
Primera etapa: Estar en Cristo
Este libro es una traducción de varios mensajes dados originalmente en chino por el hermano Witness Lee en Taipéi, Taiwán, a principios de la década de los cincuentas.
Sabemos que el deseo y propósito del corazón de Dios es obtener un hombre corporativo, que tenga Su imagen, que manifieste Su gloria y que ejerza Su autoridad para que se encargue de Su enemigo, todo esto con el propósito de que El mismo pueda obtener descanso eterno. Muy poca gente, sin embargo, sabe que este gran deseo de su corazón y propósito sólo puede ser logrado por la misma vida de Dios, y son menos aún los que entienden cómo puede uno experimentar esta vida y de esta manera cumplir el deseo del corazón de Dios. Los santos son muy débiles e infantiles. Aunque son muchos los que buscan, son pocos los que encuentran el camino de vida. Incluso hay muchos que confunden el entusiasmo, el conocimiento, la habilidad y los dones, con la vida.
Gracias a Dios que en estos últimos días, días de tal necesidad espiritual, El ha revelado a través de nuestro hermano Su maravilloso y misterioso camino de vida, de tal manera que todo creyente pueda comprenderlo y hacerlo suyo. Podemos decir que estos mensajes contienen la esencia del entendimiento y experiencia de vida de los santos durante dos mil años, además de los treinta años de pruebas y experiencias personales que capacitaron a nuestro hermano para recopilar estos escritos preciosos. Es en verdad grandioso. El contenido muestra la experiencia de vida en diecinueve puntos, explicando la experiencia de las varias etapas de vida espiritual y la manera de seguir al Señor. Si se busca y se practica la experiencia de cada asunto, se puede seguir adelante en un curso directo y llegar a la etapa de la madurez en vida muy rápidamente.
Estos mensajes hacen real aquella ciencia de vida que no es fácil ver ni entender. Ningún santo que ama al Señor y busca crecer en vida debe dejar de leerlo.
Dr. Y. L. Chang Taipéi, Taiwán Noviembre de 1956
De las experiencias de los santos a través de las edades y de la luz que hemos visto delante del Señor en estos últimos años, podemos decir que la experiencia de vida puede ser dividida en cuatro etapas con un total de diecinueve puntos.
De acuerdo con nuestra experiencia, estas cuatro etapas pueden ser designadas como sigue: la primera etapa puede ser llamada la etapa de la salvación; la segunda, la etapa de avivamiento; la tercera, la etapa de la cruz y la cuarta, la etapa de la lucha espiritual. Pero de acuerdo con nuestra relación con Cristo, estas cuatro etapas deben ser designadas en esta forma: la primera etapa, estar en Cristo; la segunda, permanecer en Cristo; la tercera, Cristo mora en nosotros y la cuarta, Cristo plenamente formado en nosotros. Las experiencias en estas cuatro etapas están basadas en nuestra relación con Cristo.
La vida es Dios mismo, sin embargo, para que Dios pueda ser nuestra vida es menester que esta vida esté en Cristo. Es por esto que la Escritura dice: “Cristo es nuestra vida” (Col. 3:4). Ya que la vida es Cristo, cuando experimentamos vida, experimentamos a Cristo. De esta manera, la experiencia de vida puede ser expresada como nuestra relación con Cristo.
La regeneración es también el comienzo del nuevo hombre dentro de nosotros. Todas las experiencias que tenemos de la vida espiritual son asuntos del nuevo hombre dentro de nosotros, y este nuevo hombre comienza a existir en el momento de nuestra regeneración. Antes de ser regenerados, estamos en Adán, que es un pecador caído, el viejo hombre. Una vez que somos regenerados, la vida de Dios en Cristo entra en nosotros. Esta vida es un nuevo elemento, y cuando se mezcla con nuestro espíritu, se convierte en el nuevo hombre dentro de nosotros. En consecuencia, cada uno de nosotros que ha sido regenerado es un hombre doble: por un lado somos el viejo hombre en Adán, somos hombres caídos; y por otro, somos el nuevo hombre en Cristo, somos salvos. Este nuevo hombre comienza a existir en el momento de nuestra regeneración. Por lo tanto, la regeneración es el comienzo del nuevo hombre.
La experiencia de la regeneración está especialmente relacionada con cuatro cosas: nuestra naturaleza, nuestro corazón, nuestro espíritu y la vida de Dios. Por eso, a partir de estas cuatro cosas, consideraremos nuestra condición antes de la regeneración, durante la regeneración y después de la regeneración.
Primeramente, nuestra naturaleza es corrupta. Jeremías 17:9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Aunque este versículo habla del corazón del hombre, se refiere realmente a la naturaleza del hombre. Así que vemos que antes de la regeneración nuestra naturaleza original es engañosa y torcida, extremadamente corrupta e incompatible con la naturaleza de Dios.
En segundo lugar, el corazón es endurecido hacia Dios. Ezequiel 36:26 habla de nuestro corazón original como un “corazón de piedra”. Esto significa que antes de la regeneración nuestro corazón hacia Dios es siempre rebelde, obstinado y duro como una piedra.
En tercer lugar, delante de Dios nuestro espíritu está muerto. Antes de la regeneración, debido a los pecados (Ef. 2:1), nuestro espíritu está muerto delante de Dios y ha perdido su función de tener contacto con Dios. Por lo tanto, no podemos tener comunión con Dios, ni tampoco podemos entender las cosas espirituales de Dios.
En cuarto lugar, el hombre está separado de la vida de Dios. Debido a que la naturaleza de un hombre no regenerado es corrupta, a que su corazón está endurecido hacia Dios, y a que delante de Dios su espíritu está muerto, toda su persona, está separada de la vida de Dios (Ef. 4:18).
Esta es nuestra condición antes de la regeneración.
Primeramente, vemos que nuestra naturaleza es corrupta. A pesar de que antes de la regeneración nuestra naturaleza era corrupta, nosotros no lo sabíamos. Es en el momento de experimentar la regeneración, debido a la iluminación del Espíritu Santo, que vemos que somos corruptos. Es en ese momento que vemos que no solamente nuestras obras externas son corruptas, sino que también nuestra naturaleza interna es corrupta.
En segundo lugar, nuestro corazón se contrista y se arrepiente ante Dios. Cuando experimentamos la regeneración, y el Espíritu Santo nos ilumina, nos vemos a nosotros mismos corruptos, pecando contra Dios y contra el hombre. Nuestro corazón entonces nos reprocha y se contrista y se arrepiente delante de Dios.
En tercer lugar, nuestro espíritu se contrista para con Dios. Debido al arrepentimiento de nuestro corazón, nuestro espíritu, en lo profundo de nosotros, también se siente extremadamente contrito. Nuestro espíritu, en ese momento, es como el que se describe en Salmos 51:17, “un espíritu quebrantado”. Cuando el Espíritu Santo nos regenera, nuestro espíritu, muy dentro de nosotros se siente contrito. En realidad, es como si estuviera quebrantado.
En cuarto lugar, el hombre tiene contacto con la vida de Dios. Desde que el hombre pecó y cayó y fue echado del huerto del Edén, los querubines con la espada encendida han guardado el camino del árbol de la vida (Gn. 3:24) a fin de que el hombre ya no pudiera tener contacto con Dios y así obtuviera la vida de Dios. No fue sino hasta que el Señor Jesús derramó Su sangre y murió en la cruz, satisfaciendo así la demanda de la gloria, santidad y justicia de Dios, que el camino que conducía a la vida de Dios fue abierto. Por lo tanto, en el momento de nuestra regeneración, debido a nuestra contrición, arrepentimiento y fe en recibir al Señor Jesucristo como nuestro Salvador, es que entonces podemos tener contacto en nuestro espíritu con la vida de Dios, la cual está en El. Porque la vida de Dios está en Su Hijo, el Señor Jesucristo (1 Jn. 5:11).
Primeramente, sentimos que nuestra naturaleza es corrupta. En el momento de la regeneración, vemos que nuestra naturaleza es corrupta. Después de la regeneración, debido a esa visión inicial, sentimos siempre que nuestra propia naturaleza es corrupta.
En segundo lugar, nuestro corazón es ablandado para con Dios. Nuestro corazón, que es duro como una piedra antes de la regeneración, habiendo experimentado arrepentimiento en el momento de la regeneración, es ablandado para con Dios y se convierte en “un corazón de carne” (Ez. 36:26). Nuestro corazón, habiendo sido ablandado, desea amar a Dios y acercarse a Dios; nuestro corazón anhela tener contacto con las cosas espirituales, y de buena gana recibe y obedece los mandamientos de Dios; no es obstinado ni rebelde; a pesar de que a veces es incapaz de obedecer, con todo y eso, está dispuesto a hacerlo.
En tercer lugar, nuestro espíritu es avivado para con Dios. El espíritu que estaba muerto antes de la regeneración, al tener contacto con la vida de Dios en la regeneración, ha sido vivificado por el poder de resurrección de Dios. El espíritu una vez vivificado puede tener contacto con Dios, tener comunión con Dios, percibir las cosas espirituales de Dios, y también tiene la fortaleza para hacer la voluntad de Dios.
En cuarto lugar, tenemos la vida de Dios. Puesto que hemos tenido contacto con Dios y recibido Su vida durante la regeneración, tenemos la vida de Dios dentro de nosotros. Al mismo tiempo, tenemos también la naturaleza de Dios, ya que la naturaleza de Dios está en la vida de Dios.
Por eso, cuando hablamos de la experiencia de la regeneración en relación con estas cuatro cosas —nuestra naturaleza, nuestro corazón, nuestro espíritu y la vida de Dios— los cambios que han ocurrido antes y después de la regeneración están todos bien definidos. Antes de la regeneración nuestra naturaleza es corrupta; en el momento de la regeneración, vemos que es corrupta; y después de la regeneración, siempre sentimos que es corrupta. Nuestro corazón es duro para con Dios antes de la regeneración; en el momento de la regeneración viene a ser un corazón profundamente arrepentido; y después de la regeneración es ablandado para con Dios. Antes de la regeneración nuestro espíritu está muerto; éste se contrista en el momento de la regeneración; y es avivado para con Dios después de la regeneración. Antes de la regeneración, estamos separados de la vida de Dios; en el momento de la regeneración, tenemos contacto con la vida de Dios; y después de la regeneración tenemos la vida de Dios. Si solamente estos puntos están claros para nosotros, entonces tendremos un entendimiento cabal de la experiencia de la regeneración.