
Ahora entramos en la lección de conocer la voluntad de Dios o la dirección del Señor. Esta lección está estrechamente relacionada en experiencia con la enseñanza de la unción. El propósito de la unción es ungirnos con la substancia de Dios para que podamos alcanzar la meta de que Dios se mezcle con el hombre. Además, la enseñanza de la unción nos es dada para que podamos conocer la dirección del Señor y Su intención para con nosotros. La dirección y la intención del Señor es la voluntad de Dios. Por consiguiente, si queremos conocer la voluntad de Dios, debemos tener la experiencia de obedecer la enseñanza de la unción. Sólo aquellos que experimentan la unción pueden conocer la voluntad de Dios. Para aquellos que no experimentan la unción, es casi imposible conocer la voluntad de Dios.
Sin embargo, cuando tratamos esta lección acerca de conocer la voluntad de Dios, no podemos comenzar con la enseñanza de la unción, porque la unción recalca el mover del Espíritu Santo dentro de nosotros y no la voluntad de Dios en sí misma. Al mismo tiempo, la voluntad de Dios es un asunto de suma importancia y nunca puede ser tratado meramente como parte de la enseñanza de la unción. Por esto, debemos dedicar una lección completa a discutir esto en detalle.
Efesios 5:17: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor”.
Colosenses 1:9: “que seáis llenos del pleno conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”.
Romanos 12:1-2: “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional. No seáis amoldados a este siglo, sino sed transformados por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”.
Hebreos 10:5, 7: “Por lo cual, entrando en el mundo dice... He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Mateo 6:10: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
Hebreos 13:21: “...para que hagáis su voluntad”.
¿Qué es realmente la voluntad de Dios? Los cristianos frecuentemente mencionan la voluntad de Dios en relación con asuntos triviales, tales como su empleo o su matrimonio. Utilizan esta frase de una manera muy corriente, menospreciando y subestimando así la voluntad de Dios. Cuando estudiamos cuidadosamente la voluntad de Dios a través del Nuevo Testamento, descubrimos que se refiere a asuntos grandes y elevados. Por ejemplo, la frase en Efesios 5:17, “entended cuál es la voluntad del Señor”, parece ser una frase muy común, pero el contexto del libro de Efesios revela que esta frase indica profundidad. Es un libro muy especial en la Biblia; muchas de sus palabras y principios hablan de Dios y la eternidad. Por consiguiente, la voluntad de Dios allí mencionada, nunca puede referirse meramente a asuntos comunes e insignificantes. Además, Efesios capítulo 5 está basado en los capítulos anteriores. El capítulo 1 habla del misterio de la voluntad de Dios (v. 9), y el capítulo 3 habla de la voluntad que Dios se propuso en Cristo Jesús Señor nuestro (v. 11); ambos se refieren a cosas extremadamente grandes. Entonces el capítulo 5 nos exhorta a entender la voluntad de Dios, la cual se refiere, naturalmente, a los grandes asuntos mencionados previamente, no a asuntos triviales de nuestra vida.
Vemos la misma verdad en Colosenses. Colosenses 1:9 nos dice que seamos llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, luego los capítulos siguientes mencionan el misterio de Dios en Cristo, el plan de Dios con respecto a Cristo, cómo Dios desea que Cristo tenga la preeminencia en todas las cosas y que El sea el todo en todos. Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo habla de la voluntad de Dios en el capítulo 1, una vez más se refiere a asuntos extremadamente grandes.
Después de que Romanos 12:2 nos exhorta a comprobar la voluntad de Dios, los versículos del 3 al 5 continúan hablando de nuestras diferentes funciones y de nuestra coordinación en el Cuerpo de Cristo. Por consiguiente, la voluntad de Dios aquí mencionada es de gran importancia también.
Hebreos 10:7 es una cita directa del Señor: “Vengo para hacer tu voluntad”. El contexto de este versículo es la encarnación del Señor Jesús, un asunto de gran importancia; así que, cuando El declaró Su obediencia a la voluntad de Dios, no se refirió simplemente a pequeños asuntos como vestir, comer, tener vivienda, y otros asuntos triviales de la vida, sino a toda Su actividad en esta tierra al cumplir el plan eterno de Dios. Este es un asunto de gran importancia.
En Mateo 6:10 el Señor nos enseña a orar para que la voluntad del Padre sea hecha en la tierra así como en el cielo. Esto significa que el Señor quiere que la voluntad de Dios hecha en el cielo sea realizada en la tierra. Nuevamente, esto es de suma importancia.
Hebreos 13:20-21 habla de que el Dios de paz, quien resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, nos hace perfectos en toda obra buena para hacer Su voluntad. Puesto que este Dios que nos lleva a hacer Su voluntad es un Dios tan grande, Su voluntad también debe de referirse a asuntos grandes.
Estas Escrituras hablan de que la voluntad de Dios se originó en Dios y viene a nosotros desde la eternidad al presente y desde los cielos a la tierra. Así que, la voluntad de Dios mencionada en la Biblia es de gran magnitud. ¡Qué diferente es esto comparado con nuestro viejo concepto con respecto a la voluntad de Dios! Que el Señor abra nuestros ojos y cambie nuestro concepto.
Entonces, ¿qué es realmente la voluntad de Dios? Discutiremos esto en tres aspectos:
Cuando hablamos de la voluntad de Dios, debemos ver que está ligado al deseo que hay en Su corazón. Efesios 1:5-12 es una de las porciones más importantes de la Biblia acerca de la voluntad de Dios. Dice que Dios en la eternidad tuvo un plan, el cual concuerda con Su beneplácito. Esta porción menciona tres cosas relacionadas: “propósito”, “beneplácito” y “voluntad”. El beneplácito proviene del corazón, ya que el corazón es el órgano de deleite. Dios tiene un corazón así como el hombre. Por esto, Dios tiene cosas que le son placenteras, deleitoras y para los cuales tiene afecto, lo cual quiere decir que también tiene un deseo en Su corazón.
A fin de lograr Su deseo, Dios tiene un plan que se propuso para alcanzar Su meta. Este propósito es Su voluntad. Por consiguiente, la voluntad de Dios y el deseo que hay en Su corazón son lo mismo. Cualquier cosa que no tenga que ver con el deseo que hay en el corazón de Dios no es Su voluntad.
Por ejemplo, la Biblia revela que el deseo que hay en el corazón de Dios desde la eternidad es tener un grupo de personas que sean compañeros de Su Hijo. Para alcanzar esta meta, Dios planeó la creación de los cielos, la tierra, y el hombre, según Su placer. Por consiguiente, creó todo de acuerdo con Su plan. En aquel entonces, la creación vino a ser Su voluntad.
En términos sencillos, la voluntad de Dios es el deseo que hay en Su corazón, planeado según Su beneplácito. Desde Su punto de vista, cualquier cosa escondida en Dios es el deseo que hay en Su corazón. Desde nuestro punto de vista, cuando el deseo que hay en Su corazón es ejecutado sobre nosotros, viene a ser Su voluntad. Por lo tanto, la voluntad de Dios que acontece sobre nosotros es el deseo que hay en Su corazón, porque Su voluntad proviene del deseo que tiene en Su corazón.
Puesto que la voluntad de Dios es el deseo que hay en Su corazón, debemos conocer lo que es ese deseo. Es la mezcla de Dios con el hombre. Mezclarse con el hombre es el deseo de Dios y también Su voluntad.
Un estudio cabal de la Biblia nos ayudará a descubrir el hecho maravilloso de que Dios en la eternidad planeó, según el deseo de Su corazón, para alcanzar la meta de mezclarse con el hombre. Dios tiene esta voluntad en el universo: forjarse en el hombre y mezclarse con él. Su creación, redención, santificación, y otros aspectos de Su obra sirven para este único propósito. Este es el único deseo de Su corazón en el universo; es la única meta, y es el principio básico de toda Su obra en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, si deseamos conocer la voluntad de Dios en cualquier situación, debemos asegurarnos primeramente de que tal situación nos conduce a la mezcla de Su persona con nosotros. No importa cuán digna de alabanza pueda ser la situación, sin esta mezcla no es la voluntad de Dios. ¡Esta es una medida estricta!
La vida terrenal de nuestro Señor Jesús es la expresión perfecta de este principio. El Señor dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (He. 10:7, 9), y “porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn. 5:30). Vemos cómo la conducta del Señor en esta tierra era conforme a la voluntad de Dios. Para El, toda Su vida en esta tierra era la voluntad de Dios. Sin embargo, también dijo: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Jn. 14:10). Esto significa que mientras estuvo en esta tierra, Sus palabras, Sus hechos y todo Su vivir no se originaron en Sí mismo, sino en el Padre, quien moraba en El, quien estaba mezclado con El, y quien trabajaba a través de El. De estas tres citas de la Escritura vemos que la vida del Señor en esta tierra fue una vida en obediencia a la voluntad de Dios y una vida que era producto de la mezcla de Dios con el hombre.
No podemos separar la voluntad de Dios del deseo que Dios tiene en Su corazón; tampoco podemos separar la voluntad de Dios, de Dios mismo. Si nos apartamos del deseo de Su corazón, no podemos conocer Su voluntad. De igual manera, si nos apartamos de Dios mismo, no podemos tener Su voluntad. Puede ser que usted sienta que ha entendido y obedecido la voluntad de Dios, pero si usted no ha tocado a Dios mismo, El permanece siendo Dios, y usted permanece siendo usted; no hay ninguna mezcla entre usted y El, y puede estar seguro de que lo que usted siente que es la voluntad de Dios, no es Su voluntad. Un cristiano debe ser como el Señor Jesús en cuanto a obedecer la voluntad de Dios. No sólo debemos ser capaces de decir en todo asunto que no es mi voluntad, sino la de Dios; debemos ser capaces de decir aún más, que no soy yo quien obra, sino que es Dios quien hace las obras en mí. No es suficiente sólo decir que sabemos que algo es la voluntad de Dios. Debemos ser capaces también de decir que cuando hago una cosa, es Dios quien lo hace en mí. Debemos hacernos dos preguntas: “¿De quién es esta empresa, de Dios o mía?” Y “¿quién la está realizando, Dios o yo?” Si sólo podemos hacernos la primera pregunta y no la segunda, el objeto de Su voluntad permanece en duda. Cualquier cosa que hago de mi propia cuenta, con seguridad no es la voluntad de Dios; sólo lo que El hace es Su voluntad.
Por ejemplo, un hermano puede estar planeando ir a cierto lugar. Si sólo puede decir: “Me es claro que es la voluntad de Dios que yo vaya”, eso no es suficiente. Todavía debe asegurarse si Dios va con él y si ha de mezclarse más con él. Otro ejemplo es cuando damos una ofrenda en el día del Señor; no sólo debemos preguntar: “¿Es esta ofrenda la voluntad de Dios?”, sino también, “¿Estoy dando yo, o está Dios dando a través de mí?” Por consiguiente, en cada asunto, no sólo debemos conocer cuál es el beneplácito y el deseo de Dios, sino que indiscutiblemente tenemos que determinar si tenemos la presencia de Dios y si Dios se mezcla y trabaja con nosotros. Decir que estamos haciendo la obra de Dios no es suficiente. Debemos ser capaces también de decir que es Dios quien se mezcla con nosotros para hacer Su obra. Esa es Su voluntad.
Desde el punto de vista de Dios, es muy difícil que comprendamos el aspecto de Su voluntad y el deseo que hay en Su corazón. Pero desde el punto de vista humano, el aspecto de la voluntad de Dios como Su mezcla con el hombre, es absolutamente subjetivo y fácil de comprender porque Dios se mezcla con nosotros a través de la unción. Siempre que se tenga la unción, se tendrá también la mezcla con Dios y Su presencia. Sin la unción, es imposible que el hombre pueda mezclarse con El y tener Su presencia. Por consiguiente, para entender Su voluntad, debemos tocar la unción. Siempre que sentimos la unción interna y la presencia de Dios, estamos en la voluntad de Dios; de otra manera, no estamos en la voluntad de Dios.
Por años hemos estado hablando de la voluntad de Dios, pero de algún modo hemos sentido que era distante y vaga. Ahora creemos que Dios nos ha dado luz, que nos ha hecho tener un conocimiento más claro y profundo, y que nos ha capacitado para presentar esto en una manera más concreta. La voluntad de Dios ahora es palpable; ya no sigue siendo algo vago y abstracto. El Dios en quien creemos no es sólo real y viviente, sino que vive en nosotros. El está dentro de nosotros ungiéndonos y mezclándose con nosotros, en todo aquello que es Su voluntad, haciendo sentir Su presencia dentro de nosotros. Si podemos tocar a Dios internamente en todo asunto, Su sustancia se incrementa y se mezcla con nosotros. Entonces podemos estar seguros que ésta es la voluntad de Dios y podemos proceder como corresponde.
Aunque la voluntad de Dios es un asunto extremadamente grande, aún así, hablando desde el punto de vista de la mezcla de Dios con el hombre, no nos es difícil tocarla, ni es insondable. Si podemos comprender este punto cabalmente, entonces, no sólo podremos tocar Su voluntad como algo elevado y profundo, sino que se nos hará fácil conocerla.
La voluntad de Dios no sólo es el deseo de Su corazón y Su mezcla con el hombre, sino también el cumplimiento de Su plan. Por lo general, estamos acostumbrados a menospreciar y a subestimar la voluntad de Dios. Mucha gente pregunta: “¿Será la voluntad de Dios que vaya a cierto lugar hoy? ¿Será Su voluntad que visite a un doctor para mi enfermedad? ¿Será Su voluntad que busque este empleo?” ¡Nosotros, seres insignificantes, nunca podemos olvidarnos de nosotros mismos cuando mencionamos la voluntad de Dios! ¡Ni podemos separarnos de los asuntos triviales de la vida! Siempre miramos la voluntad de Dios desde un punto de vista terrenal, desde nuestra situación presente, y desde nosotros mismos. ¡De hecho, ninguna de estas cosas triviales de la vida puede alcanzar la estatura de la voluntad de Dios! ¡Cuán grande y cuán alta es la voluntad de Dios! La voluntad de Dios cumple con Su eterno propósito. El libro de Efesios nos revela el deseo que hay en el corazón de Dios y Su plan. El plan de Dios en Cristo se originó en el deseo de Su corazón. Dios, en la eternidad, tuvo un plan que Se propuso cumplir. Este plan es Su voluntad. Por eso, la voluntad de Dios es el cumplimiento de Su plan. Todas las obras de Dios en este universo están hechas de acuerdo a Su voluntad y para que se cumpla Su plan.
Por lo tanto, si queremos entender la voluntad de Dios, el requisito preliminar es que debemos conocer Su plan eterno. Debemos tener claridad con respecto a lo que Dios va a hacer en esta tierra, en esta edad, y en esta localidad. Cuando tenemos claridad sobre estos asuntos, entonces estamos calificados para tocar la voluntad de Dios y reconocer cuál es Su voluntad para nosotros hoy.
Algunos hermanos y hermanas, que realmente han nacido de nuevo y saben que son hijos de Dios, ignoran y aun son indiferentes en cuanto a lo que Dios está haciendo en este universo, cuál es Su economía en esta tierra, y cuál es Su mover para estos días. Ellos, su diario vivir, y sus negocios están centrados en ellos mismos, no en Dios. Ellos están completamente fuera de la economía de Dios. Aún así, oran diariamente pidiendo conocer la voluntad de Dios en su vivir, su conducta y sus profesiones. Como consecuencia, el resultado de su petición es algo de su propia voluntad, no de la voluntad de Dios. Ellos ni conocen el plan de Dios, ni están en dicho plan. Una persona así no tiene manera de entender la voluntad de Dios.
El problema básico que debemos resolver para entender la voluntad de Dios, es darnos cuenta de que Dios, a quien pertenecemos y a quien servimos, tiene un gran plan en el universo. El desea un grupo de personas para edificar el Cuerpo de Cristo y un hombre corporativo que sea la Novia mística de Su Hijo. Además, necesitamos saber lo que Dios quiere hacer en nuestra localidad. Si tocamos el plan de Dios y nos ponemos dentro de Su plan de esta manera, estamos tomando la economía de Dios como nuestra carrera. De este modo, cuando nos involucramos en los negocios, cuando enseñamos, o cuando hacemos cualquier cosa, vivimos para la economía de Dios; todo nuestro vivir y todas nuestras acciones tienen como fin Su economía. Entonces tendremos la base y la condición para tocar la voluntad de Dios y tener claridad en cuanto a Su dirección acerca de todos los asuntos de nuestra vida diaria.
Por lo tanto, cada uno de nosotros debe preguntarse primero: ¿Veo claramente la economía de Dios en esta tierra? ¿Veo realmente lo que Dios desea hacer en esta localidad hoy? Aun cuando procuremos el crecimiento en vida, la comunión en vida, y la presencia del Señor, sin conocer Su economía, esto nos proporcionará sólo un poco de disfrute espiritual y nos quedaremos cortos en cuanto a la voluntad de Dios.
Antes de que veamos el plan de Dios, aunque El está a cargo de nuestros asuntos y de nuestro vivir, sólo estamos bajo Su cuidado providencial, no bajo Su voluntad. Cuando hemos visto el plan de Dios, no nos atrevemos a usar el término “la voluntad de Dios” de una manera superficial. No nos referiremos negligentemente a situaciones triviales llamándolas la voluntad de Dios. Sólo podemos referirnos a estos asuntos en general como el cuidado de Dios para con nosotros.
¿Cómo nos muestra Dios Su voluntad? ¿Por cuáles medios llegamos a conocer la voluntad de Dios? Básicamente, hay cinco categorías mediante las cuales podemos conocer Su voluntad.
Primero, tenemos que conocer la voluntad de Dios a través de Su creación de todas las cosas, incluyendo la materia, la naturaleza y la humanidad. Apocalipsis 4:11 dice que todas las cosas fueron creadas de acuerdo a Su voluntad. Todo lo creado en este universo proclama una medida de la voluntad de Dios. Todas las cosas en el cielo y en la tierra son ciertos componentes que nos permiten conocer la voluntad de Dios. Por eso, para conocer la voluntad de Dios, debemos prestar atención a todas las cosas que El creó en el universo. Son como un libro para nuestro estudio; así que, debemos escudriñar y descubrir por qué Dios necesitó crear todas las cosas del cielo y de la tierra. ¿Cuál era Su propósito en crear al hombre? ¿Por qué está distribuida la raza humana en esta tierra como lo está? Si estudiamos cuidadosamente el asunto de la creación, la magnitud de la voluntad de Dios en este universo será entendida hasta cierto grado.
Se puede encontrar ejemplos de este aspecto en el Antiguo Testamento. Allí la gente comprendió parte del plan de Dios a través de todas las cosas que El creó. El Salmo 8 es un buen ejemplo. Este salmo, el cual es un salmo espiritual, habla de la creación, de la edad actual, y del reino. El Señor Jesús citó este salmo en Mateo 21:16, y es citado nuevamente en Hebreos 2. El escritor fue inspirado para escribir este salmo mientras observaba el cielo y la tierra. Al considerar los cielos, obra de las manos de Dios, y la luna y las estrellas que El formó, él alaba al Señor: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos”. Vio que los cielos cuentan la gloria de Dios y que la tierra declara la dulzura de Su nombre. Por medio de la creación conoció a Dios y Su voluntad con respecto a toda la tierra.
En otra ocasión, el salmista del Salmo 19 descubrió que aunque en este universo, “no hay lenguaje, ni palabras, [sin embargo,] por toda la tierra es oída su voz” (vs. 3-4). Por toda la tierra salió su voz, y al extremo del mundo sus palabras. Por lo tanto, los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Esto muestra cómo el salmista conoció la voluntad de Dios a través de Su creación.
Si deseamos entender la voluntad de Dios, no podemos descuidar Su creación. Tenemos que ensancharnos a tal grado que reconozcamos que Dios nos habla a través de todas las cosas. Todo el que ama a Dios y le sigue debe ser traído en algún momento al lugar donde pueda comprender la voluntad de Dios en este universo. Primero, tal comprensión de la creación ensanchará su corazón. El universo lo ensanchará para que llegue a ser un hombre universal. Así, él puede leer la voluntad de Dios desde un terreno alto y elevado y desde la eternidad. Segundo, no se preocupará por asuntos de poca importancia. No discutirá con otros con el objetivo de ganarse un dólar en un negocio, ni descuidará la obra de Dios en toda la tierra por estar demasiado preocupado por la situación y la necesidad de su propia localidad. De hecho, podrá decir como el escritor en el Salmo 8: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” Cada día él obrará fielmente en favor de su iglesia local, sin embargo, su corazón se ensanchará para incluir la carga de todas las iglesias que hay en la tierra. Tercero, en su interés por la obra y por el mover del Señor, será guiado con facilidad en cualquier momento y lugar; toda la tierra es su jurisdicción, y todas las almas son el objeto de su labor. Puede ser guiado a mostrar inquietud por una iglesia lejana así como por una cercana. La obra del Señor en toda la tierra ha venido a ser la meta de su interés.
Qué tristeza decir que en la actualidad hay muchos hermanos y hermanas que nunca han leído la creación de Dios para conocer la voluntad de Dios. Mientras tanto, ellos ponen atención diaria a los eventos de su pequeño círculo. Ellos en sí mismos son su propio universo, su todo. Están completamente atrapados en sí mismos. Por consiguiente, cada vez que buscan entender la voluntad de Dios, su pequeño yo es su único punto de partida y su única base. Lo que se preguntan es: ¿Debo enseñar en cierta escuela? ¿Debo considerar casarme con cierta hermana? ¿Debo tomar el tren o el avión para viajar a cierto lugar? ¿Debo ver cierto doctor, o ir a cierto hospital con respecto a mi dolencia? Todo el día, los hijos de Dios se preguntan acerca de la voluntad de Dios con respecto a tales asuntos de la vida cotidiana. De hecho, estos asuntos no merecen ser enumerados bajo la categoría de la voluntad de Dios. No son la voluntad de Dios. ¿Tiene que ver la voluntad de Dios con nuestra comida y nuestro vestido, nuestro matrimonio y ocupación, nuestra sanidad y vivir en paz? Si nuestros ojos han sido abiertos por el Señor, veremos que nuestro concepto común acerca de la voluntad de Dios no tiene nada que ver con Dios mismo. Ciertamente ésta no es la voluntad de Dios que se menciona en la Biblia.
Lo extraño es que los cristianos de hoy están ocupados con muchas cosas que no se mencionan en la Biblia. En contraste, hay muchas cosas mencionadas en la Biblia que son desconocidas para ellos. Este es el caso de muchos en cuanto al conocimiento de la voluntad de Dios. La Biblia nunca nos dice que pongamos continua atención a enfermedades, ocupaciones, viajes, y otros asuntos pertenecientes a nuestro vivir, y que busquemos la voluntad de Dios con respecto a ellos. Sin embargo, muchos cristianos están completamente ocupados con estos asuntos. Cada vez que la voluntad de Dios se menciona en la Biblia, está relacionada con el deseo que hay en el corazón de Dios, Su plan, Su obra en esta tierra, Su iglesia, el Cuerpo de Cristo, etc., todos éstos son asuntos de gran importancia y valor eterno. Rara vez hemos visto o escuchado que se mencionen estas cosas entre los hijos de Dios.
Por ejemplo, un hermano puede testificar acerca de cierto artículo de su propiedad; que se lo tomaron prestado hace mucho tiempo y no se lo han devuelto. Por eso, él ora al Señor, y después de algunos días el artículo le es devuelto. El está muy contento y alaba al Señor sobremanera. Cuando oímos este tipo de testimonio nuestro corazón gime. Este tipo de persona no ha visto ni el cielo ni la tierra. Está completamente envuelto en sí mismo. Todo lo que ve es sus pequeños beneficios terrenales. Cuando busca la voluntad de Dios, nunca puede olvidarse de sí mismo ni separarse de sus intereses egoístas de ganancia. Esta clase de persona no está calificada para hablar de la voluntad de Dios.
Si alguien quiere hablar de la voluntad de Dios, primero debe salirse de sí mismo. Aun más, para salirse de sí mismo y entender la voluntad eterna y elevada de Dios, debe escudriñar la creación con atención. El hombre debe estudiar detalladamente la creación para ser ensanchado, salirse de sí mismo, tocar un poco el deseo y el plan de Dios en este universo, y entender la voluntad de Dios. Cuanto más espiritual sea una persona, más conocerá a Dios en todas las cosas. Cuanto más profundo viva en el Señor, más entenderá la voluntad de Dios a través de la creación.
Dios le prometió a Abraham que él sería una gran nación y que sus descendientes serían como la arena del mar. Pero Abraham, todavía en su yo, no podía creer la palabra de Dios. El seguía creyendo que su esclavo Eliezer de Damasco sería su heredero. Por tanto, Dios lo llevó afuera y le dijo: “Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas” (Gn. 15:1-6). Dios entonces le prometió que su descendencia sería muy grande en número. Cuando Abraham vio, creyó. Puesto que él contempló la creación de Dios y se dio cuenta de las obras de Dios, halló fe. En aquel momento Dios le aceptó y fue reconocido justo ante los ojos de Dios.
Tomen, como ejemplo adicional, la historia de Job. Aunque Job fue afligido repetidas veces por la mano de Dios, no comprendió la intención de Dios porque estaba completamente en sí mismo. Sus discursos estaban llenos del “yo”, llenos de sí mismo. Así que, para sacarlo de sí mismo, Dios lo llevó a que mirara Su creación. En los capítulos del 38 al 41 de Job, Dios le preguntó repetidas veces a Job acerca de las cosas creadas en el universo. Allí finalmente, llegó a ver la grandeza y la trascendencia de Dios, y por lo tanto salió de sí mismo, diciendo con arrepentimiento de corazón: “¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?” (Job 42:3). Por cuanto vivía originalmente en sí mismo, la voluntad de Dios estaba oscurecida para él. Ahora, puesto que salió de sí mismo, vio a Dios y entendió Su voluntad. De manera que fue a través de la creación de Dios que Job fue librado de sí mismo y tocó la voluntad de Dios.
Puesto que la comprensión de la voluntad de Dios tiene mucho que ver con nuestro conocimiento de Su creación, necesitamos un plan para estudiar la creación, como si estuviésemos asistiendo a la escuela. Debemos invertir tiempo para exponernos a la naturaleza con el propósito de comprender la voluntad de Dios. El estudio de la astronomía y la geografía serían muy útiles.
El segundo medio para conocer la voluntad de Dios es la Biblia. La creación es sólo una parte de la obra de Dios; no es lo suficientemente clara para revelar Su voluntad. La Biblia como la Palabra de Dios nos dice detallada y claramente qué es lo que Dios desea hacer en este universo y cuál es Su propósito. Por tanto, la Biblia es la revelación más clara con respecto a la voluntad de Dios. Debemos estudiar la Biblia y familiarizarnos con ella para conocer Su voluntad.
Sin embargo, muchos, cuando estudian la Biblia, no pueden cerciorarse de la voluntad de Dios. Por momentos, pueden tener alguna luz acerca de Su voluntad, pero sólo en asuntos triviales. Por ejemplo, extraen del libro de Efesios los puntos menores: el que hurtaba no hurte más, la esposa debe obedecer a su marido, el esposo debe amar a la esposa, los hijos deben obedecer a sus padres, y los padres no deben provocar a ira a sus hijos. Pero asuntos importantes tales como el plan de Dios, el misterio de Cristo, etc., nunca son descubiertos, porque la persona que lee la Biblia en esta manera es muy estrecha y está demasiado encerrada en sí misma. Estudia la Palabra de Dios desde su pobre punto de vista, y el resultado es como el que mira el cielo desde el fondo de un pozo; su visión está limitada al alcance de su estrecho ser.
Por lo tanto, el estudio de la creación y de la Biblia son inseparables. Si deseamos estudiar la Biblia, debemos primeramente estudiar la creación y permitir que el universo nos ensanche; entonces comprenderemos las cosas magníficas que están en la Biblia. De hecho, la Biblia misma está unida estrechamente a todas las cosas en el universo. En el principio leemos que Dios creó los cielos y la tierra, y al final leemos acerca del cielo nuevo y la tierra nueva. Todas las obras de Dios y Su voluntad tal como se revelan en la Biblia están estrechamente relacionadas con el universo. Por eso, en primer lugar, debemos estudiar el universo para que nuestro corazón sea ensanchado; entonces debemos estudiar la Biblia para que nuestra visión se amplíe. Así, seremos aquellos que tienen un entendimiento más claro de la voluntad de Dios.
Esta categoría de estudio también incluye literatura espiritual, mensajes, comunión espiritual, palabras de consolación, testimonios de los santos, etc. Todos éstos se originan en la Biblia y sirven como medios a través de los cuales Dios revela Su voluntad.
La tercera manera de conocer la voluntad de Dios es por medio de nuestro ambiente. Cuando hablamos de la creación de Dios, hacemos énfasis en el sol, la luna, las estrellas, todas las cosas que están en el cielo y en la tierra, y en la inmensidad de Su creación. Pero cuando hablamos del ambiente, estamos hablando de lo que nos rodea, incluyendo a las personas, las cosas y las circunstancias que afectan nuestra vida. El arregla y cambia nuestro ambiente para que nosotros podamos entender y obedecer Su voluntad. Por eso, debemos conocer la voluntad de Dios y Su dirección en nuestro ambiente.
Cuando fuimos por primera vez a Taiwán, parecía que el ambiente no ofrecía mucho para la obra del Señor. Más tarde, el Señor abrió nuestros ojos: vimos que en tiempos pasados era difícil predicar el evangelio en muchas provincias de la China continental. Sin embargo, la situación política había cambiado entonces, y muchas personas de toda clase de provincias habían sido reunidas en Taiwán ante nuestros ojos. ¿No era ésta una oportunidad perfecta para el evangelio? Si ayudábamos a estas personas a ser salvas, ¿no esparcirían el evangelio por toda China al regresar a sus provincias respectivas? Con esta visión, nos esforzamos de todo corazón en la obra del evangelio. Como resultado, el rápido crecimiento en número de nuevos creyentes incluía a muchos que provenían de todas aquellas provincias. Originalmente, ellos no tenían ni siquiera la oportunidad de oír el evangelio ni tenían interés alguno en el evangelio; en ese entonces el ambiente los había forzado a venir a Taiwán. Consecuentemente, fueron salvos. Esto es un buen ejemplo de cómo Dios logró Su voluntad a través de un cambio de ambiente. Cuando estamos alerta al ambiente que nos rodea, muchas veces podemos tocar la voluntad de Dios y conocer Su voluntad para hoy.
El cuarto medio a través del cual entendemos la voluntad de Dios es nuestro corazón, espíritu y mente. Dios creó estos órganos principalmente para que nosotros conociéramos Su voluntad. Aunque Dios haya preparado todas las cosas en el universo, incluyendo el ambiente que nos rodea, y aunque nos haya dado la Biblia, si fuéramos como una silla, sin corazón, espíritu, ni mente, no entenderíamos Su voluntad. Por lo tanto, estos tres órganos —corazón, espíritu y mente— son de gran importancia en nuestro entendimiento de la voluntad de Dios. La creación, la Biblia y el ambiente no son sino instrumentos para que Dios nos revele Su voluntad; mientras que el corazón, el espíritu y la mente son órganos para que comprendamos Su voluntad.
Cuando hablamos de estos tres órganos, nos referimos a las partes de la nueva creación. Ya que el corazón es un nuevo corazón, se inclina a Dios, le ama, le busca y le escoge. En vista de que el espíritu es un espíritu nuevo, puede tener contacto y comunión con Dios. Ya que la mente es una mente renovada, que tiene un entendimiento renovado, puede comprender e interpretar el sentir que obtiene mientras está en comunión, y por eso entiende la voluntad de Dios. Si nuestro corazón no es nuevo, si nuestro espíritu no es sensible y si nuestra mente no está clara, tendremos grandes obstáculos en el conocimiento de la voluntad de Dios. Los hombres que Dios ha usado grandemente a través de las generaciones son aquellos en quienes estos tres órganos han sido renovados, agudizados y aclarados.
El quinto medio a través del cual podemos entender la voluntad de Dios es el Espíritu Santo.
La creación y nuestro ambiente están fuera de nosotros; son confusos y no son fáciles de entender. La Biblia y los libros espirituales que tienen base en la Palabra de Dios son más prácticos, pero todavía son objetivos. Sin embargo, el Espíritu Santo entra en nosotros para revelarnos la voluntad de Dios; así que, esto es práctico y subjetivo. Además, los cuatro medios anteriormente mencionados a través de los cuales entendemos la voluntad de Dios son completamente dependientes de la obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo no nos inspira desde adentro, aun cuando nuestro corazón, espíritu y mente estén en perfecta condición, no podremos entender la voluntad de Dios a través de la creación y el ambiente. Tampoco podremos entender la revelación que Dios ha dado en la Biblia. La creación, el ambiente, y la Biblia son los medios materiales a través de los cuales Dios se revela a Sí mismo, pero es el Espíritu Santo quien hace que tengan significado para nosotros. Nuestro corazón, nuestro espíritu y nuestra mente son los órganos a través de los cuales entendemos la voluntad de Dios, pero es sólo por medio del Espíritu Santo que estos órganos pueden funcionar apropiadamente. Por tanto, sin el Espíritu Santo, los cuatro medios que hemos mencionado serán ineficaces en cuanto a revelar la voluntad de Dios.
No hay otros medios a través de los cuales podamos entender la voluntad de Dios fuera de los cinco mencionados anteriormente. Los sueños y visiones mencionados en la Biblia están incluidos en la categoría del Espíritu Santo y no se enumerarán separadamente.
Para poder entender la voluntad de Dios, tenemos que familiarizarnos con estas cinco categorías (1) la creación, (2) la Palabra de Dios, (3) nuestro ambiente, (4) nuestro corazón, espíritu, y mente y (5) el Espíritu Santo. Un conocimiento pleno de éstos hará ciertamente que nosotros conozcamos la voluntad elevada y eterna de Dios. Podremos cerciorarnos de que el plan eterno de Dios es usar este universo como una esfera y todas las cosas como un medio para ganar un grupo de personas para que sean el Cuerpo místico de Su Hijo, y para manifestar así Su gloria. Nos ha colocado en el mismo centro de Su plan de manera que podamos tener una posición en el Cuerpo de Su Hijo y lleguemos a ser Sus miembros. Por medio de conocer esto, veremos el presente a través de la eternidad y de los ojos de Dios; entonces nos preguntaremos inmediatamente: “¿Soy parte de este plan? ¿Qué clase de miembro soy yo en el Cuerpo?” De esta manera, podremos entender la voluntad de Dios.
Lamentablemente, muchos hermanos y hermanas, no sólo no han puesto atención a estos cinco medios, sino que no tienen el conocimiento de ellos. Ni siquiera le ponen atención al plan de Dios en este universo ni a la revelación de Dios en la Biblia, ni se preocupan con respecto a Su dirección en ellos por medio del Espíritu Santo. Su único interés es tener una vida maravillosa y apacible para sí mismos. Todo lo que se preguntan es: “¿Debo ir a cierto lugar?” O, “¿es la voluntad de Dios que haga cierta cosa?” ¿Cómo puede tal persona conocer la voluntad de Dios? Indiscutiblemente éste no es el entendimiento de la voluntad de Dios mencionado en la Biblia. Lo que la Biblia menciona es Su voluntad elevada y eterna, que sólo puede ser comprendida por aquellos que conocen estas cinco categorías. Que Dios nos conceda misericordia para que tengamos un cambio drástico en nuestro concepto acerca de Su voluntad.
Más aún, necesitamos practicar estos puntos. Primero, necesitamos estudiar la creación. A menudo debemos dejar nuestro ambiente inmediato y exponernos a la naturaleza, estudiándola y observándola cuidadosamente. Si es posible, debemos hacer viajes largos para ensanchar nuestro horizonte así como nuestra visión.
Segundo, necesitamos estudiar la Biblia. Debemos estudiar las verdades y revelaciones que son de gran importancia, poniendo especial atención a aquellos pasajes que tratan sobre el propósito eterno de Dios y Su plan místico.
Tercero, debemos estudiar nuestro ambiente. Aprenda siempre a comprender el significado del ambiente con sus circunstancias. Comprenda por qué Dios le ha puesto a usted en tal lugar para conocer cierta clase de personas bajo ciertas circunstancias. Necesitamos estudiar todo lo que nos rodea y la situación del mundo igualmente para entender la voluntad de Dios en el tiempo presente.
Cuarto, con respecto al corazón, el espíritu y la mente, debemos pedirle primeramente a Dios que nos dé un corazón que le ame, que se acerque a El, y que le anhele. Entonces, debemos siempre adorarle en nuestro espíritu, acercarnos a El y tener comunión con El. Además, necesitamos una mente renovada. Debemos aprender a abandonar el punto de vista de la gente mundana, así como también nuestro propio punto de vista egoísta, para poder asir la mente de Dios y Su punto de vista. La mente de algunos hermanos y hermanas están ocupadas con asuntos financieros, la vestimenta, los negocios y los niños; nunca se concentran en asuntos pertenecientes a Dios. Por lo tanto, su entendimiento acerca de la voluntad de Dios parece ser torpe y lento. Esto es desafortunado. Nuestras mentes deben estar siempre fijas en las cosas de Dios para que podamos ser enseñados por Dios y para que el Espíritu pueda invadir más nuestra mente, haciéndola así una mente espiritual. Finalmente, como resultado, comprenderemos fácilmente el sentir de nuestro espíritu y entenderemos las cosas espirituales. Sin embargo, esto depende de la práctica constante.
Por último, debemos atender cuidadosamente al Espíritu Santo. Debemos siempre percibir el mover del Espíritu Santo y entender Su revelación dentro de nosotros. Nuestra condición siempre debe ser adecuada ante el Señor de manera que el Espíritu Santo pueda hablar y revelarse a nosotros. Es sólo mediante el Espíritu Santo que Dios nos manifiesta el significado del universo y nos revela las verdades de la Biblia. Mientras busquemos al Señor para que haga esto, conoceremos Su intención y nuestra posición en Su plan.
En todas estas categorías, necesitamos estar constantemente ejercitados y aprender continuamente para poder usarlas como medios para entender la voluntad de Dios en nuestra experiencia.
Hemos visto la definición de la voluntad de Dios y los medios a través de los cuales Dios revela Su voluntad. Ahora consideraremos el camino o el procedimiento que nos lleva a conocer la voluntad de Dios. En otras palabras, ¿cómo podemos entender la voluntad de Dios? Hablaremos de lo relacionado con este camino por medio de dar los ocho pasos siguientes.
El primer paso es presentarnos como sacrificio.
Los primeros dos versículos de Romanos 12 revelan la manera más clara para conocer la voluntad de Dios: “Así que, hermanos, os ruego por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios ... para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Aquí, el presentar nuestros cuerpos y el conocer Su voluntad están unidos en un pasaje, puesto que presentarnos como sacrificio es la condición primordial para conocer la voluntad de Dios. Cuando un hombre se presenta como sacrificio, viene a estar calificado y tiene la base para conocer la voluntad de Dios.
¿Por qué tiene un hombre que presentarse como sacrificio para conocer la voluntad de Dios? Cuando un hombre no se ha presentado aún como sacrificio, él mismo es el centro de su vida y se ama a sí misma; aun su menor esfuerzo de proseguir en la esfera espiritual tiene como fin su propio placer y disfrute, o su recompensa futura. Sin embargo, no tiene interés en lo que Dios desea hacer en este universo y nunca se pregunta con respecto al propósito de la salvación que Dios le ha dado. Aparentemente, parece estar buscando la voluntad de Dios, pero de hecho está deseando que la voluntad de Dios lo satisfaga a él mismo. Cuando se enferma, le pregunta a Dios si debe ir a un doctor, porque cree que si su ida al doctor es la voluntad de Dios, él será sano de su enfermedad rápidamente. Antes de ir a un viaje de negocios, le pregunta a Dios si debe ir, porque cree que si el viaje es la voluntad de Dios, será bendecido y todo le irá bien. Estas personas sólo pueden entender su propia voluntad y no la voluntad de Dios; mucho menos pueden ellos comprender la voluntad elevada y eterna de Dios. Por lo tanto, si alguien desea conocer la voluntad de Dios, debe ponerse él y todo lo suyo en el altar como un sacrificio consagrado a Dios. El no hace las cosas para sí mismo, sino para Dios. El pone a un lado su propia profesión y entra en la economía de Dios. De esta manera le es posible conocer la voluntad de Dios. El altar es el único lugar y el único terreno sobre el cual el hombre puede comprender la voluntad de Dios.
Nuestra experiencia de seguir al Señor incluye dos etapas diferentes de consagración. En la primera etapa, la consagración es usualmente el resultado de ser tocados y constreñidos por el amor del Señor. En cuanto a la emoción, esta clase de consagración es correcta y aceptable para el Señor, pero en cuanto a la consagración misma, es insuficiente. Ya que la consagración en esta primera etapa es mayormente un asunto de la emoción, cambia de acuerdo a nuestro estado de ánimo. Así que, no es confiable ni estable.
Sólo después de cierto período de tiempo, cuando nuestra vida haya crecido, nuestro espíritu sea iluminado, y nuestra visión sea ensanchada, veremos gradualmente el plan de Dios en este universo y reconoceremos la obra de Dios en esta edad. Entonces, espontáneamente, tendremos una consagración más profunda por medio de ponernos en Su plan y de laborar de manera que se satisfaga Su necesidad y que contestemos Su llamado para esta edad. Esta es la segunda etapa de la consagración; es más profunda y más alta que la primera. Va más allá de nuestras emociones y nos introduce en la realidad de la consagración. Si deseamos comprender la voluntad de Dios, necesitamos esta clase de consagración profunda. El hombre tiene que ver la necesidad de Dios con respecto a Su plan y obra, y consagrarse a Dios; entonces tiene la base para comprender la voluntad de Dios.
Esta es la clase de consagración de la cual habla Romanos 12, esto es, presentar nuestros cuerpos a Dios. Este es el lado práctico de la consagración. Puesto que nuestro ser existe en el cuerpo, debemos presentar nuestro cuerpo a fin de que todo nuestro ser pueda ser dado a Dios en una manera práctica. Mucha gente tiene un corazón para consagrarse, pero debido a que su cuerpo físico no ha sido ofrecido, su consagración es inútil. La verdadera consagración significa que nuestro cuerpo ha sido presentado; no es un mero deseo ni un sometimiento verbal, sino una entrega total y práctica de nuestro ser a Dios.
El propósito de presentar nuestro cuerpo es convertirlo en un sacrificio vivo. Por el lado negativo, esto significa ser cortados de todas nuestras actividades pasadas. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, antes de que un buey fuera ofrecido como sacrificio, estaba en su propio lugar y actuaba de acuerdo a su deseo. Una vez que era puesto en el altar, no se movía más por su propio deseo, y sus actividades cesaban. El principio es idéntico cuando nos convertimos en un sacrificio vivo. Antes de estar consagrados a Dios, éramos como un buey o una oveja salvaje que vive en los bosques de las montañas; actuábamos completamente por nuestro propio deseo. Sólo cuando nos convertimos en un sacrificio vivo para Dios, cesamos de nuestras propias actividades para esperar el mandato de Dios.
El significado positivo de ser un sacrificio vivo es vivir para Dios y ser usado por Dios. Una vez que el animal para sacrificio en el Antiguo Testamento se convertía en un sacrificio, era degollado y luego completamente quemado. Podemos decir que era un sacrificio muerto. Sin embargo, en nuestro caso, después de que nos consagramos, aún estamos vivos; somos un sacrificio vivo. La diferencia es que en el pasado vivíamos para nosotros mismos, pero ahora vivimos para Dios. Antes procurábamos nuestro propio beneficio, ahora buscamos Su placer. Anteriormente, estábamos interesados en nuestros propios asuntos; ahora nuestra preocupación tiene que ver con la obra de Dios.
Si una persona se consagra como sacrificio vivo, y vive para Dios, entonces Dios se place en revelarle Su voluntad a fin de que pueda entenderla.
Los dos pasajes más importantes relacionados con conocer la voluntad de Dios son Romanos 12 y Mateo 16. El primero habla de la relación entre ser un sacrificio y entender la voluntad de Dios; el último habla de la relación entre la voluntad de Dios y la negación del yo. Al ser un sacrificio se resuelve el problema de vivir para nosotros mismos. Al negar el yo se resuelve el problema de vivir conforme a nosotros mismos. Si somos meramente un sacrificio y no nos hemos negado a nosotros mismos, aun cuando estamos viviendo para Dios, todavía vivimos de acuerdo a nuestras propias opiniones e ideas. Como tales, no podemos entender Su voluntad. Por consiguiente, la negación del yo es también un requisito básico para conocer la voluntad de Dios.
Mateo 16:21-24 revela tres secciones relacionadas con la negación del yo. La primera consta de los versículos 21 y 22, donde el Señor les mostró a los discípulos que El tenía que ir a la cruz y morir. Pedro reprendió al Señor, diciendo: “Señor ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Pedro quiso decir que el Señor debía tener compasión de Sí mismo y no aceptar la cruz. El Señor mencionó la cruz pero Pedro mencionó el yo. Estos dos son contrarios el uno al otro. La aceptación de la cruz significa la aniquilación del yo. Siempre que nos compadecemos a nosotros mismos, abandonamos la cruz.
Por eso, en la segunda sección el Señor reprendió a Pedro y le dijo, “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). Las “cosas de Dios” significa la voluntad de Dios. Esta reprensión contiene por lo menos dos explicaciones: Primero, si nos compadecemos de nosotros mismos, abandonando la cruz, esto es sin duda la obra de Satanás en nosotros. Satanás hace que el hombre se compadezca de sí mismo y rechace la cruz. Segundo, el Señor expuso dos cosas que se contradicen: la voluntad de Dios y el pensamiento del hombre. Puesto que la reprensión del Señor viene después de los versículos anteriores, la voluntad de Dios significa la cruz, y el pensamiento del hombre significa el yo. Cuando el hombre acepta la sugerencia de Satanás, se compadece de sí mismo y rechaza la cruz, el resultado es que no piensa en las cosas de Dios, sino en las cosas de los hombres.
Así que, el Señor concluye en la tercera sección: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). Aquí, otra vez el Señor recalca la oposición entre el yo y la cruz. Si deseamos seguir al Señor y obedecer Su voluntad, debemos por un lado negarnos a nosotros mismos y no pensar en las cosas del hombre, y por otro lado llevar la cruz y pensar en las cosas de Dios.
En Mateo 16, “el yo” indica las cosas del hombre. Las cosas del hombre incluyen varias clases de ideas, puntos de vista, percepciones y opiniones. Cuando el hombre toca nuestras ideas, puntos de vista, percepciones y opiniones, toca nuestro “yo”.
Nuestro ser natural está lleno del yo con sus ideas y opiniones. Aunque amemos al Señor celosamente y consagremos nuestro todo al Señor para servirle, todavía estamos llenos de nuestras propias ideas y opiniones. Siempre queremos hacer esto y aquello para el Señor; nunca cesamos de inquirir qué desea El que hagamos y cómo hacerlo. El concepto humano es que es bueno servir celosamente al Señor, pero según Mateo 16 esta clase de celo puede originarse en Satanás. Cuando Pedro tomó al Señor aparte y le dijo: “Señor, ten compasión de ti”, no se estaba oponiendo, sino amando al Señor. Sin embargo, la reprensión del Señor expuso que ésta era la inyección de Satanás. Cuando el hombre sirve a Dios por medio de su propio celo, es horrible y abominable ante los ojos de Dios. Debido a que Satanás se esconde dentro del hombre, la voluntad del hombre es siempre enemiga de la voluntad de Dios. Cuando él vive en sí mismo y hace algo para Dios según su propia idea y opinión, le es absolutamente imposible entender la voluntad de Dios.
Una vez más, la Palabra del Señor nos muestra que la voluntad de Dios y la voluntad del hombre siempre se contradicen la una a la otra. La voluntad del hombre es su yo, y la voluntad de Dios es la cruz. Cada vez que la voluntad de Dios es revelada al hombre, es como la cruz que da muerte al hombre. La voluntad de Dios mata principalmente el yo en el hombre. Mata las ideas, los puntos de vista, las percepciones, y las opiniones del hombre. Por consiguiente, la voluntad de Dios y el yo del hombre son siempre contrarios el uno del otro. Si estamos en nuestro yo, estamos fuera de la voluntad de Dios. Es imposible tener Su voluntad y mantener el yo. Cada vez que aceptamos la voluntad de Dios, esto mata el yo. Si nos paramos sobre la base de muerte aceptando la cruz, comprenderemos la voluntad de Dios. Todos los que no aceptan, o no están dispuestos a aceptar, la muerte de la cruz, no pueden entender ni recibir la voluntad de Dios.
La señorita M. E. Barber, quien sirvió al Señor en China, dijo que si uno está dispuesto a negarse a sí mismo y a rechazar su yo, ya ha transitado el noventa y nueve por ciento del sendero de conocer la voluntad de Dios, y el uno por ciento que falta es sólo conocerlo. Esto ha sido verificado en nuestra experiencia. Fuera de negar el yo, no hay ninguna otra manera de que comprendamos la voluntad de Dios.
Los requisitos básicos para conocer la voluntad de Dios son: (1) presentarnos como sacrificio, y (2) negarnos a nosotros mismos. El próximo paso es tratar con el corazón. Aunque este paso no es tan básico como los primeros dos requisitos, de todos modos es muy importante en cuanto a conocer la voluntad de Dios.
Como se dijo anteriormente, el corazón, el espíritu y la mente son órganos para que conozcamos la voluntad de Dios. La condición del corazón, ya sea que apunte en la dirección correcta o que esté ocupada con varias complicaciones, determina vitalmente nuestro conocimiento de la voluntad de Dios.
Las cuatro citas siguientes de las Escrituras muestran claramente la relación entre el corazón y el conocimiento de la voluntad de Dios, y especialmente la importancia de tratar con nuestros corazones.
1. 2 Corintios 3:16: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Si nuestro corazón no se vuelve al Señor, se convierte en un velo que nos cubre y nos impide ver la luz; así que, no tenemos manera de conocer la voluntad de Dios. Cuando nuestro corazón no se ha vuelto al Señor, no podemos ver. Pero cuando volvemos nuestro corazón al Señor, podemos ver. Por tanto, es necesario que nuestro corazón se vuelva absolutamente a Dios.
2. 2 Corintios 11:3: “Pero temo que ... se corrompan vuestros pensamientos, apartándoos de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo”. La falta de sencillez y pureza significa que estamos corrompidos y que tenemos otra meta fuera de Dios. Dios solo debe ser nuestra meta. Una vez que prestamos más atención a otras personas, asuntos y actividades, inmediatamente nuestro corazón se corrompe y, por ende, pierde su sencillez y pureza. Como consecuencia, no podemos entender la voluntad de Dios. Otra vez se nos dice que nuestro corazón tiene que estar absolutamente vuelto hacia Dios.
3. Mateo 6:21-23: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas”? Estos versículos mencionan primero el asunto de nuestro corazón interesado en el tesoro; luego siguen la luz y las tinieblas que tienen que ver con el ojo. Si nuestro corazón está fijo en Dios, nuestra visión será clara; si nuestro corazón está puesto en otros asuntos, nuestro ojo será maligno y no podrá ver la voluntad de Dios. Aquí, nuevamente se nos exhorta a que tengamos un corazón absolutamente vuelto hacia Dios.
4. Mateo 5:8: “Bienaventurados los de puro corazón: porque ellos verán a Dios”. Los de puro corazón son los que no tienen mezcla en su corazón. Su corazón es sencillo y puro, y no desean otra cosa sino a Dios. Mucha gente busca y desea muchas cosas aparte de Dios mismo. Por consiguiente, por carecer de un corazón puro, no pueden ver a Dios ni entender Su voluntad. Por medio de esto podemos ver que nuestro corazón tiene que estar totalmente vuelto a Dios y no desear nada sino a El.
Estos cuatro pasajes muestran que la relación entre el corazón y conocer la voluntad de Dios está determinada por la condición del corazón, es decir, si está absolutamente vuelto hacia Dios. Así como la brújula, no importa los cambios que haya en el ambiente, siempre apunta hacia el norte, así también nuestro corazón debe volverse siempre hacia Dios y tomar a Dios como su meta. De esta manera, podemos comprender la voluntad de Dios. Lamentamos, sin embargo, que haya muy pocos hijos de Dios cuyos corazones están absolutamente vueltos hacia El. Los corazones de la mayoría están vueltos a la izquierda o la derecha; nunca están absolutamente vueltos hacia Dios en sencillez. Estas personas, no sólo no ven a Dios, sino que su consagración y negación del yo son un problema. Puesto que su corazón no está correcto para con Dios, su consagración está llena de reservas, y su yo retiene obstinadamente sus propias ideas y opiniones. Por eso, les es imposible entender la voluntad de Dios.
Tratar con el corazón, aunque no es tan básico como la consagración y la negación del yo, es sin embargo, muy delicado y profundo. Debemos traer todos los detalles y áreas escondidas de nuestro corazón a la luz de Dios, permitiendo que el Espíritu Santo nos examine y nos corrija hasta que nuestro corazón sea completamente dirigido hacia Dios, y desee y escoja solamente a Dios.
Una vez que nuestro corazón tiene a Dios como su meta, podemos tocar la voluntad de Dios en una manera práctica. En este momento debemos ejercitar nuestro espíritu. Debido a que Dios y Su voluntad son inseparables, y puesto que Dios mora como el Espíritu Santo en nuestro espíritu, nuestra primera práctica en comprender la voluntad de Dios debe ser el ejercicio de nuestro espíritu para tocar el sentir del Espíritu Santo en las profundidades de nuestro espíritu. Bajo condiciones normales este sentir de nuestro espíritu es la voluntad de Dios.
Sin embargo, nuestro problema no es sólo que nuestro corazón no es absoluto, sino también que nuestro espíritu es demasiado débil. Un corazón que no es absoluto hace que nos confundamos y no tengamos claridad acerca de la voluntad de Dios. Un espíritu débil hace que estemos aturdidos y embotados en cuanto a conocer la voluntad de Dios. Esta es la razón por la cual cuando la voluntad de Dios nos es revelada, estamos frecuentemente inconscientes de ello.
Por lo tanto, para conocer la voluntad de Dios nuestro espíritu debe ser fortalecido por medio de la práctica de ejercitarlo constantemente. La mejor forma de hacer esto es tener mucha comunión y oración con el Señor. Si podemos apartar una hora al día para entrar en la cámara secreta para orar y tener comunión con el Señor, después de cierto período de tiempo, nuestro espíritu estará, ciertamente, más fortalecido y será muy sensitivo.
Además de apartar cierto tiempo para orar y tener comunión con el Señor, necesitamos ejercitar nuestro espíritu en todos los asuntos de nuestro diario vivir. Por un lado, necesitamos negarnos a nosotros mismos para percibir el sentir del Espíritu Santo; por otro lado, necesitamos andar en obediencia a este sentir. Por ejemplo, si alguien hablara de negocios con nosotros, nuestra disposición natural expresaría inmediatamente nuestro propio sentir y opinión. Sin embargo, si ejercitamos nuestro espíritu para rechazar nuestro sentir y opinión, y buscamos lo que piensa Dios en nuestro espíritu, tocaremos el sentir de Dios con respecto a este mismo asunto. Una vez que obtengamos este sentir y tengamos claridad acerca de lo que Dios quiere, hablaremos y actuaremos de acuerdo con este sentir. No emplearemos artimañas ni astucia, sino que meramente nos conduciremos de una forma veraz conforme al espíritu. Como resultado, tal ejercicio de nuestro espíritu nos llevará a tener un espíritu fortalecido y más sensible. Así pues, conocer la voluntad de Dios no es difícil.
Después de haber tenido contacto con Dios y de haber obtenido el sentir de nuestro espíritu, todavía necesitamos nuestra mente para interpretar y comprender Su voluntad de forma práctica. De lo contrario, el sentir de nuestro espíritu es sólo una carga desconocida, y no tiene significado para nuestro entendimiento. En consecuencia, no conoceremos la voluntad de Dios. Por ejemplo, si escuchamos un discurso dado en un idioma que no conocemos, escuchamos la voz, pero si nuestra mente tiene poco entrenamiento en ese idioma, no podemos ni interpretar el significado ni entender la intención del orador. Así que, la interpretación por medio de la mente es un factor indispensable en el entendimiento de la voluntad de Dios. Si nuestra mente no ha sido entrenada en las cosas espirituales, no tendremos acceso a esta esfera, ni tendremos manera de entender la voluntad de Dios.
Es lamentable que en muchos hermanos y hermanas exista una enorme carencia de entrenamiento de la mente en la esfera espiritual. Algunos hermanos, cuando están prediciendo las fluctuaciones del mercado de valores y calculando las ganancias y las pérdidas, tienen mentes muy diestras. Además, algunas hermanas, cuando charlan con sus vecinas, muestran una mente muy activa. Pero cuando se sientan en una reunión y escuchan un mensaje, son incapaces de entenderlo. No es que no estén dispuestos a escuchar, ni que el mensaje sea muy profundo, sino que su mente simplemente no puede captar el contenido espiritual. Aun cuando se esfuercen por concentrarse, pronto estarán soñolientos y se dormirán. Su mente no ha sido entrenada en las cosas espirituales; por lo tanto, son muy ignorantes y están embotados.
El entrenamiento de la mente es obra del Espíritu Santo. Cuanto más el Espíritu Santo renueve nuestra mente, más espiritual viene a ser y más puede cooperar con nuestro espíritu. También tenemos la responsabilidad de ejercitar nuestra mente en los asuntos espirituales, poner nuestra mente en ellos, siempre volvernos al espíritu poniendo atención a los movimientos internos. En esta forma, puesto que nuestra mente está siempre en contacto con la esfera espiritual, viene a ser sensible y viviente en entender el sentir en nuestro espíritu y, por ende, entiende la voluntad de Dios.
Un entendimiento práctico de la voluntad de Dios en nuestro diario vivir, demanda comunión con Dios. Aquellos que carecen de comunión con Dios, son incapaces de entender la creación y la Biblia. Además, no pueden tener un corazón, un espíritu o una mente normal; tampoco pueden tocar el sentir del Espíritu Santo o ser guiados por El. La comunión con Dios es una de las claves vitales para entender Su voluntad. Una persona que entiende la voluntad de Dios debe ser una persona que tiene comunión continua con El.
Apartar cierto tiempo para la oración y la comunión con Dios, no es suficiente; debemos tener comunión continua a lo largo de nuestro diario vivir. Además, necesitamos crecer y tocar al Señor cada vez más a través de esta comunión.
Cuando tocamos al Señor en la comunión, tenemos, como resultado, un sentir interno. Debemos estudiar este sentir para entender la voluntad de Dios.
Sin embargo, por lo general tenemos un problema común que nos hace incapaces, ya sea para comprender el sentir o para entenderlo con precisión. El problema es que no creemos lo que sentimos. Como de costumbre, analizamos demasiado el sentir, temiendo que no sea de Dios o que sea un sentir erróneo. A menudo nuestro temor no es que estemos mal o que estemos pecando contra Dios, sino que el resultado no sea para nuestro provecho. Tal temor prueba que estamos considerando nuestra propia ganancia o pérdida. Si es así, esto hará difícil que entendamos la voluntad de Dios.
Por consiguiente, cada vez que tocamos el sentir de nuestra comunión con el Señor, mientras no haya un conflicto obvio con lo que la Biblia enseña, debemos creerlo y aceptarlo como de Dios. Aunque a veces, por causa de nuestra niñez espiritual, aceptamos equivocadamente el sentir, aún así, tenemos que creer que Dios nos guardará en Su mano a pesar de que estemos equivocados. Aunque podamos estar equivocados en cierto asunto, con todo, nuestro ser y nuestro espíritu permanecen correctos, y Dios aun está complacido con nosotros.
Además, hay otro factor que nos impide comprender este sentir, esto es, el yo, el cual incluye nuestras opiniones, ideas, prejuicios y conceptos. Estas cosas viejas dentro de nosotros siempre nos impiden estudiar el sentir que obtenemos durante la comunión o nos impiden tener un entendimiento puro de él, y por tanto, nos impiden que tengamos una percepción clara de la voluntad de Dios. Por eso, necesitamos tratar severamente para que no seamos atados o afectados por el yo. Esto permite al Espíritu Santo darnos libremente el sentir y la dirección de la voluntad de Dios de forma clara e ilimitada.
Otra manera de conocer la voluntad de Dios es estudiar la Biblia, porque Dios se ha revelado a Sí mismo y Su voluntad a través de Su Palabra. Necesitamos estudiar cuidadosamente las grandes revelaciones de Dios, tales como Su plan misterioso, el Cuerpo de Cristo, etc. Necesitamos estudiar también los principios secundarios que hay en la Biblia, tales como aquellos con respecto a vestir, comer, gastar dinero, etc., y así también las enseñanzas, los cuadros, los ejemplos, las profecías y los tipos. No sólo debemos estudiar las Escrituras diariamente, sino también en ocasiones especiales. Por ejemplo, cuando un hermano que estudia la Biblia diariamente está considerando casarse, debe estudiar también los principios, las enseñanzas detalladas, y los ejemplos de matrimonio dados en la Biblia. Entonces necesita aplicarlos para darse cuenta de la voluntad de Dios acerca del matrimonio.
Además, debemos prestar atención a los mensajes dados en las reuniones, leer libros espirituales, y prestar atención a los diferentes tipos de comunión y de compartir. Ya que su fuente se encuentra en la Biblia y son muy aplicables y prácticos en revelar la voluntad de Dios, se les debe prestar atención.
No es suficiente que conozcamos la voluntad de Dios como se revela en Su Palabra. Debemos aplicar también los principios y detalles en nuestra vida diaria. Por supuesto, cuando aplicamos los principios, necesitamos la unción. Entonces no estaremos meramente siguiendo la regulación de las letras, sino que estaremos en la luz de vida andando conforme al espíritu.
Para conocer la voluntad de Dios de manera más completa necesitamos estudiar el ambiente. Recuerde que el ambiente también es un medio por el cual Dios revela Su voluntad. Cuando Dios nos dirige y nos guía de acuerdo a Su voluntad, normalmente arregla el ambiente apropiado con este propósito. Por ejemplo, después que Jacob estuvo veinte años con su tío, Labán, Dios quiso que volviera a la casa de su padre. Por esto, hizo que los hijos de Labán hablaran palabras contra Jacob, lo cual resultó en que Labán cambiara su semblante para con él (Gn. 31:1-3). A través de esto, Dios mostró Su voluntad a Jacob. El ambiente es siempre un medio por el cual Dios revela Su voluntad y es también una prueba de Su voluntad. Por consiguiente, si queremos conocer la voluntad de Dios, necesitamos observar el ambiente que El arregla para nosotros.
El ambiente es práctico y consta de muchas fases; por lo tanto necesitamos buscar el significado espiritual y la voluntad de Dios en las muchas fases. El ambiente práctico incluye la gente a nuestro alrededor y la existencia de situaciones con sus múltiples variaciones. Un cristiano que busca conocer la voluntad de Dios, no sólo debe estudiar (1) su sentir interno, y (2) la Biblia externa, sino también (3) el ambiente a su alrededor. Si uno aprende a estudiar estos tres aspectos cabalmente, está en gran medida, en la voluntad de Dios.
Comenzando con obedecer la enseñanza de la unción, la experiencia espiritual de un cristiano progresa gradualmente hacia un terreno más alto. Cuando llegamos a la experiencia de conocer la voluntad de Dios, el crecimiento espiritual y trato estricto con el yo que requiere dicha experiencia, sobrepasa todas las lecciones anteriores. Si alguien está viviendo en el yo y hace todo por el yo, es imposible que conozca la voluntad de Dios. Puesto que la voluntad de Dios es elevada y eterna, el hombre debe salir de su pequeño círculo y entrar al círculo amplio de Dios. Esto es como si él fuera introducido en el gran círculo de Dios a fin de que vea el plan eterno de Dios y su parte en él. Esto hará que se niegue a sí mismo y que ponga su yo a un lado para cumplir la voluntad de Dios.
Esta comprensión elevada, una vez que sea establecida en la vida de alguien, resolverá todas las dificultades básicas en cuanto a conocer la voluntad de Dios. Entonces él podrá ser regulado por la voluntad de Dios en su vivir diario y práctico, es decir, lo que Dios quiere que haga y la forma en que debe vivir y comportarse. Debido a que está consagrado al Señor y se ha comprometido con Su plan eterno, cuando tiene comunión con Dios, experimenta espontáneamente la unción y sabe lo que debe hacer. Entonces todos los sentimientos que experimenta en comunión con Dios pueden ser contados como Su voluntad. No estudia solamente las grandes revelaciones y verdades de la Biblia, sino que también estudia las enseñanzas y principios secundarios de la vida y conducta del creyente de manera que él pueda conocer la voluntad de Dios en todas las cosas. Además, siempre vigila su ambiente y el arreglo soberano de Dios. Después de que combina todos estos factores, puede entender claramente la voluntad de Dios.