
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en la primavera de 1978.
El segundo misterio se halla en el versículo 20, que dice: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Aquí vemos que el deseo de Pablo, sin importar lo que le sucediese, era que Cristo fuese magnificado en su cuerpo. ¿Qué significa el hecho de que Cristo sea magnificado? ¿Significa que Cristo se hace más grande? De por sí, Cristo ya es grande e ilimitado. ¿Acaso necesita ser agrandado? Efesios nos dice que Cristo es Aquel que todo lo llena en todo (1:23). ¡Cuán grande es Él! Hace muchos años algunos astrónomos dijeron que una galaxia está conformada por doscientos cuarenta millones de sistemas solares, y que tan solo en el centro del universo hay cuarenta billones de galaxias; sin embargo, la Biblia dice que Cristo todo lo llena en todo. Y a pesar de que Cristo es tan vasto, Él aún necesita ser magnificado.
En el versículo 21 Pablo dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”, y en el versículo 23 dijo que su deseo era partir y estar con Cristo. Así que, en un versículo Pablo dice que para él su vivir era Cristo, pero en otro versículo dice que quería partir y estar con Cristo. ¿En ese momento estaba Cristo con Pablo o no estaba con él? Sin duda alguna Cristo estaba presente con Pablo. ¿Por qué entonces Pablo aún esperaba estar con Él? Esto es un misterio. La experiencia que tenemos de Cristo es completamente un misterio.
Cuanto más misteriosos seamos, mejor. Sin embargo, este misterio debe reflejarse en nuestro vivir, y no ser una mera actuación. Nuestro vivir cristiano es un misterio. Nuestro amor y humildad cristianos también son misteriosos. La humildad que enseñaba Confucio no era un misterio. Pero cuando los cristianos expresamos la humildad en nuestro vivir, dicha humildad es misteriosa. Todo aquello que procede de nuestro interior y manifestamos en nuestro vivir debe ser misterioso. Respecto a nuestra humildad, los demás debieran decir: “No podemos explicar la clase de vida que esta persona lleva. Aunque es humilde, su humildad es diferente de los demás. Su amor también es diferente. Pareciera que no ama a nadie, pero de hecho ama a los demás. Su amor es misterioso; pareciera que no tiene límites”. Aunque el amor humano es limitado, el amor apropiado que expresa un cristiano en su vivir es ilimitado. Por esta razón, es un misterio.
A menudo he escuchado a la gente decir: “Sencillamente no puedo aguantar más esta situación. Esta situación ha agotado toda mi paciencia”. Si nuestra paciencia puede agotarse, eso demuestra que no es la paciencia de Cristo. Nosotros, los cristianos, debemos expresar en nuestro vivir una paciencia que es ilimitada. Cuanto más las circunstancias vengan a agotar nuestra paciencia, más pacientes seremos, pues nuestra paciencia es inagotable. Esto es un misterio, pues hace que otros se maravillen y se pregunten cómo podemos ser tan pacientes.
Magnificar a Cristo es expresarle sin limitaciones; es mostrarle a todo el universo que el propio Cristo que es nuestra vida y por quien vivimos es ilimitado. Según el concepto humano, Cristo es una persona limitada; pero cuando las personas nos vean viviendo por Él, comprenderán que Él no es limitado. Si el apóstol Pablo no hubiera sido encarcelado, nadie habría sabido lo ilimitado que Cristo es. Fue por medio del encarcelamiento de Pablo que el Cristo por el cual Pablo vivía fue expresado como una persona ilimitada. Debido a que Cristo mismo era la perseverancia de Pablo, habría sido imposible agotar su perseverancia, no importa cuánto tiempo hubiera estado en la cárcel. Por consiguiente, su perseverancia era inagotable e ilimitada. A veces los cristianos les piden a otros que oren por ellos porque sienten que su perseverancia ha llegado a su fin. Esa no es la perseverancia cristiana, pues no es la perseverancia magnificada. El Cristo a quien experimentamos como perseverancia no puede ser agotado. Si vivimos por Él, Él será magnificado; es decir, Él manifestará el hecho de que es inagotable. Debido a que Cristo era la perseverancia de Pablo, ésta era ilimitada. Esta perseverancia ilimitada es la magnificación del Cristo ilimitado. Para el universo, esto es un misterio.
Al igual que la perseverancia, nuestra fidelidad, paciencia y humildad también deben ser ilimitadas. Cualquier atributo que manifestemos al vivir por Cristo será ilimitado y, por ende, será misterioso. Esto nos permite ver la diferencia entre las virtudes humanas y las virtudes que son la magnificación de Cristo. Todas las virtudes humanas son limitadas. Por ejemplo, tarde o temprano la tolerancia humana se agotará; pero la magnificación de Cristo que expresamos en nuestro vivir no puede ser agotada. Este misterio subyuga al diablo, a los demonios y a todos los ángeles malignos. También convence a todas las personas. Cualquier ser humano apropiado quedará convencido al ver la magnificación de Cristo. Nuestra paciencia cristiana es un misterio debido a que es la magnificación de Cristo. No es simplemente Cristo hecho manifiesto, sino más bien, Cristo manifestado como una persona ilimitada.
Incluso la manera en que perdonamos a otros necesita ser la magnificación de Cristo. En Mateo 18 Pedro le preguntó al Señor cuántas veces debía perdonar a su hermano. Le preguntó si debía perdonarlo hasta siete veces. Pero el Señor le dijo que debía perdonarlo hasta setenta veces siete. Éste es el perdón inagotable. Tal perdón es la magnificación de Cristo. Nuestro perdón es Cristo mismo, quien es inagotable. Es por ello que a través de los años podemos perdonar a otros una y otra vez. Este perdón ilimitado es Cristo magnificado en nosotros.
Debido a que las virtudes cristianas deben ser inagotables, Dios a menudo no reducirá nuestros sufrimientos, sino que más bien los aumentará, a fin de que Cristo sea magnificado. Es necesario que suframos a fin de que Cristo sea magnificado. Supongamos que usted orara: “Oh Dios, Padre mío, Tú eres bondadoso y misericordioso. Tú sabes que no puedo soportar muchas cosas. Por favor, reduce mis sufrimientos”. Si Dios respondiera a su oración, reduciendo su sufrimiento, Cristo no sería magnificado. Necesitamos los sufrimientos a fin de que Cristo sea magnificado. A medida que nuestros sufrimientos aumentan, Cristo es magnificado cada vez más. No se preocupe por averiguar qué clase de sufrimientos nos permiten magnificar a Cristo. En lugar de ponernos a analizar esto, sencillamente debemos amar al Señor y experimentarlo.
A medida que nuestros padecimientos aumentan, es posible que pensemos que nuestro Padre celestial es cruel y despiadado con nosotros. Sin embargo, recordemos que estas palabras acerca de magnificar a Cristo las dijo alguien que estaba en la cárcel. Cuanto más tiempo pasaba en la cárcel, más magnificaba a Cristo. Magnificar significa engrandecer. Como ya dijimos, magnificar a Cristo significa expresarlo como Aquel que es ilimitado. Él es magnificado a medida que aumentan nuestros sufrimientos. No debemos tener temor de sufrir, puesto que es un gozo magnificar a Cristo por medio de los sufrimientos. Muchos maestros del cristianismo se han dado cuenta que el libro de Filipenses es un libro de gozo. En este libro Pablo nos dice una y otra vez que nos regocijemos en el Señor. Cuando estamos en un ambiente agradable, tal vez no sea tan significativo decir que estamos gozosos. Sin embargo, es muy significativo que nos regocijemos mientras estamos en una cárcel.
La experiencia que tenemos de Cristo es un misterio, y todo lo que experimentamos de Cristo es ilimitado. Si recibimos esta visión, ésta no sólo regulará nuestra vida, sino que también fortalecerá nuestro andar cristiano. La intención de Dios es magnificar a Cristo por medio nuestro. La vida de iglesia es la suma total de nuestro vivir cristiano. Todos nosotros vivimos a Cristo; por lo tanto, cuando sumamos el vivir cristiano de todos, el resultado es la vida de iglesia. Nuestra vida cristiana es un misterio, y todo lo que expresamos de Cristo en nuestro vivir también es un misterio. Todos somos personas misteriosas debido a que Cristo vive en nosotros. Por ejemplo, si hablamos por Cristo, nuestro hablar por Cristo es un misterio. Sin embargo, aunque es un misterio, no deja de ser un hecho. Todo lo que experimentamos de Cristo hoy, es un misterio. Día tras día, nuestro vivir es misterioso. Por esta razón, cuando nos reunimos todos como iglesia, somos un completo misterio. La suma de todos estos misterios es la vida de iglesia. Este misterio da a conocer a Aquel que es ilimitado.
A fin de que Cristo pueda manifestarse por medio de nosotros, Él primero debe estar en nosotros. Pablo dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Esto significa que nosotros podemos vivir de tal manera que sea Cristo. Además, mientras vivimos para ser Cristo, esperamos estar con Él. Por lo tanto, Cristo está presente y al mismo tiempo ausente. Esto es un misterio que muestra que Cristo es ilimitado. Debido a que nosotros somos personas limitadas, no podemos estar presentes y a la vez ausentes. Pero puesto que el Cristo que experimentamos es ilimitado, Él puede estar presente y al mismo tiempo ausente.
El Cristo a quien experimentamos y por quien vivimos es diferente de lo que pensamos que Él es. Experimentar a Cristo y vivir por Él es un misterio. Si usted piensa que está experimentando a Cristo, es posible que no lo esté experimentando. Pero si cree que no lo está experimentando, probablemente sí lo está experimentando. Mientras lo experimenta, usted tal vez no sienta que lo está experimentando. Él no sólo es misterioso, sino también abstracto, invisible e intangible. Cuando usted siente que quiere rechazar a Cristo y abandonarlo, tiene cierto sentir en su interior. Este sentir es diferente del sentir que normalmente tiene. Por otra parte, es posible que en ese momento usted no sienta que está experimentando a Cristo, sino que más bien, está teniendo una experiencia que es suya. No se deje robar, pues de hecho, podría estar experimentando a Cristo. Sin embargo, cuando usted abandona a Cristo y desiste de Él, tiene un sentir muy diferente. Cuando usted tiene ese sentir, entonces se da cuenta que en realidad había estado experimentando a Cristo. Esto muestra que la experiencia que tenemos de Cristo es misteriosa.
Los que están en el movimiento pentecostal a menudo tratan de presentar a Cristo como una persona que no es misteriosa. Pero todo lo que no sea misterioso, tampoco es real. Si su experiencia no es misteriosa, entonces no es una verdadera experiencia de Cristo. Cristo está aquí, y a la vez no está. Lo mismo sucede con Dios. La Biblia nos dice que ningún hombre ha visto a Dios jamás; sin embargo, Él se apareció a los hombres. Es difícil saber si Cristo es una persona abstracta o concreta. Las personas siempre tratan de presentar al Cristo misterioso como una persona tan concreta que deja de ser misteriosa. Pero eso es una actuación falsa.
En el pasado muchos de nosotros afirmamos haber tenido experiencias maravillosas. Pero después de cierto tiempo, dejamos de considerar maravillosas dichas experiencias. Al contrario, nos dimos cuenta de que eran meramente una actuación. Por otra parte, aunque en la vida de iglesia quizás no tengamos experiencias que calificaríamos de maravillosas, no podemos negar que hemos experimentado a Cristo. Hemos experimentado algo que no puede ser borrado de nuestro ser. Esto es Cristo como nuestro misterio.
Este tipo de experiencia misteriosa produce el verdadero crecimiento en la vida divina. De hecho, las experiencias que la gente considera maravillosas, no nos ayudan a crecer en vida; pero, las experiencias misteriosas que tenemos de Cristo son las que nos ayudan a crecer.
La experiencia que tenemos de Cristo es totalmente un misterio, y esta experiencia es ilimitada, puesto que es Cristo magnificado. Debemos cuestionar cualquier experiencia que, en vez de ser misteriosa, se pueda entender fácilmente. Las verdaderas experiencias no se pueden entender, pues son misteriosas. Supongamos que alguien dijera: “Sencillamente no sé que me pasó ayer. No sabría decir si amaba o no al Señor. Sencillamente no lo sé. Si digo que amaba al Señor, dentro de mí sentiré una voz que me acusa y me dice que no lo amaba; pero si digo que no amaba al Señor, estaría diciendo una mentira. Así que, amo al Señor, pero no me atrevo a decir que lo amo”. Ésta es una verdadera experiencia. Sin embargo, supongamos que alguien dijera: “¡Alabado sea el Señor! Ayer, por la gracia del Señor, me porté de una forma muy humilde”. Esta clase de humildad es una mera actuación. En cambio, supongamos que alguien dijera: “No sabría decir si fui humilde o no. Quizás lo fui, pero me parece que también fui orgulloso”. Ésta es la verdadera experiencia que tenemos de Cristo como humildad. Esta clase de experiencia de Cristo es visible y a la vez invisible, tangible y a la vez intangible. Esta clase de experiencia es ilimitada; es duradera por cuanto es la magnificación de Cristo.
Si usted está seguro de que lo que está experimentando es una experiencia de Cristo, eso no es normal, y debe cuestionarlo. Lo único de lo cual podemos estar seguros es de nuestra salvación. Cuanto más seguro esté usted de su salvación, mejor. Debe poder decir: “¡Alabado sea el Señor, he sido salvo! Los cielos pasarán y la tierra puede desaparecer, pero mi salvación no puede ser puesta en tela de juicio. Tengo la plena certeza de que he sido salvo”. Sin embargo, el enemigo astuto no permitirá tan fácilmente que la gente tenga la certeza de su salvación. En cada oportunidad que tenga, él interroga esto y hará que dudemos. Sin embargo, esta duda es la garantía más firme de que somos salvos. Si usted nunca dudara de su salvación, ello indicaría que usted probablemente no es salvo. Así que sus dudas son la confirmación más clara y la garantía de que usted es salvo. Sin embargo, aunque Satanás no quiere que tengamos la certeza de que somos salvos, él, por otra parte, hará que tengamos una falsa seguridad con respecto a otras cosas. Por ejemplo, algunos podrían decir: “Tengo la certeza de que soy un vencedor. Ayer recibí la certeza de que soy parte de las primicias. Por la gracia del Señor, ahora soy uno de los ciento cuarenta y cuatro mil” (Ap. 14:1). Debemos poner en duda esta clase de certeza. No tenga ninguna certeza acerca de su experiencia, puesto que todas las experiencias que tenemos de Cristo son misteriosas. Yo creo que ahora todos estamos experimentando a Cristo, aunque de una manera misteriosa. La iglesia es misteriosa porque el misterio universal está aquí. Por lo tanto, la iglesia es un misterio escondido dentro de otro misterio.
Podemos magnificar a Cristo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Aunque esta suministración es abundante, no es visible. Quizás no sintamos que la suministración es abundante; sin embargo, lo es. Cristo jamás puede ser agotado. Es posible que sintamos que somos débiles; pero esta debilidad es una debilidad misteriosa, porque en realidad no somos débiles. Sin embargo, otros afirman ser fuertes, pero su fuerza no es real. Todas las experiencias que tenemos de Cristo son un misterio. Esto es la magnificación de Cristo.
Así que, cuando usted sienta que está experimentando a Cristo, probablemente dicha experiencia no sea real. Pero cuando tenga dudas respecto a si está experimentando a Cristo, ésa experiencia podría ser real. Las experiencias que tenemos de Cristo en nuestra vida cristiana son misteriosas. Un misterio es algo que no podemos entender ni explicar, sino que simplemente debemos aceptar.
En Filipenses 2 Pablo dijo que él estaba listo para ser derramado en libación. Esto era algo que estaba por suceder al final de su carrera cuando sufriría el martirio. En Filipenses 3 Pablo dijo que todavía no lo había alcanzado, pero que olvidaba lo que quedaba atrás y se extendía a lo que estaba delante de él, a fin de alcanzar el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo Jesús. Por consiguiente, en el momento en que escribió el libro de Filipenses, Pablo aún estaba corriendo la carrera, y por eso aún no tenía la certeza de haber alcanzado el premio. Él sólo obtuvo esta certeza cuando sufrió el martirio. En 1 Corintios 9 Pablo dijo que corría la carrera y luchaba para poner su cuerpo en servidumbre, para que no sucediera que, después de haber predicado a otros, él mismo viniera a ser reprobado. La primera Epístola a los Corintios fue escrita a comienzos de su ministerio, mientras que Filipenses fue escrito cuando faltaba poco para su martirio. Si ustedes leen los escritos del apóstol Pablo, notarán que, por un lado, él tenía la certeza, y que, por otro, no estaba seguro. En 1 Corintios 7 se nos revela que la experiencia que tenemos de Cristo es misteriosa. En este capítulo el apóstol Pablo dijo algo por su propia cuenta (v. 25), pero al final del capítulo dijo: “Pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios”.
La experiencia que tenemos de Cristo es tangible y a la vez intangible, es abstracta y a la vez concreta. Dios, Cristo, la vida de iglesia y nuestra experiencia cristiana, todos ellos, son un misterio. No podemos hacer que este misterio sea completamente sólido, tangible y visible. Sería una necedad pretender hacer esto. Cuanto más misteriosos seamos, mejor. Si no tenemos ninguna experiencia, no tendremos interrogantes misteriosos respecto a lo que nos sucede interiormente. Pero cuanto más amemos a Cristo, cuanto más vayamos en pos de Él y vivamos por Él, más dudas tendremos respecto a si realmente estamos experimentando a Cristo. Esto muestra que nuestra vida cristiana no puede ser explicada, por cuanto es un misterio. Así que cuanto más misteriosos seamos, más experiencias de Cristo tendremos. Todo este asunto de experimentar a Cristo es un misterio.