado todas estas cosas y he aprendido esta lección. Por lo tanto, tengo una carga dentro de mí que me motiva a hablarles a todos ustedes, y creo que éste es el momento de decirles unas palabras llenas de amor en cuanto a la ambición, el orgullo, la justificación propia y el no conformarnos a la muerte de Cristo.
Ser orgulloso también es tener un concepto más alto de sí mismo que de otros. Ciertamente, ésta es una enfermedad común entre los cristianos. Por lo tanto, Pablo nos encargó lo siguiente: “Digo, pues, mediante la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno” (Ro. 12:3). Aunque el Señor ya hace casi dos mil años que se fue, ¿por qué parece que nada se ha cumplido en cuanto a la edificación del Cuerpo? Debido a todos estos “topos”. Pablo estaba muy consciente del orgullo. El dijo que a un recién convertido no se le debe asignar responsabilidad no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo (1 Ti. 3:6). He visto esto. Al asignar cierta responsabilidad existe el riesgo de que algunos se hagan daño por su orgullo.
Tampoco debemos considerarnos justos ni traer a colación los fracasos y defectos de los demás. Por lo general, nos gusta justificarnos a nosotros mismos y exponer los vacíos, los errores y los defectos de los demás. Hay algunos entre nosotros que hacen esto constantemente. Nunca los oímos juzgarse a si mismos; por el contrario, siempre se consideran justos mientras exponen los fracasos y defectos de otros. Es una trampa considerarse justo y hablar bien de sus propios logros y méritos, y hablar de cómo ha triunfado en cierto trabajo y ufanarse de todas sus cualidades. Quisiera dejar impreso este mensaje en sus mentes y en su memoria. Entonces podrán observar que nuestra condición en el recobro del Señor es exactamente ésa.
Como he dicho antes, el espíritu de no pastorear ni buscar a otros y de no amar ni perdonar está esparciéndose y predomina en el recobro. Creo que nuestra esterilidad se debe a que no se tiene el corazón amoroso y perdonador del Padre y a que se carece del espíritu de pastoreo y búsqueda del Salvador. Me doy cuenta de que todos trabajan arduamente, pero casi no hay fruto. El Señor dice: “Por el fruto se conoce el árbol” (Mt. 12:33), y nosotros somos un árbol sin fruto. La esterilidad prevalece en todas partes entre nosotros. Según las estadísticas, un pastor capacitado y amoroso que tal vez no tenga un don particular ni sea elocuente sino que simplemente visita a las personas y las recibe cuando vienen a su reunión, tendrá un aumento anual del diez por ciento. Sin embargo, nosotros no tenemos ni eso. ¿Pueden ver cuán estériles estamos? Muchos de ustedes son buenos oradores y conocen las verdades bíblicas más elevadas. Las verdades que nosotros tenemos son mucho más elevadas que las que tienen en la cristiandad. Sin embargo, no tenemos fruto, porque carecemos del corazón amoroso y clemente del Padre, y del espíritu de búsqueda y pastoreo del Hijo. Condenamos a otros y les imponemos reglas, en vez de buscarlos y pastorearlos. Tenemos una gran escasez en amar y en pastorear. Estos son los factores vitales para que podamos llevar fruto, es decir: ganar personas. Me preocupa bastante nuestro entrenamiento de tiempo completo. ¿Entrenamos a los jóvenes para que ganen a las personas o para que les impongan normas? Necesitamos meditar sobre nuestro camino, como dijo Hageo (1:5). Nuestro método no es correcto; hay algo que no está bien.
Con frecuencia censuramos a otros, exponiendo sus fracasos y defectos. Debemos admitir que por naturaleza tendemos a hablar bien de nosotros y a exponer los defectos de los demás. Así es nuestra manera de ser por nacimiento. No hay necesidad de hablar de los defectos de los demás, pero tal vez simplemente nos guste hacerlo. Muchas veces los hermanos se reúnen y hablan de las debilidades, los defectos y los fracasos de los demás. He aprendido la lección de temer y temblar al hablar de los defectos de otros. El término legal para esto en el mundo es difamación. ¿Por qué tenemos que hablar de una manera difamatoria? Sin embargo, casi todos hacemos esto. Por la misericordia y la gracia del Señor he aprendido la lección, y por ello es muy difícil que me oigan hablar de los defectos de otros. Siempre que hablo de la debilidad de otros, me siento juzgado y me digo a mí mismo: “¿Acaso yo no tengo faltas?” Los fariseos y los escribas trajeron una mujer pecaminosa al Señor y le dijeron: “En la ley, nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Jn. 8:5). El Señor se inclinó y se puso a escribir en el suelo, lo cual muestra Su humildad. El no se puso de pie y dijo: “¿Qué es esto? ¿Para qué vienen a mí? ¡Déjenme decirles ciertas cosas!” No. El Señor se agachó y se puso a escribir en la tierra. Según mi estudio de la Biblia, creo que lo el Señor escribió fue: “¿Quién está libre de pecado?” Es como si dijera: “No hay duda de que ella es una pecadora y la sorprendieron. Pero, ¿estás tú sin pecado?” Ellos le insistieron al Señor que dijera algo, así que les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v. 7). Ante esto, sus conciencias fueron despertadas. Cada uno, comenzando desde los mayores, los de más experiencia, fueron compungidos. ¿Quién está libre de pecado? Ustedes que hablan de las faltas de otros, ¿acaso no tienen faltas? No obstante, según nuestra tendencia innata, tenemos como “pasatiempo” hablar de los defectos de los demás. ¿Les gustaría sacar a la luz sus propias faltas? Obviamente no. Les gusta esconderlas.
También debemos ser conformados a la muerte de Cristo y no evitarla. Deberíamos amoldarnos a Su muerte siempre, pero a menudo no lo hacemos. Deberíamos tener esto en cuenta. Mateo 16:24 dice: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. No ser conformados a la muerte de Cristo es no negarse al yo (el yo de uno, no el de los demás) en forma absoluta ni llevar la cruz. Llevar la cruz es mantener el yo en la cruz. No abandonemos la cruz, pues es allí donde el yo debe estar. No ser conformados a la muerte de Cristo también es evitar que el hombre natural sea crucificado. A menudo, cuando personas así vienen a verme, noto que todo lo que dicen procede de su hombre natural. En ocasiones crucificamos nuestro hombre natural, pero la mayor parte del tiempo no lo hacemos. No ser conformados a la muerte de Cristo también significa no poner fin al carácter natural de uno. Una persona puede jactarse y tener una actitud orgullosa y pensar que su raza es superior o gloriarse de que él es de cierta ciudad. Algunos aun se jactan de su personalidad. A veces he querido decir: “¿No sabes que soy una persona activa?” Pero, apenas esta expresión viene a la punta de mi lengua, debo tragármela. Hablando con franqueza, ¿quién no es así?
Tengo la carga de compartirles estos consejos con mucho amor. La ambición, el orgullo, la idea de considerarse justo, y no conformarnos a la muerte de Cristo son cuatro “topos”. Si confrontamos estos cuatro asuntos, el recobro del Señor tendrá un avivamiento y, como resultado, dentro de un mes veremos fruto. A través de los años han llegado al recobro del Señor muchos problemas, todos los cuales han obedecido a estos cuatro asuntos. Algunos colaboradores, por su ambición, intentaron apoderarse de una localidad o de un grupo de personas usando mi nombre y creando la impresión de que yo los había enviado. Ahora bien, ¿Los envié yo o no? En cierto sentido, sí, pues les dije: “Esa localidad necesita su ayuda”. Si eso constituye ser enviado o no, yo no sé, pero aun si lo fuese, yo no los envié a controlar a los demás ni a subyugarlos valiéndose de mi nombre. He sufrido mucho por estos casos. Algunos llegan a pensar: “El hermano Lee es este tipo de persona, pues aunque él no viene a controlarnos, nos controla por medio de otros”. Esto ha pasado en el recobro. Por esto, no solamente rechazan a los que han utilizado mi nombre, sino que algunos me han rechazado a mí aún más. Dicen: “¿Por qué el hermano Lee es tan malo?” En realidad, el que utilizó mi nombre y me creó una mala imagen causó el problema. Esto ocurrió hace como dos o tres años, pero el problema aún persiste.
Queridos santos, yo sé que todos ustedes aman al Señor y al recobro. También creo que ustedes toman mi ministerio como del Señor, pero hay una gran objeción, y es que si ustedes no eliminan estos cuatro “topos”, todo lo demás no tendrá valor. Tal vez tengamos cierta capacidad, pero nuestra capacidad será anulada por nuestra personalidad, nuestro orgullo, y por no estar dispuestos a poner nuestro carácter en la cruz. El Señor ha bendecido Su recobro y lo continua bendiciendo. Miren la propagación del recobro. Sin embargo, nuestra condición es como la que se ve en Cantar de los Cantares 2:15, donde dice: “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne”. Esta es mi preocupación, y ésta es la razón por la cual decidí a compartir estos mensajes. Nuestra negligencia en estos cuatro asuntos y nuestra falta de precaución en estas cuatro áreas le permite a Satanás echar a perder el florecimiento del recobro del Señor hoy en día. El enemigo es astuto. No debemos desconocer sus artimañas.
El Señor nos da la revelación cumbre, la apreciamos y estamos aprendiendo a comunicarla; por otro lado, estos cuatro factores negativos continúan ocultos entre nosotros y anulan cualquier beneficio que recibimos de la cumbre de las verdades divinas. Esta es mi preocupación. Los médicos siempre se preocupan por los microbios, los cuales no se ven. Mi carga es matar todos esos microbios. Entiendo que el Señor ha tenido misericordia de Su recobro al revelarnos las profundidades de Su Palabra. Por ejemplo, hace poco compartí sobre las cuatro citas de la palabra en que figuran en Juan 14. Según el versículo 17, el Espíritu de realidad no está sólo con nosotros, sino también en nosotros. El versículo 20 añade: “Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El en del versículo 17 es la totalidad de los tres en del versículo 20. Dios es tres: El Padre es la fuente; el Hijo es el canal, y el Espíritu es el fluir. Esto puede compararse con un río que brota de una fuente y tiene un cauce. Estas no son tres clases de aguas; pues el fluir es la consumación del agua. El Espíritu como el río fluyente es la consumación del Dios Triuno como agua viva. Esto puede verse en 2 Corintios 13:14, donde dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En realidad, no hay tres elementos en esta bendición. Sólo están la gracia y el amor. Entonces ¿cuál es el tercero? En el transporte se halla la comunión de la gracia y el amor. Todo cargamento necesita ser transportado. La comunión del Espíritu es la consumación de la gracia de Cristo y el amor de Dios. Este es un ejemplo de la cumbre de la verdad que tenemos. El Señor me encargó escribir un estudio adicional de la cristalización de Romanos. Daré varios mensajes sobre lo que es reinar en vida por la abundancia de la gracia que recibimos. Sin embargo, me preocupa que estos cuatro “topos” no sean eliminados entre nosotros, ya que cuantas más verdades profundas y revelaciones divinas sean proclamadas entre nosotros, más orgullosos nos volvemos. Todas las iglesias de este país participan de lo mismo, las verdades cumbre. Pero los “topos” también están presentes, así que me veo obligado a compartir esto.
Repetiré y daré aún más énfasis a estos temas en la próxima conferencia internacional de colaboradores y ancianos sobre el ministerio completo de Cristo en tres etapas: Su encarnación, Su inclusión y Su intensificación. La intensificación no consiste solamente en darles más del Espíritu, sino también en conformarlos siete veces más a la muerte de Cristo. Ser crucificados, negar el yo, y llevar la cruz son experiencias que deben ser intensificadas siete veces. Ustedes no pueden predicar sobre el Espíritu, sin hablar de la cruz. Si no opera la cruz, no opera el Espíritu. El himno #135, compuesto por el hermano Nee, dice que primero necesitamos la cruz, y luego el Espíritu. La estrofa 5 dice: “Cuando vemos la cosecha tan dorada en su esplendor, nos recuerda las semillas que la tierra consumió”. La cosecha florece gracias a que las semillas cayeron a la tierra y murieron. El cascarón de nuestra humanidad natural debe ser quebrantado. Primero viene el Calvario, la cruz, y después Pentecostés, el Espíritu (estrofa 1). Si no cruzamos el río Jordán, la cruz, ¿cómo podremos entrar en la buena tierra? (estrofa 4). Por un lado, sentí la comisión de ministrar acerca de la cumbre de la verdad con relación al ministerio completo de Cristo: en la carne, como Espíritu vivificante y como Espíritu vivificante siete veces intensificado. Por otro lado, el Señor me comisionó ministrar la cruz.
El hombre natural, el yo, puede alimentarse con la cumbre de la revelación y puede hacerse más ambicioso porque le da más capacidad y lo llena de orgullo debido a que está en la cumbre. Muchos aún no han oído estas cosas, pero hoy ustedes las escuchan. Cuando salgan a predicar o a visitar, todo el mundo les recibirá. Esto les alimentará el yo, pero no en un sentido positivo sino en un sentido negativo. Los buenos doctores, los que alimentan a sus pacientes, primero matan los microbios. Si ellos no lo hicieran, su alimentación estaría llena de infecciones. Los que viven en el norte de la China, comen cierta clase de empanadas con ajo y vinagre, ya que estos dos ingredientes matan los microbios. Además, el vinagre es bueno para la digestión. Los microorganismos son eliminados, y las personas tienen una buena digestión. Los que comen estas empanadas no se enferman fácilmente, porque son protegidos por el ajo y el vinagre que eliminan las bacterias y además hacen que sus empanadas sean no sólo sabrosas sino también saludables. No puedo alimentarlos con la cumbre de las verdades sin “ajo”. Les debo ministrar ajos y vinagre aunque no sean dulces. Tal vez prefieran miel, pero ésta se prohíbe en la Biblia. En el Antiguo Testamento no se permitía poner miel en las ofrendas; al contrario, ponían sal, la cual mata los microbios (Lv. 2:11, 13). Tengo temor de que al hablarles tantas verdades cumbres, les haya alimentado con miel, pues esto al final los matará. Debo ponerle un poco de sal; todos debemos ser bien sazonados con sal.
Me preocupa el recobro del Señor. Especialmente al final de mi carrera, no queda nada de esta tierra en mi corazón. Debo valorar el final de mi curso. Quiero hacer lo posible por ministrar al Cristo todo-inclusivo y al Espíritu compuesto que lo abarca todo y llegó a Su consumación, pero no sin la cruz. Podría ministrarles “empanadas”, pero debo ponerles bastante ajo y mucho vinagre; cuanto más, mejor y más sano. No estoy muy capacitado para exponer todos los problemas, pero estoy bajo la disciplina del Señor. El me ha dado un aguijón. Y se lo agradezco. Le he dicho, “Señor, aprecio Tu disciplina y este aguijón”.
El entrenamiento de tiempo completo no tiene el propósito de reunir a los participantes en Anaheim para que hagan una obra aquí o en el sur de California, pues éstos deben regresar a los lugares de donde vinieron. Recientemente, oí ciertas quejas de que es bastante difícil ganar a las personas y luego enviarlas al entrenamiento por cuatro semestres a un costo muy alto, pero al final, cuando se gradúan, no regresan a sus localidades, pues son retenidos en Anaheim. No debemos sugerirles a los entrenantes que se queden en Anaheim después de que se gradúen. Retener a las personas para nuestra obra y no para el recobro del Señor es ser ambiciosos, y yo no apruebo tal actitud. Mi objeto es servir al recobro del Señor. El entrenamiento que preparé tiene la finalidad de adiestrar a personas de todas las naciones. Enérgicamente les digo que todos los hermanos extranjeros deben regresar a su país después de concluir el entrenamiento. Algunos entrenantes de Nueva Zelandia quisieran quedarse, pero los animo a que regresen a su país. A algunos les gusta retener a muchos en las universidades del sur de California, pero ¿qué haremos entonces en las universidades de otros países? Hay algo oculto en esto que no está bien, y algunos se han quejado de ello. No piensen que yo quiero retener a los que terminan el entrenamiento. Si ése fuera el caso, tendrían toda la razón en censurarme, pues significaría que soy ambicioso y que deseo que los mejores entre los hermanos vengan a Anaheim.
Tengan cuidado; no retengan a las personas para que les ayuden en su universidad. El enemigo actúa con mucha sutileza; por eso el Señor dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt. 26:41). Velamos y oramos muy poco, por lo cual el astuto enemigo viene para engañarnos. A algunos les gusta retener a los hermanos promisorios en su propia ciudad, y se quejan de que el entrenamiento envía muchos hermanos capacitados a otras ciudades. Ustedes podrían decir: “Nos estamos quedando con los que se gradúan del entrenamiento para así ganar más personas”. Sin embargo, para el Señor todas las localidades son iguales. El gana personas en una ciudad lo mismo que en otra. ¿Por qué quieren mantener a esas personas en su localidad? Esto no es otra cosa que sus intereses personales y su ambición, aunque no se diga abiertamente. Usted quizá piense que yo no amo la iglesia de su localidad, pero yo amo el recobro, y es lo único que me interesa. Me refiero al mover del Señor en toda la tierra. Yo sirvo a todas las iglesias, no solamente a una. Por lo tanto, cuando veo estas cosas me duele el corazón.
Deben aprender a condenar y rechazar categóricamente su yo y simplemente cuidar de los intereses del Señor y Su recobro, y no de la obra de ustedes. Así el Señor les honrará. Uno no tiene que hacer propaganda. Para el Señor el dinero no tiene ningún valor. Si le damos al Señor la oportunidad, El proveerá. Después de la guerra del golfo Pérsico en 1991, nosotros nos preparamos para proporcionarle al Señor una oportunidad de actuar en Rusia. Así que, en seguida, El derramó Su bendición sobre nosotros. ¿De dónde vinieron los hermanos que fueron a Rusia? Muchos, simplemente se ofrecieron voluntariamente. Esto fue lo que el Señor hizo, no fue mi esfuerzo. Yo no me dedico a convencer a nadie a que contribuya económicamente, ni a que vaya ni a que ore, pero muchas oraciones fueron ofrecidas por esto. Ahora vemos el resultado. Hemos llegado por medio de nuestras publicaciones a miles de ciudades de Rusia, algunas con más de un millón de habitantes. He leído las respuestas de algunos rusos. Ellos piden más libros escritos por el hermano Nee y por mí. Se percatan de que los dos somos uno, y no quieren escritos de otros autores. Hasta el presente, hemos enviado setenta estadounidenses y sesenta chinos, y alrededor de setenta rusos han sido ganados localmente y entrenados para servir a tiempo completo. Este es el resultado de lo que el Señor está haciendo, no el resultado de mi obra. Yo no podría hacer todo eso; obviamente, el Señor lo ha hecho.
Muchas de las cartas que he recibido no las respondí, porque dejaban ver que el interés era solamente el distrito de los remitentes, su propia obra, y yo no estoy interesado en eso. El Señor se está expandiendo por todo el mundo. Por eso, quisiera que todos ustedes pusieran su interés en el recobro del Señor y no en la obra que tienen en su distrito.