
En este mensaje consideraremos la excelencia del conocimiento de Cristo. Es menester que todos adquiramos un excelente conocimiento acerca de Cristo. A fin de entender en qué consiste la excelencia del conocimiento de Cristo, es necesario que veamos otros contrastes que se presentan en Filipenses 3.
En el mensaje anterior vimos el contraste triple que se encuentra en los versículos 2 y 3: el contraste entre los perros y el Espíritu, entre los malos obreros y los que se glorían en Cristo, y entre los mutiladores del cuerpo y los que no confían en la carne. Ahora debemos ver tres contrastes más. La palabra griega traducida “en cuanto” aparece tres veces en los versículos 5 y 6: en cuanto a la ley, en cuanto a celo y en cuanto a la justicia que es en la ley. Asimismo en los versículos 7 y 8 se repite tres veces la misma palabra griega, la cual ha sido traducida “por amor de” y “por”: por amor de Cristo, por la excelencia del conocimiento de Cristo y por amor del cual [Cristo]. En cuanto a la ley, Pablo era fariseo; en cuanto a celo por la ley, perseguía a la iglesia; y en cuanto a la justicia que es en la ley, era irreprensible. Por lo tanto, él era un fariseo, un perseguidor y una persona irreprensible. En estos versículos vemos un contraste entre la ley y Cristo. La ley está en contra de Cristo, y Cristo está en contra de la ley.
Además, el celo está en contraste con la excelencia. Un orador elocuente puede despertar nuestro celo en unos cuantos minutos. Nosotros mismos también podemos despertar nuestro celo orando por un rato. Esto especialmente les sucede a los jóvenes. Cuando se reúnen, a veces dicen: “Estamos aquí para hacernos arder los unos a los otros”. Así que, después que oran, alaban, invocan y liberan el espíritu por unos minutos, se enciende el fuego en todos ellos. Esto nos muestra que es muy fácil ser fervientes. Sin embargo, la excelencia del conocimiento de Cristo nuestro Señor no se obtiene tan rápidamente. Cuando Pablo escribió la Epístola a los Filipenses, él ya era de avanzada edad y había ganado mucho conocimiento de Cristo. Sin embargo, aún dijo: “A fin de conocerle”. Esto indica que sentía que a él todavía le faltaba más conocimiento de Cristo. También indica que la excelencia del conocimiento de Cristo no se obtiene tan fácilmente ni tan rápidamente; al contrario, es algo que puede tardar mucho tiempo. Toda la Biblia es una revelación de la maravillosa persona de Cristo. ¡Cuán excelente e inagotable es Él! Él sobrepasa nuestro entendimiento. Sin embargo, necesitamos obtener la excelencia del conocimiento de Él.
Es muy importante tener el conocimiento apropiado de las cosas. Por ejemplo, un joyero puede poner un hermoso anillo en una cajita muy atractiva. Si uno tiene el conocimiento apropiado acerca del anillo, no valorará la caja. Sin embargo, es posible que a los niños les interese más la caja que el anillo, e incluso tiren el anillo y se peleen por la caja. La razón por la cual se pelean por la caja es que no tienen conocimiento de la excelencia del anillo. Por lo tanto, es crucial tener la excelencia del conocimiento de ciertas cosas.
La Biblia nos enseña acerca de la ley en un sentido negativo y de Cristo en un sentido positivo. Si no conocemos la ley en el aspecto negativo y a Cristo en el aspecto positivo, no conocemos la Biblia. Las personas religiosas valoran mucho la ley. Todo el que no tenga la revelación y la visión de la excelencia de Cristo se hallará involucrado con la ley. Cuando las personas son indiferentes hacia Dios, tal vez no les importe la moralidad. Pero una vez que empiezan a sentir interés por Dios, también les interesará la moralidad y procurarán llevar una vida buena. De inmediato se encontrarán guardando la ley. Cuando las personas llevan una vida disoluta, no les importa Dios, ni la moralidad ni tener un buen comportamiento. Únicamente les importan los placeres y hacer lo que se les antoja. De esta manera, son desenfrenados. Sin embargo, si dichas personas se vuelven a Dios, se arrepienten y empiezan a sentir interés por Dios, les importará también la moralidad y el buen comportamiento. De este modo, vendrán a estar bajo la ley y tomarán la decisión de hacer lo bueno. Tales personas estudiarán la Biblia para aprender cómo agradar a Dios y beneficiar a otros. En otras palabras, estudiarán la Biblia para conocer más de la ley. Asimismo, estarán muy deseosas de recibir instrucciones de aquellos que puedan enseñarles a mejorar su comportamiento. Esta clase de religión es muy útil para la sociedad y el gobierno, puesto que el gobierno ciertamente desea tener buenos ciudadanos. Por consiguiente, una religión que les enseña a las personas a tener un buen comportamiento, a ser buenas y pacíficas será muy bien recibida por la sociedad.
A muchos cristianos hoy en día les interesa más la ley que Cristo. Incluso asuntos tales como aprender a orar, ser santos y hablar en lenguas pueden estar relacionados con la ley. Lo mismo podemos decir de enseñanzas sobre cómo ser un buen esposo o una buena esposa. En la mentalidad humana no hay nada excepto la ley; no hay cabida, ni capacidad ni base para Cristo. Son muy pocas las personas que me preguntan cómo pueden experimentar a Cristo a fin de ser un buen esposo o una buena esposa. Pareciera que los cristianos nunca asocian a Cristo con el hecho de ser una buena esposa o un buen esposo. La mayoría de ellos deja a Cristo muy lejos en los cielos y centran toda su atención en la ley.
Todos los judaizantes, incluyendo a Saulo de Tarso, estaban a favor de la ley, y parecían decir: “Nosotros los hebreos tenemos la ley de Dios, pero los perros gentiles no la tienen”. La ley era la herencia especial de los judíos, y ellos se gloriaban y jactaban a causa de ella. Cuando el Señor Jesús vino, Él ofendió a los judaizantes porque cambió la dispensación de la ley a la dispensación de Cristo, o de la gracia. Los judaizantes parecían decir: “¿Estás tratando de desechar nuestra ley? Nosotros estamos a favor de la ley. Por lo tanto, nos levantaremos contra Ti. Además, perseguiremos a todo el que te siga. En cuanto a la justicia que es en la ley, nosotros somos irreprensibles”.
Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, él era este tipo de persona, era un fariseo, un perseguidor de la iglesia y una persona irreprensible según la ley. En cuanto a la ley, en cuanto a su celo por el Señor y en cuanto a la justicia que es en la ley, él era perfecto, plenamente apto para ser el “perro principal” en el judaísmo. Pero un día, de repente le rodeó un resplandor de luz del cielo, y cayó en tierra. Entonces escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Cuando Saulo preguntó quién era el que le hablaba, el Señor le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v. 5). Saulo estaba atónito. Él pensaba que Jesús todavía estaba en la tumba, pero ahora lo escuchaba y le hablaba desde los cielos. Antes de ese encuentro, Pablo veía claramente, pero ahora se había quedado ciego. Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, podía decir que había sido circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; que en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; y en cuanto a la justicia que es en la ley, había llegado a ser irreprensible. Pero ahora estaba ciego. No obstante, mientras él estaba ciego, vio a Cristo, pues a Dios el Padre le agradó revelar a Su Hijo, Jesucristo, en él. Ése día en el camino a Damasco Pablo empezó a ver a Cristo. Sin embargo, él no lo vio de una vez por todas, sino que más bien continuó viéndolo una y otra vez a través de los años.
Debido a que Pablo llegó a conocer a Cristo, obtuvo la excelencia del conocimiento de Cristo. Fue a causa de esta excelencia que él pudo estimar todas las cosas como pérdida. Pablo estimó todas las cosas como pérdida primeramente por amor de Cristo, y luego por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo.
En Filipenses 3 Pablo nos muestra que Cristo es contrario a la ley. En este capítulo vemos dos frases que contrastan: “en cuanto a la ley” y “por amor de Cristo”. ¿Es usted una persona conforme a algo o por causa de algo? No debemos ser personas conforme a algo, sino por causa de Cristo, por amor de una persona maravillosa. No estamos aquí para ser alguien conforme a la religión, ni aun conforme al recobro del Señor, sino que estamos aquí por causa de la persona de Cristo. Más aún, ni siquiera estamos aquí para ser conforme a Cristo, sino por amor de Cristo. Ser conforme a algo es imitarlo o seguirlo externamente; pero ser alguien por amor o por causa de alguien, significa que ese alguien ha entrado en nosotros. La razón por la cual somos por amor de Cristo es que Cristo ha entrado en nuestro ser. En Filipenses 3 Pablo parecía estar diciendo: “Por amor de Cristo yo estimo todas las cosas como pérdida. En cuanto a la ley, yo era fariseo; en cuanto a celo, era perseguidor de la iglesia; y en cuanto a la justicia que es en la ley, era irreprensible. Yo antes laboraba y me conducía conforme a la ley; pero ahora ya no soy un hombre según la ley. Ahora soy un hombre por amor de Cristo. Cristo cambió mi vida y revolucionó todo mi ser. Él entró en mí para ser mi vida, mi naturaleza e incluso mi modo de ser. Lo que ahora soy, lo soy por amor de Cristo. Por amor de Cristo, yo he estimado como pérdida todo asunto religioso y natural que anteriormente consideraba ganancia”. Pablo también dijo que estimaba todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús el Señor. ¡Cuán excelente es Cristo! Sin embargo, muchos cristianos tradicionales se oponen a la excelencia de Cristo.
Cristo, una persona maravillosa me visitó y entró en mí. Ahora Él está tomando posesión de mí y está haciendo Su hogar en mí. Muchas veces me hace feliz, pero en otras ocasiones me hace sentir descontento. Incluso ha habido momentos en los que le he suplicado que se vaya, pero Él siempre se niega a hacerlo. Una vez que Él entra en nosotros, se queda para siempre. No hay nada religioso ni nada natural que se compare con Él.
En Mateo 11:27 el Señor Jesús dijo que nadie conoce al Hijo, sino el Padre. Cuando leí este versículo por primera vez, me sentí muy desilusionado, pues me preguntaba cómo entonces podría conocer a Cristo. Pero en Mateo 16 vemos que es posible conocer a Cristo mediante la revelación que el Padre nos da de Él. Fue el Padre quien le reveló el Hijo a Pedro. Cuando Pedro confesó que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (v. 17). Únicamente el Padre conoce al Hijo; sin embargo, el Padre desea revelárnoslo.
El Evangelio de Juan nos revela a Cristo. En 1:1 vemos que Cristo es Dios mismo. Ciertamente la ley no puede compararse con Dios. ¡Cuán necio es querer conservar la ley y olvidarse de Dios! La ley tal vez produzca “perros” religiosos, pero Dios engendra hijos. Según el libro de Apocalipsis, los hijos santos de Dios estarán en la ciudad santa, pero los perros estarán fuera (22:15).
Según el capítulo 1 de Juan, Cristo no era solamente Dios, sino el medio, el canal, mediante el cual todo llegó a existir. Eso significa que Él fue el Creador. Además, en 1:4 dice: “En Él estaba la vida”. Un día esta persona maravillosa se hizo carne, después de lo cual llegó a ser el tabernáculo de Dios (v. 14). Como el tabernáculo, Él tenía la gloria del Padre, y con Él estaban la gracia y la realidad (v. 14). De Su plenitud, todos hemos recibido gracia sobre gracia. Esta persona declaró que a Dios nadie le vio jamás.
Hechos 2 revela que el propio Jesús quien fue crucificado, fue exaltado por Dios para ser el Señor y Cristo. Hoy en día Jesús es Señor y Cristo, Aquel que fue ungido y designado por Dios. Romanos 1:4 dice que Cristo fue designado Hijo de Dios con poder por la resurrección, según el Espíritu de santidad. Esta persona es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (9:5). Un día esta persona llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). ¡Qué maravilloso es Él!
En Colosenses vemos más de la excelencia del conocimiento de Cristo. Colosenses 1:15 dice que Él es la imagen del Dios invisible. Colosenses 1:15-17 dice que Cristo es el Creador así como también el Primogénito de toda creación, es decir, el primero entre todas las criaturas. Más aún, no sólo todas las cosas fueron creadas en Él, sino que también en Él todas ellas se conservan unidas, puesto que Él es quien las mantiene unidas. Una vez leí un artículo que decía que en el centro del universo hay un poder que lo mantiene unido. Si desapareciera este poder, el universo entero se derrumbaría. Este poder que mantiene todas las cosas unidas es Cristo. Él es el eje de la “rueda” del universo, y todos los radios están unidos a Él. Colosenses 1 también revela que en la resurrección Cristo es el Primogénito de entre los muertos y que Él es la Cabeza de la iglesia (v. 18). El versículo 19 añade que a Dios el Padre le agradó que toda Su plenitud habitara en Cristo.
Colosenses 2:2 dice que la persona maravillosa de Cristo es el misterio de Dios; el versículo 9 dice que la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo; y 3:4 dice que incluso Él es nuestra vida. ¡Qué maravilloso e inagotable es Él!
Hebreos 1:2 y 3 dicen que Cristo es el heredero de todas las cosas, el resplandor de la gloria de Dios y la impronta de Su sustancia. Por medio de Él todas las cosas fueron hechas, y Él sustenta todas las cosas con la palabra de Su poder. Más adelante en Hebreos vemos que Él es el Sumo Sacerdote en los cielos (4:14), un Sacerdote no conforme a la ley de letras, sino según el poder de una vida indestructible (7:16). Él es también el Mediador de un mejor pacto (He. 8:6).
Por último, el libro de Apocalipsis nos muestra que esta persona maravillosa es el Cordero redentor que tiene siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios (5:6). Hay muchos otros aspectos de Cristo que se revelan en el Nuevo Testamento; sin embargo, éstos son suficientes para mostrarnos un poco la excelencia del conocimiento de Cristo.
Volvamos al ejemplo del anillo de oro que está dentro de una cajita atractiva. Si los niños tuvieran la excelencia del conocimiento del anillo, no se pelearían por la caja; al contrario, procurarían quedarse con el anillo. De la misma manera, Pablo, antes de la experiencia que tuvo camino a Damasco, no poseía la excelencia del conocimiento de Cristo, por que apreciaba muchísimo la ley, y era celoso y justo de acuerdo con la ley. Pero un día sus ojos fueron abiertos y él pudo ver la excelencia del conocimiento de esta persona maravillosa. Por causa de esta excelencia, Pablo estimó todas las cosas como pérdida, tanto las cosas de orden religioso como las de orden natural que anteriormente eran ganancia para él. Pablo dijo que él estimaba todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, el Señor. El título Cristo hace referencia al Ungido de Dios, al Mesías, que fue designado por Dios para cumplir todo lo que Dios se propuso realizar. Jesús es el nombre de aquel nazareno que vivió en Palestina. Hoy en día, Jesucristo es nuestro Señor, lo cual quiere decir que Él está relacionado con nosotros. Debido a la excelencia del conocimiento que tenemos de esta persona maravillosa, estimamos todas las cosas como pérdida. Además, lo hemos perdido todo. Yo quisiera abandonarlo todo por amor de esta persona. En comparación con Él, todo lo demás es basura, es comida de perros. Cuando Pablo era uno de los “perros” en el judaísmo, él necesitaba alimentarse de la comida de perros, pero cuando se convirtió en un hijo del Dios vivo, ya no tuvo esa necesidad, en lugar de ello, tenía una mejor comida, la maravillosa persona de Cristo. Al igual que él, nosotros ya no somos perros que comen desperdicios, pues somos hijos de Dios y, como tales, nos alimentamos de Cristo Jesús nuestro Señor.
Espero que todos podamos obtener más de la excelencia del conocimiento de Cristo. Si lo hacemos abandonaremos todo lo religioso y todo lo natural por amor de Él y por amor a la excelencia del conocimiento de Él. Cuando servimos por el Espíritu de Dios, nos gloriamos en Cristo Jesús, no tenemos confianza en la carne y tenemos la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús el Señor, tenemos la base apropiada para experimentar a Cristo.